Moondale

Categoría: Diario de Kaylee MacLeod

  • NI SIQUIERA LEO

    Kaylee – Nave

    Noche

     

    Me lo estaba pasando muy bien. No recordaba la última noche así. Quizás es que no había otra. Desventajas de ser una imbécil durante mi adolescencia.

    Aunque todo el mundo sabía que era yo la que controlaba la botella, tampoco era plan de ser injusta, así que dejé que se posara en Sophie. De un tiempo a esta parte, nuestra amistad había crecido. Al principio, solo era la hija simpática de una amiga de mi madre, pero con su infinita paciencia me ayudó a superar mis miedos con la magia, aunque no fue un camino de rosas ni algo rápido. No me malinterpretéis, cuando digo magia, hablo de la de verdad, de conjuros, pociones y hechizos. Entre nosotras no había nada sexual. Sophie era muy guapa y yo tampoco soy un orco de las mazmorras, pero no todo el mundo sueña con enrollarse con su mejor amiga. No todas somos Elle y Jane. (más…)

  • ALGUIEN QUE NO ERA

    Kaylee – Casa de los Echolls

    Mañana

    Sentía como si mi cerebro, que tantas alegrías me había dado en el terreno académico durante el colegio y el instituto, me hubiera abandonado. Vamos, que los apuntes de Genética no me iban a entrar en la cabeza salvo que me la abriera en canal y los hiciera una bola. Desde que había entrado en la Universidad, no daba pie con bola. A lo mejor me había creído que era una Noah Arkkan de la vida y lo de intentar terminar la carrera en dos años era venirse MUY arriba, pero claro, la Orientadora del Heidi Lamarr me había dicho algo parecido a: «por supuesto Kaylee, eres la Einstein pelirroja, ¿qué puede salir mal?». Os lo digo en un resumen breve: TODO. Y no os creáis que esto se debía a mi vida de fiestas y desenfreno, porque desde que me había vuelto buena no me llamaban ni las pulgas. Salvo Owen, que me había perdonado hasta que echase a correr del hotel en el que nos lo íbamos a montar después del baile de graduación (mi vida era como un cliché de película adolescente en la que todo sale al revés del guion).

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  • UN LOBO DISFRAZADO DE SERPIENTE

    Kaylee | Casa de la madrina

    Estaban todos como locos con lo del diario cuando escribir era lo más normal del mundo. Al menos para mí, que estaba acostumbrada a ir siempre con un cuaderno (sin espiral, para no clavármela en la mano) y un bolígrafo a todas partes, porque papá decía que había demasiadas ideas por el mundo como para dejarlas escapar. Supongo que era una metáfora. Me gustaba hablar con papá porque no me trataba como si tuviera el cerebro del tamaño de un cacahuete por ser pequeña.

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