Moondale

Categoría: Diario de Cole Roman

  • UN NUEVO COMIENZO

    COLE ROMAN

    Yokosuka, Prefectura de Kanawa, Japón – Tarde

    La mañana había sido tranquila, llevaba ya una semana sin encontrar trabajos y estaba empezando a inquietarme un poco. Estaba poniendo en práctica la meditación después de comer para aliviar la presión cuando una enorme sombra apareció en mitad de la sala de estar para dejar paso a mi hermano pequeño. Siempre le habían gustado las grandes entradas.

    Me puse en pie y no pude evitar alegrarme. Habían pasado ya varios años desde la última vez que le había visto en persona, y entonces teníamos los dos demasiado encima. Las cosas no nos habían ido necesariamente mal, pero que yo me hubiese ido con Logan no le había sentado demasiado bien, ni tampoco a mí que quisiera quedarse en lugar de buscar al asesino de mamá. Reconozco que estaba equivocado, la decisión de Dante fue más sensata.

    Después de unos segundos de silencio, hice una reverencia.

    – [Dante]Cochiniwa a ti también.[/Dante] – comentó Dante despreocupadamente.

    – [Cole]Konnichiwa/[/Cole].- le corregí. Tenía ganas de verlo, claro, pero una vez frente a frente, me estaba dando cuenta de que quizás aún no estuviese preparado. Dante se parecía mucho a mamá y eso me traía dolorosos recuerdos. Tampoco dejaba de ser raro volver a estar con alguien que simbolizaba todo tu pasado después de lo que había cambiado.

    – [Dante]No te ha sentado bien Japón.[/Dante] – replicó él, sonriendo.

    Fui en contra a lo que había aprendido de mi padre y me acerqué a Dante para estrecharlo en un abrazo. Era agradable ser libre de las ataduras de las doctrinas que nos imponen, a veces sin darse cuenta, otras con más intención. – [Cole]No creo que hayas venido a visitar a tu hermano mayor, así que pasa y cuéntame.[/Cole] – le señalé un lugar para sentarse, pero la vista de sus zapatos manchados de barro me generó un poco de incomodidad.

    – [Dante]Si hubiera venido a verte habría sido en avión. Sabes que no me gusta mucho hacer esto.[/Dante] – explicó. Recordaba perfectamente haber encontrado a Dante cuando descubrió su poder. El lugar en el que estuvo le dejó huella, pero apenas había hablado de eso desde el día siguiente.

    – [Cole]Tienes un medio de transporte que te sale gratis y te quejas. [/Cole]- negué con la cabeza, esbozando una sonrisa. Sabía que a Dante le tranquilizaría que le restase importancia, pero lo cierto es que debía tenerla para venir así. Me puse a servir un té mientras esperaba que se quitara los zapatos.

    – [Dante]Ya, luego lo verás y seguro que no te hace tanta gracia.[/Dante] – explicó, sentándose. Me fijé en que sus calcetines tenían un agujero. – [Dante]En fin, he venido a pedirte ayuda, y al tío Hiroshi si está por aquí.[/Dante] – comentó, mirando alrededor.

    – [Cole]El tío Hiroshi no está.[/Cole] – dije, sin concretar demasiado. Había salido en una misión de rescate. Había insistido en que no podía ir con él. Sentí el frío metal de su disco pegado a mi esternón, pero no se activó, para ver esos recuerdos, tenías que querer. Desde el momento en el que me legó ese regalo, había estado esperando para dar el salto y encaminar mi vida, pero sinceramente, no tenía claro por donde empezar.

    – [Dante]Los demás están en peligro. Algunos. Entraron a salvar a un par de personas en una sede de Infinity que está en el edificio de la Iniciativa. [/Dante] – resumió. Me tomé unos minutos para analizarlo todo.

    – [Cole]No suena bien. [/Cole]- dije dando un sorbo a mi té. El de Dante estaba aún intacto, y quizá fuese a seguir así. – [Cole]Esa gente es peligrosa.[/Cole] – añadí, con mis emociones contenidas. Mi primera madre, la que me trajo al mundo, había muerto tratando de conseguir que yo estuviese a salvo. Había luchado como había podido en la Guerra de Ripper. Mi padre no había sido suave al hacérmelo saber, la había matado un miembro de la Iniciativa y el le mató después. Sentí un poco de desasosiego porque esa oscuridad también habitaba en mí.

