Rebecca | La Nave
MAÑANA
Estaba tan agotada que Dom tuvo que tirar de mí para que entrara en la ducha, me ayudó a vestirme y me arrastró hasta el coche de Daniel, que nos había prestado para que tuviéramos más libertad de movimientos. Me dolía todo el cuerpo y estaba cubierta de moratones y chupetones. Sentarme en el asiento del copiloto fue toda una odisea, porque las agujetas me impedían moverme y lo peor, era el escozor en mis partes íntimas, que reclamaban unos días de relax después de esos tres días en los que no podíamos parar.
Una vez estuve dentro, apoyé la cabeza y cerré los ojos, intentando dormir un poco más.- [Dom]¿Te encuentras bien?[/Dom]- preguntó interrumpiéndome, mientras giraba la llave del contacto de aquella carraca a la que se referían como «clásico».