Moondale

Categoría: Diario de Leo Arkkan

  • DEJANDO ATRÁS LA CALMA

    LEO ARKKAN

    GWIDDON – NOCHE

    La luna brillaba con intensidad en el cielo nocturno. Su efecto caía sobre mí haciéndome más impulsivo, más esclavo de mi lado animal. Por eso no había acompañado a Kaylee mientras trataba de realizar un conjuro aprovechando la energía mística de esa misma luna que a mi me nublaba el juicio.

    Los susurros habituales del bosque estaban rotos por una inquietud que cada vez era más palpable. Algo se acercaba, algo que había roto leyes de la naturaleza, una corrupción que hacía que el lobo en mí quisiera salir corriendo.

    Respiré profundamente y mantuve el control. Tenía que ir en busca de Kaylee y tendríamos que abandonar ese lugar, sin despedidas, sin saber a dónde dirigirnos. Pero cualquier sitio era mejor que esa corrupción que se acercaba, lo sentía en los huesos.

    La encontré sentada a unos metros de la casa. La familia que nos había acogido no estaba ese fin de semana así que no iban a extrañarse de encontrársela sentada frente a un fuego de llamas blancas, casi sumida en un trance total.

    – [Leo]Kaylee, Kaylee.[/Leo] – la llamé, temiendo sacarla de conjuro en un mal momento. La magia era preciosa, sobrecogedora, pero también lo era el fuego y si te acercabas demasiado podías quemarte.

    – [Kaylee]No estoy.[/Kaylee] – replicó aún con los ojos cerrados, pero una sonrisa dibujada en los labios. Este sitio le había entregado un poco de paz entre todo lo que iba mal en nuestras vidas y mucho me temía que esa paz iba a terminarse.

    Al fondo, en la linde del bosque, apenas visibles por la tenue luz de la luna, surgieron una serie de figuras oscuras, con un caminar errático.

    Corrí hacia ella, liberando poco a poco el nimio control que tenía sobre mi parte lobuna. Cuando llegué a su altura, le puse una mano en el hombro cubierta de garras. Al verla la aparté, no quería convertirla por un error.

    – [Leo]Se acerca algo.[/Leo] – noté que mis incisivos se afilaban, presionando contra mis labios al hablar.

    – [Kaylee]No tengo miedo. Bueno, un poco sí.[/Kaylee] – dijo girándose hacia donde le señalaba. Eran varias las figuras que venían hacia nosotros lentamente. Ahora que no estaban tan lejos me pareció distinguir a algunas caras conocidas, uno de ellos iba vestido igual que Callum esa misma mañana, cuando le vendí la madera.

    La luz lunar les iluminó y vi que el familiar rostro de Callum estaba surcado de venas negras y azules y que su piel se había vuelto grisácea. Parecían zombies, solo que en lugar de estar muertos, estaban como poseídos.

    – [Kaylee]¿Qué hacemos?[/Kaylee] – preguntó Kaylee, tratando de mantener la calma aunque notaba su cuerpo temblar ligeramente a mi lado.

    – [Leo]Vienen a por nosotros. O a por ti. [/Leo] – la miré, y vi su rostro tal y como llevaba viéndola desde que habíamos llegado a Gwiddon y había profundizado más y más en el uso de su magia. Resplandecía, era como si se alimentara de ella. Quizá esos seres habían sentido su poder.

    – [Kaylee]Adicción a la magia.[/Kaylee]- murmuró en voz alta.- [Kaylee]Mira.[/Kaylee] – señaló algunas de las personas, cuya piel se había vuelto completamente negra.

    – [Leo]Es la corrupción que noto. Incluso el lobo pide salir corriendo.[/Leo] – admití. Todo en mi gritaba que echáramos a correr.

    – [Kaylee]Lo único que podemos hacer es resistir el impulso, aunque no sé muy bien cómo.[/Kaylee] – la pulsión que yo sentía debía ser diferente a lo que ella estaba empezando a notar. Quizá el origen de esa corrupción tenía que ver con la magia, o algo tan antiguo como ella misma.

    – [Leo]Creo que ésta vez lo más sensato es correr. [/Leo] – dije retrocediendo al ver que nos superaban por mucho y no sabíamos qué poder podían tener. Kaylee asintió y retrocedimos hasta la casa, recogiendo nuestras escasas pertenencias rápidamente. Casi todo lo no esencial seguía en aquella misma luna que tan lejana se veía, guardadas en una nave estrellada. – [Leo]¿Ha llegado a funcionar el conjuro? ¿Sabes cómo podemos salir?[/Leo]

    – [Kaylee]No.[/Kaylee]- admitió con pesar. A Kaylee no le gustaba fallar y respecto a la magia, menos aún.

    – [Leo]Entonces tendremos que ir a ciegas.[/Leo] – empezar de cero en otro lugar lejos de todo aquello hasta que consiguiéramos salir de allí. Era una esperanza remota, pero debíamos aferrarnos a ella. Se empezaron a escuchar golpes en la puerta delantera, a juzgar por el ruido, conseguirían entrar pronto.

    – [Kaylee]Si quieres que corramos, vas a tener que llevarme.[/Kaylee] – dijo acercándose a la puerta trasera.

    – [Leo]Déjame que me prepare.[/Leo] – suspiré y accedí a algo a lo que no habría estado dispuesto antes de viajar al Cúmulo, dejé entrar a una parte de mí que no quería asumir como propia. Mis dientes crecieron hasta rasgar mis encías y el pelo brotó con un picor infernal. Aquella era solo la forma intermedia, pero no quería ceder y entregarme a una conversión donde solo permaneciese una mitad de mí. Kaylee se subió a mi espalda y la sujeté con facilidad gracias a mis nuevas fuerzas.

    La puerta de entrada cayó con un estrépito justo cuando atravesábamos la puerta trasera y me convertía en titanio para lo que pudiéramos encontrar.

    – [Kaylee]Sé que odias esto.[/Kaylee]- susurró en mi oreja mientras corría, teniendo cuidado de no hacerle daño con mi propio cuerpo.

    – [Leo]Tiene sus ventajas, pero con esa corte de … nichevoya persiguiendo no te las puedo decir. [/Leo] – le dirigí una sonrisa para que evitásemos pensar en que esos seres corruptos corrían detrás de nosotros, incansables.

    Kaylee empezó a conjurar pequeñas orbes de luz que lanzó contra ellos, tratando de ralentizarlos. No sé durante cuanto tiempo aguantamos así, yo corriendo y ella manteniéndonos a salvo, sincronizados, unidos pese a la presión que teníamos encima.

    Al final, cuando ya no se veían en la lejanía, Kaylee me dijo que podíamos parar a descansar. Elegimos una colina desde la que podríamos escapar si les veíamos llegar.

    – [Kaylee]Tenemos que salir de aquí. La luna de miel ha llegado a su fin.[/Kaylee] – dijo mientras comíamos unas manzanas de las provisiones. No había para mucho tiempo, necesitábamos un milagro.

    – [Leo]No podemos ir sin rumbo. [/Leo] – admití, de pronto muy cansado. Tenía una canción danzando por mi cabeza, se llamaba «Miedo a perder» y trataba sobre el miedo sobrecogedor que te asaltaba con más fuerza cuanto más feliz eras. Es más fácil decir que no tienes miedo cuando no tienes nada que perder. Veía a Kaylee delante de mí y temía que algo le ocurriese.

    – [Kaylee]Tiene que haber una forma de salir de aquí más sencilla de lo que pensamos.[/Kaylee] – sugirió ella. Vi un brillo en sus ojos, el de un enigma que estaba tratando de resolver y seguro que era capaz de hacerlo.

    – [Leo]Sin que los portales funcionen ..[/Leo] – pensé en voz alta. Ni portales, ni orbes Daë, estábamos solos e incomunicados.

    – [Kaylee]Si es nuestro mundo, tiene que ser por algo.[/Kaylee] – comentó, caminando alrededor de la hoguera improvisada. En Gwiddon el frío era un problema, era una tierra fría y húmeda donde el calor se escapaba con facilidad.

    – [Leo]Tienes que hacer el conjuro, sé que puedes. [/Leo] – la animé.

    – [Kaylee]No soy tan buena como para eso.[/Kaylee] – respondió, hurgando en un bolso de cuero que había comprado en un mercado y en el que había ido acumulando ingredientes para sus conjuros.