    – [Dante]Llevan horas allí, así que estoy reuniendo un grupo de rescate.[/Dante] – aclaró.

    – [Cole]¿Un grupo?[/Cole] – pregunté, preocupado. Dante nunca había estado muy interesado en la lucha contra la oscuridad. No estaba entrenado ni tenía experiencia, salvo la de las peleas callejeras en las que se había metido en más de una ocasión.

    – [Dante]Kaylee, tú, yo y quien podamos encontrar. Nate seguro.[/Dante] – explicó. Me llamaba la atención que ya hubiese dado por hecho que yo iba a acceder. Por un instante dudé si lo había pensado porque era su hermano y era buena persona o porque la gente me tomaba por alguien adicto a ese tipo de emociones. En su día lo había sido.

    – [Cole]Cuenta conmigo.[/Cole] – afirmé, mirándole a los ojos. No parecía un grupo muy grande, pero con Nate de nuestro lado las cosas pintaban mucho mejor. Yo había estado en la Escuela Legado cuando tuvo que defenderla de un grupo de radicales de ‘Pureza’. Se había propagado como un altercado racista, pero no entre las razas que la gente pensaba.

    – [Dante]Pues coge tus cosas.[/Dante] – dijo poniéndose en pie. Desde luego parecía tener prisa.

    – [Cole]¿Qué cosas?[/Cole] – pregunté mientras le veía volver a ponerse sus sucios zapatos, seguramente por haber pasado por el Bosque de los Lobos. Solo se me ocurría ponerme unas botas para el barro y poco más.

    – [Dante]¿Armas?[/Dante] – preguntó. Me encogí de hombros y le enseñé un bolsillo que solía enganchar al cinturón donde tenía algunos objetos que me podían venir bien. – [Dante]¿Se largó con la espada?[/Dante] – preguntó. Para otra gente una espada tendría poca importancia, pero en nuestra vida ese objeto nos había marcado. Mi padre tenía una espada mágica llamada Espada del Caos. De pequeños nuestra madre siempre se había asegurado de mantenerla lejos de nuestro alcance, pero a mi padre le gustaba enseñarla.

    – [Cole]Sí. No la tengo.[/Cole] – comenté quitándole hierro al asunto.

    – [Dante]Puto egoísta.[/Dante] – maldijo Dante. Su relación con Logan le definía demasiado, hasta el punto de hacer cosas que no serían propias de él con tal de alejarse de la estela de nuestro padre. – [Dante]En fin, echa lo que tengas y vamos.[/Dante] – añadió, al ver que no seguía hablando de él.

    – [Cole]A veces me pregunto si tú eres el demonio serpiente y yo el hijo de «El ángel de Moondale».[/Cole] – metí algunas cosas más en una mochila de viaje que desgraciadamente estaba hecha por Infinity, que también era un gigante al otro lado del charco. No sabía cuantos días iba a estar fuera, así que eché varias mudas de ropa antes de ponerme a escribir una nota para mi padrino.

    – [Dante]Probablemente, por eso me tocó llevar esa mierda de apellido.[/Dante] – respondió con el habitual ironía que ocultaba su enquistada angustia.

    – [Cole]Si algo no te gusta: cámbialo.[/Cole] – le repliqué. No le resultaría difícil convertirse en Dante Browning, Dante Echolls o incluso Dante Roman.

    – [Dante]Mamá siempre decía que nuestros apellidos son un recuerdo de dónde venimos, no de quién somos. Por eso no eres Cole Villiers, pero sí eras su hijo.[/Dante] – A punto había estado de ser Cole Villiers, pero mamá no había querido que olvidase a mi madre biológica y me dejó su apellido para que cuando fuese mayor, lo decidiese yo mismo. Al final, se había convertido para mí en un legado de mis dos madres. Mi padre no me había marcado tanto como para dejarlo ir. – [Cole]No lo vamos a superar en la vida. [/Cole]- admití mientras me colgaba la mochila y me ponía unos zapatos cómodos. No hablaba de mi padre y Dante lo sabía.

