Diarios de Destino | Biblioteca, UCM
MAÑANA
18 de Abril
Jaime Callanach detuvo el coche en el estacionamiento público de la Universidad y se bajó del coche que había alquilado esa misma mañana, cerrando la puerta cuando Dominic abandonó el asiento del copiloto.
Siguió al muchacho en silencio a través de los pasillos de la Universidad, seguramente más vacíos de lo que solían estar cualquier otro día entre semana que no fuera viernes. Los que vio, parecían estresados e iban cargados de libros, se notaba que los exámenes finales no estaban demasiado lejos.
Parecía mentira que hubiera pasado tan rápido el tiempo. Hacia ya cuatro meses desde aquella noche sin dormir en la que acompañó a Elizabeth, incapaz de descansar hasta saber que todos aquellos muchachos que para ella eran como hijos, estaban bien, especialmente Mara, que era la que había sido atacada. A veces le costaba pensar que una persona como ella hubiese decidido pasar la vida junto a él. Nunca había conocido a nadie como ella, con esa empatía y esa preocupación natural por las personas. Eso lo habían heredado sus hijas, por eso a Jaime no le extrañaba que tuvieran unos amigos tan fieles.
Las Navidades habían quedado atrás, incluso esa fiesta de ‘Reyes‘ que Jaime nunca había celebrado y encontró bastante agradable por las caras de regocijo de todos ellos. Las semanas habían volado y casi todo el mundo había estado muy ocupado: la Escuela Legado, el parto ya inminente de Diana, los entrenamientos, las cacerías como ellos las llamaban, las búsquedas y recopilaciones de información…
Su boda con Elizabeth ya estaba ahí, el día siguiente nada menos. Esa misma tarde los más cercanos partirían ya a Merelia, donde iba a celebrarse. Casi no había tenido tiempo a prepararse mentalmente.
Tenía la sensación de que últimamente lo único que había hecho era escribir sobre aquellos muchachos que salvaban el mundo sin pedir nada a cambio, probablemente para calmar sus propios nervios. Quizá por eso estaba allí, con Dominic, la mañana del día antes de su boda, para que el muchacho le enseñase algo del material de la biblioteca de su futuro yerno Christopher, para completar los huecos de lo poco que sabía de ese mundo sobrenatural.
Cuando Dominic abrió las grandes puertas dobles de madera de la biblioteca, Jaime se quedó sorprendido por unos instantes. No tenía claro qué esperaba, pero desde luego no había pensado que la biblioteca de una universidad pudiera ser tan enorme, con tres plantas repletas de estanterías y una zona central llena de mesas de estudio. A la derecha, frente a una puerta de madera, había un mostrador de recepción que normalmente debía estar ocupado por Christopher, que había cogido ya su baja por paternidad. Diana llevaba ya unas semanas en casa, esperando a que la pequeña ‘meona’ llegase a sus vidas. La puerta de madera debía ser la que llevaba al despacho privado de Christopher.
– [Jaime]Vaya, hay más de lo que pensaba.[/Jaime] – admitió el escritor, incapaz de disimular su ilusión, pero sobrecogido de pronto por la cantidad de información. Según le habían comentado, los Vigilantes, la organización que cuidaba de las Cazadoras para la que trabajaba Christopher, había donado una generosa cantidad de libros a la universidad para conseguir afianzar el contrato del vigilante. Le habían dicho que habían triplicado el número de libros con los que contaba la biblioteca y que de ellos, cerca de un tercio trataba sobre temática sobrenatural y leyendas que podrían resultar útil tanto al vigilante como a la Elegida, a Sarah. Jaime había pensado que un tercio no era tanto, pero eso era respecto a la pequeña biblioteca que él se había imaginado.
– [Dom]Si necesitas ayuda puedes preguntarme lo que sea. En nuestro caso la realidad supera a la ficción.[/Dom] – aseguró el joven. Dominic se había ofrecido a ayudarle después de ver cómo Jaime era incapaz de entender algunas partes de la historia que le estaba contando, sobre una vez en la que Sarah, Daniel y él se habían enfrentado a un grupo de demonios nazi.
