Vincent C. Solo | Su apartamento, Louna
MEDIODÍA
Me desperté con un terrible dolor de cabeza y la sensación de haber dormido mucho y mal, así que lo primero que hice nada más levantarme fue ir directo a la ducha, necesitaba despejarme y refrescarme.
Mientras el agua reconfortaba y despertaba mis sentidos, empecé a reconstruir lo sucedido la noche anterior después de que Bill y Karen se perdiesen en el interior del casino en un punto que ni Edward podía ver.
Primero mandé irse al chico, estaba claro que podía desenvolverse tan bien como nosotros o mejor, al fin y al cabo había pasado las mismas pruebas que nosotros, pero ya había pasado por demasiado y si no podía conseguir que volviese con sus amigos, al menos podía mantenerle con vida hasta que él mismo lo decidiese. Y de todas formas, un arma de fuego no es un enemigo honorable y es difícil de esquivar.
Después de que Edward se fuese, cerré la camioneta y salí dando un paseo procurando que nadie me viese. Cuando me acercaba a la puerta y saqué un fajo de billetes y los arrugué en mi mano simulando que llevaba varias copas de más y tenía ganas de perder el dinero, algo que resultó bastante creíble cuando «piropeé» a un par de chicas aprovechando que no podía mentir.
En cuanto estuve dentro, tras escuchar una advertencia del gorila de la puerta y recibir un tortazo de otra de las chicas, continué caminando con una sonrisa en la cara, hasta llegar a una tragaperras en la que metí un par de monedas y no conseguí ninguna como recompensa, con las consecuentes maldiciones que hicieron que la gente evitase mirarme, no fuera a ser que «el borracho» les pidiese dinero. A veces la mejor forma de evitar la atención de la gente es intentar conseguirla por todos los medios.
Mientras estaba en la máquina había estado observando el interior de reojo y uno de los guardias había llamado a otro por una puerta que ponía «Solo personal autorizado». Simulando que me levantaba para ir al baño, comencé a caminar tambaleándome ligeramente, para evitar que me echasen por borracho y alborotador, y entré por la puerta, siempre estaba la excusa de no saber a dónde iba.
Caminé por los pasillo e intenté seguir las indicaciones que había visto a Edward darle, aunque no conseguía recordarlas todas y tuve que desandar el camino un par de veces. Me habría venido bien el poder de Bill, porque así habría sido más rápido y habría evitado que me viese uno de los guardias al desandar un camino que conducía a un baño del personal.
– [b]¿Qué haces aquí?[/b] – dijo llevándose una mano a la pistola reglamentaria.
– [Vincent]Perrrdona amibo, estaba buzcando algo y me he peddido.[/Vincent] – dije soltando una carcajada. No era mentira, simplemente era una verdad.
En ese momento sonó su radio y escuché algo de dos personas retenidas y que entraría alguien a buscarles, de piel negra, atlético – qué halago – y pelo y barba oscuros. Me miró, le miré, nos miramos y aquello parecía el oeste. Me moví todo lo rápido que pude mientras levantaba el arma y conseguí ocultarme en una columna que recibió los disparos, por suerte era cemento y no pladur.
No tenía mucho tiempo, tenían a Bill y a Karen y había tenido que entrar desarmado. Sopesé lo que tenía cerca, pero no había nada útil, era un pasillo interno sin nada de decoración. Podía intentar en una de las puertas que tenía al frente y que parecía el armario de limpieza, pero aun así como mucho tendría un palo de madera de la fregona y como mucho un lanzallamas improvisado con aerosol y mechero, eso contando con que llegase.
Y entonces escuché un golpe sordo y después de unos segundos eché un vistazo, el guardia estaba en el suelo y había un tipo de pie, ropas oscuras, pelo oscuro y largo.
– [Vincent]¿Quién eres?[/Vincent] – pregunté buscando la pistola del guardia con la mirada, por si acaso me encontraba ante un nuevo enemigo. El tipo me miró, sus ojos parecían inhumanos, de otro mundo.
