XANDER ECHOLLS
TANTEION
— [Jane]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros. [/Jane]— recitó, como si estuviera habituada a ello.
Mis brazos siguieron tratando de hacer fuerza, pero parecía que la constitución aesir me había abandonado. Quizá me habían drogado, pensé. Sin embargo era Jane la que tenía ante mí, la veía con total claridad, pese a que mi cabeza parecía embotada, adormecida, como si acabara de despertar de un largo letargo que no terminaba de desvanecerse del todo.
Jane volvió a repetir aquél mantra. — [Jane]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros. [/Jane]— por más que lo intentaba, no lograba zafarme de la camisa de fuerza. Pensé que tratar de liberarme tampoco me haría ningún favor, así que traté de calmarme.
La situación escapaba a mi control, solo tenía a mi mente como aliada, pero, ¿de verdad la tenía? Repasé los oxidados conocimientos de mis estudios. Si estaba inmerso en una alucinación, no sería capaz de enterarme de qué es real y qué no.
Lo último que recordaba era cruzar el umbral hacia la Luna Viltis con Jane y Caitriona, después de haber entregado mi alma para que ella recuperase la vida. No podía decirlo en voz alta, me tomarían por loco. Viajes en el tiempo, en el espacio, vivir en una nave abandonada y enfrentarnos a encarnaciones mágicas de la esencia zodiacal de los planetas. No había por dónde cogerlo.
– [Xander]Jane, necesito salir de aquí.[/Xander] – supliqué, tratando de mantener la compostura.
– [Jane]Señor Echolls, saldrá cuando se encuentre mejor. Sus padres y su hermana estaban muy preocupados.[/Jane] – dijo, acercándose. Olía como ella, ese perfume fresco y distintivo que solo podía venir de ella.
– [Xander]¿Mi padre, mi madre…Elle y mi madre Sasha están bien?[/Xander] – pregunté. Necesitaba saber más de mi situación, poner las cosas en su lugar. Noté un dolor punzante en la sien y cuando me quise dar cuenta, percibí que un tic molesto se me había instalado en el ojo. No sería nada, estrés, seguramente.
– [Jane]¿Su madre Sasha? Usted es Alexander Echolls, hijo de Daniel y Sarah. Su hermana se llama Elle. ¿No lo recuerda?[/Jane] – preguntó con el bolígrafo preparado para tomar nota.
– [Xander]Ah, perdón estoy, algo desorientado.[/Xander] – No podía estar loco, no, no podía pasarme eso. Mi mente era mi refugio final, el único sitio al que recluirme para calmar el agobio por todo lo que sucedía. ¿Y me estaban diciendo que era una prisión? ¿Que todas mis aventuras eran un sueño, que ni siquiera tenía dos madres?
De nuevo otro dolor punzante en la frente. Todo se volvió blanco por un instante y empecé a ver fogonazos. Una cuchara afilada en mi mano, sangre en el suelo manando de la herida de un guardia de pelo oscuro. Recobré la consciencia mientras me tumbaban varios enfermeros. – [Jane]Seguridad, ha atacado al Doctor Soberano.[/Jane] – alcé la vista. Allí estaba, el Soberano, Antailtire, muchos nombres y muchos rostros. Seguro que había montado todo aquello, que trataba de engañarme.
Pero entonces me vi en el espejo, desbocado, con una mirada que evocaba pura locura. ¿Quién era, cómo podía confiar en nada si no podía fiarme de mi propia cabeza?
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