Kaylee – Bosque del Crepúsculo
¿Tarde?
Ezra y yo habíamos hablado poco. No era un tío de palabra fácil y su pasado traumático, tan cercano que era casi su presente, le hacían un interlocutor difícil. Con estas líneas parece que me caía mal, pero no hay nada más lejano a la realidad. Me caía bien. El problema es que tenía tantos muros construidos a su alrededor, que no tenía tiempo ni ganas de derribarlos todos.
Bastante esfuerzo me costaba ya mantener la boca cerrada para no comerme todo lo que había en la nevera de la nave. «La maldición MacLeod» le llamaba yo a eso. Los nervios me daban hambre y con el poco movimiento que teníamos, me estaba poniendo más curvilínea de lo que me habría gustado. Leo decía estaba estupenda, pero mis vaqueros de antes de la nave no opinaban lo mismo.
Repasé la habitación cochambrosa una vez más: una cama maltrecha, paredes de piedra mal pintadas, una palangana para hacer mis necesidades (SOCORRO) y unos grilletes en la pared. Apostaba la casa de mi familia a que llevaba sin limpiar desde hacía una buena temporada. Por eso evitaba sentarme sobre la cama, pero es que el suelo tampoco era muy buena opción. Si hubiera tenido agua, me habría puesto a limpiar, pero no podía conjurar nada. Mi magia estaba desconectada. Allí dentro era poco menos que una chica cualquiera y eso me incomodaba, pero preferí desterrar ese pensamiento para no entrar en un bucle que me perjudicase.
En esas estaba cuando apareció Caitriona abriendo la puerta sin contemplaciones. Con su toga, su melena negra y sus ojos rasgados. Era una mujer muy atractiva, sobre todo a mi lado, que parecía un Mr. Potato pelirrojo.- [Kaylee]¿No tendrás una fregona y un trapo? He pensado en darle una vuelta a esto[/Kaylee].- dije a modo de saludo.
Por toda respuesta, soltó una carcajada.- [Caitriona]¿Prefieres otra cosa?[/Caitriona]- en un gesto teatral, chasqueó los dedos y la habitación mugrienta se transformó en una estancia digna de La Corte de la Noche: paredes de mármol blanco, ventanales amplios que daban a un cielo estrellado precioso, muebles de madera noble lacados en blanco y dorado y una ausencia de suciedad que me agradó, las cosas como son.
La cama se transformó en un diván a juego con el resto de la estancia y ella materializó una silla para sentarse.- [Kaylee]Esto es más de mi estilo, pero ahora las que no encajamos somos nosotras[/Kaylee].
Caitriona me miró divertida y mi ropa, unos vaqueros de cintura subida y una blusa de rayas rosas y blancas, se convirtió en un vestido de gasa, largo, sin mangas y de color azul eléctrico.- [Kaylee]Gracias. ¿Y tú?[/Kaylee]- como si de la Cenicienta se tratase, giró sobre sí misma y su ajada toga se transformó en un vestido negro, largo y con un escote imposible.
– [Caitriona]Siéntate[/Caitriona].- me pidió y así lo hice. Disfruté del tacto del vestido, que parecía real y miré mis pies, ataviados con unas preciosas sandalias de tiras plateadas.
– [Kaylee]Y ahora, dime qué quieres, porque parece que quieres aprovecharte de mí[/Kaylee].- sonreí disimulando el nerviosismo que me producía no saber cómo estaban mis amigues.
– [Caitriona]Kaylee, si quisiera algo contigo, no podrías resistirte a mis encantos[/Caitriona].- no intenté contradecir sus palabras. Prefería escuchar lo que me tenía que decir.- [Caitriona]La cuestión es…que necesito a una compañera para realizar mi misión y tú podrías ser la adecuada[/Caitriona].
– [Kaylee]¿Me estás pidiendo que me quede aquí contigo para…?[/Kaylee]- no entendía nada.
– [Caitriona]Hago magia, igual que tú y gracias a los tratos que le proporciono a la deidad a la que sirvo, soy mucho más poderosa de lo que jamás habría llegado a soñar[/Caitriona].
Alcé una mano y la detuve.- [Kaylee]¿Pero tú sabes que soy hija de dos personas adictas y que la magia me provoca una reacción alérgica? Estamos hablando de magia basiquita, no me quiero ni imaginar lo que pasaría si intentara hacer algo grande[/Kaylee].
