Sarah | Palacio de Z
TARDE
“Reúnete conmigo en mi despacho. Gracias. Z“
Después de leerlo, me quedé unos cuantos minutos mirando a la pantalla sin decir nada. Estaba tan enfadada que temía empezar a levitar de un momento a otro. Mia, que me miraba sin entender nada, se acercó a mí y me pasó una mano por el pelo.- [Wing]Si te llamo yo, volverá a vibrar[/Wing].- asintió con la cabeza dos veces seguidas para darle énfasis y solté una carcajada.
– [Sarah]No estoy enfadada por eso[/Sarah].- susurré y me despedí con la mano de Russell, que salió de la habitación caminando más despacio de lo normal para enterarse de todo.- [Sarah]Russ, vete de una vez o esta tarde meriendas cojín[/Sarah].- le amenacé. Rebecca fue hasta la puerta y cerré, para luego volver a abrirla y asegurarse de que se había ido.
– [Rebecca]¿Qué ha pasado?[/Rebecca]- me preguntó Rebecca con la preocupación reflejada en su rostro.
– [Sarah]Z quiere que vaya a su despacho[/Sarah].- tamborileé con los dedos sobre la elegante colcha que me apetecía hacer trizas.
– [Rebecca]¿Cuál es el problema?[/Rebecca]- se cruzó de brazos y me miró con aquellos ojos tan maquillados. No pude evitar pensar en lo que diría Dom si la viera ahora mismo, con la camiseta de una banda de rock anudada de forma que le quedaba el ombligo al aire.
El problema era que me había presionado y engañado para que entrase a esta jaula de grillos en la que la mayoría tenían potencial para borrar del mapa al resto de la humanidad. El problema era que se había pasado todo el tiempo que llevaba aquí ignorándome, tratándome como si estuviéramos en ‘Pretty Woman’ y haciéndome dudar del maldito momento en el que discutí con Daniel porque así estaba «haciendo algo bueno para la humanidad», porque en lugar de hacer como Ed y perderme del mapa, había decidido jugar a las heroínas. El problema era que sabía que me estaban utilizando y engañando, pero no sabía cómo narices podía salir de aquí sin que desencadenase la Tercera Guerra Mundial, pero no dije nada porque no quería que Mia se enterase de toda la mierda que guardaba dentro y, por supuesto, por mucho que le enviase cartas a MacLeod, mi ventaja táctica residía en que no permitía a mi mano derecha que supiera lo que hacía la izquierda (como dirían las abuelas).
En eso iba pensando de camino al despacho de Z, después de dejar a Wing y a Rebecca prácticamente con la palabra en la boca, porque tenía que aprovechar estas visiones que me habían provocado para descubrir todo lo que pudiera sobre Z, fui hasta el despacho de las narices. El despacho estaba al final del pasillo, pero decidí subir y bajar por todas las plantas antes de llegar para acumular toda la información posible. Mentiría si dijera que fue un camino de rosas, porque me encontré a tanta gente que acabó doliéndome la cabeza de la acumulación de recuerdos, pero deseaba que fueran saliendo poco a poco, cuando los necesitase y no explotasen en cualquier momento. Por fin, cuando estuve preparada, dejé de un lado los formalismos y entré sin llamar a la puerta. Cuanto más enfadado estuviese Z, más recuerdos tendría para alimentar a la bestia en la que me había convertido.
– [Sarah]Buenos días[/Sarah].- saludé con una sonrisa forzada y me fijé en la decoración del despacho, que era exactamente igual de recargada que la del resto del Palacio: paredes, techos y suelos estaban recubiertos de la madera más cara, había alfombras por todas partes, librerías de pared a pared, un ventanal enorme con cortinas pesadas y una mesa de escritorio también de madera. Me sorprendió, que en lugar de ordenador, tuviese papeles y plumas. Z era un antiguo. Z estaba de espaldas al ventanal con un impresionante traje blanco y junto a una de las librerías estaba Abel, el Consejero, con un atuendo similar al del recuerdo de Russell.- [Sarah]Abel, me gustaría hablar con él a solas[/Sarah].- le pedí con toda la educación que pude.
