Moondale

Categoría: Diario de Lekwaa

  • BAJO EL CONTROL DE LOS ESPÍRITUS

    LEKWAA

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    – [Caitriona]Hola Lewkwaa, soy Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona] – la voz cálida de aquella mujer me sacó a rastras del mundo espiritual, donde, comulgando con las almas de mis ancestros, había podido enterarme mejor de donde me encontraba.

    Permanecí conectado a ellos y mis ojos, mejorados para ver el reino de los espiritus, vislumbró su alma y la amenaza oscura que danzaba entorno a ella, como si todo fuera un juego, teñida del color granate del ansia apaciguada de su sed, que ya había debido empezar a saciar, sin duda con el resto de mis nuevos compañeros, que según había averiguado, estaban en otros planos de aquel bosque místico. – [Lekwaa]Has sufrido mucho. [/Lekwaa]- dije viendo su atormentada aura. Aquella mujer no era una humana, si no una faerie y su conexión natural con la tierra y las criaturas que la rodeaban estaba rodeada de frías cadenas de ardiente poder que manaba de aquel otro ser, uno tan grande que no alcanzaba a divisar los límites de su aura. Una deidad oscura, Yehl lo llamaron mis ancestros. – [Caitriona]Todo el mundo sufre.[/Caitriona]- dijo ella restándole importancia mientras materializaba una silla.

    – [Lekwaa]El sufrimiento no conduce a todo el mundo a servir a un ser que se alimenta de la duda, el dolor, la pena y los remordimientos[/Lekwaa] – pese a que no debía hacerlo, tenía miedo a esa deidad que se arraigaba en el poder de las mujeres y se alimentaba de la pérdida de otros, pero debía hacerle frente.

    – [Caitriona]¿Quieres escuchar lo que quiero ofrecerte o prefieres que me vaya? [/Caitriona]- preguntó ella.

    – [Lekwaa]Te escuchamos.[/Lekwaa] – di je tras discutirlo con el resto. Solo por escuchar no perdía nada y tenía que tener fe en mi voluntad ante la tentación que pudiera surgir.

    – [Caitriona]Puedo conseguir que te libres de las voces que escuchas en tu cabeza.[/Caitriona] – ofreció.

    – [Lekwaa]¿Los espíritus de la tribu de mi madre?[/Lekwaa] – pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

    Ella asintió.- [Caitriona]Puedes volver a ser Hotah a cambio de darme a Lekwaa.[/Caitriona] – era incómodo que supiera tanto de mí, pero supuse que eso equilibraba a la visión que me daba ser Lekwaa, el ‘espíritu guerrero’.

    – [Lekwaa]Hotah vivía en un mundo que ya no existe[/Lekwaa] – razoné. Todo fue devorado por la corrupción, mi círculo de amistades se había desvanecido ya antes de convertirme en Lekwaa.

    – [Caitriona]Podrías vivir en el mundo en el que quisieras, porque Hotah no tiene ese lastre en su cabeza.[/Caitriona]  – trataba de tentarme. Era cierto que yo nunca había querido esa vida, había dejado la tribu e incluso el nombre de Hotah atrás y vivía bien, con comodidades, con fiestas y parejas sin que nada en mi cabeza lo sometiera a juicio.

    En el instante en el que empecé a pensarlo, los espíritus comenzaron a hablarme, pero esta vez, por su propio miedo a dejar de interactuar con el mundo y volver al frío hogar de los muertos, se pisaban y hablaban sin esperarse, tratando de convencerme con sus palabras. La única que no hablaba era mi madre, aunque sentía su juicio sobre el de los demás.

    – [Lekwaa]Callad, dejadme tranquilo. [/Lekwaa]- les pedí. Las voces cesaron, esperando, con miedo a provocar mi reacción. Caitriona tampoco habló, esperaba, paciente, que todo se resolviera.  – [Lekwaa]Se que me arrepentiré, esta situación no es nada agradable y más de una vez desearé haber aceptado, pero no puedo hacerlo. Tengo un deber.[/Lekwaa] – expliqué, pese a que no era del todo cierto.

    – [Caitriona]¿Entonces rechazas el trato?[/Caitriona] – preguntó.

    – [Lekwaa]Si, tengo que hacerlo.[/Lekwaa] – el «deber», una curiosa palabra que me ataba por razones distintas a las que estaba diciendo. Sí, «tenía» una misión para mi pueblo y para el mundo, pero en este caso el deber al que aludía era con mi propia madre y mis ancestros. Si entregaba a Lekwaa les estaría diciendo adiós sin permitirles siquiera cumplir su misión con los demás.

    Caitriona asintió y su silla desapareció mientras ella se levantaba.- [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona] – se despidió.

    – [Lekwaa]Espero que sí y que tú si puedas librarte de las voces de los muertos.[/Lekwaa] – repliqué con mis mejores deseos. Al igual que mis antepasados me daban fuerza para seguir mi camino, los muertos de la vida de Caitriona le había hecho cambiar el suyo.

  • LA SONRISA DEL LADRÓN DE CUERPOS

    HOTAH TEIKWEIDÍ ‘LEKWAA’

    LA KVASIR – MEDIODÍA

    Miré mis manos una vez más. Yo mismo en un cuerpo extraño. Y sin embargo, seguía sin estar solo. Los espíritus que me acompañaban y me convertían en ‘Lekwaa’ parecían estar unidos a mi espíritu y habían saltado conmigo a ese nuevo cuerpo. Discutían entre sí, preocupados por aquella aberración de magia, pero estaba demasiado ocupado pensando como para escucharles. No dejaba de dar vueltas a la idea de que igual que me habían seguido a este cuerpo, podrían estar conmigo mientras fuese consciente, quizá también en la otra vida si es que había algo. Sin un momento de soledad, sin un segundo de paz.

    Fijé la vista en el chico nuevo, el que ahora ocupaba mi cuerpo. No le conocía de nada, pero para ser sinceros tampoco conocía en exceso a ningún otro como para haberme sentido más cómodo con el cambio. Quizá hubiera sido mejor incluso así.

    – [Lekwaa]¿Cómo lo llevas?[/Lekwaa] – le pregunté. Estaba perdido en sus propios pensamientos, supongo que todos lo estábamos teniendo en cuenta las circunstancias.

    – [Jack]Es extraño. No sabría describirlo. ¿Y tú?[/Jack] – respondió él. Desde el principio me había parecido un muchacho simpático y agradable. En otro tiempo quizá habría comprobado su espíritu antes para saberlo a ciencia cierta, pero me parecía una falta de confianza respecto a Vera y los demás que habían estado en su mundo. Ellos habían decidido que era de fiar así que yo no podía ponerlo en duda. Y de todas formas, no habría dado tiempo a hacerlo antes del cambio.

    – [Lekwaa]Más o menos lo mismo. Y lo de estar encerrados no ayuda.[/Lekwaa] – en mí habían cambiado muchas cosas respecto a mi yo pasado. Una de ellas era que desde mi tiempo con la tribu, necesitaba pasar ratos al aire libre. Tranquilizaban mi alma.

    – [Jack]Podemos salir si quieres.[/Jack] – sugirió él.

