IDRIS SOLO-NOVAK
MAÑANA – VALANTIS
Lo mejor de frustrarte en tu pisito de alquiler por no encontrar un portal a otro mundo tenía que ver con la noche loca para recuperarse del bajón. Alguna ventaja tenía que tener estar perdidos en unos años noventa de otro mundo en el que los los remake con los que habíamos crecido aún estaban en «make».
Al día siguiente me desperté con los primeros rayos de sol. Era sábado y Elle se había dado la vuelta para seguir durmiendo, así que después de admirar su maravilloso culo, me levanté y preparé el desayuno antes de ponerme un capítulo de Dragon Ball.
Para cuando Elle se levantó, Krilin había muerto un par de veces y ya había terminado la hora oficial de la televisión para niños. Cuánto habían cambiado las cosas que en el futuro ya no tenías que tragarte lo que te pusieran en los cuatro o cinco canales y en su lugar había televisión a la carta y canales solo para los pequeños de la casa. Y yo, claro.- [Idris]No soporto este canal.[/Idris]- dije mirando de reojo el supuesto programa de actualidad en el que se dedicaban a incitar el odio contra cualquier ser vivo. Que no fuera hombre, cis, hetero o blanco.
– [Elle]No te gusta nada últimamente. Te estás amargando, Dris.[/Elle]- bromeó, dándome un beso en la mejilla. La estreché contra mí apoyando la mano en su cintura y miré esos ojos que parecían un mar en calma. A su lado las molestias de vivir en un tiempo intolerante parecían una nimiedad. Al menos eran los noventa y no cualquier época anterior.
– [Idris]Demasiados anuncios. [/Idris]- repliqué sin separarme. – [Idris]Y ésta productora tiene que ser de un cerdo. No hacen más que meter problemas entre vivos y sombras.[/Idris] – añadí, quitándole el volumen. Sus palabras de odio eran muy parecidas a algunas que ya conocía, solo que dirigidas a otro colectivo. En este caso lo tenían aún más fácil, habían muerto, ¿por qué no iban a ser sus esclavos?
– [Elle]Estás a nada de convertirte en la Rosa Parks de los señores de aquí.[/Elle]- dijo ella, dando un sorbo a su café matinal. Bien cargado, me había hecho un experto de la máquina de espresso que habíamos conseguido en una ganga. A falta de las comodidades del futuro, me había buscado la vida y ya me salían formas más o menos firmes con la espuma. Vale, mis corazones acababan pareciendo penes, pero la intención es lo que cuenta.
– [Idris]Y señoras, que aquí hay una poquita de homofobia, machismo, racismo y sombrafobia.[/Idris] – técnicamente el racismo era un tema del pasado, sin embargo por mucho que aquí tuvieran la esclavitud de los Sombras, seguía siendo la época de los negros arquetípicos en televisión. Los graciosos, los de vida turbia relacionada con las drogas, los raperos…
– [Elle]¿Sabes lo único que me gusta de este mundo?[/Elle] – comentó, levantando la vista de su desayuno.
– [Idris]¿Idris el Guapo?[/Idris] – pregunté, sentándome a su lado para darle un beso en la mejilla. Apoyé los codos en la barra de la cocina y la miré. El piso que habíamos conseguido alquilar era pequeño y viejo, pero siempre lo recordaría como el primer sitio en el que habíamos vivido juntos.
– [Elle]Que estás tú en él.[/Elle]- confirmó, guiñándome un ojo.
– [Idris]Lo sabía.[/Idris] – le di un beso en los labios, podía notar el toque de chocolate que añadía a su café.
– [Elle]Bueno, cómo salimos de aquí? Estoy cansada de vivir en Wandavision.[/Elle] – pensé en lo viejos que éramos, haciendo referencia a series que eran un éxito cuando nacimos, aunque aquí serían aún más años en el futuro que en nuestro pasado.
