Moondale

Autor: Destino

  • SILENCIO DE NUEVO

    DIARIOS DE DESTINO

    LA KVASIR

    Metal tratado por los mejores alquimistas, doblado y plegado a la perfección por los metálicos de un país que aún no conocía el universo. Capas de aislamiento, cámaras de aire, sistemas de calefacción y depuración de aire y todo ello cubierto con un interior de madera criada por el equipo de botánicos para aportarle un necesario toque de hogar. Y sin embargo el frío se filtraba por sus pasillos y la gente que había vuelto para darle vida estaba a punto de perder la suya en una pesadilla sin fin, sin que la Kvasir pudiera hacer nada.

    El terror pisaba sus suelos, observando con una sonrisa los cuerpos sumidos en un sueño turbado. Aquello le estaba dando un festín como hacía tiempo que no conocía. Al miedo le encargaba alimentarse de las personas buenas, porque eran las que más tenían que perder, las que tenían una conciencia más sensible.

    Se colocó al lado de Jane y se agachó, pasando la mano a escasos centímetros de su rostro. Con solo tocarla podría acabar debilitado, incluso muerto. Tanto poder y al final, rendida a su reino de noche eterna. Más allá podía ver a Elle, removiéndose como si tratase de salir de un ataúd. A Kaylee, con el rostro compungido como si fuera a echarse a llorar. Mostró una sonrisa de dientes afilados. Adoraba alimentarse de mujeres, por eso vestía ese cuerpo de depredador, de hombre blanco que cree ser superior a cualquier mujer, que cree tener derecho sobre ellas y sobre todo lo que tenga a mano. Una pesadilla en carne y hueso.

    Aquél ser se quedó allí, observando, deleitándose, empezando a creerse superior al desafío que los Daë debían plantearle.

    Dicen que el ego es peligroso, y ni siquiera el miedo está libre de él.

  • WHEN FEAR ARRIVES III

    ELLE ECHOLLS

    Elle abrió los ojos y su cuerpo tardó unos segundos en darse cuenta de que, en lugar de haberse despertado en la cama de la habitación que compartía con Jane en la Nave, estaba en un entorno cerrado, comprimido. Donde quiera que moviese las manos y las piernas en la oscuridad, se encontraba con una textura acolchada, con algo duro detrás. Cuando comprendió que estaba en un ataúd la asaltó un ataque de pánico.

    En el exterior caía la lluvia. Sin paraguas, a la intemperie, Jane Williams estaba sobre la tumba, con lágrimas cayéndole de los ojos. Esperó escuchar algo removerse en el ataúd, una señal de que su vieja amiga Elle seguía viva. Lo necesitaba. Después de matar a todos los demás necesitaba que acabase con ella también. Solo así encontraría la paz.

    IDRIS SOLO-NOVAK

    La luz al final de la habitación se hizo más clara. Esperaba ver a mi madre o mi padre, que habían llegado más tarde y venían a verme y darme un beso de buenas noches antes de irse a dormir.

    Pero la figura no se movió, cuanto más la observaba, más seguro estaba de que no eran ellos y en el fondo, de que ni siquiera era humano. Sea lo que sea, me miraba fijamente, inmóvil. La luz que provenía de la habitación de mis padres dejaba ver una mancha rojiza en sus manos. Aquél ser era el hombre del saco, había matado a mis padres y ahora estaba pensando qué hacer conmigo.

    EZRA WALKER

    Ezra abrió los ojos, sobresaltado. La televisión estaba bastante alta. Lucy y Edward la veían expectantes, con la pequeña Chloe en brazos, ajena a todo lo que ocurría, salvo el miedo en las venas de sus padres. El licántropo también lo sintió, haciendo que se despejara del efecto tan horrible que aquella siesta había tenido en él.

    Eran las noticias lo que estaba en la televisión. Imágenes de bombardeos y gente malherida, muerta o esposada se sucedían una tras otra. Unos soldados de blancos trajes con el logo de Infinity portaban armas y se las veían con un muchacho que lanzaba llamaradas con sus manos.

    La siguiente guerra mundial había comenzado y esta vez, el objetivo eran los sobrenaturales.

    VERA MACLEOD

    Apatía. Era lo único que sentía. Algo curioso teniendo en cuenta que no era una emoción en sí. Los días pasaban uno tras otro, fríos y vacíos desde hacía ya tanto que ni siquiera lo recordaba.

    Quizá fue cuando Jamie se fue. Pero no, ahí ya le daba todo igual. O puede que cuando Amy se internó para siempre en el bosque, como una loba para siempre. Aunque tampoco, en aquél entonces ya no había intentado detenerla. No, fue cuando Kaylee murió, el mismo día que casi todos los demás.

    Ahí fue cuando dejó de importarle. Cuando dejó de buscar un camino a casa porque no había casa a la que volver.

    BOWIE

    – [b]Ok 003475-B.[/b] – escuchó decir a una voz. Toda la potencia computacional de su cerebro aumentado no era capaz de entender cómo había llegado allí de nuevo. – [b]Ok 003475-B.[/b] – dijo la voz, ahora más alto. Pertenecía a un hombre con una coleta desaliñada y migas de galletas en una camiseta con el estampado ‘Sudo make me a sandwich’. – [b]Debe tener los receptores auditivos jodidos. ¿Tenemos un recambio?[/b] – preguntó.

    Se apartó cuando trató de acercarse y en su intento de alejarse se chocó contra un cuerpo. Al girarse vio que su rostro era exactamente igual que el de ella. Y no había una, sino cientos. Cuanto más lejos miraba, más veía. Echó a correr y en su avance se encontró con que sus clones habían dado paso a tan solo androides sin piel. ¿Era ella así de artificial? ¿Sólo una mera soldado?

    JAMIE BARNES

    Jamie dio un beso en la frente a Vera y se levantó de su cómoda cama en la Kvasir. A veces pensaba en cuánto tiempo duraría aquél idilio, si no se desvanecería todo cuando Vera volviese a un mundo más normal en el que ella no encajase.

    Caminó hacia el baño para prepararse y se echó hacia atrás al ver a un hombre devolverle la mirada en el espejo. Tenía el pelo corto, el rostro delgado y acerado. Se movió y la figura se movió con ella, era ella, pero no, no podía serlo. Se llevó la mano al pelo, buscó y buscó pero su melena se había convertido en el pelo corto que veía tocarse al joven del espejo.

    Los nervios la atacaron, ¿qué era aquello? Forzó su mente hasta el agotamiento pero ese rostro no dejaba de devolverle la mirada. Entonces Vera se levantó y le miró, como si nada hubiera cambiado. Como si la chica nunca hubiera existido.

  • WHEN FEAR ARRIVES I

    DIARIOS DE DESTINO

    “We meet fear. We greet the unexpected visitor and listen to what he has to tell us. When fear arrives, something is about to happen.”
    Leigh Bardugo, Crooked Kingdom

    RUBY

    Ruby posó la palma en el lector de la puerta de la Nave y se preparó para dejarse llevar entre unos rostros que se habían vuelto muy conocidos en muy poco tiempo. La acogida, sin embargo, no llegó. La Nave la recibió de forma fría y silenciosa, sin que no pareciese haber nada ni nadie en su interior.

    Caminó por el hangar y subió hasta la planta principal, aún esperanzada. Allí no había nada, solo sombras y un susurro que parecía adentrarse más y más en su cabeza. Era como si alguien la estuviese vigilando desde atrás. Se giró y vio un cuerpo tendido en el suelo. Era Kaylee, le miró el pulso, parecía dormida, pero sus ojos estaban abiertos.

