Moondale

Autor: Xander Echolls

  • EL REINO DE LA LOCURA

    XANDER ECHOLLS

    TANTEION

    — [Jane]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros. [/Jane]— recitó, como si estuviera habituada a ello.

    Mis brazos siguieron tratando de hacer fuerza, pero parecía que la constitución aesir me había abandonado. Quizá me habían drogado, pensé. Sin embargo era Jane la que tenía ante mí, la veía con total claridad, pese a que mi cabeza parecía embotada, adormecida, como si acabara de despertar de un largo letargo que no terminaba de desvanecerse del todo.

    Jane volvió a repetir aquél mantra. — [Jane]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros. [/Jane]— por más que lo intentaba, no lograba zafarme de la camisa de fuerza. Pensé que tratar de liberarme tampoco me haría ningún favor, así que traté de calmarme.

    La situación escapaba a mi control, solo tenía a mi mente como aliada, pero, ¿de verdad la tenía? Repasé los oxidados conocimientos de mis estudios. Si estaba inmerso en una alucinación, no sería capaz de enterarme de qué es real y qué no.

    Lo último que recordaba era cruzar el umbral hacia la Luna Viltis con Jane y Caitriona, después de haber entregado mi alma para que ella recuperase la vida. No podía decirlo en voz alta, me tomarían por loco. Viajes en el tiempo, en el espacio, vivir en una nave abandonada y enfrentarnos a encarnaciones mágicas de la esencia zodiacal de los planetas. No había por dónde cogerlo.

    – [Xander]Jane, necesito salir de aquí.[/Xander] – supliqué, tratando de mantener la compostura.

    – [Jane]Señor Echolls, saldrá cuando se encuentre mejor. Sus padres y su hermana estaban muy preocupados.[/Jane] – dijo, acercándose. Olía como ella, ese perfume fresco y distintivo que solo podía venir de ella.

    – [Xander]¿Mi padre, mi madre…Elle y mi madre Sasha están bien?[/Xander] – pregunté. Necesitaba saber más de mi situación, poner las cosas en su lugar. Noté un dolor punzante en la sien y cuando me quise dar cuenta, percibí que un tic molesto se me había instalado en el ojo. No sería nada, estrés, seguramente.

    – [Jane]¿Su madre Sasha? Usted es Alexander Echolls, hijo de Daniel y Sarah. Su hermana se llama Elle. ¿No lo recuerda?[/Jane] – preguntó con el bolígrafo preparado para tomar nota.

    – [Xander]Ah, perdón estoy, algo desorientado.[/Xander] – No podía estar loco, no, no podía pasarme eso. Mi mente era mi refugio final, el único sitio al que recluirme para calmar el agobio por todo lo que sucedía. ¿Y me estaban diciendo que era una prisión? ¿Que todas mis aventuras eran un sueño, que ni siquiera tenía dos madres?

    De nuevo otro dolor punzante en la frente. Todo se volvió blanco por un instante y empecé a ver fogonazos. Una cuchara afilada en mi mano, sangre en el suelo manando de la herida de un guardia de pelo oscuro. Recobré la consciencia mientras me tumbaban varios enfermeros. – [Jane]Seguridad, ha atacado al Doctor Soberano.[/Jane] – alcé la vista. Allí estaba, el Soberano, Antailtire, muchos nombres y muchos rostros. Seguro que había montado todo aquello, que trataba de engañarme.

    Pero entonces me vi en el espejo, desbocado, con una mirada que evocaba pura locura. ¿Quién era, cómo podía confiar en nada si no podía fiarme de mi propia cabeza?

  • LA OSCURIDAD DEL CORAZÓN

    XANDER ECHOLLS

    SELAS – NOCHE

    Caitriona se movía con la hierba bajo sus pies como si fuera un hada de cuento. Era difícil seguirle el ritmo, también en parte porque estaba preocupado por Jane y quería dejarles margen para solucionarlo.

    Cuando las alcancé, aún estaban hablando, así que me senté en un tronco caído a esperar. Mientras escuchaba el rumor distante de sus voces y sentía el frío de la noche calarme los huesos, pensé en lo que Caitriona me había mostrado.

    Las cosas habían cambiado poco en casa, sabíamos que el tiempo apenas había pasado allí en comparación con los meses que llevábamos varados, algunos más dependiendo del mundo en el que hubieran terminado. Pero verlo era diferente, mi casa estaba igual, mi madre, mi padre y mi tía también, solo que preocupados. Era un suerte que la tía Diana estuviera allí, con su confianza y su aspecto de despreocupada siempre hacía pensar al resto que no había motivo para agobiarse, que seguramente ella ya hubiera visto lo que iba a pasar y por eso estaba tranquila. Quise creerlo yo también, hasta hacía bien poco lo había creído, y entonces Jane murió.

    Ahora era una cáscara vacía, mi alma estaba en ella pero ella no quería ni verme por lo que había hecho, así que estaba irremediablemente destinado a acabar como un muerto en vida. Solo esperaba verlos a todos al menos una vez más, para despedirme antes de dejar de reconocerles.

    De pronto me fijé en el silencio y me acerqué a ellas. Me miraron al verme salir entre los árboles, pero Jane enseguida apartó la mirada y reanudó la marcha con Caitriona cerca. Yo me limité a seguirlas, sin hablar. Ni siquiera cuando el frío nos congelaba las pestañas, ni tampoco cuando los huesos empezaron a acumularse en el suelo.

    El Dragón no tardó en aparecer. Era lo que se esperaría de una leyenda, escamas brillantes, blancas como la nieve. En otro momento habría abierto los ojos de pura fascinación, pero no fue así. Puede que se debiera a la ausencia de mi alma. Puede que fijarme en esos ojos como dos pozos negros, sin iris, sin pupilas, fuera de lugar en una bestia tan magnífica. O quizá el hecho de saber que Jane y yo estábamos muy cerca físicamente, pero a la vez demasiado lejos.

    Caitriona se adelantó y se dispuso a usar su magia. Me preparé para que las cosas fueran más fáciles por una vez. Y cómo no, no iba a ser así. Caitriona esperó y empezó a extrañarse, lo que quiera que estuviese intentando, no funcionaba.

    Un aleteo del dragón me obligó a plantar los pies con fuerza en la tierra. Su aliento era helado, a Idris le habría ido mejor, prácticamente a cualquiera. Jane y yo solo teníamos nuestra fuerza física, el resto lo tenía Caitriona y su poder.

    Pareció oscurecer más, pensé que era la silueta enorme del dragón pero vi que de él o ella emanaba una niebla oscura que nos rodeó. Miré una vez más a Jane antes de que nos engullera, ¿para esto tanto sufrimiento? ¿Solo unas semanas más?

    Pero cuando la oscuridad se lo llevó todo, dejó de importarme. Nada tenía sentido, ¿para qué luchar? Ya no volvería a ver a nadie que me importase. Cualquier esperanza de lo que pudiera haber entre Jane y yo se había esfumado, nuestro futuro había sido compartido, sí, en una fosa común en una montaña cuyo nombre nadie recordaría, al otro lado del espacio y el tiempo.

    Veía una figura en la oscuridad, una que reconocía perfectamente porque era mi propio cuerpo, solo que lo observaba desde fuera de él. Estaba inmóvil, con la mirada perdida, ajeno a todo lo que me rodease. Ése debía ser el «muerto en vida» que Caitriona mencionaba.

    Vi que su mirada estaba fija más allá, donde Jane se debatía contra un enemigo que yo no alcanzaba a ver. Caitriona estaba más lejos, apenas divisible en la lejanía.

    Seguí mirando a Jane sacar fuerzas de ninguna parte, después de haber muerto, de haber vuelto y seguir adelante, ¿quién era yo para rendirme?

    Me forcé a pensar, Chernobog era nuestro enemigo, el que nos había aislado. Chernobog el Corruptor, controlando a los guardianes, intoxicando al Dragón con esos ojos negros, reflejo de su alma atormentada. Y ahora nos hacía lo mismo a nosotros, buscaba nuestra oscuridad para aferrarse a ella.

    Éramos presa fácil:  vidas duras, tratos oscuros, sacrificios, pérdidas. Pero no éramos solo eso, había mucho más. Jane estaba sobreponiéndose a su visión, alzándose, brillante, sobre lo peor que había en ella. Siempre había sido demasiado consciente de lo malo de su vida y de sí misma, muy crítica, muy dura. Y eso ahora le estaba haciendo más fácil luchar contra él.

    Tomé su ejemplo, la belleza de verla luchar pese a lo que acababa de sufrir, y luché yo también. Luché hasta que entre los tres hicimos retroceder la oscuridad de Chernobog, hasta el Dragón y luego más allá, replegándose hacia su amo, que sin duda no olvidaría la afrenta.

    El Dragón, o Dragona quizá, nos observó con unos ojos como gemas. Su aliento, antes frío, era ahora pura magia y lo usó para abrir el portal. Jane cruzó sin mirar atrás, Caitriona la siguió y yo cerré la marcha.

    Una cálida brisa en lo alto del valle me devolvió las ganas de sonreír. La Kvasir estaba allí, al fondo, y en ella gran parte de mi familia.

  • SUEÑOS Y CAMINOS QUE COMIENZAN

    XANDER ECHOLLS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO, SELAS – MADRUGADA

     

    No sabía qué hora era, en aquél lugar, cualquier aparato que midiese el tiempo era un mero adorno. Solo sabía que la oscuridad de la noche ya no era total y debían quedar pocas horas para amanecer.

    Me había acostado al caer la noche, poco después de cenar. No me sentía con fuerzas para nada más y había esperado que ese cansancio mental se tradujera en dormirme en cuanto me tumbase, pero nada más lejos de la realidad.

    Los sucesos de los últimos días se repetían una y otra vez en mi mente, revisitados en un bucle como si fuera un adicto, flagelándome por no haber hecho más, por no haber sido más listo, más rápido, más digno de ser un Daë como mi padre y mi madre.

    Cuando mis pensamientos empezaron a repetirse, caí dormido en un sueño agitado. En la vida real mi cuerpo se movía, buscando postura, mientras mi mente viajaba más allá, soñando con una nave que cruzaba las estrellas huyendo de sus perseguidores.

    Caminaba por los suelos de metal que separaban mis pies del vacío, solo que los suelos no eran metal, si no tarima. Por sus pasillos encontré caras conocidas, todas las personas estaban allí, igual que cuando la nave estaba estrellada.

