Vera – Instituto

Mañana

Basajaun. Txantxigorri. Belagile. 

El eco de mis padres charlando sin parar, de la vieja radio en la que sonaba una canción de Bruno Mars y de Kaylee trasteando su móvil, no era para mí más que eso: un eco. El café con leche se estaba enfriando y con las tostadas podría acabar sujetando la pata de una silla coja de lo duras que estaban ya, pero no podía parar de leer. Estaba enfrascada en mi última aventura, que era leer en español el libro «El guardián invisible», de Dolores Redondo. El libro no era gran cosa, pero estaba ambientado en la Comunidad Foral de Navarra y tenía bastantes palabras en euskera, otro de los idiomas co-oficiales de España. Disfrutaba cada palabra como si estuviera ante un festín, porque de algo me tenía que servir haber heredado la habilidad de mi padre, el omnilingüismo.

– [Diana]Vera, ¿estás en la Tierra?[/Diana]- me preguntó mi madre y yo asentí sin saber muy bien qué me había dicho, porque o leía o la escuchaba hablar.- [Diana]¿Qué opinas de lo que ha dicho papá?[/Diana]- llevaba un moño deshecho y un pijama de perros. Mi madre era un alma libre e iba a trabajar a la hora que le daba la gana, porque para eso era la mujer del Rector.

– [Vera]Estoy de acuerdo[/Vera].- apunté distraída y apagué el InfiniBook. A saber qué había dicho mi padre.

– [Kaylee]Papá hace diez minutos que no está aquí[/Kaylee].- intervino Kaylee, que me miraba enarcando una ceja a través de las gafas de pasta negras y yo me encogí de hombros. Mi padre seguramente tuviera reunión a primera hora de la mañana. Con lo mucho que le gustaba reunirse para escuchar a la gente decir tonterías.

Mi hermana también estaba en pijama y tenía a Freya en brazos, pero su excusa era que cada vez iba peor en los estudios porque estaba enganchada a Endless y nadie parecía darse cuenta, porque había pasado de ogro a Santa. Y yo…bueno, yo tendría que haber estado leyendo «Mujercitas», lo sé. Porque Vera MacLeod es la responsable de las tres hijas de Christopher MacLeod y Diana Echolls, pero de verdad, que me apetecía tanto como que me sacaran los ojos con una cucharilla de café. Me apetecía tanto como haberme embutido en las mallas de gimnasia que me tocaba a mi primera hora.- [Diana]Veri, acaba el desayuno y corre, porque Elliot lleva diez minutos esperándote en el salón[/Diana].- iba a decirle que a mí no me llamaba «Veri» nada más que la abuela Delia, que cada vez venía menos a vernos porque tenía que cuidar del abuelo Arthur, que superaba los noventa años.

Resoplé, di dos bocados a una de las tostadas y me bebí el café de un trago. Después, me lavé los dientes, cogí la carpeta, el bolso con el InfiniBook dentro y fui hasta el salón. Elliot me esperaba al lado de la puerta, como siempre desde que teníamos doce años y a todo el mundo le habíamos parecido lo bastante mayores como para ir solos al instituto. Cuando llegué a su altura, me sonrió con timidez.- [Vera]Egun on[/Vera].- le dije «buenos días» en euskera porque éramos así de repelentes- [Vera]¿Te has leído el libro de Lite?[/Vera]- le pregunté mientras íbamos hasta la puerta.- [Vera]El tocho ese de «Mujercitas»[/Vera]- ese día se había puesto una camiseta gris y un abrigo ligero verde militar. El tiempo en Moondale tenía esa maldita gracia.

– [Elliot]Algo así[/Elliot].- me miró y apartó la vista con rapidez. Esto va a sonar fatal, pero de un tiempo a esta parte estaba convencida de que Elliot se estaba enamorando de mí. No es que me dijera nada, pero me miraba diferente y eso me agobiaba un poco, porque no podía enamorarme de alguien a quien veía como al hermano que nunca tuve.- [Elliot]¿Que tu hermana te lo resuma cuenta como leído?[/Elliot]- esbozó una sonrisa tímida y le di una patada en el culo. No se quejó. A veces se me olvidaba que no podía sentir nada e intentaba tratarle como si no tuviera esa condición.

– [Vera]No[/Vera].- sonreí cuando le vi llevarse la mano al culo por puro acto reflejo, y dejamos la casa atrás.- [Vera]Pero es mejor eso que haber visto la peli de Winonna Ryder[/Vera].- apreté la carpeta contra mi pecho.- [Vera]Somos unos chungos[/Vera].- susurré sin prestarle atención a las personas que hacían running con sus perros y a las vecinas que ya iban con la cesta de la compra.

