Sarah | Éter
¿TARDE?
Me desperté desorientada, como si hubiera dormido una siesta de tres horas o quizás, de tres meses. Lo último que recordaba era que Ed había realizado un ritual, el ritual para intentar librarme de Beatrix, pero parecía tan lejano que ya ni siquiera era capaz de perfilar correctamente la escena en mi cabeza, así que no pidáis que suene congruente.
Cuando caímos sobre la hierba, Ed aseguraba que acabábamos de pasar por una especie de tubo caleidoscópico al más puro estilo Doctor Who. Pero nada, mi cerebro estaba apagado o fuera de cobertura. A veces, parecíamos vivir a toda velocidad y otras, el tiempo se dilataba y los días parecían meses. Esta era una de esas veces, por lo que tardé un poco en ubicarme. Especialmente, porque a mi alrededor se estaba construyendo el pabellón infantil de mi colegio de Moondale y me dio por pensar en esa curiosa sensación de pertenencia que sientes hacia tu colegio, que es inversamente proporcional al asco que te da el instituto al que fuiste.
Era un edificio pequeño, de ladrillo rojo, en el que solo estaban las seis clases de preescolar y al lado, se veía el enorme edificio de Primaria. Todo estaba rodeado por césped y los pocos columpios que habían sobrevivido. Vi que Ed componía una mueca y supuse que sus recuerdos no eran tan felices como los míos, pero yo no pude evitar sonreír, aunque me aguanté un poco para no herir sus sentimientos.
A nuestro alrededor empezaron a formarse personas, que parecían hacerse de bloques de Lego (a Daniel le habría encantado).- [Sarah]Esto creo que me suena[/Sarah].- comenté de forma disimulada.
– [Ed]Creo que a mi también, pero no gran cosa. He optado por obviar gran parte de mi infancia por ciertas razones[/Ed].- Noté una punzada de culpabilidad, porque sabía que él no había sido especialmente feliz en el colegio, ni tampoco en el instituto. Ed era una persona extremadamente introvertida y eso, cuando eres pequeño, no te ayuda a tener «un millón de amigos», como diría la canción. Además, hay que tener en cuenta que los niños son muy crueles y se ceban con el que ven más débil.
Vi que había llegado la hora de la salida y un grupo de niños algo mayores que Ed, que debía tener unos cinco años, se arremolinaban a su alrededor para insultarle.- [Sarah]¿Por qué estamos aquí?[/Sarah]- me lamenté visiblemente incómoda.
– [Ed]Tiene que ver con el hechizo de invocación. Por lo general suelo ver cosas de mi vida, pero al estar los dos involucrados en este supongo que veremos cosas del tuyo[/Ed].- me explicó con paciencia. Para Ed cualquier hechizo debía suponer una tortura si implicaba ver momentos de su vida.
– [Sarah]O de los dos[/Sarah].- esbocé una sonrisa de orgullo al ver que una niña pelirroja algo mayor y otra rubia, que parecía más pequeña, se acercaban a los matones y les decían que dejaran en paz al pequeño, que esbozó una sonrisa desdentada.
La escena se plegó sobre sí misma y tuvimos que saltar para que no nos aplastase (no estábamos seguros de las reglas que regían aquel «mundo»).- [Ed]Recuerdos compartidos. Tal vez se trate de eso…[/Ed]- musitó Ed, mientras caminábamos por un mundo cerrado como un libro y saltábamos al siguiente, que aún se estaba construyendo.
Llegamos a la siguiente escena, que se estaba construyendo a nuestro paso. Esta vez estábamos en la calle en la que se encontraba la casa de mi madre, pero a juzgar por la ropa de la gente que pasaba por allí y por los coches, debían ser los años 90.
– [Sarah]No sé por dónde empezar a buscar a Beatrix…[/Sarah]- suspiré recordando por qué estábamos allí, en aquella especie de episodio recopilatorio de los «mejores momentos» de nuestra amistad. Me fijé en que el pequeño Ed (algo más crecido) dibujaba un gato con tizas en el suelo, mi versión infantil una rayuela a la que supuse que pretendía jugar junto a Kaylee y Diana, casi una adolescente, cantaba a pleno pulmón una canción de los Backstreet Boys que estaba escuchando en su walkman.
Un grupo de niños y niñas, que debían ser de la edad de Diana, pasaron creyéndose muy mayores (me pareció ver a alguno con un cigarrillo en la mano, cosa que me horrorizó – me estaba haciendo mayor-) y empezaron a reírse de todos nosotros por ser «demasiado infantiles». Diana, con la suavidad que siempre la ha caracterizado, les hizo un corte de mangas que ellos respondieron con burlas.- [Diana]Algún día estaréis limpiando mi jet privado[/Diana].- les gritó cuando doblaron la esquina.