    Se sentó frente al fuego y repitió el ritual, concentrada, al menos en apariencia. – [Kaylee]¿Ves? No me sale.[/Kaylee] – se quejó.

    – [Leo]Me sentaré contigo, y descansaré mientras lo consigues.[/Leo] – dije colocándome junto a ella, el frío y el cansancio pesaban sobre mis párpados, pero no podía descansar todavía, ni siquiera sabía si ese era un lujo que podíamos permitirnos.

    – [Kaylee]Vamos a morir aquí. Ya lo verás.[/Kaylee] – se quejó de nuevo, aunque volvió a intentarlo. Esta vez pasó más tiempo hasta que volvió a hablar, mucho más. Su frente estaba perlada de sudor y la magia bullía a su alrededor. – [Kaylee]Eh… creo que estamos al lado del portal.[/Kaylee] – dijo finalmente, abriendo los ojos.

    – [Leo]Tenemos que arriesgarnos a cruzar.[/Leo] – dije poniéndome en pie para recoger. Kaylee miró a su alrededor y señaló una piedra que parecía marcar un camino.

    – [Kaylee]¿Y si nos descomponemos?[/Kaylee] – preguntó, algo nerviosa. Empezamos a caminar, yo no sentía nada cerca del portal pero a su magia parecía afectarle.

    – [Leo]Confío en tus habilidades. [/Leo] – la animé. Siempre estaría ahí para apoyarla, necesitaba que lo supiera, mi historial como amigo no era intachable y no quería que ella pensara que la historia iba a repetirse, solo que esta vez peor.

    Kaylee me guiñó un ojo.- [Kaylee]Me caes bien.[/Kaylee]

    – [Leo]Cruza los dedos por un sitio agradable. [/Leo] – repliqué. Nos estábamos arriesgando, no sabíamos dónde podríamos terminar con ese salto, pero solo podíamos confiar. No había ningún portal activo en ningún lugar que hubiéramos estado desde que los Daë expulsaron a Antailtire, así que tenía que ser el bueno. Antes de cruzar, me agaché y le di un beso en sus suaves labios.

    – [Kaylee]Si es contigo, lo será.[/Kaylee] – respondió. Mirándonos a los ojos, llenos de esperanza, cruzamos.

    La sensación era diferente a la de otras veces, parecía más cerca, más rápido. Al momento me sobrecogió un frío glaciar, húmedo. El viento hacía que la lluvia me azotara la cara. Busqué casi a ciegas a Kaylee y mi mano se cerró entorno a la suya después de un destello de pelo rojizo.

    Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.

    Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».

  • TRUENOS Y GARRAS

    LEO ARKKAN

    SELAS

    La mera visión de la loba de color caoba despertó en mi algo que esperaba, aletargado pero siempre alerta, esa parte de mí que llevaba una vida reprimiendo y que finalmente había sido el desencadenante para empezar a llevar una vida que no esperaba pero me llenaba de una forma que me sorprendía cada día.

    Acompañé sus señas de mis palabras y las de Ezra para que el resto del grupo echase a correr. Mientras Amy lideraba en su forma lupina la comitiva atravesando el bosque, Ezra y yo nos dividimos a los demás para protegerlos. Él se mantuvo cerca de Elliot, Jamie y Vera, mientras que yo me mantuve al lado de Dante, Chloe, Julia y Kaylee. Los tres héroes habían desaparecido antes de convertirse Amy, por suerte, porque mi lado más salvaje recelaba de ellos.

    Me aseguraba de tener en mi campo de visión la melena pelirroja de Kaylee en todo momento, mientras usaba el olfato para seguir el camino que trazaba Amy. Me obligué a ir detrás de todos ellos, porque la sensación de que los lobos se acercaban me invadía como un sudor frío.

    Después de un rato corriendo empecé a ver figuras moviéndose entre las sombras, agitando las hojas en su carrera por alcanzarnos. Cuando el rumor del bosque comenzó a ser ensordecedor y el olor de los licántropos era imposible de ignorar, me entregué a lo inevitable.

    Es difícil describir la sensación, quizá la vez que más cerca había estado había sido con ‘Shattered Bones’, pero lo había intentado varias veces sin conseguir captarlo del todo. El dolor empezaba en mi caso en la columna, haciéndose más pronunciada arañando mi piel, que se expandía y se hacía más densa y resistente. Pero mi atención siempre se iba a lo que más temía, al dolor de mis falanges partiéndose y deformándose. Unas manos que ahora eran garras y no podrían tocar jamás.

    Mantuve el control todo lo que pude y fui capaz de dejar la transformación a medias, porque si me convertía en un hombre lobo completo no era capaz de retenerlo. En esa forma simiesca en la que me encontraba, busqué la melena pelirroja y di con apenas un destello.

    Corrí y mis piernas explotaron de placer al ser presionadas, necesitaba correr, quemar esa energía que atormentaba mi cuerpo a ser contenido. Por el camino un hombre lobo se cruzó, iniciando la persecución de Kaylee. Habrían notado que era la más fuerte, o que más de uno teníamos un lazo vital con ella.

    Sea como fuere, le di alcance y él trató de golpearme al llegar a su altura. Me zafé y usé esas mismas garras que hacían esas manos incapaces de tocar para rasgar su costado. La sangre brotó y sentí que me embargaba un éxtasis salvaje y primitivo. Mi yo humano detestaba esa sensación, pero ahora no era del todo humano y necesitaba esa fuerza.

    Mis garras abrieron camino, entonando un cántico de salvaje destrucción que se contraponía a la fuerza creadora que acarreaban cuando acariciaban las teclas de un piano, las cuerdas de una guitarra o la suave piel de Kaylee.

    Al final, llegué a un claro con el pelaje salpicado de sangre, envuelto en un frenesí que reprimí en cuanto les vi a todos, en especial a ella. Mis huesos se recompusieron y volví a mi ser. Miré mis manos y estiré los dedos para comprobar la movilidad.

    – [Kaylee]¿Y ahora qué?[/Kaylee] – preguntó Kaylee. Parecía ilesa. Salvo Amy, Ezra y yo mismo, los demás no tenían ni una salpicadura de sangre y la nuestra, a excepción de algunas magulladuras, era de los otros.

    Alguien se abrió camino a través de las ramas y entró al claro. No bajé la guardia al ver que eran los dos héroes y la heroína, parecía que también habían luchado, pero ellos tenían más arañazos. Apenas hubo tiempo de hablar cuando más figuras entraron y entraron al claro. Algunas estaban en forma de hombre lobo completa mientras que otras tomaron forma humana. El pudor que pudieran tener los demás era inexistente en ellos, que se presentaban sin ninguna ropa. Era más práctico para cambiar entre formas.

    – [b]Una manada con sólo tres lobos, doncellas, una bruja y un… pájaro.[/b] – dijo uno de ellos con voz burlona y ronca. Tenía una cicatriz en el pecho, la piel curtida por las peleas y el pelo salpicado de canas.

    – [Dante]Mira a ver a quién llamas pájaro, perra.[/Dante] – replicó Dante, dando un paso adelante. Ezra le puso una mano en el pecho para evitar que avanzase y se ganó un coro de gruñidos entre los licántropos.

    – [Kaylee]Casi como en Narnia, pero sin armario.[/Kaylee]- comentó Kaylee, desviando la atención al convocar un viento tan fuerte que les hizo retroceder. Surgieron más lobos de otros puntos del claro, acercándose de forma amenazadora hacia nosotros.

    Amy se dispuso a colocarse frente a los demás y hacer de intermediaria, pero los héroes no la dejaron actuar y se lanzaron a pelear. Cuando el primer lobo cayó al suelo con una herida de espada plateada en el vientre, la situación se escapó de su control.

    Hicimos un círculo dejando a Elliot, Jamie, Vera y Chloe en el interior. No fue necesario defendernos, porque un trueno retumbó como si acabase de caer en el mismo claro. – [Oriax]¿Qué héroe se atreve a cruzar mis dominios?[/Oriax] – preguntó una voz grave, pero serena y respetable a la vez.

    Al otro lado del claro una figura de dos metros de alto y aspecto imponente se dejó ver. Su imagen me transportó a otro tiempo, a una tarde lluviosa, a la vera de la chimenea encendida, con un reluciente disco de metal entre mis manos. Aquella fue la primera vez que vi esa figura, la del Daë Oriax.