. – [Abel]Está bien, supongo. Me gustaría hablar contigo después, si me lo permites.[/Abel] – me estrechó la mano con cordialidad y salió de la estancia.- [Sarah]Gracias[/Sarah].- conseguí decirle a su espalda.
– [Z]Me alegra que hayas podido venir.[/Z] – tenía las manos cruzadas a la espalda y se giró con parsimonia, porque estaba acostumbrado a imponer.
– [Sarah]Sabes tan bien como yo que no tenía muchas más opciones[/Sarah].- no era capaz de disimular que estaba tensa. Mis vaqueros y mi jersey de punto fino de color azul claro me hacían sentir poca cosa al lado del Dandy que tenía frente a mí. No es que Z me pareciera atractivo, porque a mí me gustaban más pelirrojos y con un lunar en la mejilla, pero desde luego, sabía cómo impresionar.
– [Z]No me gusta retener a nadie contra su voluntad, Sarah.[/Z] – explicó mirándome directamente a los ojos. De nuevo, volví a sentirme pequeñita. – [Z]Por eso me ha parecido que ya es hora de que conozcas mi encrucijada.[/Z] – aseguró avanzando hasta el sitio en el que estaba yo, pero mantuvo una distancia considerable.
– [Sarah]Para no gustarte, lo haces con soltura[/Sarah].- me salió del fondo de la mala leche.
– [Z]Elegí un enfoque equivocado, pero ambos sabemos que no habrías venido de otra forma.[/Z] – no había nada como mentirle a una persona para que hiciera lo que pensabas. – [Z]Y eres una parte crucial de todo esto.[/Z]
– [Sarah]No necesito que me hagas la pelota[/Sarah].- moví la mano para darle énfasis a lo que decía.
– [Z]No soy una persona que alabe a los que no se lo merecen. He vivido mucho y he visto a pequeños hombres egocéntricos alzarse con un poder que no merecían.[/Z] – el rostro se le ensombreció e intenté adivinar la edad que tendría. ¿Cientos de años, quizás?
– [Sarah]No eres el bueno de esta historia, Z[/Sarah].- puntualicé mirándole fijamente.
– [Z]No hay nadie bueno en esta historia, Sarah.[/Z] – replicó y se dio la vuelta para volver a la ventana. – [Z]Supongo que debo agradecer que nos hayamos visto tal y como están las cosas ahora, para que puedas ver y sentir las cosas en tu propia piel.[/Z] – él mismo sabía lo de las visiones y me había mandado llamar, así que no había por qué andarse con formalismos innecesarios.
– [Sarah]Estoy deseándolo[/Sarah].- me crucé de brazos envalentonada y el primer recuerdo no tardó en llegar.
***
Me hubiera gustado tener a Diana cerca para que me dijera cómo eran sus visiones antes de que le hicieran el cuerpo a medida (dos veces), pero como no estaba, simplemente disfruté de la magia recorriendo mi cuerpo entero y de cómo la estancia cambiaba por completo para conventirse en un poblado vikingo que estaba cerca de un río en un paisaje espectacular (gracias a las series por ser fuente de conocimiento). En el centro del mismo, en una extensión de tierra considerable, había un grupo de guerreros vestidos para el combate, rodeados por el resto de habitantes. Todos coreaban un nombre mirando hacia el guerrero que estaba en el centro, como si luchase solo contra el resto. Llevaba una armadura de cuero que le cubría lo esencial, una espada y no tenía heridas en el cuerpo, sólo sangre de los demás sobre sí misma. Observé que había acabado con unos cuantos cadáveres que alguien había amontonado en una esquina para que no molestasen.
– [b]‘Siegfried. Siegfried. Siegfried’[/b]- la muchedumbre empezó a corear su nombre. Primero, susurrando y después, con fuerza. Él levantó la espada, señaló a sus combatientes y volvió a luchar, pero nada le afectaba, porque todas las heridas, por crudas que fueran, se curaban solas. Así, fue deshaciéndose de todos sus oponentes hasta que solo quedó él, rodeado por el pueblo que le vitoreaba, pero también por los cuerpos de los que habían perdido la vida.