    Negué con la cabeza. – [Lekwaa]Nos han pedido que nos quedemos por parejas mientras dure esto, y creo que tienen razón.[/Lekwaa] – expliqué. Éramos muchos en aquella nave y había que entender que para ellos algunos éramos desconocidos unos cuantos. Con el caos habría muchas cosas que podrían salir mal, secretos que nadie quería que se supiesen, cambios negativos en las relaciones…

    – [Jack]Ya, pero si esto dura mucho va a ser horrible seguir aquí dentro sin nadie más con quien hablar.[/Jack] – razonó él. No le faltaba razón. – [Jack]¿No echas a nadie en falta?[/Jack] – preguntó al poco, antes de que me diese tiempo a responder. Al final resultó que no era tan tímido como parecía.

    Sentí un eco rondar mi cabeza y decidí ignorarlo, los espíritus llevaban alterados desde Terra, primero por la magia oscura de un bando, luego por las armas que sesgaban un sin fin de vidas en el otro y ahora por este cambio.

    Decidí pensar en la pregunta de James. – [Lekwaa]La verdad es que apenas conozco a nadie. Solo en las misiones y no demasiado.[/Lekwaa] – resumí. Henry era un buen tipo, me caía bastante bien, pero apenas habíamos hablado. Con Ezra había coincidido muy poco, mucho menos con Robin. Julia era simpática pero me provocaba un poco de miedo, especialmente cuando me miraba como si fuese comestible. Owen había estado ocupado casi todo el tiempo que estuvimos en la nave la última vez. Así que supongo que se podía decir que mi mejor amiga era Vera.

    – [Jack]¿No tienes más relación con nadie?[/Jack] – insistió, no me lo tomé a mal, tendría curiosidad, en especial siendo él uno de los más nuevos. Pensé en la fiesta, con el único con el que me había parado a hablar un poco más había sido con Niall. Me había llamado la atención al momento, pero estaba demasiado aturdido tratando de controlar la opinión de los espíritus. Volví a sentirlo, un eco, como si estuvieran llamando a la puerta de mi cabeza. Lo rechacé, pensar en Niall me había traído malos recuerdos de ellos.

    – [Lekwaa]No mucha. Quizá iría a intentar hablar con Niall, pero suele estar siempre con más gente y es difícil.[/Lekwaa] – confesé, evitando decirle que me acompaban los espíritus de los grandes líderes de mi pueblo y no estaban de acuerdo en aceptar mi orientación.

    James asintió, pensé que quizá estaría pensando en alguien. – [Jack]Puedo acompañarte y entretener a la persona con la que ha cambiado.[/Jack] – sugirió sin mirarme. Le observé y el me miró y me dedicó una sonrisa.

    Pensé en su propuesta, no era descabellado tampoco, seríamos cuatro y sería fácil identificar quien era quien. Además tampoco podría pasar nada grave. – [Lekwaa]Supongo que es mejor que quedarse aquí no sabemos cuanto.[/Lekwaa] – admití, aliviado. – [Lekwaa]Se ha cambiado con Henry creo, que es buen tipo.[/Lekwaa] – me escuché decir con aquella voz que no reconocía. Era desagradable que mi rostro y mi voz estuvieran delante de mí.

    – [Jack]¡Estupendo![/Jack] – sonrió, levantándose. – [Jack]Así puedo aprovechar para conocer mejor a todos.[/Jack] – así que eso era lo que le pasaba, no quería ser un desconocido. Lo entendía bien, pero yo era más solitario, podía acostumbrarme a serlo porque de todas formas, no solía estar solo nunca.

    Asentí y resistí un impulso de mirarme en un espejo antes de ir a ver a Niall. No habría servido de mucho y casi que prefería que no le gustase demasiado esa cara. – [Lekwaa]Son buena gente por lo que he podido ver. Son muy diferentes, pero buenas personas.[/Lekwaa] – dije acercándome a la puerta.

    Escuché cómo cogía algo y lo siguiente que noté fue un golpe punzante en la nuca. Fue tan fuerte que caí al suelo. Los parpados me pesaban y el dolor empezó a ser lo único que percibía. Notaba un zumbido, un eco en mi cabeza, esperando que fueran los espíritus, les dejé entrar.

    – [b]¡Traidor! ¡Ladrón de cuerpos![/b] – dijo la voz de un viejo líder del clan Wooshkeetaan. En mi mano, la de mi cuerpo real, estaba mi arco, partido ahora en dos después del golpe que me había propinado con él y que para el cuerpo del chico pelirrojo había sido demasiado.

    – [b][i]Otro ha tomado el lugar de ese pobre muchacho. [/i][/b] – dijo la voz de mi madre. Dejé que los espíritus concedieran más visión a los ojos de aquél chico cuyo cuerpo había ocupado y del que ahora no sabía que habría sido.

    Su cuerpo estaba ocupado en ese momento palpando en una de las paredes hasta dar con un mecanismo que hizo que esta se deslizara mostrando un compartimento oculto. Parecía conocer la nave mejor que nosotros. Vi su aura, intensa, con una forma extraña, como un ardor que se extendía hacia el exterior con un núcleo más oscuro. No era del todo malvado, pero tampoco inocente.

    – [Jack]Ningún villano se ve a sí mismo como uno.[/Jack] – dijo arrodilándose sobre mí. La musculatura de mi cuerpo evitó que pudiera librarme. Aquél chico no era especialmente fuerte.

    Mis ojos se inundaron de pánico cuando vi que en su mano derecha empuñaba una jeringuilla que pinchó en mi cuello. Empecé a ver borroso y la consciencia se me escapó de entre las manos. Esperé que aquél líquido solo me durmiera y no fuera mortal, confié en que de querer matarme, lo habría hecho de otra forma, pero no podía estar seguro. Me despedí del mundo con el corazón encogido, dejando todo en manos del resto. Pero nadie me conocía tanto, el impostor podría hacerse pasar por mí incluso si deshacían el cambio.

    Lo último que vi fue la sonrisa de aquél ladrón de cuerpos, que de pronto, ya no parecía tan amable.

  • LA TIERRA CORRUPTA

    HOTAH ‘LEKWAA’ TEIKWEIDI

    MAÑANA – TERRA, NACIÓN ARMILO

    Los párpados me pesaban como si unos dedos invisibles me obligasen a mantenerlos cerrados. Entré y salí del sueño varias veces, escuchando la voz de Henry y de Julia pero sin recordar nada de lo que decían.

    Al final conseguí abrirlos y mantenerme despierto. Parecía que mi cuerpo se había recuperado del trauma físico y espiritual, pero mi mente todavía se estaba adaptando en aquellos momentos. Me sentí desorientado y perdido. Inicialmente busqué algún punto en la orografía del terreno de los que conocía en Kouras y eso agravó la desorientación, pero al cabo de unos minutos me di cuenta de dónde estaba y de la misión que nos había llevado allí.

    Tan desorientado me había levantado que hasta ese preciso momento no me había dado cuenta de que mi cuerpo se movía, apoyado en un Henry Crowe apenas capaz de sostenerse ya a sí mismo.

    – [Lekwaa]¿Q-Qué ha pasado[/Lekwaa] – pregunté. Vi los grandes ojos de Julia centrarse en mí. En aquél momento no bromeó, debía estar cansada como para ocultar su preocupación.

    – [Henry]Una bomba casi cae encima de nosotros.-[/Henry] explicó. Su voz salía por mera fuerza de voluntad, pero se le notaba ya no cansado, si no exausto. Después del primer teletransporte fuera de la sala de los espíritus, ya se le veía afectado por cargar con todos y justo en ese momento había tenido que volver a hacerlo de emergencia. Y a eso había que sumarle que hubiese cargado conmigo quién sabe cuanto camino. Busqué a Ezra con la mirada, extrañado de que el líder del equipo no hubiera sido el que me hubiera llevado.