    Owen estaba diferente, más grande, más musculoso, de piel más oscura, como un titán que se alzaba en las estrellas, encogido solamente cuando Jane le replicaba. Aunque ella también estaba cambiada, su pelo era oscuro pero parecía más alta, más segura de sí.

    Entonces comprendí, como si siempre lo hubiera sabido, que eran Williams, pero no los que yo conocía. Atravesé la nave sin pararme a dudar en dónde me encontraba, cruzándome con una joven que me recordaba a Leo, solo que ardía con la intensidad de Kaylee.

    Tres hermanos discutían de forma amigable, parecían conocidos y a la vez, extraños. Se llamaban hermanos, y lo eran, pero no de sangre. La chica parecía la más alegre de los tres, el más bajo, consumido por el deseo de conocimiento y el tercero el eterno protector de los otros dos.

    Aquella nave bullía de vida y emoción, pero no estaba carente de penas. Una joven pelirroja se mantenía apartada del resto, soñando con algo que estaba fuera de su alcance.

    Un hombre y una mujer hablaban cerca de una niña pequeña, cada uno a un lado, manteniendo las distancias. Ella era fuerte y valiente, él era temeroso y empático. Cerca de ellos, el hermano de la joven se mantenía en silencio, más observador que partícipe de la vida en la nave.

    Otro hombre despedía el calor de la sala de máquinas, su piel ardía pero aun así él estaba frío. Hablaba con otra joven a la que protegía, aunque ella era aún más fuerte.

    Era un hogar, lo vi tan claro como en ese momento me miraban todos ellos. Mientras era arrastrado hacia la esfera que todos ansiaba encontrar, su nuevo y viejo hogar.

    La tierra era salvaje, las ciudades habían sido reducidas a aldeas y la naturaleza campaba a sus anchas al igual que lo hacían los demonios, más valientes, más fuertes, más ligados a su origen ancestral. En mis manos llevaba a ‘Sendero Oscuro’, la espada de mi padre, silbé y mi fiel compañera se unió a mí. Mi camino era solitario, mi hermana y yo éramos los últimos defensores y ahora estábamos separados.

    Al final del bosque vi a mi hermana. Atravesé decenas de seres horribles, monstruos dignos de las peores pesadillas de cualquier cazador. Cuando ya la veía alcé la mano hacia ella, pero una criatura me agarró y me engulló hacia la más siniestra oscuridad.

    Desperté con un grito ahogado. Estaba cubierto de sudor frío y temblaba ligeramente. Me senté en la cama, pensando. Aquél sueño se había sentido demasiado real, era casi como si hubiera podido tocar a todas esas personas, como si tuvieran relación conmigo.

    Tenía miedo a aceptar la realidad de lo que había ocurrido. Era hijo de una Kvasir, sobrino de una profeta y primo de otra. Aquello había sido una visión. Pero … ¿quiénes eran? ¿Los futuros dueños de la Kvasir? O quizá mi mente había recreado la nave como la única que conocía en persona. Si era un futuro lejano, la Tierra estaba en peligro.

    Era inútil ya dormir. Daría vueltas a qué significaba todo aquello, al motivo de recibir ahora esas extrañas visiones. Me quedé con el miedo encarnado del final del sueño, veía a Elle al alcance de la mano y algo me arrastraba lejos. Necesitaba encontrar la forma de salir de ese mundo y reunirme con los demás ahora que sabíamos que estaban a salvo. Había estado demasiado preocupado por Jane y por mi pacto con el diablo como para darme cuenta de lo que necesitaba.

    Me aseé y salí de la cabaña para llamar a la puerta de la de Jane, que tardó un rato en abrir. – [Xander]Jane, ¿te he despertado?[/Xander] – pregunté al verla con los ojos entrecerrados, aún adormilada.

    – [Jane]Más o menos.[/Jane]- respondió. Como ya la conocía desde hacía bastante, sabía que las mañanas no eran lo suyo.

    – [Xander]Sé que estás cansada todavía, pero tenemos que salir de aquí y encontrar al resto.[/Xander] – aquello no iba a gustarle y menos a primera hora, pero el tiempo corría en nuestra contra, allí no podíamos relajarnos.

    – [Jane]Pues qué bien.[/Jane] – se quejó, sentándose a desayunar algo que Caitriona o algún minion suyo le habían dejado allí para desayunar.

    – [Xander]Será duro, pero te ayudaré en lo que necesites.[/Xander] – no podía hacer más que eso. El peso del secreto aún pendía entre nosotros y no me atrevía a hablar demasiado porque no quería ocultarle nada, ni siquiera que mi alma ahora estaba en ella, contrarrestando el veneno.

    – [Jane]Gracias.[/Jane]- respondió ella.- [Jane]Voy a desayunar y me pongo en marcha.[/Jane] – se sentó y empezó a comer en silencio, perdida en sus pensamientos.

    – [Xander]Iré a hablar con Caitriona.[/Xander] – dije dedicándole una sonrisa de despedida. Sabía que no era bueno molestarla más mientras desayunaba, por mucho que me hubiese quedado allí, observándola, disfrutando del regalo de que estuviera viva y de lo radiante que estaba cuanto más la miraba.

    Atravesé el bosque hacia la cabaña de Caitriona. La suya estaba más alejada del resto, en un claro en mitad de la floresta, emulando un cuento de hadas. Era más grande, pero sus paredes no eran de dulces y su dieta tendía más a la fruta.

    Llamé y la puerta se abrió. – [Xander]Caitriona. Jane y yo nos vamos.[/Xander] – la avisé, tenso ante su mirada inquisitiva.

    – [Cait]Por fin ha llegado el día en el que mis pequeños abandonan el nido.[/Cait]- replicó con una sonrisa divertida. Llevaba una toga de color oscuro y detalles dorados en lugar de las de colores tierra que solía llevar.

    La observé, dándole vueltas a una idea. Decidí seguir mi patrón habitual y lanzarme a la piscina sin pensar en exceso. – [Xander]No tienes por qué conformarte con esto.[/Xander]

    – [Cait]Hablas como si supieras de lo que estás hablando y solo eres un crío privilegiado.[/Cait] – espetó, frunciendo el ceño mientras se deshacía de ese aire de bruja malévola.

    – [Xander]Supongo que lo soy, pero eso me ha dado tiempo para conocer a la gente.[/Xander] – no iba a negar que mi padre y mis madres siempre nos habían dado todo lo que queríamos tanto a Elle como a mí. – [Xander]Eres más de lo que aparentas.[/Xander] – puede que mi alma no estuviese conmigo, pero Jane estaba cerca y acabar de verla me hizo tener un poco de la esperanza y la energía que solía tener.

    – [Cait]No necesito que un hombre me valide.[/Cait] – afirmó, fulminándome con la mirada. Hubiera sido fácil alejarse del poder que emanaba de ella.

    – [Xander]No te estoy validando, te estoy diciendo que con tu ayuda podríamos enfrentarnos a todo esto.[/Xander] – aclaré, no necesitaba que le recordara el poder que tenía, esto no se trataba de poder, si no de usarlo para hacer lo correcto en lugar de usarlo para sí misma. – [Xander]Jane está recuperándose y yo solo soy un aesir, sin poderes y sin alma.[/Xander] – no hacía falta negar que enfrentarnos los dos a un ser mítico para salir de ese mundo era una misión suicida.

    – [Cait]Gracias, pero no.[/Cait] – declinó.

    – [Xander]Piénsalo. Nos vamos en unas horas.[/Xander] – decidí dejarle espacio, no tenía sentido discutir si no entraba en sus planes acompañarnos. – [Xander]Si no quieres, no volverás a vernos. Pero si quieres ayudar…sin rencores.[/Xander] – tendí una oportunidad. Sería difícil de mantener, porque había generado mucho dolor con sus tratos, a mí incluido, pero también había traído de vuelta a Jane y eso no podría pagárselo nunca.

    – [Cait]Te queda grande el mantón del héroe, Alexander.[/Cait]- dijo girándose para mirar el fuego de la chimenea. Vi en su mirada que esperaba que eso doliese. e dice sentándose a mirar el fuego.

    – [Xander]Por eso busco otros que me ayuden a llenarlo.[/Xander] – le aseguré. Un héroe solo es un mártir. Por eso los Daë siempre son un grupo.

    Caitriona soltó una carcajada mientras salía de la cabaña.

  • DOLOR EN EL ALMA

    XANDER ECHOLLS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Me levanté de la cama, incapaz de dormir más. Por mucho tiempo que pasara en aquél camastro, que era mucho teniendo en cuenta que no tenía nada más que hacer que esperar a que Jane se recuperase del todo, no conseguía descansar.

    Los días pasaban con monotonía, uno tras otro, Caitriona se encargaba de la comida, Jane pasaba cada vez más tiempo despierta y descansada, con apenas restos de la herida y el veneno que le habían costado la vida.

    Decidí salir al bosque a caminar un poco. No me sentía con energías para correr y pensé que la naturaleza ayudaría a mi ánimo. Pero nada iba a hacerlo. Pese a que en la Tierra me habrían diagnosticado como alguien con un trastorno depresivo, la realidad era que lo que me ocurría iba más allá, saltándose cualquier control que pudiera creer tener sobre ello.

    Aquél bosque era un lugar pacífico en apariencia, fue una de las sorpresas que me llevé esperando que la oscuridad de los pactos de la bruja se manifestase en más formas. Sin embargo allí había tranquilidad, animales tranquilos que vivían del bosque sin depredadores que les molestaran. Desde que me había dado permiso y su magia me había permitido caminar por el exterior, lo había recorrido cada día, tratando de poner orden a mis pensamientos y la magnitud de mi decisión.

    Al terminar hice el mismo camino que cada día, de vuelta a la cabaña de Jane para ver cómo se encontraba. Después de enfrentarme a mis propios pensamientos a solas durante más de una hora, ver lo que el sacrificio había conseguido me daba un pequeño rayo de esperanza.

    – [Xander]¿Cómo te encuentras?[/Xander] – pregunté, consciente de su mirada sobre mí. Había notado mi cansancio desde el principio y demostrando que era la misma de siempre, se había preocupado desde el minuto cero.

    – [Jane]Cansada.[/Jane]- admitió, pero se veía más enérgica. Cada día que pasaba más fuerte se volvía. Probablemente su cansancio se debía a su propia preocupación, pensaba demasiado sobre lo que había pasado.

