Daniel Arkkan | Bosque de los Lobos
La vida había hecho de mí un guerrero. Quizá podría haber sido muy diferente, haber tomado cualquier otro camino, pero en ese momento me parecía lo más lógico. Un guerrero no tiene sentido sin un combate que librar, al menos en teoría. Dejadme que os confiese una cosa: en cualquier momento habría dejado con gusto el camino que había elegido con tal de no ver el horror y la pena de una guerra como la que estaba sucediendo.
Por mucho que lo explique, resulta muy difícil llegar a empatizar con cómo se siente de verdad una guerra, pero lo intentaré. Lo primero es que por mucho que hagas planes, eventualmente te encontrarás en un amasijo de cuerpos luchando entre sí donde la confusión es capaz de convertir amigos en enemigos. Por eso los uniformes de Lucy nos permitían diferenciarnos mejor.
Por otro lado, cuando empieza el combate de verdad, tienes que entregarte a un instinto primario de supervivencia. Las preocupaciones por los demás pasan a ser puntos débiles, por eso tienes que asegurarte de confiar en las personas junto a las que luchas y no dudar de sus capacidades. En mi caso, podía temer por algunos de ellos pero sabía que eran capaces de sobrevivir. El mayor miedo lo tenía por Christopher, Zack y los Satellites y otros que habían decidido ayudarnos pero no tenían experiencia.
Cuando estás combatiendo, resulta prácticamente imposible vigilar dónde se encuentran los demás y si necesitan tu ayuda. Todo se empieza a suceder rápidamente. Tienes al enemigo frente a ti y todo se reduce a sobrevivir y en nuestro caso, dentro de lo posible, en incapacitar al otro sin acabar con su vida. Era un lujo que nos exigíamos y con el que la Iniciativa y Gambit no cargaban.
Para mí fue un alivio que el plan del teletransporte funcionase. Principalmente por dejar de preocuparme de la gente inocente que podía estar sufriendo por algo en lo que no tenían nada que ver, pero también porque mis años de soledad me habían hecho sentirme cómodo en el bosque, sabía cómo aprovecharme de la naturaleza para conseguir ventaja y eso me permitió echar un vistazo a lo que ocurría a mi alrededor de vez en cuando.
Principalmente conseguir ver a Sarah y a Cara, confiando en que los demás estuvieran a salvo. Cara parecía una auténtica amazona con su arco enfrentándose a auténticas oleadas de nuevos activos de la Iniciativa, que había formado un ejército. Sarah había ido directa a cortar la cabeza, enfrentándose al propio Z en combate singular, aguantando perfectamente contra él.
El tiempo siguió pasando, en las guerras, no hay descanso y el cuerpo termina resintiéndose severamente. ‘Sendero Oscuro‘ cercenó las cabezas de dos vampiros de Gambit y tras las cenizas, varios metros más allá en el claro, vi un cuerpo menudo de cabellos rubios en el suelo.
Mi corazón se detuvo instantáneamente. Olvidé todo lo que sabe un guerrero y corrí atravesando el campo de manera vulnerable hasta ella. Sarah no podía estar muerta, en mis Pruebas le había conseguido una oportunidad, en los futuros ella seguía viva. Z no podía haber dejado que muriese, creía que la necesitaba.
Mi mente se daba todo tipo de argumentos para luchar contra la evidencia de mis ojos. Recibí un corte en una pierna de un demonio de la Iniciativa. Mi mano buscó la espada y escuché el grito cuando cortó carne y hueso, pero no me detuve a comprobar a mi enemigo.
Me arrodillé al lado de su cuerpo, incapaz siquiera de llorar. Sarah estaba en el suelo, con su ferocidad convertida en el inocente cuerpo de una persona a quien se le ha robado la oportunidad de vivir y de ver a sus hijos. El dolor me estaba destrozando y no me dejaba pensar, pero me forcé a hacerlo y entonces empecé a notarlo.
No olía a Sarah. Un licántropo podría haberse dado cuenta antes, pero a mí me había llevado tiempo y concentración. El engaño que tenía ante mis ojos me habría convencido completamente si no hubiera tenido la predisposición de enfrentarme en algún momento a mis miedos, convertidos en realidad por el Rey Negro.
Como si hubiese sentido que le había descubierto, el cuerpo inerte de la Sarah de pesadilla emitió una carcajada gutural mientras se ponía en pie con agilidad e intentaba clavarme la Lágrima de Freya. Me eché hacia atrás y aferré con fuerza Sendero Oscuro, pidiendo a quien pudiera escucharme no tener que enfrentarme a Sarah, ni siquiera a una imagen suya.
