Diarios de Destino | Louna, Condado de Ripper
MAÑANA
En la casa de Vincent Solo reinaba el silencio, marcado por la tensión de todos los asistentes, reunidos allí observando a la demonio sin apartar la mirada. Frente a la demonio, descansaba plácidamente sobre la cama Lucy, inerte ya desde hacía cuatro días, pero viva, como una Blancanieves de fábula, o una Bella Durmiente, pero a ella no la despertaría un beso de su príncipe, para eso había venido la demonio.
Mara no se apartaba de su paciente, velando por sus constantes vitales, mientras que Bill y Vincent vigilaban constantemente a la demonio. Karen permanecía cerca de Mara, por si se la necesitaba para algo, aunque esperaba que no fuese hablar con el espectro de esa pobre muchacha.
Y por último estaba Edward MacLay, trataba de vigilar al demonio pero no conseguía concentrarse y su vista se fijaba en Lucy, inconsciente sobre la cama. No podía dejar de culparse por lo que le había pasado, se había enfrentado a su padre y Lucy se había visto envuelta en el medio de todo ello, todo por hacerle daño.
Apenas había descansado desde el instante en el que Lucy cayó inerte. Primero fue el hospital, pero como suponía, allí no podrían hacer nada, y efectivamente, declararon que estaba en una especie de coma cuya causa no sabían determinar. Pero él sí lo sabía, así que dejó a Vincent y a Mara con ella y empezó a investigar por su cuenta, con ayuda también de Bill y Karen. Finalmente había dado con esa demonio, una asociada de Wolfram&Hart. Era una demonio devorasueños, y como su nombre indicaba se alimentaba de sueños, pero también conocía conjuros que podrían ayudar a Lucy, porque Edward sabía dónde se encontraba, él mismo había estado, primero en las pesadillas y luego en los sueños.
Así que con la ayuda de Bill, «convencieron» a la demonio para que los ayudase, y allí estaba ahora, frente a Lucy, a la que habían tenido que sacar del hospital y probablemente ahora le estuviesen buscando por toda Louna, pero eso no importaba, en ese instante la que importaba era Lucy. La demonio estaba preparando un conjuro con los ingredientes que les había pedido. Del cuenco empezaba a rezumar un humo purpúreo con tonos dorados que le recordaba al disco de Kaylee, ese que tenía guardado junto al suyo y que hacía cuatro días que no había vuelto a tocar. Se preguntó si ahora que sabía que Lucy era Kaylee, la vería a ella en las imágenes de las Pruebas.
De un instante para otro, el humo comenzó a extenderse y con unos intrincados gestos de las manos de la demonio, comenzó a rodear el cuerpo de Lucy para después condensarse y empezar a introducirse por su nariz. Su cuerpo pareció convulsionarse al sentir el humo entrar, y Edward se tensó como un arco, dispuesto a saltar sobre la demonio, pero Vincent le cogió el brazo, reteniéndole e instándole a tener paciencia. Cuando la última voluta de humo desapareció en sus fosas nasales, la demonio comenzó a recitar.
Morpheus audi vocem meam,
hoc dimittet homo de regno,
ut dirigeret viam eius in regno hominum,
inter maledictiones eam repellere,
dimittam eam a praeteritis,
evigilabunt eam a somniis.
Cuanto terminó de recitar, el cuerpo de Lucy se irguió y sus ojos se abrieron reflejando un universo en continua creación y destrucción. Entonces, vi la mirada contrariada de la demonio y no tuve tiempo a reaccionar, del cuerpo de Lucy empezaron a emerger concentraciones de ese humo, como si de tentáculos se tratase que se dirigieron hacia Mara, Bill, Vincent y Edward. Al impactar contra ellos se expandió y empezó a entrar por sus fosas nasales y sus bocas, hasta que se desvaneció y el cuerpo de Lucy pareció relajarse.