    – [Xander]Estabas muy malherida.[/Xander] – repetí. Había decidido ceñirme a la historia más cercana a la realidad posible, evitándole eso sí la crudeza de la verdad. Su muerte, el precio que yo había pagado para traerla de vuelta. Un precio más que merecido, solo con estar en esa misma habitación comenzaba a sentirme con más fuerzas. No sabía si se debía a encontrarme cerca de mi alma o a lo que siempre había sentido por ella.

    – [Jane]No recuerdo nada.[/Jane]- lfrunció el ceño, como si hubiera tratado de volver a ese día una y otra vez. – [Jane]¿Tú cómo estás?[/Jane] – preguntó, alzando la vista hacia mí. Cuando mis ojos se cruzaron con los suyos, no pude evitar sonreír.

    – [Xander]Bien.[/Xander] – mentí. Sentí su calidez irradiarme y traté de evitar mirarla fijamente. – [Xander]Tengo buenas noticias.[/Xander] – añadí, intentando desviar la conversación. Pero esa parte era cierta, había tenido un cambio de rutina en mi paseo matinal, una llamada inesperada.

    – [Jane]Qué mal mientes.[/Jane]- me conocía demasiado bien. Arrugó la frente y se incorporó en la cama, quedándose sentada. – [Jane]A ver, cuéntame.[/Jane] – pidió, poniendo una mano en la cama a su lado, invitándome a sentarme.

    En cuanto lo hice y noté el calor de su cuerpo, me sentí directamente atraído. Reconocía la sensación, Jane era todo para mí desde hacía mucho, pero había algo nuevo. Mi alma y mi cuerpo pugnaban por volver a ser uno, notaba esa pulsión.

    – [Xander]Están bien, están perdidos por el Cúmulo, como nosotros, pero a salvo.[/Xander] – suspiré de alivio, contárselo era como admitir que después de todo el horror aún quedaba esperanza. La primera noche aquí, tras aceptar el trato y ver que Jane vivía, la tensión había desaparecido y la realidad de que habíamos perdido contacto con todos los demás me había asaltado. No había dormido, tratando de hablar con cualquiera, preguntándome qué les habría pasado, luchando con cada pensamiento negativo que amenazaba con hacerme creer que lo peor había ocurrido.

    – [Jane]¿Esto es en serio? Porque estás tan decaído que parece que se ha muerto todo el mundo y no me lo quieres decir.[/Jane] – no había dudado ni un momento que ella había debatido también con todos esos pensamientos, en su caso, con más fuerza.

    – [Xander]Es cansancio, estaba preocupado por ti y por los demás.[/Xander] – respondí tratando de animarla. Cansancio y que mi alma estuviera con ella. Caitriona había resumido muy bien los peligros, como si de un cuento se tratase. Si mi amor nunca era correspondido, acabaría convertido en un muerto en vida. Un ser sin alma, sin ilusión, sin ganas de vivir. – [Xander]Esa oscuridad de Dyavol ha salido hacia el resto de mundos, por eso no podemos comunicarnos, pero Laura sí por su trato.[/Xander] – esa oscuridad corruptora tenía un nombre que guardaba un oscuro recuerdo familiar. Un retazo de ella había matado a mi madre en las Pruebas y ahora nos enfrentábamos al ser completo, una entidad superior de la corrupción a la que solo Antailtire con su magia había podido contener dentro de Dyavol. ¿De verdad habíamos hecho bien desterrando al hechicero? Quizá habíamos condenado a todo el Cúmulo ante un poder que había anulado hasta a los Daesdi, haciéndonos incapaz de comunicarnos.

    – [Jane]¿Laura se está redimiendo? Me alegro por ella.[/Jane] – dijo con sinceridad. El trato que había hecho con Caitriona nos estaba resultando útil ahora. A cambio de su posición para Ezequiel la había enviado de vuelta y le había dado una forma de comunicarse con nosotros que aún estaba por encima del control de Chernobog.

    – [Xander]Esta trabajando con nuestros padres y madres.[/Xander] – supuse que recordar que teníamos un hogar al que volver la animaría. A mí sin duda me había reconfortado la idea de volver a verles algún día, después de tanto sufrimiento. – [Xander]En cada mundo queda un portal activo, protegido por un guardián.[/Xander] – cada uno de aquellos mundos estaba en sincronía con dos entidades superiores, seres que luego habían inspirado los zodiacos occidental y asiático. Nuestra vuelta a casa se ponía cada vez más difícil.

    – [Jane]¿Vamos a por el nuestro?[/Jane]- trató de incorporarse con su fuerza habitual, pero pareció sentirse débil y reaccioné por instinto para recogerla, pero no fue necesario. Ella me sonrió y por un instante pareció que nada había cambiado.

    – [Xander]Jane, ya has dado mucho. Podemos pedir a Caitriona un trato como el de Laura.[/Xander] – era una apuesta con pocas esperanzas teniendo en cuenta que ya tenía más de lo que podía sacar de mí, pero quizá quisiera aún nuestros puestos.

    – [Jane]Ni se te ocurra.[/Jane] – sentenció ella. Jane había dejado su postura sobre los tratos desde el principio. Me había escudado en eso para no entrar en detalles de cómo había convencido a Caitriona de curarla. Me juzgaría por hacer un trato con ella simplemente. Y la verdad nunca podría contársela. – [Jane]Soy una Daë y los Daë no dejan su misión a medias.[/Jane] – puntualizó.

    – [Xander]Jane, has estado al borde de la muerte.[/Xander] – repliqué mirándola frente a frente. Estaba tan cerca que percibía el tenue aroma a fresas que había quedado en su piel tras usar mucho tiempo la misma colonia. Desde el trato mis sentidos cerca de ella estaban mucho más agudos. Me pregunté si era así cómo se sentían los licántropos cerca de las personas que les gustaban. Para mí era una dificultad añadida.

    – [Jane]El que parece que se va a morir eres tú.[/Jane] – replicó, mirándome bajo los ojos, donde probablemente tuviera unas ojeras bastante evidentes.

    – [Xander]No te preocupes, estaré mejor cuando todo esto pase.[/Xander] – fingí que todo se debía al impacto emocional de lo que le había pasado, algo que tampoco estaba muy alejado de la realidad.

    – [Jane]Cuéntame ya lo que ha pasado.[/Jane] – insistió una vez más.

    – [Xander]Un soldado de Antailtire te disparó una bala de veneno mágico.[/Xander] – dije aparentando estar tranquilo. – [Xander]Te traje aquí hay Caitriona te salvó.[/Xander] – resumí. Parte de verdad, parte de mentira. Cada vez que lo hacía temía lo que mi propia boca soltara para evitar que se enfadase, sin embargo cada mentira me hacía sentirme más alejado y consciente de que ella sabía que estaba mintiendo.

    – [Cait]No creo que esto sea lo único que lo tienes que contar.[/Cait]- Caitriona irrumpió en la cabaña sin llamar. Fruncí el ceño, venía a ponerme la situación difícil, seguramente porque mi sufrimiento alimentaba a su benefactor.

    – [Xander]Mi tío ha dicho que el guardián de este mundo es un dragón, así que va a ser difícil.[/Xander] – desvié el tema.

    Jane frunció el ceño, observándome. Ella mejor que nadie sabía que mi infancia había estado marcada por ser un adorador de los dragones, casi tanto como mi primo Noah con los dinosaurios.

    – [Cait]Eres un mentirosillo, Xander.[/Cait]- replicó la bruja, colocando la comida en una mesa de madera que había brotado del suelo. Todos los platos eran apetecibles, pero cada vez que iba a probar bocado me sentía como en Hansel y Gretel, o como si la comida se fuera a convertir en tierra de un segundo a otro. Ayudé a una ceñuda Jane a sentarse. Tocar su piel fue como una corriente eléctrica.

    Jane no dejaba de fulminarme con la mirada, no iba a dejar pasar las implicaciones de lo que Caitriona estaba diciendo. – [Xander]Hice un trato con ella.[/Xander] – admití finalmente. Suspiré, llevaba días evitando confesarlo. – [Xander]A cambio de curarte.[/Xander] – aclaré sin atreverme a mirarla a la cara.

    – [Jane]¿QUÉ?[/Jane] – gritó. Notaba el enfado y la decepción que pronto vendría y sentí un dolor agudo en el corazón.

    – [Xander]No es grave. Me dio parte de tu dolor, por eso he dormido peor y estoy cansado.[/Xander] – mentí. No quería acostumbrarme a hacerlo, especialmente a ella. Habría querido contarle la verdad cada día de nuestras vidas, pero en este caso, no podía.

    Un plato se hizo añicos en el suelo.- [Cait]Perdón.[/Cait] – mintió Caitriona, mirándome de reojo. Contuve mi enfado, lo importante era que Jane no diera demasiadas vueltas a lo que había pasado.

    – [Jane]Eso ya lo hizo Vera con Laura. Invéntate algo mejor.[/Jane]- replicó Jane, dejar de mirarme. Era como si pudiera leerme el pensamiento, quizá el trato había cambiado algo, aunque seguía pudiendo tocarla. Quizá era de Caitriona de quien captaba algo, aunque dudaba que la bruja se lo permitiera.

    – [Xander]No tiene importancia.[/Xander] – respondí, esperando que pudiéramos dejarlo pasar. – [Xander]Será mejor que nos centremos en el dragón.[/Xander] – sugerí. Ninguno estábamos en muy buena forma como para enfrentar eso. – [Xander]¿Sabes algo de eso?[/Xander] – pregunté, esperando que Caitriona nos diera algo de información útil después de hacerme pasar tantos apuros.

    – [Cait]No.[/Cait]- dijo sin pensarlo mucho.- [Cait]¿Qué iba yo a saber de un dragón?[/Cait] añadió. Algo me hizo pensar que sí sabía más de lo que decía, pero entonces señaló la comida.

    Serví a Jane consiguiendo a duras penas que me dirigiera la palabra para decirme qué quería. No podía dejar pasar lo que le ocultaba.

    – [Xander]Eres de este mundo, eres una…¿bruja? ¿hada?… con tu propio plano y alguien que te da poder.[/Xander] – insistí, esperando que obtener respuestas de Caitriona solucionaría algo.

    – [Cait]Yo no estoy aquí para sacaros las castañas del fuego.[/Cait]- comentó despreocupada.- [Cait]Estoy aquí para hacer tratos. Como el que he hecho contigo.[/Cait] – volvió a sacar el tema. Si no fuera por Jane me habría levantado y me habría marchado. Todo mi cuerpo pedía estar solo en ese momento, así no tendría que mentir, no tendría que sentirme mal por no haber conseguido volver con el resto, volver a salvo a casa.

