Christopher MacLeod | Exterior de casa de las Echolls
MAÑANA
Mi madre siempre decía que nunca se pueden hacer planes, porque siempre surge algún inconveniente que los complica. Solía achacarlo a dichos heredados de mi abuela, una buena mujer pero escocesa de su época, lo que implicaba una larga serie de dichos y costumbres que a veces contrastaban con aquello a lo que estábamos acostumbrados.
Esta vez, habrían tenido razón. Hace unos minutos todavía estábamos trazando planes en caso de que necesitáramos entrar a la Iniciativa con urgencia, tratando de conseguir todos los recursos disponibles. Pero la llegada de ese miembro de Gambit, Russell, había eliminado toda posibilidad de contar con tiempo para prepararnos.
Venía herido, pero apenas nos dejó tiempo para curarle antes de empezar a contarlo todo. O era muy importante o no se preocupaba demasiado por sí mismo. No tardé en descubrir que era una combinación de ambas. Era una copia generada por el poder de Russell. Un grupo de activos con poderes de la Iniciativa les había cogido tras recuperar el artefacto que habían entrado a buscar. Algunos habían escapado, pero Sarah, Ed y Duke no, además de otros de los suyos.
Así que no había tiempo para pensar ni para esperar a la llegada de nadie, teníamos que tomar todo lo que tuviéramos a mano y entrar.
Mientras los demás se preparaban y teniendo en mente que mi preparación era preocuparme de los detalles de la estrategia, desaparecida en ese momento, decidí ocupar mi tiempo llamando a algunos de los Satellites para intentar conseguir su ayuda. Así que salí fuera para poder escuchar en condiciones y miré mi teléfono.
Fui descartando mentalmente mientras repasaba los números. Carmela no, no estaba entrenada ni preparada, correría más riesgo. Lo mismo pasaba con David y Desiree, eran prácticamente Satellites pero todavía no habíamos tenido oportunidad de reunirnos con ellos después de la breve reunión días después del regreso de Daniel. Matias era demasiado pequeño. Nicholas nos habría venido muy bien, pero después de lo que habíamos visto en el futuro me negaba a acercarle a la Iniciativa. Eso dejaba a Joey, April, Magnolia, Kuruk y Ted.
No tenía demasiado tiempo así que prioricé mis llamadas. Ted era el que mayor ayuda nos podría prestar para mantener a salvo a todos. Era un buen tipo y no me gustaba lo tentador que resultaba su poder para cualquier tipo de misión, porque aunque resucitase, morir no es agradable, lo sabía por experiencia. Pero esta vez no había opción. Había demasiado en riesgo.
Después de un par de tonos lo cogió. Le expliqué lo que pasaba lo más rápido que pude, arriesgándome a que dijera que no, pero no podía pedirle ir a ciegas en algo así. En cuanto supo que había gente en peligro, aunque titubeando, dijo que sí.
Mientras terminaba de hablar con él, vi a Lucy yendo hacia la casa. Esa mañana había tenido una reunión con Fenris que era determinante para su futuro en Moondale. Parecía contenta y tratándose de Fenris, nunca había dudado en que la ayudaría, pero siempre existe cierto recelo a creer que las cosas van a salir bien cuando estás acostumbrado a que los planes salgan mal. En esos momentos entendía la muletilla de Hannibal del Equipo A: «me encanta que los planes salgan bien». ¿A quién no?
– [MacLeod]Pasaremos a recogerte en cuanto podamos, Ted. Gracias.[/MacLeod] – me despedí de Ted tratando de cargar mis palabras con todo el agradecimiento que podía. Estaba dándole al botón de colgar cuando Lucy llegó a mi altura.
– [Lucy]¿Qué tal todo, Christopher?[/Lucy]-preguntó sonriente. Esa chica era una chispa de vitalidad. Veía algo de Diana en ella, algo de Sarah y algo de Elizabeth. Con Diana cerca era imposible no sonreír. Con Lucy cerca parecía difícil no estar alegre. Aunque ese día era la excepción que confirma la regla.
– [MacLeod]Sarah, Ed y Daakka están en peligro. Vamos a ir a por ellos.[/MacLeod] – expliqué con pesar. Sabía que era demasiado nueva en nuestro mundo, en ambos sentidos, como para tener que lidiar con ese tipo de información, pero no podía ocultárselo. Aprendí gracias a otras Echolls que los problemas ocultos lo único que hacen es enraizarse y pesar cada vez más. Casi pierdo a Diana por eso, era una lección que había aprendido bien.
