[align=center][b][SIZE=4]Diana Echolls | Iniciativa[/SIZE][/b]
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Dejar a Daniel allí no fue una decisión fácil de aceptar, de hecho no lo iba a aceptar todavía, pero no nos quedaba más remedio que apechugar y seguir hacia delante casi como si no pasase nada, alguien tenía que cargar con ese peso para que mi sobrina no lo hiciese.
El camino hasta el subterráneo seis lo hicimos en completo silencio, como si nadie se atreviese a hablar por miedo a enfrentarnos a la cruda realidad: Daniel iba a morir y nosotros no podíamos hacer nada para impedirlo y esa impotencia me destrozaba.
El subterráneo seis era la boca del Infierno, en sentido literal. Aquella sala que en otro tiempo fue usada para fines poco éticos, había sido sustituida por un cráter gigantesco. Aún así, lo peor de ese subterráneo era que había algo allí que indicaba que las cosas no habían ido bien. No se veía, pero se percibía. Cuando me di cuenta, estaba mirando fijamente el cráter y las lágrimas me surcaban el rostro recordando las hordas de demonios que surgieron de las profundidades para acabar con todos.