Moondale

Autor: Mike Solo-Novak

  • CIENCIA Y MAGIA

    MICHAEL SOLO-NOVAK

    ESCUELA LEGADO, LABORATORIO MÉDICO – TARDE

    El tubo se llenó de la sangre de color rojo intenso de Jane, que observaba con su brazo estirado cómo salía. Metí el tubo en el IX-8 para el diagnóstico y esperé, en algo menos de seis minutos tendría los resultados.

    Sonreí a Jane mientras esperaba, sujetándose la gasa hasta que la sangre dejó de salir. Desde la noche extraña en la que tuvimos que vernos inmersos en una arriesgada misión de rescate y Jane quedó inconsciente, habíamos realizado análisis rutinarios para comprobar que todo fuese correcto. Sus pruebas, junto con el trabajo con el resto de sobrenaturales de la Escuela, me estaban arrojando muchísima información nueva que procesar y los avances que podían salir de todo ello me abrumaban.

    En cuanto terminó el análisis observé los resultados bajo la atenta mirada de Jane. – [Mike]Sigues estupendamente.[/Mike] – dije después de repasarlo todo un par de veces. El sistema me marcaba los estándares humanos para una mujer de su constitución y edad, pero había tenido que ir refinándolos a mano porque Jane no era una humana, era una Disir. – [Mike]Ventajas de Disir.[/Mike] – añadí. Se había recuperado rápidamente del golpe que había recibido y desde entonces todos los análisis habían ido perfectos, aunque perfectos implicaba ser demasiado modestos. Crecer en un núcleo social como el mío implica crecer acostumbrado a lo sobrenatural, pero aun así, ver los resultados de Jane eran sorprendentes, una cosa es saber que alguien es más fuerte que tú por genética y otro ver las grandes diferencias que existen. Yo mismo había comparado una muestra de sangre de mí mismo antes de ser un sobrenatural y después. Los cambios eran impresionantes.

    – [Jane]Menos mal.[/Jane]- respondió con una sonrisa. No importaba que hubiéramos hecho esos análisis cada dos semanas desde hacía meses y siempre hubiesen salido bien, Jane siempre esperaba los resultados como si fueran malas noticias.

    Le sonreí. Algo que había aprendido en mi tiempo con los pacientes era que para ser un buen médico no solo tienes que conocer la cura, tienes que tratar al paciente como a una persona, aunque eso signifique implicarte emocionalmente si algo le ocurre. Para muchos médicos no era así, pero para mí mi vocación era curar personas, de lo contrario, habría arreglado máquinas. – [Mike]He llevado a cabo algunos análisis colocando muestras de tu sangre con la de otros potenciados[/Mike] – empecé a explicarle. No quería abrumarla con los resultados y los tecnicismos, así que le hice una seña para que se acercara y reproduje una grabación de los resultados. Era una muestra de sangre de Jane y una de mi hermano Idris. Con tan solo entrar en contacto, la sangre de Jane empezaba a mutar mientras que la otra se «moría». – [Mike]Tus células replican las «metacélulas» y producen necrosis en el proceso.[/Mike] – el término «metacélulas» no era mío, si no de mi madre. Así llamábamos a las células que permitían a los metahumanos utilizar sus habilidades. Las diferentes razas tenían células comunes entre los miembros de la misma especie, pero las «metacélulas» eran diferentes y se detectaban rápidamente si sabías lo que buscabas.

    – [Jane]Soy la Parca.[/Jane]- se lamentó pasándose una mano por la cara.

    – [Mike]Es tu genética, Jane, va más allá de la moral.[/Mike] – le aclaré. Al igual que los depredadores no son «malos» per se, Jane no podía elegir lo que su cuerpo hacía de forma natural. – [Mike]Que tu cuerpo haga eso no significa que seas mala persona.[/Mike] – añadí.

    – [Jane]Viene bien escucharlo.[/Jane] – comentó tratando de parecer despreocupada.

    Me senté en uno de los taburetes del laboratorio. Mientras Jane se colocaba la chaqueta traté de buscar un buen ejemplo. – [Mike]Es complicado pero…imagínate que hay alguien con un poder que puede salvar el mundo, pero esa persona va a morir. Tu podrías tomar su poder y salvarlo.[/Mike] – expuse. Se me habían ocurrido otros casos por el camino, pero algunos entraban en el debate ético de la eutanasia. Yo, como médico, siempre trataría de explorar otra opción, pero no podía negar que en ciertos casos quizá fuera la única vía. Era complicado y no me gustaba pensar en ello.

    – [Jane]No me ayudas, Mike.[/Jane]- me miró, enarcando una ceja. – [Jane]Mis padres tenían que haber pensado en las consecuencias de sus actos antes de ponerse a tener hijos.[/Jane] – sentenció. Nunca había tenido excesiva relación con los que vivían en Moondale, no como mi hermano que con la brújula planar iba y venía a menudo, pero sí era de conocimiento público que Jane estaba resentida con sus padres desde que se divorciaron y quizá ahora un poco más desde su «escena» en el cumpleaños.

    – [Mike]Tus padres tampoco podían saberlo. De una forma natural, habrías podido apagar tu poder, pero como el de tu madre fue creado artificialmente, carece de controles, igual que el tuyo.[/Mike] – aclaré, intentando apaciguar su enfado. No tenía sentido enfrentarse a la herencia genética, era la que era y poco podía hacerse salvo actuar sobre ella. Cambiar el pasado era imposible. Era cierto que el poder de Jane funcionaba de una forma diferente, al igual que el efecto que había provocado en su hermano Elliot. Owen se había llevado la mejor parte de la lotería genética, quizá por ser un aesir y que la parte de su padre predominase, de no ser así, probablemente no habría sido capaz de apagar sus llamas. – [Mike]Todo tiene cura, Jane, solo tenemos que saber más.[/Mike] – añadí, esperando infundirle esperanza. – [Mike]Sarah inhibe tu poder, así que si la biología lo hace, la ciencia puede imitarlo.[/Mike] – aseguré. Todo el asunto de la doble de Jane era sumo secreto por el momento y eso no era más que un incordio para mí porque me dificultaba poder pedirle una muestra de sangre a Sarah sin levantar sospechas.

