Daniel Arkkan | Casa de las Echolls
MEDIODIA | 18 DE ABRIL
Hacía un día soleado pero no demasiado caluroso, perfecto para una primavera reciente que había empezado con lluvias y temperaturas bajas. Si el tiempo se mantenía hasta el día de la boda de Elizabeth y Jaime, que según las predicciones del tiempo, y más acertadamente las de Diana, lo haría, sería todo un milagro.
Por suerte, parecíamos vivir en una época de milagros. Durante los últimos meses, tanto la Iniciativa como la gente de Palacio estaban tranquilos, aunque estaba seguro de que estaban tramando algo después de haber medido inicialmente sus fuerzas en Andem.
Pero al menos eso nos había dejado tiempo para prepararnos y para centrarnos en otros problemas más mundanos, como las remodelaciones en la Nave para adecuarla a la futura Escuela Legado. Por suerte los primeros alumnos nos habían ayudado con algunas de las modificaciones, especialmente Nicholas con su útil habilidad para levantar y derribar muros. Mi hermana estaba encantada con el dinero que nos habíamos ahorrado.
Además, hacía una semana que Arthur, Delia y Stephanie habían llegado de visita, tanto para la boda de Elizabeth como para el inminente parto de Diana. Zack llegaría esa tarde-noche directamente a Merelia, más o menos a la vez que la tía Charisma y Lewis.
Ese periodo de paz en su conjunto resultaba un auténtico regalo, y eso, a veces, para las personas que están acostumbradas a pasarlo mal, dejaba el cuerpo en una sensación de alerta, preparado para cuando las cosas se torcieran.
Normalmente Sarah era mi apoyo en los momentos en los que me preocupaba demasiado, pero era la boda de su madre y ese día tenía muchas cosas que preparar antes de que nos fuésemos. Así que me dediqué a mantenerme ocupado, por eso en ese momento estaba intentando meter la maleta grande de Sarah, ocupada en un 16% con mi ropa, la plancha, el secador, el estuche de maquillaje, los zapatos, los zapatos de recambio, el vestido de la boda, el de la recepción, las cestas con los detalles de boda, mi traje y mis zapatos en un Mustang del ’67 que nunca se había visto tan lleno. Después de todo, además de Cazadora, Sarah era una Echolls y las Echolls son adictas a la moda. Por suerte en él iríamos solo ella y yo y eso dejaba los asientos traseros libres.
Lo bueno era que contaba con la ayuda de Dom, que con su telekinesis era estupendo para ordenar las cosas donde no llegan los brazos.
– [Daniel]Gracias por ayudarme con esto. Casi todo el mundo tiene algo que hacer.[/Daniel] – comenté mientras le pedía apilar una caja al fondo del maletero. El tetris acababa dando sus ventajas. Delia siempre decía que había sacado de ella mi capacidad para ordenar.
– [Dom]No hay de qué. Los trajes van en el asiento de atras ¿verdad? – [/Dom] preguntó con las perchas en la mano. Podría haberlo colgado con su telekinesis pero estábamos en la calle y había que disimular un poco. Si a mí, que mi poder no era tan útil a diario como el Dom me resultaba frustrante, no podía ni imaginarme lo que le resultaba a él.
– [Daniel]Sí, menos mal que en este solo vamos Sarah y yo.[/Daniel] – respondí. Eché un vistazo al reloj mientras Dominic colgaba los trajes de los asideros de la parte de atrás. Hacía ya casi una hora que habíamos comido y quedaba poco más de una hora para marcharnos, porque esa noche íbamos a cenar unos pocos en el hotel que había reservado Fenris. – [Daniel]Con la Escuela no ha dado tiempo a nada.[/Daniel] – comenté mientras colocaba con cuidado la funda de la plancha que le había cosido la tía Charisma y la caja del secador.
– [Dom]Deberiamos haber cogido la semana entera y no solo el fin de semana.[/Dom] – admitió Dom. El cuerpo le pedía vacaciones y la verdad es que le entendía, pero para nosotros no terminaba de existir el concepto vacaciones. Primero habían sido los estudios, ahora la Escuela y eso solo metido en mitad de salvar el mundo.
– [Daniel]Al menos no ha estado mal que el agobio haya sido por trabajo.[/Daniel] – comenté pensativo. Ahí estaba esa sensación de que todo iba demasiado bien. – [Daniel]Nos vamos a reunir muchísimos para la boda.[/Daniel] – añadí al ver a Delia hablando con Diana a través de la ventana del segundo piso.
– [Dom]Eso quizas agobie más.[/Dom] – respondió con sinceridad, tan poco amante de las multitudes como siempre. Ése era uno de los motivos por los que empatizábamos fácilmente, quizá los aesir éramos solitarios por naturaleza.
– [Daniel]Me alegra vernos a todos juntos, debe ser el único momento en el que me gustan las multitudes.[/Daniel] – respondí mirándole. Los MacLeod, las Echolls y los Moondies eran mi familia y me alegraba verles juntos para celebrar algo. Pero una pequeña parte de mí seguía echando de menos algo. – [Daniel]Pero no puedo evitar pensar en que mis padres podrían haber estado aquí también.[/Daniel] – añadí. Sabía que el mundo no funcionaba así, que un cambio así de grande en el pasado habría cambiado las cosas completamente y quizá fuese yo el que no estuviera, pero los deseos no son siempre razonables, normalmente lo queremos todo sin perder lo que ya tenemos.
