Sarah | Palacio de Z
TARDE
– ¿Sabes que eso le pasa mucho a las embarazadas?– explicó Mia con su inconfundible vocecita y le lancé un cojín a la cabeza, que ella esquivó con un movimiento grácil y acabó estampado contra la montaña de vestidos.
– [Sarah]¿Y se puede saber cómo voy a quedarme embarazada?[/Sarah]- enarqué una ceja y me incorporé en la cama apoyándome con los codos. Todavía sentía una ligera sensación de irrealidad, pero se iría pasando. Russell, Rebecca, Vine y ella me dejaron espacio para que me fuese acostumbrando a estar alejada de esos recuerdos sobre el pasado de mi amiga, sobre los que procuraba pensar lo menos posible.
– [Wing]Bueno, todo el mundo sabe que Rogue y tú…[/Wing]- metió y sacó un dedo del círculo que había formado con sus manos. Si había un contexto en el que eso fuera correcto, era éste, pero eso no quitaba que tuviera que pasarme la mano por la cara un par de veces para aguantarme la risa. Miré a Rebecca, cuyas mejillas se habían teñido de rojo por la rabia y a Russell, que ahora parecía especialmente interesado en la conversación.
– [Sarah]¿Estás segura de que sabes cómo funciona la reproducción humana?[/Sarah]- me mordí el labio para no reírme más de la cuenta y que Mia acabase pensando que me burlaba de ella. Rebecca estaba a punto de quitarse los guantes e infligirse dolor a sí misma (si es que eso era posible) para no tener que aguantar esto más.
– [Wing]He visto algunos capítulos de ‘The L Word'[/Wing].- puso los ojos en blanco y me imaginé que con eso debía entender que sabía de lo que estaba hablando.
El subidón mágico recorrió mi cuerpo y tiró de mí, envolviéndome y haciéndome sentir ligera como una pluma. Un recuerdo se acercaba.
***
La lujosa habitación del Palacio de Z dio paso a una que no tenía nada que envidiarle. Los muebles eran mucho más modernos, pero igualmente lujosos. Tenía ventanales enormes, tejidos caros, las paredes pintadas de blanco y estaba decorada con pósters de todo tipo de grupos para adolescentes como One Direction. En el centro, subida encima de la cama, con un peine en la mano a modo de micrófono, estaba Mia unos años más joven con un short vaquero y una camisa de cuadros escoceses.
– [Wing]Just dance, gonna be okay, da da doo-doo-mmm[/Wing].- gritaba desafinando tanto que tenía miedo de que dañase mis tímpanos de por vida. La puerta blanca se abrió de golpe y entró Seraph, también algo más joven, pero seguía pareciéndome que no era de fiar.
– [Seraph]Mia, no grites, no queremos que los vecinos vengan a vernos.[/Seraph] – le chistó mirando en varias direcciones, como si tuviera miedo de que hubiera micrófonos en la casa.
– [Wing]Dance, dance, just, j-j-just dance[/Wing].- bramó su hermana sin hacerle caso. Por lo que acababa de decirle, me daba la sensación de que vivían en su propia jaula de oro.
– [Seraph]¡Mia, joder! ¡Bájate de ahí o acabaremos los dos como monos de un zoo![/Seraph] – su yugular amenazaba con explotar de un momento a otro.
– [Wing]Wish I could shut my playboy mouth, oh oh oh-oh[/Wing].- le sacó la lengua y giró sobre sí misma esquivando los cojines rosas.
Steve fue hasta la cama y tiró del tobillo de la chica haciendo que cayera de culo con brusquedad sobre el colchón. – [Seraph]Papá ya no está aquí para cuidar de nadie, solo me tienes a mí, ¿de acuerdo? Así que haz lo que te diga si no quieres que te corten las alas[/Seraph].- la amenazó acercando su cara para asustarla un poco más.
– [Wing]Solo estaba cantando[/Wing].- se quejó y sus alas se replegaron.
– [Seraph]Y se supone que papá murió sin hijos. Ni siquiera sé cómo vamos a hacer para seguir viviendo, lo que menos necesito es que adelantes los problemas.[/Seraph] – le aseguró con severidad. Podía imaginarme que Steve y Mia eran los hijos de un magnate australiano (me lo decían sus acentos) que no se atrevió a admitir que sus hijos tenían alas. Lo que no sabía era cómo había podido mantener la tapadera durante tanto tiempo, aunque con dinero todo fuera posible.
