Moondale

UN ACTO DE FE

NATE ROGERS

TARDE

Por fin, tras varios días, comencé a poder levantarme de la cama. Mis músculos estaban resentidos por la fiebre y me encontraba aún cansado, pero los efectos de lo que me había mantenido así empezaban a remitir.

Me llevé una mano a la frente, concentrándome en ese hilo de luz que me estaba permitiendo recuperarme. Me estaba dando fuerzas, equilibrando la balanza rota que me había puesto así en primer lugar.

La culpable de todo eso no era otra que mi propia biología, el «poder» del que los que me conocían desde pequeños eran conscientes y me hacía tener unas capacidades que iban más allá en la mayoría de los casos, pero que en esta ocasión, me habían llevado a estar destrozado.

El origen era el sufrimiento que se respiraba en la nave, que llegó a su punto álgido con las noticias de la muerte de Elizabeth, los pactos de Caitriona y la marcha de Laura. Eso afectó a las personas, especialmente con las que más vinculado estaba, y me fue drenando las energías hasta dejarme a merced de una «gripe lunar» como la había llamado Mike.

Había padecido otras veces los efectos negativos de mi empatía, como cuando murió el hermano de Christopher, la hermana de Dominic o cuando lo hizo Mia. Pero en aquellas ocasiones la fuerza de los Moondies, sus energías positivas y su esperanza, me mantuvieron a flote.

En aquél momento, para unos jóvenes inexpertos como eran la mayoría de ellos, todos esos golpes habían supuesto una debacle emocional.

Y sin embargo, contra todo pronóstico los últimos días había empezado a mejorar, recibiendo retazos de nuevas esperanzas, de lazos tan fuertes como el amor que crecía entre ellos, de unas y otras formas. La enfermedad remitió, Michael dio el visto bueno para que volviese a mi habitación y había pasado el último día con algunas visitas, en especial de Julia, que se había entregado a mi «cuidado».

Ahora al fin notaba las fuerzas a las que estaba acostumbrado, no solo físicas si no de espíritu, las que necesitaba para acompañar a una de las responsables de haberme sacado de la enfermedad. Ellie, la pequeña Ellie que siempre reía y era cómplice de fechorías de una Amy más traviesa. Esa misma niña sonriente estaba encendiendo una a una las luces de esperanza en los corazones de los habitantes de la nave. No estaban todas aún, quedaban bastantes fuera de su rango de influencia, pero con esa energía tenía más fuerzas que nunca desde que habíamos llegado a ese lugar. Así sí podría ayudarla a cumplir su propósito y volver a casa al fin.

Me puse en pie y salí al exterior. Había valorado las opciones con Henry y estaba prácticamente seguro, aunque se negaba a decir que lo fuera sin margen de error. Acepté la probabilidad de fallo y comenté la idea con Elle, que parecía sorprendida, en especial de su papel.

Convocamos a todos fuera un unos minutos. Sentí un cosquilleo nervioso, quizá no mío si no de alguien más. La sensación se acrecentó al verles a todos reunidos fuera de la nave, de la que habíamos bautizado como «La Kvasir» porque nuestro grupo no contaba como una, ni mucho menos con dos como en el caso de los Moondies. A falta de ella, teníamos una «Vanir» que había elegido su camino en lugar de ser elegida. Sarah estaría orgullosa del legado de su pequeña, ahora toda una titán.

Los demás no sabían lo que ocurría, y sus caras mostraron sorpresa al ver que me dirigía al frente de la nave y Elle me seguía, colocando las manos en el extremo opuesto del morro.

Aquél hogar improvisado se había estrellado en la luna Viltis hacía muchos años, casi un siglo valoraba Henry. Desde entonces parte de su morro estaba enterrada en la tierra, evitando que la nave funcionase a la perfección y obligándonos constantemente a hacer reparaciones para mantener el resto de ella baja para suavizar la inclinación. No duraría mucho, el sistema hidráulico que usaran en el futuro pedía a gritos poder alzar las patas de la nave y separar su barriga de la tierra. Aquella era un ave hecha para surcar los cielos y se veía obligada a vivir como una tortuga.

Hice una seña a Elle y cuando ella me devolvió una sonrisa concentré todas mis fuerzas, todo ese amor, toda esa esperanza se convirtieron en fuerza que permitieron a mis brazos empezar a alzar la nave con todo su peso. Elle puso su excepcional fuerza de Vanir y sentí que el peso aligeraba un poco, mientras Henry iba actuando sobre las patas traseras y delanteras para conseguir estabilidad.

Pese a todo el poder concentrado en mí gracias a sus energías, la nave pesaba demasiado, incluso para nosotros dos. Pero su peso fue mermando una y otra vez a medida que se añadían más y más manos. Todas las personas de la nave sostenían ya la cabina al máximo de sus fuerzas. Veía las manos cubiertas de garras de Amy, las orejas puntiagudas y la piel azabache de Idris, las escamas aguamarina de Noah…decenas de manos sosteniendo aquella nave, ese hogar, devolviéndola a su gloria hasta que Henry dio el aviso y la dejamos ir.

Me aparté, secándome el sudor de la frente  mientras los demás hacía lo propio y observaban a la imponente Kvasir, alzada como antaño, un hogar, mientras lo necesitáramos, un sitio en el que volcar la fe en nuestro grupo. Un comienzo.

 

 

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