Moondale

Autor: Mike Solo-Novak

  • EL LEOPARDO

    MIKE SOLO-NOVAK

    KARNAK – NOCHE

    – [Mike]¡Corre![/Mike] – conseguí gritar a Sophie. El leopardo estaba oculto entre la nieve, agazapado, esperando su oportunidad. Lo sabía, conocía su forma de pensar porque habíamos sido uno hasta que el Perro le había hecho salir.

    Vi a Sophie alejarse con el corazón en un puño, recordando lo tranquilos que vivíamos hasta tener que volver a meter la cabeza de lleno en los problemas.

    Tras la visión de la muchacha, hablé con Sophie y decidimos que no podíamos irnos de allí de forma apresurada, dejando todo un pueblo desprotegido a merced de los «dioses». Así que nos pusimos a trabajar, reunimos una clase de refugiadas y refugiados y comenzamos a enseñarles todo lo que necesitaban para sobrevivir y aprender unos remedios básicos, más avanzados de los que tenían.

    Solo cuando vimos que eran capaces de valerse, partimos en un pequeño barco hacia el desierto, donde el Perro, conocido allí por Anubis, tenía su morada.

    Sobrevivimos gracias a las provisiones. Cada vez me preocupaba más la escasez de agua, no tanto por mí y la que necesitase beber si no por mantener a Sophie tanto tiempo lejos del agua salada. Empezaba a verla alicaída y me preocupaba enormemente no ser capaces de volver si no lográbamos dar con él.

    Una noche, finalmente, cuando las dudas no me dejaban dormir, una sombra apareció durante un instante. Pensé que era una alucinación por la deshidratación o la falta de sueño, pero no, era el Perro.

    Un aullido despertó a Sophie antes de que yo pudiera hacerlo y empezó a hacer cada vez más frío. Sophie y yo nos acercamos, intentando mantener el calor, pero la temperatura bajó tanto que la arena parecía nieve.

    – [b]Veo vuestra oscuridad.[/b] – dijo una voz lejana. La sombra volvió a aparecer. Recordaba que Anubis tradicionalmente era una figura masculina con cabeza de perro, pero ésta sombra tenía rasgos femeninos.

    Busqué la mano de Sophie pero ella no reaccionó, parecía estar enfrentándose a algo en su propia mente. Algo que no tardó en sucederme a mí también. Caí de rodillas y noté que arrancaban una parte de mí. Pronto, tuve los ojos del leopardo mirándome frente a frente, con su piel nívea casi resplandeciendo bajo la luna.

    Me aparté y el leopardo me observó. Sophie se abrazó a sí misma, sumida en su visión, ajena al peligro real que la rodeaba. Traté de acercarme a la bestia y recibí un zarpazo de advertencia.

    Tenía que girarme, desviar su atención de Sophie. Justo en ese momento, ella abrió los ojos y sentí que el poder al que nos enfrentábamos retrocedía un poco.  Pero el leopardo seguía allí, así que le pedí a Sophie que echara a correr.

    Un error, movido por el miedo, el leopardo fue tras ella, mucho más rápido. Maldije, no tenía tiempo de pensar en ninguna solución lógica, solo podía moverme por instinto, así que me interpuse entre ellos y enfrenté al leopardo. Fuera o dentro, éramos uno solo, con eso en mente conseguí que se detuviera y volviera a mí.

    – [b]Todos tenemos oscuridad dentro. Lo importante es equilibrarla.[/b] – dijo de nuevo la voz. Ahora parecía diferente, más serena, menos acechante.

    Frente a nosotros se abrió un portal y, cogidos de la mano, lo cruzamos.

    El frío dio paso a una húmeda y fresca brisa, que por el contraste, resultaba incluso cálida, agradable. Al fondo, como el recuerdo de otros tiempos, estaba la nave estrellada.

  • CATALIZADOR

    MIKE SOLO-NOVAK

    KARNAK – MAÑANA

     

    Mi madre siempre contaba que ella toda la vida se había tenido por una mujer de ciencia criada en un entorno en el que la fe era un pilar fundamental. Sin embargo, su forma de pensar cambió cuando fue convertida en vampiresa y vio toda serie de cosas inexplicables hasta el momento, incluso siéndole concedida una cura. Desde ese momento, nos decía, había vuelto a colgarse la cruz al cuello y aceptado ambas facetas de su vida.

    Mi hermano Idris llevaba al cuello una cadena de plata que le habían regalado los abuelos, pero tenía más fe en sí mismo que en otras cosas. Mi padre tenía su propia fe, una cuyos símbolos estaban perdidos en su mundo, más cercana a la parte que mucha gente desconoce del islam, la que no es raíz de fundamentalismos ni guerras absurdas.

    Y yo por mi parte, había salido a mi madre, aunque mi fe era un poco menos esperanzadora. No contaba con milagros ni cambios radicales distintos a los que yo mismo hiciera. Creía en algo que nos protegía y nos permitía seguir siendo relativamente libres. Y quizá ahora, viendo la oscuridad que crecía en todas partes, creía aún más.

    Pero mis esperanzas siempre habían sido un punto débil, me consideraba realista aunque quizá con perspectiva habrían podido llamarme pesimista. Cuando llegamos de nuevo a Karnak, solos Sophie y yo, buscamos formas de regresar con el resto. Tras semanas sin conseguir contactar con nadie, con las esferas como piedras inertes y sin ningún portal funcionando, me conformé, arrastrando a Sophie conmigo.

    Era cierto que una parte de la vida que llevábamos allí era agradable, teníamos tiempo para estar a solas, la gente que nos había acogido en aquella pequeña ciudad a orillas del Nilo nos trataba como dioses y hacíamos una labor curando a personas día tras día. Estaba claro que echaba de menos otras comodidades de la Tierra o incluso de la Nave, y también a los demás, a mis padres, a mi hermano…

    Aún así, hasta aquella mañana, nos conformamos.

    Amaneció como cualquier otro día. Me levanté de la cama con Sophie aún durmiendo al lado y preparé un desayuno para los dos con algunas frutas que nos había traído un paciente. Después de desayunar Sophie fue a darse un baño en un pequeño estanque artificial que habíamos formado cerca del río. Estaba protegido de las miradas en cierto modo, pero los habitantes nos tenían tanto respeto que no se acercaban por allí. Habíamos pasado muchas tardes divertidas en ese estanque.

    Tenía una visita temprano, así que no pude acompañarla para empezar el día con energía. En la visita había una mujer, tenía constitución delgada y la piel blanquecina por el dolor o la fiebre.

    – [Mike]Buenos días, soy Michael.[/Mike] – empecé a decir, gracias al traductor que me había llevado a la última misión. Lo había guardado cuando los demás la habían dado por finalizada. Una desgracia con suerte.

    La muchacha me miró, parecía un pajarillo asustado, salvo en los ojos, sus ojos irradiaban algo. Me acerqué despacio para no asustarla, pero de pronto ella se abalanzó sobre mí y me puso la mano en la frente.

    Una sucesión de imágenes se precipitó como una cascada en mi mente. No era capaz de procesar lo que estaba viendo, pero era como si ya lo hubiera visto. Antailtire enviado al Vacío tras el sacrificio de los Daë, una oscuridad saliendo de su cárcel en Dyavol y alcanzando todos los mundos, esferas que se apagaban, debilitadas como el poder de los Daesdi contra esa oscuridad y separados, repartidos por el Cúmulo, nosotros. Y los mundos aún tenían una luz, un viejo portal del que surgían todos los demás, protegidos por criaturas míticas.

    Me llevé una mano a la frente y me aparté de la joven, que ya parecía más tranquila, recuperando su tono cobrizo natural. Parecía confusa, o cohibida ahora que se había liberado de esa carga. Tras un rápido vistazo la mandé marchar y me senté, abatido. Estaban vivos, todo este tiempo lo habían estado.

    Me esforcé en recuperarme y salí en busca de Sophie, dándole vueltas a cómo decirle lo que había descubierto y pensando en cómo enfrentarnos al Perro.

  • PULSIÓN

    MIKE SOLO-NOVAK

    DYAVOL – NOCHE

    Divisé las gaviotas en el horizonte después de que alguien en el barco gritase «Tierra a la vista». Ni mi visión agudizada gracias al felino que convivía conmigo me habían permitido adelantarme a alguien con la experiencia de decenas de travesías como aquellas.

    Tras el ataque del barco fantasma, Francis y su tripulación habían limpiado la cubierta de cuerpos, casi todos de los «corruptos» como les llamaban, pero también tenían que entregar al mar a dos de los suyos.

    Sophie entonó una preciosa canción mientras les devolvían al mar. La observé mientras lo hacía, con una voz que parecía pertenecer al mar por cómo reverberaba contra sus olas y una melodía que surgía de lo más profundo de su corazón. Caitriona había despertado su herencia de sirena y aunque para ella fuese algo nuevo, era parte de sí misma desde que había nacido, reprimida por alguna magia. Quién sabía lo que eso podría haberle hecho, sentir toda tu vida que te falta algo que ni siquiera recuerdas. Era una suerte que Sophie fuera tan resiliente.

    Mientras el rostro de la mujer pirata se unía al hombre que habían sumergido antes, sentí una pulsión que apenas recordaba ya. Mi madre y yo nos habíamos realizado varias pruebas para comprobar si nuestra resistencia a los «simbiontes» eran algo físico o se movían en el plano espiritual. No habíamos obtenido nada concluyente, pero también era cierto que la medicina en ese ámbito no era nada avanzada, no teníamos forma aún de diferenciar con ninguna prueba no visual si alguien tenía poderes o no. En ocasiones, los poderes eran un vestigio de un pasado de sangre híbrida con otros sobrenaturales y ahí sí que había genes patentes, pero en otros era una pura mutación familiar de la que todavía no teníamos una teoría firme para establecer patrones.

    Sea como fuere, algo en mi, que había heredado de mi madre, me hacía resistir la tentación del felino de salir con libertad y arrasar con todo a su paso cada noche. Pero en aquél mundo tenebroso, bajo la luz de la Luna, la llamada era más potente. Percibía esa oscuridad de la que nos habían hablado y que devoraba ese mundo llamándome, instándome a desatar todos mis impulsos.

    Apreté la baranda de madera entre mis manos y fijé la vista en el agua para calmarme. Al llegar a tierra podríamos descansar y con algo de suerte, al estar reducido este mundo a poco más que una isla de supervivientes, encontraríamos rápido al último Daë del Cúmulo y nos alejaríamos de la influencia de ese diablo corruptor.

    Una mano pequeña pero firme, de dedos largos, presionó contra mi hombro. Me giré para ver a Sophie con una sonrisa que esperaba antes de girarme. Si lo que solían decir de que los opuestos se atraen era cierto, eso explicaba la electricidad que resonaba entre ella y yo. Ella siempre sonreía y yo casi siempre estaba serio.

    Fui consciente en exceso de cada uno de sus movimientos al ponerse a mi lado y apoyarse en la barandilla. El felino en mí estaba haciendo que mi visión fuera más animal que humana. Ellos percibían menos el color y a cambio, eso les permitía centrarse en el movimiento, tal y como me estaba ocurriendo.

    Como si ella lo supiera, posó su mano sobre la mía. Fui consciente de pronto de lo frías que se habían quedado las mías al haberlas mantenido aferrando la madera. Las suyas sin embargo eran cálidas y me hicieron recordar la calidez de su cuerpo bajo el tenue sol en la playa de Viltis.

    Intenté pensar en otra cosa, había demasiados problemas como para dejarse llevar por el hedonismo. Owen había resultado herido y su cura era algo que escapaba a mis conocimientos, aunque no habría sido así si hubiera aceptado el faustiano trato de Caitriona. Claro que para poder ayudar a Owen aún habiendo aceptado eso, habría tenido que matar antes a otro aesir, quizá incluso a un aesir ya infectado con la licantropía.