    – [Dante]Era lo mejor que teníamos.[/Dante] – aseguró. Asentí con la cabeza.

    – [Cole]Todavía sueño con ella: viene a verme, le enseño esto…[/Cole] – admití. Mi madre seguía siendo un ángel en mi vida, siempre me acompañaría y era por ella y por mi padrino por quienes había conseguido empezar a ser una persona diferente. – [Cole]Es como si siguiera viva.[/Cole] – le aseguré.

    – [Dante]Tienes suerte. Yo no sueño.[/Dante] – replicó con amargura. – [Dante]A veces tengo miedo de olvidarla. De no recordar su cara o su voz.[/Dante] – explicó. Sentí miedo por él, porque no hay nada más doloroso que eso. De las personas que se van siempre nos quedará el recuerdo, quitarnos eso es el mayor daño que se puede hacer.

    – [Cole]Siempre que la eches de menos, puedes venir y te cuento cosas de ella.[/Cole] – le dije, intentando apoyarle. Yo era unos años mayor así que tenía los recuerdos de ella más claros.

    Mi hermano asintió, silente. La oscuridad creció a su alrededor, devorando la luz y tragándolo casi completamente. Le di la mano y me adentré en ella junto a él.

  • CONOCERSE A UNO MISMO

    Cole Roman

    Yokosuka, Prefectura de Kanawa, Japón – Madrugada

    Coloqué las manos a ambos lados del cuello y sentí un ‘crack’ que me relajó el dolor. Miré el reloj y vi que ya pasaban un par de horas de la media noche, el padrino se retrasaba.

    Fue él quien me convenció de escribir en este nuevo diario como una especie de comienzo. A veces siento que he vivido casi toda mi vida en una carrera constante, siguiendo los impulsos que me instaba a tomar la vida sin pararme a vivirla. Por eso ahora que me había bajado de esa carrera me encontraba confuso en esta calma, como si mi cuerpo desease volver a correr.

    Vi en mi mente el nítido recuerdo de mi madre tirada en el suelo de la sala de estar, inerte. Ahí empezó todo, cuando murió ella, me quedé sin familia. Mi madre biológica había muerto en la ‘Guerra de Ripper‘. No voy a mentir diciendo que me dolió igual su muerte que la de mi madre adoptiva, porque de una apenas tenía recuerdos y la otra siempre me había cuidado igual que a su hijo biológico.

    Unos días después del funeral mi padre ya era incapaz de atarse a Moondale y la vida que mi madre había dispuesto para todos. No era un mal hombre tampoco, pero la que nos mantenía organizados era ella, la que nos escuchaba y nos entendía era ella. Mi padre sin embargo, se limitaba a escuchar sus consejos y llevarlos a cabo, porque sabía que ella era la que ponía la cabeza, así que cuando la perdió, supongo que no supo qué hacer con dos niños a su cargo.

    Su solución no fue muy elegante. Se obsesionó con encontrar al asesino y al ver que las pistas le sacaban de la ciudad, se fue. En parte huyendo también de las responsabilidades y del recuerdo de mi madre. Dante se quedó a cargo de los Echolls, igual que nuestros fondos. Mi madre se había encargado de dejar atado nuestro futuro en caso de que le faltase algo, así que siguió los consejos de Ed y creó un fondo para mi hermano y para mí.

    Yo, como soy tonto e impulsivo, en lugar de quedarme en un hogar estable como Dante, me fui con mi padre, a vivir la vida en la carretera, sin rumbo fijo, sin educación formal, aprendiendo antes a matar que a resolver problemas matemáticos.

    Al principio tuvo algo de emocionante incluso. Dom e Hiroshi nos acompañaron durante unas semanas, pero al final Dom no quiso seguir más tiempo separado de su familia y se marchó. Mi padrino iba a irse también, pero siguió con nosotros por mí, aunque discutía a menudo con mi padre, intentando que volviese. Lo sé porque alguna noche me quedé despierto y escuché a través de la puerta.