***
Me vi arrastrada al presente y me encontré con Z que me miraba con el mismo interés con el que yo le pregunté.- [Sarah]¿Ésa es tu época original?[/Sarah]
– [Z]Sí, en la actual Noruega.[/Z] – se apoyó en la mesa.- [Z]Me bautizaron como Siegfried, el héroe que no podía morir porque se había bañado en la sangre del dragón Fafnir.[/Z] – pensé en mi coraza, que ahora estaba camuflada como si fuera un simple brazalete que Wing no hacía más que pedirme. – [Z]Al igual que él, descubrieron que yo no sangraba, no enfermaba…[/Z]
– [Sarah]¿No hay forma de que puedas morir?[/Sarah]- me paseé por la habitación intentando encontrar algo que me diese más pistas del enemigo al que nos enfrentaríamos eventualmente.
Le escuché soltar una carcajada. – [Z]No, muchos lo han intentado, incluso yo mismo. El primero fue mi hermano mayor, intentó marcarme la cara con un atizador, pero mi piel se curó, y después de eso el calor nunca volvió a afectarme. Ahí me gané mi nombre.[/Z] – me giré y vi que había un brillo de diversión en sus ojos. Debía hacerle gracia que no le tratase como si fuera especial, pero el tiempo me había enseñado que solemos querer lo que no tenemos y él era el caso opuesto a Logan.
– [Sarah]Ese poder lo tenía Doomsday en Smallville[/Sarah].- le resté importancia y él volvió a reírse. – [Z]Sí, efectivamente, el poder más terrorífico para un ‘Big Bad’. Quizá mi madre pensó eso cuando me abandonó recién nacido en la puerta de la casa de mi padre.[/Z] – sentí un poco de pena por él y pasé el dedo por los libros hasta que encontré uno que me llamó la atención. – [Z]Al principio la gente recelaba, especialmente mi hermano mayor, pero cuando empecé a matar por ellos, me convertí en un héroe viviente. Él murió con 17 años.[/Z] – asentí con la cabeza y me giré con un libro entre las manos. Era un tocho de esos que sólo solía «leer» la gente para aparentar.- [Sarah]Lo que estás haciendo ahora, no es ser un héroe[/Sarah].- barajé la posibilidad de tirárselo a la cabeza. Para qué voy a mentir.
– [Z]Lo sé. Solo hago lo que tengo que hacer para no ver cómo se repite una vez más el patrón que llevo viendo a lo largo de mi vida.[/Z] – me aclaró acercándose a mí para arrebatarme el libro y volver a colocarlo. Por el camino, aprovechó para acariciarme los dedos, pero yo me eché hacia atrás. Parecía que me hubiera leído el pensamiento y, en ese mismo instante, apareció en mi mente algo que me había contado Christopher:
«Me detuve un instante frente a un expositor pequeño, en el que solo se veía un triángulo rojo invertido, con una Z en el centro, colocado sobre un triángulo de color blanco. El tamaño, el tejido y la forma me llamaron la atención, pero no supe la razón en ese momento.
Miré la etiqueta que había en el expositor, en la que se leía “Marca del prisionero 003787961266.” y en la línea inmediatamente inferior “Campos de concentración: Dachau, Treblinka y finalmente Auschwitz. No había reconocido las marcas al principio, por culpa de que los conocimientos que había obtenido en la carrera de historia, se habían quedado relegados a un rincón por la falta de uso, pero ahora lo recordaba perfectamente eran marcas como las que utilizaban los nazis para los prisioneros.
Volví a analizar las marcas ahora que había recordado de qué las conocía. El color del triángulo invertido indicaba la categoría, en este caso, al ser rojo indicaba que era un preso político. Por otro lado, en el caso de ser judío, el triángulo invertido estaba superpuesto a un triángulo amarillo, indicando que además de sus “crímenes” había cometido el “delito” de ser judío. Pero en este caso el triángulo no era amarillo, si no blanco, y hasta dónde tenía constancia, en el código de colores de las marcas no se encontraba el blanco. Y también estaba la letra contenida en el triángulo invertido, que servía para indicar el origen del “prisionero”, la Z nunca había sido usada. Todo eso, unido a que no tenía constancia tampoco de ningún prisionero que hubiese pasado por tres de los campos de concentración.
Había demasiadas cosas que me intrigaban de ese misterioso prisionero que se suponía que no existía, pero lo que más me preocupaba era que a la Iniciativa le interesase.»