    No había tiempo de lamentarse, tenía que hacer todo lo que estuviera en mi mano para ayudarle y evitar su desenlace, pero la ausencia de información era una lacra. Solo sabíamos lo que los Moondies habían visto en un Daniel Arkkan aquejado por la misma enfermedad, en una realidad alternativa que no llegó a ser la nuestra. Eso y retazos perdidos en el folklore.

    – [Sophie]Pareces más serio que de costumbre, mi niño.[/Sophie] – Sophie cambió el silencio que había entre nosotros por el inicio de una conversación que carecía de presión. Resultaba natural hablar con ella, apetecible.

    – [Mike]Es este mundo, la noche. Lo de Owen…[/Mike] – comenté. Muchas cosas malas y poco control sobre ellas.

    – [Sophie]¿Lo superará?[/Sophie] – preguntó. La miré a los ojos, sopesando las opciones. Estaba acostumbrado a la idea preconcebida de que tendría que decir la fría verdad a mis pacientes y sus familias, pero había algo en los ojos de Sophie que me hacía rechazar esa dura realidad. Y a la vez, también rechazaba mentirle.

    – [Mike]Se curará de la herida pronto, pero después empezará a afectarle, a debilitarle.[/Mike] – expliqué. A efectos prácticos se comportaba como una enfermedad autoinmune, la genética aesir luchaba contra el virus de la licantropía y el cuerpo sufría siendo ese campo de guerra.

    – [Sophie]Ya, pero para eso somos Daë.[/Sophie] – me recordó. Aquella palabra, Daë, para nosotros sinónimo de héroes y heroínas de leyenda, de nuestros padres y madres. Yo quería cambiar el mundo, salvar a las personas, pero no me había imaginado haciéndolo así.

    Saqué el crucifijo de plata que llevaba en una cadena, pegado contra el cuerpo. El vial vacío del brebaje que había curado el vampirismo de mi madre tintineó colgado a su lado. – [Mike]Soy hijo de una vampiresa, supongo que tenemos que ser positivos.[/Mike] – pensé, tratando de ser positivo, aunque solo fuese por ella. Se había curado de vampirismo como consecuencia de ser una Daë, pero luego había sido convertida en licántropa y de eso no había encontrado cura.

    Ella asintió. Miré su mano sobre la barandilla. – [Sophie]Saldremos de esta.[/Sophie] – dijo. Alcé la vista hacia sus labios cuando los movía para dejar pasar su melodiosa voz. Un mechón rosado ondeaba con el viento acariciando su labio inferior.

    Coloqué mi mano sobre la suya y sonreí. Ante lo inevitable, solo podemos confiar en nuestra voluntad para sobreponernos a las dificultades.

  • EL PRECIO DEL SABER

    MIKE SOLO-NOVAK

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    – [Mike]No pretendo ofender Caitriona, pero entenderás que me preocupa más la situación de mis amigos que un trato con aspecto … turbio. [/Mike]- por lo general la gente tomaba mi forma de hablar en temas serios como que estaba enfadado o molesto, pero no era el caso. Sencillamente la situación no era informal y agradable, un trato con una emisaria de lo que podía ser el mismo diablo distaba bastante de una copa con unos amigos. No obstante, esperé que ella no lo entendiese así, no la conocía lo suficiente como para hacer un juicio de valor solo con lo que me había contado en los escasos minutos desde que había cruzado la puerta.

    – [Caitriona]Todo depende del cristal con el que quieras mirarlo.[/Caitriona] – respondió ella. Los debates filosóficos no solían ser mi fuerte porque mi opinión solía ser poco variable, no obtenía mucho de lo que se suponía que debía dar debatir.

    – [Mike]Soy un hombre de creencias firmes. [/Mike]- repliqué, llevando la mano por instinto a la cruz de platino que llevaba colgada al cuello, en una cadena fina, poco ornamentada, al igual que el símbolo de mi fe, de formas lisas y simples.

    – [Caitriona]Podría decirte unas cuantas cosas sobre eso.[/Caitriona]- comentó mirándola. Pese al aire celta que la rodeaba, parecía saber mucho de diferentes culturas. Viendo lo que sabía de mí y seguramente del resto, podía imaginar que su magia le permitía ver lo que deseara.- [Caitriona]No obstante, he venido a ofrecerte algo, pero si no te interesa, me puedo ir ya.[/Caitriona] – respondió. Según sus palabras una vez escuchásemos sus tratos nos dejaría ir. Omití responderle entonces que eso no era legal ni ético, porque no parecía que fuera a importarle ni a cambiar su opinión.

    – [Mike]Te escucharé, pero no confíes en que salga como esperas. [/Mike]- el frío platino contra las yemas de mis dedos me reconfortó.

    – [Caitriona]No soy un vampiro, Mike.[/Caitriona] – respondió ella observando el gesto.

    – [Mike]No tengo nada en contra de los vampiros Caitriona, pero el felino que hay en mi está alerta de la oscuridad que te acompaña.[/Mike] – lo notaba rondando en mi interior, trazando círculos, atento, a la espera de abalanzarse sobre ese ser si aparecía ante nosotros.

    Caitriona sonrió.- [Caitriona]Lo que te ofrezco es conocimiento ilimitado a cambio de la vida de lo que quieras conocer.[/Caitriona] – agradecí que su precio acompañara a su oferta, pero eso no impidió que me recorriese un escalofrío ante la severidad de su trato.

    – [Mike]¿Te refieres a matar a una criatura para saberlo todo de ella?[/Mike] – pregunté, para asegurarme. Ella asintió. – [Mike]No creo en el mal menor, Caitriona, ni soy un doctor Mengele.[/Mike] – mi vocación era la medicina, pero curaba personas, y mi moral era firme de nuevo respecto a eso, no sacrificaría ninguna vida, ni por salvar a varios. No se trataba de un dilema filosófico en el que tienes que decidir con cifras en frío, en el mundo real eso solo es un atajo, información y conocimientos rápidos, pero hay otras vías.

    – [Caitriona]¿Eso es un «no»?[/Caitriona] – preguntó ella para asegurarse, aunque conocía la respuesta, no lo dudé.

    – [Mike]Definitivo.[/Mike]

    – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona]- respondió levantándose y haciendo desaparecer la silla.

    – [Mike]Rezaré por ti hasta entonces. [/Mike]- dije con sinceridad. Igual que habría buscado una solución para salvar su cuerpo de una enfermedad, recurriría a la fe para sanar su alma de la oscuridad de ese ser que la acechaba.

    – [Caitriona]No tengo alma, Mike.[/Caitriona]- dijo ella esbozando una sonrisa.- [Caitriona]La vendí hace mucho para no dejar nunca de ser guapa.[/Caitriona]  – puede que fuese verdad, o solo un mito asociado habitualmente a las brujas.

    – [Mike]El alma no es algo que puedas entregar tan fácilmente, aún puedes luchar.[/Mike] – los pactos con el diablo solo son tales si los consentimos, el alma no puede darse a algo tan perverso, depende de nosotros y de nuestro libre albedrío la salud de nuestro espíritu.

    La puerta se cerró, pero algo en mí supo que me había escuchado.

  • EL GATO Y EL HALCÓN

    DANTE VILLIERS

    MAÑANA – LA KVASIR

    Tenía gracia, Mike y yo habíamos sido amigos bastantes años y nunca habría pensado que convivía con un impulso salvaje en su cuerpo que me hacía querer dejarme llevar. Me imaginé que eso sería lo que sentían los lican y los felian como él, a eso que se refería Amy como «el lobo«.

    – [Dante]Tiene gracia. Querías hablar y recuperar el tiempo perdido y ahora no podemos hacer otra cosa.[/Dante] – comenté mientras le observaba trastear con los aparatos médicos de la enfermería. Parecía no apañarse muy bien con mis manos y a mi seguro que me pasaría lo mismo con las suyas si me ponía a trabajar. Así que me esperaba una tarde muy aburrida, eso confiando en que lo deshicieran pronto.

    – [Mike]Pero la situación es bastante más incómoda.[/Mike] – respondió. – [Mike]¿Cómo te acostumbraste a atar las alas? Aquí no tengo que ocultarlas y aun así siento la necesidad de desplegarlas continuamente. Todo parece…pequeño.[/Mike] – preguntó, girándose. Extendió un poco las alas, pero era fácil que chocara contra el instrumental y acabase todo por el suelo, aún no controlaría su extensión.

    – [Dante]Te acostumbras. De pequeño mi madre me llevó a las montañas a aprender a volar, pero no es que pudiera sobrevolar Moondale así como así.[/Dante] – le dije. Había tenido que atarme las alas desde pequeño. Al principio casi fue hasta más fácil, pero cuando mi madre me enseñó a volar me enamoré de la sensación de libertad desde el primer salto. Desde entonces había sido más difícil, pero no quedaba más remedio. Al ‘Ángel de Moondale‘ podían verla por la calle con alas alguna vez y tomarla por otra campaña de marketing, pero si empezaban a ver un chico alado volando por encima de sus cabezas…

    Mike se quedó pensativo, como si rumiara algo. – [Mike]¿Y lo otro? ¿Hay algo de lo que deba preocuparme?[/Mike]

    – [Dante]¿Qué otro?….Ah, ya, el poder de malo. Mientras no estés en peligro no creo que aparezca. No pienses mucho en ello y ya está.[/Dante] – no le daba demasiadas cuentas a mi poder secundario. Se había manifestado alguna que otra vez y cuando hizo falta al resto había cumplido, pero no me resultaba agradable y sabía que era una herencia directa del de mi padre, igual que las alas venían de mi madre aunque fueran de diferente color.

    – [Mike]Sabes que ahora no dejaré de pensar en ello.[/Mike] – esbozó una sonrisa, traté de imaginarme en mi mente a su cara original haciéndolo, si no me costaba mantener la concentración de con quién hablaba. – [Mike]Tú si deberías tener cuidado. Si seguimos así cuando caiga la noche es posible que te transformes.[/Mike] – añadió.

    – [Dante]Vale. ¿Y cómo lo controlo? ¿Tienes por ahí un ovillo de lana o algo?[/Dante] – bromeé. Él se puso serio y pensé que daba un poco de mal rollo verme así.

    – [Mike]En teoría mi madre y yo tenemos algo. Una resistencia. Ella ha mantenido a raya su parte vampírica y su parte licántropa. Pero no sin esfuerzo.[/Mike] – explicó. Conociéndolo estaba facilitándome la explicación en lugar de aburrirme con teorías, componentes genéticos y demás. – [Mike]Hace falta ponerle fuerza de voluntad.[/Mike]  – añadió. Vale, así que su madre y él podían resistir esas «posesiones» pero poniéndole ganas. Mejor que no llegara la noche, yo no era precisamente una persona a la que le gustase contenerse.

    – [Dante]Eso explica que consiguieras resistirte a mí.[/Dante]

    – [Mike]Sabes que no había química. Estamos destinados a ser amigos.[/Mike] – replicó. La verdad es que el beso que intercambiamos fue nefasto. En su momento no parecía tan horrible pero en cuanto tuve más experiencia supe que no nos teníamos ningún tipo de ganas. Mike era guapo y tenía buen cuerpo pero no conectábamos en ese aspecto. Aun así me gustaba recordárselo, sabía que yo no había sentido nada especial pero me molestaba un poco que él hubiera sentido lo mismo, no estaba acostumbrado al rechazo. – [Mike]Aunque con lo difícil que es contactar contigo empezaba a dudarlo.[/Mike] – añadió. Mientras estuvo estudiando habíamos tenido poco contacto, en las visitas sobre todo y alguna vez que me sorprendió con una llamada de teléfono, Mike debía de ser una de las pocas personas que conocía a la que no le desagradaba llamar.