    – [Lekwaa]¿Dónde está Ezra?[/Lekwaa]

    – [Henry]No lo sé…-[/Henry]

    Miré a Julia, que seguía en silencio. Empezaba a temerme lo peor. – [Henry]La onda expansiva nos golpeo y Ezra se soltó. Pudo quedarse atrás… o caído en alguna parte de esta zona.[/Henry] – aclaró. No sonaba muy convencido, estaba preocupado y se dejaba ver.

    – [Lekwaa]Deja que intente caminar yo. Ya he sido bastante lastre y ahora es Ezra el que está en peligro.[/Lekwaa] – desde que había puesto un pie en ese mundo no había hecho más que ser un problema. Aquella fuerza espiritual trastocó por completo todo en lo que me había convertido. Cada espíritu dentro de mí quería seguir la espiral hacia la que conducían a los muertos, con sus almas usadas como armas.

    – [Julia]Yo creo que la coja y el inconsciente estábamos mejor en un sitio seguro en el que no fuéramos un incordio[/Julia]. – sentenció finalmente Julia. La forma de dirigirse a sí misma dejaba claro que se sentía como yo.

    – [Lekwaa]Tienes razón. No debí venir con vosotros, pero no esperaba…eso.[/Lekwaa] – expliqué. Mi experiencia con el mundo espiritual no era muy extensa. Conocía las costumbres de mi pueblo porque me había criado con ellos y mi madre era la que era, pero mi vida me había llevado por un camino distinto. Si me hubiese convertido en alguien con poder para hacer reformas, habría sabido de inmediato cómo aplicarlo. Pero esto…no.

    – [Henry]Ahora mismo estamos en una zona sin gente y espiritus, estamos a salvo.-[/Henry] Henry trataba de tranquilizarnos. Quedaba claro que sin Ezra por allí, él era el siguiente en la lista para liderar, al fin y al cabo ni Julia ni yo éramos del grupo original ni teníamos dotes de liderazgo. Miré a nuestro alrededor, parecía un páramo de tierra seca y montañas en la gran distancia. Había restos de hierba en algunos puntos, pero era como si algo se la hubiera llevado.

    Me agaché y toqué la tierra, estaba perturbada, dañada. Algo había alterado su orden natural. Julia se detuvo también, pero se sentó en un montículo de tierra con mal aspecto.

    – [Julia]Yo no he venido aquí a ver cómo se muere mi Culito Prieto[/Julia].- se quejó. Parecía desanimada y por primera vez pensé que podía hacer algo por ayudarla.

    Mientras Henry se sentaba cerca de ella, pensando qué decirle, yo me senté al otro extremo y cerré los ojos. Llegué a una zona con montañas cubiertas de nieve, con tiendas desperdigadas por la pradera virgen enmarcada en la Bahía de los Glaciares. Todo mi clan y mis antepasados salieron de sus cabañas, rodeándome. Sus miradas estaban fijas en mí, juzgándome. Me miré, ya no era Lekwaa, ni siquiera Hotah, era Hunter Travis, una deshonra. Pero aun así, tenía una pregunta para ellos.

    – [Lekwaa]Necesito saber si Ezra está vivo.[/Lekwaa] – pregunté. No necesitaba darles más detalles, sus espíritus convivían con el mío, así que conocían a Ezra, conocían mi misión.

    Sus miradas me valoraban, atravesaban mi alma a la que ya conocían bien. Pero no cedí, no podía hacerlo. Estaba a punto de volver a preguntarlo cuando una mujer de mediana edad salió de entre el grupo y se acercó a mí. Su mano, cálida tal y como había sido en vida, se apoyó en mi rostro. Mi madre siempre había tenido fé en mí.

    – [b]Tu amigo está en el mundo de los vivos.[/b] – susurró, antes depositarme un beso en la mejilla.

    Al abrir los ojos ninguno estaba ya allí, en aquél páramo desolado.

    – [Lekwaa]No sé cómo es de fiable, pero si Ezra sigue en esta esfera…no creo que esté muerto.[/Lekwaa] – les dije, entrelazando los dedos de las manos como solía hacer de pequeño.

    – [Henry]¿Como lo sabes?-[/Henry] preguntó Henry.

    – [Julia]¿Crees que puede estar vivo? Nuestro amor es tan grande que lo sobrevive todo[/Julia].- añadió Julia, visiblemente más animada.

    – [Lekwaa]Os lo enseñaré.[/Lekwaa] – dije después de pensarlo unos minutos. Poco sentido tenía ya guardar demasiados secretos sobre mi pasado. Si yo tenía que confiar en ellos, que no me habían ocultado nada y me habían acogido sin desconfiar en su refugio, para poder luchar codo con codo, ellos tenían que tener también una idea de cuáles eran mis capacidades.

    Me coloqué delante de ellos y dejé manifestarse a través de mí los espíritus de la tribu. Para ellos debió ser un espectáculo ver aquellos espiritus sobreponerse a mí. Decenas. – [Lekwaa]Los espíritus de todo mi pueblo están conmigo y eso me conecta con el más allá de alguna forma que desconozco.[/Lekwaa] – expliqué. Los espíritus sí lo sabían, yo no. – [Lekwaa]En aquél lugar había tantos espíritus que perdí el control[/Lekwaa]

    – [Henry]¿Y no sientes el espiritu de Ezra?[/Henry]

    – [Julia]Entre tanta gente como para encontrar algo[/Julia].- murmuró Julia.

    Negué con la cabeza. – [Lekwaa]Lo conozco, así que debería ser más fácil. Y no encuentro nada.[/Lekwaa] – aseguré. Confiaba en las capacidades de los espíritus para saberlo.

    – [Julia]¿Entonces dejamos a Culo Prieto por ahí y seguimos con la misión?[/Julia]- preguntó Julia. Miré a Henry. Yo no sabía cómo seguir, qué hacer.

    – [Henry]Ezra ha pasado por mucho y sabe cuidar de si mismo.-[/Henry] explicó. En mi tiempo en la nave había visto que era un tipo reservado. Tenía relación familiar con algunos de los demás, pero sin embargo estaba distante, incluso con su propia hermana. Seguramente ahí había más de lo que sabía. – [Henry]Él nos encontrara a nosostros, mientras tanto continuaremos con la mision.[/Henry]

    Asentí y nos levantamos para seguir caminando. Tras casi una hora, vimos humo en la distancia. – [Lekwaa]Hay muerte más adelante.[/Lekwaa]

    Apuramos el paso, esta vez preparados. Para encajar con esta gente, no me había traído mi arco y estaba empezando a echarlo en falta. La nave tenía mecanismos para imprimir toda clase de ropa y artículos de primera necesidad, pero en aquél momento un arma también lo habría sido, y de eso no había impresora. Henry iba desarmado, Julia también y yo solo llevaba un viejo cuchillo oculto en una bota.

    Tras otro buen rato caminando nos encontramos con cuerpos en el suelo. Tenían agujeros de disparos en la ropa y sus rostros estaban sucios por la tierra. Cerré los ojos a los que pude y me fijé en que todos sus uniformes llevaban el mismo distintivo, que no era el del «bando de los espíritus». No se veía ningún cuerpo de con quien estuviesen luchando. Quizá aquello era obra de los fantasmas.