Diario de Christopher MacLeod.
***
Esperaba que Z no aprovechase mi catatonia para volver a acariciarme los dedos, porque la habitación había desaparecido y en su lugar me encontraba en una calle en pleno auge de la Alemania nazi. Vi a Siegfried caminar por dicha calle con los andares del marido de Claire Beauchamp la de Outlander (¿soy yo o el protagonista está de buen ver?). Se notaba que tenía dinero y que vivía mejor que los judíos de su época, aunque él no era «de raza aria». No entendía por qué me estaban enseñando a Siegfried paseando por la calle con su sombrero a lo Humphrey Bogart, hasta que entró a una casa en la que le esperaba gente que necesitaba que le ayudase a escapar de Alemania.
Lo hacía de forma discreta, utilizando sus contactos en ambos bandos para mantener el perfil bajo, hasta que un día los nazis irrumpieron en casa en plena noche, amenazando con arrestar por judíos a todos los que estaban allí, pero Z se interpuso y acabó recibiendo una paliza, de la que se curó delante de los ojos de los soldados. Intentó escapar sin suerte, porque eran demasiados y acabó en un campo de concentración con un brazalete en el que podía leerse:“Prisionero 003787961266.”
Primero estuvo en Dachau, después en Treblinka y, finalmente, en Auswitch. Vivió todo tipo de horrores, pero no dejó de intentar ayudar a los que estaban allí cediéndoles comida y aguantando palizas, viendo cómo las personas que allí estaban acababan siendo asesinadas por los putos nazis. Finalmente, participó en una revuelta junto a unos Sonderkommando para volar por los aires un crematorio, pero tal como dice la historia, la mayor parte de los que se rebelaron acabaron muertos.
Estábamos en 1944 y todavía quedaba un año para acabase la Segunda Guerra Mundial.
***
Volví a la realidad con las mejillas cubiertas de lágrimas. Una cosa es resumirlo para que no ocupe muchas páginas de este diario y otra, vivirlo, aunque fuera a modo de recuerdo.- [Z]¿Te importaría decirme qué has visto?[/Z] – había permanecido cerca de mí, pero sin resultar un acosador.
– [Sarah]Los campos de concentración[/Sarah].- resumí tragando con dificultad por culpa del nudo que tenía en la garganta.
[Z]Si les llamase bestias estarían insultando a los animales, si les llamase demonios estaría insultándome a mí mismo.[/Z] – explicó con rabia y lo entendía. – [Z]Eran abominaciones.[/Z] – añadió hablando un poco más alto – [Z]Después de escapar de Auschwitz no me alejé demasiado, les di caza, uno a uno, incluso después del final de la guerra. Y vine a Estados Unidos, había luchado contra ellos, el enemigo de mi enemigo….[/Z] – asentí sin poder reprimir un escalofrío.- [Z]Al ‘Ángel de la Muerte’ lo perseguí hasta Sudamérica.[/Z] – en sus ojos se veía la ira. – [Z]En mis viajes conocí a gente como yo, gente con dones, a la que otros temían, y los acogí bajo mi protección.[/Z] – continuó y tuve que ponerle las cosas claras.- [Sarah]Has acogido a gente que te va a traer problemas[/Sarah].- El Rey y la Reina del bando negro, entre otros.
– [Z]Quizá, pero cualquier persona tiene el potencial de ser un asesino.[/Z] – no era una afirmación descabellada, pero el Rey Negro coleccionaba máscaras con las pieles de las personas a las que asesinaba. Ése no es que tuviera potencial, es que tenía el graduado. – [Z]Espero que te muestren algo anterior a los campos de concentración, otra muestra de crueldad y de temor a lo que no se entiende.[/Z] – se le notaba todo el dolor que tenía dentro en cada una de las palabras y eso, hizo que otro recuerdo hiciese su aparición.
***
La biblioteca era ahora una calle empedrada en un día soleado de la Inglaterra del siglo XVIII. El llamado»Siglo de las Luces» estaba en todo su esplendor cuando una chica rubia y sonriente, ataviada con un vestido marrón de la época y unos preciosos pendientes de esmeraldas empuñaba un florete frente a un Siegfried que le devolvía la sonrisa, también florete en mano.