    – [Dante]No me gustan mucho las redes sociales ni nada de eso en general. Hasta me he resistido a usar InNight.[/Dante] – comenté. Supongo que tengo que aclarar de qué hablaba por si en el futuro no tenéis ni idea de qué eran esas aplicaciones. InfiniteNight o InNight era la versión de folleteo de una noche de InfiniteLove o InLove, una aplicación para buscar pareja.

    – [Mike]Prefieres ligar cara a cara ¿no?[/Mike] – sonrió.

    – [Dante]Lo otro le quita el misterio y al final te vuelve vago, te quita el esfuerzo.[/Dante] – repliqué disfrutando de volver a una conversación menos profunda. – [Dante]Además, unas fotos y una biografía elaborada no dicen mucho de una persona.[/Dante] – aclaré. Sí, de la vida real podía decirse lo mismo, pero también veías como se movía una persona, como sonreía sin estar posando. Era diferente. Y los escotes y los pantalones ceñidos s era mejor disfrutarlos en directo.

    – [Mike]Quizá sí. Yo la he usado un par de veces en la universidad. Cuando no conocía a nadie.[/Mike] – confesó. Vaya con el Mike ligón, parece que en la Universidad había aprendido también algunas lecciones de la vida, como aprovecharla.

    – [Dante]¿Y ahora qué? ¿No le has echado el ojo a nadie?[/Dante] – le pregunté. Porque sin nada que hacer y en el cuerpo de otro, pocas cosas más hay que hablar que de amores y rolletes intergalácticos.

    – [Mike]No lo sé. Desde luego no tan obvio como tú con Chloe.[/Mike] – replicó, con una sonrisa sarcástica. Se estaba metiendo conmigo con una confianza que casi parecía que no habíamos tenido nulo contacto durante unos años.

    – [Dante]Yo no he hecho nada. Ni siquiera sé de verdad si es mayor de edad.[/Dante] – admití. En el mundo vikingo por suerte no habíamos coincidido y en el tiempo que habíamos estado juntos en la nave habíamos tenido acercamientos y diferencias. Me gustaba su caracter atrevido y su confianza, me gustaba su culo y sus ojos, pero había mantenido las distancias de momento.

    – [Mike]En tu presente no, eso seguro.[/Mike] – le miré de reojo y vi que bromeaba. Iba a darle un puñetazo en el brazo por sorpresa pero luego me di cuenta de que me lo estaría pegando a mí mismo.

    – [Dante]Ya, pero no sabemos si volveremos a esa vida.[/Dante] – respondí. Había que ser prácticos, podíamos quedar atrapados allí para siempre una vez ayudásemos a los Daë o peor, tener que pasar las Pruebas y morir por el camino.

    – [Mike]Ya, pero ¿y si sí? Hay que estar preparados igual.[/Mike] – sinceramente no me apetecía pensarlo. Si volvía a la vida de antes Chloe sería un bebé y pensar siquiera en que eran la misma persona me ponía la carne de gallina.

    – [Dante]Teniendo en cuenta que en el futuro estoy desaparecido, mejor será que me prepare menos y disfrute más del presente.[/Dante] – me pregunté si en el mejor de los casos habría desaparecido por el repelús que me daba conocer a la Chloe bebé.

    – [Mike]No sabes lo que pasará, son conjeturas.[/Mike] – dijo Mike preocupado.

    – [Dante]Todo el mundo sabe lo de Kaylee Echolls aunque nadie lo mencione. O cómo van a acabar todos estos Daë que estamos guiando a ello.[/Dante] – la muerte estaba en nuestro día a día.

    – [Mike]Encontraremos la forma de evitarlo. Somos más, ni siquiera sabemos si tendremos que pasar las Pruebas.[/Mike] – comentó, tratando de agarrarse a un clavo ardiendo. Me conmovió que le preocupara la idea de mi posible muerte inminente. – [Mike]Yo no voy a dejar morir a nadie. Bastante poco podemos hacer ya por la gente de los mundos que visitamos.[/Mike] – ahí estaba el Mike médico por vocación.

    – [Dante]Bueno, si conseguimos que la historia no se vaya a tomar por el culo les habremos quitado una tiranía de encima, podrán vivir como quieran. No está mal tampoco.[/Dante] – dije. Ahora que en Artisan y…como se llamaba, Nara, Naga…Nara, ahora que habían descubierto que el big bad del Soberano aquí era un grupo de personas en una y que ponía a sus otros yo a vigilar los mundos, sabíamos que cuando los Daë terminaran con él y pasaran el marrón a los Moondies, los mundos no tendrían su influencia en el desarrollo de su gente.

    – [Mike]Ya, pero hay muchas cosas en las que podríamos ayudar. [/Mike] – replicó. Me acordé del mundo vikingo, amenazado por esas serpientes marinas cabronas. Incluso sin quien sea que fuera el alter ego de ‘Antailtire’ en ese mundo, estaban bastante jodidos. Y en el mundo en el que habíamos estado los dos, el de la edad media, tenían un problema con los caballeros santos. Si el Cardenal era el alter ego, todavía tenían una mínima opción, pero aun así no sería fácil deshacer la creencia de la gente.

    – [Dante]Preocúpate de menos gente a la vez. No puedes curar el mundo entero.[/Dante]

    – [Mike]Es una pena.[/Mike]

    Se hizo el silencio y nos echamos a reír sin saber muy bien de qué. Simplemente me hizo gracia ser los mismos de siempre, incluso con unos años más de putadas a la espalda.

    – [Dante]Me la has jugado sacando lo de Chloe, pero de ti no has dicho nada.[/Dante] – le recordé.

    – [Mike]Tampoco hay mucho que contar.[/Mike]

    – [Dante]Venga hombre, si esta jodida nave parece un concurso de belleza, no me digas que no hay nadie.[/Dante] – respondí. Literalmente no habría puesto ningún inconveniente si la misión fuera acostarme con cualquiera de la nave con el que no estuviera emparentado o me hubiera criado como a un hijo o hermano. Quien nos hubiera hecho el casting nos había elegido guapos y atractivos.

    – [Mike]Que me atraiga alguien no significa que vaya a encontrar el amor de mi vida.[/Mike] – que práctico era Mike. No es que yo fuera un adalid del romance, pero él era demasiado frío a veces.

    – [Dante]Por algo se empieza.[/Dante]

    – [Mike]Ya…eso sí…[/Mike] – seguí mirándole, esperando mi cotilleo. – [Mike]Sophie, me…atrae bastante.[/Mike] – reconoció.

    – [Dante]Qué calladito lo tenías. ¿Por eso tardasteis tanto en Egipto? ¿Disfrutando del calorcito?[/Dante] – todo esto de visitar otras civilizaciones era una oportunidad idea para el ‘roleplay’. «Oh, mi faraón, yo tu humilde concubina te bañaré sin reparo y sin ropa.»

    – [Mike]No, qué va. No pasó nada, y si hubiera pasado tampoco te lo diría.[/Mike] – me recordó. No lo dudaba. – [Mike]Me gusta pero es muy enigmática. Es tan positiva que siempre pienso que no confía lo suficiente para contar nada más.[/Mike] – Sophie me caía bien, era alegre y como yo nunca había intentado saber más de ella, no me había encontrado con esa idea. Pero sí que era verdad que para haberle robado el disco de su madre, no me había matado nada más verme ni me lanzaba miradas asesinas.

    – [Dante]Pues vete a hablar con ella, pero ahora no. No quiero que ligues estando en mi cuerpo, tengo una reputación que mantener.[/Dante] – le advertí. Lo que hiciera cualquiera de mis partes prefería disfrutarla estando yo en mi cuerpo.

    – [Mike]¿La de un Villiers?[/Mike] – replicó Mike, lanzándome una vieja pulla. De otra persona quizá me lo habría tomado a mal, pero entre nosotros era una forma de tocarme las narices que tenía años.

    – [Dante]Sí, pero en el futuro cuando la gente hable de un Villiers será de mí.[/Dante] – afirmé. O de cualquiera del batallón de medio hermanos que debía tener.

    – [Mike]Ya estamos en el futuro.[/Mike] – respondió, señalando la nave que habíamos convertido en una casa. Una nave que no venía de estos mundos, si no de otro tiempo, del tiempo de Julia. Un misterio dentro de un misterio.

    – [Dante]¿Ves?[/Dante] – dije simplemente.

    Me estiré y evité mirarle a los ojos mientras me preguntaba si Julia sabría algo de lo que me deparaba el futuro y si cuando volviera a mi cuerpo debería hablar con Chloe o mantenerme alejado de ella.

  • GIGANTES

    MIKE SOLO-NOVAK

    Por un puro golpe de suerte tenía a la Daë de ese mundo frente a nosotros. Estaba subida a una especie de altar frente a un un gran grupo de «dioses menores» entre los que nos encontrábamos Niall, yo y nuestra sacerdotisa Sophie. Era una mujer con una tez de color bronce brillante y pelo oscuro como la tinta. Allí, hablando delante de todos los demás, parecía disfrutar de las atenciones de su público. Cuando nos la presentaron parecía una persona agradable, pero hablando de derrocar a la Diosa Hathor frente a aquellas otras personas veía un punto de malicia en su persona. No me extrañó, porque si no recordaba mal el repaso de Noah, Na’amah era la Daë de Libra y sabía equilibrar sus dos personas muy bien.

    Podría decir que habíamos tratado de pasar desapercibidos para no meternos en problemas, pero en nuestra prisa por encontrar a la Daë y el desconocimiento de lo que estaba pasando en ese mundo, nos habíamos metido en una revolución contra nada menos que una demonio pura. Era algo que estaba totalmente fuera de nuestra liga y ni siquiera teníamos otra opción, porque si no salvábamos de esa a la Daë, no habría un hogar al que volver.

    Antes de que empezara el mitin de Na’amah me había puesto en contacto con Nate, al que habían llevado para servir a la diosa junto con Zahra. Era una suerte que no les hubieran encontrado las esferas Daë, porque no habría podido decirme que Hathor estaba enterada de la revolución y planeaba sofocarla de forma tajante.

    Tratamos de trazar un plan en la medida de lo posible, pero la situación estaba en nuestra contra. Encontrando a la Daë habíamos agotado la poca suerte que teníamos disponible. Nate iba a centrarse en encontrarse con Zahra y escapar de ese lugar, así que nosotros teníamos que encargarnos de Na’amah.

    Sophie estaba a mi lado así que me incliné y susurré a su oído evitando que los demás nos escucharan.  – [Mike]Tenemos que intentar hablar con ella a solas.[/Mike] – capté el eco de su agradable perfume con olor a gominola de fresa

    – [Sophie]Lo veo difícil[/Sophie].- replicó ella. Busqué a Niall a nuestro alrededor pero estaba más alejado, sonriendo a las alabanzas de otros «dioses ave» que dudaba que entendiese sin el traductor.

    – [Mike]No tenemos muchas más opciones. Si estalla la guerra no tenemos poder suficiente.[/Mike] – susurré de nuevo. No éramos los más fuertes ni en el ámbito físico ni en el mágico, solo teníamos los poderes de Nate y la magia de Sophie, en la que ella misma no ponía demasiada confianza.

    – [Sophie]Es una líder. Es imposible acercarse a ella[/Sophie]. – tenía razón, estaba rodeada y seguro que barajaban la posibilidad de que alguno de los presentes trabajase para la diosa Hathor. Nosotros teníamos todas las papeletas por ser los recién llegados, así que no nos convenía poner más cosas en nuestra contra, con una demonio pura ya teníamos suficiente.