– [Ed]Quizás en otro recuerdo menos ofensivo…[/Ed]- comentó Ed derrotado. La verdad es que lo que nos estaban mostrando de nuestra infancia no parecía gran cosa, cuando teníamos montones de recuerdos maravillosos. Aún así, la cosa mejoró cuando mi madre apareció con unos bocadillos de pan con chocolate y zumos para todos, menos para Diana que acabó castigada por su «bonito gesto».
– [Sarah]Siento que nos haya tocado ver esto[/Sarah].- le puse una mano en el hombro y sonreí al ver a Diana avanzar hasta la casa echando sapos y culebras por la boca. Supongo que la vida nos enseñaba a ver las cosas de manera diferente y donde Ed veía una escena ofensiva que le hacía pasarlo mal, yo veía a un grupo de niñatos que tenían envidia de nuestra amistad.
Aproveché para coger una piedra y lanzarla en la dirección en la que se habían ido los futuros delincuentes, pero no sirvió de nada, porque el mundo se plegó sobre sí mismo y el tiempo avanzó obligándonos a apartarnos. Escuché con claridad un chillido inhumano que me puso los pelos de punta, pero no pude detenerme a investigar de dónde venía, porque los recuerdos empezaron a crearse y destruirse a toda velocidad: nos vi subidos a los tres en un bici corriendo como locos por el Parque Bellamy.- [Sarah]Este es el previo a la graduación de Diana[/Sarah].- comenté entre risas. Vimos montones de veranos en Merelia, fiestas de cumpleaños, tardes jugando, tardes de estudio, noches de cine viendo la familia Adams, Casper o Los Goonies, días de Halloween y Navidad y otros momentos que he olvidado, porque se crearon tan pronto como se destruyeron.
Aquella amalgama de recuerdos cesó con brusquedad y nos dejó a la ventana del piso de Nueva York. Parecía una noche cualquiera en la que Diana y mi madre habían coincidido sin que sus trabajos las hubiesen obligado a cenar un un sándwich a toda prisa, pero en realidad, era mas que eso: Kaylee aún no se había ido a la Universidad y yo no había descubierto aún el Legado de las Cazadoras. En general, la vida era un poco más sencilla, aunque no fuese fácil, porque teníamos montones de problemas, como que el dinero no se multiplicaba.
– [Sarah]El principio del fin[/Sarah].- murmuré observando cómo mi versión de unos dieciséis años ayudaba a Ed a poner la mesa.
– [Ed]A pesar de todo fueron buenos tiempos[/Ed].- asentí y todos se sentaron en la mesa. Por fin Ed había reconocido que nuestra infancia y adolescencia no habían estado tan mal, porque empezaba a sentirme fatal.
Un ruido similar al de uñas rascando madera nos obligó a centrarnos en lo que habíamos venido a hacer. El apartamento de Nueva York pareció transformarse en la casa de Moondale y, aunque la escena seguía sucediéndose abajo con completa normalidad, algo iba mal. Nos movimos hasta la zona en la que estaba la escalera, que parecía ser de la que provenía el ruido y vimos a un ser viscoso de color negro azabache, similar a un reptil, que se arrastraba por el suelo dejando un rastro viscoso.
Contuve un escalofrío y lo reconocí como parte de mi ser.- [Sarah]Creo…que eso es mío. Deberíamos darnos prisa[/Sarah].- expliqué en un balbuceo. Era la oscuridad que habitaba en mi interior, la que me daba poder.
– [Ed]No recordaba a niña de ‘The Ring’ en esa escena[/Ed].- fruncí el ceño y le golpeé en el hombro. Poca broma con esa película que me tuvo durmiendo con la luz encendida durante semanas.
– [Beatrix]Sarah…[/Sarah]- escuché que me llamaban desde la planta de arriba y subí a toda velocidad, seguida por más reptiles que salían desde el original.
– [Sarah]¡Beatrix![/Sarah]- la llamé. Ed iba detrás de mí sin poder evitar la cara de asco.
El pasillo se alargó y se estrechó varias veces, provocando que los seres nos sujetaran los tobillos y tuviéramos que forcejear con ellos, pero finalmente llegamos a mi habitación, que parecía una mazmorra y allí estaba Beatrix sujeta por unas cadenas de aspecto viscoso, que rompí con facilidad.- [Sarah]¿Estás bien?[/Sarah]- me fijé en que su ropa estaba ajada. Ella, por su parte, estaba sucia y parecía cansada, a pesar de ser un mundo «irreal».
– [Beatrix]Sí, tranquila[/Beatrix]. dijo con voz pausada, a pesar de que los seres viscosos empezaban a cubrir las paredes y el techo, intentando cubrirnos a nosotros también.
– [Sarah]Ed, sácanos de aquí[/Sarah].- le pedí con toda la calma que pude.
– [Ed]Marchando[/Ed].- dijo él sujetándonos por las manos y murmurando la forma de deshacer el conjuro.
Esta vez sí el vi el tubo caleidoscópico a lo Doctor Who. Y me mareé un poco, hay que decirlo.
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