    – [Jane]Eso espero.[/Jane]- dijo simplemente. Parecía preocupada, pero llevaba así desde que había visto las habilidades de su doble en acción. No me había atrevido a hablar con Dante del tema porque sabía lo que había significado para él la muerte de su madre y pensar que fuera Omega la asesina me ponía los pelos de punta.

    – [Mike]Nos vemos en dos semanas.[/Mike] – me despedí mientras anotaba un par de observaciones sobre la genética disir.

    – [Jane]Eh, Mike.[/Jane]- me llamó ella. Me giré y vi que se colocaba el pelo tras la oreja.

    – [Mike]Sí, ¿pasa algo?[/Mike] – pregunté. Sin duda era algo que no sabía como decirme, pero si era algún síntoma o alguna variación que había observado, debía saberlo.

    – [Jane]Tu hermano, el mío y otros más quieren hacer una locura con los discos que eran de nuestros padres.[/Jane]- explicó de pronto. Tuve que analizarlo en mi mente más despacio. Los discos de nuestros padres, los que habían obtenido cuando el Soberano.

    – [Mike]¿Quieren pasar las Pruebas? ¿Para qué?[/Mike] – pregunté. No tenía sentido. Por lo que sabía a nuestros padres les habían hecho pasar por un proceso largo para prepararles y llevaban toda la vida luchando contra el mal. Nosotros no.

    – [Jane]Para encerrar a Omega.[/Jane] – explicó. Mencionaba a Omega con dolor, como si se forzara a pensar que era una persona diferente y no…una versión de sí misma.

    Negué con la cabeza, decepcionado. – [Mike]El camino para librarse de Omega es este, no recurrir a un abracadabra que no saben cómo funciona.[/Mike] – respondí. La ciencia podía solventar las cosas porque la naturaleza era ciencia. No tenía nada en contra de los practicantes de magia, pero sencillamente no me parecía fiable. La magia al final también era ciencia, pero una que no comprendíamos, y jugar con lo que no entendemos es peligroso. Los humanos con la magia éramos como niños con un mechero.

    – [Jane]Pues ya.[/Jane]- asintió, dándome la razón.

    Suspiré. – [Mike]Os ayudaré a evitarlo, sí.[/Mike] – dije.

    – [Jane]Gracias.[/Jane] – respondió ella.

    Negué con la cabeza. – [Mike]Gracias a ti, este trabajo puede salvar el mundo sin sacrificios, sin pérdidas de vidas, sin peleas.[/Mike] – dije volviendo a mis anotaciones mientras ella se dirigía hacia la puerta. ¿Cuantos habían tenido que morir en la Guerra de Ripper? ¿Cuánta gente moría por culpa de los vampiros y algunos demonios, o por poderes de potenciados? Todo habría sido más fácil si con una mera inyección, el Soberano hubiese perdido sus poderes de alteración de la realidad.

    – [Jane]Qué pena que no todos piensen como tú.[/Jane]- suspiró ella también.- [Jane]El mundo sería un lugar más fácil.[/Jane] – afirmó, abriendo la puerta.

    – [Mike]Y más lógico.[/Mike] – añadí. Nos despedimos con una sonrisa hasta que me enviase los detalles para reunirnos y lo que pensaban hacer para evitar que mi hermano y los demás cometiesen una insensatez.

    Pasé el resto de la tarde estudiando mis anotaciones y planificando pruebas, aprovechando que no tenía más alumnos que ver. A última hora de la tarde llegó mi madre a la Escuela y colgó su chaqueta. Los viernes siempre cerraba un poco antes para venir a repasar los expedientes de los pacientes de los alumnos. Antes de tener mi ayuda no sé cómo lo conseguía mantener todo. Por suerte teníamos el portal del pantano.

    – [Mara]Mike, ¿quieres un té? [/Mara]- preguntó. Siempre se tomaba un té mientras estudiaba los casos, era uno de sus momentos de relajación.

    – [Mike]Si, gracias. [/Mike] – respondí, levantando la cabeza de mis diarios. La mayor parte de los investigadores anotaban sus progresos y descubrimientos en las elaboradas aplicaciones de la InfiniBand, pero con los recientes acontecimientos había optado por un método más rústico y fiable. Infiniy ya tenía análisis completos de quien utilizase su sistema de juegos, no me apetecía que tuvieran también acceso a mis investigaciones.

    Mi madre volvió al rato con mi té y el suyo – [Mike]Te he dejado en aquella pila los análisis de la semana.[/Mike] – le señalé el montón de archivos de los estudiantes.

    – [Mara]Gracias.[/Mara]- respondió con una sonrisa. Fue hasta el montón y se lo llevó a su sillón favorito.

    – [Mike]¿Crees que tú y yo también tenemos metacélulas?[/Mike] – pregunté después de unos minutos de riguroso silencio. Mi madre y yo teníamos esa complicidad, podíamos estar sin hablar en una habitación y aun así pasar un rato de calidad juntos, inmersos en nuestros estudios.

    – [Mara]Es posible.[/Mara]- respondió, alzando la mirada. Dio un sorbo a su té mientras pensaba.