    Me enseñó algunas de sus artes de asesino, pero también aprendí gracias a él a escribir y descubrí mi gusto por la poesía. Era él quien se encargaba de que mi vida pareciera un poco más normal. Así que finalmente, después de años siguiendo el camino de mi padre, mi padrino y yo fuimos por nuestro propio rumbo. Sé que a mi padre no le pareció bien, pero tenía que mirar por mí mismo y matar al asesino de mi madre no me iba a hacer sentir mejor.

    Cruzamos el charco y nos quedamos unos meses en Nápoles antes de dar el salto a Cluj-Napoca, en el que pasamos casi medio año, hasta hace un par de semanas. Hiroshi necesitaba volver a Japón para ponerse en contacto con unos conocidos, así que decidí irme con él y nos asentamos en un pequeño apartamento de una ciudad portuaria. Él trabajaba de traductor en los muelles y por la noche se encargaba de librarse de las amenazas de la zona. Yo, por mi parte, había conseguido un trabajo no oficial como mercenario, tomando encargos para acabar con algunos yokai problemáticos.

    Cuando escuché pasos por las escaleras, aparté la vista de la consola portátil y vi entrar a Hiroshi.

    – [Cole]¿Qué tal la noche, padrino?[/Cole] – pregunté. Él siguió con calma su rutina, quitándose la cazadora y descalzándose antes de entrar a la cocina/comedor/salón.

    – [Hiroshi]Tranquila.[/Hiroshi] – comentó, dándome una palmada en el hombro de la que pasaba.

    – [Cole]Queda algo de curry.[/Cole] – respondí, señalando la nevera con la mano libre. El curry de Yokosuka se había convertido en una de mis comidas favoritas y además, lo encontrabas en casi cualquier parte. Era perfecto para dos solteros con poco tiempo libre y casi ninguna gana de cocinar.

    – [Hiroshi]Gracias. [/Hiroshi]- cogió el tupper con las sobras y sacó una Coca Cola con sabor a vainilla. Me había hecho adicto a probar cosas raras, así que tenía uno de los armarios de la cocina lleno de galletas de oreo con sabor a té verde, kit kats con sabor a tarta de queso, patatas con sabor a salmón crujiente y mochis. Luego estaba el armario del sake, una tradición que compartía con el padrino cuando volvíamos de caza. – [Hiroshi]¿Que tal tu dia?[/Hiroshi] – preguntó, sentándose a comer.

    – [Cole]Me han pagado por el trabajo con la Dodomeki.[/Cole] – expliqué. Las Dodomeki no siempre eran malas, pero lo que sí compartían era el hábito de robar dinero. Esta en concreto, se había fijado en la casa de un empresario local que empezó a estar bastante molesto. Cuando descubrió la fuente de sus problemas, la oni no se tomó muy bien su posible falta de ingresos, así que tuve que matarla. Recibí una buena cantidad de pasta y mantuve el código que me había transmitido Hiroshi de matar solo a los peligrosos. Más de una vez había tenido que rechazar trabajos con Kijimuna cuyas bromas no se habían tomado a bien y con otros yokai no malévolos.

    – [Hiroshi]Bien. [/Hiroshi]- sentenció, devorando el arroz y el curry con unos palillos que yo aún no había conseguido dominar. – [Hiroshi]¿Algún plan para mañana? Si estas libre he pensando en dar una vuelta, llevarte a algun lugar turístico.[/Hiroshi] – comentó. Desvié la mirada de la pantalla, estaría bien conocer algo. En las ciudades anteriores también habíamos aprovechado para hacer turismo.

    – [Cole]Nada. Por mí estupendo.[/Cole] – afirmé, emocionado. – [Cole]Tengo ganas de ver algo nuevo que no tenga que matar.[/Cole] – añadí. En parte tengo que admitir que no soy lo más maduro de este mundo, fruto de haber perdido parte de mi preadolescencia y adolescencia viajando y quitando vidas.