    Observamos en silencio la escena. Na’amah se mezcló entre los demás y la seguí disimuladamente con la mirada. Después de un largo rato vi que sus ojos se posaban más de una vez en nosotros, en concreto en Sophie. – [Mike]Quizá tú podrías…mejor que yo.[/Mike] – le sugerí. Ella me miró extrañada, pero al cabo de un rato su mirada se cruzó con la de la futura Daë.

    – [Sophie]Me estás pidiendo algo un poco difícil, mi niño.[/Sophie] – reconoció. Tenía toda la razón del mundo, a mi también me habría extrañado que alguien me lo pidiese y todo irradiaba el concepto «objetificación», pero nada más lejos de la realidad, no tenía que conquistarla, solo aprovechar que a ella sí parecía tener ganas de conocerla para revelarle el motivo por el que estábamos allí.

    – [Mike]Lo sé, pero estoy perdido. No se me ocurre nada más.[/Mike] – admití. No tenía madera de líder.

    – [Sophie]¿Crees que yo no?[/Sophie] – replicó con una sonrisa. Me alegro que no se enfadase por la propuesta, una señal clara de que a mí mismo tampoco me había parecido del todo correcta.

    – [Mike]Me transmites más seguridad que la que tengo en mi mismo.[/Mike] – añadí mirándola a los ojos. Su rostro era una absoluta belleza que irradiaba una autoconfianza y una locuacidad que me hacían desear quedarnos hablando hasta tarde en nuestro breve descanso de vuelta en la nave.

    – [Sophie]Suena a excusa para que lo haga yo, pero lo haré.[/Sophie] – respondió alzando una ceja. Le tendí el audífono y ella se dio la vuelta y se deslizó entre la multidud hasta llegar a la Daë.

    Observé su conversación durante un rato que me resultó eterno. Estuve atento cuando la mirada de la Daë se posó en mí y luego en Niall. Sophie hablaba con respeto, alimentando el ego de diosa que tenía aquella demonio que estaba destinada a salvar el mundo.

    Por un momento creí que habíamos llegado a tiempo a avisarla, que saldríamos de allí con ella y evitaríamos esa guerra en ciernes, pero antes de que terminasen de hablar se empezaron a escuchar gritos en la calle. La gente del interior de aquella residencia empezó a salir y los gritos aumentaron. La diosa Hathor ya había lanzado su ataque y allí fuera, entre todos los enemigos, estaría Nate y con suerte, Zahra. Había demasiado puesto sobre los hombros de la suerte.

    – [Sophie]Esto no está saliendo bien.[/Sophie] – dijo ella cuando volvimos a reunirnos.

    – [Mike]¿Ya ha empezado?[/Mike] – pregunté cuando Niall se unió a nosotros. Los demás asintieron y seguimos a la Daë al exterior, donde los gritos se materializaron en una combate abierto entre los dioses menores, la mayoria cambiando a su aspecto teriántropo si es que les daba tiempo, y las fuerzas de la diosa.

    Me quedé paralizado al salir. Había tenido que defenderme en nuestro viaje a Kardas, pero allí había un auténtico derramamiento de sangre. Las fuerzas de la diosa, pese a estar muy entrenadas, caían ante las garras y el poder de los teriántropos y demonios que componían los dioses menores. Pero aun así, su número era mucho mayor y por cada diez que caían, se llevaban a uno de aquellos.

    Na’amah estaba intentando refugiarse del centro del conflicto, usando su magia para defenderse. Durante un instante me pareció que su rostro se tornaba monstruoso, una definición completa y absoluta de la fealdad, pero se desvaneció con un parpadeo.

    Estaban empezando a rodearla, así que nos acercamos a su posición. Era imposible llegar a tiempo de defenderla, teníamos que cruzar el patio sin salir mal parados y ella pese a estar aguantando, se enfrentaba a muchos.

    Entonces ocurrió algo extraño, una alabarda detuvo el golpe de otra arma similar que había estado a punto de golpear a la Daë. Unas manos grandes y fuertes la empuñaban y seguí la trayectoria de unos enormes brazos hasta ver el rostro afable de Nate concentrado en desviar a los guerreros y guerreras.

    En aquél momento tenía demasiadas preocupaciones. Había mucha gente que podía necesitarme allí, pero mi medicina no tenía cabida en ese mundo. Tenía una misión que era muy distinta a la que mi juramento implicaba y me sentía dividido. Traté de ser lógico, no podía cambiar el pasado y tenía que centrar mis esfuerzos a mis compañeros.

    Cruzamos el terreno de combate hasta llegar a Nate y sentí que la suerte estaba de nuestra parte cuando vi a Zahra a su lado, luchando.

    Aun así, la suerte no duraba mucho. El sol, pese a ser mediodía, empezó a oscurecerse. Al principio pensé que sería un eclipse pero al alzar la vista vi que una forma gigantesca orbitaba sobre nosotros cubriendo el sol. Apenas distinguí su aspecto, solo veía una sombra negra como la noche. Parecía una especie de animal alargado con alas de murciélago y cabeza astada, rematada en la parte trasera por tres colas. Supe que era ella, «Hathor», en su aspecto de demonio puro.

    Ahora sí que no teníamos nada que hacer. Algunos dioses habían perdido todo atisbo de valentía al verla sobrevolar la «Ciudad de los Dioses» y ahora corrían despavoridos. La figura emitió un destello que parecía provenir de donde debían estar sus ojos y un templo cercano estalló lanzando una nube de escombro. Sophie consiguió murmurar algo para que un escudo de aire nos protegiera de los trozos de piedra más pequeños, lanzados como balas.

    Sophie se levantó y habló con la Daë. Nos hizo señas para tratar de ir a un lugar seguro y la seguimos, con el infierno desatándose a nuestro alrededor. Traté de no mirar demasiado, ya había visto cosas que me marcarían de por vida, cuantas menos, mejor.

    Recorrimos a toda velocidad el camino principal hasta volver al arco de entrada y nos detuvimos al ver que la refriega había llegado también a la gente de a pie,  una lucha entre los partidarios de los dioses y diosas menores contra los de Hathor. Sus guerreros y guerreras parecían haber recobrado fuerza gracias a su presencia, aunque un brillo fantasmagórico en sus ojos daba a indicar que había algo más.

    Nate iba en la vanguardia tratando de abrir paso pero llegó un punto en el que estábamos rodeados. El ruido de la batalla y los gritos de la gente nos incapacitaban para oír nada más. Y entonces, cuando todo parecía perdido y el desconcierto había superado al miedo, se hizo el silencio a nuestro alrededor.

    Miré hacia arriba y vi el característico verde del fuego que lanzaba la diosa suspendido sobre nosotros, como si se hubiera detenido en el aire. Retrocedió un poco y se disipó con lentitud. Giré la vista a Sophie que me miraba sorprendida, ella no había sido.

    – [Eldric]Hay que ponerse a cubierto.[/Eldric] – indicó aquél hombre de piel blanca como la nieve cubierto con una imponente armadura dorada. Eldric Northwood, los Daë habían llegado. El elfo sostenía en alto una mano al igual que Geraldine, salvo que ésta última tenía un báculo en ella que irradiaba una luz cálida, igual que la del escudo que nos protegía. Entre ambos habían conseguido detener un ataque de la demonio pura, pero no sabía si podrían hacerlo con alguno más.

    Caminamos entre ellos, pero las diferencias entre nosotros cada vez eran más palpables. Al principio eran un grupo unido por una necesidad pero ahora había mucha más confianza entre ellos y también, mucho más poder. Reconocí a Eleanor que caminaba en el centro; a Rlia que había reconocido a Sophie y gracias a eso nos habían rescatado; a Richard al que había conocido en Kardas; el gigante de piedra Ugg’krah iba en la retaguardia; y había uno nuevo, un hombre alto y fuerte, vestido con pieles curtidas y con un llamativo pelo de color azul que era la señal de que los del mundo de Dagrknot ya habían cumplido su misión y estaban seguramente de vuelta. No se me escapó que Na’amah les miraba también con evidente curiosidad.

    Tratamos de no hablar mucho con los Daë, cuanto menos interfiriésemos en su rumbo, mejor. Ellos parecían entender a su manera qué papel jugábamos en su historia, así que cuando llegamos a una enorme roca a las afueras de la ciudad donde guarecernos, nuestros caminos se separaron. Na’amah se quedó con ellos intrigada, y aunque no sabía concretamente cómo iba a seguir su historia, me imaginé que a ese grupo aún le quedaba más tiempo en ese mundo que a nosotros.

    Algo más aliviados, dejamos atrás aquella lucha de titanes sabiendo que en el tiempo en el que estuvieran allí, pasara lo que pasase,  Na’amah decidiría unirse a ellos. Nuestra misión estaba cumplida, ya solo quedaba volver a casa.

     

     

  • EL ARCO RELUCIENTE

    MIKE SOLO-NOVAK

    KARNAK – MAÑANA

    El clima de la Luna era lo más cercano que podría definir como paraíso. Había vivido en varios lugares con climas muy diferentes, pero hasta el momento, aquél parecía el más agradable con diferencia. Brisa leve y refrescante, cielos despejados y un sol que se hacía fácil de llevar. Todo lo que habíamos podido explorar de aquella luna era vegetación y naturaleza inmaculada, solo rota por aquella enorme ciudad en mitad de todo. Así que quizá aquella carencia de interacción humana con el resto del entorno había propiciado que se mantuviese tan inmaculado, con lagos de aguas más cristalinas que las de Loverd, Merelia o Velze.

    En Louna, en los veranos, solía hacer bastante calor, pero por las noches en la terraza de mis padres siempre se podía disfrutar de una fresca brisa marina que no dejaría de recordar. En la facultad sin embargo, hacía bastante más frío, pero terminabas acostumbrándote.

    Así que cuando dejamos atrás aquel clima fresco y llegamos al sofocante calor del desierto, me llevé una mano a la frente, resistiendo el agobio. Una cosa era saber que íbamos a un mundo anclado en la civilización egipcia y otra, estar preparado para aquél calor infernal, incluso con las ropas de época que habíamos impreso en la nave.

    El traje empezó a hacer su magia e hidrató ligeramente mi piel, refrescándola muy tenuemente, pero con aquél calor no podía.

    Cuando mi visión se aclaró, vi que nos encontrábamos en un templo derruido, con el obelisco tras nosotros. Desde la Luna había varios portales a los mundos y habíamos dado con el que nos había llevado a un punto más lejano, porque prácticamente solo veía dunas en el horizonte.

    Me quedé parado un momento, sorprendido al encontrarme con la verdadera forma de las pirámides. Pese a lo lejos, su nívea superficie aún sin deteriorar y sin ser pasto de los robos, reflejaba el sol como si estuvieran hechas de luz pura, culminando en la cúpula dorada. Aquella civilización decía estar regida por los mismos dioses y viendo aquellas construcciones, incluso tan lejos, no me extraña que muchos no lo dudasen.

    Coloqué una mano en forma de visera y traté de agudizar más la vista en el horizonte difuminado por el calor. A lo lejos, aunque no demasiado, se veía un río tan ancho que no alcanzaba a ver la otra orilla. En mi mente lo llamé Nilo, pese a que el de verdad estaba a millones de kilómetros. En las lindes del río el verde cortaba el paso a la arena y pude ver zonas de cultivos y casas cercanas. No teníamos más remedio que ir allí.

    – [Mike]No sé cómo vamos a aguantar este calor.[/Mike] – dije al volver con el resto, que también se habían estado adaptando. Me habían nombrado líder de aquél grupo y la responsabilidad ya empezaba a pesarme. Mi vida no tenía nada que ver con aquello, pero no me quedaba más remedio que seguir adelante, por la seguridad de los demás.