    – [Mike]Ya desde el principio tenía consciencia en mi estado feral, aunque era más difícil controlarlo, como si tuviera una crisis de ansiedad, pero allí estaba.[/Mike] – expliqué. Ahora no era capaz de forzar mis transformaciones pero sí de contenerlas y cuando tenían lugar, era plenamente consciente y controlaba al ser en el que me convertía.

    – [Mara]Yo era capaz de controlar al vampiro.[/Mara]- aseguró ella con calma.-[Mara] Eso no es muy normal.[/Mara] – admitió. En su día habían teorizado que la vocación de mi madre por curar a otros y su afán por evitar el daño habían hecho que su voluntad resistiese al vampiro, pero todo parecía indicar algo más, porque se había repetido con el licántropo.

    Asentí, conforme. – [Mike]Es algo relacionado con la voluntad predominante. Estos meses me están abriendo mucho la mente al respecto.[/Mike] – expliqué sin poder contener el entusiasmo, porque sabría que mi madre lo entendería.

    – [Mara]Parece que estás decidiendo qué campo de la medicina es el que te interesa[/Mara]. – replicó con orgullo. Los estudios universitarios habían sido la parte necesaria para acabar obteniendo la licencia y tener una base de la que partir, la humana. Pero esto es lo que de verdad me había interesado siempre.

    – [Mike]Sí. Cada vez me veo menos en un hospital, mamá.[/Mike] – le aclaré. No tenía miedo a decirlo, sabía que lo entendería. – [Mike]Quiero investigar esto, ayudar a los sobrenaturales, salvar el mundo de otra forma[/Mike]. – añadí. Con ciencia, con lógica, sin sacrificios, sin pérdidas de vidas a lo tonto. Un avance científico y Omega sería una humana cualquiera que no podría hacer daño a nadie.

    – [Mara]Estaré orgullosa de vosotros hagáis lo que hagáis.[/Mara]- afirmó mi madre, refiriéndose a mi y a mi hermano. – [Mara]Siempre que no sea delito.[/Mara] – mi mente no pudo evitar pensar en lo que Idris quería hacer. Había otra forma, no podíamos dejar que corrieran un riesgo absurdo.

    Sonreí, orgulloso de los padres que me habían tocado. – [Mike]Gracias. Si no fuera por vosotros, todo esto no sería posible.[/Mike] – aseguré. Mi padre y mi madre nos habían dado todo lo que podían, y siempre nos habían apoyado.

    – [Mara]Nosotros no hemos hecho nada especial.[/Mara]- replicó quitándose mérito, mi madre era tan práctica como yo. No nos interesaban mucho las alabanzas, pero para todo el mundo era agradable saber que lo había hecho bien.

    – [Mike]Lo habéis hecho lo mejor posible. Eso ya es decir mucho.[/Mike] – me acerqué y le di un beso en la mejilla después de guardar mis anotaciones en la mochila. – [Mike]Tengo que irme, he quedado con los demás.[/Mike] – me despedí.

    – [Mara]Te quiero mucho.[/Mara]- se despidió ella, volviendo a sus archivos.

    Le dirigí una última mirada antes de salir. En aquél momento pensé que solo eran nervios por enfrentarme a algo tan místico como los discos y las Pruebas, pero en el fondo era mala sensación de que algo iba a salir mal. No me imaginaba que pasaría mucho tiempo hasta que volviese a ver ese lugar y, especialmente, a mi madre.

  • CAMBIOS Y RETORNOS

    Mike Solo-Novak

    Casa de los Williams – Noche

    Volver a Moondale después de estar unos años lejos de todo estaba resultando más fácil de lo que había creído posible. Habían cambiado muchas cosas en mí desde que dejé Louna para irme a estudiar mi vocación y desde luego, no había vuelto exactamente como había pretendido.

    Sí, mi tiempo en la Universidad había ido sobre ruedas al principio, al menos como se suponía que debía irme. Llevaba mis asignaturas al día, pero no dejaba de lado la vida social universitaria, conocí mucha gente nueva, intimé con bastantes personas y tuve alguna que otra pareja.

    Era un poco frustrante estudiar algo a sabiendas de que no cuenta con la fisiología de una gran variedad de seres, por el mero hecho de desconocerlos, pero como ya iba sabiendo eso, me centré en aprender en base a los seres humanos para después poder aplicar y combinar esos conocimientos para curar a todo tipo de personas.

    Todo siguió bien durante un tiempo, hasta que hacía poco más de unos meses me había visto arrastrado a algo que cambió parte de mis planes. De la noche a la mañana ya no era un humano con vocación por ayudar a los sobrenaturales aprendiendo sobre su biología, era uno de ellos.

    Mi condición trastocó bastante mi vida al principio. Me afectaba por las noches, mi mejor momento para el estudio. Así que durante unas horribles semanas, mis notas tuvieron un bache. Por suerte la mayoría de mis profesores me ofrecieron una oportunidad que no desaproveché. Mi vida había dado un giro y mi nueva condición no era algo que pudiese elegir, así que tuve que decidir entre la vida social y los estudios, y lo tuve claro.

    El día a día para mí se convirtió en asistir a clases, realizar las comidas diarias, estudiar por las tardes y estudiar formas para mantener a raya mi condición. Probé técnicas de todo tipo: medicaciones, infusiones, acupresión…al final, lo que dio resultado fue lo más simple, seguir el consejo de mi madre.

    No sabíamos muy bien como, pero en su día ella había conseguido mantener el control como vampiresa y también había controlado su licantropía. Había algo en ella que era diferente, y yo había heredado ese algo. Después de unas semanas, conseguía transformarme y ser consciente y racional.

    No me atribuyáis más mérito de lo que había. No era un Alexander Fenris o una Mara Novak. Por el momento me controlaba y evitaba salir salvaje por los alrededores y eso gracias a la genética, no a ningún trabajo duro que pudiera atribuirme.

