LOGAN VILLIERS | BARRIO RESIDENCIAL SUR
TARDE
Mientras el bramido del motor de Cassandra se detenía, observé a través de las gafas de sol el edificio que tenía frente a mí. No tenía tan mal aspecto como el de mi apartamento, pero seguía siendo un edificio del barrio sur. Feo como un demonio si lo ponías en cualquiera de los otros barrios de la ciudad.
Guardé el casco y sopesé coger una de las latas de cerveza que llevaba en el portaequipajes, pero después pensé que no era la mejor presentación, especialmente con los antecedentes.
Una señora salió del portal del edificio mirándome mientras se agarraba con fuerza el bolso. Le dirigí una sonrisa y aproveché para entrar. Si solo había una puerta de por medio tenía más posibilidades de que Natalie me dejase entrar y al menos no tendría que explicarme en mitad de la calle a través del telefonillo.
Subí las escaleras echando un vistazo al lugar. El edificio era viejo pero no había gentuza tirada en los pasillos ni en los rellanos de la escalera. Aun así, no era lo que quería para mi hijo.
Había pasado varias horas intentando localizar su nuevo apartamento. Parte de ellas las había perdido intentando sacarle información a ese estirado de color moco radiactivo, que se negaba a decir nada.
Me podía imaginar que Natalie no tendría muchas ganas de hablar conmigo teniendo en cuenta que había desaparecido sin decir nada y no me había dicho que esperaba un hijo mío. Pero eso iba más allá de nosotros.
ALEXANDER FENRIS | BOSQUES DEL LOBO
TARDE
– [MacLeod]¿Estás seguro de que quieres hacerlo?[/MacLeod] – preguntó Christopher con aspecto preocupado, mientras atravesábamos una zona frondosa de los Bosques del Lobo. El aire fresco propio de una tarde de bien entrado el otoño me resultaba embriagador, al igual que el aroma de la naturaleza.
Ese día la Luna era visible durante el día y el cielo de la tarde estaba bañado de un resplandor anaranjado que le daba un tono más sobrenatural. Como si la propia Luna fuese a presenciar lo que aquellos que obtenían poder de ella estaban a punto de hacer.
– [Fenris]No hay muchas más opciones.[/Fenris] – respondí despreocupadamente. Llevábamos ya unas semanas preparándolo todo y la única forma de que todo saliese bien era la que estaba a punto de hacer. Y por mucho apoyo que me prestase Christopher, tenía que ser yo solo. – [Fenris]Y tú no puedes hacerlo. No tienes control y vas a ser padre.[/Fenris] – expliqué con todo el tacto que pude. Christopher tenía «mejor relación» con su parte de licántropo pero no tenía control porque contenía esa parte de sí mismo como si fuese otro ser, una maldición. En cierta medida lo era, al menos al principio se presentaba así. Además, estaba el asunto de todos los que le rodeaban, una familia estupenda con más miembros de camino.
No estábamos ya demasiado lejos del claro en el que la manada de Canton había establecido su hogar. Podía olerles esperando. Notaba la anticipación del combate, el ansia de sangre. – [Fenris]Yo…no tengo nada que perder. Mi empresa es mi legado y está en buenas manos.[/Fenris] – admití sin ocultar demasiado lo que me pasaba por la cabeza. Caer en coma mientras luchas junto a alguien para salvar el mundo une mucho y quita bastantes prejuicios.
Desde que había vuelto me había dado cuenta de que no encajaba en ninguna parte. John me había dicho que Mason me daría un golpe fatal y que mi sacrificio ayudaría a los demás a acabar con él, pero todo el tiempo había entendido que ese sacrificio era mi muerte. No esperaba volver.
Ahora que había regresado, me encontraba descolgado del mundo. No encontraba mi sitio en la empresa, de hecho, había firmado lo oportuno para mantener a Ethan como CEO. No sabía como hablar con Mercy. Tampoco sentía que mi sitio estuviese en el grupo de Sarah por mucho que ellos insistiesen. Y John aparecía cada vez menos.