    Allí, agachado sobre uno de los cuerpos fue cuando empecé a ver las líneas irregulares en el terreno. Eran trincheras, pero para entonces fue tarde. Un grupo de soldados vestidos con los mismos uniformes que los que yacían en el suelo nos rodearon, apuntándonos con armas de fuego.

    – [b]Identificaos de inmediato o abriremos fuego.[/b] – dijo uno de ellos. Por los distintivos, diferentes a los de mi Tierra, pensé que sería el de mayor rango. Rondaba los cuarenta años y tenía el pelo color arena salpicado de canas. La mano con la que sujetaba el arma no temblaba. Me fijé en ésta, parecía un arma común de las que se veían en ‘Comando’, pero era como más avanzada. Apenas se percibían diferencias en el metal que la componía y a juzgar por como la sujetaba, era más ligera de lo que hacía ver. No deseé comprobar cómo disparaba.

    – [Henry]Tifa, Lekwaa y Tesla.-[/Henry] nos presentó Henry. Estaba acostumbrado a mi nuevo nombre, pero sus apodos me resultaban extraños aún. No sabía qué significaba Tifa y me imaginé que Tesla sería por el inventor. – [Henry]No estamos armados ni venimos a atacaros.-[/Henry] trató de mantener la calma, pero se acercó más a nosotros en caso de que tuviera que hacer un salto de emergencia.

    – [Julia]Así, bien pegaditos…[/Julia]- susurró Julia.

    – [b]¿Sois pentrales?[/b] – preguntó sin dejar de apuntar con el arma. Julia estuvo a punto de decir algo, pero imaginándome el juego de palabras le hice un gesto para que lo evitara. Entonces un soldado se acercó a nosotros y nos pasó una especie de escáner de mano por delante.

    – [b][i]Señor, no son armilanos.[/i][/b] – respondió después de comprobar los resultados. Las armas amartillaron de una forma mecánica, automática. Me imaginé que ellos serían esos armilanos.

    – [Lekwaa]No somos enemigos.[/Lekwaa] – respondí al ver que se acercaban.

    Entonces se detuvieron. Tardé unos segundos en darme cuenta de que estaban escuchando algo. Agudicé el oído y capté una especie de silbido inhumano, pero no supe lo que era hasta que los espíritus empezaron a chillar dentro de mí y me tuve que llevar una mano al rostro, sumido en un dolor profundo, inmaterial, «dolor de alma».

    – [b][i]¡Ataque pentral![/i][/b] – gritó un soldado.

    Unas manos firmes tiraron de mí y nos arrastraron a los tres mientras un torbellino de espíritus se chocaba contra la tierra que teníamos delante. Durante unos segundos hubo silencio, después los cuerpos de los soldados caídos se empezaron a levantar y buscaron armas para atacar.

    Las armas de fuego dispararon a una velocidad endiablada, atravesando los cuerpos de los muertos que avanzaban sin cesar hasta que un aluvión de balas les ponía de nuevo en la tierra.

    Eran muchos y aunque los soldados disparaban sin pausa, los cuerpos poseídos aguantaban mucho. Demasiado. Aquello era totalmente perverso. Mi unión con los espíritus de mi pueblo había sido aceptada. Sí, no sabía aquél entonces que no sería solo a mi madre a la que daría cobijo, pero aun así, lo acepté. En aquél caso, aquellos espíritus de los muertos que nosotros mismos habíamos visto suicidarse para convertirse en kamikazes, estaban tomando el control de los muertos, mancillando su recuerdo y lo que habían dejado atrás.

    Julia se agachó aprovechando que los soldados estaban defendiéndose y rebuscó al lado de un soldado que acababa de morir de un disparo de un reanimado. Se cubrió en la trinchera y empezó a disparar a los muertos. Parecía que no hacía nada, pero al final uno de ellos cayó. Así que siguió disparando.

    Henry la imitó, cogió un arma de al lado y empezó a disparar. Debió sorprenderle el uso de aquél arma porque al principio sus tiros daban al aire, hasta que alguno alcanzó a los cuerpos.

     

    Al final se hizo el silencio. El último de los reanimados cayó y los espíritus abandonaron la tierra, exhaustos, desintegrándose finalmente en el éter o quizá al néter, después de cómo había sido su muerte.

    – [Lekwaa]¿Qué ha sido eso?[/Lekwaa] – pregunté. El líder estaba ocupado ordenando quemar los cuerpos de los otros soldados junto con los que acababan de morir en aquél momento.

    – [b][i]Soldados reanimados por los pentrales. ¿De dónde venís?[/i][/b] – respondió un soldado joven, incrédulo. Por mucho que nuestras ropas intentasen encajar, estaba claro que no sabíamos nada de aquellos mundos.

    – [b]Lleváoslos de aquí.[/b] – replicó el hombre al mando. Hizo una señal y varios soldados nos aferraron con fuerza y nos llevaron andando hasta un aparato con un aspecto a medio camino entre un coche y un avión. Henry lo llamó aerodeslizador. Una vez nos subieron, aquél aparato se elevó del suelo y surcó el páramo a gran velocidad.

    Esposado, sin poder hablar con los demás, miré por la ventana cómo quedaban atrás las trincheras y en el horizonte nos acercábamos a una gran urbe. Parecía la ciudad de Nueva York de mi tiempo, antes del desastre, pero muchísimo mayor. La rodeaba un muro altísimo que se perdía en la distancia.

    Ezra podía estar en cualquier parte y ahora nosotros, sin nada que nos vinculase a ese mundo, estábamos en manos de uno de los bandos de esa temible guerra.

  • UNA EXTRAÑA BANDA

    HOTAH TEIKWEIDÍ ‘LEKWAA’

    LUNA VILTIS, LA KVASIR – NOCHE

    Poco podía imaginar que mi vida daría un giro tan abismal en unos años. Tenía todo lo que quería, un buen trabajo que disfrutaba, un día a día sin ataduras y a mi familia no demasiado cerca para criticar mi modo de vivir.

    Después todo eso se había ido por la borda cuando comenzó «La Putrefacción«. Las noticias empezaron a estar ocupadas por aún más catástrofes y llegó todo a un punto tan extremo que en cualquier canal podías consultar el número de personas que quedaban vivas en el mundo. Ese camino me llevó de nuevo hasta mi familia, solo para encontrar que iba a convertirme en el avatar de mi pueblo, cuyas costumbres siempre había rechazado.

    Apenas pude utilizar aquellos nuevos dones en mi mundo, porque me vi arrastrado a este sistema planetario remoto, en un tiempo que desconocía. Cómo podía llevar todo aquello a salvar mi mundo lo desconocía, pero estaba claro que en aquél mundo anclado en el lejano Oeste no iba a ser. Me apenó alejarme de la protección que me ofrecía la tribu, sin embargo, no tenía más opciones. Esos nuevos y extraños visitantes de otro tiempo tenían que ser parte de mi destino.

    Los Daë, como ellos los llamaban, aparecieron. Uno de ellos era un elfo que parecía sacado de una de esas películas de fantasía que siempre eran un éxito rotundo y que nunca solía ver. La otra era una chica joven y menuda, parecía frágil, pero mi visión mostraba un aura capaz de mover montañas. Ugg’Krah se unió a su grupo, tal y como habían predicho, así que yo seguí a aquellos dos muchachos que ni siquiera debían ser mayores de edad hasta esta…nave espacial, donde se reencontraron con todos los demás, incluidos Owen y Jane.

