– [Kaylee]¿Mamá?[/Kaylee]- Kaylee me estaba llamando, seguramente no pudiera dormir y necesitaba que le prepara una infusión.
– [Elizabeth]Voy, cariño[/Elizabeth].- Susurré para no despertar a nadie y me puse en pie. Mientras me ponía la bata, observé a la persona que dormía a mi lado y me di cuenta de que, una vez más, había soñado con la voz de mi hija, que había muerto tres meses antes.
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El sonido de los coches en el exterior aturdía, parte porque estaban en el exterior del mayor casino de Louna, y parte porque el sonido estaba pobremente paliado por la carrocería metálica de la furgoneta negra, la clásica de actividades delictivas o de actividades policiales, la que vale tanto para un roto como para un descosido, como habría dicho Diana.
Al acordarse de su amiga, su mente se desvió ligeramente, hasta verla riéndose a mandíbula batiente junto a Daniel y Sarah. La razón de su carcajada parecía venir de lo que sea que estuviese metiendo en una caja de regalo, con una etiqueta que ponía “Ed”.
Esbozó una sonrisa, deseando disfrutar de las fiestas con tranquilidad, especialmente después de todo lo que había pasado, y de lo que aún estaba pasando, pero primero tenía que ayudarles, le necesitaban, y la vida de una chica corría peligro.
El General Preston irrumpió en la conocida como ‘Sala de la Silla’, aunque en realidad ahora mismo había varias decenas de ‘sillas’, ganándose las miradas de todos los ingenieros e investigadores que estaban allí trabajando. Algunos le miraban con miedo, porque tenía buena fama de ser un sádico, pero la jefa de investigación, la Doctora Cooper, le dirigió una mirada que escondía una profunda sonrisa, porque mientras que el General estuviese allí, eso significaba que los experimentos biológicos podían continuar, y le fascinaban los descubrimientos que estaba adquiriendo.
El convoy de coches oficiales se detuvo frente al enorme y deshabitado Castillo Kvinneby, ahora propiedad de Inteligencia Nacional a instancias del Director de Inteligencia Nacional James R. Clapper, a fin de realizar una importante investigación en el Condado de Ripper.
Abel Moreau, un hombre al que la prensa apodaba ‘El Consejero Pordiosero‘, estaba esperando junto a su mujer y el pequeño Idris, que ya iba caminando solo, a que la comitiva se detuviese.
Hiroshi Sato tardó unos segundos en darse cuenta de que había perdido a su silenciosa acompañante. La costumbre le hacía pensar que ahora volvería a toparse con un nuevo compañero o compañera, pero esta vez no aparecía, caminó durante un par de minutos y lo que encontró en su lugar fue un pasillo estrecho y largo, con un suelo de intrincados dibujos que parecían moverse, al final del cual se divisaba la figura de una persona, quizá su compañero, o compañera más bien, a juzgar por la silueta.
Se acercó al pasillo y se dio cuenta de que no eran dibujos que parecían moverse lo que había en el suelo, si no serpientes, cubriéndolo totalmente.
Cuando consiguió cruzar, a mitad de camino, la situación se complicó aún más, porque del suelo comenzaron a emerger manos que parecían querer hundirle en la misma tierra.
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Sam se sentía incomodo en aquel local, era el único humano rodeado de un grupo de demonios. La mayoría de las miradas se paseaban entre él y el escenario en el que algunos demonios cantaban karaoke, sin duda ya lo había visto todo.
Pero el trabajo era el trabajo. Ya se había encargado de un amplio numero de esos expedientes, bueno, pongámosle un 15%. Había empezado por algunos de los que parecían ser una mayor amenaza, pero esa noche necesitaba un descanso, necesitaba algo que no fuera a complicársele.
Observo al demonio de color verde y ropa llamativa, era el dueño del establecimiento y no había resultado difícil encontrarlo, no comprendía porque la Iniciativa aun no se había presentado allí, hasta que el comienzo de una pelea termino abruptamente tras una especie de choque de escudos invisibles, la violencia estaba prohibido en ese edificio, inteligente.
Una ola arrastró a un Logan Villiers que maldecía sin cesar mientras el agua le arrastraba, hasta que se golpeó las fracturadas costillas contra una pared y quedó tumbado boca arriba en el suelo. Se puso en pie antes de que su futuro compañero, aunque esperaba que fuera compañera, le viera, y caminó disimulando el dolor en el costado y el cansancio de estar en un lugar sin luz solar que le reconfortara.
Al cabo de un rato una nueva oleada trajo a su compañero, y Logan volvió a maldecir internamente, no podía tocarle otra chica guapa, tenía que tocarle también el otro aesir, el que estaba con la Cazadora. Logan usó su poder para secarse mientras disfrutaba viendo como el otro se levantaba, con un corte en la frente y varios arañazos.
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En la sede de los Búhos se estaba llevando a cabo una importante batalla…de parchís, que se había vuelto el juego de moda después de que Walter fuese de vacaciones a España y trajese uno.
Olivia Dunham y Lincoln Lee aprovechaban esa calurosa tarde para disfrutar del aire acondicionado que les proporcionaba aquella sala de decoración minimalista con aires militares en la que podían desconectar de las obligaciones. Estaban sentados en el sofá de piel negro, con la mesa de café frente a ellos sobre la que reposaba el juego.
Lincoln dio un sorbo al refresco de cola. Estaba perdiendo de una manera estrepitosa a un juego para niños de seis años, pero no podía dejar de mirarla. El chico miró a Olivia, cuya ficha acababa de comer una de las suyas y estaba contando veinte casillas. No pudo evitar echar un vistazo a prominente vientre de embarazada, que cubría con un vestido de premamá azul y eso le hizo sonreír, porque ella no era mujer de vestidos, pero había tenido que resignarse.
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Hiroshi estuvo hablando con su sombrío compañero hasta que las antorchas de aquel angosto camino se apagaron, como siempre, sin previo aviso: ¿Había algo más irónico que perder a una sombra en la oscuridad? El chico, ya ni siquiera perdió el tiempo en intentar buscarlo, porque sabía que no iba a dar con él, así que esperó a que las antorchas iluminasen nuevamente el camino y cuando lo hicieron, avanzó por el sendero hasta que dio con el tipo de piel oscura, aquel tal Vincent Solo al que reconocía de las presentaciones. (más…)