Kaylee | Casa de la madrina
Estaban todos como locos con lo del diario cuando escribir era lo más normal del mundo. Al menos para mí, que estaba acostumbrada a ir siempre con un cuaderno (sin espiral, para no clavármela en la mano) y un bolígrafo a todas partes, porque papá decía que había demasiadas ideas por el mundo como para dejarlas escapar. Supongo que era una metáfora. Me gustaba hablar con papá porque no me trataba como si tuviera el cerebro del tamaño de un cacahuete por ser pequeña.
Para el resto de adultos, era una extraterrestre, menos para mamá y los Moondies. Y en el cole no me iba mejor, porque los de mi clase se reían de mí y me llamaban «Cuatro ojos», «La Kayleepedia» o «Kaylee la Comentarios», pero me daba igual, porque los dieces se seguían acumulando en mi expediente y cuando fuéramos mayores todos estarían limpiando mi avión privado. Bueno, no me daba igual, pero tenía hacer como que sí y prestarle los deberes a Tina si no quería volver a comer sentada en la taza del váter.
A lo que iba. Estábamos en casa de la madrina y eso significaba que tendría un vestido nuevo, pero como estaba en el cuerpo de papá, no podía probármelo y eso me ponía un poco triste. Pero no me agobiaba, porque me gustaba mucho estar allí, puesto que tenían una casa muy grande a las afueras y un rebaño de cabras pequeñitas que daban ganas de achuchar. El tío Ed y la madrina eran muy buenos con nosotros y como no tenían hijos, nos consentían un montón. De mayor, yo tampoco iba a tener hijos para poder comprarme un montón de ropa y de libros.
Aquella tarde me encontraba leyendo en mi sitio favorito de la casa: la biblioteca. Estaba tan tranquila cuando Noah vino a hablar conmigo. Noah me caía bien, porque podíamos hablar de cosas que a los demás les sonaban a chino mandarín. Era el Wallace Fennell de mi Veronica Mars. Espero que mamá no se entere de que he estado viendo Veronica Mars a escondidas, porque me dijo que era «un poco fuerte para una niña» y que me dejaría verla cuando tuviera dieciséis años o así, pero yo quería saber quién había matado a Lilly Kane y me vi la primera temporada a escondidas. Cuando cumpla dieciséis años, la volveré a ver fingiendo que no sé nada. Es un plan perfecto.
El problema es que Owen vino a hacerme reír, porque era muy gracioso y Noah se fue. Se ve que a Noah no se lo parecía, pero lo era. Era tan, tan gracioso, que una vez me salió la limonada por la nariz de tanto reírme con él.- [Kaylee]Está raro[/Kaylee].- le comenté a Owen de pasada mientras guardaba el libro de «Demonología» que estaba leyendo. No me estaba enterando de tanto como me gustaba aparentar, pero no quería dejar un libro a medias.
– [Owen]Siempre está raro[/Owen].- puntualizó cuando dejó de hacer el pino en el cuerpo de su madre.- [Owen]Es casi tan listo como tú, pero de una manera más rara[/Owen].- me dio pena escucharle decir eso de mi mejor amigo.
– [Kaylee]Porque es demasiado rápido para nosotros[/Kaylee].- Noah era demonio como su padre y su poder se había manifestado con una velocidad superior al resto, pero en el colegio le habían puesto la etiqueta de hiperactivo. Lo sabía porque papá me lo había explicado. Mi papá era el más listo de todos.
– [Owen]Yo también puedo correr muy rápido[/Owen].- empezó a correr sin moverse del sitio.- [Owen]¿Ves? Me he ido y he vuelto ya[/Owen].
Solté una carcajada mientras perdía de vista a Noah y se me puso un nudo en la garganta. Quizás tenía que haber ido detrás de él, pero me apetecía más hablar de tonterías con Owen.- [Kaylee]¿Nunca te tomas nada en serio?[/Kaylee]- me puse un mechón de pelo detrás de la oreja.
– [Owen]Ser serio es un rollo. Mira la tía Mara y Michael[/Owen].- puso una cara de pena exageradísima y me tapé la boca para aguantarme la risa, porque no estaba bien reírse de los demás.
Mamá, que estaba en el cuerpo de Amy, entró en la biblioteca y nos asustó un poco.- [Diana]¿No sois un poco jóvenes para pelar la pava?[/Diana]- parecía que lo decía en serio, pero yo sabía que no nos estaba regañando.
– [Owen]Los pavos no se pelan, se despluman[/Owen].- Owen me miró con orgullo.