El único sitio en el que me encontraba cómodo era en la naturaleza y quizá lo que estaba a punto de hacer me diese por fin un propósito, un lugar en el mundo.
– [MacLeod]Sigo pensando que es una locura. Estamos hablando de dos.[/MacLeod] – continuó Christopher, sin dejar de lado sus preocupaciones. Quizá por eso le costaba trabajo «ser uno» con el licántropo, porque no se dejaba llevar. Y yo en eso era especialista. Eso o un inconsciente. Si teníamos en cuenta que estaba a punto de enfrentarme a los dos alfas de las dos manadas de Canton a la vez para unirlas de nuevo en una sola, quizá era lo segundo. – [MacLeod]Y sigo sin fiarme de la palabra de Peter.[/MacLeod] – añadió. No hacía mal en no fiarse. El tal Peter parecía un auténtico tarado, pero dentro de esa locura tenía un código. Respetaba las normas de la manada.
– [Fenris]Porque no has dejado salir al lobo. Esa palabra es la ley.[/Fenris] – le aseguré intentando que abriese la mente, aunque me resultaba extraño dar lecciones a alguien que sabía tanto del mundo sobrenatural. Yo solo tenía mi instinto con los licántropos. – [Fenris]Además, es la única forma de reunirlos a todos y evitar que atraigan problemas.[/Fenris] – añadí de forma lapidaria. Christopher y yo habíamos ido personalmente a hablar con las dos manadas que se habían separado hacía unos meses y después de varias veces llegamos a una conclusión sencilla. Si no los reuníamos a todos bajo el mando de alguien que no fuese Derek ni Peter, la manada de Canton terminaría luchando entre sí y nunca les tendríamos de aliados para lo que estaba por venir. Lo habéis adivinado, ese alguien era yo, por descarte.
– [MacLeod]Te recuerdo que Peter es un lunático que secuestró a mi suegra para conseguir que fuese con ellos.[/MacLeod] – explicó él de forma lógica. Por desgracia los instintos a veces no eran «lógicos».
– [Fenris]Derek ha admitido que era culpa del grupo. Todos lo decidieron. Te escucharon aullar y pensaron que te estaban torturando.[/Fenris] – le recordé. Había sido una de las primeras conversaciones después del silencio tenso cuando nos presentamos en sus puertas. No solo Christopher había querido saberlo, yo también. Las Echolls eran sagradas. – [Fenris]También es cierto que solo se les ocurre a ellos hacer planes en época de luna llena.[/Fenris] – comenté despreocupadamente. Siempre es mejor pensar con la cabeza despejada. Y eso para un licántropo implica no estar cerca de la Luna Llena mientras escuchas aullar pidiendo auxilio a un licántropo en un sitio al que acabas de llegar y del que no sabes nada. Por avispados no les darían un premio, pero había que reconocer que se preocupaban de los suyos.
– [MacLeod]Sigue sin gustarme demasiado. Al menos creo que los demás deberían estar aquí. Por si acaso.[/MacLeod] – respondió mirándome con esos ojos que parecían estar siempre analizando el mundo. Sonreí ligeramente. Tenía mucho cariño a los ‘Moondies’, pero en este asunto no podían entrar, era cosa de licántropos. Esperaba no morir en el intento para poder explicarles que había ampliado el contrato de provisión de material de construcción en base a la petición que me harían dentro de poco, según John. La Nave ya era toda suya después de que hubiese arreglado los papeles que esa tal Catherine Greenvois que se había hecho pasar por una de mis trabajadoras extraviase los documentos oficiales y casi hiciera que perdiesen el lugar. Eso ya no era un riesgo para ellos. Todavía estaban debatiendo su negocio pero no quedaba mucho para que encontrasen la idea que les haría brillar. Sería bueno para todo el Condado.