    – [Xander]Uno de ellos era nuestro lugar como Daë, ¿por qué?[/Xander] – algo tenía que sacar de ello.  Laura lo había dejado, pero Ezequiel había entrado, ¿tanto sufrimiento sacaba de ello?

    – [Cait]Porque me apetecía.[/Cait]- probé un poco del estofado de verduras al ver que no ponía intención de responder. Jane nos miraba alternativamente entre bocado y bocado, visiblemente molesta, en especial conmigo.

    – [Xander]Cuando te encuentres bien podemos irnos, no te apresures.[/Xander] – dije tratando de infundirle calma. No quería que se culpara por no haberse recuperado del todo.

    Jane sonrió y empezó a comer, pero no necesitaba telepatía para saber que esa sonrisa era forzada, como la de Eowyn, la perra devoradora de comida de mi tía Cara, cuando tiene ganas de vomitar.- [Jane]Está muy bueno. Gracias por la comida.[/Jane] – aclaró, siempre con las buenas formas en mente.

    Alcé una ceja, estaba a punto de vomitar las palabras con las que ya se estaba atragantando.

    – [Cait]¿Crees que ha valido la pena lo que has dado?[/Cait]- susurró Caitriona. Sentí que enrojecía, por muy bajo que hubiese hablado, aquella sala era muy pequeña.

    Le devolví una mirada furiosa. – [Xander]Si.[/Xander] – sentencié. No iba a darle más detalles, los sufrimientos que tuviera que pasar merecían la pena, pero no iba a darle el gusto a su benefactor o benefactora de alimentarse de ellos.

    – [Cait]Curioso.[/Cait]- comentó. Parecía intrigada por mi decisión desde el principio, como si nunca hubiera llegado a creerse que aceptaría el trato y aún estuviese esperando verme suplicar por anularlo.- [Cait]Está bueno. Come, no te voy a envenenar. Ya tengo lo que quería de ti.[/Cait] – puntualizó. Ésta vez Jane la había escuchado seguro, porque había alzado la vista.

    – [Xander]¿Nunca haces nada que no sea por un trato?[/Xander] – pregunté, observando esos ojos oscuros buscando en ellos la raíz de cómo había llegado a ser quién era. Ella se limitó a encogerse de hombros como si no le importase. Cuanto más inhumana pretendía ser en sus tratos, más me hacía pensar que todo era una actuación.

    Un súbito golpe en la mesa hizo que mi comida casi cayera del plato. Jane estaba furiosa.

    – [Jane]QUIERO QUE ME DIGÁIS QUÉ ES LO QUE HABÉIS TRAMADO.[/Jane] – exigió, elevando la voz seguramente más de lo que pretendía.

    Tardé unos segundos en recomponerme y ceñirme a la misma historia básica. – [Xander]Jane, te lo he dicho, te dispararon, estabas grave, hice un trato y te curó.[/Xander]

    – [Jane]¿QUÉ-TRATO?[/Jane] – insistió. Aquello no estaba funcionando, Jane me conocía demasiado bien, teníamos una conexión que iba más allá de las palabras, por cursi que sonase. Era consciente de que yo había sacrificado algo, algo que no le estaba contando, así que decidí darle un sacrificio.

    – [Xander]Un mes de vida menos.[/Xander] – dije evitando mirarla a los ojos.

    Jane se levantó de la mesa airada y salió al exterior. Caitriona me miraba, tenía miedo a enfrentarme de nuevo a una Jane enfadada conmigo, una Jane que podía volver a dejar de hablarme durante años, quizá para siempre, mientras yo me marchitaba convirtiéndome en poco más que un zombie.

    – [Cait]Si no fuera un ser maligno incapaz de sentir pena: ahora mismo me la darías.[/Cait] – una vez más supe que mentía. Quizá esa vez más que nunca.

    Me puse en pie y suspiré profundamente antes de salir al exterior. – [Xander]Jane…[/Xander] – la llamé al verla. Ella estaba de espaldas, cruzada de brazos.

    – [Xander]Jane por favor.[/Xander] – le pedí, sintiendo que no tenía energías para eso, solo para irme a la cama y rezar porque mañana fuese mejor y si no, volver a dormir. Al menos en los sueños no pasaban cosas malas.

    – [Jane]Me estás mintiendo.[/Jane] – dijo ahora con la voz calmada. Era peor así, una ira apagada, fría, una decepción.

    – [Xander]Lo importante es que estás a salvo.[/Xander] – busqué su complicidad, que entendiese que lo que había hecho lo había hecho por su bien y no cuestionara lo que a mi me hubiera costado. Pero con Jane eso no iba a funcionar.

    – [Jane]No.[/Jane]- replicó, como si contestase a mis pensamientos.- [Jane]Dime qué has hecho. Caitriona es MALA. Es una bruja que vive en una cabaña en el bosque: ¿nunca te han contado ningún cuento? No te fíes de la bruja que vive en una cabaña en el bosque. JAMÁS.[/Jane] – el origen de sus tratos no era bueno, pero Caitriona se empeñaba tanto en dejar claro que era mala, que cada vez lo dudaba más.

    – [Xander]No había opción. Tu vida corría peligro.[/Xander] – casi todos nosotros habríamos decidido lo mismo. Ella también si hubiera estado en mi lugar.

    – [Jane]La opción era dejarme morir si era eso lo que tenía que pasar.[/Jane] – solo escuchar esas palabras hacía que el vello de mi brazo se erizase, recordando su piel fría, su cuerpo inmóvil y sus ojos perdidos en el infinito.

    – [Xander]Nunca.[/Xander]

    – [Jane]¿Qué le has dado?[/Jane] – pidió, con los ojos llorosos. Estaba viendo la verdad en mí, la tenía delante de sí misma pero aún no podía creerla.

    – [Xander]No puedo decírtelo.[/Xander] – me temblaban las piernas, como si ya no pudieran sostenerme ni a mí ni al peso que llevaba.

    – [Jane]Dímelo. Por favor.[/Jane] – rogó.

    – [Xander]No puedo, no quiero que eso cambie todo.[/Xander] – si abría esa puerta, Jane podría no perdonárselo nunca, o investigar y creer que tenía la obligación de estar conmigo para que no perdiera toda conexión con mi alma.

    – [Jane]Ya lo has cambiado todo.[/Jane] – esas palabras cayeron como una losa.

    – [Xander]No podía arriesgarme a perderte.[/Xander] – dije, a medio camino entre hablando con ella y conmigo mismo.

    – [Jane]Otra vez.[/Jane] – puntualizó.

    – [Xander]Otra vez.[/Xander] – confirmé. Ya había tenido suficiente vacío de Jane en mi vida.

    – [Jane]Dime qué le has dado. Te lo pido por favor.[/Jane] – insistió. No iba a rendirse.

    – [Xander]Lo que hacía falta para traerte de vuelta.[/Xander] – el miedo a perderla hizo que hablase de más, me di cuenta en el mismo instante en el que las palabras salían de mi boca.

    – [Jane]¿DE VUELTA?[/Jane] – dio un paso hacia atrás, asustada.- [Jane]No…no…[/Jane] – ya no había marcha atrás, no podía esconderle que había muerto.

    – [Xander]El veneno era mortal. Por eso nos traje aquí con ella.[/Xander] – aclaré mientras ella echaba a correr hacia la cabaña y cerraba la puerta tras de sí.

    No me atreví a seguirla, me quedé allí fuera, con un frío que me calaba los huesos cada vez más, hasta que mis dedos estuvieron entumecidos. Incluso entonces, no me moví, no encontraba el deseo, no encontraba las ganas de hacer nada por mí.

    – [Cait]¿Y cuál es la lección que hemos aprendido hoy? No le des tu alma a nadie.[/Cait] – preguntó Caitriona, sacándome de mi trance. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni siquiera me importaba. Me asusté, quizá eso era no tener alma, quizá iría a más hasta que un día no volviese.

    – [Xander]No me arrepiento.[/Xander] – repetí. Incluso si acababa mis días convertido en una mera sombra de mí mismo.

    Al menos Jane estaba viva y los demás también. Reuniría lo que me quedaba de fuerzas para llevarlos a todos de vuelta a casa y lo que tuviera que pasar después lo afrontaría en paz. Hasta entonces, me alimentaría del deseo de volver a verles a todos juntos una vez más, de volver a abrazar a mi hermana, a mis primos y primas, de ver a mis madres y padre, a todos los que me importaban.

    Caitriona me observó mientras me iba a mi cabaña.

  • EL TRATO

    XANDER ECHOLLS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO – SELAS

    Apenas fui consciente de mi propio movimiento cuando vi el portal abrirse en mitad del laberinto, solo sé que crucé y aparecí en mitad de un claro del Bosque del Crepúsculo en el que residía Caitriona. Esta vez no había despertar en una cabaña, la tenía frente a mí, a unos metros, quizá para que su deidad se alimentase un poco más de mi sufrimiento.

    Me negué a pensar en que Jane hacía ya mucho rato que no respiraba, que la reanimación no había funcionado y que su calor corporal se desvanecía. Abrí la puerta con la pierna y cuando crucé vi que ella me esperaba sentada frente a un fuego.

    – [Caitriona]Bienvenido, Xander.[/Caitriona]- me saludó. Parecía que me esperaba. No me sorprendí, estaba demasiado ocupado sintiendo una ira crecer dentro de mí por no verla tener ninguna prisa por ayudar a Jane.- [Caitriona]Sabía que vendrías tarde o temprano.[/Caitriona] – aseguró.

    – [Xander]Caitriona, acepto el trato si salvas a jane.[/Xander] – dije con dificultad, empezaba a ser consciente del tiempo que llevaba sin descansar.

    – [Caitriona]Ya. Eso será si quiero hacer un trato.[/Caitriona]- replicó sin levantarse. Contuve la ira, necesitaba algo de ella, no conseguiría nada dejándome llevar, tenía que controlarme, mantener a raya cualquier emoción, ya habría tiempo después, aunque el golpe fuera más fuerte.- [Caitriona]Coloca el cadáver sobre la mesa. No creo que sea cómodo que cargues mientras hablamos.[/Caitriona] – aquella palabra resonó en mi cabeza, como si dos mundos que no concebía se unieran. Jane no podía ser un cadáver, no podía.

    – [Xander]Estos tratos te dan poder, salva a jane y te daré lo que pidas.[/Xander] – dije depositándola en la mesa con cuidado. No se movió y el rubor de la fiebre había desaparecido de sus mejillas. Aparté la vista y me centré en mi objetivo, tenía que hacer que Caitriona le ayudase.

