SARAH ECHOLLS | PALACIO KVINNEBY, CIRTH, CONDADO DE RIPPER
NOCHE
¿Qué estarán haciendo todos? – pensé mientras, tumbada boca arriba en la cama observaba la recargada lámpara de lágrimas de la habitación que se había convertido para mí en refugio y prisión.
Pensar en ellos hacía que sintiese una presión en el pecho que me dificultaba la respiración, pero era todavía peor no hacerlo, porque estaba sola pese a la buena gente que había conocido aquí, como un periquito en una jaula de oro al que le pones un espejo para que piense que no está solo.
Había encontrado las fuerzas para mantenerme ocupada con algo, para no haberles dejado a todos en vano. Y para demostrarles que no se juega con la Cazadora, y que nadie amenaza a los míos.
Pero eso no evitaba que pensara en ellos a todas horas.
¿Cómo llevaría Diana el embarazo? A veces me odiaba por perderme cualquier día de un momento tan importante para mi hermana, parecía que, hiciese lo que hiciese, nunca tomaba la elección correcta. ¿Y Mara, habría hablado con sus padres? Seguro que sí, quizá ella pudiese al menos tener un final feliz en toda esta tragedia. ¿Volvería Ed, estaría bien? Me preocupaba que estuviese en Wolfram&Hart, incluso aunque su padre fuese uno de ellos. Esa gente eran peor que muchos demonios. Y Christopher, seguro que estaba decepcionado conmigo, le había tocado la decepción de Cazadora, ojalá hubiese estado a la altura. Y Dom y Rebecca, con lo bien que lo habíamos pasado aquella noche, tras tanto tiempo, y después de esa breve chispa, todo volvió a sumirse en la oscuridad.
Pero tenía que ser fuerte, estaba intentando solucionar las cosas precisamente por ellos, aunque algunos no se diesen cuenta. Daniel… Pensar en él me dio ganas de llorar, y después de haber estado pensando en los demás, fue la gota que colmó el vaso.
Enterré la cara entre las manos y dejé que saliese todo, de todas formas, estaba sola, completamente sola. Miré el cielo oscuro, era una noche especialmente estrellada, a Daniel le habría encantado que saliésemos a la terraza, juntos, a observar las estrellas tapados con una manta. Pero eso ya no era posible, y no sabía si volvería a serlo. Todo se había desvanecido demasiado rápidamente.
Entonces lo vi, solo durante un instante, apenas un suspiro. Era un pequeño destello, como el de una linterna, o como el poder de Daniel. Pensarlo hizo que el corazón me diese un vuelco, habría jurado que había visto incluso una figura alta, de cabello rojizo, encaramada en un árbol, pero ya no lo veía, aunque creía que estaba ahí, que seguía cuidando de mí, pese a todo.
Diana Echolls | Casa de las Echolls, Barrio residencial norte, Moondale
NOCHE
El ronquido fue tan sonoro que tuve que volver a subir el volumen de la tele, el peludo de mi novio estaba especialmente ruidoso esa noche.
Pese a las insistencias de los demás, había decidido quedarme en el sofá cama de la ‘Lobera’ para mantener bien vigilado al perro de mi novio, que estaba enroscado sobre sí mismo, roncando porque tenía el cuello apoyado sobre una de sus patas delanteras.
Todo el mundo me había dicho que no podía quedarme, que en mi estado no eran buenos los sobresaltos, pero cambiaron de idea rápidamente cuando les dije que entonces se lo dijesen a mi mejor amigo que se había ido a Louna, a los Grandes Poderes que habían permitido que mi hermana tuviese que morir para salvar el mundo, al estúpido Director de Inteligencia Nacional que había obligado a mi hermana a irse con ellos, al tonto de mi cuñado que estaba desaparecido en combate, a todo lo de Duke, a la mierda del enano que hizo que Christopher se convirtiese en una especie de mariposa lobo y se convirtiese a media mañana…
Y luego querrán que esté tranquila, ya, claro, tranquila estaré cuando coja una sartén y les dé a todos en la cabeza a ver si despiertan y se reúnen de una vez antes de que el harén del tipo al que le gustaba el final del abecedario la lie, como siempre hacen todos.
Y encima los Búhos llaman a mitad de la tarde para decir que se cuece algo gordo en la Iniciativa, que saben quiénes son los de PetaZeta y que están creando su propia división de activos con poderes ahora que han conseguido juguetear con los cerebros de los sobrenaturales, o como dicen los finos, ‘improntar’.
¿Cómo voy a traer a mi pequeña con todo esto hecho un desastre? La Nave sin terminar, la casa patas arriba porque tan pronto llegan unos como se van otros, y todo igual. En fin, debería llamar a Mara a ver qué tal le va y a ver si ella puede echar un vistazo en Louna.
De nuevo un ronquido. Duerme hijo, duerme, para cuando despiertes ya lo he arreglado yo todo y ha nacido tu hija.
¿Qué estará haciendo Sarah?
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