En ese momento sintieron una ráfaga de frío, una de las ventanas estaba rota desde el interior, el humo no solo había ido a por ellos, y ni siquiera sabían lo que les haría.
Sarah Echolls | Palacio Kvinneby, Cirth
Sarah y Rebecca estaban disfrutando del desayuno, que la morena había llevado a las amplias habitaciones de la rubia para disfrutar de un poco de tranquilidad y hablar de lo que no podían hablar con nadie más. Eran unas extrañas, unas infiltradas en un terreno peligroso y debían tener mucho cuidado. Eso implicaba mezclarse lo suficiente con los de allí, pero no tanto como para resultar sospechoso, así que de vez en cuando desayunaban apartadas de los demás.
Rebecca había llegado hacía cuatro días, y aunque Sarah no tuvo noticia hasta el día siguiente, porque los miembros de ‘Gambit‘ dormían en una planta diferente y algunas noticias llegaban con cuentagotas. Pero cuando lo descubrió suspiró aliviada, Rebecca y ella nunca habían tenido demasiada relación, pero era agradable ver una cara conocida, y le había sorprendido gratamente que Rebecca lo dejase todo para ir, aunque también le hacía sentir peor por su decisión.
Estaban distraídas, comiendo en silencio, cuando la bruma púrpura y dorada entró por la ventana e impactó contra la Cazadora hasta desvanecerse en su interior. Sin tiempo a reaccionar, y ante la atónita mirada de Rebecca, los ojos de Sarah se tornaron en un universo infinito, perdidos viendo algo que solo ella podía ver.
Veía una mañana de invierno, una mujer y un hombre, bastante jóvenes, en lo que parecía un laboratorio. La mujer tenía una melena castaña oscura y se parecía mucho a Rebecca, y el hombre tenía algo que le daba mala impresión, vestía un traje militar de color azul. Cuando se giró, pudo ver en su distintivo: ‘Teniente Preston‘.
Hiroshi Sato | Graveyard Creek, Colorado
Hiroshi Sato continuó por el camino que marcaba la empuñadura de su daga, incluso aunque en esa zona parecía que no había nada vivo en kilómetros a la redonda, había venido de muy lejos para desistir tan pronto, y daba la sensación de que la daga cada vez lo detectaba más cerca.
Al final llegó a un pequeño pueblo, si es que se podía llamar así a un pedazo de tierra en el que había menos de una docena de casas, una gasolinera y un bar de carretera. Se fijó en que fuera del bar había aparcada una gran moto y decidió probar suerte allí, además, la daga indicaba en esa dirección.
Mientras se acercaba, la puerta se abrió y de ella salió una figura masculina que reconoció rápidamente como la de Logan Villiers. Sostenía un cigarrillo encendido en la mano e iba hacia la moto para echarle un vistazo, como el que se preocupa de un miembro de su familia. Decidió acercarse imaginando como iba a empezar esa conversación y entonces fue cuando el humo cayó sobre ellos.
Primero vio como impactaba sobre Logan y antes de que pudiese moverse, una bruma púrpura y dorada le rodeó y se introdujo en su interior. No sintió nada raro cuando desapareció y a juzgar por la mirada de Logan Villiers, que buscaba al culpable a su alrededor, él tampoco, así que decidió acercarse. Cuando ya estaba a un par de pasos de Logan, que al parecer le había reconocido por el gesto de suficiencia en su cara, Hiroshi sintió que el mundo se volvía borroso a su alrededor.
En su mente empezó a dibujarse una escena diferente, un tipo caminaba por un callejón, el día era lluvioso y por su forma de caminar, debía llevar unas copas de más. Tras él, una puerta se abrió y salió un grupo de hombres que también habían debido beber demasiado. Gritaron algo y el hombre se giró. Se acercaron hasta él y la conversación se tensó, hasta que uno de los más grandotes le propinó un golpe que le partió el labio. La respuesta del hombre cuando estuvo a punto de recibir otro golpe, fue sujetarle el puño, entonces el atacante empezó a chillar y se apartó sujetándose la mano, en la que empezaban a verse ampollas como si hubiese metido la mano en el fuego. Alrededor del hombre la lluvia se convertía en vapor de agua. El grupo se marchó corriendo.