Quizá esos días recordaba más a mis padres no solo por mí, sino por Cara. Tenía miedo a hablarle del tema y darme cuenta de que sufría por ello. Sarah me había dicho que lo hiciese, que nos sentásemos y le hablase de ellos, pero la sola idea de abrir esos recuerdos me hacía pensarlo dos veces. Solo lo había hecho con Sarah, los demás habían ido componiendo la historia a partir de ella y de Christopher.
En ese momento sentí una brisa algo más fresca que arrastraba un olor dulce, como a flores. Levanté la vista, extrañado por ese aire frío en un día en el que el viento se movía muy ligeramente, y me pareció ver a una persona de pelo largo, de un gris blanquecino que parecía plata pura, pero su imagen se desvaneció en la brisa, como si nunca hubiera estado ahí.
Dom se quedó mirándome durante unos instantes y de pronto, se aclaró la garganta y empezó a cantar a ritmo de una música que no sabía de dónde provenía.
[Dom]Hay un amigo en mí,
hay un amigo en mí[/Dom]
Durante un instante me quedé sorprendido por ver a Dominic cantar así de pronto. Era un tipo bastante extrovertido dependiendo de la situación pero nunca le había escuchado cantar. Pero esa sorpresa se desvaneció en el instante en el que empecé a mover la cabeza a ritmo de la canción.
Dominic estaba al otro lado del coche y se acercaba, sin dejar de cantar.
[Dom]Cuando eches a volar y tal vez
Añores tu dulce hogar[/Dom]
Justo en el momento en el que cantó la primera parte de la estrofa, se alzó con su telekinesis, volando por encima del coche mientras señalaba la casa de las Echolls cuando mencionaba el hogar.
[Dom]
Lo que te digo debes recordar
Porque hay un amigo en mí
Sí, hay un amigo en mí[/Dom]
Continuó gesticulando con las manos, señalándose a sí mismo cuando decía «hay un amigo en mí». En ese instante, le llevé una sobre su hombro derecho y yo mismo comencé a cantar.
[Daniel]
Hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí
Y cuando sufras aquí me tendrás
No dejaré de estar contigo, ya verás[/Daniel]
Sentí que eso venía del fondo de mi propio ser, como si desease que eso fuera lo que me dijesen a mí aquellos que me importaban y ahora se lo cantaba a Dominic porque sabía que había sufrido como yo.
[Daniel]No necesitas a nadie más[/Daniel]
Me sorprendí por la última frase y encogí los hombros componiendo una cara extrañada y seguí con el ritmo.
[Daniel]Puede que haya exagerado un poco.[/Daniel]
Vi a Dominic reírse mientras bailoteaba y giré sobre mí mismo para quedar con un brazo extendido, como si llevase mi voz cuando la subí para seguir cantando.
[Daniel]
Porque hay un amigo en mí
Hay un amigo en mí[/Daniel]
Dom hizo como si cogiese un micrófono invisible de la palma de mi mano extendida y volvió a coger su turno.
[Dom]
Otros habrá tal vez mucho más listos que yo
Eso puede ser, tal vez
Mas nunca habrá quien pueda ser
Un amigo fiel y tú lo sabes[/Dom]
Siguió con su ritmo de baile, llevándose el micrófono invisible a la boca y señalaba con la otra mano, cambiándolo de vez en cuando.
[Dom]El tiempo pasará, lo nuestro no morirá[/Dom]
Cogió un paraguas del maletero que habíamos metido por si acaso e imito a una versión anciana de sí mismo.
[Dom]Lo vas a ver, es mejor saber
Que hay un amigo en mí[/Dom]
Capté de nuevo los movimientos que solía cuando utilizaba su poder y supe que iba a volver a alzarse en el aire como gran final, así que me preparé para utilizar un truco nuevo que estaba preparando para la boda.
Cuando vi que despegaba los pies del suelo y empezaba a alzarse hinqué una rodilla en el suelo y me concentré para lanzar un pequeño espectáculo de luces a su alrededor, mientras cantábamos juntos el final.
[Daniel]Hay un amigo en mí[/Daniel]
[Dom]Hay un amigo en mí[/Dom]
Alargamos la i final hasta que la música se perdió en una nueva brisa floral. Dom descendió y miró alrededor, seguramente preguntándose qué demonios había pasado, justo lo que yo empezaba a hacer también. Me puse en pie y me sacudí la gravilla de la rodilla derecha.
– [Daniel]No ha pasado nada.[/Daniel] – comenté sintiendo cómo se me encendía la cara. Dom asintió sin añadir nada, se limitó a colocarse la chaqueta mientras yo me llevaba una mano detrás de la cabeza y cerraba el coche. – [Daniel]¿Un café?[/Daniel] – le ofrecí después de cerrarlo del todo. – [Daniel]Descafeinado…[/Daniel] – puntualicé. Decidí que no era el día de tomar nada que pudiese afectarme.
Dom asintió y dejamos el coche atrás para entrar en la casa de las Echolls y despejarnos de lo que acababa de pasar mientras esperábamos a que los demás estuviesen listos para irse.
Intentamos quitarle importancia, quizá era un demonio que había pasado por allí, un conjuro, el estrés o el poder de algún potenciado, el caso es que si no volvía a repetirse no era como para preocuparnos.
En el fondo, me preocupaba el control que había sentido sobre mí, la necesidad de volcar lo que sentía y lo que pensaba mientras cantaba, como si fuese Vincent. Por no mencionar que habíamos utilizado nuestro poder en público. Intenté confiar en que no se repetiría, pero todavía nos quedaban unas cuantas canciones que cantar ese día.
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