    – [Caitriona]No sé por qué debería escucharte.[/Caitriona] – replicó ella. Aferré la mesa hasta que los dedos se me pusieron blancos.

    – [Xander]Porque no me iré hasta que lo hagas. [/Xander]- dije controlando mi tono de voz. Aun así, era imposible disimular lo que sentía, tenía que dejar de intentar mantener ocultas unas cartas que todo el mundo podía ver. – [Xander]Seré tu sombra, no dormiré, buscaré cualquier forma de convertirme en tu pesadilla. [/Xander]- continué, consciente de que sería capaz de cumplir mis palabras, de que no cedería nunca en mi empeño hasta que ella volviera. – [Xander]Y porque te interesa.[/Xander] – añadí. Ella se alimentaba de esos tratos y seguro que podía sacarme algo.

    – [Caitriona]Xander, tú estuviste aquí. Yo te ofrecí algo y me dijiste que no.[/Caitriona] – me recordó, con orgullo.

    – [Xander]Ahora te estoy ofreciendo carta blanca, a cambio de su vida. [/Xander]- afirmé, obviando la ira que me provocaba ver cómo se mostraba altiva mientras Jane estaba…

    – [Caitriona]No me interesa.[/Caitriona]- replicó, mirándome fijamente.- [Caitriona]El sufrimiento de su pérdida ya es una recompensa.[/Caitriona] – sentenció. Di un golpe en la mesa que arrancó una esquina de la madera. Jane seguía inmóvil.

    – [Xander]Caitriona, si Jane no sale viva de este lugar acabaré con todo lo que tienes.[/Xander]- la miré fijamente. – [Xander]Conseguiré el poder, por cualquier medio.[/Xander] – haría lo que hiciese falta para vengarme de ella y de quien le otorgaba el poder. – [Xander]Te ofrezco algo que te beneficiará el doble. ¿Quieres mi lugar como Daë? Cógelo, para mí sin ella no hay futuro igualmente.[/Xander] – no quería pensar en lo que eso haría al futuro, quizá todo se fuera al traste o quizá ya estuviese predestinado. Me daba igual, lo único que me importaba era que Jane volviese a respirar.

    Caitriona soltó una carcajada.- [Caitriona]Así me gusta. Y dime, ¿qué me das a cambio?[/Caitriona] – preguntó. Sentí alivio al ver que pretendía aceptar, eso significaba que lo que tenía Jane no iba más allá de sus capacidades.

    – [Xander]Ya te lo he dicho, mi puesto como Daë, es todo tuyo.[/Xander] – le recordé. Ella no parecía tener problema en acordarse, quería otra cosa, estaba seguro, pero aquí es donde tenía que tratar de mantenerme calmado y no dejarme llevar. Podía curar a Jane, ahora tenía que negociar bien.

    – [Caitriona]No. Eso no lo quiero.[/Caitriona] – confirmó. En la teoría negociar sonaba bien. En la realidad cometí el error de mirar a Jane tumbada en la mesa, inerte. Tenía que hacer lo que fuera porque volviese.

    – [Xander]¿Qué quieres? Pagaré el precio que sea porque se salve.[/Xander] – aseguré. No quería pensar en Jane muerta, mi mente no podía procesarlo, aunque me tendría que enfrentar a estos recuerdos y a este trauma reprimido más adelante. Sería peor, pero ahora no me veía capaz de afrontarlo.

    – [Caitriona]Está muerta y no te lo estoy diciendo para hacerte daño.[/Caitriona] – para hacerme daño no, para recordarme lo que tenía que perder y que ella tenía la situación en su mano, sí.

    – [Xander]Di tu precio. [/Xander]- respondí. De nada servía luchar contra lo inevitable, ambos sabíamos la verdad de la situación, que yo no tenía opciones y ella las tenía todas.

    – [Caitriona]Dame tu alma.[/Caitriona] – cada una de sus palabras reverberaron en mi consciencia. Pensé pellizcarme o leer algo para ver si aquello no era una pesadilla.

    – [Xander]¿Mi alma?[/Xander] – pregunté, tratando de centrarme. ¿Se refería a mi vida? ¿Una por otra? Lo primero que pensé fue en mi hermana Elle, en mis madres, mi padre, en Owen, en mis primas y primos, mis tíos y tías, en todas las personas a las que no volvería a ver. Y luego estaba Jane. Si tenía que morir para que ella viviera…

    – [Caitriona]Me darás lo que te hace ser tú, esa chispa de vida que hay en tu interior y se la entregaremos a Jane. Si eres feliz con ella, no te pasará nada, pero si la pierdes, serás un muerto en vida.[/Caitriona] – presté atención a cada palabra, como en los tratos que siempre se atribuían a los genios, que tenían letra pequeña. Ese parecía estar claro, si Jane volvía a negarme la palabra como cuando éramos pequeños, me convertiría en un muerto en vida, sería incluso peor que estar muerto.

    – [Xander]¿No hay otra manera?[/Xander] – pregunté, consciente de mi respuesta. Sin duda su deidad se alimentaría de cada vez que temiera perder mi alma, de cada discusión, de cada recuerdo de este eterno día.

    – [Caitriona]El veneno que han usado con Jane ataca el alma. Magia oscura… ya sabes.[/Caitriona]- resumió. Antailtire había armado a sus ejércitos con eso, seguro, destinado a acabar con nosotros para siempre. Si existía la reencarnación o la otra vida, ese veneno se encargaría de negárnosla. No quise pensar en cómo podía ser nadie tan cruel y tan psicópata.

    – [Xander]Acepto el trato. Llévate lo que haga falta.[/Xander] – dije. De pronto me sentía muy cansado. Al menos Jane viviría y quizá nos lleváramos bien el tiempo suficiente como para poder salir de Selas y despedirme de los demás.

    – [Caitriona]No tienes por qué aceptar.[/Caitriona] – me recordó. Me extrañó que lo hiciera, como si se sorprendiera de mi decisión. Había asumido que desde el principio los dos éramos conscientes de que aceptaría cualquier cosa para devolverle la vida.

    – [Xander]Aquí no hay elección posible, Caitriona. [/Xander]- admití. – [Xander]Solo si Jane vive o muere. Y lo tengo claro.[/Xander] – blanco o negro. Una elección de lo más simple.

    Ella asintió y se puso en pie. Caminé hasta ella y extendió la mano sobre mi pecho. Entonces empezó a salir una especie de luz de mí hacia ella. Al principio noté el frío, intenso, calándome hasta los huesos, un frío del que no me podía librar y que aumentaba cuanta más luz salía. Así siguió hasta que perdí todo deseo de vivir, de seguir luchando, la esperanza ya no era para mí una opción, vivir o morir me daba igual, exactamente como todo lo demás. Solo veía cómo se llevaba esa chispa de mí, siendo consciente en mi último instante de lucidez de que podía haber cometido un error, de que Caitriona tenía ahora mi vida y la de Jane en sus manos y podría cumplir su trato con la misma facilidad que dejarnos morir. Y sin embargo, ya no me importaba.

    Entonces la vi caminar hasta Jane e introducir esa chispa en su cuerpo, que parecía emanar un calor que llegó hasta mí, expulsando el frío acumulado en cada rincón de mi cuerpo. La esperanza volvió a mí en un torrente junto al miedo, el dolor y la pena, pero también junto a la alegría de ver que el pecho de Jane subía y bajaba, aún irregular, pero lo hacía. Ni siquiera fui consciente de cuándo me había arrodillado.

    – [Caitriona]Tardará un rato en despertar y puede que no sea agradable. ¿Quieres comer algo o ir al baño?[/Caitriona] – preguntaba la voz de Caitriona detrás de mí. La escuché, la entendí, pero no respondí, estaba pendiente en cuerpo y alma de cada respiración de Jane, del quebradizo milagro que me parecía tener entre las manos. Mi alma había hecho que su corazón volviera a latir. No podía pensar en nada más que en confirmar que todo había salido bien, que se despertaba siendo ella misma.

    Caitriona se fue, nos dejó solos. Pasó el tiempo, ni siquiera sé cuanto. Su respiración se acompasó, se hizo menos irregular, más pausada. Entonces sus ojos se movieron y abrió los párpados.

    – [Xander]Jane… [/Xander]- dije casi en un susurro. – [Xander]¿Estás bien?[/Xander] – pregunté. Ella me miró, su respiración estaba más agitada de nuevo. – [Xander]¿Te encuentras mejor?[/Xander] – parecía sana, pero algo no iba bien. Jane miraba todo a su alrededor, vi que su mano temblaba y se la sujeté, pero luego el temblor pasó a todo su cuerpo. – [Xander]¿Jane? [/Xander]- la llamé. Puse mi mano en su mejilla tratando de ayudarla a calmarse.

    – [Jane]¿Qué me pasa?[/Jane] – preguntó, aterrada. Le corrían lágrimas gruesas por las mejillas, parecía estar sufriendo más que nunca.

    – [Xander]Te habían disparado, pero ya estás curada.[/Xander] – mentí, no podía decirle lo que había pasado en realidad. Ese peso sería mío, Jane no viviría tranquila sabiendo lo que había pasado.

    La puerta se abrió y Caitriona apareció a nuestro lado con una manta que echó sobre Jane. Le puso la mano en la frente y Jane cerró los ojos, sumiéndose en una respiración profunda, calmada.- [Caitriona]Hay que ir despertándola poco a poco. Si morir es duro, imagínate volver de allí.[/Caitriona] – explicó adelantándose a los miedos que ya me asaltaban. Entonces sí había ido bien, pero estaba lidiando con el trauma de haber vuelto a la vida, de tener dos almas en un solo cuerpo.

    – [Xander]No le hables de nuestro trato. Se culparía.[/Xander] – le pedí. Ella me miró fijamente unos segundos y se encogió de hombros.

    – [Caitriona]Deberías descansar tú también.[/Caitriona]- aconsejó antes de irse.

    Miré hacia la ventana, era la misma hora, allí el tiempo no parecía cambiar. Seguí sujetando la mano de Jane hasta que el único cambio en la habitación era el subir y bajar de sus pulmones llenos de aire, de vida. Con la monotonía de su respiración, me quedé dormido. Cuando despertase recordaría brevemente haber soñado con que mi alma siempre había sido suya.