– [Z]Lenne, tienes que mantener la postura[/Z].- le riñó Z, que estaba de lo más gracioso con la camisa con chorreras y los pantalones cortos apretados. Además, llevaba la típica pelucona blanca.
– [Beatrix]Es más divertido si te hago reír[/Beatrix].- la chica dejó escapar una carcajada y empezó a dar saltitos, que hacían que su escote subiera y bajara para deleite de Z.
– [Z]Si sigues moviéndote así, dejaré de ser un caballero[/Z].- anunció moviéndose para esquivar los embistes del florete de Lenne. Me sorprendía lo fluidos que eran sus movimientos.
– [Beatrix]Nunca has sido un caballero: ¿A quién quieres engañar?[/Beatrix]- Beatrix fue llevando a su oponente hasta que lo tuvo contra la pared. Entonces, se acercó y presionó con su arma en la garganta.- [Beatrix]Dímelo[/Beatrix].
– [Z]A tu padre[/Z].- le dijo fingiendo que se atragantaba.
– [Beatrix]Entonces, tendré que liberarte[/Beatrix].- tras apartar el florete de su cuello, hizo una reverencia.
El propio recuerdo que me explicó mediante flashbacks que Lenne era una Cazadora y que había conocido a Siegfried cuando éste se vio rodeado en plena noche por una banda de vampiros, de los que había podido liberarse con facilidad, pero ella decidió intervenir con ayuda de su Vigilante y éste acabó falleciendo. Siegfried, para ayudarla, tomó su forma demoníaca (blanquecino, enorme, con orejas puntiagudas y cicatrices) y así, acabaron con los vampiros. Después de eso, vagaron juntos hasta que sucedió lo inevitable y se enamoraron.
La boda llegó pronto, con Lenne siguiendo con su ocupación de Cazadora, pero en el siglo XVIII no estaban preparados para ver cómo una mujer era más fuerte que la mayoría de los hombres y acabaron asesinándola a sangre frían en una especie de «quema de brujas» un día en el que Siegfried no estaba, porque le habían tendido una trampa.
A Z partieron el corazón y nunca volvió a ser el mismo.
***
Recuperé el control de mi cuerpo para ver cómo escrutaba mi rostro.- [Sarah]La he visto[/Sarah].- anuncié antes de que me preguntase.
– [Z]¿A Beatrix?[/Z] – todavía le dolía pronunciar su nombre.
Asentí.- [Sarah]Aunque no sirva de nada: siento lo que pasó. De verdad[/Sarah].- lo decía completamente en serio.
– [Z]Te lo agradezco.[/Z] – se puso más cerca de mí. – [Z]Les salvábamos, día tras día, arriesgando nuestras vidas, y lo único que conseguimos fue desprecio, perderla a sus manos.[/Z] – se miró las suyas. – [Z]Ése es el mundo en el que vivimos, un mundo que no nos acepta.[/Z]
– [Sarah]Poco a poco, lo harán[/Sarah].- no estaba muy convencida de lo que decía, pero tenía que sonar así.
– [Z]En mil años no lo han hecho.[/Z] – me miró fijamente para volver a acercarse. Cada vez, la distancia que nos separaba, era más ridícula. – [Z]Negros y blancos, mujeres y hombres, con poderes y sin poderes, sobrenaturales y humanos, judíos y nazis…da igual, siempre es lo mismo, el que tenga complejo de inferioridad intentará aplastar al otro.[/Z] – me aseguró.
– [Sarah]Pero no puedes ser tú el que aplaste antes de que haya pasado[/Sarah].- le aclaré sin echarme hacia atrás. No le tenía ningún miedo o quizás, es que era una inconsciente.
– [Z]No aplastaré, pero crearé un lugar en el que todos estén a salvo, y por supuesto la humanidad será bienvenida, como iguales, pero no aquellos que intenten subyugar a otros.[/Z] – me asustó escucharle decir eso, pero no hice ningún comentario porque estaba procesando aquella valiosa información.- [Sarah]Cuando quiera irme, espero que no haya ningún inconveniente[/Sarah].- le interrumpí.