– [BlackMask]Eres un festín andante.[/BlackMask] – se jactó la pesadilla con una voz gutural masculina. El Rey Negro se alimentaba de los miedos que él mismo desataba. Era un enemigo peligroso al que habría preferido no enfrentarme, pero ya no había marcha atrás.
Evité responderle. Por lo que sabía, sus tentáculos ya estaban reptando por mi mente, buscando miedos y traumas a los que aferrarse. Me preparé para volver a ver a mis padres, aunque jamás estaría preparado para ello verdaderamente. Su muerte había cambiado mi vida irrevocablemente.
Pero en lugar de en ellos, la Sarah de pesadilla se transformó en un enorme demonio con aspecto de depredador que supe instantáneamente quién era: El Juthrbog. Sonrió, mostrando unos dientes afilados y se acercó. A sus pasos le acompañaba el sonido de algo arrastrándose por el suelo. Tardé unos segundos en ver los cuerpos que llevaba encadenados a su torso. No quise mirarlos, era lo que quería, pero reconocí a varios antes de apartar la mirada: mis padres, Cara, Dom y de nuevo, Sarah.
El demonio golpeó con uno de sus enormes brazos pero lo esquivé. Aun así, no esperaba que ese monstruo de pesadilla fuese tan rápido como para asestar otro golpe con el brazo contrario que me tumbó. Para ser producto de mi cabeza, pegaba con bastante fuerza. Mientras estaba en el suelo, el demonio sacó una maza que lanzó dispuesto a aplastarme, pero se detuvo en el aire a unos centímetros de mi pierna izquierda.
En la cintura del Juthrbog aparecieron más víctimas y supe que era Dom antes de girarme para verlo.
– [Dom]No es real. ¿Crees que este es mi mayor miedo? – [/Dom] preguntó, enfrentándose al demonio que había asesinado tanto a sus padres como a los míos mientras yo me ponía en pie. A Dom y a mí siempre nos uniría la tragedia, pero habíamos conseguido ir más allá y convertirnos en verdaderos amigos.
Me uní al combate esperando que nuestras fuerzas le hicieran retroceder, pero el demonio era duro como si fuese real.
– [BlackMask]Conozco todos tus miedos, Dominic Williams.[/BlackMask] – espetó la voz del demonio. Llevó una mano a su cintura y alzó tres cuerpos colgados de unas cadenas. Intenté no apartar la vista al ver a Rebecca, mi mejor amiga en la infancia, muerta a manos de ese ser. No quise imaginarme cómo sería para Dominic, porque yo mismo acababa de pasar por algo parecido con Sarah.
– [Dom]¿Sabes cual es el problema de los miedos? Pueden hundir a las personas y es entonces cuando atacas.[/Dom] – replicó Dominic mientras aguantaba un zarpazo del demonio. – [Dom]Pero también les puede hacer luchar más todavia y acabas de tocar un tema que realmente me molesta. -[/Dom] sentenció. Sus ataques se hicieron más fuertes, pero también más salvajes y descontrolados. Intenté equilibrarme a su estilo de combate, tratando de defenderle cuando se dejaba demasiado vulnerable.
– [BlackMask]¿Créeis que esto es un cuento donde perderé poder al tener más enemigos?[/BlackMask] – preguntó, sin perder el control. Esa había sido una de las teorías. Pensé que quizá no estaba surtiendo efecto porque Dominic y yo teníamos un miedo común, pero temía que el poder del Rey Negro fuese más de lo que esperábamos. – [BlackMask]El miedo no entiende de eso. Se adapta, busca cada resquicio, cada hueco, cada deseo más profundo.[/BlackMask] – por un momento volvió a su forma habitual y sus ojos se tiñeron de un negro absoluto. A su alrededor pareció encenderse una hoguera de puro fuego negro.
Del fuego surgió una figura digna de las pesadillas. Vestida con un traje de cuero con púas de acero en varios puntos y un rostro letal, Omega continuó caminando con una sonrisa en los labios mientras miraba a su padre. Intenté interponerme, ese miedo sería menos fuerte si se enfrentaba a mí, pero sin ni siquiera mirarme Omega me alzó en el aire y sentí que mi garganta era presionada por una mano invisible y férrea.
– [Dom]Jane… detente, tú no eres así.-[/Dom] intervino Dominic. Boqueé, tratando de coger aire. De nuevo me sentía como cuando era pequeño, luchando por respirar. Había vuelto a ser un niño indefenso que no podía luchar por su vida.