    De nuevo sintió algo a sus espaldas. Aferró la espada que había cogido en la zona de entrenamiento y se giró, pero la espada cortó solo las sombras, que parecieron difuminarlo todo a su alrededor.

    Una risa conocida la sorprendió. Cole estaba tras ella, sonriendo, pero sus dientes estaban afilados como cuchillas. Se echó hacia atrás y sus manos tocaron tierra oscura y fría. No podía ser cierto, no podía estar allí de nuevo. Y sin embargo, dos lunas recortadas en la profunda noche confirmaban lo contrario. Nunca había salido de Dyavol, solo había sido otro juego enfermizo del Amo del Portal. Seguía estando sola, indefensa, incapaz de liberarse.


    COLE ROMAN

    No había rastro del más mínimo rayo de sol en aquél lugar. Cole trató de seguir un camino ascendente, sin embargo no fue capaz de encontrar una salida.

    Llevaba desde que se había despertado buscando el camino, cualquiera que evitase internarse más en aquella mina oscura, privada de calor y de luz. Se notaba mucho más cansado, apenas con fuerzas para aguantar unas horas más.

    Apoyó la espalda en la pared y se sentó para tratar de recuperar una energía que jamás iba a volver si no encontraba una fuente. Miró hacia el camino descendente, que se sumía en la oscuridad. De él parecía venir una voz lejana, una voz que creía conocer.


    NIALL

    Despertó con un dolor punzante. Al girarse, vio que un muelle del colchón se había salido y se le había estado clavando quién sabe durante cuanto tiempo. Alguien se removió en la parte superior de la litera. Aún confuso, Niall se puso en pie para comprobar quién era, y se sorprendió al ver a su madre, removerse en sueños, encogida, sin apenas una manta con la que taparse.

    No lo entendía, acababa de hacer un trato para que a ninguno le faltase de nada. ¿O quizá todo había sido un sueño? Cuanto más veía las fotos distribuidas por la vieja caravana, muchas tapando agujeros o grietas en la carrocería, más dudas le surgían.

    Abrió la nevera, estaba vacía salvo por un cartón de leche caducado y un par de huevos. Puso una sartén en el fuego pero el gas no funcionaba. Sobre una mesa desconchada, se acumulaban avisos para mover la caravana por impago.


    ROBIN

    Robin se llevó una mano a la sien, aún dolorida. Pensaba en alguien que faltaba a su lado, alguien que hasta hacía poco estaba allí. Lo único que sabía a ciencia cierta era que volvía a casa después de tanta guerra. Necesitaba paz, tranquilidad.

    Cruzó los límites del reino y esperó su esplendor, su olor característico, el frío acogedor de la nieve. Un penetrante olor a humo le inundó las fosas nasales y le hizo abrir los ojos. El hermoso bosque estaba quemado al menos en dos tercios.

    Corrió, sin pensar dónde se estaba metiendo, y entonces cayó de rodillas. A lo lejos se veía el castillo de su familia, en ruinas, destrozado por la artillería de los morteros. El pueblo a su alrededor estaba igual. La guerra había llegado mientras no estaba y había arrasado con todo.


    NOAH ARKKAN

    Abrió los ojos. El cuerpo entero le dolía: cabeza, articulaciones, incluso los mismos ojos. Llevó las manos a los cables que tenía sujetos a la sien y los palpó. Después a la vía clavada firmemente en el brazo.

    Se incorporó, desconectando los cables y suspiró para quitarse la vía. La sensación era desagradable, pero también el dolor palpitante en la nuca y la sequedad que sentía en la boca.  Confuso, buscó el dossier a los pies de la cama y trató de leer. Era como si su mente tuviera problemas entendiendo las palabras, pero le recorrió un escalofrío al ver el año de ingreso y el de la última intervención. Llevaba veinte años allí.


    LEXIE FENRIS

    Llegaba tarde a la fiesta y no terminaba de encontrar el vestido adecuado. Tras un rato, se decidió y se maquilló. Bajó las escaleras de la mansión Fenris, lista para sorprender a todos con su aspecto.

    A mitad de camino recordó que era un baile veneciano, así que dio la vuelta a la habitación, pero no fue capaz de encontrar una máscara. Pensó que se la pediría a alguien abajo, seguro que su madre tenía varias.

    Volvió a bajar las escaleras y las máscaras se giraron hacia ella, murmurando que no llevaba una. Lexie maldijo controlando las apariencias y se internó en la muchedumbre. Buscó a sus padres, pero las máscaras les confundían. Solo veía rostros cubiertos y ya no eran planas, con bonitos decorados. Eran horrendas, como picos de aves exageradamente grandes y amenazadores. Todo el mundo llevaba, de diferentes colores y estilos, pero cada vez que la miraban esos picos apuntaban a ella.

  • LA FEA VERDAD

    EZEQUIEL

    TARDE – KOURAS

    El calor sofocante del tipi que nos provocó la visión resultó ser un precursor de lo que estaba por llegar. Me llevé una mano a la frente para quitarme el escaso sudor que podía producir ya mi cuerpo. Me pregunté si podía morir deshidratado, lo dudaba, pero tampoco me apetecía comprobarlo.

    La visión nos había indicado una dirección clara, el desierto, donde el Caballo tenía su hogar ancestral según la anciana de la tribu.

    Al principio el camino había sido duro, pero con la idea de salir de ese páramo y volver a nuestra misión, habíamos usado todo nuestro espíritu, en especial Henry que había usado su poder una y otra vez para teletransportarnos más adelante hasta que el agotamiento había podido con él y ahora apenas podía mantenerse en pie. Parecía caminar porque sus piernas tendían a seguir en movimiento con más facilidad que detenerse.

    – [Ezequiel]¿Quieres parar?[/Ezequiel] – dije, preguntándome a mí mismo cómo era capaz de seguir avanzando.

    – [Henry] No sé si es lo mejor parar con este calor. Pero como no lo haga tampoco sé si podré seguir.[/Henry] – aseguró. Pese a ser un potenciado, dejando a un lado sus poderes, era un humano, con las mismas debilidades y fortalezas. No sabía de dónde sacaba las fuerzas.

    – [Ezequiel]Necesitamos encontrar el caballo pronto, porque no podemos llegar a ningún sitio con agua.[/Ezequiel] – tomé asiento en un montículo de arena, forzando así a Henry a tomar aliento. Mi poder me había llevado a ver morir a muchas personas, así que conocía el aspecto que tenían cuando estaban al borde.

    – [Henry] No podía estar asentado en guardián al lado del pueblo.[/Henry]- se quejó, con la respiración entrecortada. ¿De esa pasta estaban hechos todos los Daë? Con poco más de una veintena de años a sus espaldas y aún así capaces de darlo todo con más espíritu que alguien con cientos de veranos disfrutados y sufridos.

    – [Ezequiel]Al menos no puede ir mucho peor. [/Ezequiel]- traté de bromear para animarle. Pensé en todas nuestras opciones, barajando hasta conseguir una en la que Henry no saliese mal parado.

    Fue en ese silencio compartido cuando un viento nos azotó el rostro. Al principio, lo tomé por una mala señal. Una tormenta de arena era la sentencia de muerte de Henry. Yo quizá tardaría en recuperarme, que la arena arañe tu piel hasta sentir que te la arrancan no debía ser agradable, nunca había muerto así y no me apetecía probarlo, pero lo peor sería despertar y ver lo que le había ocurrido a un amigo. Al primero en mucho tiempo.

    – [Henry] Tenías que hablar.[/Henry]- se quejó, sacando una manta de su mochila para echársela encima. Eso le protegería de la abrasión pero la arena podía enterrarnos o ahogarnos.