    Traté de ayudar con los trabajos de reparación para convertir aquella nave en un hogar improvisado, pero poco podía hacer más allá de limpiar lo que podía. No conocía a nadie de allí, salvo los Williams y Vera, con los que había intercambiado unas pocas palabras. Me encontraba perdido, sin un propósito claro, esperando continuamente una señal, algo que hacer. Mi nuevo nombre significaba «espíritu guerrero», pero sin una guerra, no entendía mi propósito.

    Una parte de mí, la que había quedado enterrada por Lekwaa, quiso unirse cuando empezaron aquél desenfadado e improvisado juego. Para Hotah habría sido divertido, habría reído, bromeado y habría intimado con gente guapa, pero para Lekwaa no había tiempo para ese tipo de cosas, no cuando había tanto en juego.

    Así que me senté allí cerca, aprovechando al menos para saber algo más de las personas con las que ahora convivía, personas con las que lucharía codo con codo. Pese al poder que ostentaban la mayoría de ellos, se notaba que aún eran jóvenes y tenían mucho que vivir. Había tensiones entre ellos, personalidades muy polarizadas, romances, tensiones sexuales, miedos e inseguridades.

    Al principio luché contra las voces en mi mente que me decían que aquello era perder el tiempo. Poco a poco se fueron convenciendo de que ese juego tenía un propósito, una estrategia. Un grupo desunido no tiene oportunidades y aquello estaba empezando a unirles. Incluso para voces tan arcaicas como las que convivían en mí, el cambio en el aura de la sala era más que evidente.

    Al cabo de un rato, cuando Kaylee entró buscando a su hermana mayor, Amy, por un asunto que parecía serio, el juego se paró y el ambiente se convirtió en varios grupos de conversación y de baile al son de un aparato rectangular de Lexie que parecía un teléfono, pero también reproducía música.

    Conseguí reunir convicción para acercarme a los demás, argumentando que eso me haría conocerles más a fondo y quizá, poder asegurarme de que todos eran personas de confianza. Hasta el momento había usado mi poder en algunos de ellos y, aunque los había más blancos que otros, hasta ahora había ido bien.

    Cuando caminaba hacia los demás, un chico que estaba bailando en la pista con total efusividad dio un paso atrás inesperado y me choqué con él. – [Lekwaa]Perdona.[/Lekwaa] – mi mente aún no era capaz de concebir aquella escena tan propia de una noche de fiesta en una discoteca en lugar de en una nave espacial estrellada, en un planeta lejano, esperando para salvar el mundo. El chico se giró y me miró. Su piel oscura estaba adornada por unas marcas iridiscentes que a juzgar por cómo brillaban los labios de Lexie y media cara de Xander, debían ser del pintalabios de la primera. Traté de acordarme del nombre, pero eran tantos que solo conocía el de los que más hablaban o a los que más nombraban.

    – [Niall]Si querías hablar conmigo no hacia falta que hicieras como que chocabas.-[/Niall] respondió. Tenía una bonita sonrisa y un aire desenfadado que habría sido la garantía de atraer mi atención. Además, el chico era guapo, pero con ese mero pensamiento sentí algo removerse en mi cabeza.

    Esbocé una sonrisa tímida, mientras luchaba en mi interior. – [Lekwaa]Soy Lekwaa, creo que no nos conocemos.[/Lekwaa] – ése era parte del problema, Lekwaa. No se encontraba cómodo allí, Hotah, sí.

    – [Niall]Niall.-[/Niall] se presentó, colocando la mejilla para darnos dos besos. – [Niall]Nos faltan tres más y podemos hacer una banda de rock ochentera.[/Niall] – reconozco que tardé un poco en pillar la indirecta y mi cara debió estar seria en los segundos en los que pensé que se refería a que era de ascendencia nativa y todo en mí se removió de una forma no muy positiva. Pero comprendí que no, era más sencillo que todo eso, se refería a que era gay, como él, lo daba por hecho. En parte no le faltaba razón. Había tenido relaciones con mujeres y seguían atrayéndome, pero mayoritariamente las había tenido con hombres.

    – [Lekwaa]Eres…[/Lekwaa] – me di cuenta de que preguntarle por su orientación sexual no era la mejor forma de presentarnos, y además acababa de decírmelo. – [Lekwaa]…hermano de aquellos dos, ¿no?[/Lekwaa] – señalé hacia dos chicos de pelo claro que estaban hablando juntos con una chica joven que hacía unos minutos estaba encaramada encima del más robusto de los dos, devorándose mutuamente.

    – [Niall]¿Esos dos que estan cuchicheando como entrarle a la rubia y a la del pelo plateado? Sí.-[/Niall] sonrió. Había observado durante toda mi estancia en la nave a aquellas personas y trataba de mantenerme al día en sus parentescos, que eran bastantes.

    – [Lekwaa]Eres el guapo de la familia entonces.[/Lekwaa] – conseguí decir. Mi cara se ensombreció al instante pero traté de luchar con ello.

    – [Niall]¿Me estás tirando los trastos? Mi gaydar debe de estar fallando… o tal vez estoy demasiado centrando en conseguir lo inalcanzable. -[/Niall] dijo, probablemente pensando en voz alta porque no estaba seguro de a quién se refería. Pensé durante un momento y entonces me di cuenta del chico que faltaba, el que se había levantado del juego y que parecía gustarle a todo el mundo. La verdad es que era para mirarle dos veces.

    – [Lekwaa]Hace unos años ya lo habría conseguido hace rato.[/Lekwaa] – comenté, dedicándole otra sonrisa.

    – [Niall]Te lo tienes bien creído ¿eh? -[/Niall] replicó, sin ocultar una risa.

    No conseguí contener la risa. Esa respuesta no me la esperaba y me había venido bien. – [Lekwaa]Solo recordaba viejos tiempos.[/Lekwaa] – que parecía que eran muy viejos. – [Lekwaa]Cuando me presentaba como Hotah.[/Lekwaa] – o más bien, como Hunter, pero no me apetecía entrar en tanto detalle. Mi trabajo, las fiestas, los ligues de una noche en mi ático. De todo eso ya no había nada.

    – [Niall]Pero que viejos tiempos si tienes mi edad.-[/Niall] rió él.

    – [Lekwaa]Algún día te contaré a qué me refiero.[/Lekwaa] – respondí. Antes de hacerlo tenía que lidiar conmigo mismo.

    – [Niall]Seguramente también vengas del futuro. Parece ser un tema recurrente en esta gente.-[/Niall] movió la mano y vi a la muchacha rubia de antes hablando ahora con el chico de pelo rubio tostado y aire melancólico. Tenía entendido que eran hermanos, pero no se conocían porque ella venía del futuro y él y de otro futuro alternativo. Me paré un segundo a pensar si de verdad estaba viviendo todo eso, o si era incluso verdad lo que contaban. Pero a mí me habían creído, así que no era quien para dudar de nadie.

    – [Lekwaa]Casi. Mundo alternativo. Creo que unos años más atrasado que el vuestro, pero igual fue porque todo se echó a perder.[/Lekwaa] – respondí. Dejando a un lado que no sabía qué tecnología habían conseguido en esa nave y qué no, por las cosas que hablaban a veces, me había hecho a la idea de que eran unos cuantos años más avanzados. – [Lekwaa]Antes me resultaba más fácil hablar con la gente.[/Lekwaa] – aseguré. Antes de ser Lekwaa.

    – [Niall]Claro, los nativos no es que te dieran mucha conversación.-[/Niall] trató de bromear.