    Mi hermano, mi madre y mi padre siempre estaban ahí para ayudarme. Nadie más sabía mi secreto, ni siquiera Dante. Creo que mi madre estuvo bastante preocupada al principio, igual que mi padre. Drizz siempre intentó quitarle importancia diciendo que era una pena que no fuese una pantera para hacer la gracia completa en lugar de…lo que era.

    Supongo que estoy siendo demasiado misterioso, pero tengo miedo a escribirlo y que pueda llegar a manos de algún estudiante. Aun así, necesito escribirlo en detalle y no es que nada del resto de mi diario le fuera a hacer pensar que esto cuerdo, hablando y teorizando sobre seres sobrenaturales.

    Lo que me atacó aquella noche después de una fiesta no fue un licántropo, fue un Irbis, un leopardo de las nieves. Al principio pensé que era simplemente un animal salvaje de los bosques cercanos a la ciudad, pero luego vino la fiebre y la primera transformación. No diré que la primera fue dolorosa, porque absolutamente todas lo eran.

    Después de todos esos meses tan inmerso en mis estudios y mi condición, controlando cada sentimiento, cada emoción, era abrumador llegar a aquella fiesta, pero por el momento, todo había ido bien y resultaba agradable volver a ver a los New Moondies.

    Mientras los demás bailaban, decidí atracar un poco la carne que había dejado Owen en la mesa. Su olor había atraído mi olfato agudizado desde hacía un buen rato. Cogí un par de trozos de carne que no estaban muy hechos y un poco de ensalada de patata. Siempre me había gustado bastante la comida sana, pero en casa no habíamos abandonado del todo la carne, simplemente se comía de una forma casual. Cuando lo hacíamos, a mí me gustaba bastante hecha, pero desde la transformación mi paladar le había cogido el gusto a que estuviera poco hecha.

    En ese momento, vi a una chica muy guapa acercarse hacia donde estaba. Le devolví una sonrisa cordial.

    – [Sophie]Hola mi niño, ¿eres Owen?[/Sophie]- me preguntó. No pude evitar sonreír, especialmente para mí mismo, no quería que me tomase por alguien que se reía de alguien que estaba perdida claramente.

    – [Mike]No, soy Michael.[/Mike] – respondí, tendiéndole la mano. Ella se acercó para darme un par de besos y su colorida melena me hizo cosquillas en el cuello. Su olor me recordó al verano. -[Mike]Owen es el de la barbacoa.[/Mike] – expliqué, señalándole. En ese momento estaba intentando reconducir la fiesta después de que sus padres salieran volando en pelotas como en una versión porno de Peter Pan.

    – [Sophie]Ay, gracias[/Sophie].- replicó, colocándose un mechón detrás de la oreja. Tenía un deje de las islas Loverd, pero no me pareció apropiado preguntarle. En lugar de eso asentí para dejar claro que no tenía que darlas y ella fue hasta Owen para entregarle un par de paquetes. JJ no estaba a la vista en ese momento, no debía haber llevado muy bien lo de sus padres. La última vez que la había visto había sido hablando con esa muchacha y su trajeado acompañante.

    Owen asentía y sonreía a la muchacha, dirigiendo de paso alguna mirada a su llamativo físico. Después de un rato, la chica volvió hacia la mesa donde estaba toda la comida y la bebida y se quedó delante de las botellas, como si nada le sonase en absoluto.

    – [Mike]¿Puedo ayudarte con algo?[/Mike] – le pregunté. – [Mike]Te veo un poco perdida.[/Mike] – aclaré. Quizá tenía que haber omitido eso último, pero la costumbre de vivir toda la vida con mi padre no se quitaba con unos cuantos años de universidad.

    – [Sophie]¿Esencia de unicornio?[/Sophie]- preguntó agitando una botella de vivos colores.

    – [Mike]Eso creo que es cosa de Dante. Ginebra rosa con refrescos de colores.[/Mike] – le expliqué. Dante siempre había tenido un pequeño toc con lo que bebía: evitaba la cerveza, que es lo que solía beber su padre, y se tomaba siempre al menos una ginebra rosa, como su madre.

    – [Sophie]En casa es todo más fácil[/Sophie].- suspiró, buscando qué beber, después de volver a dejar la botella en su sitio.

    – [Mike]¿Loverd?[/Mike] – pregunté, pensé que al mencionar su casa ya no estaría mal preguntarle si era de las islas. Había ido unas cuantas veces con mis padres y mi hermano cuando éramos más pequeños. Recuerdo que a mis padres les encantaba relajarse en sus playas de arena negra.

    – [Sophie]Casi[/Sophie].-respondió ella, arrugando la nariz de una forma adorable. El felino que había en mí olió su perfume a fresas de gominola.

    – [Mike]No se me da bien lo de adivinar.[/Mike] – reconocí. La intuición me la reservaba para cuando me encontraba frente a un paciente. Esperaba que se me diera tan bien frente a un caso real como se me daba en los casos que habíamos visto en la carrera, porque cuando el próximo curso terminase las cuatro asignaturas que no me habían dado opción a recuperar, me tocaría empezar como interno. Hasta entonces, mi madre me había ofrecido trabajar con ella en la clínica y la Escuela Legado, un trabajo que acepté con gusto. – [Mike]¿Conoces a alguien?[/Mike] – no lo parecía, por cómo buscaba a alguien que no parecía estar por allí. Pensé que quizá sería también una amiga de JJ.

    – [Sophie]A Kaylee[/Sophie].- respondió. Bueno, ya dije que no se me daba bien adivinar. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de Kaylee, pero sabía por mi hermano que había pasado por una etapa oscura y ahora sufría por eso mismo, culpándose demasiado. Me habría gustado verla, pero se había ido por un ataque de pánico un rato antes de que llegase. – [Sophie]Pero me ha plantado[/Sophie]. – añadió.