– [Yamabushi]Un aliado, llámame Phoenix, lo demás no importa.[/Yamabushi] – explicó con serenidad. – [Yamabushi]Para encontrar a tus amigos sigue el pasillo, cuarta puerta a la derecha, sigue la línea de tuberías de plomo, encontraras una escalera que sube a unos conductos de ventilación, sigue recto y gira siempre a la izquierda dos veces y una a la derecha, hasta que encuentres una sección en la que asciende, tendrás que apañártelas para subir, cuando estés arriba, sigue de frente y verás en las rejillas del suelo que estás sobre tus amigos.[/Yamabushi] – explicó paso a paso, sin que me sintiese capaz a interrumpirle para pedirle explicaciones porque iba memorizando todo lo que decía, repitiéndolo en mi cabeza para afianzarlo, una vez más maldito el poder de Bill por no tenerlo yo.
– [Vincent]¿Qué interés tienes en esto?[/Vincent] – pregunté repitiendo las instrucciones otra vez.
– [Yamabushi]Un favor y una venganza.[/Yamabushi] – respondió fríamente. Empezó a caminar.
– [Vincent]¿Y tú dónde vas?[/Vincent] – pregunté interesado, aunque no me fiase de alguien a quien acababa de conocer, me vendría bien su ayuda.
– [Yamabushi]A asegurarme de que solo les encuentres a ellos en esa sala, y que después podáis iros.[/Yamabushi] – se agachó al lado del guardia, cogió la pistola y se giró hacia mí. – [Yamabushi]Por si acaso.[/Yamabushi] – dijo antes de lanzármela. Mi mirada siguió la pistola hasta que la tuve en las manos y cuando volví a mirarle, ya había desaparecido.
No tenía ni idea de quién era ese tipo, ni siquiera si debía fiarme, porque tenía aspecto de ser peligroso, pero mis amigos corrían peligro y no había tiempo para pensar, así que hice lo que me dijo.
El apremio me movía a seguir adelante, pero en la imaginación, cuando me estaba dando las instrucciones, no me estaba dando cuenta del inmenso calor que iba a hacer en el pasillo de las tuberías, que era estrecho y no ayudaba mucho a mi claustrofobia. Pero el conducto de ventilación era todavía peor, entre en él porque no sabía el tiempo que me quedaba, pero era demasiado estrecho, me daba miedo entrar y no poder dar marcha atrás, quedarme atascado, pero como no tenía más remedio, a pesar del miedo, seguí.
El calor era asfixiante, pero me concentré en las indicaciones hasta que llegué a la zona que ascendía, ahí agradecí que fuese estrecho, porque apoyé la espalda en la pared y con las manos y los pies en el otro lado fui subiendo con cuidado de no resbalar y quedar hecho una albóndiga ahí en medio.
Mientras subía, escuché unas voces, que se hicieron más nítidas cuando la luz se fue completamente. El sistema de refrigeración empezó a bombear más calor hacia dónde me encontraba y seguí subiendo a oscuras, hasta que llegué a la rejilla que difícilmente se distinguía, solo por las luces de emergencia.
Miré abajo y vi a Karen y Bill, efectivamente estaban solos, pero hacía poco no debían estarlo. Sin tiempo para más, quité la rejilla y salté con ellos. Después de eso, fue todo demasiado precipitado. Les solté y sin tiempo para explicaciones buscamos un camino para salir.
Todo estaba bastante despejado, salvo por algunos guardias que habían dejado para vigilarnos y de los que entre Bill y yo, especialmente él poniéndose en plan azul cabreado, nos encargamos.
‘Phoenix‘ debía haber hecho bien su trabajo, porque estaba casi todo despejado. Conseguimos batirnos en retirada por la puerta del servicio disfrazados de crupiers y nos subimos a la furgoneta a toda prisa. Vivir para luchar otro día.
Y ya estaba, cuando llegué a casa me tumbé en la cama y no aguanté nada, estaba agotado, en parte por el ejercicio, pero especialmente por la tensión y los nervios. No era de extrañar que me hubiese levantado tan desorientado.
Cuando por fin terminé de ducharme, decidí llamar a los demás para ver cómo estaban, y para conseguir entender entre todos qué demonios había pasado anoche. Sí, los demonios estaban claros, era una ciudad de demonios, una ciudad endemoniada.
Cogí mi móvil y seleccioné en la agenda a la persona que más posibilidades tenía de estar aterrorizada después de lo de la noche anterior, Bill podía esperar unos minutos, era un tipo fuerte, en todos los sentidos.
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