XANDER ECHOLLS
SELAS
Tenía que conseguir que bajara la fiebre, pero no había tiempo. Habría necesitado que Mike estuviera con nosotros para atender a Jane, traté de comunicar con cualquiera del resto y nadie contestaba, estaba completamente solo, salvo Jane, a la que podía perder en mis manos.
Mientras arrastraba la improvisada camilla, recordé el tacto caliente y pegajoso de su sangre cuando el disparo le acertó. Entonces la oscuridad nos arrastró juntos y vi el Cúmulo como si flotase en el espacio delante de él. Solo que parecía que alguien me estaba preguntando dónde quería ir. No tuve tiempo para decisiones, solo había una opción, solo en un lugar podía encontrar una solución.
Cuando abrí los ojos estaba tumbado sobre una pradera, el mar se escuchaba cerca y olía las hogueras de algún pueblo cercano. Todo eso importó poco cuando la vi, aferrándose la herida del hombro, a punto de perder la consciencia.
Le había preparado un vendaje rápido, pero al ver las señales de veneno en la herida me quedé aún más preocupado. No sabía si era un veneno común o algo mágico, al ir en un disparo del bando de Antailtire me inclinaba más por lo segundo, lo que lo hacía aún más difícil. Fuera como fuese, sabía que cada segundo contaba y tenía pocas pistas sobre el camino a seguir.
Caitriona había sido la que nos había invocado a su mundo la última vez, a ese Laberinto en cuyo final nos esperaba la entrada a su reino del Bosque del Crepúsculo. Había seguido las teorías de Noah y toda la información que teníamos sobre su atuendo para llegar a su localización. Por suerte Oriax, el Daë de Selas le había confirmado a Noah que era alguien de ese mundo, al saber que habíamos caído en sus tratos.
Al menos algunos de nosotros. Yo me había librado de aceptar sus tratos la última vez, pero ahora iba en su busca dispuesto a aceptar entregarle mi puesto de Daë o lo que quiera que fuese necesario. Todo con tal de salvar a Jane.
Mi mente imaginaba mi encuentro con Caitriona de decenas de formas posibles, con todos los tratos que se me ocurrían. La realidad era que sabía que los aceptaría, incluso traspasar su herida a mí.
Escuché un suspiro escaparse de entre sus labios como un lamento mudo, así que me detuve. Jane estaba pálida, la piel alrededor del vendaje pálida, azulada. Había perdido mucha sangre y no tenía ningún sitio al que llevarla, ninguna magia que hacer. Cuando era pequeño había soñado muchas veces con tener el poder de mi padre, con ser un héroe como él. En aquél momento habría abandonado cualquier idea de ser héroe con tal de tener ese poder que me permitiera curar su herida, purgar su veneno.
Jane apenas abría los ojos, llevaba todo el camino sumida en una constante duermevela, entrando y saliendo de las pesadillas que le provocaba el dolor. Toqué sus labios, que empezaban a perder color. En ese momento fui consciente de que toda imaginación sobre lo que estuviera dispuesto a aceptar era real, Jane…Jane era el amor de mi vida y no podía dejar que su vida acabase allí, lejos de casa, de su familia, despojada de un futuro.
Le di a beber con cuidado un poco de agua dulce que había cogido en el último río y la guardé. Tenía sed pero prefería reservarla para ella y evitar volver a parar más adelante.
Llevaba todo el día caminando, pronto se acabarían las horas de luz solar y los seres que abundaban en Selas camparían con mayor libertad. No podía pensar en refugiarnos o encender una hoguera, la vida de Jane pendía de un hilo, un minuto más o menos podía significar la diferencia.
Eché de menos tener a Ellie a mi lado, o a Noah, o desde luego, a Jane. Ella me complementaba, sacaba lo mejor de mí desde que éramos pequeños. No podía haber crecido con ella y seguir la vida sin que estuviese ahí, era una aberración.
A la hora del crepúsculo, comencé a ver algo a lo lejos. Parecía un espejismo, de hecho comencé a dudar de mi propia salud mental y física. Quizá era solo una alucinación dándome lo que buscaba con tanta ansia.
– [Xander]Un poco más Jane.[/Xander] – le pedí. Ella no respondió, su respiración era cada vez más agitada y tenue. El miedo se instaló sobre mí, amenazador como una sombra oscura de la que no podías liberarte. Pero seguí andando, no podía permitirme nada más. Si miraba atrás, si cedía, si paraba, cualquier cosa podía significar que ella ya no estaría. Y no podía vivir en un mundo así.
Horas más tarde llegué al fin, el espejismo era real, la entrada a un Laberinto que tenía que ser el de Caitriona. Si existía la más mínima justicia, si el karma era una fuerza de la creación, aquél Laberinto debía ser el suyo y dentro estaría la respuesta a mis plegarias.
Eché de menos a mis madres y mi padre, los tiempos más fáciles donde mi mayor preocupación era que Jane no me hablase. Quizá si siguiera sin hacerlo estaría sana y salva en la Tierra en lugar de allí.
Pero no podía dudar.
Jane tenía que vivir.
Entré en el Laberinto.
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