    Me acerqué a su posición, trataría de evitar que la arena le enterrase en la medida de lo posible, pero mis poderes eran poco más que una maldición en este caso, solo conseguirían que viviera para lamentar la pérdida, como muchas otras veces.

    – [Ezequiel]Maldita sea, es demasiado. [/Ezequiel]- la tormenta era tan densa que apenas podía ver lo que me rodeaba. Notaba la tierra en mi garganta. Entre el silbido del viento escuché un relincho. Lo primero que pensé fue en la montura de Henry, pero la había dejado atrás para evitarle un viaje así de duro.

    – [Henry] Tormenta no ha sido.[/Henry]- confirmó él.

    – [Ezequiel]Es el caballo, tiene que serlo.[/Ezequiel] – un rayo de esperanza. Éramos Daë, nuestra historia no podía terminar ahí. Los libros de historia nos recordaban, los que se habían enfrentado a la corrupción.

    – [b]Darías cualquier cosa porque lo fuera, ¿verdad? Por volver a tu tranquila soledad. [/b]- susurró una voz. Busqué a Henry con la mirada pero todo era arena pasando a gran velocidad, aunque entre ella, se veía una enorme silueta recortada en el horizonte, un caballo gigantesco. – [b]Si, te lo digo a ti.[/b] – no sabía si hablaba de mí o de Henry. Sin duda mis últimos años habían sido de soledad, completa y profunda. Pero, ¿quería volver a ello?

    – [Henry] Si eso me permite salir de esta tormenta, entonces si.[/Henry] – escuché responder a Henry, él también era solitario, aunque nos habíamos apoyado y habíamos conseguido entablar una amistad tras estar varados en ese lugar.

    – [b]Es humano, siempre lo será, tu sangre puede darle mucho, ya está preparado para traicionarte.[/b]- algo me golpeó y caí al suelo. Pude ver mi sangre manchando la arena. Mi sangre, codiciada por muchos hasta el punto de traicionarme, de matar por ella. Pero…¿Henry también?

    – [b]Nunca será humano, tú morirás y el podrá seguir adelante. [/b]- escuché decir a la voz. Esta vez parecía que hacia Henry. Trataba de separarnos. Caminé hacia mi amigo pero la tormenta pareció engullirlo.

    – [Henry] No envidio la inmortalidad.[/Henry] – le escuché decir desde algún lugar tras la cortina de arena.

    – [b]¿Estás seguro de conocerte?[/b] – preguntó de nuevo. La tormenta se volvió tan intensa que dejé de ver. Mis ojos se sumieron en una oscuridad completa. Pensé que la arena me había dañado los ojos, pero pronto empecé a ver una sucesión de imágenes ante mí.

    Una a una desplomadas en la arena estaban las personas que aún recordaba. Algunas de ellas tenían el rostro más difuminado, las que me costaba recordar porque mi mente había diluido su recuerdo con los años. Entre los cuerpos estaban los otros Daë, sin embargo no sentía que me importase, era como si vivir tanto tiempo me hubiese vuelto inhumano.

    Pero no, yo no era así, eso era un reflejo de aquello en lo que podría convertirme, una frialdad que amenazaba por despojarme de mi verdadero ser y que solo quedase alguien eterno, siempre vivo pero sin vivir realmente.

    Rompí la imagen con toda la fuerza de mi voluntad y avancé por la arena hacia Henry, que parecía estar haciendo lo mismo. Él también había afrontado la visión de su peor yo y con la verdad resuelta, la arena dejó de moverse y un hombre de tez olivácea nos señaló un estanque cercano.

    Me acerqué primero para comprobar que fuera potable y una vez sobreviví, dejé que Henry se hidratase. Al girarme, el Caballo había desaparecido, pero reflejado en el agua había un portal para salir de Kouras.

  • ABANDONADOS

    5X01 – ABANDONADOS

    DIARIOS DE DESTINO

    Con un último grito, la chispa de Antailtire se desvaneció del Cúmulo Nexus y con ella, los residuos de su magia, buena y mala. Los hechizos protectores que mantenía sobre Dyavol se atenuaron y el mal que tanto tiempo había estado recuperando poder se liberó al fin, alzando sus tentáculos sobre los otros trece mundos.

    Cuando la oscuridad se cernió sobre todos, los portales se cerraron y con ellos, las esferas Daë se quedaron en silencio. Los mundos habían sido aislados.


    NARA

    El sol estaba en su cénit cuando dos barcazas cruzaron la garganta de Takachiho en dirección a la aldea oculta. Cole admiró la catarata frente a ellos, por muchas veces que la contemplase, no dejaba de sorprenderle. Niall, detrás de él, parecía más absorto en sus pensamientos. En la segunda barcaza, Zahra remaba en silencio, vigilando sus espaldas.

    Habían pasado dos meses desde que los tres habían aparecido en las orillas de la aldea. Las heridas se habían curado hacía ya semanas, las físicas, al menos. Y mientras tanto, habían tenido que acostumbrarse a una vida muy distinta, sin saber si los demás habían corrido una suerte similar o eran los únicos supervivientes.


    KOURAS

    El forajido conocido como Jimmy el Rápido era fiel a su apodo. En apenas unos segundos desenfundó sus Colt y disparó hacia el sheriff hasta vaciar ambos tambores. El hombre, al que apodaban «El Mestizo», cayó al suelo, con su camisa teñida de la sangre que manaba de los agujeros de su pecho.

    Jimmy sonrió y lanzó un grito, dispuesto a tomar la ciudad de Bandera junto a sus muchachos. Pero algo raro pasaba, el ayudante del sheriff seguía montado en su caballo, sin moverse. Había quien decía que tenía una pata metálica, aunque seguro que lo que no podía era moverse y por eso Henry el Silencioso seguía ahí.

    Exactamente un minuto y cuarenta segundos después de ser disparado, el sheriff Ezequiel se levantó, aún con la camisa cubierta de sangre y sin ningún orificio de bala. Diez minutos después la banda de Jimmy iba de camino al calabozo de Bandera, cada vez más lleno.


    KARDAS

    El herrero martillaba la última espada que le habían encargado. Cuando terminó de darle forma, la agarró con las pinzas y la metió en el balde para enfriarla. No estaba mal, había mejorado y aunque no era su pasión, le daba de comer y le permitía mantener la cabaña.

    Estaba empaquetando el encargo cuando un muchacho se acercó y se quedó mirándole. No era la primera vez que le veía merodear por allí. Sabía por la gente que iba y venía, hablando de más sin que él quisiera escuchar, que el niño era un huérfano cuyos padres habían muerto a manos del Rey Christian el Cruel. No necesitaba chismes para saber qué buscaba el niño.

    – [Dante]Vete, chaval, aquí no quedan héroes.[/Dante] – el niño echó a correr y él no tuvo tiempo a sentirse mal, porque se encontró con la mirada de reprobación de Chloe.


    KARNAK

    Tras la desaparición de la Gran Diosa Hathor, los teriántropos adorados como viejos dioses lucharon por sus viejas sedes de poder, dominando ciudades que en algunos casos terminaron enfrentadas entre sí. La gente de a pie fue la que más sufrió, cayendo en las luchas sin fin o entregando su vida a la creación de monumentos para sus dioses, que buscaban recuperar el tiempo perdido.

    No todo habían sido desgracias, algunos viejos y dioses y diosas trajeron prosperidad a sus pueblos. Contaba la leyenda que poco después de la desaparición, uno de los viejos dioses benevolente se había instalado cerca de la orilla del río. Decían que él tenía cabeza de pantera y era dios de la medicina y su diosa dominaba las aguas con su piel escamada. Para ello solo había que encontrar la ciudad de Bubastis.


