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Categoría: Diario de Alexander Fenris

  • HACIENDO AMIGOS E INFLUENCIANDO GENTE

    HACIENDO AMIGOS E INFLUENCIANDO GENTE

    LOGAN VILLIERS | BARRIO RESIDENCIAL SUR

    TARDE

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    Mientras el bramido del motor de Cassandra se detenía, observé a través de las gafas de sol el edificio que tenía frente a mí. No tenía tan mal aspecto como el de mi apartamento, pero seguía siendo un edificio del barrio sur. Feo como un demonio si lo ponías en cualquiera de los otros barrios de la ciudad.

    Guardé el casco y sopesé coger una de las latas de cerveza que llevaba en el portaequipajes, pero después pensé que no era la mejor presentación, especialmente con los antecedentes.

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  • VOLVIENDO AL MUNDO

    Alexander Fenris | Apartamento

    NOCHE

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    Sentí el viento fresco en la cara y exhalé una vez más el frío aire nocturno. Cuando pasas casi un año en coma, empiezas a apreciar las pequeñas cosas, especialmente si casi todo ese tiempo vives en una ensoñación eterna en la que eres, simplemente, el licántropo.

    El peludo y yo habíamos empezado a hacernos amigos hacía tiempo, pero cuando estaba empezando a cogerle el gusto a todo eso de correr salvaje por ahí y librarme de las obligaciones de la empresa familiar, el deber apareció de por medio, y mi viejo siempre decía que el honor es algo que uno debe conservar aunque no le quede nada más.

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  • ALEXANDER Y FENRIS

    [align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=5]El Gran Lobo | Mundo de los SueÑos

    [color=#000000]Noche[/SIZE][/color][/font][/b]

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    El campo se extendía ante él como una inmensidad de color verde azulado, teñida por la oscuridad de la noche, solo iluminada por la luna grande y brillante, que se vislumbraba en el horizonte, como un faro metafórico, que siempre le guiaba a la paz y la tranquilidad del lado salvaje.

    El gran lobo continuó corriendo a cuatro patas, disfrutando de la libertad, aunque por alguna razón, nunca se cansaba y siempre se encontraba rebosante de energía, ni siquiera recordaba cuando había empezado a correr, parecía una eternidad, y en la soledad, aún lo era más. Era un gran lobo, pero uno sin manada, los únicos atisbos de compañía eran las voces lejanas de otros lobos, aullando a lo lejos, lamentándose. No conseguía saber la razón, pero le parecía que era por él, porque estaba perdido, pero no se lo parecía, aun así, los lamentos de la loba pelirroja y el lobo castaño continuaban, añorándole, aunque en el fondo de su alma, le reconfortaba saber que al menos le lloraban juntos, su instinto le decía que en otra situación, se habrían echado el uno sobre la garganta del otro.

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  • ASI ES COMO TERMINA ESTA HISTORIA…

    [align=center][SIZE=3][b]Alexander Fenris | La Iniciativa [/b][/SIZE]

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    El momento había pasado como una exhalación, mil veces más rápido de como se habían reproducido en su cabeza cuando planteó su forma de actuar.

    Recordaba perfectamente la aparición de John Doe, inesperada y cubierta de misterio, como todas sus apariciones, y siempre iban acompañadas de indicaciones y pistas sobre el futuro, pero siempre rodeadas de misterio. Aunque esta siempre sería diferente, porque esta vez no iba acompañado de su habitual humor, y porque según lo que había dicho, sería la última.

    Al principio le costó aceptar lo que le estaba diciendo, incluso pese a conocer muy bien su “omnisciencia”, pero después no le quedó más remedio que aceptarlo y vivir con ello el tiempo que le quedase, y así fue como empezó todo, como fue a casa de Sarah Echolls y les encontró en plena reunión tal como él había dicho, cómo se metió de lleno en la misión junto a ellos y como las horas pasaron hasta llegar a ese lugar de nuevo, el lugar dónde empezó todo. Pero esta no es la historia de cómo empezó, esta es la historia de cómo acabó.

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  • REGALOS PARA TODOS

    [align=center][SIZE=5][font=Bookman Old Style][b]Diarios de destino[/b][/SIZE][/font]

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    La tarde estaba a punto de dejar paso a la noche cuando en casa de las Echolls, la fiesta estaba aún en pleno apogeo. Había llegado el momento de entregar los regalos, y de seguir formando los lazos que crearían el núcleo de una barrera contra el mal que protegería al mundo más veces de las que se atreverían a imaginar.

    Fenris estaba hablando con Sarah, cerca del montón de regalos. Sarah asintió y Fenris se dirigió a la parte del salón donde estaba el improvisado escenario y se colocó delante del micrófono con una sonrisa que imborrable.

    – [b]Hola. ¿Podéis escucharme un segundo? No tardaré demasiado.[/b] – dijo Fenris. Todos los invitados, que ya se habían reunido cerca de los regalos cuando Sarah los llamó, estaban ahora mirando hacia él. – [b]Me gustaría aclarar una cosa antes de que entreguemos los regalos. [/b] – se aclaró la garganta y habló con voz clara. – [b]Quiero dejar claro, que para mí es un placer dar estos regalos, pero también quiero que todos veáis, que aunque mis regalos puedan sorprender a simple vista, son los regalos de los demás los que merecen más atención.[/b] – hizo una pausa breve y continuó. – [b]Les ha costado más que a mí, y sin duda tienen más valor del que se podría comprar con dinero, así que tened en cuenta los míos como simples detalles. Es por eso que he pensado darlos primero.[/b] – les sonrió a todos y finalizó con un: – [b]Gracias por escucharme.[/b] – después se acercó hacia donde estaba Sarah, cerca del montón de regalos. – [b]Ya podemos empezar ‘[i]kiddo[/i]’[/b]. – le dijo a Sarah, que cogió una bolsa y miró el nombre escrito en la pegatina.

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  • JOHN DOE

    Alexander Fenris | Subterraneo tres

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    En unos pocos minutos se había desatado un auténtico caos. Eran libres, pero había cosas en ese lugar que no merecían la libertad, incluida una parte sí mismo. El lobo ansiaba la libertad y Fenris ansiaba ser libre de él.

    Por mucho que pensara que sería mejor para los demás que siguiera allí dentro encerrado, era incapaz de retenerse a sí mismo, necesitaba al lobo tanto como él a Fenris, era su camino para despedazar a Mason. Así que en cuanto vio la puerta abriéndose frente a él saltó hacia la libertad. Un guardia cercano se giró hacia él para apuntarle, pero ya estaba suficientemente cerca como para golpearle en el estómago y arrebatarle el arma.

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