    – [b][i]Nosotros, que venimos a librar al mundo de ti.[/i][/b] – dijo el héroe que parecía liderar a los otros dos. No recordaba muy bien sus nombres.

    – [Leo]¿Quién ha dicho nada de eso? [/Leo] – repliqué dejándome oír.

    – [b][i]Aléjate, ya he visto que no sois más que monstruos que pretendían engañarnos. [/i][/b]- levantó su espada apuntando hacia nosotros. El brillo que emitía el filo no dejaba dudas, era plata.

    – [Amy]¿Pero qué…?[/Amy] – intervino Amy, encarándose.

    – [b]Nos engañasteis con la hidra, pero seguro que era una riña entre seres como vosotros.[/b] – dijo la heroína. Aunque poco podía llamárseles así.

    – [Kaylee]Bueno, vamos a ver, yo creo que aquí ha habido un error, porque nosotras somos las buenas.[/Kaylee]- aclaró Kaylee. Teníamos dos frentes abiertos y aquí no había duda de dónde tenía que estar nuestro bando.

    – [Oriax]Basta. Habéis entrado en mis dominios. [/Oriax]- sentenció Oriax, acercándose. – [Oriax]Y os atrevéis a amenazarme.[/Oriax] – abrió las alas y en un parpadeo se colocó frente al héroe. Su espada voló por los aires hasta clavarse en el suelo y cuando alcé la vista, el Daë lo tenía cogido por el cuello.

    – [b]Cantarán mi nombre como el primero en morir hoy, pero alguno de nosotros acabará contigo. [/b] – replicó el héroe con dificultad, señalando unas luces en el exterior del claro. Eran antorchas, decenas. Aquellos tres héroes eran los primeros de un ataque a gran escala. Y nosotros estábamos en medio de todo eso, con la misión de protegerle.

    – [Leo]Tenemos que proteger al Dae. [/Leo] – les recordé, pese a que Oriax no parecía necesitarla en ese momento. Su expresión no cambió cuando vio las antorchas.

    – [Vera]¿Qué deberíamos hacer?[/Vera] – preguntó Vera, sin dejar de mirar con preocupación la tensa garra que sujetaba el cuello del héroe.

    – [Jamie]Va a matarlo. [/Jamie]- dijo Jamie, asustada. Oriax parecía calmado, pero en su interior se percibía una atronadora furia que amenazaba con arrasar todo.

    – [Dante]Eh, ¿y si lo sueltas?[/Dante] – se atrevió a decir Dante. – [Dante]No puede hacer nada contra ti.[/Dante] – añadió.

    Oriax pareció meditarlo, porque poco podían hacer en realidad contra él, pero el héroe y la heroína libres atacaron. Entonces en tres golpes certeros, acabó con todos. – [Oriax]¿Queréis ser los siguientes?[/Oriax] – preguntó, girándose hacia nosotros dejando atrás los cuerpos de los héroes.

    – [Kaylee]Evidentemente, no. Solo queremos que esto acabe con el menor número de muertes y mutilaciones a ser posible.[/Kaylee] – respondió Kaylee. Me sorprendía su valentía, la fuerza que emanaba pese a encontrarse en desventaja contra un ser tan ancestral y poderoso como Oriax.

    El demonio camino despacio hacia ella y se colocó delante. Me tensé. – [Oriax]Cuánto tiempo sin ver a una de las tuyas.[/Oriax] – dijo, como si mirara más allá, a través de su alma.

    – [Kaylee]Explícame eso, por fi.[/Kaylee] – pidió, cargada de inocencia.

    – [Oriax]Una hija del fénix.[/Oriax] – respondió el Daë. Una chispa pareció bailotear en el iris de Kay.

    – [Kaylee]Mi madre es que es una leyenda.[/Kaylee] – replicó. Él entrecerró los ojos, como si no la comprendiera, algo me decía que él debía estar refiriéndose a que Kay era como su madre, capaz de renacer de sus cenizas por el extraordinario poder de su magia.

    – [Oriax]Os daré una oportunidad.[/Oriax]- concedió finalmente, dándonos la espalda. – [Oriax]¿Por qué veníais con ellos?[/Oriax] – preguntó con firmeza.

    – [Dante]Más bien nos los encontramos de camino.[/Dante] – replicó Dante. No solía coincidir con él muy a menudo, pero había dado en el clavo.

    – [Leo]Veníamos buscando a alguien, para protegerlo.[/Leo] – añadí. El Daë se acercó a la manada y les hizo varias señas. Después de un rato, abandonaron el claro.

    – [Oriax]Seguidnos.[/Oriax] – dijo Oriax.

    – [Jamie]Los héroes vienen de camino. [/Jamie]- le respondió Jamie, señalando las antorchas que se acercaban.

    – [Oriax]Encontrarán obstáculos. Tardarán en llegar, si es que lo consiguen.[/Oriax] – replicó, aún sereno.

    Con cautela, manteniendo las distancias, les seguimos. Sería un Daë pronto, un salvador de mundos, pero todavía era un poderoso demonio, muy antiguo, capaz de acabar con quien se interpusiera en su camino. Casi instintivamente le di la mano a Kay para caminar juntos. Mientras avanzábamos, parte de mí parecía sentir ese fuego que emanaba de ella.

  • A CAPELA

    LEO ARKKAN

    LA KVASIR – MEDIODÍA

    En la Kvasir había demasiadas personas a las que apenas conocía, así que el instinto, mi verdadera naturaleza, pugnaba por alejarme de la vista para poder pensar y descansar. Un piano habría sido lo que necesitase en ese momento, o una guitarra, algo en lo que poder volcar mis dedos y mi corazón y dejarme llevar por el ritmo de la música, algo con lo que dejar de pensar.

    Pese a todo lo que habíamos sufrido desde el inicio de nuestro viaje, y también todo lo que de otra manera  no habríamos vivido, los últimos días habían resultado devastadores. Una parte del grupo, entre los que estaba Kaylee, estaba pasando como podía el dolor de perder a una abuela, mientras que otra sufría los efectos de los pactos con Caitriona. Y en medio de todo ello, seguíamos rodeados de desconocidos, especialmente ese tal Ezequiel del que no me podía fiar habiendo tantas cosas importantes para mí en aquél hogar improvisado.

    En ese tiempo, sin dejar a un lado al resto, los que más me preocupaban eran Kaylee y Noah. No iba a esconder la realidad, eran los más cercanos a mí, sí, eso lo hacía casi todo, pero también sentía que los demás tenían otras personas que cuidasen de ellos y ellas. Vera pasaba el tiempo con James y Elliot, tratando de no pensar en ninguna de sus pérdidas, era madura y parecía ser la que mejor lo estaba gestionando. Amy era infranqueable y desde luego no podía ser yo el que tratara de ayudarla, eso solo empeoraría las cosas. Xander y Elle estaban rodeados de un montón de gente, Jane, Idris, ellos mismos… Y al resto de los que habían afectado los pactos no los conocía tanto. Con respecto a eso, ser tan aislado me había ayudado.

    Pero sin embargo, aunque me preocupasen, no sabía cómo aportar algo para facilitarles el proceso por el que estaban pasando. Quizá por eso ansiaba tanto un instrumento, para poder volcar al menos lo que sentía, lo que creía que ellos sentían, y que pudieran sentir que alguien les entendía.

    Salí al exterior. El sol brillaba en la lejanía iluminando el cielo como un atardecer. En aquél lugar la noche ganaba la partida al día con facilidad, así que todo el verdor de sus campos y el azul de sus aguas debía sustentarse en magia o en maquinaria de la que abundaba en la ciudad.

    Caminé hasta unos cuantos árboles que apenas podían llamarse bosque y apoyé la espalda en ellos mientras respiraba el fresco aire no contaminado. A lo lejos, separado de la Kvasir mucho más que lo que yo estaba, distinguí la silueta de Noah. Mi hermano estaba agachado junto al lago, tenía algo entre las manos, parecía esa cámara réflex que se había traído a la misión y apenas había sacado hasta entonces.

    Lo voy a decir porque sé que aunque lo leyese, mi hermano comprendería lo que estoy diciendo. Noah era demasiado rápido para su propio bien. Todo pasaba de forma tan veloz y a la vez tan lenta ante sus ojos, que ni siquiera se paraba a sacar una foto pese a lo mucho que le gustaba, porque siempre tenía algo más que hacer, más prisa, menos tiempo que perder y más largo era para él un instante de realización como era ese. Parecía que ahora, por muy útil que fuera su poder, perderlo le estaba haciendo abrir un poco los ojos respecto a toda la vida que estaba dejando atrás. Le estaba haciendo valorar lo que tenía, día a día.