    DAONNA

    Una bandada de velociraptor estaba tratando de rodear y capturar a su presa. El demonio de piel aguamarina al que perseguían no parecía muy fácil de comer, pero había entrado en su territorio y el grupo tenía hambre.

    Acecharon en la maleza y aceleraron para perseguirle cuando fue consciente de su presencia y echó a correr. El ser no era especialmente rápido, en varias ocasiones estuvieron a punto de darle una dentellada y ya estaban más cerca de encerrarlo en el desfiladero que había unos metros más allá. El demonio siguió corriendo, ahora cada vez más y más rápido, dejándoles atrás sin frenar hasta que apoyó un último pie en el borde del desfiladero y dio un gran salto al otro lado.

    Volvió al lago rosa cargado con una bolsa de gigantescos frutos salvajes que le recordaban a una mezcla entre melocotón y coco. De un paso a otro, la verde pradera y la playa a orillas del lago dieron paso al paseo de una gran ciudad. Había entrado en los dominios del poder de Lexie, ya estaba en casa.


    TERRA

    Dresden estaba siendo reconstruida, una ciudad pacífica en mitad de un conflicto que aún no había terminado de solucionarse. El viajero y la viajera, ocultos tras sus capuchas, cruzaron la plaza sin detenerse a admirar las vistas. Su misión era más urgente y aquella no era más que una ciudad de paso.

    Habían ido de una a otra, durante meses, tratando de poner su parte para minimizar todo el daño que había hecho la guerra e intentar que no volviera a ocurrir, por mucho que algunas partes estuvieran a punto de volver a estallar. Al menos, esta vez no había una mano invisible controlando que esa guerra perdurase. Había esperanza.

    Descansaron a comer algo de lo que llevaban en sus petates y mientras Robin usaba su magia para predecir el próximo punto débil para la paz, Ezra volvió a intentarlo. Una vez más no consiguió llegar a nadie. O habían desaparecido todos o algo ocurría con las esferas Daë.


    VALANTIS

    Idris soltó una carcajada. Si alguna ventaja tenía todo aquello, era que al menos la televisión era buenísima y gratis, lo malo era que habría matado por una pantalla plana en lugar de aquella enormidad. Echaba de menos algunas comodidades, pero no podía quejarse, llevaba cuatro meses viviendo con Ellie.

    Al principio, cuando habían llegado al mundo, trataron de contactar con el resto por todos los medios, pero fue imposible. Las esferas se habían callado y ninguno de los portales funcionaba. Estaban encerrados en aquél lugar.

    Así que habían conseguido un trabajo, alquilado una casa en la zona suburbana y se habían dedicado a buscar una forma de volver a la Luna mientras trataban de hacer vida normal en un planeta en el que los no muertos aún luchaban por ser tratados como algo más que propiedades.


    NEXUS

    La loba parda corría entre los árboles, con su melena sacudida por el viento. Olía las hogueras de la villa elfa cercana. Seguramente Owen las había encendido esperando que alguien preparase un buen asado.

    Olisqueó de nuevo y se aseguró de que los lobeznos la siguieran. Allí estaban, un poco más atrás, enzarzados en una batalla de mordiscos. Aún eran demasiado jóvenes, pero Amy estaba orgullosa. En aquél lugar había conseguido encontrar paz incluso después de lo que había pasado.

    Los sobrenaturales les habían acogido y les habían dado un hogar. Ella intentaba que fuera suficiente, no podía asumir que el silencio de los demás era algo bueno después de casi un mes. Pero Owen no se rendía, había tratado de ir a la ciudad de la Flecha pese a que estaba sellada y no se conocía nada de lo que pasaba en su interior, salvo que ahora las sombras acechantes que perseguían a la gente de la superficie habían desaparecido y las aldeas estaban recuperando su vieja gloria.

    Haleth estaba cerca de Owen, la elfa y el aesir parecían esperarla con noticias. Entonces vio que una cara conocida acababa de llegar al pueblo, Lekwaa.


    DAGRKNOT

    Bowie observaba en la distancia cómo Elliot pescaba la cena. Pensó varias formas en las que podría pescar de manera más óptima, pero había decidido que con las personas era mejor dejarles darse golpes hasta que encontraran la solución por sí mismos que dársela en bandeja.

    Lo que sí contó fueron los minutos que llevaba a la intemperie. Según el termómetro instalado bajo sus retinas, la temperatura de Elliot estaba bajando bastante. A esas alturas otro habría sentido tanto frío que hubiese castañeteado los dientes, pero él no tenía ese lujo.

    Decidió intervenir y llamarle justo cuando él pescó al fin algo que no era una espada oxidada. Bowie lo preparó con eficiencia y tras calentarse en una hoguera que ella también había preparado, siguieron el camino hacia la aldea pesquera más próxima. Con suerte allí encontrarían un barco que pudieran usar en ese mundo lleno de aguas siniestras que cobijaban criaturas más siniestras aún.


    ARTISAN

    Vera llevó la leña a la cocina y atizó las brasas para que ardiera con fuerza. Jamie llevaba toda la tarde estudiando en la biblioteca y alguien tenía que encargarse de que no murieran congelados.

    Poco tiempo después de aparecer en una ciudad cercana, habían vuelto a la casa familiar de los Barnes para encontrársela abandonada. Los sirvientes habían tenido que marcharse cuando viejos empleados del padre de Jamie empezaron a aparecer para hostigarles y tratar de recuperar sus salarios perdidos con su repentina desaparición.

    Por suerte no se habían llevado nada de gran valor, porque estaba bien escondido. Gracias a eso podrían mantenerse una buena temporada, porque la casa tenía a su alrededor todo lo que pudieran necesitar. Solo que alguien tenía que encargarse.

    Pese a todo, habían sido unos meses agradables, aunque Vera no conseguía quitarse el regusto amargo de no saber nada de sus hermanas ni de los demás.


    SENATUS

    El gigante se dejó caer en una esquina de su habitación, poco más que una celda pese a los honores que supuestamente le rendían. Miró sus muñecas, donde semanas atrás había tenido cadenas de metal, pero no por eso ahora era libre, sus cadenas eran de otro tipo.

    Aquella tarde había acabado con otra vida, la de un demonio de cabeza cubierta de pinchos. Era fuerte, parecía violento pero eso no lo justificaba. Él también era violento en la arena, la magia del Luditor se encargaba de ello, volcando toda la ira y la rabia del público y de los otros combatientes sobre su empatía para sumirle en una furia que le avergonzaba.

    Habría acabado con su existencia si no tuviera la esperanza de volver con los demás. Por eso, y por ella. Unos pasos resonaron por el pasillo y la puerta se abrió.

    – [b]’Bárbaro’ aquí tienes tu premio. Intenta hacer menos ruido hoy, bestia.[/b] – dijo el guardia, empujando a la mujer hacia el interior. Cuando se marchó, ella sonrió. Era un alivio sentir esa energía positiva. Sin Julia hacía mucho que no habría podido seguir adelante.


    SELAS

    El muchacho arrastró la improvisada camilla por la hierba, algo cansado después de llevar todo el día caminando, cruzando ríos con ella en brazos. Pero no había tiempo para descansar, cada segundo contaba, necesitaba llegar allí cuanto antes.

    – [Xander]Aguanta Jane.[/Xander] – le pidió, girándose para mirarla. Tenía los ojos cerrados, sumida en un sueño febril. Le tocó la frente, ardía. Preocupado, se detuvo. Descubrió con cuidado el vendaje que le cubría el pecho a la altura del corazón. Hacía ya unos días que había dejado de sangrar, pero el veneno seguía extendiéndose, ramificándose desde el orificio de bala hasta el resto de su cuerpo.

