DANIEL ARKKAN | HOTEL WHITE CANDLE
AMANECER | 19 DE ABRIL
La mañana de la boda de Elizabeth y Jaime llegó más rápido de lo esperado, como casi todo en la vida. Puede que influyese el hecho de que la cena preboda del día anterior se hubiera alargado hasta más allá de la medianoche, sumidos en conversaciones plagadas de ideas, planes y anécdotas más o menos divertidas, dependiendo de quién fuera el centro de ellas.
Aun así, pese a no haber dormido demasiado y seguramente dormir mucho menos esa noche, era una alegría trasnochar pasando un buen rato y no teniendo que buscar criaturas de la oscuridad con las que acabar.
Dejé el medio bocadillo de ‘roast beef’ en el plato y di un trago de té helado antes de mirar la hora en el móvil. Eran casi las diez. Había salido de la habitación hacía más de media hora, cuando me había levantado, para no despertar a Sarah. Aun así, me costó alejarme de ella, el cuerpo me pedía observarla durante cada segundo de mi existencia, pero sabía que, además del amor que sentía por ella, eso era el miedo a perderla aflorando de nuevo ahora que las cosas estaban como siempre entre nosotros. Además, no quería parecer más acosador de lo que ya había parecido cuando le conté cuando fue la primera vez que la vi.
En la cafetería, mezcladas entre los jubilados y jubiladas que llenaban las arcas de turismo de Merelia en esa época, estaban las de familia y amigos. No todos conocidos, a decir verdad. Parecía que habíamos pasado muchas cosas juntos, pero después el tiempo se ponía en perspectiva cuando te dabas cuenta de que la noche anterior había conocido por primera vez a la abuela y a la tía de Sarah en persona.
Esa sensación resultaba extraña, tan extraña como me resultaba pensar en un tiempo en el que no conocía a Sarah ni vivía la vida que llevaba ahora junto a ella, a punto de sacar adelante un negocio juntos y observando las casas mientras caminábamos por la ciudad, planificando qué tipo de casa queríamos, porque la de las Echolls, a propuesta de la propia Sarah, era para Diana, Toph y Amy.
Saludé con un gesto de la cabeza y una sonrisa a la hermana de Elizabeth, que coqueteaba con un surfero de Merelia de tez oscura, que tenía pinta de ganarse la vida enseñando a bucear y a sujetarse encima de una tabla a los visitantes del hotel.
Unas mesas más allá, vi a mi hermana Cara devorando un desayuno bastante similar al mío, mientras hablaba con el ceño fruncido con un Daakka en forma humana, que me saludó con una sonrisa al ver que miraba hacia ellos. Le devolví el saludo, guiñándole un ojo amistoso a mi hermana cuando desvió la mirada hacia mí e imitó a alguien durmiendo, en alusión a Sarah.
En ese momento, como invocada por la broma de mi hermana, Sarah cruzó las puertas de la cafetería y sentí como si el lugar hubiese estado en tinieblas y todas las luces se hubieran encendido en un instante. Tapándose la boca tras un bostezo, saludó a Cara y Daakka, cuya mesa estaba cerca de la entrada, y ellos le señalaron dónde me encontraba. Cuando vi que Sarah miraba hacia mí y venía hacia la mesa, no pude evitar sonreír.
– [Sarah]Buenos días[/Sarah].- me saludó aún con los ojos entrecerrados.
– [Daniel]¿Qué tal ‘dormouse’?[/Daniel] – la saludé con la alegría que solo conseguía cerca de ella. Le pasé una mano por el pelo y la besé en la frente mientras me levantaba para pedirle el desayuno, me ahorraba preguntárselo porque todavía le quedaba un rato para despertar y de todas formas, sabía la respuesta: cacao caliente y croissant a la plancha.
– [Sarah]Bien…[/Sarah] – respondió con cara de sueño. Le sonreí desde la barra mientras la camarera lo preparaba. Un par de mesas detrás de Sarah, Ed estaba sentado con Lucy. Ella hablaba y hablaba con efusividad, como si el café que estaba tomando le hubiese dado energías adicionales. Mientras tanto Ed observaba el mantel, aún medio dormido.
