Moondale

Autor: Cara Elle Arkkan

  • EL PALO ROSA DE MEAR

    Cara Elle – Bosque de los lobos

    Tarde – Noche

    Os voy a contar una cosa de las batallas que quizás os sorprenda: no molan. Las películas, las series y los libros las venden como si fuera inevitables, pero la mayoría de las veces, lo son. Si algo había aprendido de mi «infancia» con Elizabeth y Daakka, era el poder de hablar para solucionar las cosas.

    Por ejemplo, alguna vez he querido pegarme con alguien por hablar en el cine o por colarse en el supermercado, pero no lo he hecho. Otras veces he querido matar y deshacerme del cadáver con disimulo por pegarle una patada a un perro, pero también me he aguantado. ¿Por qué? Porque Elizabeth no me dejaba. Porque no está bien. Pero ahora estábamos luchando y tenía que creerme que la balanza moral que te prohíbe hacerlo normalmente, dejaba de funcionar en momentos como ese.

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  • Cara Arkkan| Templo de los Guardianes, ‘Axis Mundi’| Prueba de Virtud

    Noche

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    Como Kaylee no tenía ganas ni de hablar ni de escuchar, me dediqué a insultar a los Grandes Poderes con todas las palabrotas que conocía y con algunas inventadas. Fue bastante divertido hasta que las antorchas se apagaron y me quedé sola en la oscuridad, pero como ya tenía práctica, me hice la valiente y eché a correr para perderme en la negrura. Era una sensación agradable, porque solamente daba gritos y corría como una loca, como cuando a Éowyn y a Freya les tiramos una pelota que cogen con la boca y aprietan muy fuerte para que no se les caiga de la felicidad.

    Así estuve un tiempo, hasta que dejó de ser divertido. Es curioso cómo las cosas dejan de ser divertidas de un día para otro, quizás eso sea madurar, aunque no creo que para las manzanas deje de ser divertido estar en el árbol y por eso se caigan. La cuestión es que dejé de correr y de reírme, frenándome en seco como Elizabeth cuando está a punto de saltarse un semáforo en rojo, buscando con las manos la pared de piedra que me recordaba que eso no era el Vacío, pero no aparecía. Aguacé el oído y empecé a escuchar susurros: la del Pelo Rojo me llamaba. Quería que le contara mis secretos, que le dijera cosas del de La Sonrisa de Loco, quería hacerme daño la cabeza como otras veces. Se me erizaron los pelos de la nuca y temblé con fuerza, no podía dejarle que me hiciera pequeña otra vez. A su lado, era una mota de polvo en el Vacío, pero no podía consentirlo. Empecé a pensar en Daniel, en todos los libros que me había prestado de Percy Jackson y de Harry Potter, que me habían ayudado a la hora de escribir en este diario y también como primer paso para comprender Canción de Hielo y Fuego. Pensé en Vincent, en todas las veces que me acompañaba a pasear a Éowyn y a Freya, porque éramos un poco novios, aunque no tanto como él quería, porque no nos besábamos con lengua. Y me acordé de Daakka, imaginé que me daba la mano y que hacía rayos con su cuerpo para freír a La del Pelo Rojo. Con los ojos cerrados, me concentré en la mano de Daaka y avancé por el pasillo ignorando los susurros, el suelo que debía haber bajo mis pies a punto de quebrarse y el hecho de que no había nada a mi alrededor.

    Cuando los abrí, las antorchas habían vuelto a encenderse y enfrente de donde yo estaba había un chico y una chica, ambos con los ojos claros y el pelo negro, la piel pálida y unas cabezas (una cada uno, claro) que hacían que la de Dominic pareciera pequeña. Estaban frente a una puerta con grabados en un idioma extraño y sólo una ranura para un único colgante, por lo que supe que no estaban ahí para ayudarme.-
    ¡Fuera de la puerta, raros!
    – Les grité a modo de saludo. En realidad, no les estaba saludando, quería que se fueran a su casa a darse besos, pero en los libros siempre ponen cosas así.

    ¿A quién llamas raro? Somos gloriosos aesires. ¿Puedes decir tú lo mismo? – Me preguntó el chico mirándome con los ojos muy abiertos y me dieron ganas de pegarle un puñetazo, primero por ir de listo y segundo por no saber que el plural de “aesir” es “aesirs”.

    No sois aesirs, así que largo.- Chasqueé los dedos como había visto hacer a algunas afroamericanas en las películas.