    Le cubrió la herida bien, le puso un paño húmedo en la frente y siguió caminando, cargando con la camilla. No podía perderla a ella también, tenía que llegar hasta el Laberinto, encontrar a Caitriona y curar a Jane. Daba igual el coste.


    DYAVOL

    La criatura permaneció atenta, olfateando en busca de la presa. La saliva le caía irremediablemente, el reinado de la oscuridad le había dado seguridad para dar rienda suelta a su maldad, pero al amparo de la noche eterna las criaturas habían acabado demasiado pronto con los tiernos humanos y ahora la comida empezaría a escasear.

    El ser estaba harto de ratas, por eso cuando vio a aquella tierna humana la siguió hasta los confines de aquella montaña. Las dos lunas se alzaban en lo alto del cielo nocturno y entonces vio el bulto cubierto de mantas cerca de la hoguera.

    Ansioso, fue hacia ella preparando sus dientes para masticar, pero antes de que pudiera levantar la manta y descubrir que era un engaño, alguien le rajó la garganta desde atrás. Ruby colocó el pie sobre la criatura y la tiró montaña abajo. Estaba cansada de huir y de correr, de luchar cada día por sobrevivir. Y también, de estar sola.


    LUNA VILTIS

    Los refugiados de Dyavol habían llamado a la ciudad Selene, aunque decirle ciudad quizá sería demasiado. En aquél momento eran poco más que un conjunto de cabañas reunidas, pero era la promesa de algo más, de un futuro a salvo de la oscuridad eterna que prometía su hogar.

    Francis hizo su ronda habitual y ascendió el valle hasta llegar a la colina desde la que podía ver la nave estrellada.  Cada día iba allí para ver si los demás habían vuelto, si William había cumplido su misión con más suerte de la que él mismo esperaba. Pero seguía sin haber nadie. Parecía un monumento a las vidas perdidas más que el hogar que había visto brevemente que era.

    Dio media vuelta y se dirigió a la gran ciudad de la Luna. Allí no era nadie, no tenía que fingir tener las respuestas mientras él mismo las buscaba, entre otros viajeros preocupados porque de pronto ya no podían volver a casa. Todos los portales se habían cerrado. Quizá por eso no habían vuelto ninguno.


    GWIDDON

     

    – [Kaylee]Parece que los Daesdi se han olvidado de nosotros.[/Kaylee] – dijo la hechicera pelirroja después de un nuevo e infructuoso intento de potenciar la esfera Daë para comunicarse con los demás.

    Leo asintió, silencioso. Acababa de preparar la comida para ambos y se observaba las manos con cautela. Ahora unas cicatrices recorrían parte de los dedos de su mano derecha. Cuando fueron absorbidos por el agujero negro de Antailtire, acabaron entrando en Gwiddon por un portal, pero un fragmento de metralla viajó con ellos.

    Instintivamente, Leo puso una mano frente a Kaylee, pensando en convertirse en metal. La metralla fue más rápida, atravesó carne y hueso, destrozando todo a su paso. Por la forma en la que dolía y cómo anulaba su curación sobrenatural, supieron que era plata.

    Había tardado un mes en volver a mover los dedos con normalidad, pero ahora que volvía a estar con fuerzas habían emprendido un viaje para encontrar a los demás. Aunque en aquél mundo ya corrían rumores sobre la hechicera pelirroja y sus habilidades.

     

  • HACIA EL FINAL DEL CAMINO

    SELAS

    Alrededor de una hoguera, cerrada ya la noche, los New Moondies conversaban con el grupo de héroes y heroínas tras una cena ligera. Habían llegado a conocer un poco a sus compañeros y compañeras de camino, a los que habían dejado pensar que eran tan solo otro grupo de héroes advenedizos, siempre guardando con recelo sus orígenes y su verdadera misión en ese mundo.

    Uno de los héroes, el que tenía la piel tostada por el sol y no se separaba de su tridente dorado, parecía ser el líder. Abderus se llamaba, como un pariente lejano que había conocido y ayudado al legendario Heracles. Otros dos hombres y mujeres le acompañaban: Metioches la nieta del cometa, armada con una honda; Scabras el arquero, que decía descender de Odiseo; Derimacheia, la amazona de abdomen de acero tan duro como su lanza; y Caeneus, un hombre silencioso que lo observaba todo.

    Averiguaron que en ese mundo los héroes y heroínas habían sido antaño una profesión con mucho futuro, pese a que en bastantes ocasiones acabase en tragedia, pero en los últimos tiempos se rumoreaba que los monstruos eran menos osados y empezaban a esconderse.

    – [b]Dicen que hay un demonio, un ser horrendo y malvado que les está reuniendo para hacerse más fuertes y acabar con nuestra gran civilización.[/b] – dijo Abderus agachándose sobre las brasas. – [b]Así que muchos hemos salido a buscarlo para cobrar la recompensa. Es suficiente incluso para que quince personas vivan cómodas varias vidas.[/b] – respondió mirándoles con una sonrisa cómplice.

    – [Leo]¿Qué demonio es ese?[/Leo] – preguntó Leo, atento a cualquier información que encajase con las historias que su padre había contado.

    – [b]Dicen que hasta el jodido Hades huiría de él. Una bestia con cuerpo de hombre cubierto de escamas como una serpiente, pero duras como el acero.[/b] – contó, embelesado con su propia voz. – [b]Cuentan que le encanta comer humanos con sus dientes afilados. En especial héroes.[/b] – sonrió.

    – [Leo]¿Tiene nombre ese monstruo?[/Leo] – insistió Leo, tratando de parecer poco interesado.

    – [b]Oriax, le llaman.[/b] – añadió. – [b]Vive en las cuevas del monte Licaón. Pero para llegar allí, hay que cruzar el bosque.[/b] – como si respondiera una llamada, un aullido reverberó por el valle, procedente de allí.


    DYAVOL

    La tripulación realizó todos los preparativos y finalmente consiguieron atracar en el puerto de Avalon, la isla refugio en la que bullía el movimiento de un lado a otro.

    En la misma arena de la playa, campamentos y tiendas solitarias parecían haber estado organizados en un principio, pero con tantas personas habían tenido que añadir otras aquí y allá. De ellas salían personas cuyas ropas habían debido ver mejores tiempos y cuerpos a los que no les vendría mal algo de comida extra, algo que no parecía sobrar en aquél lugar.

    Desde antes incluso de bajar, presintieron una tensión en el ambiente que parecía presagiar algo muy malo a punto de ocurrir. Esa sensación ganó importancia al ver cómo la gente se movía de una forma errática, frenética, como si todos tuviesen algo urgente que hacer. Olía a guerra en el aire, una que aún no había empezado.

    A medida que se acercaban a una fortaleza de piedra negra que coronaba el centro de la isla, vieron que sus puertas se abrían y una comitiva acudía a saludarlos. Eran guerreros y guerreras en su mayor parte, vestidos ya con armaduras deslustradas de tanto uso y armas enfundadas, listas para desenvainarse pronto.

    Entre las figuras, una se erguía por encima del resto, un hombre con armadura de escamas de color obsidiana que caminaba en el centro, evidenciando su rango.

    Francis se adelantó y le saludó, tratando de contener su alegría, mientras que el otro hombre le devolvió una sonrisa amplia, serena. Hablaron en voz baja, flanqueados por alguna mirada indiscreta de uno de los hombres. Los New Moondies esperaron, inquietos, al ver que la mirada del hombre de armadura negra se desviaba hacia ellos durante unos segundos. Tenía unos ojos distintos, unos ojos en los que Cole veía algo familiar.