– [Daniel]Echolls y Echolls adoptivos, hasta mediodía no los busques.[/Daniel] – bromeé cuando volví a la mesa, colocando el chocolate y el croissant delante de Sarah. Cuando mi mirada se cruzó con la suya y atisbé esos ojos aguamarina suyos, supe que los míos debían estar brillando.
– [Sarah]No es normal levantarse con entusiasmo[/Sarah].- farfulló mientras metía la cucharilla en el chocolate y lo probaba para ver cómo de caliente estaba.- [Sarah]Gracias[/Sarah]. – respondió volviendo a alzar la mirada hacia mí.
– [Daniel]Cuando duermes al raso, te acostumbras.[/Daniel] – admití pensativo mientras mordía otro trozo del bocadillo, que hacía años habría sido de un trozo de venado, o unos huevos revueltos con tostadas. Por el rabillo del ojo me pareció captar una figura conocida en el exterior de la cafetería, una forma no bienvenida. Me giré para comprobarlo, pero cuando lo hice ya no había nadie.
– [Sarah]Que estés paranoico…[/Sarah]- empezó a decir, mientras colocaba su mano sobre mi brazo, con una sonrisa que me hizo relajarme. Con ella no necesitaba palabras, sabía perfectamente que me había parecido ver a alguien de la gente de Palacio, porque desde que me había contado lo de Beatrix, vivía esperando a que intentasen llevársela para convertirla en ella.
– [Daniel]…no significa que no te persigan. Eso lo inventamos nosotros, ¿no?[/Daniel] – respondí devolviéndole la sonrisa. Llevé mi mano sobre la suya. Al sentir el tacto suave de su piel, mi mente empezó a divagar recordando la noche anterior, cuando se había probado el vestido verde que llevaría en la boda. Mis emociones parecían estar en pico esa mañana. Más tarde me daría cuenta de que algo las estaba haciendo salir con más facilidad. – [Daniel]Pensé que era alguien de Z, buscando a Beatrix.[/Daniel] – comenté pese a que era consciente de que ella ya sabía lo que se me había pasado por la cabeza, porque ella también lo había pensado, pero como siempre, se guardaba sus preocupaciones y cargaba con el peso del mundo.
– [Sarah]Diana no ha avisado de ninguna catástrofe en la boda, así que creo que deberíamos hacerle caso[/Sarah].- respondió metiéndose un trozo de croissant en la boca más grande de lo que ella había pensado.
– [Daniel]Me encanta cuando deglutes.[/Daniel] – bromee para sacarle una sonrisa. Lo conseguí y ella tuvo que taparse la boca para que el croissant no se abriese paso.
Cuando consiguió terminar ese trozo, siguió la broma, abriendo mucho la boca para meter el último trozo de croissant. Le guiñé un ojo y ella volvió a reírse mientras yo volvía a pensar en ella la noche anterior, la mujer de verde.
– [Daniel]Siento estar pensativo. El miedo a perderte a veces es muy fuerte.[/Daniel] – respondí después de unos segundos en silencio. Suponía que esa clase de miedo me acompañaría toda la vida, por la muerte de mis padres. Pero si a eso le sumábamos el «destino» que supuestamente se cernía sobre todas las Cazadoras, el miedo se hacía más presente.
En ocasiones no podía dejar de pensar que Sarah ya había muerto una vez sin que yo me enterase o pudiese hacer nada por evitarlo. En las Pruebas había entregado algo de mí, algo con cuya pérdida seguía levantándome muchas mañanas, como quien sufre de un miembro fantasma, pero sin saber siquiera que había perdido. Miré el colgante del árbol de la vida que se apoyaba en el escote de Sarah, por eso había entregado una parte de mí. Por saber que cuando la muerte acechase a Sarah, ese colgante la salvaría, al menos una vez. No Diana, no por las tetas.
Sasha cruzó el arco de la cafetería en ese momento, dirigiéndonos un saludo rápido, un poco más largo en el caso de Sarah. Ella era la manifestación viviente de que Sarah había muerto. Pero seguía allí, conmigo, eso era lo importante.
Mientras Sarah bebía el chocolate, dirigí una mirada a Sasha, apoyada en la barra haciendo su pedido. Había estado pasando más tiempo con el grupo, pero normalmente éramos nosotros los que intentábamos no dejarla de lado, porque ella parecía tener miedo a molestar.En ese momento llevaba unos pantalones vaqueros y un jersey blanco fino. Parecía que había abandonado el negro incluso en su traje de ir de caza. Los consejos de Sarah le habían calado hondo.
