Sarah Echolls | Palacio Kvinneby, Cirth
En orden de aparición: ‘Carbon Copy’, ‘Grim’, ‘Wing’ y Vine.
Estaba bien haber aprendido a escribir Kvinneby de una vez. Eso y que Rebecca estuviese conmigo, aunque me preocupase que hubiera tenido que dejar a Dom para venir a hacer de niñera. A veces me preguntaba qué era lo que les mantenía juntos, pero prefería no preguntarlo, porque temía que acabase contándome el epílogo de ’50 sombras de Grey’. En cualquier caso, los días eran un poco menos aburridos desde que estábamos juntas, aparentando que nos acabábamos de conocer y que teníamos una amistad un poco exagerada que había suscitado más de un comentario envenenado, pero si pensaban que estábamos juntas, mejor, porque así podíamos pasar más tiempo trazando planes.
Me enteré de su llegada un día después de que lo hiciera, porque ‘Gambit’ estaba protegido hasta el exceso y, por suerte para nosotras, había una especie de pacto tácito en el Palacio que implicaba que nadie podía revisar tu pasado, porque ya no eras más que lo que quisieras ser. Rebecca había decidido hacerse llamar Rogue (no es que fuera el colmo de la originalidad), vestir de negro con ropa de adicta al rock de los 80 (¿de dónde la había sacado?) y le habían asignado como compañero de habitación a Julian Wyler, Grim, un tipo que no era peligroso ni un pervertido, lo que estaba bastante bien, aunque sabía defenderse sola.
Aquella mañana soleada estábamos desayunando sentadas sobre la enorme cama con dosel de mi habitación, en la que habíamos extendido unas cuantas bandejas con tostadas, croissants, fruta y una jarra con leche, además de café y cacao solubles . Todavía me costaba ver a Rebecca con esas pintas tan agresivas que consistían en vaqueros rotos, camiseta negra de Dom y el aro en la fosa nasal derecha que se le caía constantemente porque no era de verdad. Mientras picoteaba de un croissant a la plancha, me paré a pensar en como había conseguido engañar a Russell para que enviase a una de sus copias a que llevase las cartas que, por un lado eran tonterías de Rebecca saludando a su tío y por el otro, con tinta invisible, indicaciones para el grupo. Supuse que Russell no había podido resistirse a los encantos de la mala leche de Rebecca y su nuevo aspecto de chica punk.
Todavía no habíamos hablado de Dom, porque no sabía cómo abordar la conversación. No habíamos tenido una relación previa tan estrecha como para preguntarle abiertamente si echaba de menos a su novio.- [Rebecca]¿Qué?[/Rebecca]- frunció el ceño y me miró con esos ojos azules que ahora maquillaba con una gruesa línea negra, que contrastaban con el rojo de sus labios.
Esbocé una sonrisa, porque sabía que estaba bromeando metida en el papel de chica dura que había decidido crearse.- [Sarah]¿Echas de menos a Dom?[/Sarah]- solté sin darle mucha importancia, bebiendo un sorbo de la leche con cacao antes de que se enfriase.
– [Rebecca]¿Le preguntas a Rogue o a Rebecca?[/Rebecca]- miró a los guantes negros que había doblado pulcramente a un lado de la cama.
– [Sarah]A Rebecca[/Sarah].- maticé y le tendí el cuenco con fruta para que comiese algo más, pero ella lo rechazó.
Rebecca tomó aire y vi cómo la máscara de Rogue se resquebrajaba un poco, pero no tuvo tiempo de responderme, pero no tuvo tiempo de hacerlo, porque me dijo que mirase por la ventana que estaba abierta y por la entró una bruma morada y naranja que impactó sobre mí sin darme tiempo a huir. Me envolvió y se filtró por mis fosas nasales, provocando que la magia me hiciese cosquillas por todo el cuerpo.
No tuve tiempo de decir mucho más, porque noté cómo me mente abandonaba mi cuerpo y dejaba aquella cama que estaba compartiendo con Rebecca para llevarme a otro lugar, a otro tiempo.
El sonido de unos tacones amortiguado por una música pasada de moda me hizo me hizo abrir los ojos. Me encontraba en un pasillo largo, de paredes blancas con puertas azules y suelo grisáceo. La decoración no parecía actual, a juzgar por los cuadros de marco marrón oscuro y un calendario en el que me pareció ver ‘198…’, pero no podía detenerme a observar aquel pasillo desierto, porque la persona que taconeaba con fuerza acababa de tocar a la puerta que había más al fondo. Mientras avanzaba con cautela, me fijé en que era una mujer que rondaba la treintena, unos quince centímetros más alta que yo, de ojos azules, cabello castaño con mechas cobrizas y curvas prominentes cubiertas por la bata blanca. Llevaba el pelo rizado con moldeador al estilo de la época recogido en una coleta baja que no le quedaba demasiado bien. Me recordaba a alguien, de eso estaba segura.
Una voz masculina le pidió que pasara y, dado que no me había visto hasta entonces y que la escena se empezaba a desdibujar detrás de nosotras, deduje que estábamos en un recuerdo.-[Preston]Verónica.[/Preston] – le saludó un hombre ataviado con una camiseta verde y unos pantalones militares que permanecía de espaldas. Llevaba el pelo cortado con un ‘mullet’ que evidenciaba las primeras canas. Cuando se giró, estuve a punto de caerme redonda: era el General Preston más de veinte años antes. Apoyó las manos sobre la mesa del laboratorio que no era muy grande, pero impresionaba la tecnología para ser del año de la pera.
– [Veronica]Teniente Preston[/Veronica].- la mujer hizo un saludo militar, a pesar de que ella no debía tener ese rango.- [Veronica]He recibido una notificación que decía que quería verme[/Veronica].- dijo con acento escocés que parecía esconder bajo un falso deje de Ripper. Daniel se hubiese reído de ella.
– [Preston]Sí, Verónica. La quiero para un nuevo proyecto.[/Preston] – se giró y extendió un puñado de carpetas de color marrón claro sobre la mesa que les separaba.
No pude leer lo que ponía, porque Verónica se me adelantó.- [Veronica] Programa Infantil Neuronal para la Observación de Comportamientos y Costumbres Humanas e Inducción de Otros patrones[/Veronica].- leyó en voz alta. Las siglas eran P.I.N.O.C.C.H.I.O. Mi cerebro estaba gritándome que eran los padres de Rebecca, pero no quería escucharle, no podía ser eso, tenía que haber una explicación razonable en la que Rebecca era fruto del amor de dos personas, no un puñetero experimento.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.