– [Fenris]Empezamos con los planes cuando el resto estaban desbandados. Hay que terminarlo. Los lobos no entienden de aplazamientos. [/Fenris] – le aseguré. La «civilización» no encajaba demasiado bien con la naturaleza salvaje y…natural, valga la redundancia, de los licántropos. – [Fenris]Verían un signo de debilidad que tuviese que esperarles y acabarían conmigo por el bien de la manada.[/Fenris] – expliqué. Él mismo lo sabía, si esperaba a mis «guardaespaldas», o a mi manada de humanos como alguna vez le habían dicho a Christopher para burlarse, nunca tendría su respeto.
Él suspiró, lo sabía tan bien como yo, mejor incluso, simplemente tenía miedo por mí. Lo agradecí, el aprecio de la gente me había mantenido a flote después de volver.
Llegamos al claro en el que habían dispuesto un enorme círculo de arena delimitado por piedras. Las dos manadas estaban ya allí, esperando alrededor del círculo. Cuando llegamos recibimos algunas miradas desafiantes.
Me coloqué en el lado que estaba más vacío y que supuse que sería el mío, lógicamente. Christopher se colocó cerca de mí y asintió dándome ánimos. Pronto empecé a escuchar un murmullo en el lado derecho y Peter apareció de entre los suyos. Llevaba solo unos pantalones y un colgante con un colmillo. Cuando entró en el círculo, los suyos vitorearon con fuerza.
Pocos segundos después la operación se repitió cuando Derek entró. Era más delgado que Peter pero incluso así, sin camisa se veían sus músculos fuertes y resistentes.
A mí nadie me vitoreó, pero al menos Christopher me puso una mano en el hombro para darme ánimos. Suspiré y me quité la camiseta pensando que mi cuerpo, todavía más delgado de lo habitual por el tiempo que había pasado en coma, me convertiría en el centro de muchas burlas.
– [MacLeod]No soy un gran fan del ‘Club de la Lucha’…y en la vida real menos. ¿Estás seguro, seguro?[/MacLeod] – preguntó observando la chispa de locura y emoción en los ojos de Peter. Flexioné y estiré los dedos. Mi forma física había mejorado pero todavía recordaba estar débil. Si no hubiese sido por la licantropía, nunca habría despertado de ese coma.
Asentí mirando a Christopher y fui hacia el centro del círculo de combate, imitando a los otros dos. Si quería reunir a las dos manadas, tendría que vencerles, a los dos. Era cierto que ya tenía una sintonía muy afinada con mi lado lobuno, pero ellos lo habían aceptado desde siempre y temía que fuese una ventaja. Pero tenía un pequeño as en la manga que Christopher me había dado y probablemente ellos no supiesen.
Nuestros «padrinos» se colocaron en el borde del círculo. El mío era evidentemente Christopher. El de Derek era una chica bastante atractiva de pelo oscuro y ese aire salvaje de las licántropas a la que me apetecía conocer. El de Peter era un tiarrón de piel oscura y tamaño armario empotrado. Ese combate parecía cada vez más «David contra Goliat 2», la secuela con dos Goliats.
Miré a Christopher, que suspiró, conocedor de su papel. Se aclaró la garganta y aulló a la Luna acompañado de los otros padrinos. El combate había empezado. Derek empezó a tensarse y su cuerpo empezó a cambiar al estado intermedio que Christopher me había dicho que se llamaba «glabro«, al que yo llamaba con cariño, «pinta de metalero». Peter puso los ojos en blanco como si el dolor de la transformación le diese placer y adquirió la misma forma.
No se movieron, esperaban a que yo tomase forma. Respiré profundamente y me dejé llevar por la transformación, dejando salir mi lado más salvaje, más libre. El dolor seguía notándose incluso después de tanto tiempo, pero era parte del proceso, de los huesos rompiéndose. Para mí, la peor parte era cuando el rostro empezaba a deformarse, no solo dolía si no que era extraño, daba verdadero miedo. Pero el picor del pelo naciendo tampoco era agradable.
Cuando estuve transformado les miré «desde arriba» con la altura que me proporcionaba mi transformación, la «crinos» también conocida como «hombre lobo de toda la vida». Al verme en esa forma los otros dos se sorprendieron, pero en su orgullo intentaron atacarme sin cambiar ellos a esa forma.