– [Omega] ¿Y tú qué sabes cómo soy? [/Omega] – le espetó, dejándome caer. Boqueé a toda prisa intentando coger aire. Miré mis manos, con las pequeñas cicatrices a las que me había acostumbrado. No eran las manos de un niño, no me estaba ahogando. Solo explotaba mis miedos, pero de una forma que no dejaba nada que envidiar al demonio del miedo.
– [Dom]Pa… para.. no…-[/Dom] escuché pedir a Dominic, sujeto esta vez por la mano de Omega en lugar de la telekinesis. Si emulaba perfectamente nuestros miedos, Dominic debía estar sintiendo que Omega le absorbía su poder y con él, su vida, acompañado de un dolor que era como sentir que cada terminación nerviosa de tu cuerpo estuviese atravesada a la vez por una aguja.
– [Daniel]Dom no…[/Daniel] – me puse en pie y me abalancé contra Omega, pero algo me golpeó con fuerza en los tobillos haciéndome caer de nuevo. Me levanté lo más rápido que pude y la vi frente a mí.
– [Sasha] Eres débil, aesir. Por eso ella se ha cansado de ti[/Sasha] – Sasha estaba en pie de guerra delante de mí, armada con el bastón que le había hecho y enfundada en el traje blanco que se había cambiado después de que Sarah se lo sugiriese.
Antes de poder responderle que no era ella, que era solo un miedo, escuché un ruido sordo y me giré para ver a Dom inerte en el suelo, delante de Omega, que se desvaneció. El terror y el dolor me invadieron como en una oleada, apoderándose de mí. – [BlackMask]Solo otra vez. Aunque nunca has dejado de estarlo realmente.[/BlackMask] – se mofó el Rey Negro.
– [Daniel]Solo es otro truco.[/Daniel] – dije, intentando convencerme. Pero Dominic no se movía ni se desvanecía. Corrí hacia él, dando la espalda a Sasha. Dom no tenía pulso ni respiraba. Intenté reanimarle, pero estaba completamente inmóvil, sin vida.
Volví la mirada con rabia buscando al Rey Negro, pero solo vi a Sasha. Caminaba hacia mí, pero se detuvo y miró hacia otro lado. Al poco, Sarah se acercó a ella y le dio la mano para caminar juntas. Sarah estaba cambiada, llevaba un traje como el de Sasha pero en negro. – [Sarah]¿Lo es?[/Sarah] – me preguntó. Su voz se parecía tanto a la de ella.
– [Daniel]Sé que lo es.[/Daniel] – respondí intentando parecer firme. No temía que Sarah me dejase por Sasha, la conocía, sabía que quería estar conmigo. Pero…
– [Sarah]Entonces no te importará que la bese. [/Sarah] – replicó ella. Se giró para mirar a Sasha y el amor que sentí en sus ojos me partió el corazón. Seguía arrodillado en el suelo junto al cuerpo de Dominic y esa mirada me dejó clavado. Después, Sarah la atrajo hacia sí y sus cuerpos se fundieron en un apasionado beso que duró siglos.
No sabía qué hacer, ahora, narrándolo, es muy distinto, pero en aquél momento la sensación de realidad estaba desapareciendo casi al completo por el efecto del poder de Rey Negro. No solo invocaba tus peores pesadillas delante de ti, si no que se alimentaba del miedo que generaba, haciéndose más fuerte y parasitaba tu cerebro sumergiéndote cada vez más en sus escenarios.
No sabía qué hacer, tampoco podía luchar contra ellas por estar besándose. – [Daniel]No vas a poder.[/Daniel] – intenté luchar en vano. Estaba roto, creía de verdad que había perdido a mi mejor amigo y a mi amor y mejor amiga en un lapso de minutos.
– [Sarah]Al final, me cansé de ti.[/Sarah] – continuó. Las palabras dolían más que los golpes del demonio. Empezó a embargarme una pena muy profunda, acompañada de rabia e impotencia. – [Sarah]Con ella era todo fácil.[/Sarah] – añadió, acariciando a Sasha con complicidad.
– [Daniel]No. Sarah, por favor, no me dejes…[/Daniel] – le pedí. Ahora lo pienso y me avergüenzo no solo del miedo que había conseguido explotar el Rey Negro, si no imaginarme en rodillas, con los ojos anegados de lágrimas, rogando. No era bonito, pero la vida nunca es bonita. Los héroes no son invulnerables, también caen, tienen miedo y lloran. Si mis hijos leen algún día esto, quiero que sepan que su padre era humano.