    – [Sophie]A mí me gusta el solecito en mi piel…[/Sophie]- escuché decir a Sophie con su agradable acento, sonriendo mientras se echaba el pelo hacia atrás. El sol iluminaba su piel broncínea y su generosa silueta se recortaba en el horizonte.

    – [Nate]Sí, es agradable.[/Nate] – escuché decir a Nate. Su enorme físico hacía que destacase sobre los demás. Aquél hombre que seguía exactamente igual que en el primer recuerdo que tenía de él, parecía no estar afectado por el calor sofocante. A veces me paraba a pensar en lo poco que sabíamos realmente sobre sus orígenes.

    – [Niall]Qué calor.-[/Niall] escuché decir a Niall. Vi que estaba mirando a Nate como si de un dios venido a la tierra se tratase. Conocía aún bastante poco a aquél chico, prácticamente solo sabía de él que era amigo de Noah y Lexie y que era un hijo de Logan Villiers. Aún no había tenido tiempo a cumplir mi propósito de hablar con los demás.

    Zahra permanecía en silencio algo más retirada, de ella si que apenas sabía nada, más allá de que Idris me contó que les había ayudado en el mundo al que habían llegado.

    – [Mike]Tenemos que buscar una forma de llegar allí. A lo lejos se ve un río, pero igual es mucho camino sin ir preparados.[/Mike] – no estaba hecho para planificar este tipo de inconvenientes. Lo mío era saber cómo podría afectar ese calor a nuestros cuerpos, no buscar una forma eficiente de llegar allí.

    Después todo pasó demasiado rápido. Nate miró detrás de mí y me giré para ver a un grupo de hombres del desierto con marcas similares a tatuajes en las pocas partes que llevaban al descubierto. Iban armados y eran rápidos.

    Yo había dado clases de judo cuando era pequeño y había tratado de mantenerme físicamente en forma toda mi vida, haciendo ejercicio regularmente. Desde que había contraído la infección teriántropa, había buscado refugio en aumentar el ejercicio para mantener la mente calmada. Eso sumado a la mayor agilidad y sentidos que tenía desde entonces hacían que estuviese en uno de mis mejores momentos. Pero desde luego, no era un guerrero y no estaba capacitado para luchar contra alguien experto en armas.

    No tuve tiempo a pensar, a contar cuantos eran, a dirigir a nadie ni a prepararme. Lidié con uno de ellos esforzándome por no acabar atravesado por su arma. Desde mi posición solo veía a Nate, que estaba aguantando contra cinco.

    No podía girarme para ver al resto y me estaba empezando a preocupar demasiado y si lo hacía, eso repercutiría en los poderes de Nate. Así que por primera vez, recurrí a una parte oculta de mí con la que convivía desde hacía tiempo.

    Hasta el momento me había esforzado por entenderlo, por reprimirlo y por llevar mi vida como mejor podía. Pero en aquél instante lo que necesitaba era liberarlo, y ni siquiera sabía si funcionaría.

    Traté de concentrarme en mitad de aquél caos, buscándolo. Comencé a sentir una necesidad primaria, una ira que crecía dentro de mí. De pronto algo comenzó a mover mi cuerpo de forma más ágil, como por puro instinto. Después empezó el dolor.

    Había estudiado y documentado los cambios físicos que se producían en la transformación, porque quería entenderlos. La realidad era que conocer exactamente lo que estaba pasando, y que de no ser por el factor de regeneración que se desencadenaba en ese momento habría muerto por la propia transformación, lo hacían más dificil.

    Tras una eternidad observé mis manos cubiertas de pelaje plateado con marcas negras. Mis manos acababan ahora en unas garras afiladas y en mi boca notaba los protuberantes colmillos resultado de convertirme en una mezcla entre hombre y bestia.

    Estaba preparado para luchar, una parte de mí lo ansiaba, la misma que acababa de liberar. Pero de pronto los asaltantes se detuvieron, mirándome fijamente a mí y hacia mi derecha. Me giré y vi a Niall allí de pie, convertido de nuevo en un ser mitad hombre, mitad pájaro. Había estado mirando los registros de aves en la base de datos de la nave para estar preparado para cualquier eventualidad que pudiera sufrir Niall en forma animal y por lo que parecía, era un halcón murcielaguero, bastante común en toda América.

    – [Niall]Atrás, u os saco un ojo.-[/Niall] les amenazó con un pico afilado. Era extraño observarle. En el mundo de la era medieval apenas le había podido ver antes de saltar y para cuando llegó a tierra, tardó poco en volver a convertirse en humano. Supuse que sería igual de extraño observarme a mí convertido en una fantasía furry.

    Los atacantes empezaron a arrodillarse e inclinarse ante nosotros, dejando las armas a un lado. Uno de ellos, el más adelantaado, cuya piel apenas era visible tras las pinturas faciales, habló. Por suerte, como líder del equipo me había puesto el auricular que había preparado Henry y pude entenderle. – [b]Somos humildes siervos de los dioses.[/b] – pese a entender lo que decía, me costó interpretar su tono. – [b]Perdonad por no haberos reconocido.[/b] – se disculpó sin alzar la mirada. Me di cuenta de que debía interpretar mi silencio como un enfado y a nosotros y nuestras habilidades como dioses. Les traduje a los demás lo que acababa de decir.

    – [Mike]No somos dioses…[/Mike] – en ese momento nos salvó la barrera idiomática. El traductor tenía la capacidad de repetir en mi oído lo que yo acabase de decir, pero en el idioma que hubiese detectado a mi interlocutor, así que al escucharme decir eso, Niall me hizo una seña antes de que lo repitiese en egipcio.

    – [Niall]Dejate querer un poco. Si nos adoran antes encontraremos al Daë y saldremos de aquí.-[/Niall] sugirió Niall, colocándose más regio mientras volvía a su forma humana. Se había maquillado los ojos antes de emprender la misión y había sido un acierto, porque era el que menos destacaba al lado de los atacantes, salvo quizá Sophie, que también se había maquillado con tonos verdes en los párpados y una línea oscura en las pestañas.

    – [Sophie]¿Y nosotras?[/Sophie]- preguntó al ver que la miraba.

    – [b]No entendemos a vuestras esclavas, mi señor.[/b] – escuché decir a nuestro «interlocutor», anteriormente presunto asesino.

    – [Mike]Dice que sois mis esclavas, ¿qué hacemos?[/Mike] – les traduje. Los atacantes nos observaban y la situación era bastante tensa, en aquél momento solo nos libraba de la sospecha el aspecto con el que nos habíamos mostrado ante ellos.

    Zahra guardaba silencio. Parecía estar más en tensión de lo habitual, pero costaba distinguirlo porque nunca había llegado a verla relajada en los días que habíamos pasado en la nave.

    – [Sophie]La esclavitud nunca es buena compañera[/Sophie].- aconsejó. Asentí ligeramente. Mi vida y la de mi hermano siempre habían estado entre dos mundos. Nunca habíamos sido ni muy blancos ni muy negros, y costaba bastante emparejar ambos mundos. – [Sophie]Pero ustedes deciden[/Sophie] – remató ella. La miré a los ojos. Sophie tenía razón, ni siquiera para pasar desapercibidos podíamos aceptar la esclavitud.

    – [Mike]No son nuestras esclavas. Vienen con nosotros.[/Mike] – repetí después de decirlo para que el audífono lo tradujese. Mi acento no debía ser muy bueno y de no haber sido por mi piel, ya me habrían tratado de dios extranjero, quizá con malas consecuencias.

    – [b]Nos acompañarán entonces a la tierra sagrada. ¿Partimos?[/b] – preguntó, mirando a Sophie, Zahra y Nate. No me gustó su forma de hacerlo, pero apenas teníamos más opciones. Vi que Zahra torcía el gesto, pero asintieron sin más remedio y volví a la forma humana antes de seguirles.

    – [Mike]Podemos aprovechar que no nos entienden.[/Mike] – les dije mientras les seguíamos hasta donde tenían atados varios burros. Señalaron dos de ellos, uno para mí y otro para Niall. Sus anteriores dueños se colocaron a la cabeza del animal para guiarlos.

    Asentimos, pero tendí la mano a Sophie para que montase en el mío y Niall hizo lo propio con Zahra. Nate prefirió caminar y fue mejor porque aquél grupo ya nos había observado fijamente. Probablemente estábamos siendo poco altivos y soberbios para ser dioses, demasiado cercanos a nuestros seguidores. La verdad es que no habría sido capaz de fingir de otra manera.

    – [Nate]Hay que tener cuidado. Noto hostilidad.[/Nate] – avisó Nate, caminando a nuestro lado a sorprendente paso.

    – [Sophie]A lo mejor se han venido arriba con lo del Príncipe Alí.[/Sophie]- comentó Sophie. Pese al calor, sus manos se aferraban a mi para no caerse del burro con un tacto muy agradable.

    – [Nate]Se supone que la daë es una vieja diosa destronada.[/Nate] – nos recordó Nate, al que miraban de forma suspicaz por lo fácil que le estaba resultando caminar a nuestro paso bajo el sol abrasador sin muestras de fatiga.

    – [Zahra]Lo que faltaba…[/Zahra] – murmuró Zahra.

    – [Mike]Tendremos que librarnos de ellos al llegar. Piensan que somos dioses así que será más fácil.[/Mike] – sugerí. Usar la palabra fácil no fue muy acertado. Seguían siendo un grupo armado experto, acostumbrado al terreno y al calor.

    Traté de observarlos durante el camino pero no era ningún estratega, así que finalmente acabé maravillado por la visión digna de oasis de las orillas del Nilo. Allí empezaba a verse población de a pie, hombres, mujeres y niños que corrían como habían llegado al mundo. Me sorprendió ver la realidad de que todos iban maquillados pese a su estatus social. Además, chocaba bastante ver a aquellos granjeros adultos sin un ápice de vello.

    Continuamos la ruta sin detenernos ni un momento, atravesando el cauce del río hasta llegar al inicio de lo que podíamos llamar la ciudad. Desde hacía ya un trecho las pirámides habían empezado a ocupar más espacio en el horizonte y a aquellas alturas, lo cubrían prácticamente. Era sorprendente cómo podían haberlas llevado a cabo.

    Al llegar a la parte baja de la ciudad estuve preparado para bajarme de aquél pobre animal, pero hicieron un gesto y continuaron, entre las miradas de soslayo de la gente de a pie. Aquella era una civilización extraña, se veían esclavos entre la gente libre, pero lo que había leído en los registros de la nave era que tenían los mismos derechos que los demás. Es más, hombres y mujeres tenían derechos equiparados. Y sin embargo Idris, Elle, Jane y Chloe estaban a miles de años en una civilización en la que las mujeres no eran nada.

    Finalmente llegamos a una plaza y nos bajamos. – [b]Venid con nosotros. Vuestros acompañantes no pueden pasar a la ciudad de los dioses.[/b] – dijo el portavoz. Señaló con la mano un enorme arco de piedra blanca y adornos en oro y piedras preciosas que conducía a una parte de la ciudad claramente más rica. El arco no estaba demasiado vigilado, pero me imaginé que el miedo a los dioses les evitaría cruzarlo.

    Sophie se cruzó de brazos. La idea de separarnos no debía entusiasmarnos a ninguno. Aun así, si en aquella parte estaban los dioses, teníamos que conseguir acceso para encontrarnos con la Daë.

    – [Mike]Lo mejor será ir y volver. Puede que allí esté la daë y acabaremos esto rápido.[/Mike] – les expliqué, apartándonos después de hacerle una señal al hombre para que esperase.