    – [Hiroshi]¿Que te parece Odaiba? Tienen un museo de ciencias, un parque de atracciones y aguas termales.[/Hiroshi]- sugirió.

    – [Cole]Pues me parece el mejor plan que he tenido desde hace años.[/Cole] – respondí. Mi ánimo había decaído mucho en los últimos tiempos con mi padre. Uno de mis secretos cada vez se hacía más patente y vivía confuso.

    Mi padrino se había converido en mi figura paterna, preocupándose más de lo que se había preocupado mi propio padre. Era la única persona que conocía mis dos oscuros secretos y mi debilidad.

    Uno de mis secretos era herencia directa de mi madre. Me dedicaba a cazar demonios, pero yo mismo era uno de ellos. No solía dejar salir demasiado esa parte, normalmente me mantenía solo en forma humana, porque aun así seguía siendo más fuerte, resistente y ágil que un humano normal, pero en ocasiones no me quedaba más remedio que pasar a mi forma de demonio, que tenía un aspecto que no apetecía mucho mirar. Parecía un cruce feo entre un humano y una serpiente, no puedo dar demasiados detalles porque no me paraba precisamente a mirarme en el espejo en esa forma, me avergonzaba. Por si fuera poco, mi sangre de demonio era venenosa y mis garras y colmillos paralizaban.

    Ese era el secreto feo, el más evidente, el secreto físico. De mi padre había heredado también un poder, en cierta medida, pero de ese era parte de mi debilidad. Veréis, mi padre controlaba la energía de una forma que metía miedo y yo había heredado la capacidad de ser una especie de batería humana. Me alimentaba del sol y eso mejoraba mis capacidades físicas, pero también funcionaba a la contra. Si me aislaban sin sol empezaba a debilitarme y a la larga, en teoría, según Christopher y Mara, podría morir.

    Hasta ahí con las herencias, pero después estaba mi secreto «mental», algo de lo que hasta hacía muy poco tiempo, me había avergonzado y había rechazado. Había más gente que conocía mi otro secreto y mi debilidad, pero este no, este solo lo conocía Hiroshi, porque lo compartía. Incluso ahora, escribiendo, me cuesta decirlo, me cuesta admitirlo, por miedo a que cualquiera llegue a leerlo. Pero ahí va, me atraen sexual y románticamente los hombres. No solo los hombres, pero también los hombres. En realidad, si lo pienso fríamente, podría estar en una relación con cualquier persona, independientemente de su género.

    Durante más de media vida rechacé ese secreto, me convencí de que algo iba mal en mí. Daba igual lo que dijeran las series y las películas y la creencia popular de que las nuevas generaciones eran más libres con su orientación sexual. En las ciudades, quizá, en otras familias, quizá, con los Echolls podría haber sido normal, pero con mi padre lo normal era babear por las muchachas y llevarse una a la cama en cada puerto. Yo también lo hice, sin sentirme culpable en ningún momento. Alguna vez también con hombres, a escondidas, mintiéndome a mí mismo, diciéndome que no era nada, que solo había sido algo del momento, que solo me gustaban las mujeres.

    Nunca se lo conté a nadie, ni a Dante. Pero creó que mi madre sí lo sabía. La gente a veces la tomaba por tonta, pero sabía mucho. No sé resumir el sufrimiento que supone odiarte por ser cómo eres. Pensaba que algo iba mal en mí, rechazaba esa parte pero a la vez no podía hacerlo del todo. Me convertí en un extraño para mí mismo. Empecé a disfrutar matando demonios, como si fuera un deporte, con tal de no pensar. Me volví una persona más dura, más cerrada, una máscara que me fue devorando poco a poco. Cualquiera que me viera asumiría que era un vándalo, un maleante, así que más o menos me convertí en lo que la gente esperaba de mí.