Era consciente de lo que Sasha sentía por Sarah, ya no solo poseídas por el influjo de Easy sino en plena posesión de sus facultades, Sarah me lo había dicho, entre nosotros no había secretos. Lo más extraño era que en lugar de resultarme violento o ponerme celoso, me halagaba el hecho de que se sintiera así por ella. Es complicado de explicar si no eres alguien no del todo humano, cuyos padres tenían una mentalidad poco condicionada por la sociedad, y que vivió durante años solo en el bosque. A veces me daba cuenta de que parecía tener menos apego por las «normas sociales» incluso que Daakka.
– [Sarah]¿No serías más feliz saliendo con una…no sé…maestra o alguien que no tuviera un legado de alto riesgo?[/Sarah] – preguntó ella. Parecía una conversación casual, pero era perfectamente consciente de que bajo esa ligera sonrisa se encontraba una preocupación subyacente verdadera. Sarah pensaba que era una carga para mí, y no había nada más alejado de la realidad.
No sabía cómo demostrarle de una forma que se lo dejase totalmente claro, lo que significaba para mí, así que por esa vez, el mundo pareció darme la respuesta con un rasgueo de guitarra salido de la nada.
[Daniel]La respuesta siempre será así
No hay alternativa,
si la hubiera no me gustaría.
[/Daniel]
No solía cantar, solo tocaba un poco la guitarra de vez en cuando, sin llegar a considerarme bueno. Por eso supe que algo iba mal cuando empecé a cantar delante de toda la gente de la cafetería, familia y extraños, lo que sentía por Sarah. Pese a saberlo, no pude contenerlo, tenía que demostrarlo. Sarah se sonrojó y desvió la mirada hacia la ventana, sin saber dónde meterse.
[Daniel]Mira la ciudad por la ventana
de la cafetería,
y me dice que sonría. [/Daniel]
La mujer de verde me miró a los ojos fijamente y sentí que el resto del mundo no importaba.
[Daniel]Sé que ella quisiera regalar
sus superpoderes
igualarse a los demás.[/Daniel]
Yo mismo había convencido a Sarah de aceptar su destino por el mero hecho de que, si no se entrenaba, estaría indefensa ante los seres oscuros que la acecharían hiciese lo que hiciese. Desde entonces, Sarah se había tomado el hecho de ser la Elegida como el resto de cosas que hacía en su vida, haciéndolo perfecto. Cargaba con el peso del mundo de forma literal, sin dejar de lado el resto de preocupaciones de cualquier otra chica.
A Sarah no le bastaba con ser la Elegida, quería cambiar el mundo y con la Escuela Legado podía cambiar una parte de él. Se preocupaba de dar una oportunidad a personas a las que otros dejarían de lado. Cuidaba de los suyos y de cómo se llevasen entre ellos. Empatizaba con lo que le ocurriese a cualquier persona a niveles que nadie creería posibles. Quería ser madre, no a toda costa, sino la mejor madre. La mejor pareja, hermana, hija, amiga, nieta, cuñada y nuera.
Cuando era pequeño había tenido el complejo del caballero de la brillante armadura, pero las mujeres de verdad no necesitan que las rescaten, en lugar de eso, ella me había rescatado a mí y a todos.
[Daniel]La mujer de verde
se ha vuelto a poner el traje
para rescatarme.
¿Qué sucederá cuando las balas no reboten
y los malos sean más fuertes
y volar no sea tan fácil
y conozcan nuestros planes?[/Daniel]
Quería compartir un poco de su peso, conseguir aliviarlo de cualquier forma posible. Habría sujetado el mundo como el titán Atlas si con eso le hubiera quitado una pequeña parte del que ella ya sostenía.
[Daniel]Dame una señal,
yo buscaré un disfraz
de carnaval.
Encontraremos algo en el desván
prometo no estorbar.[/Daniel]
Sostuve sus manos entre las mías y vi cómo otras personas, conocidas todas, se levantaban entre unos atónitos jubilados y jubiladas, que debían pensar que habían elegido el mejor hotel de Merelia, con su espectáculo musical completo.