    – [Mike]Ah, verás, Kaylee ha tenido que irse.[/Mike] – le expliqué. – [Mike]Le dio un ataque de ansiedad.[/Mike] – añadí. Lexie, que al parecer seguía haciéndose llamar Allie por sus líos con Noah, me había explicado lo que había pasado después de ponernos al día. – [Mike]Pero estaba bien. La llevaron a ver a sus abuelos.[/Mike] – había sido la mejor opción.

    – [Sophie]Espero que esté bien[/Sophie].- respondió, preocupada.

    Asentí para intentar quitarle algo de preocupación. – [Mike]Lo pasó muy mal en el instituto, pero sí, con el tiempo seguro que está mejor.[/Mike] – comenté. Me sentía raro hablando de algo que me quedaba un poco lejano. Yo no había estudiado en Moondale así que no la había visto en primera persona comportándose como una abusona, pero por lo que me habían contado los demás, el abuso que se estaba haciendo ahora por culpabilizarse era mucho peor que el que hubiera podido hacer al resto.

    Viendo el sufrimiento de Kaylee tenía claro que había heredado lo mejor de mis padres: tanto la calma y la sinceridad de mi padre, como la practicidad y el autocontrolo de mi madre. Así no era de extrañar que cuando empecé a escuchar la música mi cuerpo se empezó a mover sin la menor preocupación. Me encantaba bailar.

    – [Sophie]¿Y eso?[/Sophie]- le escuché preguntarme. La miré y vi que sonreía, tenía unos labios preciosos.

    – [Mike]Si suena música me cuesta parar los pies.[/Mike] – respondí. Dejé la copa en la mesa y le tendí una mano para que se uniese a mí. Resultaba liberador volver a bailar, no lo hacía desde que me habían salido garras.

    Ella asintió y comenzó a bailar a mi lado.- [Sophie] I’m gonna pop some tags…Only got twenty dollars in my pocket[/Sophie].- cantaba.

    – [Mike]…this is fucking awesome.[/Mike] -me uní. A unos pasos de nosotros mi hermano estaba dándolo todo en la pista, moviéndose como si fuera un hombre de hojalata.

    La canción duró menos de lo que recordaba y JJ, que acababa de volver y colocarse tras el portátil, puso la siguiente.

    – [Sophie]La mejor DJ de la historia[/Sophie]. – sonreí. Era curioso cómo nuestros padres podrían haber estado en aquella fiesta y saberse perfectamente las canciones. Nuestro tiempo estaba plagado de innovaciones tecnológicas que no tenían en el suyo, pero la cultura había implosionado y seguíamos escuchando su música, viendo sus películas y sus series remasterizadas y jugando a sus viejos videojuegos en realidad aumentada.

    – [Mike]Es la otra cumpleañera. Jane, Owen es su mellizo.[/Mike] – le expliqué.

    – [Sophie]No se parecen. [/Sophie]- replicó.

    – [Mike]Y en carácter menos. Pero son buena gente.[/Mike] – JJ parecía estar animada tras su portátil, pero tenía el ceño fruncido. Lo de sus padres había sido un poco fuerte y teniendo en cuenta que Xander no estaba por allí, aquello todavía era un problema. – [Mike]¿De qué conoces a Kay? Si no es meterme donde no me llaman.[/Mike] – pregunté, porque me apetecía hablar un poco más con ella.

    – [Sophie]Nuestras madres son amigas. [/Sophie]- respondió, acercándose para que la escuchase a pesar del ruido.- [Sophie]Luego resultó que íbamos a la misma Universidad. [/Sophie] – aclaró. Su olor me abrumaba y no de una forma negativa. Mi amigo felino estaba muy despierto, habíamos llegado a conocernos recientemente y cada vez confiábamos más el uno en el otro, pero yo seguía siendo la personalidad dominante, al igual que mi madre con ‘Marauder‘.

     – [Mike]¿Estás en Biología?[/Mike] – le pregunté.

    – [Sophie]Fisioterapia[/Sophie]- comentó, moviendo las manos. Me fijé en que tenía las uñas cortas y pintadas. Sus dedos eran finos pero parecían fuertes.

    – [Mike]Tienes buenos dedos.[/Mike] – comenté, se me fue demasiado la vena médica y la vena sincera.

    Ella se echó a reír.- [Sophie]Déjalo, corazón[/Sophie].- comentó negando con la cabeza.

    – [Mike]Lo siento, deje de oficio, soy médico.[/Mike] – confesé, o casi. Tenía ganas de empezar mi residencia pero por el momento solo había trabajado con gente frente a frente en la clínica de mi madre. – [Mike]Y mi familia tiene un problema con decir la verdad.[/Mike] – repliqué, aunque yo lo había heredado con más fuerza que Idris, que era un pícaro redomado.

    Ella le quitó importancia.- [Sophie]Por cierto, soy Sophie[/Sophie]. – se presentó.

    – [Mike]Menos mal, ya me veía disimulando hasta ver si alguien dejaba caer tu nombre.[/Mike] – admití, sincero, nunca sabía cómo preguntar a alguien su nombre, especialmente después de un rato hablando sin que saliese el tema.

    – [Sophie]Soy muy despistada[/Sophie].- se disculpó. De nuevo sonreía, parecía que nunca se quedaba sin ganas.

    – [Mike]No te preocupes. Si se te olvida algo, pregúntame, cuando quieras.[/Mike] – le devolví la sonrisa y extendía la muñeca. Ella se quedó mirando el gesto y me estrechó la mano, al principio pensé que no quería intercambiar nuestros contactos pero después vi que no tenía InfiniBand en su muñeca.