    ¿Quién eres tú para decir lo que somos o lo que no?– La chica, que tenía unos ojos que le ocupaban gran parte de la frente, hablaba como si supiera lo que decía pero se notaba que el cerebro lo usaba poco.

    Me quedé callada unos segundos mientras contaba con los dedos. Según había dicho Christopher muchas veces, en el mundo quedaban tres aesirs: Mi hermano, Dominic y Logan Villiers, así que las cuentas no salían.- Quedan tres aesirs en el mundo, no cinco.

    ¡Somos los únicos aesires! – El tío dio una patada en el suelo y agitó mucho los brazos, como si eso fuera a darle la razón. Por mucho que se empeñara, los AESIRS eran siempre hombres, las mujeres éramos…otra cosa. – Hermanita, vamos a darle una lección. – A pesar de que se parecían, estaba convencida de que eran novios, pero cuando dijo “hermanita”, estuve a punto de vomitar.

    Cuando te pones así de interesante…– La tía aquella de los ojos gigantescos que parecían tener vida propia dejó escapar una risilla de tonta.- Eso, vamos a darle una lección a ésta, que no sabe que está tratando con los Verdaderos Aesires.- Estuve a punto de sujetarlos por los hombros para gritarles que no se decía “Aesires”, pero empezaron a mirarse como cuando en Juego de Tronos están a punto de tumbarse para hacer bebés sin hacerlos. Al ver que sus bocas se acercaban y él le llevaba su mano al culo de ella, carraspeé, di un par de patadas al suelo y bailé la Macarena, pero nada sirvió, porque les gustaba besarse, algo que me habría parecido bien si no hubieran sido familia.- ¡Los hermanos no se besan en la boca!– Me fijé y vi que los besos en la boca pueden ser más frotar los labios, que estaba la opción de que tu lengua acariciase la de otro y pensé en que me gustaría probarlo, pero desde luego no con Daniel.

    Estuve a punto de plantearme la posibilidad de dejar de observar la clase avanzada de besos para introducir el colgante, cuando de sus bocas comenzó a salir un humo negro que acabó formando una bestia de más de dos metros formada de ese mismo humo. Deduje entonces que si te besas mucho con alguien, puedes tener un bebé sin necesidad de enseñarle el agujerito por el que no haces pis.-Nuestra relación va más allá, nunca lo entenderías, porque no eres aesir y tenemos que mantener la pureza. – Comentó dejando de besar a la cabezona durante una milésima de segundo.
    ¡Cállate, guarro que besa a su hermana en la boca como los novios!– Le chillé, pero no dejaron de besarse ni cuando el bicho gruñó y empezó a dar manotazos que hacían que no pareciera hecho de humo negro, así que di un grito y me encaramé a lo que debía ser su cara. Definitivamente, si estaba hecho de humo, no lo parecía. Como no me daba miedo que abriera la boca, le di golpes y puñetazos, que hacían que protestara e intentara morderle o darme con las manos, pero era demasiado pequeña y él demasiado tonto, así que busqué en el cinturón de mi pantalón de cuero y saqué un cuchillo pequeño que me habían dado por si necesitaba protegerme. Sin pensar mucho, se lo clavé en el cuello y el bicho se deshizo volviendo a entrar en sus bocas. Seguramente, no estaría muerto y si se besaban nuevamente, aparecería.

    Ahora te vas a enterar, rubita que te crees más lista que los aesires.- La cabezona agarró al hermano por el pelo y lo atrajo hacia ella. Los besos se volvieron más asquerosos y se estaban emocionando tanto que estuve segura de que iban a quitarse la ropa, pero no tuvieron tiempo, porque salieron más bichos que sí, serían más pequeños, pero tenían el mismo mal humor que Daakka cuando vienen las facturas de la luz y pretende convencernos de que él podría iluminar toda la casa. Me fijé en el hueco del colgante, que no estaba muy lejos y supe que no podría contra todos los monstruos, así que eché a correr en dirección opuesta, que era donde estaba la puerta y coloqué el colgante con rapidez, casi sin mirar los dibujos del hueco. Los bichos me siguieron, pero yo era más rápida, así que recogí el colgante, pasé y escuché cómo la golpeaban intentando pasar. Por suerte, el ruido duró poco.

