Alice Byron | MansiÓn de Z
NOCHE
El coche de Mors apestaba a tabaco y aunque no quería que eso estropease la impresión de mi jefe, podía soportarlo. Esa noche podía soportar cualquier cosa, incluso la presencia de Hal, . Desde que Dylan se había marchado con la esperanza de hacerse famoso después de que Maxilian se estacase a sí mismo con el cabecero de la cama, me sentía sola, ya ni siquiera me divertía jugar con Naga. A estas alturas todo era aburrido y rutinario, porque conocía cada recoveco de su cuerpo como si fuera el mío. Necesitaba un nuevo juguete y estaba claro que no lo iba a encontrar en Mors (demasiado viejo) ni en Hal (demasiado protestón), aunque todo era cuestión de planteárselo según el grado de aburrimiento al que llegase.
Me ahuequé el pelo con las manos e intenté repasarme el maquillaje mirándome en el espejo retrovisor, pero una de las desventajas de ser eternamente joven y atractiva, era no poder reflejarme en los espejos, cosa que me parecía un pequeño precio a pagar porque no se me cayeran las tetas y sólo hubiese tenido que hacerme la depilación brasileña una vez en la vida. Seguramente, tenía que habérselo dicho a Dylan, pero me apetecía ver cómo volvía con el rabo entre las piernas y esta vez, si quería ser admitido en el Nido, tendría que pagar el precio que yo dictase.
Iba sentada en el asiento del copiloto, intentando que el vestido largo, de seda y encaje de color ceniza no se arrugase, porque pensaba devolverlo a la boutique online alegando que no era «de mi estilo», aunque me sentaba como un guante y como tenía este cuerpo que la naturaleza me había dado, podía llevarlo sin sujetador, para levantar algo más que pasiones a mi paso. Mención aparte merecían los Louboutin de tacón de catorce centímetros y el clutch, que también tenía que devolver si queríamos seguir teniendo dónde caernos muertos. La pena es que no podía hacerme una foto para inmortalizar ese día en el que me sentía como lo que realmente era: una princesa.- [Mors]No me hace mucha gracia ir a ver a esta gente.[/Mors] – Intervino Mors girando la llave del contacto para sacarme de mis pensamientos.
– [Hal] Podría haber venido él. Para algo nos tiene desde hace meses aquí… bueno, en vuestro caso más[/Hal].- Apuntó Hal, que no tenía ni idea de por qué teníamos que ser su niñera cuando no nos caía bien. Bueno, a mí no me caía bien, especialmente porque no sabíamos nada de él.
Saqué la barra de labios roja y di una nueva pasada. Quería estar irresistible, lo que no era difícil. – [Alice]Cuando Z me lleve a su Mansión, me echaréis de menos[/Alice].- Miré a Mors guiñándole un ojo.- [Alice]¿Qué tal?[/Alice]- Me giré para que Hal también pudiese apreciar mi belleza.
– [Mors]Pareces una cabaretera del Moulin Rouge[/Mors].- Supuse que eso era bueno y le lancé un beso. Siempre estaba bien tener a mis aduladores contentos, a pesar de que no quisiese que se acercase a mi cama salvo en caso de extrema necesidad.
– [Hal]¿Te has arreglado para tu funeral?[/Hal]- Espetó Hal con muy mala baba y arqueé una ceja.- [Alice]Si sigues así, será el tuyo[/Alice].
– [Hal]Oh cariño, es el de todos. Nuestro cometido ha terminado, ya no le hacemos falta a ese tal Z estando él aquí[/Hal].- Puse los ojos en blanco cuando le escuché decirme «cariño», con su empalagoso acento inglés. No tenía derecho a decirme «cariño». ¿Quién se creía que era?
Guardé el lápiz de labios en el clutch.- [Alice]Soy imprescindible para él. Ya lo verás[/Alice].- Y me di la vuelta, intentando que no se dieran cuenta de que estaba dolida. Llevaba años dedicándome a la causa del jefe en cuerpo y en alma (si la tuviera), pero ahora había venido a mis dominios sin pedirme permiso.
No sé si Hal intentó decir algo, porque subí el volumen de la radio y me dediqué a ignorarle hasta que llegamos a Cirth, un pequeño pueblo coronado por una colina sobre la que había un castillo rehabilitado, seguramente con el propósito de que el jefe se sintiera cómodo, aunque no estábamos seguros porque no se había puesto en contacto con nosotros. Lo que sabíamos, era gracias a la prensa.