– [Z]Por supuesto. Y lamento las formas.[/Z] – no sabía si estaba arrepentido de verdad o era un actor estupendo. – [Z]Eres vital en dos puntos de nuestro plan: el primero la incursión a la ‘Iniciativa’.[/Z] – puso una mueca de asco, pero nada se comparaba con el terror que sentía al imaginarme entrando en ese sitio de mala muerte. – [Z]Y el segundo…es más personal. Solo gracias a ti puedo traer de vuelta a Beatrix.[/Z]- el corazón empezó a latirme con fuerza.- [Sarah]Haré lo que pueda[/Sarah].- susurré deseando echar a correr.
– [Z]Y no puedo hacer otra cosa que no sea agradecértelo.[/Z] – se giró y fue hasta una mesa de café sobre la que había dos vasos y un licor que debía ser whisky o vete tú a saber qué. – [Z]Brindemos por un futuro mejor.[/Z]- anunció vertiendo el contenido en ellos y caminando hasta estar a mi lado.
– [Sarah]No pienso beberme eso, Siegfried[/Sarah].- negué con la cabeza y le di un empujoncito al vaso.- [Sarah]He visto demasiadas series[/Sarah].- no me fiaba ni de mi sombra.
– [Z]Elige el vaso que quieras, aquí estás a salvo, nadie te hará daño si no quiere enfrentarse a mí.[/Z] – me ofreció las dos y esbozó una sonrisa. Ignoré la última parte de su comentario, porque no apetecía decirle que si no me fiaba de su vaso, menos me iba a fiar de su intento desesperado de ligoteo.
– [Sarah]No, gracias[/Sarah].- se las tendí y volví a sentirme ridícula estando frente a alguien de más de mil años.
– [Z]Desconfías. Eso es bueno.[/Z] – se bebió primero un vaso y luego, el otro. Se notaba que no podía afectarle.- [Z]Coge lo que quieras, o bebe de la botella directamente, pero debemos brindar para llamar a la buena suerte, o eso decían los míos.[/Z] – se quedó mirándome mientras iba hasta una mininevera que tenía cerca de la mesa de café para coger una lata de Coca Cola.
– [Sarah]No me fío ni un pelo de ti[/Sarah].- la abrí y di un trago. Al menos, parecía Coca Cola de verdad y no esa cosa light que bebían Ed y Daniel.
– [Z]Haces bien, nunca te fíes de nadie.[/Z] – él se quedó observándome mientras apuraba el contenido de la lata, pero cada vez me sentía peor. A los recuerdos de Z, Rebecca, Mia y Russell se estaban uniendo los del resto del castillo y eso demasiado para mi cerebro.
– [Sarah]Vuelvo a mi habitación[/Sarah].- anuncié intentando tirar la lata, pero como no había contenedor de envases, la sujeté entre las manos. Luego bajaría a la cocina y la depositaría en su sitio.- [Sarah]Espero que la próxima vez, no hackees mi móvil y vayas tú mismo[/Sarah].-le recordé antes de irme y me di cuenta de lo francamente mal que sonaba eso una vez que salía de la boca de alguien.
– [Z]Estaré encantado de ir a visitarte, pero prefiero avisar para no encontrarme…sorpresas.[/Z] – esbozó una sonrisa pícara y se desabrochó el primer botón de la camisa.
– [Sarah]¿Sorpresas?[/Sarah]- prácticamente lo grité. Si había algo que me daba más miedo que un Big Bad, era un Big Bad intentando tirarme los trastos. Maldita sea, a mí me gustaban los aesirs pelirrojos, no los tíos de miles de años con pinta de actor porno retirado.
– [Z]Aquí cada uno es libre de dormir con quien quiera, Sarah. Nunca se sabe si alguien tendrá invitados.[/Z] – su voz se había vuelto más ronca.
– [Sarah]Ah…ya[/Sarah].- me aparté un mechón de pelo de la frente.
– [Z]De la vida anterior no hay juicios.[/Z] – me arrebató la lata de las manos y la tiró sin miramientos.
– [Sarah]Deberías mirar un poco más por el planeta, porque nunca se sabe cuánto te queda aquí[/Sarah].- le recordé, pero noté cómo me estaba empezando a desmayar. Había abusado de las visiones y éstas se acumulaban para salir de mala manera, no de forma ordenada como había planeado.- [Sarah]No…me encuentro muy bien[/Sarah].- me fui hacia adelante incapaz de controlar mi cuerpo. Vi a Dwarf asustado con toda su especie desaparecida, a Aaron construyendo una pirámide y a la Reina Blanca paseando por una playa de lo que debía ser el norte de España.