    – [Mike]Ah, perdona, no me fijé que no tenías.[/Mike] – me disculpé, retirando la mano después de unos minutos extraños. Su piel era suave.

    – [Sophie]De la vieja escuela[/Sophie].- replicó sacando un móvil del bolsillo. Era uno de esos modelos que aún se vendían, tenían acceso a algunas aplicaciones pero a nada de Infinity.

    Le dicté mi número porque iba a ser vergonzoso verme intentar escribírselo yo mismo sin reconocer nada. – [Mike]¿Vienes de la isla?[/Mike] – pregunté. Después de comentar que su madre y Diana eran amigas y todo lo que había ido observando de ella, me hizo dudar si sería de la Isla de Z.

    – [Sophie]No sé de qué me estás hablando[/Sophie].- replicó, intentando disimular. Miró la InfiniBand con sus ojos oscuros y luego los fijó en mí. Capté el mensaje, no me equivocaba demasiado y tenía sentido, los mellizos habían invitado a gente a su fiesta que conocía el lado secreto del mundo. Era de imaginar al ver a Dante paseándose sin camiseta con sus alas a la vista, pero tampoco era la primera vez que lo hacía y le tomaban por un anuncio en vivo como a su madre.

    – [Mike]Bueno, cuando quieras un tour por la zona, avísame, aunque vivo en Louna.[/Mike] – comenté. Tenía alquilado un apartamento cerca de la playa. Mis padres habían pagado la fianza pero yo me encargaría de los gastos en cuanto empezase a cobrar por el trabajo en la clínica y en la Escuela.

    – [Sophie]Cuando quieras, siempre y cuando no lleves eso[/Sophie].- añadió, señalando la InfiniBand.

    – [Mike]Dicho y hecho.[/Mike] – respondí, quitándomela para guardarla en la mochila. Sonrió una vez más, mostrando sus blancos dientes. Tenía los dos incisivos superiores algo más grandes pero eso hacía su sonrisa aún más bonita.

    JJ puso una nueva canción y nuestros cuerpos se entregaron al baile.

  • PARECIDOS FAMILIARES

    MICHAEL SOLO-NOVAK

    SU CASA, LOUNA. NOCHE

     

    Me apoyé en el respaldo de la silla y noté dolor en el cuello. Llevaba demasiado rato estudiando, así que aprovechando que empezaba a notar algo de hambre, me levanté de la silla y bajé a la planta de abajo.

    Cuando llegué a la cocina, las vistas nocturas de la costa de Louna a través de la cristalera de la terraza me dejaron parado unos instantes. Mi madre estaba fuera, leyendo algo en su InfinityBook.

    – [Mike]Mamá ¿queda guacamole?[/Mike] – le pregunté. En casa solíamos tener guacamole, hummus y otros untables veganos para matar el hambre entre horas. Principalmente para mi madre y para mí, mi hermano solía tener helados, tabletas de chocolate y bolsas de patatas que a veces le saqueaba mi padre.

    – [Mara]Claro.[/Mara]- mi madre se levantó, dejando el lector en el asiento y caminó hasta la nevera para buscar un tupper de cristal. – [Mara]Lo ha hecho tu padre hace un rato y le ha salido muy bueno.[/Mara]- comentó, dedicándome una sonrisa. Mi padre había salido a dar su paseo nocturno por la playa. Era algo habitual mientras todavía hacía calor, decía que le ayudaba con el dolor de la pierna. Cuando todavía era detective en Louna recibió un disparo en la pierna que le dejó un nervio afectado. Tenía movilidad aunque con cierta rigidez, pero de vez en cuando le dolía bastante.

    – [Mike]Me ha dado hambre. Pero igual espero a la cena.[/Mike] – aseguré, mirando la hora en la InfinityBand. Ya quedaba poco para la cena, así que prefería guardarme las ganas. – [Mike]Drizz está con Lexie ¿no?[/Mike] – pregunté. Mi hermano estaba completamente volcado a asegurarse de que Lexie tenía una vida normal. Su problema auditivo siempre la había acomplejado y como la gente era bastante cruel en los institutos y en la vida en general, no le había ido bien.

    – [Mara]Se han ido a Moondale a comer pizza como si aquí no hubiera sitios para cenar.[/Mara]- respondió mi madre, en modo suspicaz. Mi padre era el detective, pero mi madre tenía su «olfato de loba» muy acentuado, no se le solía escapar nada.

    – [Mike]Creo que Lexie quería dejar el instituto de Moondale y Drizz intenta convencerla.[/Mike] – afirmé, pensativo. Cogí un nacho de la bolsa y lo mojé en guacamole, ya llegaba tarde para decirle a mi mano que no quería comer entre horas.

    – [Mara]No sé si lo conseguirá, porque Lexie es…testaruda.[/Mara]- replicó mi madre, haciendo lo mismo. Siempre era agradable hablar con mi madre, se preocupaba de nosotros y supongo que también influía que yo me parecía mucho a ella.- [Mara]De todas formas, creo… que tu hermano quiere algo.[/Mara] – añadió. Me reí, mi hermano era impredecible, un trozo de pan, sí, pero a veces formaba todo un espectáculo a su alrededor porque había heredado, quizá incluso más que yo, la riña de mi padre con las mentiras. Mi padre no podía genética o magicamente, decir mentiras, y nosotros habíamos acabado acostumbrándonos a no hacerlo. Además, parecía que a mi madre le gustaba bastante que todos fuésemos sinceros.

    – [Mike]Creo que es la pizzería favorita de Elle.[/Mike] – dije con sinceridad. Esbocé una tenue sonrisa.

    Mi madre estaba sirviéndonos un par de vasos de agua fría con hojas de menta y se quedó con una de ellas en la mano.- [Mara]Estás de broma, ¿no?[/Mara] – preguntó, asombrada. Lo de que llamase a Elle «Coquito» desde el verano, daba bastantes pistas.