– [Elliot]Unos chungos que hacen «trampas» para hacer una redacción que lo único que va a hacer es subir nota[/Elliot].- estaba orgullosa de mi maldad hasta que Elliot vino a recordarme que éramos los dos mejores estudiantes de la clase. Supongo que debería sentirme orgullosa, pero con el machaque constante al que nos sometían, prefería tomarme cada sobresaliente como una puñalada más en mi espalda. Además, como nos sentábamos juntos y no parábamos de hablar, todo el mundo hacía bromas diciendo que éramos novios. Hasta los profesores. En el último San Valentín, alguien de mi clase se había atrevido a enviarle una carta en la que se hacía pasar por mí. La gente no podía ser más despreciable.

– [Vera]Shhh[/Vera].-le chisté mientras caminábamos. El día amenazaba tormenta, pero de momento, aguantaba sin llover.

– [Elliot]Tengo tantas ganas de hacer gimnasia a primera hora como de comer las barritas de proteínas de Owen[/Elliot].- empezó diciendo y suspiré. Odiaba tanto ir en chándal que me habría gustado cambiarme en el vestuario, pero no me fiaba de mis compañeras.- [Elliot]Es decir, nada[/Elliot].- aclaró algo obvio, pero lo dejé pasar. Elliot tenía algunas peculiaridades en su carácter derivadas de su problema. No estaba segura, pero en ocasiones actuaba como si tuviera un TEA de alto funcionamiento.

– [Vera]Yo voy a ver si juego la carta de la regla y me libro de dar vueltas por la pista[/Vera].- me llevé un dedo a la sien aludiendo a mi intelecto.- [Vera]Puede que incluso me maree[/Vera].- mi regla no era tan bestia como me gustaba exagerar, pero alguna ventaja tenía que sacar de sangrar por la vulva.

– [Elliot]En ese caso puedo acompañarte hasta la enfermería ficticia[/Elliot].- se envalentonó.- [Elliot]Hacer pellas sí que es de chungos[/Elliot].- al escucharle, negué con la cabeza.- [Vera]No, que luego piensan que eres mi novio y eso es muy raro[/Vera].- compuse una mueca.

– [Elliot]Lanzarías a tu amigo al foso de los gladiadores para salvar el pellejo. Chunga[/Elliot].- me recriminó.

– [Vera]Chi[/Vera].- asentí.

– [Elliot]Et tu, Brute?[/Elliot].- una oleada de vergüenza ajena se extendió por mi cuerpo y dio como resultado dos coloretes en mis mejillas.

– [Vera]¿Pero cómo puedes ser tan pedante?[/Vera]- le reñí y nos reímos. A nuestro lado pasaron Rick, Nina y su séquito  de descerebrados. Pensé que nos iban a dejar en paz, pero me equivocaba.

– [b]¿Qué Williams, sacando a pasear a la jirafa de tu novia?[/b]- bramó Rick, que era la versión humana de un armario de cuatro puertas, dándose la vuelta. Nina y el resto de seres se rieron. Esperaba que en Bachillerato se matriculasen en cualquier cosa en la que yo no estuviese. Me lo había ganado.

– [Vera]Si te vas a meter conmigo, no uses a Elliot de excusa, gilipollas[/Vera].- le grité fuera de mí. Odiaba tanto el instituto que alguna vez les había pedido a mis padres que me dejasen hacer homeschooling, pero no había tenido éxito. Mis padres, que tan abiertos se creían para algunas cosas, habían resultado ser de lo más tradicionales.

– [i]Tú calla, zanahoria.[/i] – soltó Nina, que era morena, delgada y debía hacerse una cola para poder hacer pis, porque tenía el pelo demasiado largo.

– [Vera]¿A quién llamas zanahoria, bicho palo?[/Vera]- chillé. Ya estaba, quedaban un par de semanas de curso y si me expulsaban no sería tan grave. La iba a matar y punto.

– [Elliot]Déjalo Vera, tienen el cerebro de un Diplodocus/Elliot].- me sujetó por la sudadera y volví en mí.

– [Vera]Ya te gustaría a ti comerte esta zanahoria, capulla[/Vera].- le enseñé el dedo corazón y nos dejaron en paz. Supongo que porque estábamos cruzando la verja del instituto y no querían problemas, no porque mi dedo les hubiese asustado.

