Diarios de Destino | Sede de Wolfram&Hart, Louna

MAÑANA

El señor Scott atravesó el pasillo vestido con su impecable e inmaculado traje de los viernes de los meses de invierno. Su armario era amplio, su posición en la firma lo permitía, tanto por su generoso sueldo como por el hecho de que la propia firma se encargaba del coste de los trajes de un miembro de su estatus, Director del Grupo de Proyectos Especiales.

Pero no era el dinero y la buena vida lo único que acompañaban a su posición, también estaba el poder. Como Director, el señor Scott supervisaba él mismo diferentes «proyectos» en los que Wolfram&Hart se embarcaba.

Su posición tenía una pega, y es que poner un contrato sobre tu alma a cambio de dinero y poder suele ser poco compatible con la familia, hasta el punto de haberla perdido completamente. No es que echase de menos ser un triste pasante de un bufete cualquiera, porque el poder daba margen para muchas cosas, entre ellas, atraer a tu familia de vuelta.

Por el momento había mantenido los proyectos especiales alejados de los amigos de su hijo, exceptuando la profecía que tenían en su poder y determinaba que en algún momento, Wolfram&Hart estaría en peligro por culpa de la pequeña Sarah Echolls y su grupo, tendrían que detenerles, claramente, pero para eso todavía quedaba tiempo. Y estaba aquella intervención para recuperar al sujeto del proyecto «Cryad», que había sido sustraído como por arte de magia junto con su cámara de éxtasis hacía ya un tiempo.

A juzgar por lo que la «sala blanca» había sabido de la mente de su hijo, ese brujo arcano conocido como «El Doctor» había sido el culpable, para usarlo contra ellos y evitar que llegasen hasta el arma para detenerle, un conveniente portal a otra dimensión, o mejor dicho, a ninguna.

Mientras se sentaba en la silla de su escritorio y encendía su ordenador, pensó en las muchas variables que podían haber cambiado, y cómo las cosas se alinearon según lo previsto, al final.

Esa noche, mientras Kaylee Echolls, la energía creadora resultante de la fusión de dos mundos se sacrificó antes de firmar el contrato que la vincularía a Wolfram&Hart y le permitiría traerla de vuelta para atraer también así a su hijo, el grupo ‘Proyectos Especiales’ trabajaba al completo bajo las órdenes del señor Scott tratando de monitorizar cada perturbación mágica que tuviese lugar, hasta que uno de los hechiceros encontró algo, una gran fuente de energía creadora estaba siendo enviada a un punto de Europa, una villa tranquila y mundana. Así que hizo que la enviasen a otro lugar diferente, allí.

No tardó en tener a la muchacha frente a ellos, hecha un ovillo en el suelo. «Como Dios la trajo al mundo» nunca había sido tan acertado, aunque quien la había traído de vuelta al mundo habían sido los Grandes Poderes. Se acercó para observarla y entonces se dio cuenta de que no era Kaylee Echolls, al menos no físicamente.

Pasaron a la chica a observación y los datos que obtuvieron de sus análisis eran concluyentes, su estructura genética era diferente a la de Kaylee Echolls, ni siquiera era una hechicera, solo una humana común y corriente, menos capaz para la magia incluso que un humano corriente. Sin embargo uno de los brujos especialistas en el éter determinó que su alma era Kaylee, y con ella sus recuerdos, así que procedieron a iniciar el ‘Proyecto Renacer’.

Llamaron a la chica Lucy, porque parecía sentir un fuerte apego emocional por ese nombre y analizando su  respuesta a determinados estímulos, decidieron crearle una vida de «costurera»: una pequeña tienda debajo de un pequeño piso, un pequeño perro y un pequeño grupo de clientas, además de los encargos habituales de Wolfram&Hart, su gran cliente.

Entonces decidió enviar una carta a su hijo ofreciéndole un puesto entre ellos, y la posibilidad de traer a Kaylee de vuelta. Esa pequeña chispa de esperanza era lo único que necesitaba para despejar las dudas de su hijo respecto a trabajar con ellos, una vez allí, sería más fácil conseguir que se acercase cada vez más.

Después de meses vigilándola, el señor Scott hizo un amplio pedido de trajes a entregar a una hora determinada, pero «por desgracia» se le «olvidó» su cita, y fue su hijo quien los recogió en su lugar, encontrándose con ella.

El proyecto seguía su curso satisfactoriamente, con la baza de Lucy-Kaylee y los conocimientos que tenía sobre la vida de su hijo gracias a la «sala blanca» era cuestión de tiempo que padre e hijo fuesen uña y carne, y no se le ocurría nadie mejor para ocupar el puesto de Subdirector que su propio hijo, por muchos deseos que tuviese su primera al mando, Teagan Fisher, o como a algunos les gustaba llamarla, T-Rex.