    Me costó volver a acostumbrarme al paisaje nocturno. Afortunadamente, estaba acostumbrada a la oscuridad y aunque no me gustaba, no me costó fijarme en me encontraba en un bosque, que por suerte no estaba nevado. Me adentré en él no sin miedo y me apoyé en los árboles para no perder la sensación de seguridad, pero algo me seguía, estaba segura. Había pasado tanto tiempo sola que podía notar las pisadas de una persona, pero cuando me giraba, ya no estaba. Aproveché para mirar por el rabillo del ojo y vi un destello rubio que no tardó en tornarse oscuro. Apuré el paso y me adentré más en la arboleda, pero la sombra me seguía, hasta que, finalmente, me tocó el hombro. Grité con fuerza y al girarme, ya no estaba, pero el miedo se me había quedado dentro, como si me hubiera atravesado para retorcerme el corazón.

    El bosque estaba cada vez más oscuro y podían ver cómo montones de ojos esperaban para hacerme daño. No me quedó más remedio que echar a correr en dirección a un claro, porque el miedo era más grande que yo.

    Llegué al claro cansada, más por el miedo y el exceso de a hadrenalina adrenalina que por la carrera. Miré a mi alrededor y vi más bosque, pero no tuve tiempo de adentrarme en él, porque una flecha impactó al lado de mi pie.- Sal y dile a Cara quién eres en vez de tirar flechas a los pies como los cobardes.- Le increpé a la nada.

    Mi nombre es Nyilas, llamado ‘El Ojo del Destino’. – La voz de un hombre susurró como si estuviera flotando en el aire, pero debía encontrarse muy cerca.- El Destino no está a la vista, pero siempre golpea. Debemos aceptarlo, aceptarnos. – La siguiente flecha me rozó el brazo derecho e impactó en el árbol del fondo. Esta vez me había hecho una pequeña herida.
    Ni siquiera entendía por qué, pero estaba aterrada, lo único que quería era correr para alejarme lo máximo posible, pero cuando intenté avanzar unos pasos, las flechas sobrevolaron mi cabeza.- ¡Deja a Cara, cobarde!– Grité desesperada.

    Cobarde es el que no afronta quién es. El que no se conoce. – Una flecha volvió a rozarme el brazo derecho, hurgando en la herida, lo que me impulsó a intentar correr nuevamente, pero .- ¡Déjame!– Le chillé colocándome en cuclillas cuando dos flechas impactaron delante de mis pies, indicando que no debía moverme.

    ¿Quién eres?– Me preguntó y me dieron ganas de echarme a reír.

    Cara Arkkan, tonto.- Solté sin levantarme del suelo, todavía temblando porque estaba asustada y seguía sin saber de qué.

    Es un nombre, y ni siquiera el verdadero. – Hablaba como si supiera lo que estaba diciendo: ¿Qué podía saber él si ni siquiera daba la cara?

    Pues dímelo tú.- Le reté. Me enfadaba la gente que se creía muy lista, en parte porque yo no pensaba que lo fuera.

    Son tus recuerdos, es tu vida. – Parecía fácil decirlo, pero si había algo que me daba más miedo que aquel bosque, eran mis recuerdo. – Algo en ti puede detenerme, algo que sientes, algo diferente al resto..

    No entendía a qué se refería. Quería irme a casa y no tener miedo por pensar en cosas desagradables, pero sabía que si no dejaba de sentirme así, jamás avanzaría, no sólo en lo que fuera esto, sino también en mi propia vida. A veces, lo más inteligente era parecer tonta, pero no podía parecer tan tonta que acabase creyéndolo.- ¿Quién eres? – Me preguntó y entonces, cerré los ojos y llevé la mano al suelo. Noté el tacto de la tierra e introduje los dedos, hasta que con la punta de ellos toqué una piedrecita pequeña. Me concentré en su tacto, en su forma y un hormigueo empezó a recorrerme el brazo. Fue como si empezase a ser parte de mí, como si ya no fuéramos la piedra y Cara, sino una misma, parte de un todo. Recordé al viejo, le escuché llamarme y me di cuenta de que había estado bloqueando una parte de mí misma o quizás, dos.

    Por última vez: ¿Cómo te llamas?– Abrí los ojos y vi una flecha que se dirigía hasta mi rostro, pero estaba preparada.

    ¡CARA ELLE ARKKAN!– Grité dando un puñetazo al suelo y me fijé en que mi mano ya no estaba hecha de carne: era de piedra. Ni siquiera me forcé en esquivar la flecha, levanté el brazo y dejé que se hiciera añicos.

    Me vinieron flashes a la mente del viejo enseñándome a controlar el poder, pero parecían hechos de humo y no podía retenerlos en mi cabeza.- Ahora le tiras flechas a Cara Elle y verás lo que pasa.- Le dije envalentonada, pero me duró poco porque la roca se desvaneció dando paso a la piel.