    Estaba bastante lejos como para verlo ni siquiera con mis sentidos agudizados, pero sentía que al menos en ese mismo segundo, estaba feliz, realizado. A veces necesitamos esforzarnos, poner toda la carne en el asador, toda el alma en esa canción que se te resiste desde el mismo momento en el que aparece en tu vida. Eso es lo que permite crear obras maestras, la voluntad, la tenacidad y el hecho de sobreponerse a los obstáculos.

    Noah estaría bien y seguiríamos adelante sin que nos facilitase el trabajo con sus habilidades. Así que mi mayor preocupación era Kaylee. Siempre había estado muy unida a todos sus abuelos. En realidad, ahora que la conocía de verdad en lugar de darme de bruces con su fachada externa como un ciego, Kaylee había resultado ser una persona increíblemente empática y sensible. Cada golpe que recibiese alguien lo sentía como propio, así que por aquél entonces estaría luchando tanto con su duelo como con el que sufrían los demás. Pero hay cosas que la magia no puede solucionar y una de ellas es la mente de las personas.

    – [Nate]¿Tomando el aire?[/Nate] – preguntó una voz que me devolvió a la infancia, a los ratos en aquella enorme sala de la Escuela Legado llena de juguetes, mientras eran otros los que tenían la carga del mundo sobre sus hombros.

    – [Leo]Hola Nate. Sí.[/Leo] – respondí. La voz de Kaylee resonó en mi cabeza como si fuera mi conciencia. «Eres demasiado serio. Te alejas de la gente para protegerte.» Tenía razón, conocía a aquel hombre desde que tenía memoria, siempre nos había cuidado y probablemente siempre lo hiciera, como una especie de tío eterno de todos nosotros.  – [Leo]Necesitaba pensar.[/Leo] – añadí. No era mucho, pero yo tampoco lo era sin mi música. Como un puzzle al que le falta una pieza.

    – [Nate]No hay que avergonzarse. Yo también he venido aquí para dejar de sentir un rato lo que estaban pasando los demás.[/Nate] – se sinceró. De pequeños recuerdo que Nate sabía todo el tiempo lo que necesitábamos. Era extraño seguir viéndole con el mismo aspecto.

    – [Leo]La soledad me viene bien para relajarme y ordenar mis pensamientos.[/Leo] – vi que avanzaba y sus ojos observaban a Noah, que seguía capturando en su objetivo lo que quiera que le estuviese llamando la atención.

    – [Nate]Hay mucho dolor en esa nave ahora mismo, pero también mucho amor. Tenemos que tratar de prestarle más atención a eso.[/Nate] – aseguró. Vi la sabiduría de sus palabras, la pena que sentía Kaylee solo podía contrarrestarla con el amor que sentía yo por ella, apoyándola, estando ahí. Pero con la música habría sabido llegar mejor a ella, mejor de lo que podía ahora mismo.

    – [Leo]Supongo que será así un tiempo. Han sido muchos golpes.[/Leo] – y al final por duro que sea el saco, si lo golpeas de continuo un día se romperá.  No creía que nadie se hubiera roto aún. Laura había estado a punto, por eso había elegido apartarse y evitar el golpe final.

    – [Nate]Podéis con ello. Ahora puede parecer que no, pero podéis.[/Nate] – su presencia y sus palabras eran reconfortantes, en mi mente se empezó a formar una canción sobre él, «canguro inmortal, el eterno amigo«.

    – [Leo]¿Sabes dónde está Kaylee?[/Leo] – él era el más indicado para esa pregunta porque podía diferenciarnos y localizarnos de una forma que nadie más podía. Cada persona tiene una serie de cosas que la hacen única y el conjunto de nuestros sentimientos y sensaciones es una firma que Nate sabía reconocer. Por eso nos encontró muchas veces.

    Nate sonrió, el gesto era cálido, tranquilizador «…sonrisa de estrellas serena mi alma…«. Sabía que era buena idea buscarla porque lo notaba en el corazón, pero cualquier duda que hubiese tenido la habría despejado el hecho de que a Nate también se lo pareciera. Es indescriptible la sensación de saber que hay alguien que se preocupaba por nosotros más allá de cualquier otra cosa, incluso él mismo. Nosotros éramos la familia que nunca había tenido «…padre de todos, hijo de nadie…» – [Nate]Va de camino a la piscina.[/Nate] – dijo. Y se quedó allí, observando mientras me ponía en pie y me alejaba de él, dispuesto a demostrar mi amor a Kaylee incluso «a cappella«.

  • EL CABALLERO Y LA BRUJA

    LEO ARKKAN

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Desde el momento en el que me desperté en aquella cabaña supe que algo no iba bien. Tras la ventana se apreciaba un bosque que se perdía en el horizonte, pero tanto mis sentidos agudizados como el hecho de haber vivido toda mi vida en un bosque, me hacían sentir que aquél no era uno normal. Guardaba secretos y olía a magia en todas partes, pero no una magia melódica y apasionada como la que surgía de Kaylee, si no una más profunda y ancestral, la clase de magia que puede cambiar el mundo.

    – [Leo]¿Donde está Kaylee? ¿Y Noah?¿Donde están los demás?[/Leo] – pregunté cuando vi a esa mujer cruzar la puerta de entrada. Imaginé lo que me habrían dicho los otros, que tenía delante a alguien que no conocía y mi mejor oportunidad era ser cauto y agradable para jugar mejor mis cartas. Pero a mi nunca me había gustado el póker o los juegos de mesa basados en engaños, prefería ser directo.

    – [Caitriona]Hola, Leo.[/Caitriona]- me saludó como si me conociera de toda la vida y eso me escamó, la misma magia que había en el bosque se apreciaba sobre ella, compartían algo, pero también había marcadas diferencias.- [Caitriona]Soy Caitriona y he venido a hacer un trato.[/Caitriona]- explicó. Preferí que fuera al grano, pero toda aquella situación no tenía sentido. El ataque, el laberinto y ahora esto, separados.- [Caitriona]El resto del grupo está bien y podrás verles cuando me hayáis escuchado.[/Caitriona] – aclaró. Era obvio que no podía fiarme del todo de sus palabras, pero con el tiempo había sacado partido a las capacidades como licántropo para diferenciar cuando mentía la gente. Ella no lo hacía, aunque tenía una duda razonable, también podía ser una muy buena mentirosa.

    – [Leo]No necesito nada.[/Leo] – respondí, siendo sincero. Y por mucho que lo necesitara, no iba a aceptar un trato viniendo de alguien que retiene a los demás contra su voluntad.

    Ella, Caitriona había dicho que se llamaba, rió y se sentó en una silla que materializó del mismo suelo. Las raíces nudosas que la formaban parecían estar hechas del mismo bosque. Esperé, pensando, valorando las opciones. Contra la magia no tenía nada que hacer, prácticamente ninguno de nosotros tenía opción salvo Kaylee, Robin y según lo que se decía, mi prima Elle.

    – [Caitriona]Puedo cambiar tu pasado.[/Caitriona]- comentó, casi en un susurro. Reconocí al instante la persuasión por la facilidad con la que lo dejó caer. Conocía de sobra el peso de sus palabras y lo dejó ir como si no tuviera importancia. Aquella mujer sabía mucho sobre mí y seguro que también sobre el resto y tenía maestría a la hora de manipular esa información.

    – [Leo]¿De qué estás hablando? [/Leo]

    – [Caitriona]Si aceptas mi propuesta, tu amiga Amy nunca te habrá mordido.[/Caitriona]- respondió. Ahí estaba, un deseo oculto que me ofrecía en bandeja.- [Caitriona]Habrás nacido Rakkthathor, como tu hermano y tu padre.[/Caitriona] – todo perfecto, todo tal y como lo soñaba cuando era más pequeño. Era fácil manipular a alguien usando su sensación de pertenencia, pero mi desarraigo había empezado a sanar hacía poco, cuando las circunstancias de mi vida me hicieron darme cuenta de quién era yo y cuál era mi sitio.

    – [Leo]No creo que cambiar todo mi pasado tenga buenas consecuencias. [/Leo]- razoné. El efecto mariposa de una decisión como esa podría hacer que todo ahora fuera diferente.