– [Lucy]Oh, vaya[/Lucy].- replicó mientras su sonrisa se borraba de su rostro.- [Lucy]¿Puedo hacer algo para ayudar?[/Lucy] – preguntó. La respuesta inmediata era que no, era peligroso, ella aún había tenido muy poco contacto con lo sobrenatural y por lo que Diana había visto, era simplemente humana, ni un rastro de la magia de Kaylee. Lo que ella siempre habría querido.
Aun así, no podía decirle simplemente que no había nada que pudiera hacer. Cuando están pasando cosas malas, la espera puede ser terrible, en parte por el conocimiento de no poder hacer nada más que esperar.
– [MacLeod]Es un sitio muy peligroso.[/MacLeod] – empecé a explicarle. Sabía algunas cosas de nuestra historia, de lo que habíamos pasado, pero teníamos tanto entre manos que no habíamos podido pararnos en detalle a hablar sobre ello y responder a todas sus dudas. Además, tenía suficiente con conocer su propio origen. Para algunas heridas cosas lo mejor es el tiempo. – [MacLeod]Pero si se me ocurre algo, te lo diré…cuñada.[/MacLeod] – añadí con una sonrisa pese a que en ese momento no era lo que más me apetecía. Tenía muchas preocupaciones, demasiadas cosas en juego, gente muy importante en peligro, pero aun así, sabía que darse cuenta de que toda su vida era mentira resultaría duro. Intentaba darle toda la familiaridad que podía, porque era familia, aunque a la vez tenía que tener cuidado para que no pensara que la tomaba como una sustituta de Kaylee. Ni yo, ni nadie. Además, todavía estaba tratando de entenderlo.
Ella sonrió.- [Lucy]Según he oído, habéis salvado el mundo un par de veces[/Lucy]. comentó. ‘Salvar el mundo’ parecía algo demasiado grande para acarrearlo sobre los hombros, por suerte lo cargábamos entre todos y el peso era menor. Normalmente actuábamos ante una amenaza porque no había otra opción, porque sabíamos que sería el fin del mundo como lo conocíamos, pero sin ponernos a pensar al detalle en las repercusiones, porque la presión nos haría desmoronarnos.
– [MacLeod]Tú también eres una Campeona por derecho propio.[/MacLeod] – respondí sin quitarle méritos. No era Kaylee, que había dado su vida sin saber que se «reencarnaría». Pero sí había tenido que lidiar con las consecuencias, llegar a un mundo en el que se suponía que no debía existir. – [MacLeod]Te prometo que los traeremos a salvo.[/MacLeod] – añadí con más seguridad de la que tenía en el fondo. Habíamos pasado por lo suficiente como para saber que el miedo es el peor enemigo. Nunca se va, siempre está ahí y siempre debes vencerlo.
– [Lucy]Sobre todo, trae a Ed para comprobar que me recuerda[/Lucy].- respondió con un deje de amargura en su voz. Vi como el brillo de sus ojos se apagaba un poco. La vida que llevábamos tenía demasiadas repercusiones sobre nuestra vida per se. Hasta ahora habíamos tenido la suerte casi todos de relacionarnos con personas que conocían y pertenecían a esa vida, pero a Lucy le había caído como un chorro de agua fría. Entendía las dos partes, él tenía que hacerlo y ella se sentía abandonada con un grupo de extraños. La mayor parte del tiempo la vida era demasiado compleja como para poder hacerlo todo bien.
– [MacLeod]Estoy seguro de que Ed piensa en ti cada segundo, especialmente ahora.[/MacLeod] – hablé con el corazón, esta vez con total seguridad. Ed había confiado en nosotros para cuidar de ella y no podíamos fallarle, porque él mismo estaba haciendo un sacrificio por todos. – [MacLeod]Pero…es simplemente que lo que hacemos, es parte de nuestra vida, si no nos arriesgamos, el mundo no se salva. Nuestra única forma de poder tener una familia y vivir tranquilos es poniéndonos a nosotros mismos en riesgo.[/MacLeod] – expliqué como pude. En cuanto conoces lo suficiente del mundo como para saber que su equilibrio está a punto de romperse continuamente, tu forma de ver y vivir la vida tiene que cambiar. No podíamos saberlo y no hacer nada, porque ya nos habríamos rendido.
– [Lucy]No puedes tener una familia con alguien al que todavía no conoces[/Lucy].- apostilló. Podía entender a qué se refería. Había pasado muy poco tiempo y no habían tenido tiempo de hablar de nada antes de que tuviera que irse. Pero eso podría estar a punto de solucionarse, cuando Ed volviese con nosotros.