– [Caitriona]Eres «El Fénix»[/Caitriona].- apuntó.
– [Kaylee]Ya lo sabía, pero gracias[/Kaylee].- me revolví incómoda. La gasa del vestido comenzaba a molestarme y las tiras de los zapatos se me estaban clavando. No pensaba trabajar para una deidad corrupta ni aunque fuera el único trabajo que hubiera disponible en todo el universo.
– [Caitriona]¿Quieres desperdiciar tus dones como lo está haciendo tu madre, en un trabajo mundano, criando una prole irrelevante y pasando la eternidad con un señor aburrido? Adelante[/Caitriona].- hablaba con desdén y me sentí molesta.
– [Kaylee]No sabes de lo que estás hablando[/Kaylee].- hablé entre dientes, intentando contener la rabia que me recorría las venas.
– [Caitriona]Los Moondies al final acabaron llevando vidas humanas corrientes[/Caitriona].- puntualizó y vi el desprecio en su mirada.- [Caitriona]¿Eso quieres tú? ¿Quieres casarte con Leo, tener un par de bebés y dedicarte a la magia doméstica como si fueras una brujilla del tres al cuarto? No seré yo quien te detenga.[/Caitriona]
– [Kaylee]Ni siquiera sé si quiero tener descendencia y tampoco sé si Leo y yo…[/Kaylee]- me revolví. Leo y yo. Me gustaba estar con él, nos reíamos, hablábamos de todo y el sexo era maravilloso, pero no estaba segura ni de qué talla de pantalones llevaría dentro de una semana como para saber si era algo más que lo que sentía ahora mismo.
– [Caitriona]La raza humana solo hace eso: nace, crece, se reproduce y muere[/Caitriona].- quise decirle que igual que el resto de seres vivos, pero me mordí la lengua.- [Caitriona]No es lo que creas que quieres ahora. Es lo que la vida te empujará a hacer si no lo remedias[/Caitriona].
– [Kaylee]No quiero nada de esto: ni este vestido, ni este diván, ni nada. Trae de vuelta mi ropa y la habitación apestosa[/Kaylee].- le pedí.- [Kaylee]No sabes nada de mí, ni de mi familia. Mi madre sigue siendo «El Fénix», pero ahora el mundo no la necesita y está disfrutando de su vida, por muy triste que a ti te parezca[/Kaylee].
Sin previo aviso, rebasando las reglas del distanciamiento social, se levantó y colocó su mano en mi antebrazo. De pronto, noté una descarga de magia que me recorrió de cabeza a pies. Era…poder. Poder en estado puro. Grande, ilimitado, inabarcable.- [Caitriona]Quiero que sepas lo que vas a perder por rechazar mi oferta[/Caitriona].
– [Kaylee]¡SUÉLTAME![/Kaylee]- grité con toda mi fuerza y una explosión de aire empujó a Caitriona contra la pared, que amortiguó el golpe, pero aún así, se dio.
– [Caitriona]¿Lo sientes? Es el poder. Es magia pura. Es lo que tu madre tenía cuando se acercó al lado oscuro[/Caitriona].- siseó.
– [Kaylee]No lo quiero[/Kaylee].- susurré. Con esa clase de poder sería casi invencible.
– [Caitriona]Desde aquí no te oigo. Tendrás que decirlo más alto[/Caitriona].
– [Kaylee]Por favor…[/Kaylee]- le pedí. Necesitaba quitármelo de encima cuanto antes, porque si continuaba con él, no sería capaz de dejarlo.
Se tomó su tiempo para recorrer la habitación y me quitó el exceso de magia con parsimonia. Después, me quedé vacía y la habitación volvió a ser mugrienta.- [Kaylee]Gracias[/Kaylee].- tragué saliva y me arrodillé en el suelo por el cansancio.
– [Caitriona]Volveremos a vernos[/Caitriona].- anunció acercándose a la puerta.
– [Kaylee]Espero que no[/Kaylee].
– [Caitriona]No es un deseo, bruja. Es una realidad[/Caitriona].- y cerró la puerta.
Después, me arrastré hasta la palangana y vomité por haberme pasado con la magia. A eso le llamaba yo «La maldición Echolls».
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