    – [Caitriona]Te lo mostraré entonces.[/Caitriona]- insistió. No le había servido con mi primer no, estaba segura de que su oferta tenía valor y podía llegar a conseguir un trato. Manifestó ante nosotros una enorme esfera que se volvió como un espejo y después, como un nítido vídeo de mi vida, salvo que no era la mía, en la imagen había otro Leo muy distinto a quien era yo en realidad. Parecía feliz, pero nunca se puede fiar uno de las apariencias, la mayor parte de la gente me tomaba por alguien triste, taciturno, pero ahora mismo estaba en mi mejor momento, incluso dadas las circunstancias.

    – [Leo]¿Y el precio?[/Leo] – pregunté. Era la pieza que faltaba, algo tenía que ganar, salvo que fuera una consecuencia de ese mismo cambio. – [Leo]Estas cosas tienen un coste.[/Leo]

    – [Caitriona]Ella.[/Caitriona]- dijo simplemente, sin adornos, sin detalles y aun así, se me heló la sangre. No es que me viese tentado a aceptar si no que el mismo hecho de que la quisiera a ella me atemorizaba.

    – [Leo]No.[/Leo] – dije, con el semblante serio. No solo era un no a la oferta, si no a que no la tendría para sus oscuros planes y haría todo lo que fuera posible para evitarlo. Los padres de Kaylee habían sido transparentes con nosotros desde siempre para que lo que ellos habían sufrido no lo tuviéramos que padecer también. Sus adicciones, tanto la de Christopher como la de Diana, eran bien sabidas, al igual que el hecho de que Diana Echolls era ‘El Fénix’. Había sido elegida por aquella entidad primordial que le otorgaba más poder, hasta que cuando nació Kaylee, esa chispa disminuyó un poco. Ahora las dos lo eran y seguro que era una de las razones por las que la buscaba, quizá pretendía desequilibrar su balanza y hacer que Kaylee se decantase por el lado oscuro.

    – [Caitriona]Dejarías de ser diferente.[/Caitriona]- insistió ella, sabía de qué debilidad tirar, pero había aprendido a sacar mis fuerzas de ello.

    – [Leo]No importa.[/Leo]- respondí, poniéndome en pie en mitad de aquella cabaña. – [Leo]Ya he encontrado mi sitio, me da igual ser diferente[/Leo]. – en otro tiempo su oferta quizá habría tenido más peso, pero a ese tiempo pertenecía un Leo que no era capaz de admitir lo que sentía por Kaylee porque estaba tan cegado por las apariencias que no sabía ver la realidad de qué clase de persona era, un Leo que no había tenido miedo de hacer tanto daño a su mejor amiga dejándola atrás, al igual que a toda su familia, para una vida de fama superflua.

    – [Caitriona]¿Estás seguro?[/Caitriona] – preguntó de nuevo. Su mirada demostraba saber más de mí de lo que me gustaría, pero la mantuve.- [Caitriona]A Kaylee le he ofrecido poder ilimitado.[/Caitriona] – explicó. Su cara formó una mueca burlona. Sin duda estaba tratando de hacerme pensar que ella ya lo había aceptado, pero entonces no habría tenido necesidad de hacerme esa oferta, habría pedido otra cosa. Incluso dejando eso de lado, solo tenía que escuchar mi corazón para saber que Kaylee jamás aceptaría esa oferta, ella era buena y muy lista, sabía defenderse perfectamente y no la iban a engañar.

    – [Leo]Y no ha aceptado.[/Leo] – aseguré. Su máscara de seguridad no tembló. – [Leo]La conozco bien.[/Leo] – añadí. Por suerte, era lo único que quizá tuviera que agradecer a esa enfermiza compañía llamada Infinity, haber podido conocer de verdad a Kaylee cada uno sin nuestras máscaras, no como Leo el serio, Leo la estrella ni Leo el solitario, si no como Leo a secas. La quería con tanta intensidad que tenía miedo de esos mismos sentimientos, de que ella pudiera terminar cansándose de mí, de que le sucediera algo. Siempre había protegido mucho a mi familia y Kaylee era…parte de mí, así que eso hacía que tuviese más miedos que nunca.

    Caitriona se rió.- [Caitriona]Espero que tengas razón.[/Caitriona] – replicó, disimulando todavía.

    Me di la vuelta y me acerqué a la ventana. Ya había ido a visitar a algunos, al menos a ella, así que esperaría hasta que estuvieran todos y nos iríamos de aquél lugar.

    – [Caitriona]¿Tu respuesta definitiva es «no»? [/Caitriona]- preguntó ella alejándose.

    Asentí, girándome brevemente para mirarla. – [Leo]Nada de lo que pudieras darme haría que te entregara lo que siento por ella.[/Leo] – afirmé rotundamente. Me pareció percibir algo en sus ojos, pero fue tan rápido y tenue que no me dio tiempo a identificarlo.

    – [Caitriona]Los humanos a veces sois muy literales.[/Caitriona]- respondió ella. Así que no era humana, era algo más. Por lo que sabía, tanto las brujas como las hechiceras se consideraban humanas, aunque las segundas nacieran ya con poder y fueran diferentes a todos los efectos.- [Caitriona]No te he pedido lo que sientes por ella. Te he pedido que me la entregues.[/Caitriona] – puntualizó. De nuevo se me heló la sangre, solo que la furia ardiente que me consumía y trataba de mantener a raya para no despertar al lobo, hizo que me mantuviese alerta y pendiente de estar calmado.

    – [Leo]La respuesta es la misma. Y si intentáis llevárosla, me enfrentaré sin descanso.[/Leo] – repetí, enfatizando cada palabra.

    Desde la puerta hizo que aquella silla suya volviera a la tierra y abrió la puerta, a través de la que solo vi bosque. – [Caitriona]Volveremos a vernos.[/Caitriona]

    La observé y esperé que no fuera así, porque eso solo significaría peligro para Kaylee y pondría toda mi alma en evitar que nadie la forzase a atravesar un camino donde su propia magia tomase el control. Sabía que ella jamás querría verse así porque en las últimas noches que pasamos juntos, hablando hasta que salía el sol, me había confesado ese temor nacido de la historia de su propia madre. Ella sabía protegerse a sí misma mejor que nadie, pero yo me encargaría de ayudarla. Aquél día, en la cabaña, más que nunca hasta el momento, tuve claro que estaba enamorado de Kaylee MacLeod.

  • VERDADES DEL PASADO

    LEO ARKKAN

    LA KVASIR – MEDIODÍA

    Traté de esforzarme, reuniendo toda la calma que pude encontrar. La desesperación me rodeaba, notaba que en cualquier momento el pánico se podía apoderar de mí. Me consolé en el hecho de que al menos en ese cuerpo convertirme de pronto en licántropo no era una amenaza. Fue entonces, con ese alivio, cuando funcionó.

    El mundo empezó a ir más rápido a medida que yo iba más despacio. Por fin veía a mi hermano caminar a mi lado a un paso normal en lugar de parecer casi inmóvil. Desde que estaba en su cuerpo había tenido que forzarme a volver más de una vez a ir más despacio y no era fácil. Descubrí rápidamente que no envidiaba su poder y que el miedo a correr tan rápido como para dejar atrás el mundo entero era peor incluso que el de perder el control ante el lobo.

    Noah me miró y pensé que quizás habría notado que estaba un poco más alterado. No podía estar seguro, con el cambio estaba empezando a entender por qué a la gente le costaba tanto entenderme. Mi cara tendía a ser seria e inexcrutable, había algo en ella que dificultaba saber en qué estaba pensando. Aunque desde luego con mi hermano al mando tenía las facciones más relajadas y dulcificadas de lo que solían estar conmigo.

    Me miró un par de veces más mientras subíamos andando las escaleras que llevaban a la planta principal y tuve claro que notaba algo. No iba a preguntar, nos conocíamos bastante bien y sabía que la mejor forma de saber si necesitaba algo era esperar a que se lo dijera.

    – [Leo]¿No te da miedo?[/Leo] – le pregunté. Él me miró, esperando una explicación más amplia. – [Leo]Perder el control. Ir demasiado rápido.[/Leo] – resumí. Me costaba encontrar las palabras para describirlo pero en mi mente se repetía una melodía que transmitía esa misma sensación de pesar, ese miedo y ese agobio por distanciarse tanto del mundo. Era una balada de soledad, de la más profunda y desoladora. La licantropía era una maldición, pero no era tan solitaria como llevar una vida a un ritmo distinto a todos los demás.