– [Jaime]Principalmente confundo un poco a los demonios que os habéis encontrado. ¿Qué diferencia a un andromalius de un acromalius?[/Jaime] – preguntó, confuso, mientras apoyaba su libreta en una mesa y la abría en una hoja de anotaciones sobre demonios. Mientras sacaba su pluma, Dominic distinguió algunas de las cosas que estaban allí anotadas. Al lado del nombre de Daakka estaba anotado el nombre ‘Rakkthathor’, tachado en varias versiones con menos k y h. Debajo había ido anotando los significados de algunas palabras en el idioma de éste.
– [Dom]Pues…[/Dom] – meditó Dominic. Miró alrededor y no vio a nadie, así que atrajo hacia él un libro de una estantería del frente. Jaime vio la melena castaña de su sobrina Rebecca asomarse entre unas estanterías para saludarles y dirigir una mirada ceñuda a Dominic por coger el libro así. Él la saludó, sonriente, haciendo caso omiso a la reprimenda. – [Dom]Esa casi que mejor la busques aquí, pero creo que una serpiente estaba involucrada.[/Dom] – aseguró tendiéndole al escritor un pesado tomo que Jaime casi tira al suelo al descubrir que era más pesado de lo que pensaba. Todavía no se acostumbraba al hecho de que, en realidad, Dominic no era del todo humano.
El escritor sacó unas gafas del bolsillo y se las colocó, en la tapa se podía leer ‘Tabula Daemonicarium’ y abajo, en una esquina «A – D». Lo abrió y comenzó a pasar las páginas, antiguas pero bien conservadas. Le llamó la atención que no había más de uno o dos demonios por página, el máximo que vio fueron tres en una misma, por lo que la información estaba bastante detallada, casi siempre acompañada de una ilustración. – [Jaime]Hay auténticos horrores…y cosas…muy extrañas.[/Jaime] – comentó él, pensativo. Una parte de su mente rechazaba conocer los horrores que habitaban en la oscuridad y amenazaban cada día la vida de todos, quizá por eso muchas personas no creían en lo sobrenatural incluso aunque lo vieran delante de sus narices. Era más sencillo vivir en la ignorancia.
– [Dom]Por cierto, si encuentras algo en latín, no lo leas en voz alta.[/Dom] – sugirió el muchacho. Jaime levantó la mirada con un pequeño tic en el ojo.
– [Jaime]¿L-latín?[/Jaime] – preguntó. Todo el mundo sobrenatural le superaba, no iba a negarlo, pero también le interesaba esa historia, creía que debía ser contada y recordada. En realidad, el motivo de sus nervios era algo distinto, más insignificante y por ello más difícil hablar de él.
– [Dom]Tranquilo, mientras lo leas mentalmente no pasará nada.[/Dom] – sonrió el aesir intentando tranquilizar a la figura paterna de su pareja. Cuando cayó el silencio entre ellos, Dominic intentó romperlo. – [Dom]Mañana es el gran día, ¿nervioso?[/Dom] – preguntó con familiaridad. Jaime había intentado vigilar de cerca al muchacho porque no se fiaba de su aspecto, pero después de vivir un tiempo en Moondale y conocer su historia y el heroísmo que mostraban a diario, no pudo seguir recelando mucho más. Además, pese a todo lo que le había pasado desde que le había conocido, Rebecca era feliz.
– [Jaime]No…no llevo muy bien los…bailes.[/Jaime] – comentó el escritor sin entrar en demasiados detalles. En realidad, no se le daba bien tratar con la gente, quizá por eso era escritor.
– [Dom]Oh, es más sencillo de lo que crees.[/Dom] – respondió el joven de pelo cobrizo agarrando a Jaime por el brazo, con desparpajo, y arrastrándolo a una zona más despejada. – [Dom]Solo tienes que repetirte una y otra vez lo siguiente: 1, 2, 3. 1, 2, 3…[/Dom] – añadió mientras lo arrastraba con facilidad gracias a su fuerza, marcando el ritmo.
Jaime le observó durante un segundo, inexpresivo. – [Jaime]Cuando le pedí a Elizabeth que se casara conmigo le dije que cantaría una canción…[/Jaime] – soltó finalmente, más avergonzado ya por el baile que por el secreto de lo que en realidad le preocupaba.
– [Dom]Bueno, eso es bonito. ¿Pero no pensarás privar de un baila a la novia el día de su boda?[/Dom] – respondió el aesir mientras daban vueltas en la sala. Jaime miraba a todas partes esperando que nadie les viese. Vio a Rebecca observándoles, divertida, y se detuvo. Ella hizo un movimiento con la mano como diciendo «aburrido» y volvió a su tarea entre las estanterías.
