Moondale

MIEDO Y ESPERANZA

EL MENTOR

ESCUELA LEGADO

El Mentor depositó la taza de café en la mesa, procurando que la cerámica caliente no entrase en contacto con la madera, y se frotó las sienes, observando el objeto que se encontraba a unos pocos centímetros de la taza.

La piedra Daë era una reliquia cuya existencia conocían muy pocos. Durante años, había sido un recuerdo de un tiempo pasado, un tiempo de hazañas y sacrificios que nadie recordaría en un siglo. Pero desde hacía ya más de un mes, se había convertido en el único medio que tenían para saber si sus hijos e hijas se encontraban bien.

Y con un suspiro, ese último mecanismo para no perder la cordura se había esfumado. Nadie respondía ya al otro lado. Pero no porque no estuviesen disponibles. Algo iba mal, una especie de bruma oscura se había extendido desde el interior de la piedra y ahora oscurecía ya gran parte de su brillo.

Él tenía un presentimiento de qué significaba todo aquello, al igual que Diana y los demás. Esto no era un problema que hubiera podido ocultarles hasta haber tenido una solución.

Esa bruma les decía que sus hijos e hijas estaban vivos, sí. Pero se enfrentaban a una de las fuerzas más temibles de la existencia. Sus propios miedos.

Christopher fue consciente de las botellas de alcohol que había una sala más abajo, en la parte restringida a alumnos de la Escuela. Eran una muestra de confianza por parte de los demás, pero el miedo a caer en ello seguiría siempre acechando. En aquél instante todo parecía una broma cruel de la vida.

No dejaba de pensar en la depresión de Amy, en la inseguridad de Kaylee, en la extrema madurez de Vera. Tres pilares a los que el miedo se agarraría con firmeza. Christopher había sobrevivido, gracias también a la ayuda de los demás. Pero también habían muerto otros siendo incapaces de salir de aquél lugar.

Y aun así, con todo el mundo preocupado por cómo superarían sus miedos, el Mentor no dejaba de ver un paso más allá. Si superaban sus miedos, su posición como Daë estaría marcada a fuego, destinándoles a entrar al Axis Mundi. El lugar donde él mismo había muerto y del que solo consiguió volver por pura suerte. Al final, si no les mataba el miedo, podría hacerlo la esperanza de volver a casa.

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