    Me encogí de hombros, despreocupado. Mi madre se estaba preocupando de más. – [Mike]Yo te digo lo que sé.[/Mike] – dije, intentando sonar tranquilizador. Quizá eran puras especulaciones.

    – [Mara]Este Idris…[/Mara]-  exclamó, dando un trago de agua. Se quedó pensativa y yo sin darme cuenta, también. La brisa que se colaba por el ventanal era agradable, olía a mar. Pronto tendría que alejarme de allí, irme a un lugar completamente distinto, sin nadie conocido. Pero era mi vocación y estaba dispuesto al sacrificio que hiciese falta. Les echaría de menos a todos: a mis padres, a Drizz, al tío Bill, a la tía Karen y al tío Alex, a Dante…

    El verano había estado bastante bien. Había aprovechado que Idris iba y venía a menudo de Moondale para pasar más tiempo con mis amigos de la infancia, de los que me había distanciado un poco a medida que habíamos crecido. Con el único con el que había mantenido contacto era con Dante, pero tenía poco tiempo libre normalmente para seguir al día. Así que estuvo bien verles de nuevo a todos y almacenar buenos recuerdos antes de irme. La verdad es que en realidad fue Drizz el que me había convencido, mi hermano siempre intentaba que pasáramos más tiempo juntos y al final, nadando el uno tras el otro en el lago Gealach con el resto, me di cuenta de que echaría de menos no haber disfrutado más de su compañía por estar sumido en los estudios.

    – [Mike]Tranquila mamá, ya sabes cómo es. Siempre parece todo peor.[/Mike] – le defendí. Alguna vez me había parado a pensar que había tenido suerte con Idris. Siempre me había tratado bien. La gente a veces me había preguntado si no me tenía celos pero lo cierto es que no podía recordar ninguna vez en la que los hubiera mostrado. Era muy buena persona y la gente muchas veces por su aspecto o su forma de hablar, le tomaba por algo diferente. Hacía un par de años que no ocurría pero mi padre ya le había tenido que sacar dos veces de la comisaría. Daba igual que Idris se paseara por los barrios más problemáticos de Louna ayudando a chicos a salirse de las drogas dándoles un propósito cada noche. Para la policía solo era un negro con una banda con mala pinta y antecedentes. Le detuvieron por posesión de armas, pero al ver que eran un par de estacas afiladas les quedó poca defensa. Aun así volvieron a detenerle más veces por lo mismo.

    – [Mara]Confío en tu hermano, pero Ellie es menor.[/Mara]- respondió, algo estricta. Mi madre seguía las normas a rajatabla y creo que eso no habíamos terminado de heredarlo ninguno, desde luego Idris no. Le dediqué una mueca para que se relajara. Entendía parte de los problemas, principalmente que Elle era hija de una de sus mejores amigas y si las cosas saliesen mal, sería un lío. Pero mi hermano no iba a hacer nada que Elle no quisiera y al final, que fuera menor tampoco marcaba una diferencia significativa, no es que él tuviese 40 y ella 15.- [Mara]Bueno, cuéntame… algo de ti.[/Mara] – añadió, cambiando de tema, seguramente se quedase preocupada, pero mi madre era así, lo llevaría bien. Ella hacía las cosas a su manera, Sarah siempre contaba con orgullo que mi madre tenía tanta vocación de curar a la gente que se controlaba cuando era una vampiresa. Yo siempre había supuesto que había algo diferente en ella, porque también como licántropa era capaz de controlarse. Ella y el resto de gente cercana habían sido los que habían provocado mi interés por lo sobrenatural. La medicina humana me interesaba, pero quería ir más allá.

    Me encogí de hombros, no había nada relevante que no supiera. – [Mike]No sé, hay poco que contar. Estoy esperando la carta de la Western, pero habiéndome aceptado en Ottawa y la McGill.[/Mike] – no sabía qué esperar de Canadá ni de los estudios, pero sabía que era lo que tenía que hacer.

    – [Mara]No me refería…a los estudios.[/Mara]- puntualizó, mirándome. Vale, no lo había pillado, así que era una de esas charlas madre-hijo.

    – [Mike]Ah, eso.[/Mike] – repliqué. Tampoco es que tuviera mucho tiempo como para tener una vida amorosa muy plena.  – [Mike]No te creas que hay mucho que contar.[/Mike] – aseguré. Bueno, quizá había un par de cosas, una la sabía y la otra no.

    – [Mara]¿Nada… romántico ni amistoso?[/Mara]- preguntó, sonriendo. Me pregunté si mi madre habría mostrado esa faceta con todo el mundo. A veces ella y mi padre hablaban con nosotros de mis abuelos maternos. Después de «resucitar» con la orbe de isis, cuyo receptáculo llevaba yo ahora a modo de colgante, mi madre fue a verlos, pero no se atrevió. Mi padre tardó un tiempo pero finalmente la convenció de ir a verlos y contarles todo. No sé qué les sorprendió más de todo lo que les contó, pero en la foto que descansaba sobre la chimenea se veía al abuelo Illya sonriendo y feliz con Idris en brazos en una playa de Velze. Yo tuve la suerte de conocerles también.

    – [Mike]Si es que tampoco he tenido mucho tiempo entre la clínica y el curso.[/Mike] – me excusé. De pequeño no era un niño demasiado popular, pero con el aura de Idris cerca, al final te vuelves más desinhibido y te va mejor en las relaciones. Mi madre seguía observándome y me paré a pensar. – [Mike]Si lo dices por Dante, nos ha quedado claro que somos amigos y nada más.[/Mike] – afirmé. En verano, en una tarde en el Lago Gealach, Dante y yo fuimos a dar un paseo para distraernos. Al final terminamos intimando bastante y nos besamos. Éramos dos personas jóvenes, él era guapo, yo para él también y surgió. El tema es que nos dimos cuenta rápido de que había poca chispa, así que nos quedamos hablando y riendo. La etiqueta de mejores amigos nos pegaba más, estuvimos de acuerdo.