Hablando del diablo, la señorita Fisher entró por la puerta de su despacho.

– [Teagan]Buenos días, Sr. Scott[/Teagan].- llevaba su oscuro pelo negro apretado en una coleta que caía sobre su espalda, un traje de chaqueta gris con una camisa de color morado y caminaba como si fuese la reina del lugar, o al menos, planease serlo.

– [John]Señorita Fisher, buenos días. ¿Puedo ayudarla en algo?[/John] – preguntó con la cortesía habitual, no porque tuviese ningún interés especial en ella, salvo quizá en llevar las manos a su cuello y quitarse un problema de encima. T-Rex era útil, como lo es un perro de presa que te vigila el terreno, pero cuando el perro te muerde, lo sacrificas, y últimamente la señorita Fisher parecía estar a punto de echar espumarajos por la boca, especialmente en todo lo que tuviese que ver con su hijo, Edward.

– [Teagan]En realidad, soy yo la que puede ayudarle a usted[/Teagan].- puntualizó alzando una ceja. Estaba tramando algo, claramente, porque nunca parecía estar a punto de sonreír y esta vez habría jurado ver una ligera curva en sus comisuras.- [Teagan]Las cámaras de seguridad captaron algo que puede resultarle…interesante[/Teagan].- añadió volviendo a hacer un intento de sonrisa. Le tendió la tablet que tenía entre los brazos, en la que había cargado un vídeo de la cámara de su propio despacho. Su ordenador estaba encendido, sin nadie que lo vigilase, entonces una figura apareció ante las cámaras y se sentó frente al ordenador, no tardó en saber quién era, su hijo, Edward. Observó como abría la carpeta que contenía las grabaciones y archivos del ‘Proyecto Renacer», lo sabía. Pero había algo que no encajaba, él no había dejado su ordenador encendido, alguien lo había hecho por él y lo había dejado así para que Edward lo encontrase, una trampa de T-Rex quizá.

Con un par de toques borré el vídeo ante la mirada de la señorita Fisher. – [John]Envié a Edward a apagar mi equipo a sabiendas de lo que encontraría.[/John] – dijo con calma, pretendiendo que era todo un elaborado plan. – [John]Esto no me dice nada de nadie, excepto de usted, señorita Fisher. Me llama poderosamente la atención que estuviese revisando las grabaciones de seguridad.[/John] – no había mejor forma de conseguir que desistiese de ese intento que acusarla directamente, T-Rex no pondría su puesto en peligro. Y de Edward tendría que hacerse cargo más tarde, quizá era el momento de hacerle fijo.

Ella se cruzó de brazos y chasqueó la lengua, visiblemente molesta.- [Teagan]Como bien sabe, estoy profundamente comprometida con Wolfram & Hart[/Teagan].- espetó mirándole con fiereza.- [Teagan]Por eso no dejo que nada nuble mi juicio[/Teagan].- añadió en una clara acusación.

– [John]Admiro su compromiso, pero a veces la malicia está en el ojo del que mira, y la avaricia es mala consejera.[/John] – replicó el señor Scott con una mirada que helaría el mismo infierno. – [John]Ahora, si no tiene más que añadir, tengo trabajo que hacer.[/John] – añadió desviando la vista hacia su equipo.

– [Teagan]Por supuesto[/Teagan].- aseguró volviendo a tomar su tableta.- [Teagan]Y ya que utiliza frases hechas, le diré que «torres más altas han caído»[/Teagan].- sentenció antes de girarse para irse.

– [John]Pero siempre hay que tener cuidado de no estar debajo cuando caigan.[/John] – añadió el señor Scott. Como respuesta ella simplemente se giró y esbozó una sonrisa maliciosa.

En cuanto abandonó el despacho, el señor Scott descolgó el teléfono y marcó la línea directa con su secretaria, la señorita Morgan. – [John]Delilah, necesito que me prepares todo lo necesario para un contrato EAW-0063.[/John] – pidió en cuanto escuchó que descolgaban el teléfono.

– [Delilah]En seguida, John[/Delilah].- respondió ella, siempre dispuesta.- [Delilah]¿A nombre de quién tengo que hacerlo?[/Delilah] – preguntó a continuación.

– [John]Edward Scott.[/John] – aclaró. – [John]Envíamelo cuando esté listo. Gracias.[/John] – dijo antes de colgar.

Era el momento de que Edward mostrase compromiso hacia su familia y hacia su trabajo, si esperaba un poco más, podría perder el control de la situación, y con ello, a su hijo.

De todas formas, el señor Scott no creía en cielos ni reencarnaciones, así que la idea de seguir siendo consciente una vez muriese, incluso trabajando para la misma empresa que había trabajado en vida, no le parecía una gran pérdida.