Me apoyé más firme en la mesa, pensativo. Lo peor de pensar en irnos no era no saber cómo, si no ser consciente de que seguro que lo conseguíamos y tras vivir meses juntos, siendo por fin un «algo», cualquiera volvía a la Tierra a estar separados cada uno en la casa de sus padres. Pero tampoco me atrevía a plantearle eso. Oye Elle, he pensado que si salimos vivos de esta y atravesamos el espacio-tiempo hasta la Tierra podríamos irnos a vivir juntos. Visto en perspectiva no era lo más raro de nuestra situación.
– [Idris]Lo único que no hemos probado es esto. [/Idris]- rebusqué en la chaqueta que había llevado el día anterior al trabajo y saqué un panfleto un poco más arrugado de como lo recordaba. – [Idris]No se parece a Melinda pero tiene buenas referencias.[/Idris] – aunque quizá no llorase igual de bien. Y pensar que 9-1-1 me parecía bizarro.
En el panfleto aparecían unas constelaciones y superpuesta sobre ella en un estilo muy noventero, el nombre «Madame Vastra», junto al número de contacto y la dirección, oh, y una joya de correo: «madamevastra8@hotmail.com». De cuando todavía no había monopolio de Infinity.
– [Elle]Pues vamos ahora mismo.[/Elle] – dijo levantándose de la silla, por suerte habiéndose terminado el desayuno, porque nada da más rabia que la forma en la que dejan la comida en la ficción para hacer cualquier cosa. ¿Es que nadie les ha enseñado modales?
– [Idris]¿Me voy a tener que quitar la bata un domingo?[/Idris] – pregunté, con un poco de apego, se estaba tan calentito.
– [Elle]Deberías, sí.[/Elle] – dijo dándose la vuelta y respondiendo a mi reticencia con una imagen de su espalda desnuda tras tirar la parte de arriba del pijama al suelo. Estúpido Idris, por qué eres tan básico.
– [Idris]Es una pena, es muy suave, como si no llevara nada…. llevara nada.[/Idris] – dije siguiéndola mientras me deshacía de todas las prendas que podía rápidamente. – [Idris]llevara nada.[/Idris] – añadí contoneándome.
Un rato más tarde. Bastante rato. Un par de horas más tarde al menos. El caso es que ya estábamos en la calle, vestidos para matar a la moda de los noventa. Eso sí, sin gorra, pero con colores y estampados que parecían sacados de la intro de ‘Salvados por la Campana’.
Caminando por la calle del brazo de Elle me hacía ir más erguido de lo habitual y sonreír todavía más ampliamente cuando me cruzaba con caras conocidas, casi siempre del mismo tono de piel que yo.
– [Elle]Es como vivir con Mahersala Ali.[/Elle] – me halagó, ya sabía que era mi ídolo de la infancia. El barrio en el que habíamos alquilado no era un sitio de ricos, si no el típico lleno de gente humilde.
– [Idris]Soy un tío de barrio, que le vamos a hacer. [/Idris]- comenté saludando a DeShawn, que iba directo a abrir la peluquería. Solía ir allí a que me cortaran el pelo mientras me enteraba un poco del sitio en el que vivíamos y trataba de coger pistas para salir del mundo. Por suerte aunque estaba lleno de espontáneos que iban a dar charla, ninguno de ellos era Eddie Murphy haciendo chistes hirientes.
– [Elle]De barrio rico.[/Elle] – puntualizó ella.
– [Idris]Eh, la cuestión no es la pasta que tienes. [/Idris]- me defendí. Había tenido que pelear para que los del barrio dejaran de verme como el tío rico, ajeno a lo duras que eran sus vidas, sus luchas por conseguir salir adelante cuando el mundo no deja de ponerte la zancadilla porque ya has empezado la partida con saldo negativo. – [Idris]Soy negro, hasta de elfo, y estoy orgulloso. [/Idris]- afirmé. Me habría sentido un poco engañado si mis padres hubieran sido elfos claros. Hubiera tenido siempre la duda de si estaba haciendo «whitewashing» o «blackface».