    – [Mara]Vaya.[/Mara]- replicó mi madre. – [Mara]Lo siento.[/Mara] – añadió. La pobre pensaba que era una decepción para mí.

    – [Mike]No sufras.[/Mike] – me reí y apoyé una mano sobre la suya. – [Mike]Fue algo del momento. Pero nos gusta más la etiqueta mejor amigo, sin la parte del derecho a roce.[/Mike] – confesé. Me alegraba habérselo contado, quería que supieran que me gustaban los hombres y las mujeres, sin más. Hoy en día era más habitual que en sus tiempos, pero seguía habiendo prejuicios. Aunque en una casa con alguien ‘ultrasexual‘, como Idris se definía, pocos prejuicios iba a haber.

    – [Mara]Estaba bien…que tuvieras a alguien…íntimo[/Mara].- comenzó a decir, tan avergonzada que empezó a contagiármelo. – [Mara]A veces, necesitamos…algo más que amistad[/Mara]. – añadió. No supe dónde esconderme, así que no me quedó otra que ser sincero.

    – [Mike]Mamá por dios…[/Mike] – me quejé, rompiendo a reír. Mi madre era práctica para todo, hasta para darse cuenta de que todos necesitamos pasar a horizontal de vez en cuando. – [Mike]Tampoco te preocupes por eso, tu becaria y yo…[/Mike] – añadí. Ahí estaba el secreto, no quería que me tomara por alguien poco profesional pero como estaba tan preocupada por mi vida íntima, se lo dejé saber.

    – [Mara]Vale[/Mara].- se tapó los oídos sin dejar de reírse. – [Mara]No quiero saberlo[/Mara]. – dijo intentando quitarse la imagen de la cabeza.

    – [Mike]Ahhh…tú has preguntado.[/Mike] – le respondí, tomándole el pelo. Nos quedamos un rato riendo y mi madre empezó a contar anécdotas de los Moondies. Siempre me habían gustado y ella lo sabía, no le había ocultado que en mi vocación médica estaba el interés por la biología de los sobrenaturales. Se sabía muy poco y casi siempre había que teorizar en base a la humana para poder curarlos, y eso si es que conseguían acudir a algún médico porque muchos vivían ocultos. Miré el calendario, tras ella, colgado en la nevera. Salíamos Idris y yo, como siempre, pero mis ojos se posaron sobre tres días marcados en rojo. No, no era la regla de mi madre, esa la marcaba en verde, era la Luna Llena. – [Mike]¿Vas a salir mañana o vas a contenerlo?[/Mike] – le pregunté. Llevaba ya unos meses quedándose en casa para estar con mi padre. No sabíamos qué podía hacerle contenerlo mucho tiempo, Christopher se había envenenado incluso para no transformarse durante años y seguía sano, pero me preocupaba que mi madre tuviera que rechazar su instinto, normalmente es lo que nos guía por el buen camino.

    – [Mara]Creo…que me quedaré en casa[/Mara].- comentó, pensativa.- [Mara]Tu padre…no lo está pasando bien[/Mara].- añadió. Aunque él se había tenido que retirar por la pierna y el tío Bill se jubiló tiempo después, a mi padre siempre se le quedó la sensación de que no habían hecho todo su trabajo, porque en Louna seguía habiendo problemas a los que no podía enfrentarse cualquier policía. El dolor a veces era demasiado para él, pero intentaba guardárselo para sí mismo. Para una persona que no puede mentir, mi padre era bastante reservado.

    – [Mike]Yo me quedo con él. Tú sal. No haces mal a nadie.[/Mike] – la animé. Mi madre parecía seria a mucha gente, pero yo la conocía bien y sabía que bajo toda esa lógica y practicidad, estaba también la loba de pelo negro que luchaba por salir. Contenerla no era bueno, somos quienes somos y tenemos que aprender a querernos así. Mi madre era consciente en su forma de loba así que no era un peligro para nadie. – [Mike]Veremos ‘Aun más loca academia de policía’, ya sabes que le gustan.[/Mike] – señalé la colección de discos GOD que mi padre tenía en una estantería del salón. Casi todos eran de «dudoso humor», pero al final todos acabábamos riéndonos, especialmente si Idris estaba en casa. Su risa era muy contagiosa.

    Mi madre se incorporó sobre la barra y me dio un beso en la frente. La miré, sonriendo.- [Mara]Gracias[/Mara].- dijo. Parecía más tranquila al ver que me iba bien. Quizá necesitaba esa charla para «dejarme ir», estaríamos una buena temporada apartados. – [Mara]Idris y yo…tenemos que hablar[/Mara].- aseguró, después de mirar el teléfono.

    – [Mike]Seguro que puedes estar tranquila, hasta el año que viene al menos.[/Mike] – bromeé, aunque no mentía. Me imaginaba a Idris presentándose en el dieciocho cumpleaños de Elle metido en una caja gigante y diciendo «I am the gift» como en el meme de Tyrion Lannister.

    – [Mara]No lo estás arreglando[/Mara]. – sentenció mi madre. Nos volvimos a echar a reír.

    Echaría de menos todo eso cuando me fuera, pero con suerte podría volver y trabajar en la clínica o en la Escuela Legado, aprendiendo más sobre los sobrenaturales y ayudándoles. Lo que no imaginaba es que terminaría por convertirme en uno de ellos de la forma más inesperada.