– [Wing]Podría ser famosa[/Wing].- esbozó una sonrisa soñadora.- [Wing]A todo el mundo le gustarían mis alas[/Wing].- su hermano echó un vistazo al cuerpo de mi amiga que me hizo querer vomitar.
– [Seraph]Déjate de sueños estúpidos. Tenemos que ser listos, no es momento de tonterías.[/Seraph] – le apretó el brazo con fuerza y Wing se zafó.
– [Wing]No es una tontería[/Wing].- tenía los ojos llorosos.- [Wing]¡Y deja de hacerme daño![/Wing]
– [Seraph]La gente solo nos vería como monstruos. [/Seraph] – su rostro se ensombreció. – [Seraph]Solo yo puedo ver lo preciosa que eres.[/Seraph]- le pasó una mano por el pelo, pero ella se apartó.
– [Wing]Algún día encontraré a alguien…[/Wing]- murmuró con un hilo de voz y Seraph la obligó a que le mirase sujetándola por la barbilla.- [Seraph]Nadie más nos querrá…nunca. Pero nos tenemos el uno al otro.[/Seraph] –
***
El recuerdo se cortó antes de que intentase burlar las leyes de la física y le diera de leches a Seraph. La habitación se transformó en el callejón mugriento de una gran ciudad en plena noche. Por él iba corriendo una versión de Carbon Copy no mucho más joven. Junto a él, iban unas cuantas copias que se dispersaron cargadas de bolsas que debían ir repletas de billetes. No me sorprendía descubrir que no siempre había sido el mensajero simpático que era ahora, porque cuando entrabas en el Palacio, tu pasado quedaba atrás.
Tras él iban unos cuantos hombres asiáticos con armas de fuego que no dudaron en disparar y que fueron impactando en las copias de Carbon, que cayeron al suelo inertes y luego, se esfumaron. Eso hizo que el original se ralentizase y, en un intento desesperado, intentase subirse a un contenedor para engancharse a una escalera de incendios. El jefe, un tipo de mediana edad, dijo algo en coreano que no logré entender y los secuaces, que eran un tipo gordo, uno más alto y otro, delgaducho, se transformaron en zorros, que se engancharon a los pantalones de Carbon y tiraron de ellos, mordiéndole también las piernas.
– [Kento]Nunca me han gustado los ladrones[/Kento].- comentó el jefe, que al parecer respondía al nombre de Kento. Llevaba un traje de chaqueta negro, con camisa del mismo color y sin corbata. No parecía muy mayor, pero imponía.
– [Carbon]Es una pena, porque a mí sí[/Carbon].- le soltó Carbon con una sonrisilla dándole patadas a los zorros, que no dejaban de gruñir.
– [Kento]Sé lo que eres[/Kento].- hablaba con una templanza que asustaba y se movía como un alfa. Era, sin duda, el Tony Soprano de los coreanos de Ripper.
– [Carbon]No es difícil[/Carbon].- su mirada se cruzó con la del tal Kento y se duplicó para deshacerse de los zorros, que cayeron al suelo con un golpe uno a uno. Después, las copias volvieron al cuerpo de Russell.
– [Kento]Sé que si…me deshago de tus copias, te haré daño, pero que si te disparo a ti…[/Kent]- sujetó una pistola que llevaba en la chaqueta con las manos y apuntó a la cabeza de Russell. Estaba lejos, pero no me cabía duda de que acertaría.
– [Carbon]No hay necesidad de llegar a esos extremos. Podemos ser amigos[/Carbon].- la respuesta del jefe de los coreanos fue dispararle en una pierna. Carbon aulló de dolor. – [Kento]La próxima vez, no seré tan indulgente. No quiero a ratas cerca de mi casino, ni de mi ciudad[/Kento].
– [Carbon]No es tu ciudad[/Carbon].- Russell hincó la rodilla que le sangraba en el suelo y se llevó las manos a ella. No quería imaginarme cuánto podía dolerle.