Sonreí al verles acercarse tan confiados. Los dos sabían perfectamente lo del coma, las noticias se habían encargado de ello, y pensaban que estaría más débil de lo que en realidad estaba. Así que cuando se acercaron, les recibí con un manotazo que les lanzó hacia atrás a los dos. Peter sonrió mostrando sus lobunos dientes y se lamió la sangre del labio.
Volvieron a intentarlo, Derek atacó de frente aprovechando su velocidad y Peter se lanzó para morderme un brazo. Tumbé a Derek con la mano libre y agarré el brazo de Peter entre mis dientes para apartarlo de mí. Sentí el sabor de su sangre y no me resultó agradable.
Entendieron que como «glabro» no podrían hacer nada y Derek fue el primero en cambiar hacia un lobo de color negro. Peter le siguió convirtiéndose en uno de color castaño oscuro. Junto con mi pelaje de color castaño claro, parecíamos el benetton de los licántropos.
Derek se lanzó hacia mí y entramos en una guerra de zarpas y colmillos «casi» equilibrada. Digo casi, porque ahí estaba mi arma secreta. Yo era un Lupus Exterus, lo que venía a significar que me convertía en «crinos» directamente y ya. Ellos sin embargo eran Lupus Garou y podían adoptar varias transformaciones intermedias. Según la teoría de Christopher, mi «crinos» sería más fuerte que el suyo. Había acertado. Con eso y con lo que pasó después.
Al ver que Derek no podía conmigo, Peter, ya completamente transformado, se lanzó sobre él para apartarle y se enfrentó a mí. Tampoco pudo conmigo aunque atacaba de una forma salvaje que me dejó varias magulladuras. No habría podido contener a los dos ni en sueños, pero por suerte, Derek volvió a intentar enfrentarse a mí y Peter le mordió para apartarle, como un perro que no quiere que le quiten su hueso.
A partir de ahí se enzarzaron en una lucha encarnizada entre ambos que seguramente debían llevar tiempo aguantándose. Fue cuestión de tiempo que pudiese aprovechar su distracción para imponerme sobre ellos.
Peter fue el primero en volver a su forma humana, tirado en el suelo lleno de marcas. Después le siguió Derek, que trataba de ponerse en pie. Por último yo me dejé ir y traté de mantenerme en pie pese a que notaba que estaba a punto de caer.
Apenas sentí los primeros aullidos, pero cuando toda la manada empezó a sumarse, salí brevemente de mi cansancio y enfoqué la mirada. Incluso Peter y Derek aullaban. Era el nuevo alfa.
MacLeod se acercó a mí y me ayudó a sostenerme sin llamar mucho la atención. – [MacLeod]Bueno, ya tienes tu propia manada. Puedes montar otra constructora cuando acabe todo esto. O un grupo de rock.[/MacLeod] – bromeó con aspecto de alivio.
– [Fenris]Tengo que adaptarme todavía, pero…creo que es mi sitio. El tiempo lo dirá.[/Fenris] – dije intentando recuperar el aliento. – [Fenris]Lo hablaré con la manada, pero estaremos ahí cuando nos necesitéis. Y nadie te molestará.[/Fenris] – le aseguré. Ahora tenía un propósito, intentar llevar a la manada a buen puerto y proteger junto a ellos nuestro hogar.
MacLeod asintió mirándome fijamente. – [MacLeod]Gracias por todo.[/MacLeod] – replicó con verdadero agradecimiento en su voz. Quizá ya no estaba preocupado por que fuesen a por él, si no a por su futura niña, si nacía con la licantropía. Podía asegurarle que ahora estarían a salvo.
– [Fenris]Yo os tengo que dar las gracias. Si no fuera por vosotros seguiría siendo un playboy multimillonario con un montón de chicas detrás…espera…[/Fenris] – admití con una sonrisa.
Lo cierto era que no todo era broma. Nunca había sido feliz con esa vida, ni tampoco los primeros tiempos de mi transformación. Pero después de conocer a los Moondies empecé a tener un propósito. Y quizá ahora finalmente había encontrado mi sitio. El tiempo lo diría.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.