    – [Hiroshi]Odaiba entonces.[/Hiroshi]- respondió levantándose para alimentar a Shenron. El reptil iba con Hiroshi a todas partes. No conocía la esperanza de vida de esos bichos, pero algo me hacía pensar que tenía algo que ver con Simba, el perro de mi familia que era inmortal. – [Hiroshi]¿Has hablado con tu hermano ya? Decirle que estás bien…[/Hiroshi] – preguntó. Para alguien de apariencia tan solitaria como Hiroshi, era extraño pensar que la familia fuera tan importante o que pudiera ocultar tanta sensibilidad. Me lo había ido recordando desde hacía una temporada y al final me había animado a contactar.

    – [Cole]Le mandé un mensaje antes.[/Cole] – comenté. Después de la primera llamada habíamos seguido en contacto por InfiniText. – [Cole]Pero no hemos hablado de Logan. Ni de mi madre.[/Cole] – confesé. Omití que tampoco de mi secreto, Hiroshi y yo teníamos una relación paterno-filial basada en la sinceridad, pero no me apetecía decirle que incluso con su apoyo, seguía teniendo miedo a desvelar esa parte de mí mismo. Él no lo hacía y me parecía faltarle al respeto.

    – [Hiroshi]Dudo que quiera saber algo de eso. Lo importante es que sepa que estás bien.[/Hiroshi] – respondió él. En el tiempo que llevaba viviendo con Hiroshi, mi máscara de delincuente había empezado a copiar cosas de la tranquilidad y la serenidad que emanaba mi padrino. Si él no hubiera pugnado por cortar lazos con mi padre en aquél momento, probablemente yo habría terminado muy mal.

    – [Cole]Gracias por dejar que me quede contigo.[/Cole] – dije, sin mirarle directamente. – [Cole]No tengo a nadie más.[/Cole] – añadí. Dante seguía siendo mi hermano, pero la vida nos había llevado por caminos diferentes y yo era demasiada mala influencia como para meterme en su entorno por mucho que los Echolls fuesen a acogerme. Con mi padre ya sabía lo que había, matar, ligues esporádicos, beber y volver a la carretera.

    – [Hiroshi]Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, ya lo sabes. Pero no estás solo, tienes a Dante y tus amigos. Lo que me recuerda…-[/Hiroshi] empezó a explicar. Le observé sin corregirle con la problemática de depender de los demás cuando ni siquiera me conocían de verdad. Cogió su daga del cinto. Siempre me había llamado la atención esa extraña hoja. Sabía que no podía tocarla porque era peligrosa, un regalo de las Pruebas que habían tenido que pasar. Entonces tiró del cordel que tenía atado en la empuñadura, que sostenía su disco. El nudo se deshizo de una forma casi ceremonial. – [Hiroshi]Esto es tuyo ahora.[/Hiroshi] – dijo, tendiéndomelo.

    Me quedé observando el disco de color amarillo cobalto con detalles en un verde metálico claro. Sabía lo que contenía ese disco, todas sus vivencias en las Pruebas. Mi padre solía dejar el suyo por la casa hasta que mi madre le echó la bronca, no quería que viéramos la violencia de una manera tan directa, así que lo escondió y no lo volví a ver desde entonces. – [Cole]Es tu disco de Daë… ¿Estás seguro?[/Cole] – pregunté. Era un regalo muy cercano, muy valioso. Un regalo que no estaba seguro de merecer.

    – [Hiroshi]Si, ya no lo necesito. Quizá te venga bien para el futuro.-[/Hiroshi] sentenció, depositándolo en mi mano.

    – [Cole]Gracias.[/Cole] – respondí, colocándole una mano en el hombro. Después, cada uno fue a su habitación para intentar descansar, pero yo no fui capaz.

    Con el disco en mis manos, repasé sus vivencias, sentí en mi propia carne los sentimientos que Hiroshi no mostraba. Para entenderme a mi mismo y a mi secreto, tuve que ver a través de los ojos y del alma de otro.

    El miedo que tenía a mostrarme ante el mundo tal y como era palidecía con lo que ellos habían tenido que vivir. Cuando vi por tercera vez el sacrificio de Kaylee Echolls supe que no tenía sentido negar toda mi vida qué me gustaba. Ya había tenido experiencias con hombres y con mujeres y las había disfrutado ambas. No era una duda, no era algo que ni siquiera tuviese que dudar. Todavía me quedaba camino para aceptarme, pero era un comienzo.