    – [Lekwaa]Por desgracia tengo demasiada conversación en mi cabeza.[/Lekwaa] – me di cuenta al instante de que parecía un esquizofrénico. Quizá, al menos sería una respuesta más racional que lo que habitaba en mí.

    – [Niall]Yo a veces también pienso demasiado.-[/Niall] continuó él, mirándome a los ojos.

    Volvió a conseguir que riera. Me ayudaba bastante que se lo tomase así, sin darle importancia. – [Lekwaa]Tengo que dejarte. Pero nos veremos por aquí. Esto no es tan grande.[/Lekwaa] – no me apetecía irme, pero tenía que meditar y pensar acerca de mí, acerca de Lekwaa, acerca de Hotah.

    – [Niall]Ten cuidado por donde andas, no te vayas a chocar con nadie más.-[/Niall] respondió, mirándome de una forma bastante sugerente.

    Pensé dar la vuelta y besarle sin detenerme, pero no quería que las complicaciones empezasen después. Primero tenía que ordenar mi mente. – [Lekwaa]No lo tengo pensado.[/Lekwaa] – dije simplemente.

    Eché a andar sin rumbo fijo y pensé en seguir aprovechando la noche para hablar y observar a los demás. Empezaba a sentirme menos como un espectador y más como parte de aquella extraña banda.

  • ESPÍRITU GUERRERO

    HOTAH ‘LEKWAA’ TEIKWEIDÍ

    ESFERA KOURAS

    Lo primero que pensé cuando Kohana entró a llamarme a mi tienda diciendo que habían llegado unos forasteros fue que querían que hiciese de traductor para algún intercambio de productos. Pero cuando dijo que teníamos que ir a ver a Ptaysanwee primero, supe que era más grave.

    Por el camino Kohana dijo que tenían a dos forasteros cautivos. Les habían divisado ya a las afueras de Dodge y eso no significaba nada bueno. La ciudad de Dodge era la más cercana a aquél territorio y de allí casi nunca venía nadie a comerciar. Aquella ciudad era una representación viva del clásico Viejo Oeste, un lugar de vicios, muerte y codicia, donde los forajidos campaban a sus anchas y las mujeres no eran más que un objeto.

    Cuando llegué frente a Ptaysanwee vi una modesta preocupación en su rostro. Era la líder de aquella tribu y uno de los motivos por los que había elegido quedarme en aquél poblado Sioux en lugar de otra de las tribus hermanas que ocupaban la zona. Mi madre era una líder Tlingit, una tribu de Alaska. Aquella mujer me recordaba a ella, transmitía la misma calma.

    Ptaysanwee me explicó que habían cogido a los forasteros cerca de la entrada de la tribu. No habían hablado todavía con ellos, pero una de los dos, una chica joven y pelirroja, hablaba su lengua. A los que les habían capturado les llamaron la atención sus ropas, que no se parecían a ningunas que habían visto antes, salvo las que yo mismo llevaba cuando me encontraron. También les llamó la atención que no oliesen como los vaqueros. Mientras que las tribus se bañaban y aseaban a diario, los vaqueros no, y eso junto a llevar prendas menos aptas para aquél clima, hacía que a veces se les percibiese desde lejos.

    Caminé en dirección a las tiendas en las que los tenían. Estaba acostumbrado a tratar con ese tipo de asuntos de vez en cuando. Por mis capacidades, me había convertido en una especie de chamán no solo para aquella tribu sioux, si no para las tribus aliadas de toda aquella zona, ya fuesen sioux, apache, cheyenne o cualquier otra.

    Lo hacía sin protestar. A fin de cuentas, ellos me habían salvado la vida y me habían dado un lugar al que llamar hogar después de haber perdido el mío.

    Kohana me señaló la tienda de la muchacha. Empezaría por ella y por su conocimiento de la lengua sioux. Entré y vi una figura menuda sentada en el suelo. Tenía las manos a la espalda y su cabello cobrizo caía libre por sus hombros. Al verme, alzó la mirada, podría decir que desafiante. Iba vestida con unos pantalones de esos con bolsillos laterales, una camiseta y lo que parecía un chubasquero atado a la cintura, sin duda una ropa poco apropiada para aquél clima.

    – [Lekwaa]Dicen que hablas nuestra lengua.[/Lekwaa] – pregunté en sioux. En el tiempo que llevaba entre ellos había aprendido el suficiente sioux como para expresarme como uno de ellos. Tenía que dar gracias a la insistencia de mi madre por aprender Tlingit, porque de lo contrario, me habría resultado casi imposible.

    – [Vera]Y tienen razón.[/Vera]- respondió en un perfecto sioux. Lo hablaba mejor que yo, sin el más mínimo acento. Me resultó extraño.

    – [Lekwaa]¿Y tu compañero?[/Lekwaa] – pregunté a continuación.

    – [Vera]No lo sé.[/Vera]- respondió ella, esta vez en un perfecto tlingit, que era en lo que acababa de hablarle.

    – [Lekwaa]¿Eres consciente de que ahora te estoy hablando en Tlingit?[/Lekwaa] – pregunté. Ella pareció no inmutarse.

    – [Vera]Sí.[/Vera]- aseguró. Era mucho asumir, pero por la forma en la que lo hacía, parecía que los idiomas no eran una barrera para ella.

    – [Lekwaa]Llevais ropa del futuro. ¿Qué hacéis en este mundo?[/Lekwaa] – dije, sentándome frente a ella. No me gustaba la sensación de estar de pie y ella allí, sentada sin posibilidad de levantarse.

    – [Vera]¿Cómo sabes que es ropa del futuro y no de otro continente?[/Vera] – replicó, inquisitiva. Le estaba dando la vuelta a la conversación, pero me dejé llevar.

    – [Lekwaa]Porque yo también llegué aquí desde el futuro.[/Lekwaa] – afirmé, sin dar demasiados detalles. No me parecía que decirle eso me pudiera perjudicar más de lo que ya lo hacía estar en el pasado.

    – [Vera]¿Eres un Daë?[/Vera] – continuó interrogando.

    – [Lekwaa]No entiendo esa palabra.[/Lekwaa] – respondí, hablando ya en inglés. No tenía sentido seguir hablando en otros idiomas cuando los dos hablábamos inglés y para mí era más cómodo. Era extraño hablarlo en voz alta, las únicas veces que lo había hecho desde que estaba allí era para hacer intercambios, por lo general se reservaba para mis pensamientos.

    – [Vera]Entonces no lo eres.[/Vera]- sentenció firmemente. Lo dejé estar, tenía otros asuntos que cumplir antes de preguntarle a qué se refería.

    – [Lekwaa]¿Eres de la Tierra?[/Lekwaa] – dije.

    – [Vera]Sí. De Moondale.[/Vera]- explicó ella. Si la historia hubiese sido diferente, no habría tenido que conocer ese nombre de una ciudad de un condado remoto de Estados Unidos, pero en mi historia, ese nombre era importante.

    – [Lekwaa]¿Moondale? Ahí se inicio «La Putrefacción».[/Lekwaa] – dije, tratando de no recordar demasiado. Desde allí habían saltado las primeras alertas, la cuarentena. El mundo civilizado se lo tomó como un evento climático. Yo acepté esa mentira sin dudar, mi madre y su tribu, no. Decían que era algo más, algo oscuro y antigüo como el mundo. Tenían razón.