    Después de unos minutos, el hombre de cabello oscuro, se acercó, seguido de Francis, cuyo semblante estaba más serio aún que antes.

    – [William]Francis me ha contado cómo les habéis ayudado.[/William] – dijo él. – [William]Tenéis mi agradecimiento.[/William] – añadió, haciendo una reverencia. – [William]Soy William Daye, el gobernador de Avalon y protector de estas gentes.[/William] – reconocieron con rapidez su nombre y se miraron, asombrados. – [William]Aunque me temo que no venís en buen momento.[/William]


    NEXUS

    ELLE E IDRIS

    Atravesando los callejones a toda prisa, la Vanir y el Elfo Oscuro se encontraron con un grupo de habitantes de la Flecha apoyados en un coche de líneas futuristas. En cuanto les vieron aparecer, quedó claro que estaban inmersos en un asunto no demasiado legal. Aunque era difícil saberlo, porque los ojos de Antailtire estaban en todas partes y hasta la delincuencia estaba controlada.

    BOWIE, NOAH Y LEXIE

    Bowie, con el mapa en su cabeza, les condujo hasta el enorme edificio, mezcla de cristal y piedra, unido por la magia de forma que no se veía la más mínima unión entre sus piezas. Se alzaba imponente, más alto que cualquier otro edificio salvo uno que se vislumbraba a lo lejos y debía ser la residencia de Antailtire.

    Allí, en la plaza que lo rodeaba, fuerzas policiales patrullaban con ahínco, acompañados de los ejércitos especiales de Antailtire, esos que solo habían visto marchar contra los sobrenaturales de la superficie.

    HENRY, EZEQUIEL Y ZAHRA

    La escisión del grupo principal formada por Henry, Zahra y Ezequiel se había visto obligada a dar un rodeo para evitar a la policía que les había perseguido hasta que Henry se vio capaz de teletransportar a ciegas a los tres hasta una plaza en la que se vieron atacados por dos agentes de Antailtire, alertados por su radar de detección de portales.

    Se prepararon para luchar, pero una figura encapuchada golpeó a los agentes con una fuerza sobrenatural y les hizo  una seña para que le siguieran. Al llegar a un callejón, se echó la capucha hacia atrás y mostró un rostro macilento, de piel clara como la nieve surcada por cicatrices amoratadas y unos ojos de un azul espectral

    ROBIN Y NATE

    Robin siguió una corazonada, rastreando una magia que parecía llamar a la suya. El camino les condujo directamente al centro de la plaza en la que se alzaba la Catedral del Arquitecto, construida, según se decía, por su misma magia, la que había forjado los mundos.

    Había algo en ese poder que llamaba al suyo, con tanto ímpetu que cuando se quiso dar cuenta, había avanzado hasta un lugar plenamente descubierto, ignorando las llamadas de Nate. Fue entonces cuando la rodearon y el gigante con el que apenas había hablado se presentó junto a ella para defenderse.

  • A TRES MUNDOS DE DISTANCIA

    DIARIOS DE DESTINO

    En la Luna Viltis, el grupo al que Antailtire y sus servidores y servidoras llamaban «Selenitas», se dividió en tres después de una cálida despedida antes de afrontar su futuro incierto.

    Sus caminos se separaron y cada grupo se encontró frente a un portal que les llevaría a un mundo del Cúmulo. Esta vez, más acostumbrados, cruzaron a la vez.

    SELAS

    El equipo Selas apareció reunido a la sombra de lo que parecía un templo derruido. Elliot se acercó a la estatua, representaba a una deidad con cuernos y órganos masculinos y femeninos, pero no la reconocía de los libros de historia. Se quedó observando una inscripción en una de las columnas centrales.

    Amy hizo una señal al resto para que permanecieran en silencio y se agacharan. Leo y Ezra la flanquearon, poniendo sus sentidos en lo que sea que hubiese escuchado la licántropa.

    Empezó como un sonido de arrastrar entre la hierba. Primero no veían nada, hasta que pronto empezó a escucharse tan cerca que todos pudieron percibirlo.

    Allí, frente a ellos, moviéndose entre las piedras y los restos derruidos de ese y otros templos, había una criatura de aspecto reptiliano, solo que más alta que las columnas que tenían a su alrededor. Jamie dio un paso atrás, asustada y al hacerlo no reparó en una vieja estatua que se resquebrajó al chocar contra ella.

    Con el estrépito, la criatura alzó una cabeza parecida a la de un dragón, a la que pronto acompañaron otras dos más.

    – [Vera]Aquí pone…templo de Lerna.[/Vera] – tradujo Vera. Elliot tragó saliva.


    DYAVOL

    El equipo de Dyavol sintió que algo iba mal cuando el suelo pareció moverse de manera inconsistente bajo sus pies, haciéndoles tambalearse.

    Acostumbrados al suelo firme antes de cruzar el portal, habían dado directamente a la cubierta de un barco. La lluvia les azotaba los rostros con fuerza mientras se ayudaban a ponerse en pie y reconocer dónde se encontraban.

    El barco empezó a zozobrar por la intensidad de la tormenta en la que se veían inmersos. Una violenta sacudida del oleaje inclinó la embarcación haciendo que Jane perdiese pie y cayera hacia el lado contrario. Se agarró en el último segundo a la baranda de proa, pero no aguantaría demasiado.

    Xander y Owen descendieron hacia ella sin pensarlo y la asieron entre ambos, arrastrándola a cubierta cuando parecía que se estabilizaba. Después corrieron a reunirse con el resto del grupo, al que Ruby ya había organizado, haciendo que se atasen al mástil por la cintura.

    Tras casi una hora, la tormenta amainó, pero antes de que pudieran soltarse, la puerta que daba a los camarotes se abrió y por ella salió un nutrido grupo de piratas, tanto hombres como mujeres, que les rodearon hasta que un hombre vestido con una chaqueta larga con ribetes que en su día fueron dorados y una cabeza afeitada en la que aún se distinguía un intenso pelo rojo.

    – [Francis]Vamos a resumir, soy Francis Drake, capitán de este navío. Será mejor que empecéis explicando que hacéis en mi barco, si no queréis ir de cabeza al agua.[/Francis] – sentenció. En su mano tenía una pistola cargada y preparada, en una mano que no parecía que fuese a temblar.


    NEXUS

    El equipo Nexus apareció alejado de su objetivo principal, en la cadena de montañas en la que una vez Idris, Laura y Henry habían corrido escapando de las criaturas que Zahra les había ayudado a evitar.

    Caminaron en silencio, tomando un sendero ascendente hasta que vieron sobre ellos la ciudadela flotante que se había convertido en la insignia de su tiránico gobierno, una ciudad tan grande que hacía sombra a casi todo el territorio que habían recorrido y mucho más.

    Zahra les explicó que había formas de acceder a la ciudad desde abajo, pero que los habitantes de las zonas bajas no solían tomarlas porque lo que les esperaba en La Flecha sería mucho peor.

    Plantearon varias alternativas, hasta que finalmente, tras la evaluación de riesgos de Bowie, decidieron subir por una columna de piedra recorrida de abajo hasta arriba por una escalinata que utilizaba la orden de Antailtire, un culto religioso, como peregrinación a las tierras inferiores.