Ella asintió y me apretó la mano para darme apoyo. – [Idris]Cuando tu madre es blanca como la leche y tú padre negro como el café, la gente te intenta clasificar mucho, normalmente tirando hacia el latte. [/Idris]- admití sonriendo. Desde pequeño fui consciente de que mi tono de piel era más oscuro que el de cualquiera de mis padres, por suerte ellos fueron siempre sinceros y las cosas encajaron pronto. Pero cuando vi lo que hacía el mundo, decidí estar orgulloso de mi piel y mi herencia, sin dejar de estarlo nunca de mi maravillosa madre.
– [Elle]¿De pequeño te dabas cuenta de esas cosas?[/Elle] – preguntó, intrigada.
– [Idris]¿De qué era el negro oficial de mi colegio?[/Idris] – repliqué sin tapujos. Había tenido que lidiar con todo tipo de personas sin que fueran conscientes de que positiva o negativa, era discriminación igual. – [Idris]Sí, desde pequeño. Luego con Mike ya éramos dos pero él, ya sabes..[/Idris] – admití, suponiendo que todo el mundo se había dado cuenta.
– [Elle]¿Él qué?[/Elle] – preguntó, mirándome.
– [Idris]Es como un huevo Kinder, negro por fuera, blanco por dentro.[/Idris] – resumí, echándome a reír.
– [Elle]No es gracioso.[/Elle]- defendió ella, negando con la cabeza mientras se aguantaba la risa. No pasaba nada, Mike había decidido vivir su vida tratando de ser ajeno a las diferencias. Era otra clase de lucha, nada que ver con mi perspectiva.
– [Idris]¿Qué no? Todo lo que digo es: a) verdad y b) divertido. [/Idris]- repliqué frotando mi nariz con la suya. – [Idris]Mike pasa del debate racial y yo intento aportar desde mi posición algo más privilegiada.[/Idris] – resumí. O al menos lo intentaba, desde aquí solo podía tener fe en que a los Drow les fuera bien. Mi lucha allí era más cercana a lo mundano, aunque terminara dándoles un propósito como luchadores contra el mal. Aquí, enfrentándome a entidades capaces de cumplir cualquier deseo o cambiar lo que desearan, me sentía insignificante.
– [Elle]A lo mejor me he equivocado de hermano…[/Elle] – bromeó ella. Fingí mirarla mal. Era curioso que a la hora de la verdad las parejas de Mike tendiesen más a compartir su tono de piel mientras que a mí me daba igual.
– [Idris]Eh, yo no discrimino y menos a alguien tan maciza.[/Idris] – alcé una ceja y le silbé, quizá demasiado alto porque ella pareció sonrojarse. – [Idris]Siento ponerme intenso es que en este mundo la policía me mira como lo hacían muchos antes de saber quién era mi padre.[/Idris] – aseguré. Hacía cinco minutos había empezado a caminar más despacio al cruzarme con un coche patrulla para que no pensaran que tramaba algo.
– [Elle]Espero que nos vayamos pronto de aquí.[/Elle] – me apretó la mano y se pegó a mí. Por malo que fuese todo lo demás, estar con ella no tenía precio.
– [Idris]Con lo bien que me lo estaba pasando jugando a las casitas, seguro que sí, tengo esa suerte. [/Idris]- suspiré, no quería que se acabara, pero tampoco iba a dejar que mi inseguridad nos lastrara. Todavía teníamos mucho que disfrutar en la Kvasir y en la Tierra, estaba seguro.
En ese momento llegamos a la dirección. Era un edificio no muy nuevo. Nos acercamos al portal y llamamos al timbre. Subimos en un estrecho ascensor que me dio ideas lascivas, como casi todo en el mundo, y cuando salimos al descansillo vimos que una de las puertas estaba abierta y de ella emanaba un aroma a incienso y alguna hierba más que no reconocí. No era licántropo, ¿vale?
