Moondale

WHEN FEAR ARRIVES II

XANDER ECHOLLS

– [b]Alexander, despierte. Es hora de la medicación.[/b] – dijo una voz. Xander abrió los ojos y vio el rostro conocido de Jane. Parpardeó un par de veces para salir de la ensoñación y se fijó en que llevaba un atuendo de enfermera. Había soñado algo parecido alguna vez, pero Jane no se acercaba.

Trató de mover los brazos y fue incapaz. Descubrió entonces que llevaba una camisa de fuerza y de pronto todo empezó a tornarse más claro. Las paredes acolchadas, el dolor en el cuerpo por el camastro en el que debía pasar los días.

– [Xander]¿Qué estoy haciendo aquí? La Nave, los demás…[/Xander] – preguntó, confundido. Sus fuertes brazos trataban de soltarse pero no podían.

– [b]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros.[/b] – recitó, como si estuviera habituada a ello.

EZEQUIEL

Aquél bosque. Cada árbol, cada brizna de hierba, cada veta en la madera de la cabaña que él mismo había construido. Lo recordaba a la perfección pese a haber pasado tantos años. Quizá era una maldición que de todo, eso no hubiera sido capaz de olvidarlo.

Escuchó un ruido a sus espaldas y se giró para descubrir a una pequeña caminando hacia él. – [Ezequiel]¿Floriana?[/Ezequiel] – corrió hacia ella y la abrazó. Se sentía real bajo sus dedos, olía a ella.

– [b]Papá, ¿qué haces?[/b] – preguntó ella. Su voz era la misma, no la había olvidado en los siglos que habían pasado desde su muerte.

JANE WILLIAMS

– [Rebecca]¿Jane? JANE.[/Rebecca] – gritó una voz a lo lejos. Jane abrió los ojos, sobresaltada. Reconocía la voz, al igual que reconocía perfectamente la habitación en la que se encontraba. La que había compartido con su hermano Owen hasta que le pasaron a compartir cuarto con Elliot.

Jane se puso en pie, no sabía cómo había llegado allí, pero después de tanto tiempo lejos de casa, necesitaba una muestra de que había vuelto.

Abajo, a los pies de la escalera, estaba su madre, Rebecca, tal y como la recordaba. Tenía el rostro pálido y cara de haber dormido mal. Allí sentado en la mesa de la cocina estaba su padre, Dominic, desaliñado y con aspecto de haber bebido.

ELLIOT WILLIAMS

Estaba confuso al principio, pero tras caminar un rato entre la multitud, solo podía pensar en que había demasiada gente, no en cómo había llegado allí. Decidido a aislarse, sacó los auriculares sin sentir el tacto del cuero de su bandolera y se los colocó.

Le reconfortó dejar de escuchar a la muchedumbre. Buscó una canción que le relajase y le dio al play. Tras unos segundos sin escuchar nada, probó con otra, nada. Se quitó los auriculares y trató de poner disimuladamente el altavoz de la Infiniband para ver si había algún problema, pero seguía sin escucharlo.

Tardó un minuto en darse cuenta de que tampoco escuchaba ya la muchedumbre, pese a seguir en medio de ella. No podía escuchar nada. Pero eso no era todo, pasó corriendo por uno de sus puestos de comida callejera favorita y fue incapaz de olerlo. Estaba empezando a perder el resto de sentidos además del tacto.

JULIA ROSE GARLAND

Julia recordaba aquellos pasillos repletos de plantas de diversas clases, vivas, prometedoras, como un arca. Por eso supo que todo había cambiado, porque las plantas volvían a estar allí, en los pasillos.

Quizá todo había sido un mal sueño, uno en el que viajaba en el tiempo para conocer a los héroes de los tiempos antiguos, para sufrir penurias y para acostumbrarse a vivir sabiendo cómo iba a suceder todo.

Por instinto fue hacia la biblioteca, cruzándose con rostros conocidos. Cuando las puertas se abrieron allí estaba él, Duncan, como si nada hubiera sucedido. Le sonrió y ella pensó que todo iría bien, hasta que vio que su mirada se fijaba tras ella, hacia Keira.

 

CAITRIONA


El fuego devoraba el bosque. Los chillidos de niños y niñas faë eran ahogados por los gritos de los soldados humanos. Hombres, arrasando su hogar, su futuro, llevándoselo todo porque podían, porque querían asentarse allí, porque buscaban un tesoro oculto. Siempre era la misma historia.

Pero no, aquello no estaba bien, aquél mismo día había hecho el pacto para vengarse, el pacto que le había dado poder para no sufrir de nuevo. ¿Entonces qué hacía allí? ¿Ereshkigal la había devuelto a esos tiempos oscuros por ayudar a los Daë? Había notado que su magia decrecía, que el poder de sus pactos se esfumaba, pero aquello no se lo esperaba.

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