    Al llegar arriba, atravesaron unas dunas salpicadas de artefactos electrónicos desechados hasta llegar a una entrada a la parte más oscura y pérfida de la ciudad, el Barrio Mecha. Se cubrieron con capas aprovechando la lluvia que acababa de aparecer y cruzaron las puertas, encontrándose con una ciudad llena de luces donde los edificios se perdían en el cielo. La gente iba de un lado para otro, algunos observándoles fijamente, cubiertos de implantes mecánicos hasta dejarles en algunos casos irreconocibles.

     

  • ASEDIO

    DIARIOS DE DESTINO

    NEXUS

    La sala de audiencias del Palacio de la Flecha estaba sumida en un silencio, apenas roto por los débiles murmullos de las once personas presentes, hasta que los pasos de la número doce empezaron a resonar sobre el mármol y los susurros se desvanecieron.

    Antailtire, creadora y arquitecto del Cúmulo. Temida por muchos, adorado por más incluso. – [Antailtire]Las once personas que formáis parte ahora de mis Manos estáis aquí para resolver este asunto antes de que la enfermedad se extienda.[/Antailtire] – dijo mirándoles tras el rostro de un joven de cabello y ojos oscuros. Solo se presentaba con la misma forma ante los habitantes de La Flecha, pero por lo general ante sus seguidores de confianza se dejaba fluir. Aun así, pese a tener distintos rostros, sabían quién era, su presencia se hacia notar. Esos cambios eran algo que no permitía a sus retazos de ser enviados a otros mundos para que todo funcionase correctamente, porque como sabía desde que era consciente, si algo necesitaba salir bien, tenía que hacerlo en persona.

    – [Antailtire]Reuní a la mitad para acabar con esa revolución que amenaza nuestro orden, pero han fallado. Y no solo eso, si no que otras fuerzas están en juego contra nuestro equilibrio.[/Antailtire] – unos cuantos miembros se removieron. Asia y Jack trataron de defender su derrota pero una mirada de Antailtire les cortó. Algunos veneraban su papel en el funcionamiento del Cúmulo, otros aún pensaban que era una deidad y algunos simplemente temían el alcance de su poder.

    – [Antailtire]Ahora llegará el turno de las explicaciones.[/Antailtire] – sentenció sin obtener réplica. – [Antailtire]He dicho once personas porque hemos perdido un apéndice. Ahriman se ha vuelto contra todo lo que defendemos.[/Antailtire] – la presencia entre ellos era notable. Ahriman era un ser de pesadilla, nadie echaría en falta su presencia pero tampoco agradecerían tenerlo en su contra. – [Antailtire]Hector. Informe de lo sucedido.[/Antailtire] – le cedió la palabra a su «apéndice» más leal y organizado. Caminó hasta su asiento y dejó fluir su aspecto para acomodarse a cómo se sentía.

    Hector dio un paso adelante y se colocó donde todos pudiesen verle. – [Hector]Nuestro equipo – Violet, Jack, Snake, Asia, Ahriman y yo mismo – se infiltró con éxito en la nave espacial que utilizan como refugio nuestros enemigos.[/Hector] – pese a que los detalles de la misión no fuesen de conocimiento público, Antailtire sabía que los chismes viajaban rápido, incluso entre sus fuerzas de élite. Todos sabían ya la misión de ese grupo y su fracaso. – [Hector]Dado que su poder colectivo superaba el nuestro, decidimos optar por una solución que nos permitiera suplantarles aprovechando un cambio de cuerpos, que les dejaría desconcertados y nos permitiría obtener información y terminar con ellos.[/Hector] – añadió. Habían conjurado un intercambio de cuerpos que en un principio había salido bien y habrían ganado de no haberse conocido mejor entre ellos y tener más recursos de los que pensaban. – [Hector]Ahriman desapareció antes de llevar a cabo el plan. Éste se vio…frustrado por nuestros enemigos. Descubrieron nuestra infiltración, se liberaron y forzaron revertir la magia.[/Hector] – aclaró. Violet se removió, deseando hablar pero sabiendo que era mejor no llamar la atención. Era su magia la que había cedido ante la hechicera pelirroja y la ilusionista.

    Antaitire sintió la ira crecer y su aspecto fluctuó delante del resto.

    – [Hector]Nos refugiamos y les observamos, reunimos fuerzas y atacamos una vez más, pero una tercera fuerza intervino el conjuro de la Hechicera y se los llevó a un reino al que no pudimos seguirles.[/Hector] – Hector parecía impasible, consciente de asumir cualquier castigo que tuviera preparado Antailtire por sus errores. Antailtire observó, valorando lo que sabía de ese ser que había entrado al juego, el que se alimentaba del arrepentimiento y el sufrimiento, de las malas decisiones y de las buenas. – [Hector]En mitad del caos Ahriman apareció y desató su poder contra nosotros, obligándonos a huir tras resultar la mayoría gravemente heridos.[/Hector] – algunas heridas se habían curado ya. Antailtire podría haberles sanado inmediatamente con su magia pero aquello era parte de su castigo.

    – [Antailtire]¿Habéis conseguido saber al menos por qué nos ha traicionado Ahriman?[/Antailtire] – preguntó, con una molestia visible.

    – [Hector]Violet ha sentido un fuerte enlace de Ahriman con su mundo natal.[/Hector] – Violet sonrió, como si se supiera consciente de que hubiera fallado o no, el plan y las pequeñas victorias que hubiera supuesto eran suyas. – [Hector]Creemos que está relacionado con la oscuridad que despertó en ese mundo hace un siglo.[/Hector] – añadió. Un viejo enemigo de Antailtire, que hasta ahora había permanecido tranquilo, en su pequeño reino caótico. – [Hector]El dios oscuro.[/Hector] – añadió Hector. Antailtire sintió crecer la ira y se puso en pie, con una nueva forma más acorde a su estado de ánimo.

    – [Antailtire]No es ningún dios, solo una mancha que tendría que haber eliminado hacía mucho tiempo. Pero en aquél entonces mi poder estaba disminuido después de crear nuestra sociedad.[/Antailtire] – con un gesto de la mano mostró el Cúmulo tal y como estaba cuando él había llegado. Una oscuridad campaba por todos ellos hasta que cambiaron bajo su magia y la oscuridad se vio encerrada y relegada al mundo de Dyavol, latiendo como si del corazón de ese planeta se tratase. – [Antailtire]Meditaré sobre ese asunto más tarde. ¿Habéis averiguado al menos algo útil sobre ellos o los «Daë»?[/Antailtire] – preguntó. No deseaba discutir de ese enemigo resurgido con sus Manos, le haría parecer débil por no haberlo eliminado. Pero era una entidad ancestral con demasiado poder como para hacerlo.

    – [Hector]Sí. Tenemos información de cada persona, sus poderes, sus razas, su misión.[/Hector] – aclaró, presentándole un artefacto de cristal con forma de estrella. – [Hector]Están decididos a reunir a esos «Daë» para desencadenar algo conocido como «Las Pruebas».[/Hector] – Antailtire arqueó el labio superior con disgusto. Aquella maldita profecía, el empeño de esas entidades conocidas como los Daesdi por desterrarle de su paraíso.

    – [Antailtire]Ya suponíamos parte de eso. ¿Algo más?[/Antailtire]

    – [Hector]Solían hablar sobre la posibilidad de ser también Daë, pero no está confirmado.[/Hector]

    – [Antailtire]Eso significa que tenemos que acabar con los dos grupos antes de que destruyan nuestro paraíso.[/Antailtire] – afirmó.

    – [Asia]Nos encargaremos los selenitas por usted.[/Asia] – intervino Asia, dando un paso adelante. Antailtire la fulminó con la mirada. Asia ansiaba ser su mano derecha y en muchos factores lo era, pero su fallo la había hecho caer en desgracia.