– [Sarah]Ella no arrastra su pasado como algo trágico.[/Sarah] – la sonrisa de Sarah me atravesaba. La luz de mi oscuridad se estaba convirtiendo en tinieblas. Siempre había temido que la muerte de mis padres me hubiese convertido en alguien que no era capaz de tener a nadie cerca. Había alejado a los MacLeod, me había alejado de todos cuando Sarah se fue al Palacio y al final, me había alejado de ella. Era culpa mía, yo la había perdido, había perdido a la persona que más quería en este mundo.
– [Daniel]No.[/Daniel] – pedí. La sal de mis lágrimas se cristalizó en el suelo. Hacía frío.
– [Sasha]Soy como tú, aesir.[/Sasha] – Sasha se acercó hasta mí. No comprendía que eso pudiera ser un miedo, ni siquiera intentaban atacarme, solo estaban diciendo la verdad. – [Sasha]Yo también pienso que es la luz de mi oscuridad.[/Sasha] – me puso una mano en el hombro, como si intentase animarme. Ese gesto fue mucho peor que si me hubiese golpeado. Al menos así habría sabido su propósito, pero eso solo hizo que me viese más inmerso aún en la pesadilla.
– [Daniel]No. Nunca la querrás como yo.[/Daniel] – no quería mirarlas, no quería que me vieran así, llorando, pequeño, débil…incapaz de hacer nada por la mujer a la que amaba. Traté de lanzar un destello de luz con mi poder para despejar esa pesadilla, pero no pude. Me miré las manos y volví a canalizar mi poder. Nada. Ya no tenía poder.
– [Sasha]Puede que no me creas ahora, pero cuando todo acabe, seguirás pensando en esto y al final, volverás a estar solo.[/Sasha] – añadió Sasha. No sería la última vez que tuviese esa pesadilla y eso quizá sería por culpa de esa frase, que me perseguiría durante mucho tiempo.
Ya no era nada, sin Sarah no era más que un niño roto que juega a ser el héroe con espadas afiladas. Xander y Elle vinieron a mi cabeza y lloré incontrolablemente, ya no los conocería nunca.
Mis pesadillas se prepararon para rematarme. Sentían pena de mí, querían ayudarme. Quizá debía dejarles, así todo sería más fácil. Podrían ser felices todos sin que yo les molestase. Fue entonces cuando un destello abordó mi mente.
– [Sarah]No sé qué estás viendo, pero te quiero muchísimo[/Sarah].- escuché decir a la voz de Sarah. Miré al frente, no era esa Sarah, estaba seguro. Es difícil explicar cómo es hablar con alguien mentalmente, no es como una conversación por internet, no son solo palabras lo que vienen a tu mente, son también imágenes, esencias de esa persona. Resumiendo, la sientes cerca de ti, sabes que está ahí.
Sarah estaba luchando contra Aaron, manteniendo el tipo contra su terrible fuerza. La admiré, embriagándome de la luz que desprendía en toda mi existencia. Sentía que los sombríos tentáculos del miedo se disipaban.
– [Daniel]Sarah… Yo también te quiero. Puede que os haya visto a Sasha y a ti.[/Daniel] – me puse en pie. La pesadilla compuesta por Sasha y Sarah me observó como un depredador. Se juntaron más, volviéndose más íntimas, intentando a la desesperada explotar un miedo que ya no podían aprovecha. Tomé nota para agradecerle a April que me conectase con Sarah en un momento así, pero lo cierto era que no sabía cómo podría haber conseguido saber qué era lo que necesitaba, parecía obra de un telépata con más poder, y así era.
Sarah soltó una carcajada. No una carcajada literal si no que se rió en persona y sentí en los ecos de su mente que se habría echado a reír. La comunicación mental es un tema complejo.- [Sarah]¿Estás seguro de que era una pesadilla?[/Sarah] – preguntó, mofándose.
– [Daniel]Ahora que lo dices.[/Daniel] – respondí, echándome a reír. La forma de mi mente de ver la situación cambió completamente.
– [Sasha]Eres un pervertido, aesir[/Sasha].- replicó la voz de Sasha. Era curioso sentir cómo su «presencia» se parecía más a la mía que al blanco impoluto y tranquilo de la presencia de Sarah. Nosotros teníamos más violencia, rabia y tristeza acompañándonos. Quizá por eso también se había explotado ese miedo, porque sabía que me parecía a Sasha.