  • UN MUNDO SIN SENTIDO

    XANDER ECHOLLS

    SELAS

    Esta vez el Laberinto no estaba tan calmado. La energía mística que se percibía la primera vez se manifestaba ahora en forma de monstruos nacidos de la oscuridad que parecían tratar de evitar que entrase.

    Con ‘Ocaso’ desenfundada, asestaba tajos con la mano derecha mientras sujetaba la camilla con la izquierda, sin detenerme en ningún momento. Después de más de una hora, notaba el brazo dolorido y tenía cortes y mordiscos acumulados por haber luchado de manera imprudente.

    – [Xander]Tranquila jane, ya casi estamos.[/Xander] – dije tras dejar atrás a los dos últimos monstruos. – [Xander]Ya sólo queda el laberinto.[/Xander] – apenas abría los ojos, entraba y salía de la vigilia, sumida en los sueños que le provocaban el dolor y el veneno.

    – [Jane]Me encuentro mal…[/Jane]- dijo con apenas un hilo de voz. Me coloqué frente a ella, tenía la piel ardiendo y la tez nívea. Mientras le miraba la fiebre y comprobaba el vendaje, estaba totalmente expuesto a cualquiera de esos monstruos, pero no podía pensar en mi propia seguridad cuando ella estaba sufriendo así.

     – [Xander]Estás herida pero te vas a poner bien. Te lo prometo.[/Xander] – respondí, tratando de animarla. Puse todo mi empeño en disimular mi miedo y mantener la voz firme, que amenazaba con quebrarse tras cada palabra.

    Jane rió con tristeza y dificultad, como si supusiera reunir las fuerzas que le quedaban.- [Jane]No lo creo.[/Jane] – replicó. Me miró a los ojos y aparté la mirada de ella. Normalmente habría podido quedarme mirándola horas, pero en aquél momento no quería que notase mi dolor, tomando forma en las lágrimas que amenazaban con salir cada poco.

    – [Xander]No digas eso.[/Xander] – le pedí. – [Xander]Siempre cumplo mis promesas, ya lo sabes.[/Xander] – aseguré. Traté de parecer confiado, pero no lo estaba. Podían salir mal muchas cosas, entre ellas que Caitriona no me recibiese o que llegase demasiado tarde.

    – [Jane]Esto… no depende de ti.[/Jane]- dijo con dificultad.- [Jane]Me muero. Lo noto.[/Jane] – esas palabras atravesaron mis oídos y se instalaron en mi mente como un veneno que nunca llegaría a purgar. Un miedo del que nunca me llegaría a liberar.

    – [Xander]No te voy a volver a perder.[/Xander] – repetí, ya incapaz de contener las lágrimas.

    – [Jane]Tendrás que acostumbrarte.[/Jane] – insistió. Frunció el ceño con dificultad, como si quisiera asegurarse incluso con su dolor de que los demás nos encontrábamos bien.

    Negué con la cabeza y empecé a soltarle los harapos que había utilizado para sujetarla en la camilla. – [Xander]Nunca.[/Xander] – le prometí. La cogí en brazos contra mí, apenas podía moverse por sí misma mientras usaba las cintas para atarla a mi espalda. Así iríamos más deprisa.

    Una vez asegurada, empuñé la espada y eché a correr, poniendo mucho cuidado en no hacer movimientos bruscos. No veía delante de mí nada más que el camino y cualquier obstáculo que se pusiese entre el objetivo y yo acababa con un tajo de ‘Ocaso’.

    Al fin empecé a ver un arco varios metros más allá. – [Jane]Me gustaría decirte una cosa…[/Jane] – dijo Jane, cerca de mi oído. Bajé el ritmo, preocupado por lo que pudiera decirme.

    Respiró de entrecortadamente.- [Jane]Siempre… siempre te he…[/Jane] – quise decirle que esperase, que si iba a decirme lo que pensaba, lo hiciera cuando estuviera bien, pero ella nunca llegó a terminar la frase. La solté de mi espalda y traté de reanimarla sin éxito.

    Con su último aliento sentí como si el mundo hubiese dejado de tener sentido para mí. Sin ella, no veía forma de seguir adelante. Me puse en pie y con ella en brazos atravesé el umbral hasta llegar a la zona en la que Caitriona nos había reunido.

    – [Xander]¡CAITRIONA HE VENIDO A HACER UN TRATO! [/Xander]- grité. El portal se abrió y ella se presentó delante de mí.

  • ADELANTE

    XANDER ECHOLLS

    SELAS

    Tenía que conseguir que bajara la fiebre, pero no había tiempo. Habría necesitado que Mike estuviera con nosotros para atender a Jane, traté de comunicar con cualquiera del resto y nadie contestaba, estaba completamente solo, salvo Jane, a la que podía perder en mis manos.

    Mientras arrastraba la improvisada camilla, recordé el tacto caliente y pegajoso de su sangre cuando el disparo le acertó. Entonces la oscuridad nos arrastró juntos y vi el Cúmulo como si flotase en el espacio delante de él. Solo que parecía que alguien me estaba preguntando dónde quería ir. No tuve tiempo para decisiones, solo había una opción, solo en un lugar podía encontrar una solución.

    Cuando abrí los ojos estaba tumbado sobre una pradera, el mar se escuchaba cerca y olía las hogueras de algún pueblo cercano. Todo eso importó poco cuando la vi, aferrándose la herida del hombro, a punto de perder la consciencia.

    Le había preparado un vendaje rápido, pero al ver las señales de veneno en la herida me quedé aún más preocupado. No sabía si era un veneno común o algo mágico, al ir en un disparo del bando de Antailtire me inclinaba más por lo segundo, lo que lo hacía aún más difícil. Fuera como fuese, sabía que cada segundo contaba y tenía pocas pistas sobre el camino a seguir.

    Caitriona había sido la que nos había invocado a su mundo la última vez, a ese Laberinto en cuyo final nos esperaba la entrada a su reino del Bosque del Crepúsculo. Había seguido las teorías de Noah y toda la información que teníamos sobre su atuendo para llegar a su localización. Por suerte Oriax, el Daë de Selas le había confirmado a Noah que era alguien de ese mundo, al saber que habíamos caído en sus tratos.

    Al menos algunos de nosotros. Yo me había librado de aceptar sus tratos la última vez, pero ahora iba en su busca dispuesto a aceptar entregarle mi puesto de Daë o lo que quiera que fuese necesario. Todo con tal de salvar a Jane.

    Mi mente imaginaba mi encuentro con Caitriona de decenas de formas posibles, con todos los tratos que se me ocurrían. La realidad era que sabía que los aceptaría, incluso traspasar su herida a mí.

    Escuché un suspiro escaparse de entre sus labios como un lamento mudo, así que me detuve. Jane estaba pálida, la piel alrededor del vendaje pálida, azulada. Había perdido mucha sangre y no tenía ningún sitio al que llevarla, ninguna magia que hacer. Cuando era pequeño había soñado muchas veces con tener el poder de mi padre, con ser un héroe como él. En aquél momento habría abandonado cualquier idea de ser héroe con tal de tener ese poder que me permitiera curar su herida, purgar su veneno.

    Jane apenas abría los ojos, llevaba todo el camino sumida en una constante duermevela, entrando y saliendo de las pesadillas que le provocaba el dolor. Toqué sus labios, que empezaban a perder color. En ese momento fui consciente de que toda imaginación sobre lo que estuviera dispuesto a aceptar era real, Jane…Jane era el amor de mi vida y no podía dejar que su vida acabase allí, lejos de casa, de su familia, despojada de un futuro.

    Le di a beber con cuidado un poco de agua dulce que había cogido en el último río y la guardé. Tenía sed pero prefería reservarla para ella y evitar volver a parar más adelante.

    Llevaba todo el día caminando, pronto se acabarían las horas de luz solar y los seres que abundaban en Selas camparían con mayor libertad. No podía pensar en refugiarnos o encender una hoguera, la vida de Jane pendía de un hilo, un minuto más o menos podía significar la diferencia.

    Eché de menos tener a Ellie a mi lado, o a Noah, o desde luego, a Jane. Ella me complementaba, sacaba lo mejor de mí desde que éramos pequeños. No podía haber crecido con ella y seguir la vida sin que estuviese ahí, era una aberración.

    A la hora del crepúsculo, comencé a ver algo a lo lejos. Parecía un espejismo, de hecho comencé a dudar de mi propia salud mental y física. Quizá era solo una alucinación dándome lo que buscaba con tanta ansia.

    – [Xander]Un poco más Jane.[/Xander] – le pedí. Ella no respondió, su respiración era cada vez más agitada y tenue. El miedo se instaló sobre mí, amenazador como una sombra oscura de la que no podías liberarte. Pero seguí andando, no podía permitirme nada más. Si miraba atrás, si cedía, si paraba, cualquier cosa podía significar que ella ya no estaría. Y no podía vivir en un mundo así.

    Horas más tarde llegué al fin, el espejismo era real, la entrada a un Laberinto que tenía que ser el de Caitriona. Si existía la más mínima justicia, si el karma era una fuerza de la creación, aquél Laberinto debía ser el suyo y dentro estaría la respuesta a mis plegarias.

    Eché de menos a mis madres y mi padre, los tiempos más fáciles donde mi mayor preocupación era que Jane no me hablase. Quizá si siguiera sin hacerlo estaría sana y salva en la Tierra en lugar de allí.

    Pero no podía dudar.

    Jane tenía que vivir.

    Entré en el Laberinto.

     

  • EL DESENLACE SEGUNDA PARTE

    XANDER ECHOLLS

    NOCHE

    Tras la aparición de los Daë, a la orden de mi hermana Ellie, redoblamos nuestros esfuerzos tratando de abrirles camino hasta nosotros. El grupo se enfrentó cara a cara con las Manos, superando sin demasiada dificultad a aquellos que tan mal nos lo habían hecho pasar en la luna.

    Había visto a Owen hincar la rodilla en el suelo y me dispuse a ayudarle, pero cuando lo encontré vi que Elliot ya le estaba ayudando a recuperarse, aunque había algo en la mirada del joven de los Williams. Era imposible, pero habría jurado que estaba dolorido.

    – [Idris]Esto parece el Señor de los Anillos y allí no había un jodido elfo negro.[/Idris] – escuché quejarse a Idris. En el cine habían tratado de representar batallas muchas veces, y pese a que muchas se quedaban en el recuerdo por ser muy buenas, todas se mostraban desde la distancia y ahora sin embargo, estábamos metidos de lleno en una, asediados por todos los frentes, tratando de rescatar a un grupo con más poder que el nuestro seguramente, pero que se encontraba rodeado.