Después de eso, salió el sol (literalmente) y la mañana transcurrió con normalidad: mi excusa de la regla no dio resultado, el comentario de texto sobre «Mujercitas» me salió regulín, había recibido un mensaje de mi tía Sarah invitándome a comer y Elliot parecía más perdido en sus pensamientos que de costumbre, pero no le presioné para que me contase todo lo que le pasaba por la cabeza, porque esas cosas no funcionaban con él. En parte, esa era una de las razones por las que no entendía que pudiese…bueno, que pudiese gustarle, porque si era tan cerrado para todo, no me quería imaginar cómo sería salir con él.

Cuando sonó el timbre que indicaba el fin de la tortura por ese día, llegué a la puerta del instituto y vi que había un montón de gente rodeando un coche que debía ser espectacular. Nada me hacía imaginarme que dentro de aquel descapotable de color rojo estaría Dante esperándome. Tomé aire y busqué a Elliot con la mirada, pero él ya iba con la cabeza gacha, de camino a encontrarse con su madre, que le esperaba en un coche más viejo que la nana.-  [Vera]Ha venido mi novio a buscarme[/Vera].-grité, en un intento un tanto ridículo de que Nina, Rick o alguien de su séquito pensase que estaba en una relación con alguien mucho mayor que yo.

Cuando por fin conseguí esquivar a la muchedumbre, entré en el coche y saludé a Dante con timidez.-[Dante]¿No eres un poco pequeña para hablar de novios?[/Dante] – se quitó las gafas de sol y pensé en lo bueno que estaba. ¿Qué? Una no es de piedra. Se había puesto unos vaqueros desgastados y una camiseta negra, que le quedaba un poco apretada.

– [Vera]No[/Vera].- dejé la carpeta y el bolso en el maletero y me senté al lado de él.

– [Dante]Anda vamos, pieza.[/Dante] – se puso las gafas de nuevo y arrancó el motor. Os juro que hubo gente que aplaudió. Esto rozaba el ridículo.

– [Vera]¿Puedes dar un par de vueltas por el insti?[/Vera]- pregunté, intentando aprovechar mi minuto de fama.- [Vera]Es que…se meten mucho con Elliot y conmigo[/Vera].

– [Dante]Más se iban a meter conmigo en la cárcel.[/Dante] – replicó. Dante tenía la gracia de una dolor de ovarios, la verdad. – [Dante]Pensaré en algo para darles un susto.[/Dante] -su sonrisa cómplice no me convenció.- [Dante]Siempre puede venir Nate a recogeros.[/Dante] – propuso.

– [Vera]Nate tiene mil años[/Vera].-le miré enarcando una ceja.- [Vera]Literalmente[/Vera].

– [Dante]Y mil músculos en los brazos.[/Dante] -me recordó. Si algo me gustaba de Dante es que hablaba de lo buenos que estaban otros chicos sin avergonzarse.

– [Vera]No es mi tipo[/Vera].- puse los pies en el salpicadero y deseé tener unas gafas de sol de actriz de los cincuenta.

– [Dante]Eh, los pies abajo.[/Dante] – me regañó otra vez y resoplé, pero bajé los pies. – [Dante]Venga anda, anímate. Los adolescentes son horribles, pero al final pasa.[/Dante]

– [Vera]Me habría gustado haber ido al insti con vosotros[/Vera].- admití. La edad dorada de los New Moondies había sido la del instituto, ¿verdad?

– [Dante]Tú siempre queriendo ser mayor. Disfruta de la juventud y de cagarla sin miedo.[/Dante] – y me encogí de hombros mientras él frenaba para dejar pasar a una señora mayor.

– [Dante]¿Puedo hacer algo para que no te enfurruñes?[/Dante] – me preguntó y vi que su brazo se tensaba para meter la marcha. Je.

– [Vera]Llevarme a comer una hamburguesa[/Vera].- y le guiñé un ojo.

– [Dante]Tu tía me mata: hoy ha cocinado ella.[/Dante] – confesó. – [Dante]Pero de tarde te invito.[/Dante].- me aseguró. El camino del instituto a casa de mi tía era breve, así que ya estábamos llegando.

– [Vera]Lo prometido es deuda, señor Villiers[/Vera].- le recordé cuando paró el motor. La casa de mis tíos se extendía majestuosa ante nuestros ojos. Qué bien vivían para ser un trimonio con tres hijos y una perra inmortal.

– [Dante]Mejor Dante, anda.[/Dante] – él salió del coche y observé su culo por la ventanilla antes de bajarme.

Qué pena que todavía me tuviesen jugando en la liga infantil.