– [Daniel]Eh, sal de mi cabeza, Cazadora.[/Daniel] – respondí con familiaridad. Sabía por Sarah que la vida de Sasha había sido muy dura y también veía perfectamente lo que sentía por Sarah, así que podía ponerme en su piel viviendo día a día el miedo que yo había sentido durante unos minutos. Por eso sentía la necesidad de ayudarla y ser buena persona con ella.
El efecto del Rey Negro se desvaneció del todo. Las Sarasha (así las llamaba Diana) íntimas desaparecieron. Miré detrás de mí y el cuerpo de Dominic también, pero seguía enfrentándose a Omega.
– [Sarah]Dom, ¿qué está pasando?[/Sarah]- escuché preguntar a Sarah con una voz suave. Quien nos estuviera conectando era capaz de meternos a todos en una misma conversación mental. Nos habría venido bien tener a alguien así a menudo. La mente de Dom se sentía presente, pero tardó en responder.
– [Dom]Jane… Omega esta aquí.-[/Dom] dijo finalmente. Yo que le estaba viendo sufrir a manos del Rey Negro le vi observando a su alrededor, alterado. Omega ya no le estaba estrangulando, en su lugar le estaba torturando con las muertes que había sembrado en aquél distópico futuro. El motivo de que la Iniciativa no pudiese ganar. Dos soldados de la misma intentaron coger a Dominic desprevenido, pero corrí hacia ellos y le defendí mientras se enfrentaba a su miedo. – [Dom]Owen…-[/Dom] dijo en su mente. Vi por el rabillo del ojo cómo se arrodillaba y aferraba un puñado de hojas. La visión debía ser muy intensa para él pero esta vez yo no estaba viendo nada, el Rey Negro parecía estar concentrándose en él después de no haber podido conmigo.
– [Sarah]Piensa un poco: tus hijos no han nacido todavía. ¿Por qué dejas que El Rey Negro te diga que eres un mal padre?[/Sarah]- respondió Sarah, empatizando justo con lo que Dominic necesitaba escuchar. Era una líder, nadie podía negarlo. Estaba concentrada en ayudarnos mientras ella misma libraba su propio combate.
Uno de los soldados iba derecho a disparar a Dominic, así que no me quedó más remedio que lanzar un tajo que le dejó malherido. Cayó al suelo, sangrando. El otro siguió atacando.
– [Dom]Porque lo soy Sarah. Apenas recuerdo a los míos. No sé ser padre. No pude protegerlos…-[/Dom] pensó. Su cuerpo seguía acunando la imagen de su hijo sin vida mientras que Omega estaba plantada frente a él. El Rey Negro estaba disfrutando tanto de alimentarse de nosotros que no había decidido rematarnos a ninguno para conseguir lo máximo de nosotros. Ese era su error, confiaba demasiado en sus posibilidades.
Entendía a Dom. Yo tampoco sabía qué tipo de padre podría llegar a ser. Recordaba con mucho cariño al mío, pero cuando estaba vivo no estábamos tan unidos. A mi me enfadaba tener que movernos tan a menudo de ciudad y él solía estar serio a menudo. Ahora podía entender que estaba preocupado por el ser que nos daba caza, pero siendo niño no tenía ni idea. Quería ser más cercano a mis hijos, que me vieran siempre como un apoyo.
– [Sarah]¿Vas a dejar que un tío que coleccionaba caras te diga lo que eres? ¿Vas a permitir que tu pasado te defina?[/Sarah]- preguntó Sarah con ánimo. Era un orgullo escucharla hablar, bueno, dialogar mentalmente. Con Sarah no tenía ningún miedo respecto al tipo de madre que sería. Estaba seguro de que lo haría de maravilla.- [Sarah]¿Sigues siendo el mierdas que estaba cada día con una chica diferente?[/Sarah] – añadió, haciéndole reaccionar. Las Echolls tenían una vena empática envidiable.
– [Dom]No, no lo soy. Quiero a Rebecca y…-[/Dom] empezó a decir mi amigo, poniéndose en pie lentamente. – [Dom]…y seré un buen padre. Por cierto, eso de colecionar caras es asqueroso.-[/Dom] replicó, cargado de una renovada confianza. Omega y el resto de visiones que debían plagar su mente se desvanecieron. Con las ilusiones rotas, el Rey Negro se mostró delante de nosotros. – [Dom]Gracias Sarah.[/Dom] – añadió Dom.