    – [Xander]Hay que ayudarles a entrar en la Catedral.[/Xander] – les recordé. No teníamos que vencer a todas esas hordas de hombres y mujeres elegidos por sus habilidades para combatir en diferentes estilos, solo conseguir que llegasen hasta nosotros. En el caos de la lucha vi varias veces a algunos de los Daë. – [Xander]Na’amah está ahí, debe tener la cura para Owen en la bolsa.[/Xander] – dije mirando hacia Owen. Ella había sido la Guardiana a la que se había enfrentado mi tío Toph y entre otras, le había ofrecido como recompensa una cura. Si la teoría era cierta, los objetos que ofrecían habían sido suyos en vida, así que debían llevarlos encima. Por mi mente se cruzó la imagen del cristal que debía estar en posesión de Eleanor.

    Envuelto en un fulgor azul, Alastair se estaba enfrentando a un miembro de las Manos que no habíamos conocido. Cerca de él, Eleanor se enfrentaba a un hombre de cabellos rubios cubierto de una armadura digna de un héroe griego.

    Mientras ellos libraban sus combates uno a uno, nosotros retuvimos las oleadas hasta que las Manos empezaron a caer como dedos cercenados de Antailtire.

    – [Dante]No parece que necesiten mucha ayuda.[/Dante] – replicó Dante, golpeando con un bate a un gladiador que parecía recién cubierto de aceite.

    – [Kaylee]No sé cuánto vamos a aguantar, pero no tiene buena pinta.[/Kaylee] – dijo mi prima Kaylee. Casi juraría que la había visto sonreír como no lo había hecho en años, era como si la magia fuera una parte de sí que había tenido escondida en las sombras demasiado tiempo.

    – [Nate]Tened esperanza.[/Nate] – gritó Nate mientras abría camino viéndose rodeado de un grupo de caballeros de Kardas.

    – [Xander]Tenemos que aguantar hasta que crucen el portal.[/Xander] – alcé la espada y arremetí contra guerreros Oni de Nara. Necesitábamos esta victoria sin fallos, que los Daë cruzasen el portal y que Na’amah nos diera la oportunidad de curar a Owen. Así volveríamos todos a casa sanos y salvos.

    Mi hermana pequeña pasó por delante de mí envuelta en fogonazos de luz discontinuos. Aún no la controlaba por completo pero había mejorado de una forma increíble. Sus golpes derribaban demonios y su luz quemaba a los vampiros esclavizados de Valantis. – [Elle]Ánimo. Lo conseguiremos.[/Elle] – tras sus palabras Nate derribó una oleada de soldados romanos sin dificultad.

    Los Daë cada vez tenían el camino más abierto hacia la entrada de la Catedral. – [Henry] Ya casi está.[/Henry] – dijo Henry, que parecía saborear la esperanza que teníamos aferrada entre los dedos.

    De pronto el campo de batalla quedó sumido en el silencio. Tras aquél caos, la ausencia de ruido era antinatural, ensordecedora. Los ejércitos enemigos se apartaron dejando un hueco en mitad de la plaza. Las nubes oscuras se separaron en el cielo y una figura descendió como si fuera iluminada por el sol, hasta posarse en el suelo.

    Tenía el pelo largo hasta la cintura, dorado como si el sol se hubiera quedado capturado en él. – [Antailtire]¿Pensáis que vais a profanar mi utopía? No tenéis poder aquí.[/Antailtire] – sentenció con una voz atronadora. Caminó hacia los Daë y su melena empezó a recogerse y acortarse. Su pecho creció, su figura se estilizó. Su aspecto parecía fluctuar sin que le afectase lo más mínimo. Aun así, cualquiera reconocía su nombre, Antailtire.

    – [Noah]Ahora viene lo difícil.[/Noah] – escuché decir a Noah, con el deje gutural de su aspecto Rakkthathor. – [Noah]Tenemos que aguantar y protegernos.[/Noah] – trató de animarnos.

    Antailtire levantó una de sus manos, después, lentamente, de una manera teatral, levantó la otra y dio una palmada que reverberó por toda la plaza. Sentí que la onda me alcanzaba y me protegí, pero pasó como si nada. A girarme vi que los terian habían vuelto a su forma humana, las ilusiones de Lexie se habían disipado, Noah volvía a ser humano y el fuego y el hielo de Owen e Idris habían desaparecido.

    – [Owen]Mierda…[/Owen] – dijo Owen. Con una simple palmada Antailtire nos había dejado sin nada con lo que defendernos.

    – [Antailtire]¿Os atrevéis a enfrentaros a una deidad?[/Antailtire] – su pelo pasó a ser un mohawk y su figura siguió cambiando. A ojos de cualquiera, parecía una deidad. Los Daë permanecieron en silencio, inmóviles, pero reunidos. – [Antailtire]Sois animales en el matadero.[/Antailtire] – chasqueó los dedos y esta vez la onda sí que me afectó. Noté la vista mal, sin embargo mi olfato se abrió a todo un nuevo abanico de olores. De pronto sabía perfectamente dónde estaba Jane sin necesidad de verla. Empecé a sentirme nervioso y abrí la boca, refrescándome al jadear. Algo me agarraba desde atrás y se movía, me giré tratando de cogerlo pero siempre se escapaba, pegado a mi trasero. Llevé una mano a la espada y entonces vi que era una pata de perro.

    – [Idris]Iiiiiiiiiiiiiiiiii[/Idris] – chilló un cerdo de piel oscura como el carbón con escarcha en la crin.

    – [Elle]Beeeeee.[/Elle] – baló una oveja rodeada de un manto de luz.

    Antailtire nos había convertido en animales, no había esperanza ante un poder así. Al menos eso pensé hasta que vi a los Daë allí de pie, sin haber sido transformados. Un halo protector les rodeaba, ahora podía verse con más claridad.

    Su enemigo tenía poder, el Soberano palidecía a su lado, porque Antailtire no se había sumido en la locura, controlaba cada uno de sus actos. Y sin embargo, siendo conscientes de su destino aciago, los Daë del Cúmulo le plantaron cara sin demostrar miedo.

    Geraldine Cecereau alzó su báculo y golpeó el suelo. La onda nos alcanzó y cuando recuperé la forma humana cogí la espada de nuevo como un reflejo, no me serviría de mucho contra Antailtire, pero me sentía mejor con ella en la mano.

    – [Owen] Muuuuuuchas gracias.[/Owen] – escuché decir a Owen, aún en proceso de volver a ser él mismo.

    – [Geraldine]No eres más que un hechicero de tres al cuarto que intenta compensar su mediocridad con trucos de circo.[/Geraldine] – espetó Geraldine.

    – [Antailtire]¿Creeis que ese es todo mi poder?[/Antailtire] – sin que su aspecto terminase de fluir, toda la plaza se transformó en una fosa de magma burbujeante. Corrimos hacia la Catedral mientras el suelo iba siendo devorado por el fuego. Por algún motivo, Antailtire no podía transformar aquél lugar, pero el resto lo había cambiado por completo.

    Temí por los Daë, pero les vi flotar en una especie de esfera hasta llegar a un pasillo de piedra que había sobrevivido.

    – [Lekwaa]Es imposible.[/Lekwaa] – dijo Lekwaa. La muestra de poder dejaba claro que Antailire estaba en otra liga. Si el Soberano había metido a los Moondies en series de televisión o había traído a sus dobles de otras realidades, Antailtire estaba dejando claro de dónde había salido esa pequeña parte de su poder.

    – [Lexie]Soy demasiado joven y guapa para morir.[/Lexie] – dijo Lexie, que por primera vez parecía genuinamente asustada.

    – [Alastair]Hemos acabado con tus marionetas en otros mundos, ¿qué te hace pensar que contigo no va a ser igual?[/Alastair] – la voz de Alastair llegó hasta nosotros. Seguía con la misma sonrisa de confianza que tenía en Dagrknot cuando le conocimos. Así que por eso parecían haber pasado varios años, habían acabado con algunas de las partes de Antailtire en los mundos, como había sido el padre de Jamie.

    – [Antailtire]Porque yo soy la fuente, los demás eran una mera fracción.[/Antailtire] – sin mover sus manos, el mundo se puso patas arriba. Sentí náuseas cuando abajo se convirtió en arriba e izquierda en derecha.

    De la orbe que rodeaba a los Daë salió un eco que devolvió todo a su forma normal, incluso la plaza. A cada ataque de Antailtire, los Daë le anulaban. Solo que une parecía no cansarse y los demás tenían signos de fatiga.

    Pese a todo, consiguieron defenderse lo suficiente como para que no se diera cuenta de que estaban cada vez más cerca de la Catedral. Cuando se dio cuenta, invocó de nuevo a sus huestes para perseguirles, pero les cortamos el paso.

    Uno a uno cruzaron las puertas y uno a uno les seguimos en cuanto pudimos. – [Xander]Esperad.[/Xander] – cuando entré no quedaba nadie fuera y temí que los Daë hubieran cruzado hacía mucho, pero les vi, a punto de adentrarse en el espejo.

    Se giraron hacia nosotros, Na’amah estaba allí, solo tenía que pedírselo, estábamos a punto de lograrlo todo.

    Y como siempre, no podía salirnos bien. Las puertas se abrieron como arrastradas por un vendaval que amainó al cruzarlas, pero una figura estaba ya dentro, una cuyo aspecto no terminaba de estabilizarse. Antailtire había logrado entrar.

    Mi mirada se cruzó con la de Owen. – [Owen]Déjalo marchar Xander, encontraremos otra opción.[/Owen] – conocía la encrucijada en la que nos encontrábamos, dependíamos de una decisión que no era capaz de tomar por mí mismo, así que Owen lo había hecho por mí, porque sabía que no dejaría escapar su cura si fuera por mí.

    – [Xander]Seguid, os cubriremos.[/Xander] – asentí haciéndole una seña a Owen. No importaba cuánto costara, encontraría su cura.

    Eleanor, Alastair, Geraldine, William, Ugg’krah, los Géminis, John, Julia, Na’amah, Oriax, Rlia, Eldric, Richard y Qiu cruzaron el cristal hacia el portal que conducía a su desenlace final. Sabían que para ellos no habría un mañana y sin embargo, estaban dispuestos a dar sus vidas para proteger aquello en lo que creían.

    – [Antailtire]Ratas escondidas en la Luna, habéis tenido suerte hasta hoy.[/Antailtire] – la voz de Antailtire parecía desgarrada, como si una parte de sí estuviera ya dejando escapar el raciocinio a medida que asumía que su utopía , su control y expolio de catorce mundos, iba a desaparecer.