    – [Noah]Ah.[/Noah] – hizo una pausa, mirando hacia el suelo. – [Noah]Todo el tiempo.[/Noah] – añadió con una sonrisa tenue, cansada. Pensé si sería el esfuerzo de crear una sonrisa en una cara que no estaba acostumbrada a ellas, a las preocupaciones que le rondaban la cabeza en ese momento o a un tema que llevaba tiempo dando vueltas.

    – [Leo]Antes me daba algo de envidia.[/Leo] – supongo que era extraño que no hubiésemos llegado a hablar de ello, pero había sido un sentimiento que me había avergonzado durante mucho tiempo. La diferencia era que ahora sabía que ocultar las emociones, aunque dudase de su validez, solo empeoraba las cosas, tal y como había hecho con Kaylee y Amy. – [Leo]Te pareces a mamá y eres Rakkthathor. Y yo, me parecía a «Duke» y la licantropía terminó de hacerme sentir diferente.[/Leo] – era difícil describir lo liberador que resultaba pronunciar solamente aquellas pocas palabras. Era como si una carga que llevase toda la vida acumulada en mi pecho de pronto empezase a soltarse.

    – [Noah]Lo sé. [/Noah] – dijo él. Le miré y vi que tenía una sonrisa amable, la de alguien que no siente pena por ti, si no empatía.

    – [Leo]Pero contigo estaba bien, espero no haberte hecho nunca nada malo por eso.[/Leo] – aclaré. Conocía el peso y la oscuridad de ese sentimiento y siempre había tratado de luchar contra ello, en especial con mi hermano, que no tenía culpa de nada. Él negó y la congoja que había empezado a rodearme el corazón remitió. – [Leo]Era conmigo mismo.[/Leo] – confirmé.

    Ni mis padres ni mi hermano tenían la culpa de que me sintiera diferente, ni de que hubiera nacido diferente. Siempre había llevado las emociones de manera distinta a ellos y cuando llegó la adolescencia todo eso, las diferencias físicas, la licantropía, mi gestión de emociones, me golpearon con una fuerza arrolladora hasta que no pude más y encontré una forma de escapar. Pero es imposible escapar de uno mismo, los problemas te siguen y al final tendrás que enfrentarte a tus propios demonios. Eso era lo que llevaba tratando de hacer desde que habíamos llegado a esos mundos y podía asegurar que no era nada fácil, sobre todo aprender a hablar de mí mismo cuando nunca lo había hecho.

    – [Noah]Siempre he sabido lo que te pasaba, igual que papá y mamá.[/Noah] – explicó, mirándome a los ojos. – [Noah]Intentamos ayudarte a superarlo pero era difícil.[/Noah] – añadió. Me di cuenta de que trataba de hacerme ver que nuestros padres también se habían esforzado mucho porque sabía que con él siempre me había resultado más fácil no estar…enfadado. – [Noah]Toda la vida me he sentido orgulloso de ser tu hermano, de que a pesar de cómo te sentías, me tratases bien.[/Noah] – dijo finalmente. A él se le daba mejor hablar de lo que sentía cuando tenía confianza, en ese sentido era como ellos, aunque más reservado para algunos temas concretos. Si me paraba a pensarlo, en esa forma de ser directo para ciertas cosas, era yo quien me parecía más y mi hermano el que menos. Me encontraba más cómodo en mi desnudez y era más asertivo en lo que quería y lo que no, sin problema para hablar de sexo como si hablase de que me apetecía cenar un filete. Él era más tímido, no sé de quién le había salido.

    – [Leo]No sé en realidad si de no haberme convertido, las cosas serían muy distintas.[/Leo] – comenté cuando el pensamiento cruzó por mi cabeza. – [Leo]Al final necesitaba aceptar que soy diferente. Ahora mismo tú estás en mi cuerpo, con la licantropía y sigues siendo tú mientras que yo tengo tus poderes y me siento igual de aislado.[/Leo] – admití. Quizá no era todo culpa de ser licántropo a fin de cuentas, solo había sido un catalizador, una gota de agua que había colmado un vaso que ya estaba a punto de rebosar.

    – [Noah]Quizá serías diferente o quizá no. En un futuro en el que gobernaba Z eras joyero.[/Noah] – me recordó. Me había acostumbrado a escuchar de su boca las historias del pasado, como si se tratara de un cuentacuentos. Durante mucho tiempo había soñado verlas por mí mismo y ahora podía hacerlo, pero teníamos un problema entre manos que era más importante que perderme en la memoria de mis antepasados.

    – [Leo]No sé cómo llegué a eso.[/Leo]

    Noah se quedó en silencio y cuando estábamos a punto de llegar arriba, preguntó: – [Noah]¿Por eso preguntabas si me daba miedo? Mi poder digo.[/Noah]

    – [Leo]Sí. Dentro de tu efusividad, eres tranquilo.[/Leo] – dije. Era un alma inquieta en todos los sentidos, pero a su manera, irradiaba tranquilidad, confianza. – [Leo]Yo parezco tranquilo y enfadado pero por dentro soy como una tormenta que solo se calma cuando suena la música.[/Leo] – o cuando estaba con Kaylee.

    – [Noah]No soy tranquilo, solo intento ser positivo y tengo más tiempo que el resto para procesar las cosas.[/Noah] – explicó. Era verdad que si hubiera querido entre cada palabra suya podía haberme parado a analizarlo todo completamente. Y eso yo que no tenía el control que tendría él después de tantos años. – [Noah]Ese poder es parte de mí pero eso no implica que a veces no me de miedo.[/Noah] – aseguró, desviando la mirada al suelo. – [Noah]Que no pueda volver a ir sincronizado con el resto, que me pierda o que mi cabeza vaya tan rápido que deje de entender a todo el mundo.[/Noah] – eran la clase de miedos que yo mismo había pensado y solo llevaba unas horas en su cuerpo, no me imaginaba toda una vida temiéndolo.

    – [Leo]Ya. Yo tenía miedo a no volver a tener el cuerpo normal la primera vez que me convertí en acero.[/Leo] – sabía que no era lo mismo y ahora que lo controlaba dudaba de que pudiera pasarme, pero recordaba a la perfección la sensación de dejar atrás mi cuerpo de carne y hueso y estar hecho enteramente de acero. Revivía un poco esa sensación cada vez que me convertía en un nuevo material, pero nunca con tanto miedo como esa vez.

    – [Noah]Supongo que es culpa de lo desconocido. Más de medio mundo desconoce que existe gente como nosotros.[/Noah] – respondió. No entendí a qué se refería del todo hasta que no continuó. – [Noah]Y no hay muchos antecedentes. Ni siquiera los poderes de papá y mamá son los mismos que los nuestros.[/Noah] – era cierto que no teníamos clases ni libros para estudiar lo que nos pasaba, solo nuestra intuición y el hecho de atrevernos a hacerlo. De todas formas, Noah estaba siendo modesto, mi poder se parecía más al de mamá que el suyo al de papá. Por muy rápido que pudiera ir nuestro padre usando su poder, él mismo había dicho que nunca había ido tan rápido como Noah y por lo general sus capacidades iban más hacia lanzar rayos y controlar la electricidad que a asumir la velocidad característica de la misma.

    – [Leo]Ni viajaron a otros planetas, al pasado.[/Leo] – añadí. Nos encontrábamos ante nuevos horizontes cada segundo, siempre improvisando, siempre teniendo que sacar ideas de la nada.

    – [Noah]Ya ves que aquí la memoria genética sirve para poco más que identificar a algunos Daë y revivir buenos recuerdos.[/Noah] – trataba de hacer que no me sintiera mal por no poder compartir todos esos recuerdos, pero no colaba.

    – [Leo]Aun así si pudiera me la quedaría.[/Leo] – intenté parecer serio, pero después de lo que habíamos hablado y estando en su cuerpo, me resultó fácil sonreír.

    – [Noah]Ya te gustaría.[/Noah]

    – [Leo]¿Qué hacemos ahora?[/Leo]

    – [Noah]La verdad es que no lo sé.[/Noah] – admitió, apoyando la espalda en la pared que daba a la cocina. Casi al poco de apoyarla, saltó como un resorte al escuchar un grito que venía de los dormitorios. – [Noah]Ve. Tú eres el rápido ahora.[/Noah] – me dijo, mirándome con preocupación.

