Diana | Universidad
MEDIODÍA
La meona se había pasado toda la noche bailando flamenco sobre mi vejiga, cosa que me habría parecido incluso razonable si el despertador no hubiese sonado a las siete de la mañana para recordarme que, a pesar de tener los tobillos del tamaño de dos columnas dóricas, me debía a mi obligación como consejera. Estaba un poco hasta las narices del embarazo, qué queréis que os diga, sería muy gratificante cuando mi preciosa vagina se desgarrase y diese paso a un melón de (esperaba) poco más de tres kilos, pero estaba cansada de vivir prácticamente a dieta, de revisiones médicas y de pilates para embarazadas. Era la versión preñada de Hulk y quería ser la versión madre de mí misma.
Hablando de mi vagina, hacía una temporada que no la veía y empezaba a preocuparme que se hubiese convertido en territorio salvaje. Tendría que comentárselo a Christopher, que por cierto, me había llamado para decirme que le pidiera a mi madre que fuera a recogerme por la bruma extraña que me había puesto las pilas durante una centésima de segundo. Estoy segura de que cuando le dije que pasara a recogerme estuvo a punto de echarse a llorar.
Salí de mi despacho después de recoger mis cosas y de hacer pis, porque nunca se sabía cuándo estaría disponible el próximo baño. Tras sortear a una docena de estudiantes que me asaltaron para acariciarme la barriga, me encontré con mi madre que me esperaba en el monovolumen de toda la vida que empezaba a pedir un cambio a gritos.
– [Elizabeth]¿Qué tal estás, cariño?[/Elizabeth]- me preguntó mi madre mirándome a través de unas gafas de montura redonda que eran un horror, pero volvían a llevarse.
– [Diana]A punto de reventar[/Diana].- suspiré y me senté en el asiento, no sin dificultad. La barriga había pasado de ser «oh, qué mona» a «Dios mío, que alguien me la quite».
Mi madre metió primera y avanzó por el parking de la Universidad en aquel día soleado, pero frío como la cama de Dom ahora que Rebecca no estaba. Por la radio empezó a sonar ‘Girls just wanna have fun’ de Cyndi Lauper, su canción favorita y ella le dio voz y empezó a cantar.- [Elizabeth]I come home in the morning light. My mother says «When you gonna live your life right?…[/Elizabeth]- berreó a pleno pulmón saltándose un semáforo en rojo.- [Elizabeth]Ha sido sin querer[/Elizabeth].- se excusó.- [Elizabeth]Algún día te contaré una historia[/Elizabeth].- empezó a decirme y cuando parpadeé, estaba subida a un Ford Fiesta de 1980 junto a una versión suya rubia, joven y de pelo cardado.
– [Elizabeth]Girls, they want wanna have fun…[/Elizabeth].- cantó la cardada mientras se saltaba un semáforo en rojo. El coche era un caos repleto de libros viejos, pero lo peor era su ropa: un vaquero que le tapaba el ombligo, unas sneakers blancas y un top con mangas que le dejaba descubierto el vientre, pero no el ombligo , claro. Me fijé en que en la camiseta se podía leer ‘Dance your ass off’ en referencia a Footloose. Sí, la de Kevin Bacon. Después de eso tendría que haberle prohibido que fuera mi madre.
Le dio una calada a un cigarrillo – menos mal que era una visión, porque la meona no podía afectarle- y apretó el acelerador, después de tirarlo por la ventanilla. Dejó el coche tirado de mala manera delante de una librería que estaba en pleno centro de la ciudad y que tenía un toldo verde en cuyas letras blancas podía leerse ‘New Alexandria». No me sonaba de nada, pero era lógico porque yo no era fósil.
Cogió su bolso de cuero enorme y cerró con llave el coche. Tras eso, abrió la puerta de la librería y la campanilla tintineó avisando a los que estaban dentro, pero no había nadie. Las estanterías de madera recubrían todas las paredes del suelo al techo, además, había montones de libros por ordenar. No era lo que se dice el culmen de la organización, pero tenía encanto. Me gustaba especialmente que el mostrador estaba en una esquina apartado de la vista, como si pagar fuera lo menos importante. Seguramente se hubieran ido a la ruina y por eso no recordaba esa librería.
– [Elizabeth]¿Luke?[/Elizabeth]- se giró sobre sí misma y al ver que no respondía, echó el pestillo como si tuviera mucha confianza y avanzó hasta la trastienda. Allí, en un caos similar al de la tienda en sí había dos hombres: uno de ellos estaba bueno y el otro que era feo. El macizo tenía el pelo castaño y ondulado que le llegaba por debajo de las orejas, además de unos ojos azules increíbles ocultos por las gafas de Harry Potter, eso sin contar que iba vestido como Rick Astley. El otro, el feo, tenía cara de asesino en serie, llevaba el pelo lamido por una vaca y miraba a la versión Farrah Fawcett de mi madre con los ojos juntos y las facciones marcadas. Su ropa era similar a la del otro, pero le quedaba peor, porque era un engendro.