Vio al hombre llegar hasta su casa, donde un niño de unos cuatro o cinco años metía las manos en el fuego de la chimenea ante la atónita mirada de su madre. También vio cómo pegaba al niño y le llamaba monstruo.
Christopher MacLeod | Biblioteca de la Universidad, Moondale
Christopher MacLeod continuó marcando en la aplicación de la biblioteca los últimos libros que habían sido devueltos. Normalmente esa era una tarea de Rebecca, pero ella estaba ahora en el Palacio Kvinneby con Sarah, así que el bibliotecario había hablado con la Rectora de la excepcional situación y había acordado hacerse cargo de todo para no tener que contratar a otra persona y que Rebecca pudiese recuperar su puesto a la vuelta.
No le molestaba, al menos podía devolverle el favor que estaba haciendo a todos, y sentirse un poco mejor con el peso de haberla separado de Dominic. Y además, mientras hacía esas tareas monótonas, pensaba cómo empezar a reclutar más personas para defender a los inocentes del choque ideológico y físico que iba a desatarse en el Condado, pero no sabía cómo, que no eres un humano corriente no es algo que le cuentes a todo el mundo, y aunque los O.W.L.S., Diana y la propia Mercy estaban buscando, era una tarea difícil. Y no era su única preocupación, estaba el hecho de que Ed y Mara todavía no habían podido volver, de que Daniel seguía desaparecido, Cara y Daakka peleados porque al final se había desvelado el secreto de Duke… Además, estaba el embarazo de Diana, no podía dejarla sola en esos momentos, porque se arrepentiría el resto de su vida, lo sabía bien.
Al menos ahora estaba en contacto con Sarah, porque gracias a Rebecca, había podido empezar a enviar cartas aparentemente inofensivas pero con un mensaje escrito en tinta invisible improvisada con zumo de limón, no podía más que sentirse orgulloso. Las cartas llevaban información estratégica de la gente que estaba allí dentro, poderes, historia, todo lo que podía averiguar. Solo esperaba que nadie las descubriese, y ese temor hacía que me sintiese más apremiado por todo lo que ocurría.
La bruma atravesó la biblioteca sin que el Vigilante la viese, hasta que ya estuvo sobre él, entrando a través de cada orificio respiratorio, hasta que se desvaneció en su interior. Christopher se dispuso a descolgar el teléfono, contrariado y preocupado, para llamar a Diana y ver si estaba bien, pero un estudiante, Oliver Kent, creyó que era el mejor momento para sacar sus libros.
El bibliotecario se forzó para no volcar su preocupación en el muchacho y tramitó la salida de los libros, pero justo cuando se estaba despidiendo, sintió que todo se desvanecía a su alrededor y el entorno cambio por completo.
Ahora veía un exterior, una especie de granja de Turee o una zona similar, verde y montañosa. Se escuchaba el ruido de una gran cosechadora atravesando el campo. Un muchacho joven al que reconoció como Oliver jugaba con un pequeño cachorro de border collie a lanzarle una pelota, pero la lanzó demasiado lejos, cerca de la cosechadora y el cachorro la siguió sin atender a las llamadas del muchacho, que echó a correr tras él. El Vigilante estuvo a punto de cerrar los ojos cuando vio la cosechadora tan cerca del cachorro, pero entonces el muchacho se metió en medio, cogió al cachorro en brazos y dio la espalda a la cosechadora que estaba a punto de impactar contra su cuerpo, pero antes de hacerlo, su piel se recubrió de acero y las aspas de la cosechadora se destrozaron contra él, frenando.
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