    – [Sophie]Como vean.[/Sophie]- respondió Sophie. Normalmente era difícil saber si algo le molestaba porque era una persona muy relajada, pero ese tono de voz monocorde no parecía encajar con su estado habitual.

    – [Mike]No sé qué otra cosa podemos hacer.[/Mike] – sugerí, esperando que tuvieran alguna idea.

    – [Sophie]Esto no pinta bien.[/Sophie] – se limitó a decir. Negué con la cabeza, preocupado, cada vez tenía más claro que liderar no era lo mío.

    – [Nate]Podéis llevaros a Sophie, su magia puede pasar por una gran sacerdotisa. Zahra y yo estaremos bien.[/Nate] – propuso Nate. Cierto era que parecía que trataban con algo más de reverencia a Sophie por la magia que le habían visto usar, aunque no sabíamos si lo suficiente como para conseguir que viniese con nosotros. Me seguía preocupando dejarles a ellos solos, pese a que Nate podía cuidarse solo mejor que el resto.

    – [Mike]Me vendría bien tu ayuda.[/Mike] – reconocí, mirándola. No quería todo el peso de liderar en mis hombros y sabía que Niall no tenía intenciones de compartirlo.

    – [Sophie]Por mi bien.-[/Sophie] asintió, con una sonrisa más propia de ella.

    Me dirigí al representante y me coloqué lo más regio que pude, tratando de sacar provecho de mi condición de…dios. – [Mike]Ella es mi gran sacerdotisa. Si no puede pasar, tampoco yo.[/Mike] – exigí.

    El hombre no sabía qué decirme. Consultó con los demás y al final volvió frente a nosotros. – [b]No diga que nosotros le hemos traído, señor.[/b]- concedió. Asentí, no pensaba meterles en problemas pese a que hacía un rato nos hubieran intentado matar o esclavizar. Era extraño mantener la moral en aquellas situaciones. – [b]Siguiendo el camino principal hacia arriba llegaréis al centro, allí os darán la bienvenida.[/b]

    Nos señaló el arco y cruzamos, pero él se quedó atrás. Miré el camino reluciente frente a mí, sintiéndome como Dorothy en el Mago de Oz, aunque en mi caso, probablemente, fuera el León.

    Inspiré profundamente y sentí una mano aferrar la mía. Era suave y firme. Miré y vi que a mi izquierda estaba Sophie devolviéndome una sonrisa. Así, sinceramente, resultaba más fácil. Al poco noté que me aferraban la mano libre y me encontré a Niall sonriendo. Sonreí y él me guiñó un ojo.

    Al final, incluso con la solitariedad que me caracterizaba, con amigos y familia que confían en ti, todo se hace más fácil.

  • EL CONSEJO DE DOMINIC

    MIKE SOLO-NOVAK

    MAÑANA – LUNA VILTIS, LA KVASIR

    Me levanté bastante temprano aquella mañana. Ni Idris ni yo habíamos conseguido descubrir como bajar las persianas o tapar de alguna forma las ventanas, así que después de unas seis horas de sueño, la luz del sol me despertó completamente.

    Aproveché que muchos seguían dormidos para darme una ducha que me despejase. En cuanto el agua me empezó a caer por la cara me sentí mucho más despejado. Aún era muy pronto así que decidí estrenar el gimnasio de la planta inferior durante un rato, prefería hacerlo en ese momento que no habría nadie. El ejercicio terminó de despejarme y un rato más tarde había vuelto ya a darme una ducha y me encontraba relajado en la biblioteca de la planta baja frente a un té de hierbas cuya combinación no conocía exactamente. Por suerte me había asegurado antes de hacérmelo de que no tuviese rastro de té negro, aquello era veneno para el cuerpo, parecido a las bebidas energéticas que ya estaban empezando a dar problemas a algunos adultos.

    Pasé un rato revisando distraídamente algunos de los libros en papel impreso. Todavía no me había familiarizado con la biblioteca digital que tenía la nave y Henry había dicho que seguía trabajando en restaurar los errores de corrupción de información en la «inteligencia» de aquél aparato. Así que me mantuve apartado, sin que me costase demasiado, para leer, nada se comparaba con la magia del papel impreso, por muy cómodas que fuesen otras opciones.

    Entre todos aquellos libros distinguí varios relacionados con biología humana y sobrenatural. Estuve tentado de abrirlos, si volvía a la tierra con esos conocimientos, podría avanzar la medicina siglos, pero jugar a ser dios nunca había ayudado a nadie. A veces hay que tener fé en que las cosas son como son por una razón.

    Me senté en una de las mesas aisladas, las que estaban en una especie de cabinas de cristal insonorizadas. Desplegué allí las anotaciones que llevaba encima cuando me vi inmerso en toda aquella odisea. Me tomé unos minutos para colocarlo todo como en mi propia oficina, de todas maneras no tenía pinta de que fuéramos a irnos de allí muy pronto y había espacio suficiente como para que Noah y  alguno de los demás tuviese su propio rincón.

    Cuando todo estuvo listo, saqué el último objeto que me quedaba en el bolsillo interior del maletín, uno que sabía que estaba allí pero con el que no había interactuado a ese momento: la esfera Daë. La coloqué sobre la mesa y observé cómo se mezclaban el azabache y el marfil en una danza sin fin, regalando tonos de un color plata muy llamativo. Noah nos había dado a todos una clase rápida de lo que significaban. A grandes rasgos, pertenecía a ‘Auros’ y ‘Umbros’, pero si comparabas mi disco con el de Elle por ejemplo, se notaban diferencias. El azabache no era oscuro, ni profundo, tenía matices rojizos y el marfil no era níveo, aunque sí uniforme y pulcro. Lo más probable es que mi esfera significase que era ‘Orden’ y ‘Caos’, como mi madre, mientras que Elle era ‘Luz’ y ‘Oscuridad’ como sus padres.

    Meditándolo bien, tenía sentido. Siempre había impuesto bastante orden en mi vida y lo había conseguido en cierta manera, sabiendo disfrutar de momentos de improvisación. Pero con el ataque de aquél animal, el caos se había hecho parte de mí y ahora éramos dos caras de una misma moneda. Una que había costado mucho trabajo equilibrar.

    Llevé una mano sobre la esfera y me dejé llevar por los pensamientos. Me apetecía hablar con mi madre, mis padres siempre habían sido una referencia a la que acudir cuando hacía falta y ahora resultaba incómodo tener que recurrir a ese artefacto para hacerlo.

    La teoría nos la habían explicado ya a todos los que lo habían usado ya. Te centrabas en pensar en algo y aquello te conectaba a alguien de tu grupo elemental. No siempre era directo, a veces pensabas en algo y te conectaba con alguien que pensase en lo mismo, como a Xander con la Daë.

    Aquello me recordaba más a rezar que a llamar por teléfono. Ponías tu fé en ello y esperabas una respuesta, solo basándote en tu fuerza de voluntad. A veces le había preguntado a mi madre cómo conservaba la fé después de todo lo que sabía sobre biología. Ella siempre me decía que todos necesitamos algo a lo que aferrarnos y que esa fuerza de voluntad, esa fé en algo más grande que todos, la había salvado de ser un monstruo. Hasta hace poco no lo había entendido. Me había reconciliado con la fé después de poner mis oraciones en no convertirme en una bestia sedienta de sangre, funcionó. La fé no cura, los milagros mágicos no existen, pero sí he visto milagros. La fé no es un ser mágico que alce la mano y te sane, actúa a través de nosotros, nos da esperanza, nos hace seguir intentándolo cuando todo parece perdido. Si no, todo sería caos.

    Al cabo de un rato, noté que había alguien más allí. Es extraño, porque como humanos nos acostumbramos a algunas sensaciones de nuestros cuerpos de manera que no nos damos cuenta de que están ahí. Una de ellas es la sensación de estar cerca de otra persona, de la que perdemos noción porque los percibimos con otros sentidos más prioritarios. Pero con aquello, notaba su presencia, sin saber muy bien quién era.

    – [Mike]¿Quién hay ahí?[/Mike]

    – [Dom]Dominic. ¿Mike, eres tú? – [/Dom] la voz llegaba perfecta a mis oídos, solo que nadie más podía escucharla. Me resultaba desconcertante tratar de pensar en cómo se producía aquello, quizá hablaba directamente en mi mente, pero no conseguía diferenciarlo.

    – [Mike]¿Señor Williams?[/Mike] – pregunté. Traté de hacer memoria y fijé en mi mente el plano que había dibujado Noah. El padre de los gemelos estaba en ‘Orden’, igual que yo. – [Mike]Estaba tratando de contactar con mi madre para hablar de Jane.[/Mike] – pensé en voz alta. Eso debía habernos reunido, pensar en su hija.

    – [Dom]Puedes llamarme Dom.  -[/Dom] su imagen se hizo más visible delante de mí. Seguía teniendo una constitución robusta, sin que los años hubiesen hecho demasiada mella en él por su genética de aesir. En su día, sin conocerle, debía haber hecho cruzar de acera a mucha gente. Pero lo cierto es que era una persona muy agradable. Me fijé en que aferraba en la mano una cadena de oro con un pequeño crucifijo. Quizá no era solo Jane lo que teníamos en común. – [Dom]¿Se encuenta bien? ¿le ha pasado algo a mi niña?-[/Dom] lo decía con la determinación de cruzar el espacio-tiempo que nos separaba y arreglarlo por sí mismo.

    – [Mike]No, no. En principio estamos todos bien. Seguimos en la nave.[/Mike] – los demás ya se habían encargado de avisar a los Moondies que habían podido. Sabíamos por experiencia propia que los años no habían mermado su unión porque habíamos asistido a muchas reuniones entre ellos. Como los ‘Runaways’ pero con héroes en lugar de villanos. – [Mike]Quería seguir con la investigación, el poder de Jane es clave para todo lo que sabemos sobre poderes y con Omega allí, puede ser la solución pacífica.[/Mike] – sí, ahora mismo estábamos al otro lado del universo, en un lugar donde el tiempo no seguía ninguna ley racional, pero eventualmente el objetivo era volver a casa y cuando lo hiciéramos, tendríamos que enfrentar otro problema. ¿De verdad teníamos que recurrir a la violencia para detenerla?

    – [Dom]¿Necesitas algo en concreto?. Puedo hablar con tu madre y pasarte la información.-[/Dom] preguntó, tratando de ayudar.

    – [Mike]No, solo dile que tiene una «llamada» perdida. ¿Quieres que le diga algo a Jane, Owen o Elliot?[/Mike] – era una pena no poder hablar con ellos  en cualquier momento y depender de esa suerte de azar, además de que solo pudiéramos hablar con los de nuestros grupos elementales.

    Dominic se paró a pensarlo. Por un momento recordé su imagen saliendo de la ventana de la casa de los Williams tapándose como podía. Temí que me diera la buena nueva y tuviese que decirles que tendríanun nuevo hermano. – [Dom]Que tengan cuidado y cuiden de ellos.-[/Dom]  dijo finalmente. Respiré aliviado.

    – [Mike]Señor Will… Dominic. ¿Cómo llevasteis ser Daē? [/Mike]- cuando tienes la vida de una persona delante de ti, haces lo que sabes hacer lo mejor que puedes, y aprendes que a veces, no se puede hacer más. Pero ahora estábamos hablando de millones de vidas. Era demasiado para cualquiera.

    – [Dom]Bueno, no fuimos Daës solos. Éramos un equipo.-[/Dom]

    – [Mike]No estoy seguro de que nosotros lo seamos aún.[/Mike] – confesé. Siendo sincero, podía dar ejemplo empezando por mí mismo. Más allá de Idris, Elle, Lexie, Sophie y Dante, no me sentía demasiado vinculado al resto. Sí, habíamos pasado ratos juntos de pequeños y algunos veranos hacía unos pocos años, pero por lo general la cosa se había enfriado y no habíamos mantenido viva la llama. Al final, todos habíamos tenido nuestras vidas y habíamos tomado nuestros caminos.

