Diarios de Destino | Condado de Ripper
MEDIODÍA
En el subterráneo uno de la Iniciativa, en la amplia ‘Dollhouse’, el activo de Adams – Zero, Frank, se duchaba junto al resto de miembros de su equipo. Era algo a lo que estaban acostumbrados, hombres, mujeres, demonios y todo tipo de seres del Adams-Zero.
Esa mañana algo le preocupaba, había dado lo mejor sí mismo en todas las pruebas, preparándose a fondo para la importante misión de su grupo, pero aun así, el General Preston no le había quitado ojo durante la demostración, cómo si por alguna razón no se fiase de él.
Mientras se enjabonaba, sintió una enorme urgencia, como un ansia que le recorría todo el cuerpo. Miró a su alrededor, al principio desconcertado, pero al ver reírse de forma pícara a Easy mientras se secaba con la toalla lo entendió, había estado jugueteando con el agua, dejando que sus feromonas la recorriesen y afectándoles a todos solo para divertirse. Easy no parecía una soldado, no parecía alguien que obedeciese bien las órdenes, pero aun así, lo hacía, al menos las órdenes directas. El único motivo que se le ocurría para que la mantuviesen en el equipo era su habilidad. Con las necesidades que despertaba Easy no a todos les resultaría fácil pensar.
Frank se sentía apremiado a menudo a socializar con el resto del grupo, a actuar como si fuesen uno solo con una única misión, como si fuese una necesidad básica más. Pero había algo en él, otra parte, que le decía que no estaba hecho para grupos, que era alguien solitario.
Miró a Easy, que le retó con la mirada y, tras coger una toalla para secarse, se cubrió de oscuridad y se transportó a su habitación, necesitaba estar solo. Necesitaba pensar qué hacía allí, porque lo único que sabía era que tenía una misión y que se había presentado voluntario.
A esas alturas todo se había difuminado ya, pero sabía que sus motivos estaban claros, tenía que detener lo que estaba pasando, alguien debía hacerlo, pero aun así no dejaba de sentir la sensación de que no era fiel a sí mismo. Decidió coger una de las varas de madera y seguir entrenándose.
Mara Novak
Mara Novak escuchó con atención la explicación de Bill Parker de lo que acababa de sucederle, y que podría sucederles a todos ellos sin saber exactamente cuándo, hasta que Lucy se despertase.
Se sentía cansada, ya no solo físicamente, algo que en parte resultaba hasta agradable teniendo en cuenta que eso le recordaba que estaba viva, si no mentalmente. Había acudido allí para regresar los dos a Moondale, donde les necesitaban, y se había encontrado con que Kaylee no estaba muerta si no que se había…¿reencarnado? en Lucy. Y entonces, cuando todo parecía ir demasiado bien, Lucy se desmayó por culpa del padre de Ed y todo se complicó.
Médicamente la muchacha se encontraba bien, excepto por el hecho de que parecía estar sumida en un profundo sueño, sin llegar a denominarlo coma, una especie de estado de inconsciencia más largo de lo habitual, mientras revivía sus propios recuerdos, o más bien los de Kaylee, y el resto de Campeones revivían los de otros.
Por si fuera poco, Ed, encolerizado por lo que había hecho su padre y por ver a Lucy postrada así, se había marchado sin decir claramente a donde, aunque la intuición de Mara le decía que a enfrentarse a su padre. Solo había respondido a sus mensajes para decirle que estaba bien y que volvería en unas horas cuando solucionase algo que tenía pendiente.
Con el teléfono en la mano, el mundo dio un giro de 360 grados para Mara. De pronto estaba en otro lugar completamente diferente, una habitación que le resultaba ligeramente conocida, porque la había visto hacía unos años, de visita en casa de los MacLeod cuando le enseñaron la casa, era la habitación de Christopher MacLeod.
En aquél entonces estaba vacía, salvo por las maletas de Diana y Christopher, bien ventilada, ordenada y luminosa. Pero ahora veía algo diferente, la cama estaba sin hacer, las cortinas estaban corridas, tapando la luz, y la mesa del escritorio, incluso el suelo y la cama, eran un batiburrillo de libros. Sentado en la silla estaba Christopher MacLeod, leyendo con énfasis un libro mientras pasaba rápidamente las páginas. Llevaba la parte inferior de un pijama y el torso parcialmente descubierto. Parcialmente porque unos enormes vendajes le cubrían gran parte del pecho, allí donde tenía la cicatriz de las garras de la licántropa.