    Cuando le vi salir, estuve a punto de echar a correr: porque sólo tenía un ojo y una boca en una cara fea y viscosa, por suerte, no duró mucho.- No muchacha, ya has pasado tu prueba, has demostrado tu verdadera virtud a pesar de tu mayor defecto. – El feo se había ido sin que me diera cuenta y frente a mí tenía a un elfo alto y delgado. Parecía humano, pero…no lo era. No sé explicarlo, la cuestión es que tenía las orejas puntiagudas y era alto y delgado, como Légolas pero con el pelo oscuro. – Siento la lamentable presentación. Soy Eldric Northwood, antiguo Campeón de la Naturaleza y elfo del bosque. – Hizo una reverencia y me puse en pie.

    No eres muy simpático.- Le reñí alzando un dedo.- Así no se saluda

    Lo siento, era la última prueba y la has superado, ‘Destino Renacido’. – Al decirlo, el suelo tembló y de él surgieron tres piedras enormes sobre las que había tres objetos diferentes: un arco, una corona y unas piedras. Ya podía imaginarme con el arco y la corona, como si fuera Daenerys de la Tormenta. Las piedras…eh…bueno, me las guardaría en el bolsillo o a lo mejor eran para otra cosa. Una cosa sexual. Para metérselas ahí, sí.

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    No pude evitar dar un salto de alegría y, como si fuera la ganadora de un concurso, le dije.- Quiero los tres, me los he ganado.
    El elfo me miró asustado.- Debes elegir uno, es el final de tu destino como Campeona.

    Pero las pruebas las ha pasado Cara Elle y Cara Elle quiere los tres.- Puse los brazos en jarras para imponer más, como hacía Elizabeth cuando en vez de echar la ropa a lavar la escondía debajo de la cama.- Y punto.

    Tragó saliva.- Lo siento, no puede ser, debes elegir solo uno.

    Antipático y tacaño.- Chasqueé la lengua y me pregunté si él también querría las piedras para metérselas ahí y por eso no quería darme lo demás tampoco.- ¿Qué es cada uno?

    Éste es el Arco Áureo. – Explicó con muchas florituras. – La cuerda nunca se rompe, y las flechas nunca se agotan, mientras no lo haga tu voluntad.

    No sabía usar un arco, pero nunca es tarde si la chicha es buena.- ¿Se puede probar? Es que si no, Cara no sabe si funciona o no.- Le pregunté haciendo como las señoras en los mercadillos.

    El elfo se echó a un lado y me acerqué al arco. En cuanto lo tuve en mis manos, sentí como si me hubiera faltado un brazo durante mucho tiempo. Instintivamente, cogí una flecha y coloqué los brazos en posición: con la derecha lo sujeté por la empuñadora (según me había dicho Elizabeth, era zurda) y con la izquierda, lo tensé apuntando al elfo en la cara.- ¿Y si te mato y me quedo con los tres?– Dejé escapar una carcajada y la flecha impactó en un árbol cercano.

    Nunca entenderé el humor de los humanos. – Me hizo una seña para que lo volviese a poner en su sitio y eso hice. Me fijé en que la flecha que antes estaba en el árbol, había vuelto al carcaj. – Las Piedras Norn muestran el Destino, lo que está por acontecer.– En parte me decepcionó que las piedras no fueran sexuales.

    Negué con la cabeza.-Diana hace eso y no es más blandita que una piedra.

    Ella recibe las visiones, Las Piedras lo muestran todo del futuro de una persona. – Me aclaró como si fuera muy interesante saber cuándo te ibas a morir.

    Finalmente, señaló la corona que era muy bonita y en mi pelo habría quedado estupendamente- Y ésta es la ‘Corona de Lethe’, permite olvidar. Los miedos, el dolor, el sufrimiento, la pena…

    ¿Puedo probarla?– Le pregunté aguantándome la risa. Si podía ponérmela, aunque fuera un poquito, olvidaría lo que más miedo me daba y todo arreglado.

    ¡No! – Gritó muy estresado.

    ¿Y si me engañas y no funciona?– Tenía que aguantarme la risa, pero era difícil.

    Al elfo no le hacía gracia que le tomara el pelo y era una pena, porque lo tenía muy suave y brillante. – No soy un vendedor ambulante, chiquilla.
    Si fueras un vendedor ambulante serías más simpático y dirías cosas como: «Niñaaaas tengo las bragas a cinco dólares».- Agité las manos para explicárselo: gracias a Elizabeth tenía mucha experiencia en mercadillos y tiendas de ropa.