– [MacLeod]Te entiendo, pero también le entenderás a él al final.[/MacLeod] – respondí. Tiempo, enemigo y aliado. – [MacLeod]Cuando te juegas la vida cada día, no puedes dudar. Si quieres a alguien, tienes que ir a por todas. Ed lo ha pasado muy mal. Es un buen chico y sé que para él ya eres familia. Ha confiado en nosotros para que cuidemos lo que más le importa.[/MacLeod] – respondí con sinceridad. La edad me había enseñado, aunque un poco tarde, que no tienes que guardarte los sentimientos por vergüenza o miedo. Era cierto que quizá por ese peligro constante, vivíamos más al límite, cada día podía ser el último y cuando conoces a alguien especial tienes que decidirte o podría no llegar nunca el momento de estar con ella.
Ella no supo qué responder y se quedó en silencio, pensativa.
– [MacLeod]Sé que estás pasando por algo muy duro. Pero aquí tienes una familia. Eres Lucy, eres una de los nuestros.[/MacLeod] – añadí poniéndole una mano en el hombro sin atreverme a un gesto más cercano. Me costaba explicar el cariño que le había tomado a Lucy tan rápidamente. No era Kaylee, pero era una Echolls y para sus hermanas significaba que Kaylee había tenido otra oportunidad, como una metamorfosis. Eso implicaba que mi pobre Diana estaba empezando a animarse después de todo lo que había tenido que pasar en un momento que debería ser uno de los más felices. – [MacLeod]¿Te ha ido bien con Fenris?[/MacLeod] – pregunté para no sobrecargarla.
– [Lucy]Sí, muy bien. Es muy agradable, además de guapo[/Lucy].- comentó riéndose. En el reparto de atracción animal, Fenris se había quedado la del resto de licántropos, o como mínimo la mía. Era un buen hombre al que su condición le había dado un motivo y siempre estaba ahí para prestarnos ayuda.
Sonreí sin esfuerzo al verla sonreír a ella. Nos quedamos unos segundos en silencio. Entonces pensé en algo. – [MacLeod]Elizabeth, Mara y Mia van a pasar un mal rato esperando. Quizá puedan ayudarte y así la espera será más corta.[/MacLeod] – sugerí esperando darle un propósito para amenizar la espera. No había nada peor.
Ella asintió.- [Lucy]Gracias por hacer de psicólogo sin cobrar[/Lucy]. – respondió con una amplia sonrisa. Las Echolls eran algo de otro mundo, una fuerza de la naturaleza. La chispa de luz de un mundo en tinieblas.
– [MacLeod]Para la familia es gratis. Además, soy muy malo, a tu hermana se le da mejor.[/MacLeod] – reconocí. Diana tenía la empatía a flor de piel y sabía lo que tenía que hacer y decir para animar a las personas.
– [Lucy]Eso todavía es raro[/Lucy].- admitió.- [Lucy]No he venido a ocupar el lugar de Kaylee[/Lucy]. – añadió sin mirarme directamente.
– [MacLeod]Por supuesto. Eres Lucy. Eres su hermana de ensueño hecha realidad, además de Sarah.[/MacLeod] – bromeé para restarle importancia. – [MacLeod]Desde mi punto de vista puedo decirte que todo el mundo te verá así. Eres su hermana, pero no ESA hermana.[/MacLeod] – aclaré. De la misma forma que la mariposa monarca no es la oruga.
– [Lucy]Así, sí[/Lucy].- concedió sonriendo. Suspiré de alivio sin poder evitarlo. No había nada más relajante que aclarar un tema que puede hacer sentir mal a otro, como le ocurría a ella con el sentimiento de «ser un reemplazo». Si alguien era especialista en ver las cosas de otro modo, éramos nosotros. Ed era un buen ejemplo, aunque solo quedasen los registros en papel del tiempo en el que era un desconocido que nos conocía a todos.
– [MacLeod]Somos un poco acaparadores de la gente que vale la pena.[/MacLeod] – repliqué intentando animarla un poco más. Lucy era como un faro, con una pequeña chispa que la encendiese iluminaba todo lo que tenía alrededor. Por eso sabía que era hermana de Sarah y Diana. Miré el teléfono y vi una llamada perdida de Joey Munn. – [MacLeod]Voy a hacer una última llamada antes de que nos vayamos.[/MacLeod] – le expliqué.
– [Lucy]Buena suerte[/Lucy].- me deseó. Se acercó a mí y me abrazó durante unos segundos antes de irse a la casa. Percibí su aroma a melocotón.
Cuando volví a a quedarme solo con mis pensamientos, sentí un nudo en el estómago, los nervios de la incursión inminente. Sin apenas planes ni recursos. Una locura. Pero por aquellos a los que queremos se cometen las locuras que sean necesarias.
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