Moondale

Autor: Diana Echolls

  • EL MONSTRUO DE VENAS NEGRAS

    [align=center][b][s]Dark[/s] Diana Echolls |Ayuntamiento de Moondale[/b]

    sarahrabia
    [SIZE=2]
    Continué corriendo hasta que tuve que pararme a descansar para recuperar el aliento. Varias veces estuve a punto de ceder a la tentación, seguir el más oscuro de todos mis deseos y acabar con la vida de Dominic. La próxima vez que alguien me dijera que dejar de fumar era complicado, le invitaría a dejarse llevar por el Lado Oscuro y que después intentara desintoxicarse. Una vez que cruzas la línea que separa el bien del mal es muy difícil recuperarse porque las ansias que te llevaron a hacerlo una vez siguen estando ahí. Posiblemente escondidas entre una larga lista de buenos propósitos y alguna que otra acción destacable, pero siempre dispuestas a apoderarse de ti cuando menos te lo esperes.

    Cuando recuperé el aliento miré al frente para ver dónde me encontraba y lo que pude ver fue el Ayuntamiento de Moondale destrozado, hasta el punto de casi no tenerse en pie, pero todavía conservaba una puerta en un estado no tan lamentable, así que me encaminé hacia ella esperando encontrarme algo mejor que lo que había visto hasta el momento.

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  • MALDITA REALIDAD

    [align=center][b]Diana Echolls | Moondale en ruinas[/b]

    ciudaddestruida

    [SIZE=2]Paz. Tranquilidad absoluta. Sin miedo, sin ira, sin preocupaciones. El [i]Hakuna Matata[/i] que cantaban Timón y Pumba en El Rey León elevado a la enésima potencia. A su máxima expresión. Sólo mi cuerpo vagando en aquel mundo carente de color y mi mente, en algún lugar (preferiblemente en Honolulú, seguramente ahí pero apagada o fuera de cobertura) en el que por fin había dejado de molestarme. Sin visiones, sin miedos, sin frustraciones.

    No sabría decir con seguridad cuánto tiempo estuve allí. Quizás fueron minutos, a lo mejor unos cuantos milenios, lo más probable es que fueran unos pocos segundos. No sabía cómo me llamaba, pero me importaba más bien poco. No recordaba a nada ni a nadie, ni siquiera podía sentir nada por ellos, pero no me importaba. Me dejé llevar como si estuviera en una playa desierta, boca arriba en aquel mar de ese mundo sin nada, “haciéndome la muerta” como tan poco le gustaba a mi madre (y juraría que a McLeod), pero en ese momento no pensaba en ellos.

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  • UN MUNDO EN TECHNICOLOR

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=4]Diana Echolls| Bosque en Technicolor [/b][/SIZE][/font]

    oraculo

    En cuanto puse los pies sobre el andén, éste (y con él toda la estación, incluido el tren de marras) empezó a desdibujarse. Como si fuera parte de una historieta que alguien escribe y cuando ve que algo no le gusta, la borra y pasa página. Poco a poco, ante mis ojos empezó a aparecer un bosque, pero no era uno cualquiera, si no uno en el que el cielo era de un azul imposible y cuyas hojas, eran tan verdes, que me hacían dudar de mi cordura. Una extraña sensación de comodidad me invadió y me di cuenta, de que ya había estado allí. Era una comodidad extraña, porque la última vez que había estado en ese sitio me habían cambiado de un cuerpo de fea pero simpática a uno de guapa y simpática todo en uno, a la hermana vampiresa por una imbécil, a la normal por una que me odiaba y de paso, nadie recordaba nada de mi yo feo, ni siquiera, que no era la Barbie que todos pensaban que era.

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  • PURGATORIO

    [align=center][b]Diana Echolls |Metro[/b]

    metrovacio

    Golpeé el cristal una y mil veces, pero nadie me hacía caso. Aún así, decidí no rendirme. Opté por luchar y aunque me dolían las manos, seguí haciéndolo. No quería rendirme. No podía hacerlo. Empecé a tararear la canción y a dar golpes rítmicos contra el cristal en un vano intento de no perder del todo la poca cordura que me quedaba, pero quizás ya era demasiado tarde.

    – [b][i]Señora, ¿tiene algo para comer?[/b][/i] – Preguntó la voz de un niño a mi lado, pero no dejé de golpear ni me molesté en mirar de dónde provenía.

    -[b] No, lo siento[/b].- Paré de golpear el cristal y miré. Frente a mí había un niño de aspecto desnutrido, con piel mortecina y ropa de otra época – parecía sacado de Oliver Twist-. No sabía qué decirle, no quería pensar qué hacía allí ese niño ni tampoco por qué hablaba conmigo, así que cerré los ojos y volví a golpear el cristal un par de veces más.- [b]Desaparece, por favor.[/b]- Le pedí.

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  • QUE ESTES PARANOICA NO SIGNIFICA QUE NO TE PERSIGAN

    [align=center][b]Diana Echolls | Estación de metro abandonada[/b]

    metro

    Abrí los ojos con dificultad y los volví a cerrar rápidamente porque tenía un dolor de cabeza horrible y eso que el día, no había hecho más que comenzar. Tuve que abrir y cerrar los ojos varias veces hasta que me acostumbré a aquella luz tan mortecina, como la de un quirófano.

    Me incorporé y me di cuenta de que había estado durmiendo en un banco. No sabía cómo había llegado hasta allí porque lo último que recordaba era hablar en el bar de Lorne con todos sobre mi visión. Me encogí de hombros y me levanté, pero lo hice tan rápido que tuve que volver a sentarme porque me había mareado. Tenía un gran [i]déjà vu[/i]porque ya había vivido esto, quizás no de la misma forma, pero también empezaba conmigo en un lugar abandonado. Un nudo se instaló en mi garganta provocando que no pudiese hablar, ni respirar ni, mucho menos, gritar. La idea de volver a perderlos a todos de nuevo me aterrorizaba más que cualquier otra cosa. No podía perder a Sarah de nuevo, no ahora que todo parecía ir bien.