    El Guardián sacó un pañuelo de seda del bolsillo y se secó la frente como si fuera una princesa Disney. – Elige uno, por favor… – Me pidió.
    ¿Si te doy un beso me das el arco y la corona?– Moví los labios un par de veces.

    …un objeto… – Ni siquiera me estaba mirando.

    …el arco…– Refunfuñé. No tenía que pensarlo: el arco era la extremidad que me faltaba y por muy tentadoras que fueran las piedras sexuales del olvido o la corona de Daenerys de la Tormenta, tenía que ser práctica.

    Buena elección. – Me pareció verle dar un saltito, pero como era tan estirado, casi no se notó- Era mi arco, una reliquia de mi pueblo, nunca me falló. – Confesó cuando puse la mano sobre el arco y los demás objetos se enterraron.

    Media corona por dejarte usar el arco un ratito. Lo tomas o lo dejas.- Me reí a carcajadas. Los elfos eran tan aburridos que me hacían gracia.

    La puerta está allí… – Señaló a su izquierda y un montón de hojas formaron una especie de puerta.

    Gracias, Légolas.- Le di un abrazo que a él no le gustó, pero a mí sí y me colgué el carcaj y el arco del hombro.- Prometo cuidarlo.

    Y que él te cuide a ti…eh…Lady Annabelle. – Asintió riéndose de su propio chiste y, cuando estaba a la altura de las hojas que formaban una puerta, cogí el arco y tensé la cuerda para lanzarle una flecha que pasó rozando su oreja.
    Sé que soltó una palabrota, porque era un quejica, pero cuando las puertas volvieron a cerrarse, la flecha estaba en el carcaj de nuevo.

    De nuevo en el pasillo de piedra me paré a pensar en lo mucho que había descubierto de mí misma gracias a Légolas.

    – Cara Elle Arkkan: arquera en prácticas y mujer de piedra.

    – Mola.

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    Espero que os guste. Puff
  • OJALÁ QUISIERA SER MI NOVIA

    OJALÁ QUISIERA SER MI NOVIA

    Cara Elle |Subconsciente de Mara

    ¿MADRUGADA?

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    Los subconscientes eran complicados, igual que las personas. El de Sarah era una estación de tren en hora punta y el de Mara, un cielo repleto de nubes en plena puesta de sol. El mío, por otro lado, seguro que era una carnicería, porque era bastante menos interesante que ellas. Así que lo primero que hice cuando el tren se paró y dejó a Sarah lejos de Diana y de mí, fue perseguir las nubes e intentar morderlas. Pero no sabían a nada: ni a nubes de gominola (¿Por qué se llaman nubes si tienen forma de tubo?), ni a algodón de azúcar (mejor con salsa picante), ni a pechugas de pollo.

    – [Cara]Las nubes no le gustan a Cara Elle. No saben a nada[/Cara].- comenté bastante más decepcionada que cuando descubrí que ‘Expediente X’ no era una serie porno.

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  • LA CIUDAD DEL TORMENTO

    LA CIUDAD DEL TORMENTO

    NOAH RIVERA | MOONDALE

    TARDENOCHE

    noah-dark

    En apenas un parpadeo desaparecimos del bosque dejando atrás a los demás, algunos ya para siempre, como esa pobre chica, Xandra, que había muerto salvándonos a todos.

    Henry nos llevó de vuelta a su refugio para descansar y pensar qué hacer tras lo que había pasado. Nos dejó a Kaylee y a mí al cuidado de un hombre de pelo rubio, fuerte y delgado, al que llamaban Blackgrave. Después de unos minutos, el cansancio físico desapareció, junto con las heridas. Algunas simplemente no desaparecerían, en mi cabeza seguían resonando una y otra vez los gritos de esa chica. No sabía por qué me había afectado tanto si no la conocía, pero no conseguía quitármelo de la cabeza.

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  • UNA ASTILLA EN EL CORAZON DE MOONDALE

    UNA ASTILLA EN EL CORAZON DE MOONDALE

    NOAH RIVERA | CABAÑA ARKKAN

    MAÑANA

    Noah Rivera

    Tuve miedo de que la mano con la que me agarraba a la chica rubia me empezase a sudar y ella se apartase asqueada. En el fondo, pese a todo lo que nos había pasado, había detalles en el carácter que nunca se iban, detalles inherentes a nosotros mismos.