    Respiré profundamente y corrí lo más rápido que supe. Tuve que tener mucho cuidado porque en apenas un parpadeo aparecí en la habitación de Niall, cuyo cuerpo estaba tendido en el suelo, frente a Henry. – [Leo]¿Qué ha pasado?[/Leo] – pregunté, manteniendo las distancias. Aquél podía ser Niall dentro del cuerpo de Henry o uno de los «usurpadores».

    – [Hector]Me ha atacado…sabía que un corte podía matar a Henry y me ha…atacado.[/Hector] – la mano derecha parecía temblarle mientras señaló un cuchillo tendido cerca de la mano de Niall. Parecía estar en shock.

    Aun así, observé la situación. La mayoría sabíamos el problema que tenía Henry para estar preparados en caso de que ocurriera algo. El grito había debido de ser de Niall porque no sonaba a Henry, así que quizá había sido un intento de atacarle, o de defenderse si en realidad me estaba mintiendo. – [Leo]¿Cómo has podido con él?[/Leo] – pregunté. Henry no tenía la constitución de un luchador y Niall en sí mismo no tenía nociones de combate.

    – [Hector]No sabía usar mi poder y aproveché para golpearle con esto.[/Hector] – señaló una pequeña caja de almacenaje que había en todas las habitaciones, del tamaño de un joyero y de un material bastante resistente.

    Aunque el cuerpo de Niall no sangraba, un golpe así podía haber sido fatal, así que me agaché a su lado y comprobé que respiraba, «solo» había perdido el conocimiento.

    Antes de poder girarme para hablar de nuevo con el supuesto Niall, se me despejó toda duda de quién era el «usurpador» cuando un fuerte golpe en la nuca hizo que todo se fundiese en negro. Ni con la velocidad de Noah tuve tiempo a hacer nada antes de caer. Solo a tener esperanza de que le descubrieran antes de que fuese tarde.

  • UNA PIEDRA EN EL CAMINO

    LEO ARKKAN

    LUNA VILTIS, LA KVASIR – NOCHE

    No sé exactamente por qué me dejé arrastrar a aquél juego adolescente. Siempre había rehuído cuando intentaban usar la presión de grupo para incluirme en cosas que no quería hacer, pero esta vez no había sido igual. Supongo que una parte de mi veía en eso la oportunidad de acercarme más a Kaylee, aunque habiendo encantado ella la botella lo más probable es que diese un salto antes de acercarse a mí.

    Se hizo el silencio cuando empezó a girar sola y veía sonrisas impacientes cuando estaba a punto de detenerse. Quizá no solo era Kaylee la que me ataba a ese juego, quizá también fuese la oportunidad de enmendar mi marcha y acercarme un poco más a aquella enorme familia rota que siempre habíamos tenido. Nunca me había faltado familia pese a ser alguien solitario y taciturno. ¿Pero cómo no serlo? Mi hermano era el hijo que merecían, el verdadero Arkkan hijo de Daakka y Cara, no un hijo de Duke que se convirtió en licántropo y vendió a su familia por unos años de fama.

    Moví los dedos con impaciencia. Cuando me asaltaban las emociones, me relajaba volcarlas en la música, pero allí no tenía ninguno de mis instrumentos. Habría dado cualquier cosa por estar frente a un piano y poder dejarme llevar, desahogar todo aquello, despejar mi cabeza.

    No me hacía gracia jugar a ese juego con toda la magia envuelta asegurándose de que no mentíamos ni dejábamos de cumplir los retos, pero ya estaba allí sentado y no quería quedar como un cobarde. Pero pensándolo bien, con el hervidero de pensamientos que tenía en ese momento, quizá no fuera la mejor idea.

    Tampoco tuve mucho tiempo para pensar. Aquella botella en cuyas manos, o más bien las de Kaylee, estaba el desenlace de nuestra noche, se detuvo primero en Dante y luego en Chloe. Miré a la chica de reojo, era el elefante en la habitación, todo el mundo sabía que era la hija de nuestro futuro de Ed y Lucy, pero nadie se atrevía a preguntar ni saber nada más. En el fondo todos temíamos saber qué nos deparaba el futuro.

    – [Dante]Mira por donde.[/Dante] – vi que Dante sonreía abiertamente. Siempre había sido un tipo muy directo, muy abierto con su sexualidad y su atracción por la gente, pero saltaba a la vista aún más de lo habitual que le atraía la chica.

    – [Lexie]Verdad o reto.[/Lexie]- preguntó Lexie. No dejaba de resultarme extraño ver a la mejor amiga desde hace años de mi hermano siendo también su interés romántico más reciente. En ese momento parecía un poco cabreada y miraba a Idris por el rabillo del ojo.

    – [Dante]Reto.[/Dante] – respondió con tranquilidad. Dante era una persona a la que, en términos profanos, le importaba todo una mierda, o al menos lo parecía de una forma muy convincente. A ratos me molestaba bastante su actitud, quizá porque quería llegar a interiorizar la despreocupación como él, pero sabía que no sería capaz.

    – [Chloe]Te reto a que me digas cuál es el tío más atractivo de esta nave para ti.[/Chloe] – dijo la chica después de pensarlo durante un rato. Aproveché para observar sus rasgos. Se parecía mucho a su madre, desde el físico hasta la personalidad, pero había un aroma a Ed continuo en ella, algo en sus rasgos, en sus movimientos.

    – [Dante]Pfft, eso es fácil. Leo.[/Dante] – respondió echándose a reír. Me giré al escuchar mi nombre, un poco perdido hasta que conseguí ubicarme. Me daba igual gustarle o no a Dante, porque no era recíproco, pero me incomodó que las miradas se centraran en mí.

    – [Idris]Vamos a tener que hacer que los retos los diga otro.[/Idris] – abucheó Idris echándose a reír a carcajadas como era habitual en él. Lo agradecí, porque las miradas pasaron a él y después al ceño fruncido de Chloe.

    – [Chloe]Pues dilos tú, listo.[/Chloe]- replicó cruzándose de brazos, sin querer aparentar que no le había parecido mal. Aparentaba ser bastante más joven que el resto, más cercana a la línea de edad de Vera y Elliot. Al acordarme de ellos vi que estaban sentados en la mesa del comedor, en la esquina más alejada del juego, apoyados en la ventana, hablando de sus cosas. Al menos Elliot, porque Vera miraba de refilón al círculo. Siempre le había gustado ser mayor de lo que era y eso había hecho que acabasen aquí con nosotros, malgastando su vida.

    – [Idris]Solo era broma, no te enfades. La idea fue de Lexie así que…[/Idris] – miró a la chica de piel broncínea que tenía a su lado. Estaba completamente desorientado al estar frente a ella en vivo. Noah me había enseñado fotos y jamás me habría imaginado que era la misma persona, pero estando allí, su olor natural lo dejaba claro. Casi todos los seres teníamos un olor único, diferenciador, como la huella dactilar o el iris, con algunos detalles comunes a sus parientes más cercanos, pero nunca coincidía completamente. El de Lexie en ese cuerpo apenas cambiaba del que estaba acostumbrado, apenas lo alteraba ligeramente su colonia, que acentuaba más con esta apariencia.

    – [Lexie]El bocazas eres tú.[/Lexie]- espetó Lexie. Parecía enfadada de verdad e Idris no lo debió pasar por alto, porque, raro para él, no respondió. La botella volvió a girar sola y para cuando me quise dar cuenta me apuntaba a mí. Entrecerré los ojos y vi que Kaylee apartaba la mirada. En el fondo era ella la que llevaba el juego. Volvió a girar y esta vez apuntó hacia Dante, que se frotó las manos y sonrió.

    – [Leo]Verdad.[/Leo] – respondí con tranquilidad. Sabía que Dante quería reto después de su respuesta anterior, igual que los demás, pero como ya he dicho, Dante no me atraía. En mi casa siempre había habido total libertad respecto a la sexualidad y la expresión de la misma, por eso nunca me lo había tomado como un tabú o algo que esconder. Si me apetecía tener un encuentro sexual con alguien y era recíproco, no había nada de malo en ello aunque fuese algo de solo una vez. En mis años con el grupo, había tenido varios encuentros de una noche con personas de cualquier sexo, pero siempre habían sido con gente que despertaba mi interés físico e intelectual. Para mí Dante era demasiado directo y tenía un excesivo aire de chico malo. Además, en aquél momento no conseguía que me atrayese físicamente nadie porque en mi mente solo estaba Kaylee.