  • MI PRIMERA AVENTURA

    Cole Roman | Casa de Ed y Lucy

     

     

    No entiendo porque tengo que escribir un diario, eso es cosa de chicas. Pero mamá dice que es divertido, que puedo apuntar mis maravillosas aventuras con mis amigos como hace ella, y que no solo las chicas escriben diarios, papá también tiene uno en el que apunta sus penas. Así que aquí estoy, tirado en el suelo, ocupando gran parte de la habitación por el tamaño del cuerpo de papá.

    No he vivido ninguna aventura, soy demasiado pequeño para eso, así que supongo que solo puedo decir que me encuentro en una etapa rara de mi vida. Papá siempre esta distante, todas las noches llega tarde a casa y le escucho discutir con mamá. Por cierto, mamá no es mi madre bilo… biolo… mierda no me sale la palabra, pero yo la quiero como si lo fuera. Apenas tengo recuerdos de mi madre “eso” y papá no habla de ella.

    Me canse de escuchar a Owen y Xander decir todo el rato que iban a hacer el fuerte más grande del mundo mundial así que me levante para salir de la habitación, era extraño ver a mi cuerpo allí echado en un lado durmiendo como si nada pasando del resto, me asuste un poco cuando aparecí rodeado de un montón de gente que tenía menos pronunciación que yo. Por suerte mamá llego rápido con los demás y el demonio verde cantarín fue muy simpático.

    Cerré la puerta con cuidado y puse rumbo a mi primera aventura. No sabía qué hacer así que espiar para escuchar secretos y apuntarlo en mi diario de secretos me pareció una buena idea. La casa de Ed y Lucy era enorme y al final del pasillo me encontré a Idris con la oreja pegada al cuarto de las chicas, mi aventura iba a ser corta.

    – [Idris]Sí que madrugas, tío.[/Idris] – Dijo casi en un susurro mientras me llamaba con la mano para que me acercara.

    – [Cole]Tío, son las doce de la noche.-[/Cole] Me asuste al no ver mi reloj de Iron Maiden, pero entonces recordé que el que llevaba era el de papá.

    – [Idris]Exacto.[/Idris] – Tenía que esforzarme en recordar que era Idris porque resultaba extraño ver a Mara mover las cejas así. – [Idris]¿Cómo te has escapado? Y más importante, ¿para qué?[/Idris] – Los adultos habían dicho que a las 10 todo el mundo encerrado en sus cuarto, eran un rollo, pero si a esa hora estaban aun las noticias en la tele.

    – [Cole] Están haciendo un fuerte con las sabanas, no ha sido muy difícil. Voy a por… un vaso de leche.-[/Cole] No se me daba bien mentir, pero es cierto que a lo mejor en algún momento de mi aventura habría bajado a la cocina por un vaso de leche, así que no era mentira del todo. – [Cole] Espera ¿Y tú qué haces aquí?[/Cole]

    Idris cerró tanto los ojos que parecía Hiroshi. Hiroshi por cierto es mi padrino y una de las pocas personas que parece aguantar mi padre. – [Idris]Espiar a las chicas.[/Idris] – Me dijo con una sonrisa amplia.

    – [Cole]Y… has visto algo. No es que yo…-[/Cole] Me rasque la cabeza nervioso. También quería saber si había escuchado decir a Amy algo de mí, pero no le pregunte.

    – [Idris]Tío, si hubiera visto algo, ¿estaría aquí hablando contigo?[/Idris] – Se empezó a reír pero sin hacer ningún sonido, solo moviendo la boca, era raro.

    – [Cole] Tio creo que viene alguien.-[/Cole] Se escuchaban unas pisadas subiendo las escaleras, como si de un enemigo se tratara corrimos para ocultarnos. Nos metimos en una especie de armario repleto de abrigos y de zapatos.

    – [Idris]Mierda, tío, no pegues mucho a tu padre a mi madre.[/Idris] – Idris movió un poco de ropa de un lado a otro para que nos separa.