– [Sarah]¿Gracias? La consulta de la psicóloga son 100 pavos, chato[/Sarah].- bromeó ella.
– [Daniel]Te quiero. Nos vemos pronto.[/Daniel] – me despedí, enviándole todo el cariño que fui capaz de transmitir. Resultaba que no solo las palabras eran insuficientes, también las impresiones mentales. Sentí que me devolvía ese amor antes de cortar la conexión.
Antes de enfrentarse a él, Dominic alzó en volandas al soldado al que me enfrentaba y lo mandó a la copa de un árbol, inconsciente. Se lo agradecí con un gesto y me arrodillé al lado del que acababa de cortar. Tenía una herida peligrosa y estaba a punto de desmayarse por la pérdida de sangre. Todos los Moondies lo habíamos hablado antes de entrar al combate, los soldados de la Iniciativa eran en su gran mayoría activos, personas que podían ser o no inocentes pero que estaban controladas mentalmente, así que había que hacer lo posible por ayudarles. Convoqué mi poder en mis manos y cerré su herida. No podía hacer mucho más y él perdió el conocimiento por el dolor, pero viviría. Es lo que Sarah habría hecho.
Mi herencia de Cazadora sintió una oscuridad acercándose. Era una oscuridad cercana, conocida, una que estaba de nuestro lado. Una oleada de calor salió de la mano de Logan, que caminaba hacia el Rey Negro con la Espada del Caos en la mano izquierda.
El Rey Negro interpuso varias pesadillas para resistir el ataque. Me pareció ver un astronauta, que debía de ser cosa de Logan, un demonio motero como los que habían atacado a Sarah que era cosa mía y un Dom que parecía haberse ahogado.
Dominic le lanzó una onda telekinética que dio tiempo a Logan a ponerse a su altura.
– [BlackMask]Un bufón con armas de destrucción masivas…[/BlackMask] – replicó, sonriendo mientras se limpiaba una gota de sangre. De pronto Logan se detuvo y alzó la Espada del Caos. De la hoja empezaron a surgir tentáculos de oscuridad que parecían engullirle. De entre las pesadillas surgió una cándida imagen de Mia. Me imaginé lo que estaba a punto de pasar, pero Logan no la vio aparecer, estaba intentando controlar la Espada, que al parecer se había descontrolado. En el lapso de unos segundos atravesó a la Mia aparecida con la hoja.
– [Mia]Siempre he sabido que eras un asesino[/Mia].- le escuché decir. Dom y yo tratamos de acercarnos, pero tuvimos que lidiar con soldados de la Iniciativa y un par de protegidos de Z. Para Logan no iba a ser fácil librarse de los miedos, tenía demasiado equipaje emocional.
– [Logan]No…no soy ningún asesino…fue un accidente.[/Logan] – replicó. Su poder estaba descontrolado, la hierba a su alrededor ardió y era imposible acercarse. La oscuridad cada vez le rodeaba más y lo peor era que parecía real. Esa espada tenía mucho poder y podía ser verdad que la influencia del Rey Negro la estuviese descontrolando.
– [Daniel]Logan huye, son tus miedos. Si sigues aquí moriremos todos. Mia está a salvo, lejos.[/Daniel] – grité, intentando sintetizar todo lo que pensaba que Logan querría escuchar. No era el momento de instarle a superar sus miedos, ni siquiera lo conocía lo suficiente como para intentarlo o confiar en que lo conseguiría. A veces la mejor opción es huir.
Logan dudó, tardó una eternidad en decidirse, pero finalmente se propulsó, alejándose a toda velocidad de nosotros con la espada a cuestas. El Rey Negro había conseguido incapacitarlo durante un buen rato. El efecto se le pasaría al alejarse, pero no iba a ser instantáneo.
Nos tocaba a nosotros volver a enfrentarnos a él, pero con suerte, si seguíamos con fuerza y tenacidad conseguiríamos que se quedase sin miedos que mostrar y cuando se agotase, estaríamos ahí para detenerlo definitivamente.
– [Daniel]¿Volvemos?[/Daniel] – le pregunté a Dom, a mi lado. Frente a nosotros el Rey Negro alzó un ejército de pesadillas ya conocidas. Versiones oscuras de nosotros, nuestros seres queridos y nuestros hijos, fantasmas de nuestros pasados, anhelos y temores. Pero volvimos a la carga. Albergábamos esperanza en nuestro corazón, porque era lo único que nos quedaba enfrentándonos a una guerra para proteger a la gente. Y siendo lo único que teníamos, no íbamos a dejarla escapar.
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