– [Kento]¿Ah, no?[/Kento]- dejó escapar una carcajada y le hizo una seña a sus secuaces, que habían vuelto a su apariencia humana, para que caminasen tras él.- [Kento]Los hechos hablan por sí mismos[/Kento].- y se perdió en la negrura de la noche, seguido de sus esbirros.
Russell quiso bajarse del contenedor de basura, que por suerte estaba tapado, pero era incapaz de dar un paso. Intentó que sus copias le ayudaran, pero estaban malheridas (a la inversa, no funcionaba así).- [Russell]Menudo montón de mierda[/Russell].- murmuró arrastrándose, mientras se reía de su propio chiste.
– [Abel]Parece que necesitas ayuda[/Abel].- comentó una voz masculina que estaba resguardada por la oscuridad. Parecía que acababa de llegar o de salir de la nada, quién sabe.
– [Russell]En absoluto, me encanta arrastrarme por contenedores en mis ratos libres[/Russell].- le espetó con sorna.
El hombre entre las sombras dio un paso hacia adelante y pude ver a Abel, «El Consejero», ataviado con una gabardina marrón claro y un fajo de papeles bajo el brazo, que empezó a leerl.- [Abel]Russell Clive Haynes. 30 años. County Down, Irlanda del Norte, Reino Unido. Eres el quinto hijo del matrimonio formado por Francesca y James, que todavía hoy se levantan a las tres de la mañana para preparar el pan y los dulces de la panadería que regentan en tu localidad natal. Eras un desastre en los estudios, pero un buen deportista[/Abel].- levantó la vista.- [Abel]¿Es necesario que siga, chico?[/Abel]
– [Russell]Sí, por favor. Siempre he querido saber mi grupo sanguíneo, pero me daban miedo las agujas[/Russell].- esbozó una sonrisa que exasperó a Abel.
– [Abel]B-[/Abel].- respondió de forma mecánica.
– [Russell]¿A qué debo el honor del espionaje?[/Russell]- Abel fue hasta él para ayudarle a bajar, pero Russell se negó y cayó al suelo como un saco de patatas.- [Russell]Creo que me he partido la dignidad[/Russell].- susurró poniéndose en pie, esta vez con el brazo del Consejero a modo de guía.
– [Abel]Trabajo para un grupo de personas con un sueño, el de un mundo en el que la gente como tú esté a salvo de los que no lo comprenden.[/Abel] – por cómo lo decía, se notaba que creía en él.
***
Me vi arrastrada a una galería subterránea en la que cientos de Vine Clevelands estaban tirados unos encima de otros, en una especie de reunión-siesta que no comprendía del todo bien.- [Vine]Algún día…dominaremos el mundo[/Vine].- dijo uno de ellos, que tenía el hocico más claro de lo habitual.- [Vine]Pero eso…eso será después de una siesta[/Vine].- bostezó y todos le acompañeron.
– [Vine]El mundo será nuestro. Aplastaremos a los humanos[/Vine].- respondió uno al fondo, con voz femenina, pero que era exactamente igual que el resto.- [Vine]Pero…otro día. No tenemos prisa[/Vine].- se recostó sobre sus compañeros y se quedó dormida.
Al poco, todos estaban durmiendo a pierna suelta y uno de ellos, que debía ser el menos vago, se dedicó a apagar las antorchas, no sin antes ir echándose un sueñecito de tanto en tanto.
La letal tribu de los Vine Clevelands prefería dejar las guerras para otro momento y no iba a ser yo la que se quejase.
***
Volví a la realidad al poco. Me encontraba mareada, pero estaba mejor que la primera vez, seguramente porque empezaba a tener práctica. Esta vez, mis nuevos amigos no me rodeaban, sino que estaban desperdigados por la habitación hablando entre ellos. Wing, con mi teléfono móvil entre las manos, se sentó a mi lado y me dijo.- [Wing]No paraba de vibrar[/Wing].- acompañó la frase con un guiño.
Lo cogí entre las manos y, después de trazar el patrón de desbloqueo, la pantalla se puso de color negro. Dejé escapar un suspiro de fastidio y pude leer lo siguiente:
“Reúnete conmigo en mi despacho. Gracias. Z“
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