Bill Parker | Su apartamento
Noche
Bill Paker daba vueltas en el colchón de la cama de matrimonio de su apartamento alquilado. La calefacción central del viejo edificio le estaba matando, porque la encendían de cuatro de la tarde a doce de la noche a partir del mes de nombre. Daba igual si fuera la gente iba en bañador, porque para la comunidad de vecinos había llegado el invierno.
No eran las doce de la noche, ni mucho menos. Pasaban de las tres de la mañana cuando miró el reloj de su mesita, por lo que la calefacción debía llevar un buen rato apagada, pero hacía calor. Podría abrir la ventana y dejar que el aire húmedo de Louna entrase en su habitación, pero eso requeriría desperdiciar el dineral que pagaba al mes en recibos de la comunidad. Definitivamente, se estaba haciendo viejo.
Pensó en cuando no era viejo. En cuando conoció a Sam y a su preciosa sonrisa. Le gustaba porque tenía curvas y, aunque ya no era un adolescente, a nadie le amargaba un dulce. Además tenía unos preciosos ojos verdes y un montón de pecas sobre la nariz que ella odiaba e intentaba tapar con maquillaje, pero que a él le parecían preciosas.
Todavía recordaba las dieciséis horas de parto que hicieron falta para que Klara, su única hija, viniera al mundo. Dieciséis horas infernales en las que Sam no perdió la sonrisa, a pesar de que el bebé venía con dos vueltas de cordón umbilical alrededor del cuello. «Todo va a salir bien, es nuestro pequeño milagro» le repetía y, a pesar de que todo parecía indicar lo contrario, le creyó. Klara llegó al mundo a las 3:33 de la mañana del día más feliz de su vida. Que, casualidades de la vida, había sido en noviembre.
Inspiró profundamente y se incorporó, apartando las mantas de golpe, encendiendo la luz de la mesita que alumbró en la soledad de esa habitación en la que debería estar Sam durmiendo a su lado, pero había tomado una decisión de que la que no podía arrepentirse.
Notó el colgante moverse. Estaba caliente, como siempre. Maldita Keli que parecía un horno portátil. A veces, se arrepentía de su elección, pero no es que las otras dos fueran muy alentadoras: poder demoníaco y la capacidad de saber dónde esta John para poder asesinarle con sus propias manos. No se veía dándole más peso a su parte…azul y mucho menos, arrebatándole la vida a la rata que decía ser su progenitor, pero Keli le sacaba de quicio. Su constante parloteo de voz grave y ligeramente nasal, que en ocasiones agudizaba para ponerle de los nervios. Esa manía que tenía de despertarle para preguntarle si estaba dormido y el hecho de que, por más que lo intentase, nunca volvería a estar solo: ¡Ya casi no tenía intimidad ni para ir al baño!
Se miró las venas azules que recorrían su cuerpo, las que le conectaban a ella y que no siempre eran visibles, pero esa noche estaban allí. Por ellas, según Karen, corría agua en lugar de sangre. En parte, tenía razón.- [Keli]Bill, ¿qué te pasa?[/Bill]- le interrumpió la chica. O ese demonio milenario con voz de chica, que a lo mejor había sido un camionero que se llamaba Peter, vete tú a saber.
– [Bill]Nada, duérmete[/Bill].- masculló el Mahonin.
– [Keli]Los seres milenarios reconvertidos en collares, no duermen[/Keli].- puntualizó Keli un tanto ofendida. Cuando se ofendía, parecía una sabelotodo. En realidad, siempre parecía una sabelotodo, en parte porque debía ser más vieja que el padre del que inventó la hoz.- [Keli]Pero tú deberías dormir o mañana no habrá quién te aguante. Aunque, en realidad, nunca hay quién te aguante. Eres muy antipático[/Keli].
– [Bill]Y yo debería lanzarte por la ventana[/Bill].- por todos era sabido que el agente Parker, de la «División de los Frikis», como le decían sus compañeros y compañeras, no era especialmente paciente.
– [Keli]No lo harás[/Keli].- Keli dejó escapar una risita traviesa. Bill tuvo ganas de lanzarla por la ventana, pero esta vez sin avisar. ¿Qué pasaría si lo hiciera? Los regalos, incluso los que te dan en el Axis Mundi por ser el Campeón-de-vete-tú-a-saber-qué, pueden descambiarse, ¿verdad?
– [Bill]¿Y por qué no, si puede saberse?[/Bill].- farfulló el policía. Aunque en cuanto lo dijo, se arrepintió de que esas palabras salieran de su boca.
– [Keli]Porque soy la única persona que te queda en el mundo, además de Bill y Karen[/Keli].- sonaba convencida y a Bill le dolió darse cuenta de que tenía razón. Con Sam y Klara fuera del mapa por su propia seguridad (o por la de él mismo), Vincent, Karen y Keli eran lo único que le quedaba en el mundo, pero no iba a darle la razón.
– [Bill]Te crees más importante de lo que realmente eres[/Bill].- tenía muy malas pulgas, para qué vamos a negarlo.
Keli no contestó, eso era raro en ella, pero Bill asumió que se había dormido, a pesar de que no dormía, porque ni siquiera estaba viva (técnicamente era un maldito collar parlanchín).
Se tumbó en la cama, disfrutando de la soledad y apagó la luz. Mientras Keli estuviese callada, podría dormir, pero no lo hizo. Sabía que la chica, el colgante o lo que demonios fuera (qué apropiado) estaba ahí, enfadada, dolida, porque como Sam le decía muchas veces, el día que repartieron el tacto, se quedó dormido.
– [Bill]Keli…[/Bill]- empezó a decir. No se le daba bien la gente, ni siquiera le gustaba. Las únicas personas a las que toleraba además de a Vincent había tenido que apartarlas de su lado.
La chica, no contestó. Era como si no estuviera.- [Bill]Keli…[/Bill]- una vez más.- [Bill]Keli…no me hagas pedirte perdón, ni perder el tiempo…ya sabes cómo soy[/Bill].- resumió como si eso lo explicase todo.
– [Keli]Pídeme perdón[/Keli].- le pidió con la voz grave y nasal, más que de costumbre.
Bill se quedó en silencio, en la oscuridad de la noche. Era fácil, sólo tenía que pedirle perdón, pero eso significaba muchas cosas, entre ellas, admitir que tenía razón en lo que había dicho.
Keli no respondía. Era un hueso duro de roer.- [Bill]Per…dn…[/Bill]- se escuchó y Keli se rió contenta.
– [Keli]Haré como que lo has dicho bien[/Keli].- se la imaginaba bailoteando en el colgante, mientras hacía la señal de la victoria.- [Keli]Algún día saldré de aquí, ¿sabes? Tendré piernas, brazos, ojos, manos…un cuerpo entero, el mío[/Keli].- empezó a decir con voz soñadora.- [Keli]Y entonces, me llevarás a cenar a un sitio elegante, al Burger King, por ejemplo[/Keli].
Bill dejó escapar una sonora carcajada.- [Keli]¿Lo prometes, gruñón?[/Keli]
La respuesta de Bill, llegó después de mirarse las venas azules que le recorrían el cuerpo, que le conectaban a esa chica, demonio o lo que realmente fuera.- [Bill]Lo prometo[/Bill].
– [Keli]Buenas noches, antipático[/Keli].- le susurró.
– [Bill]Buenas noches, baratija[/Bill].- y, aunque no quisiera admitirlo, sonrió.
Porque Keli era más importante para él de lo que creía.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.