[b](Ooooooh, oooooooh)[/b]
Cantaron el coro todos aquellos que se habían levantado: Ed, Lucy, Cara, Daakka, Sasha, Diana y Christopher. Mara, en la piscina, miraba hacia la cafetería con Vincent, no podía escucharla, pero sabía que también cantaba. Todos hacían los coros para demostrar su afecto por la mujer de verde.
[Daniel]La mujer de verde
se ha vuelto a poner el traje
para rescatarme.
¿Qué sucederá cuando las balas no reboten
y los malos sean más fuertes
y volar no sea tan fácil
y conozcan nuestros planes?[/Daniel]
Z y sus secuaces parecían conocer todo lo que íbamos a hacer, tenían ojos en todas partes por su papel en el Gobierno y lo que no controlaban así, lo controlaban con el abanico de poderes que se acumulaban bajo el techo del Palacio. Había tardado días en sanar de la paliza que el propio Z me había propinado, ¿qué podría hacer cuando vinieran a por ella? Porque estaba seguro de que Z lo haría, comprendía su determinación.
[Daniel]Hazme una señal,
yo buscaré un disfraz
de carnaval.
Encontraremos algo en el desván
prometo no estorbar.[/Daniel]
De nuevo esos preciosos ojos aguamarina se fijaron en mí y los jubilados y jubiladas desaparecieron de mi rango de visión. Solo estaba ella, preciosa en una ropa sencilla de ir la piscina. Sostuve su mano entre las mías, reposadas sobre sus piernas, mientras hincaba la rodilla en el suelo. Algún día le pediría que se casase conmigo, pero no en ese momento, no bajo la influencia de nada.
[Daniel]Tú dame una señal
yo buscaré un disfraz
de carnaval.
Encontraremos algo en el desván
prometo no estorbar.[/Daniel]
Me puse en pie y tiré de ella hacia mí, pegando su cuerpo contra el mío mientras bailábamos algo que no habría tenido ni idea de cómo bailar si no hubiese estado de nuevo bajo la influencia de lo mismo que me había hecho iluminar a un Dominic que se alzaba con su telekinesis sobre el coche.
[Daniel]Tú dame una señal
yo buscaré un disfraz
de carnaval.
Encontraremos algo en el desván
prometo no estorbar.
(no estorbar)[/Daniel]
Canté cerca de su oído, casi en un susurro, dedicando a cada palabra la intensidad de lo que sentía y tratando de que solo ella lo escuchase. Lo que sentía era solo para ella.
[Daniel]Tú dame una señal…
yo buscaré un disfraz…[/Daniel]
La música se desvaneció y la gente, salvo los muy cercanos, empezó a aplaudir, convencidos seguramente de que era una actuación. Fui consciente de lo que había pasado y empecé a pensar demasaido. – [Sarah]Si llueve en la boda, ya sabes por qué es[/Sarah].- respondió ella sonriente, acercándome hacia ella y evitando que me quedase solo con mis pensamientos. Cuando sus labios rozaron los míos todo volvió a estar bien.
– [Daniel]¿Porque voy a llorar por haber cantado delante de tanta gente?[/Daniel] – bromeé soltando las palabras formando un batiburrillo con acento escocés, por las prisas de volver a tocar sus labios, alargando el beso más de lo que pretendía. O quizá no.
Nuestros labios se separaron y Sarah acercó su boca a mi oído.
– [Sarah] It’s dangerous to fall in love
But I want to burn with you tonight
Hurt me…
There’s two of us
We’re certain with desire
The pleasure’s pain and fire
Burn me…[/Sarah]
No creo que sea necesario decir que cuando Sarah cantó en un susurro esas estrofas en mi oído, me bebí el té helado de un golpe y salimos de la cafetería despacio, echando a correr escaleras arriba hasta nuestra habitación, donde un cartel de «No molestar» adornó la puerta hasta la hora de vestirnos para bajar a comer con los demás.
Como dijo Martin Luther King:
Para todos los conflictos humanos, el hombre debe desarrollar un método que rechace la venganza, la agresión y las represalias. La base de todo es el amor.
A pesar de todo, lo que tuviese que pasar, pasaría, por mucho miedo que le tuviese, y cuando llegara, estaría preparado para hacerle frente y reírme en la cara de la mismísima muerte con tal de proteger a la mujer de verde.
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