    – [Dom]Ninguno lo es al principio. Yo no estaba muy integrado en los moondies por aquella época. Dale tiempo.-[/Dom] me quedé pensando. Como hijo de moondies, siempre les había visto tal y como eran, un grupo inseparable, más que amigos, familia. Pero escuchar que en un tiempo no fue así me daba la dosis de realidad que necesitaba para tranquilizarme.

     – [Mike]Lo tendré en cuenta. Tened cuidado por allí. [/Mike]- le recordé. Su rostro se ensombreció un poco, lo de Omega no era fácil para él, no era un enemigo cualquiera.

    – [Dom]Vosotros también.-[/Dom] fue lo último que dijo antes de que su presencia se desvaneciera.

    Volví a guardar la esfera en la maleta y dejé los papeles allí, colocados.

    Salí de la biblioteca esperando encontrarme con alguien, o más bien, no encontrarme con nadie para así no forzarme a interactuar. Pero tenía que hacerlo en algún momento, Dominic tenía razón. Estaba cayendo sin darme cuenta en la clásica personalidad de los profesionales de medicina que no me gustaba, curas a la persona físicamente pero te da lo mismo cómo se sienta antes, durante y después. No quería convertirme en alguien así.

    Pasé la puerta de cristal y me llegó el ruido del gimnasio que hasta ese momento no había percibido por la insonorización de la biblioteca. Elle estaba golpeando un saco que resistía sorprendentemente su fuerza sobrehumana.

    – [Mike]Estas máquinas del futuro son increíbles.[/Mike] – prácticamente no había un solo ejercicio que no pudieras realizar con ellas, era sorprendente. Parecía que quien diseñó aquella nave estaba preparado para que sus ocupantes pasasen una larga temporada en el espacio. Aquél gimnasio sería uno de los pocos sitios donde combatir el atrofiamiento.

    – [Elle]La verdad es que sí.[/Elle]- vi que sonreía pero no dejaba de golpear el saco. El físico de Elle era el máximo a lo que podía aspirar un ser completamente humanoide. Sí, existían otros demonios con mayor fuerza por ejemplo, pero tenían un cuerpo mucho mayor. Los más resistentes tenían un cuerpo más pesado, los más veloces eran más frágiles. Pero Elle y sus madres aunaban todo eso en un recipiente «menor». – [Elle]¿Cómo va todo, Mike? En el juego estuviste ausente.[/Elle] – la escuché preguntar sin distraerse.

    – [Mike]Tienes razón. He estado pensando que quizá tendría que hablar más con el resto.[/Mike]

    Ella se detuvo y cogió una botella de agua que tenía en una esquina. Habíamos encontrado varias precintadas y almacenadas junto a otros elementos del gimnasio en los armarios de la pared frontal.

    – [Elle]Eso será si te sale de manera natural. Tampoco lo fuerces.[/Elle]

    – [Mike]Iré improvisando. La primera ha sido fácil.[/Mike] – a ella ya la conocía bastante gracias a mi hermano y facilitaba las cosas. Con otros no sabría por dónde empezar.

    – [Elle]No sabía que ya había empezado el experimento.[/Elle]- se rió. Elle era una persona muy alegre, así que cuando se juntaba con mi hermano, parecía que Vine Cleveland estaba cerca.

    – [Mike]Es más fácil sin mi hermano por aquí.[/Mike]

    – [Elle]Estamos en una pausa.[/Elle]

    – [Mike]¿Cuándo le habíais dado al play?[/Mike] – pregunté en un intento de acercamiento entre nosotros. Después me di cuenta de que podía sonar mal, pero ya era tarde.

    – [Elle]Oye, eso es un golpe bajo.[/Elle]- replicó ella riéndose. Menos mal que Elle no se tomaba a mal las cosas.

    – [Mike]Si necesitas contarme algo…Idris no es muy claro a veces con sus sentimientos.[/Mike] – le ofrecí. Mi hermano era muy buena persona, pero muchas veces le tomaban por quien no era. En ese sentido éramos opuestos, yo tendía a escuchar y él solía hablar porque los silencios le incomodaban.

    – [Elle]No estoy en mi mejor momento.[/Elle]- explicó. Su alegría se ocultó en algún lugar donde no podía verse. -[Elle] Y no quiero arrastrar a nadie conmigo.[/Elle] – añadió.

    – [Mike]¿Es por esa mujer?[/Mike] – había escuchado que el grupo del «Imperio Romano» había conseguido proteger a la Daë pero habían tenido problemas. La hermana mayor de la Daë, una muchacha que les había ayudado, había muerto. Elle había heredado el don de su padre y había tratado de curarla, pero no había sido capaz. Era perfectamente normal que un suceso así pudiera con ella.

    – [Elle]Es… por todo.[/Elle]- replicó encogiéndose de hombros. Por esa respuesta supe que aquella muerte había sido el detonante de cómo se encontraba ahora y después habían venido una serie de agobios que en otro momento habría podido soportar.

    – [Mike]Elle, yo no estuve allí, pero estoy seguro de que hiciste todo lo que podías por evitarlo.[/Mike]- no me consideraba muy bueno con las palabras, un hueso roto es más fácil de sanar que un sentimiento de pérdida, pero sí que sabía cómo se sentía porque sabía lo que era perder a un paciente, no por mis estudios si no por la clínica de mi madre. – [Mike]Es horrible, pero a veces hay que resignarse a que no podemos salvar a todo el mundo.[/Mike] – era una desgracia, pero parte de la vida. Para llegar a esa posición hace falta mucho camino. La diferencia estaba en que yo había elegido esa vía con todas sus consecuencias, Elle no.

    – [Elle]No me gusta esta vida.[/Elle]- aseguró. – [Elle]Yo no quiero cargar con el peso del mundo sobre mis hombros.[/Elle]- me fijé en sus ojos, parecía cansada, con menos energía de lo habitual.- [Elle]Mi familia aún tiene secuelas de todo lo que tuvieron que hacer para que la historia vuelva a repetirse.[/Elle] -asentí. Mi madre siempre había sido muy cercana a la suya y sabía bien cómo era Sarah.

    – [Mike]Hay cosas en la vida sobre las que no tenemos control. Y lo mejor que podemos hacer en esos casos es ser fiel a quien somos.[/Mike] – me apoyé en una de las máquinas y desvié la mirada al suelo. – [Mike]Eres buena persona Elle, te afecta mucho lo que le pase a los demás y la parte más difícil de ver morir a alguien es decidir entre convertirte en alguien que rechaza esa empatía o seguir siendo quien eres pese a que duela[/Mike] – el perfecto ejemplo de lo que decía antes. Puedes convertirte en un profesional de la medicina que ve algo que curar y cuando sale de su oficina esa persona deja de existir o resistir las emociones negativas y tratar de ayudarles y lidiar tú mismo con llevarte ese peso a casa o conseguir contenerlo.

    – [Elle]No sé qué es, pero siento que este no es mi sitio, que estoy llevando la vida de mi madre, no la mía.[/Elle]- suspiró con una clara presión sobre su espalda.

    – [Mike]Eso es porque tu madre ha sido una gran persona. No tengas miedo en ser como ella.[/Mike]

    – [Elle]Mis madres son maravillosas y mi padre también, pero me siento encerrada y obligada a vivir una vida que no encaja conmigo.[/Elle]- reconocía perfectamente lo que le estaba pasando.- [Elle]No he sido capaz de comprometerme a tener una relación seria con Idris y llevamos juntos desde hace mil años.[/Elle] – añadió. Respecto a mi hermano iba a ser mucho más difícil decirle nada, porque evidentemente, iba a defenderle y eso sería una presión en contra a lo que ella sentía.

    – [Mike]Es normal sufrir un cuadro de ansiedad en una situación como la que has pasado.[/Mike] – admití. Me di cuenta de que estaba siendo demasiado «médico» y Elle no necesitaba un diagnóstico, solo alguien que la escuchase. – [Mike]Yo tengo muchas cosas en común con mi madre, pero no creo que nadie piensa que sea Mara. ¿Habría preferido seguir en la Tierra y no dejar mi trabajo de ayudar a la gente? Sí. Pero ya estamos aquí y lo mejor que puedo hacer para seguir siendo Mike es atender a los que pueda en este nuevo lugar.[/Mike] – hay cosas superiores a nosotros mismos que no podemos controlar. Cuando pasan, solo podemos acostumbrarnos y hacerlo lo mejor posible.

    – [Elle]Es diferente.[/Elle]- dijo.- [Elle]Tu madre decidió ser una moondie.[/Elle]- añadió. No lo tenía tan claro por los retazos de historia que había escuchado. Mi madre nunca había sido una heroína clásica. Ella salvaba vidas de otra forma, sin luchar, sin grandes hazañas, y siempre la había respetado por eso.- [Elle]Mi madre no tuvo elección.[/Elle] – apartó la mirada, con pesar.

    – [Mike]Mi madre no decidió ser vampiresa ni licántropa, Elle. Ella decidió ser humana y no tuvo opción.[/Mike]

    – [Elle]Lo de tu madre fue una desgracia.[/Elle]- razonó. – [Elle]A mi madre la forzaron a ser la elegida.[/Elle] – tenía razón en parte, pero Sarah no parecía haberse convertido en la persona en la que era obligada por nadie. El altruismo que se veía en ella y que contaban las historias y las miradas de todos los que la conocían demostraba que era por su propia voluntad.

    – [Mike]Quizá deberías hablar con ella. Al principio puede que se viese obligada, pero después…[/Mike]

    – [Elle]Me dirá algo que no quiero escuchar.[/Elle]

    – [Mike]Si no quieres liderar. ¿Por qué lo valoras? Somos muchos.[/Mike] – no iba a ser yo quien la convenciese de qué camino llevar. Ni yo ni nadie, evidentemente, pero yo la conocía aún menos. De todas formas, quería que al menos se parase a pensar por qué veía esa presión si podía delegar en el resto. Mi hermano había bautizado a esta nave la Kvasir para cumplir ese papel entre todos, pero sin embargo ella parecía estar peleando consigo misma.

    – [Elle]No lo sé.[/Elle]- admitió.- [Elle]A veces me siento como Amy, que convive con otro ser dentro que también toma decisiones.[/Elle]

    – [Mike]Tal y como lo veo, tu madre fue elegida porque una fuerza mayor sabía que cumpliría su papel. Tú naciste tal y como eres. Así que la decisión es solo tuya.[/Mike] – no podía darle muchos más consejos. Del mundo sobrenatural tenía conocimientos de biología principalmente, el misticismo se me escapaba y mi fé no estaba basada en magia y milagros.

    – [Elle]¿Sabes cuál es mi mayor miedo? [/Elle]- preguntó, mirándome con esos profundos ojos claros. Negué con la cabeza para dejarla hablar. –  [Elle]Convertirme en alguien del que mi familia no pudiera estar orgullosa[/Elle]

    – [Mike]No puedo hablar por nadie pero yo diría que no puedes cambiar tanto como para que no estén orgullosos. Y si no lo estuvieran, quizá el problema no sería tuyo.[/Mike] – mi madre siempre me había transmitido que la presencia de la familia en nuestras vidas tenía que ser para darnos apoyo y buenos momentos, y si se convertía en una fuente de problemas, lo mejor era cortar lazos. Quizá se debía a que ella misma había pensado años como vampiresa sintiendo que sería una decepción, prefiriendo que la tomasen por muerta. Hasta poco después de adoptar a Idris no se atrevió a volver a aparecer en sus vidas.