    La realidad misma pareció desvanecerse en mitad de la Catedral. Antailtire luchaba contra una fuerza invisible que impedía que usase toda su magia para destrozarnos, un poder arcano que o había podido dominar y le había obligado a cubrir su secreto con su centro de poder en un alarde de egocentrismo sin fin.

    Fue entonces cuando vimos el principio de nuestro pasado, cómo se abría un portal donde antes había estado el espejo que conducía a la caverna del Axis Mundi y arrastraba a Antailtire hacia él, destinándolo a milenios de sufrimiento y locura en el Vacío.

    Ya estaba, habíamos ganado. Eso pensé, volviendo a ser inocente. Viendo como se acercaba su final, Antailtire lanzó un último retazo de magia que abrió un agujero negro en mitad de la Catedral que nos empezó a atraer irremediablemente.

    Tratamos de agarrarnos a cualquier cosa, pero nada resistía el tirón del último conjuro de Antailtire, que terminó silenciado por el portal al Vacío cerrándose hasta dentro de mucho tiempo, cuando se rasgase  mientras los Moondies buscaban la forma de rescatar a mi padrino Ed.

    No conseguía centrar la mirada para buscar a los demás. No veía que había sido de ellos y ellas, si el agujero negro se los había llevado. No quería pensarlo siquiera.

    Mantuve la mano cerrada en un anclaje de hierro del suelo. Solo pude ver a Jane, a unos metros de mí.

    – [Xander]Jane, agárrate.[/Xander] – le pedí, moviéndome hacia ella de anclaje en anclaje. Ya casi la alcanzaba. El aire trajo el sonido de disparos, los soldados de Terra debían haber cruzado las puertas en una orden final de eliminarnos.

    Fue como si el agujero negro hubiera absorbido sonido, aire y tiempo. – [Jane]¿Xander?[/Jane] – la voz de Jane rompió todo eso, sentí el tacto cálido de su mano al aferrarla contra mí.

    Algo caliente y pegajoso manchaba su ropa y la mía a la altura del pecho. Los ojos de Jane estaban llenos de dolor. Taponé su herida con una mano, pero no podía aguantar mucho tiempo agarrado al anclaje solo con una mano.

    Empecé a resbalarme y al final me solté. No solté a Jane, seguí taponando su herida mientras el agujero negro nos engullía a ambos.

    Allí el tiempo y la luz desaparecieron por completo. No veía nada, pero en mi mente veía retazos de los mundos, sentía como si algo me estuviera preguntando, dándome una oportunidad. Elegí el único fragmento de esperanza y me aferré a él con todas mis fuerzas.

  • EL DESENLACE PRIMERA PARTE

    XANDER ECHOLLS

    NEXUS

    A mitad de camino nos reunimos con el equipo de Selas. No pude reprimir dar un abrazo a mis primas antes de volver recorrer aquellas calles, de pronto vacías, siguiendo el recorrido que nos habían indicado Bowie y Noah.

    A mi lado, Jane caminaba en silencio, sumida en sus pensamientos o quizá en los de alguna otra persona. Parecía extraño pensar que en lo que para nosotros había sido esa misma mañana, habíamos tenido que pasar ya por una lucha desmedida.

    Notaba mi propio cansancio a cuestas, las heridas acumuladas esa misma mañana aún sin cicatrizar. La vida no era como una lucha de bola de dragón en la que con unas judías mágicas te repones de pronto de todo.

    Pero también cargaba con aquel breve instante en el que la distancia entre Jane y yo se había reducido a la nada, el momento en el que todo había vuelto a ser como antes, solo que con los cambios de circunstancias que habían dado los años.

    Cinco horas antes

    – [Xander]¿Captas algo?[/Xander] – le había preguntado a Jane. El combate estaba siendo duro, las fuerzas de la oscuridad de Dyavol eran eternas y teníamos que encargarnos de proteger tanto a la gente inocente como al Daë, cuando resultaba difícil sobrevivir nosotros mismos.

    Jane y yo nos habíamos situado cerca del castillo, yo para tener una buena visibilidad del campo de batalla y ella para tratar de captar las intenciones de las fuerzas enemigas y emitir los avisos al resto.

    Los dos estábamos cansados ya de defender la posición. Jane pese a no entrenarse demasiado, era fuerte por genética y se manejaba perfectamente con el goteo que iba llegando después de que el tenue ejército de terian de William les frenase.

    De pronto había divisado a la gente dirigirse con mayor ritmo hacia el barco y mi mirada se cruzó con la de Jane cuando sus ojos se abrieron ampliamente, como si acabara de recibir una sacudida.

    – [Jane]Confusión.[/Jane]- admitió poniéndose seria de pronto y evitando mirarme.

    Un ser parecido a una criatura murciélago bípeda impidió que pudiera hablar. Cuando terminé con ella, me di cuenta de que Jane estaba tan cerca que notaba el calor que irradiaba su cuerpo. Traté de pensar con claridad, pero mi imaginación me jugaba malas pasadas.

    – [Jane]Bueno, vamos a ver qué podemos hacer.[/Jane]- comentó, parecía un poco distraída. Había algo raro, que no terminaba de encajar. Volví a mirar hacia abajo, a la gente caminando hacia el barco como si necesitaran algo de allí desesperadamente. Entonces vi a Ruby, muy quieta, como si estuviera concentrada en algo.

     -[Xander] ¿Es Ruby?[/Xander] – pregunté a Jane.

    Ella asintió, tragando saliva.- [Jane]Sí. Está alterando las feromonas para que la gente…[/Jane]- su mirada se perdió en el brazo con el que sujetaba la espada. Me sentí fuera de lugar pensando en lo que podría estar pasándole por la mente.

    – [Xander]Ya, que piensen menos en el cansancio.[/Xander] – asesté un tajo a otra criatura que reptaba hacia nosotros. Era una idea brillante, darles algo por lo que luchar apelando a los instintos más primitivos. El problema era que afectaba a todos, incluso a nosotros. Bueno, a todos menos a mí.

    – [Jane]Eso es.[/Jane] – respondió Jane con dificultad, como si su mente estuviera en otro lugar. Traté de concentrarme en la lucha en lugar de pensar que Jane estaba…bueno,ya sabéis. Pero me resultó imposible. Un soldado cadáver me hizo retroceder hasta darme de espaldas con Jane. O más bien, de culo.

    – [Jane]Deja de pensar en mi culo, anda.[/Jane]

    – [Xander]Pero si no puedes leerme los pensamientos.[/Xander] – repliqué. Me giré esperando una reprimenda, pero vi que sonreía. Mandé colina abajo al soldado de una patada y pensé si debía ser totalmente sincero.

    – [Jane]No necesito leerte el pensamiento para saber lo que estás pensando, porque yo estoy pensando lo mismo.[/Jane] –  me sorprendió. Era el efecto de Ruby, aunque en teoría, solo despertaba la atracción, sin controlar por quién la sentías. Lo sabía porque por algún motivo, había un tomo en la biblioteca de la Escuela que trataba de eso.

    – [Xander]¿En tu propio culo o en el mío?[/Xander] – respondí. Necesitaba centrarme, no podía aprovechar ahora para destapar mi atracción, sería injusto.

    – [Jane]No voy a responder a nada de lo que luego pueda arrepentirme.[/Jane] – admitió ella, sin perder la sonrisa. Esa Jane espoleada por el efecto de las hormonas producía en mi el mismo efecto que debía producir el poder de Ruby en los demás. Al menos eso imaginaba, con mi inmunidad nunca lo sabría.

    Al huir la gente, más enemigos empezaron a llegar. Jane y yo seguimos peleando en la misma posición, pero el espacio empezaba a ser tan reducido que notaba el roce de su espalda contra la mía, era capaz de dibujar en mi mente el contorno de su trasero después de quince minutos. Si seguíamos así, algún enemigo aprovecharía mi distracción, o la suya.

    – [Xander]Quizá deberíamos pelear separados.[/Xander] – sugerí, con miedo a que pensara que lo decía porque no me atraía. Ella asintió y se alejó en la dirección contraria, pero no duramos más de diez minutos separados, hasta que un gigante con alas membranosas me lo empezó a poner difícil y ella acudió en mi ayuda.

    El ser lanzó a Jane cuando le asesté un tajo mortal en la femoral y corrí para recogerla. Cayó encima de mí y con la fuerza del golpe acabamos los dos en el suelo. Todo su cuerpo estaba estirado contra el mío, notaba su calor bajo la ropa, su respiración cerca de mi cuello.

    La miré a los ojos, nuestros labios estaban apenas a un centímetro de distancia, aunque de un segundo a otro esa distancia se desvaneció. Pensé apartarme, que no era moral aprovechar que estaba influida por el poder de Ruby, pero cuando la vi querer besarme con tanta intensidad, no pude contenerlo.

    El beso fue pasional, pero no duró mucho. Una explosión cercana nos hizo volver a la realidad en la que nos encontrábamos. Evitamos hablar de ello y miramos hacia el barco, donde casi todos estaban ya resguardados y los Daë se encargaban de abrirse camino hacia William, el último de los suyos.

    Al subir al barco con el resto supe que Ruby había tomado el efecto de su propio poder para que no ocurriera ningún accidente. Saberlo solo me dejó con la duda de si había sido antes o después de nuestro beso.

    Jane evitó mirarme en el camino hacia la Kvasir y después hacia Nexus, así que no parecía que fuera a descubrirlo en el futuro próximo.

    Presente

    Sumido en mis pensamientos, atravesé junto a los demás aquella plaza llena de las huestes de Antailtire. Los y las mejores guerreros y guerreras de cada planeta colonizado por ese dictador.

    Los demás nos prestaron su ayuda para llegar hasta la Catedral, donde los que menos aptitudes de combate tenían pudieron resguardarse mientras que el resto formábamos un semicírculo protector ante la puerta.

    La lucha era agotadora, pero sumido en el combate, evitaba pensar en el futuro menos inmediato. Solo tenía tiempo para preocuparme de que siguiéramos aguantando, hasta que parecía que no podíamos más.

    Fue entonces, como siempre, cuando aparecieron. Los Daë, al completo y al parecer, con varios años de diferencia con respecto a como los habíamos visto hacía unas horas. Era como si hubieran recorrido mucho más aún cada uno de los mundos, en una senda en la que nosotros solo nos habíamos limitado a poner las primeras piedras.