Pedí a Elle que entrase ella primero porque mi masculinidad no es nada frágil y me daba miedo que la señora fuera a descuartizarnos. Si era el caso, Elle estaba más cachas.
La realidad que nos encontramos involucraba muchos tapetes de ganchillo, una tetera echando humo, un loro y dos o tres gatos.
– [b]¿Venís para saber si será niño o niña?[/b] – preguntó una señora bajita, con aspecto de haber estado preparándose un té en lugar de planificar su engaño. De hecho en ese instante estaba . Al hablarnos no nos miró y parecía que no le interesábamos mucho.
– [Idris]No, eso está decidido, vamos a tener octillizos, así seguro que hay de todo. [/Idris]- bromeé.
– [Elle]Esto no va a salir bien…[/Elle]- murmuró ella. Entonces la señora se giró al escucharla y la miró fijamente.
Caminó hacia nosotros renqueando un poco de una cadera. Bien, si resultaba ser un zombie o una bruja caníbal no iba a ser de las rápidas. Acercó una mano arrugada de dedos finos y tomó la de Elle, observando su palma.
– [b]Niña, mi niña, tú si tienes un destino grandioso.[/b] – tiró de ella para sentarla al otro lado de una mesa redonda, sin soltarle la mano. – [b]Y terrible. En tu mano están las decisiones que guiarán uno u otro camino.[/b] – me acerqué a ellas y le puse una mano a Coquito en el hombro.
– [Elle]Eh…Gracias.[/Elle] – comento respecto a lo primero, mientras se guardaba para sí la segunda parte, sin duda pensando en lo que Xander y Owen habían escuchado en Dagrknot acerca de los Vanir.
La mujer se levantó y colocó una taza de su té hirviendo frente a Elle. – [Idris]Supongo que para mí no hay té.[/Idris] – me quejé. Fuera era verano puro, pero me sentía un poco abandonado.
Ella me respondió fulminándome con la mirada. Su rostro estaba surcado de arrugas y sus ojos me atravesaron haciéndome creer que no era la típica embustera. – [b]Me gusta tu lengua ligera, pero cuidado con hablar de más. Los elfos oscuros habláis demasiado.[/b] – sentenció, sin apartar la vista de mí. Ahora sí que me acababa de creer sus poderes. Elle se terminó el té y la mujer cogió la taza para observar las hojas. – [b]Vuestro destino está lejos de esta tierra, cruzando un portal a otro mundo.[/b] – empezó a decir.
– [Idris]No tendrás un GPS en esas hojas ¿eh?[/Idris] – bromeé, las profecías y el destino me ponían nerviosillo.
– [Elle]¿Usted podría decirnos cómo cruzar el portal?[/Elle] – preguntó Coquito, siempre tan amable. La mirada asesina que me había dirigido a mí la Baba Yaga cambió a una más dulce, como si Elle fuera Caperucita y ella la abuela, la de verdad, no el lobo haciendo drag.
– [b]Andando chiquilla.[/b] – y luego la vieja se quejaba de mí. – [b]Pero encontrar a su guardián y liberarlo, ah, eso es distinto.[/b] – puntualizó. Entonces todavía quedaba un portal activo, protegido por un guardián al que había que liberar. Hasta ahí, captado, pero si acabábamos de ayudar a vencer a Antailtire, ¿qué había sometido a un guardián ancestral del portal entre mundos?
– [Elle]Muchas gracias.[/Elle] – que bonica era mi Coquito, siempre tan educada.
– [Idris]¿Tenemos que seguir al conejo blanco?[/Idris] – si la experiencia de los Moondies nos decía algo era que la palabra guardián iba asociada a unos seres que hacían que la verdadera fantasía diese comienzo.