    Mientras Henry se preparaba para rasgar el tejido espacial a su alrededor y teletransportarnos a todos, pensé en cómo sería el mundo si conseguíamos que Ezra volviese atrás. En cómo sería yo.

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  • MÁS CERCA DE REUNIR A LA «RAJA»

    MÁS CERCA DE REUNIR A LA «RAJA»

    Cara Elle | La Nave

    MEDIODÍA

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    Dejé que Dom se hiciera el guay con los nuevos robándome todo lo que había en la cocina. Pensaba que no le iba a pasar la cuenta, pero a mí no me daba asco meter la mano en el cubo de basura para después hacer las cuentas de cuánto había gastado y se iba a enterar de que a Cara Elle nadie le robaba los huevos sin avisar. El tonto de Dom, que se creía que era muy guapo y muy malo, porque tenía un montón de tatuajes por los brazos y hablaba como si tuviera una patata en la boca (acento inglés decía que se llamaba). A ver si al final íbamos a ser enemigos y tenía que acabar pegándole a la salida de la Nave para que se enterara de lo que valen los peines.

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  • DUKE ES DAAKKA CON OTRO ASPECTO

    DUKE ES DAAKKA CON OTRO ASPECTO

    Cara Elle | La Nave

    MEDIODÍA

    Caranormalface

    Ya me habían quitado los putos de la muela y después de asegurarme de que los obreros que quedaban estaban haciendo su trabajo por poco dinero, me fui al despacho para seguir con el plan de llamar a la gente para que se creyeran que teníamos la agencia de investigación sin nombre y sin investigadores de Daniel, Sarah y Dom, porque eran novios y querían investigarse los unos a los otros jugando «a los detectives», que era como los médicos pero con gabardina en lugar de con bata. No es que yo tuviera mucha experiencia con eso, pero en Internet podías ver a toda la gente desnuda que quisieras y gratis (yo no lo hacía, ¿eh?).
    La estrategia de maletín consistía en llamar por teléfono y decirle a la gente que les habían tocado mil millones de dólares en monedas de un dólar, para después decirle que no, pero que podría ser posible si contrataran los servicios de la agencia de detectives sin detectives y sin nombre. La mayoría de las veces me habían colgado el teléfono, pero una señora muy maja me había dejado cantarle el ‘Balando’ de Enrique Iglesias que me salía muy bien. La conversación fue más o menos así:
  • UN DAAKKA DIMINUTO APLASTADO POR UNA CHANCLA

    Cara Elle| La Nave

    MADRUGADA

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    Elizabeth me había obligado a ir a que unos médicos me arrancasen una muela de juicios porque decía que no me iba a salir nunca y me dolía mucho, pero ahora era peor, porque no podía comer carne, ni morder a Daakka, ni tampoco hablar con normalidad, además de que dolía y me apetecía arrancarme la boca de un tirón. Supongo que se llamaba de juicios porque te daban ganas de asesinar antes, durante y después de que te la quitasen.

    Los médicos me habían arrancado la muela y se la habían quedado para hacerse un collar (¿por qué se la habían quedado si no?), así que no podía dormir por las noches por culpa del dolor y los putos que encima picaban. Además, tenía mucha hambre, porque no podía comer nada más que purés y yogures. Iba a odiar los purés y los yogures más de los que ya los odiaba, porque si tenía dientes era para comer carne, no para que me los arrancasen unos médicos locos que tuvieron que sujetarme entre cuatro o cinco porque no paraba de gritarles insultos y de moverme como si estuviera poseída.

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  • DUKE Y CARA

    CARA ELLE ARKKAN | LA NAVE

    MAÑANA

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    Habían pasado dos semanas desde que Daniel se había fugado y estaba tan enfadada con él que había escrito una lista con todos los insultos feos que se me habían ocurrido (cara de culo, tonto de caca, «abandonón» de hermanas…) para que el día que volviese no se me olvidara ninguno.

    Tampoco estaba de acuerdo con que Sarah se hubiese ido a la casa del tío raro ése que tenía un montón de hombres y mujeres que eran sus novios, pero sabía que lo hacía porque de buena que era parecía tonta o a lo mejor es que era tonta de verdad y lo de ser buena era un «defecto secundario«. La cuestión es que eran tontos los dos, porque en vez de arreglar las cosas, porque hablando se entiende la gente, se habían dado gritos y ahora estaban dos, por tres calles y casi no cabían, lo que dicho sea de paso me parece que no tiene sentido, porque si sois dos cómo no vais a caber en tres calles, si es que son matemáticas básicas.

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