    – [Vera]Me parece que vienes de una realidad alternativa.[/Vera] – afirmó ella. Os contaré una cosa, normalmente uno no espera que le digan eso, si no decirlo.

    – [Lekwaa]¿Realidades diferentes?[/Lekwaa] – pregunté. Me llevé una mano a la frente. Mi vida había sido perfectamente normal hasta hacía algo menos de un año. Desde entonces había visto espíritus, magia, seres sobrenaturales, viajes en el tiempo y ahora…realidades alternativas. – [Lekwaa]¿Tu mundo está…bien? ¿No sabes quien es «El Acechante»?[/Lekwaa] – pregunté tratando de centrarme. Tenía muchos nombres y ninguno. Mi pueblo lo llamaba así.

    – [Vera]En mi mundo están las cosas regular, pero las estamos arreglando.[/Vera] – respondió. Asentí.

    – [Lekwaa]Entiendo.[/Lekwaa] – respondí, pensativo. En realidad no lo entendía, ¿por qué mi realidad si mientras que en la suya ni siquiera habían oído hablar de él? ¿Quizá todavía no había pasado? – [Lekwaa]¿Qué hacéis en este mundo?[/Lekwaa] – le pregunté. Al principio lo había tomado por el pasado de mi Tierra, pero cuando las dos lunas se alzaron al caer la noche, supe que estaba aún más lejos de mi hogar de lo que pensaba.

    – [Vera]Tenemos algo que hacer.[/Vera]- dijo de forma escueta. Aquella muchacha era muy ágil de mente. No parecía dispuesta a contar mucho.

    – [Lekwaa]Puedo hablar con los demás para dejaros libres, pero necesito que me mires a los ojos un instante.[/Lekwaa] – le ofrecí. Aquella parte era complicada de explicar, especialmente porque no lo comprendía aún lo suficiente y porque no estaba dispuesto a que todo el mundo lo supiera.

    – [Vera]Eso es un poco extraño.[/Vera] – admitió, pero se encogió de hombros y fijó sus ojos en mí.

    Eran bonitos, pero pronto dejé de verlos porque ante mí estaba todo su vibrante ser espiritual. Sabía cómo lo veían otros, mis ojos centelleaban con un fulgor espectral, como una llama muerta, mientras que yo entraba a aquél mundo lleno de color. Al menos en algunos casos, cuando las intenciones de a quien estaba mirando eran las de una buena persona. – [Lekwaa]Está bien. Podemos ir con tu amigo.[/Lekwaa] – dije apartando la mirada.

    – [Vera]No es mi amigo.[/Vera]- puntualizó ella.- [Vera]Es el hermano de mi amigo.[/Vera] – añadió.

    – [Lekwaa]Sea como sea, necesito comprobar que él también tiene buenas intenciones.[/Lekwaa] – le expliqué. No era una habilidad que me hiciese sentir cómodo, pero tenía su utilidad. Si pasaban la prueba, no tendría problema en pedir a la tribu que los liberase.

    – [Vera]Lo único que puede pasar es que le gustes.[/Vera]- comentó, encogiéndose de hombros. Me imaginé que bromeaba.

    – [Lekwaa]Deja que te libere. Y vamos.[/Lekwaa] – me coloqué tras ella y saqué un cuchillo del cinto para cortar las cuerdas.

    – [Vera]Gracias.[/Vera]- dijo ella incorporándose y frotándose las muñecas.- [Vera]Me llamo Vera, ¿y tú?[/Vera] – preguntó.

    – [Lekwaa]Hotah…Hotah Teikweidí.[/Lekwaa] – respondí. Hacía no mucho tiempo habría respondido simplemente Hunter Travis. – [Lekwaa]Pero me llaman ‘Lekwaa'[/Lekwaa] – era el nombre con el que me había bautizado por segunda vez mi madre, significaba «espíritu guerrero«.

    – [Vera]Un placer conocerte, Lekwaa.[/Vera] – dijo con una sonrisa.

    – [Lekwaa]Lo mismo digo, Vera.[/Lekwaa] – repliqué.

    – [Vera]Lo normal es sonreír cuando te sonríen.[/Vera]- dijo ella. La miré. Los sioux se habían acostumbrado a mi forma de ser, no preguntaban cosas como aquella, así que me sorprendió.

    – [Lekwaa]Solía sonreír. Antes de todo lo que pasó.[/Lekwaa] – resumí. A veces parecía que habían pasado años, otras, segundos.

    – [Vera]Vaya.[/Vera]- dijo, apartando la mirada.- [Vera]Lo siento.[/Vera] – añadió. Parecía sentirlo de verdad. Era buena persona, aunque eso ya lo había visto.

    – [Lekwaa]Gracias.[/Lekwaa] – respondí. – [Lekwaa]No te preocupes por lo de antes. Solo he visto las intenciones de tu alma.[/Lekwaa] – añadí, para despejar las dudas que pudiese tener sobre lo que veía. Alguno había huido pensando que le robaba el alma, por suerte no era una buena persona y eso le mantendría alejado de la tribu.

    – [Vera]Espero que hayas visto que soy una persona horrible.[/Vera] – comentó.

    – [Lekwaa]Por suerte para ti, no.[/Lekwaa] – estuve a punto de sonreír. Ya había estado más cerca de hacerlo de lo que había estado en años. Ella sonrió abiertamente y salimos al exterior.

    El sol aún golpeaba fuerte, necesitaría cambiarse de ropa para seguir por allí, pero aún faltaba su compañero. Por el camino, la gente la miraba, extrañados y curiosos. Por suerte, como habían dicho, no olía como los vaqueros, olía a lavanda, a almendras y algo picante.

    Continuamos caminando hacia la tienda en la que estaba su compañero. Abrí y ella entró primero. Pensé que sería una mejor muestra de buena voluntad.

    – [Owen]Veo que has hecho un nuevo amigo.-[/Owen] dijo al verme entrar. Era algo mayor que ella. Tenía una constitución atlética, marcada por su camiseta apretada. Llevaba unos pantalones vaqueros clásicos y unas deportivas similares a las que yo llevaba cuando llegué aquí.

    – [Vera]Soy muy sociable.[/Vera] – replicó ella despreocupadamente.

    – [Lekwaa]Necesito que me mires a los ojos un momento.[/Lekwaa] – le dije, sentándome frente a él.

    – [Owen]¿Estas intentando ligar conmigo? Me siento halagado pero… oh que ojos tan profundos. – [/Owen] sonrió, fijándose en mis ojos.

    – [Hotah]Tenias razón.[/Hotah] – dije a Vera. Entonces volví a conectar con mi habilidad y el iris de aquél joven me mostró plenamente su alma. Cuando estuve seguro, aparté la mirada.

    – [Vera]Es rarito.[/Vera]- escuché decir a Vera. No tenía claro a quién de los dos se refería.

    – [Hotah]Está bien, hablaré con la tribu. Sois libres.[/Hotah] – aclaré, poniéndome en pie.

    – [Vera]Gracias.[/Vera]- dijo Vera. Me acerqué al chico y le solté las cuerdas.

    – [Owen]Muy amable. ¿Le has preguntado por eso?-[/Owen] escuché preguntarle crípticamente.

    Ella asintió.- [Vera]No sabe nada[/Vera] – me imaginé que se trataba de todo aquél asunto del «Daë».