– [b]Conejo no, cerdo más bien, o eso era antes de que fuera corroído por la oscuridad.[/b] – aclaró. ¿El guardián era un cerdo? ¿Íbamos a luchar con Porco Rosso? – [b]No veo que será ahora, pero sí qué hace.[/b] – añadió, igual de críptica. Por eso las profecías me ponían nervioso, porque acababan siendo un galimatías en el que podías terminar entendiendo cualquier cosa.
– [Elle]¿Y qué hace?[/Elle] – menos mal que estaba Coquito para ir al grano.
– [b]Tejer sus mentiras y manipular.[/b] – ¿Un cerdo araña? – [b]Y aquí ha encontrado su sitio.[/b] – cogió el mando de la televisión y puso una de las tertulias que tanto detestaba, en ese momento alguien estaba soltando una perla de por qué las mujeres no eran buenas teniendo Sombra a su cargo. Espera, ¿estaba diciendo que el guardián cerdo tenía algo que ver con el programa?
– [Idris]¡Sabía que era un cerdo![/Idris] – grité sin darme cuenta.
– [Elle]¡Vamos! Muchas gracias por ayudarnos.[/Elle] – replicó Ellie levantándose.
– [b]Cuidado pequeña Vanir. El poder es un arma de doble filo.[/b] – replicó la mujer levantándose. – [b]Y atenta a los más cercanos, pueden no ser quienes creemos.[/b] – ya sabía yo que no nos íbamos a conseguir marchar sin un mal augurio.
– [Idris]No podía dejarnos ir sin una profecía chunga.[/Idris] – dije mientras bajábamos en el ascensor. Coquito se había quedado pensativa, así que intenté distraerla. – [Idris]¿Sabes dónde producen esto? [/Idris]- en casa habría sido tan fácil como buscarlo en Infinity pero allí no me apetecía ir a un sitio con internet para conectarme.
– [Elle]Este pueblo no es muy grande.[/Elle]- respondió tirando de mí para salir a la calle. Al menos parecía más animada, cuanto más vueltas le diese a las palabras de la vieja, mejor, bastantes mal rollo le daba ya su legado maldito.
Después de un par de calles, encontramos una tienda de electrónica de esas que solo podía haber en el pasado, donde varias televisiones estaban sintonizadas en el programa de Babe el guardián valiente. Le señalé a Coquito las imágenes.
– [Idris]Y aun así seguro que toca irse lejos.[/Idris] – cinturones de tachuelas, mechas, bronceado falso, chándal, vaquero y ombligos al descubierto con piercing evidentes. Solo podía ser una época. – [Idris]Esa ropa, esos gritos, ese cringe y esas locuras… tiene que ser en los 2000.[/Idris]
– [Elle]Prepárate para los pantalones cagaos.[/Elle] – replicó ella, sonriendo. Tocaba preparar un viaje a los 2000, que al parecer eran la cuna de la telebasura que tanto gustaba en los 90. Ya podían haberse fijado más en los 80 o en su propia época. ¿Veis? Por eso las décadas del siglo veinte tienen que jugar separadas. Moraleja, no juguéis con el espacio-tiempo.
– [Idris]¿Me tiño el pelo de rubio y me pongo un montón de piercing?[/Idris] – evidentemente estaba pensando en la película biográfica sobre Dennis Rodman y sus clásicas pintas.
– [Elle]Por favor.[/Elle] – respondió ella.
Con la esperanza de su sonrisa como último recuerdo bonito en mi mente, saqué la brújula y le eché todo mi espíritu. Si alguna vez iba a funcionar y a entenderla en ese maldito Cúmulo, sería esta. Y sí, di un salto al ver un punto a lo lejos, tenue, difuminado, eso explicaba por qué no lo había visto otras veces, porque apenas estaba activo.
– [Idris]Venga, tenemos un cerdo totémico que liberar.[/Idris] – y como no podía ser menos, en lugar de echar a correr, después de darle un beso bien largo, la arrastré a una tienda de ropa porque cualquier excusa era buena para comprarse un disfraz.
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