– [Kaylee]Touchée[/Kaylee].-me quité las gafas que papá usaba para leer, porque se me estaban clavando en la nariz. Ser adulto era que te dolieran muchas cosas y no tener tiempo para hacer nada.
– [Diana]El tío Ed acaba de preparar la merienda[/Diana].- seguro que la tía Lucy había comprado algo para merendar, porque tanto ella como el tío Ed odiaban cocinar e ir a su casa era como estar de fiesta permanentemente. – [Diana]Kay, ve a buscar a Leo, que a saber qué estará haciendo[/Kaylee].- fruncí el ceño al escuchar eso. No me entendáis mal, no es que le odiase, pero no estaba segura de haber hablado nunca con él más de tres palabras seguidas.
Owen pensó que se había librado- [Diana]Y tú, Einstein, a poner la mesa[/Diana].
– [Owen]No puedes mandarme, porque soy más alta que tu.-[/Owen] en el cuerpo de su madre, le sacaba una cabeza a Amy, pero mi madre le dio una patada en el culete.- [Owen]Ya voy, ya voy.[/Owen]- se quejó rascándose.
Intenté rogarle a mamá que no me hiciera ir a buscar a Leo, pero no sirvió de nada, así que dejé la biblioteca y me lo encontré en la parte más cercana a la valla que separaba la casa del resto de campo, mirando al cielo.-
[Kaylee]Leoooo[/Kaylee].— le llamé. Era media tarde y el sol brillaba todavía.
– [Leo]¿Si?[/Leo] – se giró despacio. Estaba en la forma demoníaca de su padre y daba un poco de miedo. El tío Daakka era muy simpático y amable, pero Leo era más serio y reservado, por lo que imponía más.
— [Kaylee]Mi…mi mamá me ha dicho que venga a buscarte porque ya está la merienda[/Kaylee].— crucé los pies y me fijé en lo poco que me gustaba no llevar un pantalón chino y que echaba de menos mis deportivas rosas.
– [Leo]Gracias.[/Leo] – quise no asustarme, pero me sentía como Harry Potter frente al hipogrifo.
Nos quedamos en silencio. Echaba de menos los ojos de Leo, los de verdad, porque siempre que te miraba parecía que te hipnotizaba.- [Kaylee]Mola[/Kaylee].— señalé su apariencia Rakkthathor. Era raro porque solo llevaba un bañador de piñas que le llevaba hasta las rodillas. El tío Daakka era gracioso, pero Leo parecía que llevaba un disfraz que no le pegaba mucho. — [Kaylee]¿Puedo?[/Kaylee]— le faltaba una escama a la altura del corazón y me apetecía tocarla.
– [Leo]Si quieres, sí.[/Leo] – levanté la mano y la acaricié. Parecía más suave que el resto, que eran…duras. Lo más parecido que encontraba al tacto de un Rakkthathor era el de una serpiente, pero una serpiente con armardura. – [Leo]No sé cambiar.[/Leo] -parecía triste.
— [Kaylee]Es agradable tocarlas, pero personalmente preferiría ser un lobo[/Kaylee].- concedí al final.
Leo sonrió y dejé de tocarle las escamas. – [Leo]¿Tú crees?[/Leo] – me preguntó. A lo mejor era esperanza lo que notaba en su voz.
— [Kaylee]Sin duda[/Kaylee].— asentí.— [Kaylee]Todo el mundo sabe que los lobos son más bonitos que las serpientes[/Kaylee].
– [Leo]No lo había pensado así.[/Leo] – admitió. – [Leo]Yo preferiría hacer magia, la verdad.[/Leo]
— [Kaylee]Puedo enseñarte si quieres[/Kaylee].— me subí las gafas de papá que me bajaban por el puente de la nariz.— [Kaylee]No es necesario haber nacido con el don de la magia para poder hacerla[/Kaylee].—le expliqué.— [Kaylee]La magia no es elitista[/Kaylee].
– [Leo]Gracias.[/Leo] – empezamos a caminar de vuelta a la casa, porque para cuando llegáramos, solo quedarían los sándwiches que nadie quería comerse.
— [Kaylee]Deberías volver al aspecto humano de tu padre[/Kaylee].— se me escapó una risita.— [Kaylee]Es que…estás desnudo[/Kaylee].
Leo miró el bañador de piñas- [Leo]Pero no llevo el…[/Leo] – se encogió de hombros. – [Leo]Lo siento, no sé cómo.[/Leo]
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