– [Jaime]N-no pero…no sé cantar y la gente…hay muchos que no conozco.[/Jaime] – admitió llevándose una mano sobre la cara, avergonzado y nervioso. Cantar delante de un montón de personas que no conocían le provocaba pánico.
– [Dom]La intención es lo que cuenta. Sarah, Diana y Lucy pueden ayudarte con los coros, y Ed toca la guitarra. Además, siempre puedes imaginarte a los asistentes en ropa interiror… [/Dom] – cuanto más hablaban del tema, más aumentaba el temor de Jaime. – [Dom]Esto último mejor no.[/Dom] – rectificó Dominic al darse cuenta de que la mayor parte de los asistentes eran familia.
– [Jaime]No, no, cuanta menos gente, mejor. Ya veré como…lo hago.[/Jaime] – respondió intentando distraerse, como había hecho los últimos días. Esa misma noche había tenido una pesadilla en la que salía a cantar delante de todos y la gente se reía de su acento, decían que no podían entenderle y una abochornada Elizabeth cancelaba la boda y huía a caballo. Quizá no había sido buena idea ver «Novia a la fuga» la noche anterior.
Evitando la mirada de Dominic, comenzó a pasar las páginas y se detuvo en una que le llamó la atención, como si le atrajese de alguna forma. Empezó a leer una inscripción en griego.
– [Jaime]Xýpna , thiriodamastís ton thiríon , apógonos tou ypokósmou. Férte ti mousikí ston kósmo , afíste ta synaisthímatá mas páei aníkoun…[/Jaime] – se detuvo al sentir una brisa. – [Jaime]N-no era latín.[/Jaime] – se excusó en cuanto sintió ese extraño movimiento de aire, que parecía acompañado de una melodía.
– [Dom]Vale, mejor que todo lo leas mentalmente.[/Dom] – respondió Dominic, que también había percibido la brisa y miraba alrededor, preocupado.
Al mirar al muchacho, a Jaime le pareció ver una figura tras él, parecida a un joven apuesto de pelo largo, pero con un aire sobrenatural en él. – [Jaime]V-vale.[/Jaime] – respondió nervioso, quitándose las gafas y frotándose los ojos antes de volver a mirar en la misma dirección, donde ya no había nadie. Quizá era paranoia, el estrés. – [Jaime]Voy a copiar algunas descripciones. Que tenemos que llegar a Merelia antes de comer.[/Jaime] – comentó en voz alta. Tenía la maleta preparada y el traje metido en su funda, colgado en el coche, no había tiempo que perder, pero sus nervios le habían hecho tener que ir allí esa mañana.
– [Dom]Voy a recoger un par de cosas y a preparar la maleta, nos vemos luego.[/Dom] -aseguró el muchacho. El magnate de la ciudad, Alexander Fenris, se había emocionado tanto con la invitación que había sido él quien había alquilado un hotel para los más cercanos.
Dominic se despidió y subió a la segunda planta de la biblioteca para despedirse de Rebecca, ocultos tras las estanterías. Después de un rato se marchó, volviendo a despedirse de Jaime al pasar por su lado.
Después de casi una hora tomando notas y sacando fotografías de algunas ilustraciones, devolvió el libro a su lugar y se despidió de Rebecca, quedando en encontrarse más tarde para ir juntos a Merelia, junto con Dominic, la hermana de éste y su primo.
Salió de la biblioteca y cruzó los pasillos sumido en sus pensamientos, hasta que llegó a su coche de alquiler, cerró la puerta y encendió el contacto. Salió del parking y al conectar la radio no pudo contenerse más y comenzó a cantar.
Weep for yourself, my man,
You’ll never be what is in your heart
Weep, little lion man
You’re not as brave as you were at the start
Rate yourself and rake yourself
Take all the courage you have left
Wasted on fixing all the problems
That you made in your own head
But it was not your fault but mine
And it was your heart on the line
I really fu*ked it up this time
Didn’t I, my dear?
Didn’t I, my…?
Tiempo más tarde, Christopher le tradujo las palabras que había leído en aquél libro.
Awake, tamer of beasts, descendant of the underworld. Bring the music to the world, let our feelings go belong.
Despierta, domador de bestias, aquel que descendió al Infierno. Trae la música al mundo y deja nuestro sentimientos ir más allá.
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