Mors dejó el coche tirado en el aparcamiento y me fui en dirección a la puerta, en la que había dos gorilas con más cara de simios que de personas, a los que les habría dado un mordisco, pero me contuve, porque sabía que al jefe le gustaba que me comportase o eso creía. En fin, les dije que se apartaran amablemente (enseñando el ceño y la raja de la falda, no necesariamente en ese orden) y se apartaron abriendo las puertas de madera, pero sólo porque detrás de ellos había un rubio que daba mucha grima y que me miraba como si estuviese deseando comerme, cuando debía ser (y era) a la inversa.- [Alice]Soy Alice Byron. Z me está esperando[/Alice].- Miré a todo el mundo por encima del hombro para que supieran con quién estaban tratando. El detalle de que Z no me había invitado no tenía por qué notarse, ni tampoco que no sabíamos quién nos había contratado ni para qué. Me fijé en que había una alfombra cara que necesitaba urgentemente pasar por la tintorería y un montón de cajas por todas partes en las que debían estar (esperaba) las cosas caras que decorarían semejante caserón.
– [Link]Lo dudo mucho vampiresa.[/Link] -Contestó el tipo con una sonrisa de suficiencia que deseé borrarle del rostro. Los gorilas gruñeron, seguramente era su forma de preguntar si nos arrancaban la cabeza. Me fijé en que el rubio que daba asquito se concentraba tanto que empezó a sudar.
– [Mors]Tienes diez segundos para salir de nuestras cabeza[/Mors].- Espetó Mors con muy mal café.
– [Hal] Y sólo acabamos de llegar[/Hal].- Sólo Hal podía reírse en una situación así. A lo mejor si le arrancaban la cabeza a él, todo estaba bien.
– [Wing]Link, ¿pasa algo?[/Wing]- Escuché una vocecita que se refería al rubio y los gorilas se apartaron. Observé cómo, una chica rubia, curvilínea que llevaba un vestido rojo ceñido de generoso escote, aparecía en escena. Tenía, además, dos enormes…alas de ángel en la espalda. La rubia se nos quedó mirando y, tras unos segundos de lo que parecía una deliberación, habló.- [Wing]¿Sois malos?[/Wing]- Se echó hacia atrás y sus alas le taparon la cara.
– [Mors]No somos muy buenos, pero aquí tu amigo está rondando por nuestras cabezas y eso no me gusta nada[/Mors].- Le explicó Mors sin mirarle directamente a las tetas, algo que me parecía imposible y absurdo, dicho sea de paso. El cuerpo estaba para disfrutarlo.
– [Link]No tengo la culpa de que seáis un libro abierto.[/Link] – Entrecerró los ojos y una gota de sudor surcó su rostro. Lo suyo era un asco de poder en toda regla, aunque me empecé a notar un poco más enfadada que de costumbre, seguramente por culpa suya.
– [Wing]Link, no hagas eso[/Wing].- Le pidió la de la rubia después de destaparse la cara.- [Wing]¿Qué queréis?[/Wing]- Le preguntó a Hal directamente.
Hal, que debía haber estado luchando a) contra una erección, si es que tenía de eso o b) contra unas ganas terribles de hacer sus necesidades (c), ninguna de las anteriores es correcta porque está más muerto que el resto), le explicó.- [Hal]Responder ante el manda más, o Z como lo llamáis.[/Hal]- La rubia chasqueó la lengua con desaprobación.
– [Wing]Voy a avisar a Aaron[/Wing].- Esbozó una sonrisa y caminó en la dirección opuesta.- [Wing]Sed buenos[/Wing].- Dijo antes de perderse por una de las puertas. Por desgracia, las alas le tapaban el culo.
Estaba cansada de tanto paripé, así que me crucé de brazos.- [Alice]Quiero hablar con Z[/Alice].- Miré de medio lado al sudoroso.
Noté cómo otro corazón se acercaba hasta nosotros. Éste era distinto, fuerte, pero pausado. Cuando estuvo cerca me fijé que pertenecía a un tipo afroamericano que ponía e imponía a partes iguales.- [Aaron]Ha tenido que salir.[/Aaron] – Explicó sin dar muchas vueltas. A su lado, la rubia sonreía con aprobación. – [Aaron]Pero podéis esperarle dentro. Hay sitio para todos.[/Aaron] – Miró al sudoroso que no tardó en darse cuenta de que los perros tienen que dormir en la caseta.
Alcé un dedo, indicando a los demás que se callaran y miré a mis lacayos esperando sus opiniones que tendría en cuenta o no.-[Hal]Tú mandas querida, sólo recuerda lo que dije antes[/Hal].- Me guiñó el ojo, como si estuviéramos en una partida de póker.
– [Alice]Cuando venga, os vais a enterar todos de quién soy[/Alice].- Y eché a andar hacia adelante, adentrándome en la mansión, que todavía estaba en plena mudanza, sin saber a dónde, pero siempre con dignidad, seguida por Mors y Hal que, de momento, eran los dos únicos que no me habían abandonado (maldito Dylan).
Podía estar en decadencia, pero siempre sería una princesa, aunque llevase ropa prestada.
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