Vincent Solo
Vincent meditó todo lo que Bill y Keli les estaban explicando. Parecía increíble que esa pobre muchacha, Lucy, fuese…Kaylee, y que por los designios de un padre que quería atrapar a su hijo a su lado a toda costa, estuviese ahora tumbada en esa cama, inmersa en un mundo de recuerdos. Pero eso no era todo, esa chica inocente tenía un vínculo con todos ellos, un vínculo que había creado al sacrificarse, y por eso ahora el conjuro que habían lanzado para despertarla les afectaba a todos, hasta que volviese en sí.
No le gustaba demasiado la idea de quedarse inmóvil en cualquier instante, mientras su mente se iba a otra parte, a los recuerdos de alguien cercano o al de cualquiera de los Campeones, conjunto que incluía a Logan Villiers, por ejemplo. Y ya había tenido bastante de mundos oníricos y de pesadilla antes de que le nombrasen Campeón.
Por lo que Mara decía, en Moondale efectivamente también estaban pasando por lo mismo, así que todo el mundo tenía que tener cuidado. Aun así, Edward se había ido, demasiado afectado por lo que le ocurría a su alma gemela.
Entonces vio a Mara inmóvil, de pie, con los ojos convertidos en una especie de mapa estelar. La visión la había cogido desprevenida caminando, y la gravedad haría que cayese hacia delante, pero Vincent se acercó rápidamente y la cogió entre sus brazos para depositarla con delicadeza en la cama, junto a Lucy.
Apoyado en la cama al dejarla allí, miró sus ojos de cerca pensando en el entramado que les unía a todos los Campeones, y entonces todo se difuminó y su cuerpo quedó atrás, cayendo inconsciente sobre Mara al dejar de soportar su peso unos brazos que ya no estaban recibiendo la señal de su cerebro de mantenerse tensados.
Cuando consiguió orientarse, vio que estaba en una especie de planta de un edificio en construcción, el típico de cristaleras muy altas que habría asombrado en Darkonia porque era como dibujarse una diana en el pecho. En el centro habían montado una especie de escenario, frente a una gran cámara de fotos en su trípode que no dejaba de llenar la sala con su flash. En el escenario, posando para la cámara estaba Karen, unos cuantos años más joven.
Edward MacLay
Cuando Edward MacLay fue consciente de todo lo que estaba ocurriendo, no pudo soportar estar más tiempo sin hacer nada.
La rabia y la impotencia que sentía hacia su padre llevaban días gestándose, nunca tanto como desde lo que le había hecho a Lucy para evitar que se fuese y escuchar de boca de esa demonio las afirmaciones que él mismo ya conocía solo le añadía más gravedad al asunto, lo hacía más real e ineludible.
Todos los Campeones estaban afectados ahora por esas visiones, que, como las de Diana por su poder, podían aparecer en cualquier momento. Eso significaba que por culpa de su padre casi todas las personas que le importaban estaban en peligro, incluida Diana y su pequeña.
Así que sin poder contenerse más, dejó a Lucy al cuidado de los demás, con los que sabía que estaría a salvo, y se subió en el primer taxi que pasó por delante, en dirección a Wolfram& Hart.
Tuvo todo el camino para pensar en la esperanza que había tenido al darse cuenta de lo que había sucedido con Kaylee, con Lucy y cómo había podido recuperarla y todo cambiaría para mejor, pero todo eso se truncó rápidamente.
El taxista paró en un semáforo y Ed miró por la ventana para ver cuánto tiempo quedaba para llegar, porque tenía un nudo en el estómago solo acrecentado por la impaciencia.
Al otro lado de la calle vio el pequeño taller de costura de Lucy, a unos pocos metros de la enorme Wolfram&Hart. Con la visión del taller el taxi quedó atrás y su consciencia se vio en mitad de otro lugar, una sala con una cama, unos pocos libros y un baño anexo. Una de las paredes de la sala era una amplia cristalera, como las de las salas de interrogatorios. Sentada en una silla estaba Lucy, con aspecto de desconcertada y asustada, frente a ella estaba la demonio, haciendo movimientos con las manos mientras giraba dentro del círculo de hojas en el que estaban ambas. Entonces Lucy se quedó inerte y de su cuerpo salió una bruma como la que habían visto antes, solo que esta vez entró en la demonio, que pareció disfrutar de su banquete. Lucy echó la cabeza hacia delante y un par de personas entraron a la sala para tumbarla en la cama.
Tras ellos entró su padre, John Scott, con su impoluto traje. Intercambió unas palabras con la demonio respecto al «drenaje de recuerdos» que al parecer ya estaba completado. Ya estaba lista para ser reinsertada con una tapadera, bajo vigilancia. Al parecer le gustaba la costura y los perros.
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