Moondale

LA MUJER MÁS ALUCINANTE

Ruby – Dyavol

Noche

Dejé caer a la criatura montaña abajo con una patada y me limpié el cuchillo con el pantalón. Tras eso, lo guardé en el cinto e inspiré. Eché un vistazo a mi alrededor: estaba oscuro. Qué novedad.

Dyavol era un pedrusco casi carente de vegetación, repleto de seres deseosos de clavarme el diente, putrefacción y agua.

Mi último recuerdo antes de aparecer en este mundo infecto fue ese minuto de gloria en el que fui «La Moisés del sexo». Maldita la hora, también os digo. Las esferas no funcionaban y, por mucho que me gustase poner a prueba mis capacidades, estaba harta de ser poco menos que una rata que huye de un naufragio. Era una superviviente nata, mis habilidades eran de sobra conocidas y podía estar aquí ad infinitum, pero había algo que me ponía nerviosa y, aunque no fuera capaz de verbalizarlo, ahí estaba.

Recogí el hatillo en el que llevaba el puñetero pescado y fui de vuelta a la cueva. En Dyavol, a estas alturas, quedaban cuatro gatos. Por el camino no me entretuve. Lo hice de memoria: primero a la derecha, luego la izquierda, treinta metros en línea recta. Izquierda, izquierda otra vez, derecha…

Aparté los matojos de la entrada y avancé. La luz anaranjada me hizo saber que estaba en casa. El fuego se había mantenido y al fondo, en un catre improvisado que había hecho con unas maderas y unos trapos, estaba Cole. Aún no estaba recuperado del todo de su lesión en la pierna, pero pronto lo estaría.

– [Ruby]¿Cómo estás?[/Ruby]- pregunté dejando el hatillo sobre una piedra limpia.

Me acerqué a él y le pasé una mano por la frente. No tenía fiebre.- [Cole]La pierna me está matando. Por suerte, te tengo a ti[/Cole].

No pude reprimir una sonrisa. Cole me ablandaba. Cuando estaba a su lado, él era un cuchillo y yo poco menos que mantequilla.- [Ruby]No digas tonterías[/Ruby].- fui a alejarme para preparar la cena y él me sujetó la mano.

– [Cole]Eh, te debo la vida[/Cole].

Mi corazón latió con violencia.- [Ruby]No me debes nada[/Ruby].- carraspeé.- [Ruby]Por ti lo haría mil veces[/Ruby].

Él sonrió y sus ojos centellearon. Incluso postrado en una cama, Cole era como una bocanada de oxígeno.-[Ruby]Encontraré la forma de que podamos volver[/Ruby].- cogí el pescado y empecé a sacarle las tripas. Luego, tendría que quemarlas para que no apestara  la cueva.- [Ruby]Esta noche toca lubina…otra vez[/Ruby].

– [Cole]Te parecerá ridículo, pero voy a echar de menos esto. Incluso la lubina[/Cole].- le escuché decir mientras colocaba el pescado en la brasa.

Reprimí una carcajada. Estúpido Cole.- [Ruby]¿Me estás haciendo la pelota?[/Ruby]

– [Cole]¿Tanto se nota?[/Cole]- se incorporó con dificultad y me senté a su lado.

– [Ruby]No hagas eso que puedes empeorar las cosas[/Ruby].- le pedí, pero él hizo un gesto para que guardara silencio. Lo que tenía que decir debía ser importante.- [Cole]Con todo este tiempo que hemos pasado solos me he dado cuenta de que…[/Cole]- tragó saliva.

Nos miramos. Sus ojos eran de un color imposible.- [Ruby]¿De?[/Ruby]- susurré. Las lubinas se iban a chamuscar, pero a quién le importaba.

– [Cole]De que eres la mujer más alucinante que he conocido jamás[/Cole].- llevó su mano y me apartó el pelo, que estaba un poco más largo de lo habitual. Con cuidado, me lo colocó detrás de la oreja y con su mano me acarició el cuello.

– [Ruby]Yo…no sé qué decir. Me gustas…desde la primera vez que te vi[/Ruby].- confesé con un hilo de voz. ¿Dónde había quedado mi valentía?

Él sonrió y nos besamos. No fue bonito, ni sexy. Fue un beso descafeinado, monótono. Me sentí como si estuviera besando una piedra.

Me eché hacia atrás violentamente.- [Cole]¿Qué te pasa? ¿Quieres parar?[/Cole]- me preguntó nervioso y asentí. Él no dijo nada, solo me dejó espacio.

– [Ruby]Algo no va bien, Cole. Hay algo raro aquí[/Ruby].- miré sus ojos. No parecían los de siempre. Eran bonitos, preciosos, de hecho, pero no eran los de siempre.

– [Cole]¿Por qué no descansas un poco, cielo? Y así dejas de hablar como una tarada[/Cole]- la mano de Cole fue hasta mi cabeza y debí quedarme dormida, porque fui incapaz de detenerle.

Ojalá me hubiese dado cuenta en ese momento.

Dejé caer a la criatura montaña abajo con una patada y me limpié el cuchillo con el pantalón. Tras eso, lo guardé en el cinto e inspiré. Eché un vistazo a mi alrededor: estaba oscuro. Qué novedad.

Dyavol era un pedrusco casi carente de vegetación, repleto de seres deseosos de clavarme el diente, putrefacción y agua..

I can’t read your mind
Though I’m trying all the time
There’s something I don’t know
I can see it in your eyes

(Woman, Mumford & Sons)

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