    – [Hotah]No puedo ayudaros con ese «Daë».[/Hotah] – lo sentía, pero sin más información, no podía hacer nada. A fin de cuentas, seguía siendo un extraño en ese mundo. – [Hotah]Pero en la tribu os pueden conseguir ropa y alojamiento mientras tanto.[/Hotah] – ofrecí. La ropa la necesitarían y algo de comida y agua no les vendría mal seguramente.

    – [Owen]La ropa nos vendrá bien, pero no podemos quedarnos.-[/Owen] aseguró él.

    – [Hotah]Debéis tener cuidado con las ciudades. Las tribus son el único sitio seguro.[/Hotah] – le respondí. La ficción había tratado a las tribus de salvajes, pero la realidad era bastante diferente y en aquél mundo más. Los vaqueros eran aún más violentos.

    – [Owen]No deberíamos habernos separado[/Owen]. – comentó, preocupado.

    – [Vera]Tenemos que ir a buscar a Jane y a Elliot.[/Vera] – le dijo la chica, Vera. Así que no eran los únicos que habían venido.

    – [Hotah]¿Están en la ciudad?[/Hotah] – pregunté, verdaderamente preocupado. Las buenas personas apenas tenían cabida en la ciudad. Vera asintió.

    – [Hotah]Las ciudades son peligrosas, pero en Dodge vive el «Banquero».[/Hotah] – les expliqué, saliendo ya de la tienda. Él era la principal preocupación de las tribus. – [Hotah]Forajidos y gente normal trabajan para él. Solo le interesan los metales preciosos y están dispuestos a cualquier cosa.[/Hotah] – añadí. Los forajidos eran peligrosos, pero solían trabajar en solitario, el Banquero tenía la ley de su lado y además organizaba a los forajidos para su provecho. Era fácil imaginarse que nadie se iba a arriesgar a oponerse a él para salvar a un puñado de «indios». – [Hotah]Esta tribu y las vecinas protegen la zona y sus habitantes desde que sus hombres acabaron con casi todos los gigantes de piedra.[/Hotah] – aclaré. Aquello aún se recordaba entre las tribus cada año. Yo lo tenía muy presente pese a que había sido muchísimo antes de mi llegada. Había sido una masacre.

    – [Vera]El Daë.[/Vera]- comentó Vera. Vi cómo miraba a Owen.

    – [Hotah]¿Quién, el banquero?[/Hotah] – pregunté, sorprendido. Si era así no podía ayudarles, salvo que su destino fuera matarle.

    – [Vera]No, el gigante de piedra.[/Vera]- aclaró. ¿Él era el Daë?

    – [Hotah]¿Ugg’Krah? Es el último que queda. Está solo en la montaña, protegiendo el hogar de su tribu.[/Hotah] – era el último de su especie. Vivía sobre un cementerio de los suyos y los ataques no iban a menos porque el hogar ancestral de esa tribu de gigantes de piedra estaba sobre un enorme yacimiento de oro. – [Hotah]Los gigantes de piedra siempre han defendido a las tribus y ahora ellos le defienden también a él.[/Hotah] – añadí. Ellos habían sido los guardianes desde tiempos remotos, así que ahora le devolvían el favor. – [Hotah]Si ese es vuestro Daë, os ayudaré.[/Hotah] – sentencié. Ugg’Krah era un amigo, a veces iba a verle para que estuviera tan solo. En el fondo, los dos lo estábamos.

    – [Vera]Muchas gracias.[/Vera]- dijo Vera. Asentí y les conduje ante Ptaysanwee para explicarle todo y pedirle ayuda. La jefa enseguida mandó buscarles ropa y Vera y Owen se marcharon a cambiarse mientras yo preparaba el viaje.

    Cuando volví a unirme a ellos, ya estaban vestidos con ropas sioux tradicionales. Vera incluso llevaba el cabello recogido en una coleta que le había ayudado a hacer la hija de Ptaysanwee. Lo cierto era que incluso con la ropa, llamaban la atención.

    – [Vera]En un rato tendrían que volver al punto de encuentro. Si no lo hacen, iremos a por ellos.[/Vera] – comentó, preocupada, al poco de salir del poblado. La vi llevarse la mano a una bolsa y coger un pequeño orbe de cristal resplandeciente.

    No sé exactamente qué pasó, pero de pronto, Vera fijó la mirada al frente.  – [Vera]Elliot, ¿estáis bien?[/Vera]- preguntó con visible preocupación. Según lo que había captado en su conversación, Elliot era uno de los dos que habían venido con ellos. – [Vera]Sí, ya sé que no es la hora que habíamos acordado y que estáis investigando.[/Vera]- puso los ojos en blanco y esperó un momento, como si estuviera manteniendo una conversación. Miré a Owen, que parecía tan perdido como yo. Vera nos miró y notó que no estábamos viendo nada, pero no le dio importancia y siguió hablando. – [Vera]Sí, también sé que no deberías estar usando eso en esta época…[/Vera] – replicó con un suspiro de exasperación.

    Pasaron unos segundos en los que se cruzó de brazos. – [Vera]¿Quieres dejar de quejarte?[/Vera] – sentenció, alzando un poco la voz.- [Vera]Jane y tú tenéis que venir al punto de encuentro ya.[/Vera] – añadió. Fuera lo que fuera, era una suerte poder avisarles de que abandonaran esa ciudad condenada cuanto antes. También estaba la parte de mi mente que no estaba acostumbrada a todo lo sobrenatural, que pensaba que a aquella muchacha le estaba dando una alucinación por el calor. Por suerte, teniendo en cuenta que íbamos a ver a mi amigo el gigante de piedra, me forcé a pensar que era real. – [Vera]¿Eso que se oye es Jane discutiendo con vaqueros?[/Vera] – preguntó, colocándose para tratar de ver más cerca algo. – [Vera]¿Les está pegando?[/Vera] – añadió, conmocionada.  Me llevé una mano a la nuca, las cosas podían salir muy mal. – [Vera]¿Jane está intentando crear una sociedad feminista?[/Vera] – gritó.- [Vera]Dile que haga el favor de venir antes de que líe una paradoja.[/Vera] – sentenció. Aunque si la otra muchacha era capaz de estar pegándose por lograr el feminismo en un lugar tan lleno de machismo como el Viejo Oeste, dudaba que le hiciera caso.- [Vera]Bueno, pues echa andar y ya te seguirá. O roba un caballo. Uno que veas que no está muy enfermo.[/Vera] – sugirió. – [Vera]¿Cómo que no puedes robar un caballo?[/Vera] – añadió, poniendo de nuevo los ojos en blanco. – [Vera]Pues ven andando.[/Vera]- se quejó. – [Vera]Para cuando llegues seremos todos de piedra como el Daë.[/Vera] – gesticulaba, así que me imaginé que los dos se estarían viendo. – [Vera]Os esperamos…[/Vera]- empezó a decir. Entonces me miró y tardé un momento en darme cuenta de lo que quería.

    – [Hotah]En la cima de aquella montaña.[/Hotah] – le dije. No sabía si el muchacho me escuchaba o no.

    – [Vera]En la cima de esa montaña.[/Vera]- repitió. Después se quedó callada, esperando.- [Vera]Roba un caballo.[/Vera] – añadió antes de volver hacia nosotros.

    – [Owen]Te seguimos.-[/Owen] indicó Owen, haciendo que nos pusiéramos en marcha.

    Caminamos juntos por la senda de tierra, bajo el sol abrasador. Hacía unos meses no sabía todo lo que iba a cambiar la vida para mí, igual que en ese momento no sabía que mi destino iba unido al de aquellos extraños viajeros.