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  • MIRAR AL FUTURO CON OPTIMISMO

    [align=center][b]Diana Echolls | Manicomio abandonado (no el de Thornhill) [color=purple]
    {Con Sarah, Daniel, McLeod, Ed, Silver, Cecil y Dominic}[/b]

    dianaomg

    Nochevieja siempre había sido mi noche favorita del año. Significaba dejar atrás lo malo y mirar al futuro con optimismo, cenar con prisas para que te diera tiempo a estar a punto para la cuenta atrás, morirte de risa al ver a Sarah seguir algún tipo de ritual y emocionarte, casi sin darte cuenta, cuando todo el mundo se desea un feliz año nuevo de corazón.

    Esta vez era diferente a las anteriores. Y no sólo porque estuviéramos en un manicomio (que eso ya le daba puntos para alcanzar un surrealismo sólo comparable con el de las películas de Tarantino y Almodóvar), jugando al póker con gominolas y galletas, escuchando la radio con sus grandes éxitos de los noventa e intentando no pensar en que a unos metros, estaba Ann más peluda y malhumorada que de costumbre.

    – [font=Papyrus][SIZE=4]No voy[/SIZE][/font] – Daniel miró sus cartas y las puso en la mesa.

    – [font=Cambria][SIZE=4]No voy[/SIZE][/font].- Me fastidiaba tener que decirlo, pero no tenía ni una mísera pareja de doses.- [font=Cambria][SIZE=4]Pero no porque no os pueda ganar, es que me dais pena[/SIZE][/font].- Me excusé.

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  • EXPLOTAR POR LA CANTIDAD DE EMOCIONES

    [align=center] [b]Diana Echolls| Residencia de las Echolls[color=purple]{Con Daniel Arkkan}[/color]
    [/b]

    diana88849

    Estaba convencida de que en cualquier momento iba a explotar por la cantidad de emociones que estaba sintiendo en esos momentos. Gracias a Daniel y a McLeod había recuperado mi vida y ni en cien años podría agradecerles todo lo que habían hecho, pero si no hubiera sido por Sarah, por la fiesta tan especial que con tanto esmero había organizado, nunca habría pasado.

    Cuando acabamos el ritual, después de la ronda de besos, abrazos y lágrimas tuve que apartarme un poco, aún a riesgo de parecer una antisocial, o acabaría derrumbándome. Decidí salir al porche para que me diera el aire, porque estaba segura de que iba a caerme redonda al suelo por culpa de la borrachera de sentimientos que tenía. Rebusqué detrás de una de las macetas, como una yonki que necesita su dosis y encontré un paquete de tabaco y un encendedor que guardaba mi madre “para las emergencias” (porque ella no fumaba y eso lo sabía todo el mundo). De hecho, yo tampoco lo hacía, estaba intentando dejarlo porque era un vicio asqueroso y una mierda, pero siempre fui débil y con tendencias oscuras, así que cogí un cigarrillo, lo encendí y lo puse todo en su sitio con disimulo esperando que nadie me hubiese visto.

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  • VISIONES Y ALIANZAS

    [align=center][b]Diana Echolls| Cafeteria [color=purple]{Con Ben McBeth}[/color][/b]

    dianasilver

    No tenía ni idea de por qué se me había ocurrido salir de casa. Tenía una resaca épica que me provocaba un dolor de cabeza que recordaría toda mi vida cuando me acercase a una botella de tequila y lo paliaba como podía a base de ibuprofeno y unas oscuras gafas de sol que impedían que la luz me diera directamente en los ojos. Me sentía como un vampiro, aunque por suerte no tenía que moverme por las alcantarillas ni con una manta raída encima de la cabeza.

    ¿Sabéis qué es lo peor que os puede pasar un día que tengáis resaca? Que tengáis una premoción. Y eso mismo me pasó a mí al poner un pie en la cafetería. Mi nuevo cuerpo era a prueba de visiones, pero no de dolores de cabeza y cuando las cientos de imágenes me atravesaron a toda velocidad pensé que me moría. Me sujeté la cabeza con ambas manos para paliar el dolor ante la mirada atónita de los que aprovechaban aquel día soleado de Diciembre en la terraza. La visión fue clara y concisa: En aquel café había un demonio (bastante atractivo) leyendo un libro sobre Mason. Eso sólo podía significar que Los Grandes Poderes lo querían en nuestro bando. Y si algo había aprendido de Los Grandes Poderes era que además de los culebrones les gustaban los buenos.

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  • MALPENSADA

    Diana Echolls| Club Silver

    dianasilver

    El Silver a esas horas era todavía un sitio tranquilo en el que sonaba la [URL=http://www.youtube.com/watch?v=Ll7UFxqI2pM]música perfecta[/URL] para que pudieras escuchar la conversación de quien estuviera a tu lado sin necesidad de hablar como si estuvieras en un concierto de U2.

    Me encontraba en ese punto en el que el alcohol parece el aliado perfecto de cualquier fiesta. Acababa de enviarle un mensaje a Ann, mi nueva amiga para que pasase por allí y Dominic era realmente divertido. Se podía decir que estaba encantada y lo estaba pasando francamente bien, hasta que alguien nos interrumpió.

    – [i]¿Puedo invitarte un trago, mein Liebe?[/i] – Preguntó una voz masculina desde mi espalda.

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