    – [Antailtire]No. Ya habéis fallado dos veces. Tres si contamos a Ahriman[/Antailtire] – sentenció. Se incomodaron, esperando un castigo ejemplar. – [Antailtire]Asia, Violet, Hector, Snake y Jack os encargaréis de los «Daë», según los escritos les faltan dos personas más. Evitad que las consigan. [/Antailtire] – dijo, sintiéndose como un ser magnánimo. Ellos y ellas se arrodillaron, agradeciendo su misericordia, aunque no todos en igual grado. – [Antailtire]Por la información que tenemos parece que los selenitas se dirigirán a Selas y Dyavol a continuación. Luc, Astrid, Desdémona, Ezequiel, Rama e Hyllus. Les estaréis esperando.[/Antailtire] – el resto asintió, conforme. – [Antailtire]Yo buscaré la entrada al Axis Mundi en nuestro Cúmulo.[/Antailtire] – añadió. La había buscado otras veces, buscando quitar esa amenaza de su creación, sin éxito. Pero quizá ahora se mostraría al estar los Daë en camino.

    El silencio volvió a reinar en la sala.

    – [Antailtire]Podéis marcharos.[/Antailtire] – ordenó. Las Manos abandonaron la sala y el silencio reinó una vez más.

  • EL LABERINTO

    Diarios de Destino

    KADINGIR, LUNA VILTIS – TARDE

    En aquella plaza de Kadingir, la capital multicultural de la luna Viltis, Laura tendió su mano a Henry, listos para irse.

    – [Niall]Ya se lo que vas a decir porque lo veo en tu cara tía.-[/Niall] dijo Nate Allen, conocido normalmente como Niall.

    – [Lexie]Vámonos[/Lexie].- respondió Lexie. Su tristeza era patente, pero se puso en pie y cuando el hombre de aspecto extraño les hizo una seña, ella negó con la cabeza. Ese barco había zarpado, al menos por esa vez. Ella misma sentía en lo más profundo de su ser que no estaba perdiendo una oportunidad, si no la oportunidad. Por mucho que Dante dijera que podían volver a intentarlo, sentía que no volvería a ser posible, Pero había tomado una decisión, para bien o para mal, y tendría que vivir con ella, aunque no por eso le haría gracia.

    Los cuatro dieron la espalda al hombre y se internaron en un callejón, desvaneciéndose de un segundo a otro gracias a la teletransportación de Henry.

    En la plaza nadie pareció darse cuenta. El hombre misterioso, el enlace con la persona que podía mandar a otros a otros lugares y tiempos, estaba a punto de marcharse cuando una chica se colocó frente a él. Tenía unos aparatos extraños en los oídos y al colocarse frente a él se quitó uno de ellos, dejando ver una música fuerte y metálica, con voces rasgadas y ritmo electrificante.

    – [Omega]Perdona por hacerte esperar. Ya estoy lista.[/Omega] – dijo la joven. Su cabello oscuro caía a su espalda.

    – [b]El chico dijo que seríais más.[/b] – dijo el hombre. – [b]La tarifa será la misma.[/b] – negoció.

    – [Omega]Al final se echaron atrás. Pero tranquilo, yo se lo pagaré con creces.[/Omega] – sonrió con un gesto leve pero cargado de malicia.

    – [b]Muy bien. ¿Cómo te llamas?[/b] – preguntó.

    – [Omega]Verónica. Pero todo el mundo me llama Omega.[/Omega] – se presentó. Un ojo inexperto podría haberla confundido con Jane Williams, pero el pozo de oscuridad que tenía esta en su interior las diferenciaba mucho más de lo que lo hacían sus ropas de cuero, sus piercing o su maquillaje oscuro.

    – [b]¿Cuándo y dónde planeas viajar?[/b] – preguntó de nuevo mientras la conducía a un edificio vigilado por guardias.

    – [Omega]Me apetece volver a la Tierra. A mediados del siglo XXI.[/Omega] – añadió.

    – [b]Será necesario que lo concretes más cuando la veas.[/b] – explicó el hombre, deteniéndose ante una gran puerta plateada. – [b]Tienes que pagar antes.[/b]

    Ella asintió y el hombre se llevó la mano al cuello, como si una mano invisible le apretase la tráquea. Apretó hasta que dejó de respirar para siempre. Omega siempre pagaba, pero a esa misteriosa gurú de los viajes en el espacio y en el tiempo le pagaría con otra moneda. A ella le había calado muy hondo aquél refrán sobre no dar peces a alguien si no enseñarle a pescar. Así que iba a robarle para siempre la caña y volver a la Tierra por sus propios medios. Y quién sabe, cuando se aburriera quizá volvería a esos mundos para terminar lo que empezó con aquél grupo. Pero para eso debía recuperarse antes.

    Omega se colocó los auriculares y abrió las puertas plateadas. Al otro lado pronto empezaron los gritos, pero nadie lo oyó. Cuando hubo terminado, usó su nuevo poder para irse de aquél lugar. Ni siquiera el tiempo y el espacio podían decirle ya lo que debía hacer.

    Mientras tanto, Henry aparecía junto a Lexie, Niall y Laura en mitad del campo de batalla. La situación estaba peor de lo que pensaban y si seguía así, irían cayendo uno a uno. Ellos no eran guerreros, habían llevado una vida de paz mientras los Moondies luchaban sus batallas y ahora se enfrentaban a un enemigo superior. La última vez habían conseguido que se retiraran pero ahora se enfrentaban a todos los soldados de élite de Antailtire y una ilusión poderosa no les salvaría, ya habían gastado esa carta.

    Aun así, lucharon con toda la fuerza y recursos que tuvieron. Las ilusiones de Lexie inundaron el campo de batalla mientras Henry acudía a la Kvasir para tratar de ajustar las defensas que había estado tratando de reactivar. Incluso Laura y James jugaron su papel ayudando a salir del combate a Noah, que se había visto rodeado y había acabado herido. Por suerte, habían llegado a tiempo, pero aún tenían que vencer.

    La victoria no es un camino recto, a veces la mejor forma de ganar está en saber retirarse a tiempo. Kaylee lo sabía, así que reunió sus fuerzas unidas a las de Sophie y Robin y modificó sobre la marcha el conjuro para cambiar de cuartos, tocando ligeramente y sin darse cuenta la conciencia de una deidad mágica que estaba a la espera. El conjuro se activó y todos se vieron transportados a otro lugar lejano.

    SELAS – LABERINTO DEL ALBA

    Kaylee se sorprendió al ver que se encontraban en un lugar desconocido. Alcanzaba solo a ver setos de más de tres veces su altura que lo cubrían todo excepto el camino por el que caminaba. Ezra olfateaba el aire a su lado, intentando averiguar algo más por cualquier medio. Aprovechando las esferas Daë supieron que estaban todos en el mismo lugar, pero eran incapaces de verse. Aquél laberinto mágico ocupaba una enorme extensión y ellos habían aparecido emparejados por el azar en distintos puntos de la entrada. No podían retroceder, así que el objetivo era llegar al centro y encontrarse allí para decidir el plan. Lo que no sabían era que en ese centro les esperaba otro lugar completamente, el bosque que rehuían la mayor parte de habitantes de ese mundo, habitado por una criatura que mantenía su poder a base de oscuros pactos. Caitriona les esperaba expectantes.

    Kaylee y Ezra, Elle y Owen, Lexie y Noah, Vera y James, Cole y Zahra, Dante y Niall,  Lekwaa y Elliot, Bowie y Xander, Julia y Amy, Robin y Laura, Idris y Jane y finalmente Henry, Nate y Ruby .