    – [Cole]No es culpa mía de que tenga tanto cuerpo.-[/Cole] Mi padre era muy alto y tenía que estar un poco agachado para no golpearme en el techo, así que mis piernas se rozaban con las de la madre de Idris. Encima el suelo estaba lleno de zapatos y cajas con cosas dentro. Dejamos la puerta un poco abierta para ver de quien huíamos. Por delante paso una sombra y tras mirarnos decidimos abrir un poco más la puerta para asomarnos.

    – [Idris]Vale, esto mejora.[/Idris] – Era Lucy. Llevaba unos pantalones cortos y una camiseta con la cara de una vaca con corazones por ojos.

    – [Cole]Tío, Ed tiene suerte.-[/Cole] Se sujeto la toalla de la cabeza con una mano, mientras que en la otra llevaba una taza con mucha espuma y canela.

    – [Idris]Si me quedo en el cuerpo de mi madre igual puedo probar suerte.[/Idris] – A pesar de lo que dijera todo el mundo las chicas podían salir juntas y los chicos también. Y es aquí donde vuelvo a repetir que me encuentro en un momento raro porque no sé si me gustan las chicas o los chicos.

    – [Cole]Seguro que yo tengo más suerte con el de mi padre.-[/Cole] Podía ser apuesto como Fred de Scooby Doo.

    – [Idris]Qué va hombre, tu padre no cae bien.[/Idris] – Esto me molesto mucho, porque en verdad era a ellos a quienes no les caía bien mi padre.

    – [Cole]Ah sí, pues tu madre es… tonta.-[/Cole] En realidad no lo era siendo doctora, pero no sabía que decirle. Le empuje un poco para que se apartara y la puerta del armario se cerró.

    – [Idris]Me parece que nos vamos a quedar aquí.[/Idris] – Le escuche reírse muy fuerte pero no podía verle, estábamos a oscuras. Idris a veces me molestaba de verdad porque no sabía si se reía de mi.  – [Idris]Venga, no te lo tomes en serio, perdóname.[/Idris]

    – [Cole]Vale…-[/Cole] Nos quedamos un rato en silencio sin movernos, tenía los brazos cruzados porque no quería tocar nada por si era él. -[Cole]¿No puedes hacer nada para abrir la puerta?[/Cole]

    – [Idris]Eso es racista tío.[/Idris] – No dijo nada más y pensé que se había molestado, pero le escuche reírse otra vez a carcajadas.  – [Idris]En mi cuerpo si, en el de mi madre ni de coña.-[/Idris] Se volvieron a escuchar pisadas, me pegue tanto a la pared que quería desaparecer. La puerta se abrió de golpe y entro la luz cegadora de la habitación.

    – [Lucy]¿Qué, intentando verme las tetillas?[/Lucy]- Lucy puso los brazo en jarras y después de decir eso no podía apartar la vista de los corazones de la vaca. – [Lucy]Cari, mira a ver si te acuerdas del hechizo ese que hacía que se te cayera la pilila a trocitos y se lo aplicas a estos dos cochinos que espían a las mujeres[/Lucy].- Grito tan fuerte que el corazón se me iba a salir por la boca esperando que mamá no lo hubiese escuchado.

    – [Idris]Eh, no, no. Ya nos vamos.[/Idris] – Idris me dio con su codo justo en el mío y me dolió más que cuando Noah me dio el calambrazo sin querer.

    – [Cole]Buenas…. buenas noches.-[/Cole] La rodeamos por los lados, ella no aparto la vista hasta que nos vio salir corriendo. Vimos salir a Ed del dormitorio y aceleramos el paso hasta nuestro cuarto.

    – [Owen]¡Alto!. ¿Quién va?.-[/Owen] Nos soltó Owen tras entrar corriendo y cerrar la puerta. Llevaba un sable laser en la mano y una máscara de Darth Vader. A su lado Xander llevaba dos espadas de cartón y una caja a modo de casco. – [Owen]No contestan Ser Steve Rogers. A por ellos.-[/Owen] Saltaron la montaña de cojines y empezaron a darnos con las espadas en las piernas. Mi primera aventura en solitario había sido un asco.