Al ver que no podía más y que debía estar pálida como un folio, Z me sujetó entre sus brazos. Quería protestar, pero no fui capaz.- [Z]Las visiones nunca son buenas, mira tu hermana.[/Z] – me pasó una mano por la frente con cariño e e intentó besarme en los labios.
El desmayo se me pasó de pronto. La vergüenza que sentía había dejado los recuerdos en un segundo plano.- [Sarah]¿Y eso?[/Sarah]- me puse en pie trastabillando.
– [Z]Lo siento, no debí. Discúlpame.[/Z] – se echó hacia atrás.- [Sarah]Estoy con alguien[/Sarah].- le aclaré. Técnicamente estábamos enfadados, pero eso no implicaba que me apeteciera besarme con este tipo.
– [Z]El aesir, sí. Mató a uno de los nuestros hace poco.[/Z] – replicó ofendido, jugueteando con los gemelos de su impoluto traje.
– [Sarah]¿Qué?[/Sarah]- Daniel había estado cerca de aquí y lo que era más peligroso, había asesinado a alguien.
– [Z]Hace unos cuantos días, encontramos sus cenizas en el bosque.[/Z] – me observó esperando a ver cómo reaccionaba.
– [Sarah]¿Daniel ha estado aquí?[/Sarah]- el corazón me latía desbocado. Se me había olvidado que había asesinado a alguien y, aunque de eso me arrepentiría más tarde, no me importaba.
– [Z]Ronda los bosques, sí. Pero está jugando a juego peligroso.[/Z] – me advirtió molesto.
Salí del despacho a toda velocidad y entré en la habitación como un huracán. Allí me encontré con Rebecca y Mia que estaban viendo un capítulo de ‘The Walking Dead’ sentadas en la alfombra con el portátil conectado a la televisión.- [Wing]»Rogue» no quiere abrazarme cuando salen los zombis[/Wing].- se quejó.
– [Rebecca]No pienso darte un abrazo, porque son actores[/Rebecca].- puntualizó.- [Rebecca]Es más, en casi todos los capítulos salen los mismos si te fijas bien[/Rebecca].
– [Sarah]No tengo tiempo para esto: necesito algo blanco[/Sarah].- les pedí moviendo las manos como una loca.- [Sarah]¡Ahora![/Sarah]
– [Wing]¿Unas braguitas?[/Wing]- sonrió ampliamente y negué con la cabeza.
– [Rebecca]Una camiseta[/Rebecca].- propuso sin saber qué era lo que me pasaba y abrí el primer cajón que encontré para sacar una que ya estaba para limpiar el polvo.- [Rebecca]¿A qué viene esto?[/Rebecca]
– [Sarah]¡Necesito un palo![/Sarah]- grité desesperada.
– [Wing]Un palooo[/Wing].- bromeó Wing y le tiré la camiseta a la cara.- [Wing]Usa un peine[/Wing].- se la quitó de encima de la cabeza y la atamos como pudimos al peine, que era rosa y pequeño.
– [Sarah]¿Qué tal?[/Sarah]- pregunté moviendo mi invento que coloqué por fuera de la ventana, sujetándolo a la manilla con el cordel de un vestido que nunca usaría.
– [Rebecca]¿Puedes explicarnos qué es eso?[/Rebecca]- me preguntó Rebecca cruzándose de brazos y jugueteando con el aro que ahora adornaba su boca.
– [Wing]Es como un pene cuando no…[/Wing]- movió el dedo índice para encogerlo.
– [Sarah]Es un mensaje para Daniel[/Sarah].- sonreí y una calidez me recorrió desde la cabeza hasta los pies.- [Sarah]Una bandera blanca[/Sarah].
«I will go down with this ship
And I won’t put my hands up and surrender
There will be no white flag above my door
I’m in love and always will be…»
And I won’t put my hands up and surrender
There will be no white flag above my door
I’m in love and always will be…»
FIN DE CAPÍTULO
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