    Ella se sentó en el suelo, aún apesadumbrada. – [Elle]Estoy tan sobrepasada por la situación que le he hecho daño a Idris[/Elle].

    – [Mike]Idris se hace el tonto pero no lo es.[/Mike] – traté de animarla como mejor se me ocurría. – [Mike]Habla con él. Lo entenderá[/Mike]

    – [Elle]No quiero[/Elle].

    -[Mike] No te voy a convencer de nada.[/Mike] – en aquello no podía, sabía ni debía meterme. – [Mike]Una cosa, vigila la curva de la muñeca, con tu fuerza casi nada de lo que hay en el gimnasio podría lesionarte pero allí fuera, quien sabe.[/Mike]- no tenía nada que decir de la técnica de lucha de Elle porque de eso sabía mucho más que yo, pero sí me había fijado en que estando acostumbrada a ser más resistente que lo que golpeaba, había cogido una postura de golpear que podía hacerle daño en la muñeca si golpeaba algo extremadamente resistente.

    Me disponía a irme cuando sentí que me agarraba con firmeza y me estrechaba en un abrazo, por suerte no con mucha fuerza. Cuando se separó, no supe qué hacer, así que sonreí y eché a andar hacia la planta principal. Quizá el consejo de Dominic no había estado tan mal.

  • SIN PIEDAD

    MICHAEL SOLO-NOVAK

    ESFERA KARDAS – MAÑANA

    Mi mundo había cambiado completamente de la noche a la mañana. Mi vocación siempre había sido curar a otros, encontrar en la ciencia las explicaciones a lo sobrenatural y curar con ellas a los que lo necesitaran.

    Pero de pronto, por evitar que Idris hiciese una locura, unos discos de metal me habían teletransportado a un limbo donde nos habían encomendado la misión de guiar a unos nuevos Daë que terminarían muriendo en sus Pruebas, por lo que habían dado a entender sus «espíritus» cuando hablaron con los Moondies.

    Y de aquél limbo, habíamos aparecido en un bosque, cerca de un arroyo de agua clara. Noté una sensación desagradable por todo el cuerpo y corrí al arroyo a refrescarme la cara. Cuando remitió, miré hacia el resto.

    – [Dante]Odio la magia.[/Dante] – maldijo Dante poniéndose en pie con dificultad. Tenía esa cara que ponía cuando algo le molestaba especialmente. Acabar de descubrir a la asesina de su madre y tener que hacer una pausa para salvar el mundo no era algo que fuese a dar muchas alegrías a Dante.

    – [Niall]Me duele el culo. No penséis mal, es que he caído así.[/Niall] – comentó el amigo de Noah, Niall. Le había conocido recientemente, cuando Noah me lo había presentado porque iba a ayudarnos a tratar de convencer a los demás.

    – [Cole]¿Dónde estamos?[/Cole] – preguntó el hermano de Dante. Hacía tiempo que no le había visto y parecía mucho más centrado. Se acercó a Niall y le ayudó a levantarse. Noah me lo había presentado como medio hermano de Dante, evidentemente, por parte de padre. Conocía perfectamente la historia de Logan, concretamente también la historia que había tenido con mi madre, y no me caía especialmente bien.

    – [Dante]No sé, a mí todos los bosques me parecen el mismo.[/Dante] – confesó Dante, al que todo lo ajeno a la mecánica no le interesaba demasiado.

    Miré a mi alrededor. Todo lo que alcanzaba la vista era el bosque, excepto el cielo. Mi vista se detuvo en una planta que crecía poco más allá. Me acerqué a ella y la miré bien, dudando.

    – [Michael]No estamos en casa.[/Michael] – les dije cuando ya estuve seguro.

    – [Niall]¿Has deducido eso por unas plantas? – [/Niall] preguntó Niall, sorprendido.

    Corté la planta con una navaja suiza que llevaba en el bolsillo y la guardé en mi bolsa. Esa planta llevaba extinta cientos de años. Normalmente, no habría reconocido cualquier planta si me la ponías delante de las narices, pero aquella precisamente aparecía en varios libros antigüos de medicina por sus propiedades abortivas y de tratamiento de problemas gástricos. – [Michael]Es una planta medicinal que está extinta en nuestro tiempo…en nuestro mundo.[/Michael] – expliqué. Según lo que había podido captar de todo lo que habían dicho los Daesdi, iban a mandarnos a otro lugar del universo para ayudar a esos Daë, que en tiempos de los Moondies ya eran pasado. Aquél lugar se parecía demasiado a la Tierra, pero si los Daë vivían allí, no era descabellado pensar que fuera habitable. Aunque ser tan parecido era extraño.

    – [Cole]Entonces es verdad que nos han mandado a otro mundo. O al pasado. O ambas.[/Cole] – comentó Cole, mirándome fijamente. Asentí, aunque resultaba difícil saberlo. Habían dicho que estaríamos separados, pero ahora que era una realidad, no dejaba de preguntarme cómo estarían los demás.

    – [Niall]Esto… chicos.[/Niall] – escuché decir a Niall. Se oyeron algunos ruidos cerca, apresurados. Me giré y segundos después una bestia peluda apareció en mi rango de visión.

    – [Cole]¡Corred![/Cole] – gritó Cole. Instintivamente ninguno dudamos y echamos a correr. Miré hacia atrás con cuidado un par de veces, a la criatura que nos perseguía sin cesar. No parecía un animal salvaje cualquiera, parecía un licántropo, pero era distinto, alguna especie diferente de teriántropo.

    – [Dante]Iríamos mejor volando, pero no me…da tiempo a desatar las alas.[/Dante] – escuché decir a Dante, con la respiración entrecortada por la manera en la que estábamos corriendo. Me fijé en su espalda. Normalmente la gente le tomaba por alguien que se había tomado su tiempo en el gimnasio, pero la realidad era que llevaba sus alas atadas a la espalda. Me preocupaba su solución por temas de circulación, pero aseguraba que no le dolía y sus alas parecían bastante flexibles y resistentes.

    – [Niall]No puedes llevarnos a todos, pero me has dado una idea. ¿y si nos ocultamos en la copa de algún árbol?[/Niall] – sugirió Niall, que no parecía muy aficionado a correr e iba en la cola del grupo. Cole iba a su altura, seguramente había bajado el ritmo para mantenerse porque su genética de demonio cruzado y su poder de «batería solar» le habrían puesto en la cabecera.

    – [Cole]Está muy cerca, subid.[/Cole] – nos indicó, señalando los árboles. Dante se precipitó contra un árbol bastante grande y los demás le seguimos, trepando lo más rápido que podíamos mientras meditaba si podríamos aguantar mucho allí.

    Casi todos estábamos arriba, pero Niall iba el último y el teriántropo estaba muy cerca. Consiguió trepar pero él también trataba de agarrarse al tronco y su boca estaba a escasos centímetros de su pie.

    – [Niall]Aparta, lárgate.[/Niall] – dijo Niall, moviendo la pierna para evitarlo. Tiramos de él para ayudarle a subir. Al hacerlo, vi más cerca al teriántropo. No tenía demasiada experiencia con la biología del reino animal. Para identificar en qué me convertía había pedido ayuda a mi madre. Pero parecía una especie de perro salvaje.

    Consiguió trepar un poco más y entonces de detuvo. Mi mirada y la suya se cruzaron segundos antes de que emitiese un chillido que ponía los pelos de punta. De pronto, comenzó a bajar, como si algo tirase de él a juzgar por cómo peleaba.

    Cuando bajó lo suficiente vi algo plateado y afilado clavado en su pierna, enganchado a una cadena de la que alguien estaba tirando abajo. Al final de la cadena, un caballero de brillante armadura blanca y plateada tiraba con fuerza hasta que el teriántropo cayó al suelo, revolviéndose salvajemente para liberarse.

    Por mucho que lo intentó, fue inútil. Al caballero se sumaron otros más que lo inmovilizaron y en cuestión de segundos, lo ejecutaron allí mismo atravesándole con una espada.

    – [b]Los del árbol, bajad.[/b] – indicó el verdugo, mirando hacia nosotros. Parecía el cabecilla del grupo.

    – [Niall]No, gracias. Estamos bien aquí.[/Niall] – comentó Niall. Después de verles asesinar a sangre fría a ese teriántropo, compartía sus reservas. El cuerpo estaba volviendo ya a la forma humana de un hombre de mediana edad.

    Mi corazón dio un vuelco cuando escuché el ruido de un impacto y un grito de Niall. Vi que estaba bien, pero un cuchillo de filo brillante estaba clavado en el árbol, cerca de él. Era una advertencia.

    – [Cole]Será mejor que bajemos.[/Cole] – sugirió Cole. Niall asintió y descendimos con cuidado.

    Cuando toque tierra de nuevo, vi que eran un total de siete caballeros con brillantes juegos de armaduras completas en color blanco y plata. Llevaban  las armas en la mano, junto algunas en el cinto y la espalda. Uno de ellos tenía dos cuchillos y otros tantos en una bandolera. El de la espada nos miraba fijamente mientras dos de los caballeros se llevaban el cuerpo del hombre hasta una pira improvisada. Ni siquiera tenía derecho a un funeral. Recé en silencio una pequeña plegaria por él.

    – [b]Quedaos ahí.[/b] – nos indicó con voz grave el líder. – [b]¿Marcas?[/b] – preguntó. Viendo el tratamiento del teriántropo no me quedó duda de lo que le interesaba saber. Si nos había mordido seguramente correríamos la misma suerte. Sentí un escalofrío pensando en que descubrieran las marcas de mi transformación.

    – [Michael]No nos ha mordido.[/Michael] – respondí con sinceridad. Era cierto, él no lo había hecho.

    Dirigió su mirada a Niall. – [b]Muestra el tobillo.[/b] – le ordenó.

    – [Niall]No es nada. Sólo ha desgarrado la ropa.[/Niall] – confesó él levantando el pantalón para mostrárselo.

    Nos observó con detalle y asintió. – [b]¿Qué hacíais en el bosque? ¿De dónde venís?[/b] – preguntó, señalando nuestras ropas con una mano enguantada. Caí en la cuenta de que nuestras ropas debían destacar muchísimo para aquella época, algo que sin duda jugaba en nuestra contra.

    – [Dante]De Gondor.[/Dante] – mintió Dante. Le miré, parecía tan despreocupado que el caballero se lo creyó.

    – [b]¿Está fuera del Confín?[/b] – preguntó, serio. No saber nada de aquellos mundos nos ponía en peligro constante. Los caballeros sin duda parecían templarios, pero el hecho de que no se hubieran lanzado directamente contra Niall o contra mí me hacía pensar que este mundo no era exactamente igual que nuestra Edad Media.

    – [Niall]¿Noooooo….. siiii?[/Niall] – respondió Niall, dudando. Cualquiera de las respuestas podía ser mala para nosotros.

    – [Dante]Sí, cerca de…Hogwarts.[/Dante] – añadió Dante. Si Kaylee hubiese estado allí se habría avergonzado, pero al parecer para el caballero sonaba bien.

    – [b]Solo un extranjero se internaría en el bosque con esos ropajes.[/b] – replicó el caballero, guardando su espada. – [b]Vendréis con nosotros. Si estáis inmaculados, tendréis refugio en el castillo.[/b] – nos indicó. Los siete caballeros se reunieron de nuevo tras quemar el cuerpo y se colocaron a nuestro alrededor, escoltándonos y evitando que escapásemos al mismo tiempo.

    ‘Inmaculados’ visto lo visto, solo podía referirse a una cosa. Si descubrían que cualquiera de nosotros era algo distinto, nos esperaba la misma sentencia que al teriántropo, sin ningún atisbo de piedad.