– [Luke]Eli[/Luke] – susurró el bibliotecario librero y juraría que vi cómo se le dibujaban corazones en los ojos. Eli fue hasta él y le dio un abrazo que me hizo sentir incómoda, seguramente porque me daba la sensación de que estaban a punto de tirar los libros y montárselo delante del feo. O quizás era cosa mía que hacía mucho que no tenía actividad sexual.
– [Luke]¿N-nerviosa?[/Luke] – le preguntó cuando se separaron. Al feo mi madre le hizo así con la cabeza y que se diera por contento.
– [Ivan]¿De verdad crees que estamos preparados para esto?[/Ivan]- el horrendo estaba echando las cosas en una bolsa raída que tenía más estilo que los dos juntos. Me percaté en que tenía un acento raro, seguramente fuese soviético.
– [Luke]Es un vampiro, no estamos hablando de ningún demonio superior.[/Luke] – el macizo levantó la vista del libro que tenía entre las manos y se colocó las gafas.
– [Elizabeth]¿De qué tienes miedo, Ivan?[/Elizabeth]- la rubia jugueteaba con su pelo y sentí un poco de vergüenza, porque sólo le faltaba restregarse delante de Luke.
– [Ivan]De que me muerda y le de por comerme. Encuentro repulsivo el canibalismo[/Ivan].- apuntó el feo.
– [Diana]¿PERO QUIÉN TE VA A MORDER CON ESA CARA?[/Diana]- me acerqué a su lado, grité en su oído y nadie me oyó. Era bastante divertido.
– [Elizabeth]Gallina[/Elizabeth].- Eli se rió de él.
– [Luke]¿T-tenéis la raíz de saúco y el ajo seco?[/Luke] – Luke se subió las gafas y me acerqué para darle un pellizco en el culo para ver si era mejor el suyo o el de MacLeod, pero no podía tocarle. Era como el fantasma de ‘Ghost’, sólo que sin habilidades de alfarería.
– [Ivan]Yo tengo el ajo[/Ivan].- sacó del bolsillo del pantalón lo único que abultaba.
– [Luke]Yo h-he traído las estacas.[/Luke] – cogió de una mesa de madera un par de estacas.- [Luke]Va a ser divertido.[/Luke] – me pasé la mano por la cara un poco exasperada. Mi madre y sus dos novios pensaban cazar vampiros cuando lo que tenían que estar haciendo era resolver el trío ése que se habían montado.
– [Elizabeth]A lo mejor la próxima vez invito a Robert[/Elizabeth].- guardó en la bolsa un par de cadenas, que no sabía para qué pensaban usar. Al escuchar el nombre de mi padre, abrí mucho los ojos: esperaba que esta visión no fuera para contarme que, en realidad, era hija de Luke o del engendro. Sólo de imaginarme el momento: «Luke, tú eres mi padre», se me ponían los pelos de punta.
– [Luke]Ese tipo no sabría ver algo sobrenatural ni aunque le devorase la cara…mira, no es mala idea.[/Luke] – estaba tan celoso que los celos habían salido de su cuerpo y observaban la escena con condescendencia.
– [Elizabeth]La cara no es su mejor atributo[/Elizabeth].- murmuró y sentí vergüenza ajena.- [Elizabeth]O eso dicen[/Elizabeth].- carraspeó. Borré de mi mente la imagen de los atributos de mi padre. En mi imaginación, habíamos llegado en un paquete de Correos no después de que el paquete se corriera.
– [Luke]Solo es un chulo.[/Luke] – asentí con la cabeza. Robert era un chulo y un prepotente.
– [Ivan]Si lo dice mucha gente eso quiere decir algo ¿no?[/Ivan]- les recordó el soviético y Luke sonrió agradecido. Pagar Fantas unidos crea lazos duraderos.
– [Elizabeth]Envidiosos…[/Elizabeth]- Eli se echó la mochila al hombro y, con el bolso en la mano, miró a sus novios.- [Elizabeth]¿Nos vamos?[/Elizabeth]- la respuesta de ellos fue asentir.
Volví al presente con una patada de mi meona. La canción de Cyndi Lauper ya había terminado y estábamos en un semáforo en rojo que había frente a una librería abandonada, que se llamaba ‘New Alexandria’, aunque a juzgar por su estado, de nueva tenía poco.
– [Diana]Ésta es la librería de los padres de Luke, ¿verdad?[/Diana]- no pude evitar decirlo al ver el destartalado edificio que parecía que se iba a caer a pedazos.
Mi madre, giró la vista hacia mí y se bajó las gafas hasta el puente de la nariz. Con los ojos enrojecidos porque estaba intentando evitar que se notase que estaba emocionada, asintió. Tras eso, volvió a mirar a la carretera y apretó el acelerador como el peligro al volante que era.
Mi respuesta fue agarrarme al salpicadero como haría cualquier señora octogenaria en mi lugar.
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