    – [Dante]¿Has tenido algo con alguien de esta sala? ¿Y con quién?[/Dante] – preguntó, entrecerrando los ojos. En teoría, sabía que no iba a hacer daño, pero con esa pregunta lo consiguió. Acababa de ponerme en un aprieto.

    – [Leo]Sí. Con…[/Leo] – traté de contenerme, pero aquella magia no me iba a dejar mentir. Repasé a todos con la mirada, pero nunca había estado demasiado conectado al grupo cuando era joven y eso anulaba cualquier posibilidad de haber tenido nada esporádico con ninguno. La única cercana había sido Amy y nunca había pasado nada entre nosotros. – [Leo]Kaylee.[/Leo] –  añadí entre dientes. Mi enfado hizo que mis uñas se alargasen y afilasen, tomando además la composición del metal de la nave. Cuando me quise dar cuenta, había dejado una pequeña marca en el suelo.

    – [Dante]Eso pasa por no haber tenido nada conmigo.[/Dante] – miré a Kaylee, que no me devolvía la mirada y después a Dante, que se reía. No aguanté el cúmulo de emociones y decidí levantarme y apartarme del círculo antes de que aquél conjuro de la verdad terminase convirtiendo el juego en un enfrentamiento.

    – [Owen]Meh, yo ya lo sabía.[/Owen]- escuché decir a Owen. Sabía que los demás me estaban mirando porque notaba sus ojos clavados en mi espalda, pero me senté cerca de los que no se habían unido al juego. Nate me dirigió una sonrisa y traté de devolvérsela. Me fijé en Owen, que había seguido hablando y había conseguido distraer a los demás. Si lo había hecho para echarme una mano o no, no lo sabía con certeza, pero lo había conseguido.

    Observé distraídamente el juego durante un rato, dándome cuenta de que a Kaylee no le había tocado hasta el momento. En ese preciso instante Sophie estaba respondiendo una pregunta de Chloe sobre si había tenido alguna pareja en la isla. Su respuesta fue negativa, sonriendo al decir que allí eran cuatro gatos. Al parecer la natalidad aún no había ido en auge en aquella micronación.

    Aquella rueda del destino siguió girando pero esta vez Sophie le dijo algo a Kaylee al oído y se levantó en mi dirección. Me imaginé lo que iba a intentar, pero no me apetecía volver a jugar y exponerme más al resto.

    – [Sophie]¿No vas a volver a jugar, mi niño?[/Sophie] – se sentó a mi lado. Olía a playa, a cítricos y a fresas de gominola. Tengo que reconocer que como licántropo, los olores también influyen en tu relación con las personas. Sophie olía de una forma agradable para mí, así que de base tenía buena predisposición hacia ella. Dante olía a aceite de motor y eso me echaba un poco para atrás, lo reconozco.

    – [Leo]Ya he tenido bastante sinceridad para una temporada.[/Leo] – no sabía si ella estaba al tanto de cómo habían mejorado las cosas con Amy. En ese caso, tenía que dar las gracias a Geraldine por conseguir que dijese lo que de otra manera no me atrevía a decir, pero lo del juego era diferente. Sé que Dante no pretendía ofender, y no lo habría hecho si mi relación con Kaylee no estuviese tan cercenada.

    – [Sophie]No has dicho nada que los demás no supieran[/Sophie] – trató de animarme.

    – [Leo]No sabía que era de dominio público.[/Leo] – miré hacia Dante, preguntándome si habría sido él la raíz de los rumores. Por mucho que me hubiera enfadado antes sabía que no. Le gustaba tan poco meterse en la vida de nadie como que los demás se metieran en la suya. Kaylee había debido hablarlo con alguien en confianza y la cosa se había extendido. – [Leo]No me parecía justo para Kaylee.[/Leo] – aclaré, al ver que Sophie me observaba.

    – [Sophie]A Kaylee le da igual.[/Sophie] – trataba de quitarle importancia. El enfado seguía ahí, solo que no era enfado. En el fondo nunca lo había sido, si no frustración por no saber cómo hablar con Kaylee y ver que ella me evitaba. – [Sophie]El sexo es solo…sexo.[/Sophie] – dijo ella. La miré, tenía unos ojos muy bonitos, embellecidos por su perenne sonrisa.

    – [Leo]Pensamos igual. Pero ella…no.[/Leo] – respondí. Aun así, pese a que el sexo era solo sexo y no tenía nada que ocultar, con Kaylee era una cuestión que trascendía mi interés físico por ella. – [Leo]Si no, no me evitaría.[/Leo] – añadí. No conseguía explicarme qué pasaba. De pronto estábamos a punto de acostarnos, llegó Dante y desde entonces no me hablaba. Quizá por eso tenía un poco más de aversión a Dante últimamente.

    – [Sophie]A lo mejor no sabe manejar lo que siente por ti.[/Sophie] – comentó ella. Era su mejor amiga así que si alguien podía aconsejarme, era ella.

    – [Leo]No creo que sienta nada.[/Leo] – repliqué. Estaba acostumbrado a que en la vida las cosas no fueran lo que esperaba de ellas. Sí, Kaylee me gustaba, mucho, pero si ella no sentía lo mismo no había sentido en alargar la agonía. No todos teníamos la paciencia de mi primo Xander ni la resistencia para aguantar ese sufrimiento. – [Leo]Deberías estar pasándolo bien con los demás.[/Leo] – le recordé. Eran momentos de relax y diversión y sabía que sentada allí conmigo no era precisamente lo que iba a tener.

    – [Sophie]Lo estoy pasando bien contigo.[/Sophie]- su respuesta me sorprendió. Sophie era una persona muy agradable. Apenas nos habíamos cruzado algunas palabras desde que la conocía y empezaba a darme cuenta de lo que me había perdido.- [Sophie]Además, mientras yo no esté no le va a tocar a Mike.[/Sophie] – sonrió con picardía.

    – [Leo]Me imaginé que estaba trucado.[/Leo] – respondí, a punto de sonreír.

    – [Sophie]Todo está trucado.[/Sophie]- añadió con un gesto de la mano. ¿Por qué a aquella chica tan agradable y despreocupada le habían encomendado una tarea como salvar el mundo, solo por acompañar a su amiga a evitar que los demás hiciéramos una locura?

    – [Leo]¿Cómo lo llevas?[/Leo] – le pregunté. Sus estudios, los planes que hubiera hecho cuando se fue de la isla, estarían pausados hasta que consiguiéramos volver, si es que podíamos. Alguien había presionado el botón de ‘standby’ a nuestras vidas.

    – [Sophie]Me dejo llevar. Solo… fluyo.[/Sophie]- movió las manos acompasando sus palabras. – [Sophie]Ahora mismo, Kaylee cree que me necesita para hacer magia y yo le sigo el juego.[/Sophie] – la miré, sorprendido. Había muchas cosas que habían cambiado desde que me fui. Ver a Kaylee tal y como estaba, hecha un manojo de nervios e inseguridades después de conocer a aquella Kaylee reina del instituto que se reía del resto, fue impactante. Ni siquiera confiaba del todo en sus habilidades cuando siempre había tenido el intelecto y la intuición para ser una hechicera increíble. Sophie demostraba no solo ser buena amiga, si no también ser muy observadora.

     [Leo]Eres una buena amiga.[/Leo] – le dije. Miraba a Kaylee, riéndose en ese momento. – [Leo]Es fuerte, como Diana. Pero ha estado muy desanimada. Se boicotea.[/Leo] – esperaba que nadie me escuchase hablar de ella. A Kaylee la había conocido bien de pequeños, después había creído perder cualquier conexión con ella. A Freya la conocía muy bien y no era más que Kaylee siendo ella misma.

    – [Sophie]Se culpa por lo que hizo en el instituto, pero no se da cuenta de que eso hace mucho que pasó.[/Sophie] – añadió Sophie. El instituto suele ser una de las peores fases, donde muchos perdemos cualquier parecido con nuestro verdadero yo y caemos presa de la jungla social.

    – [Leo]Todos cometemos errores. Algunos más graves que otros.[/Leo] – asentí. – [Leo]Gracias por venir a hablar conmigo. Sé que no parezco muy accesible.[/Leo] – añadí. Sabía perfectamente lo que todos pensaban de mí, pero prefería eso a que me conocieran de verdad. Siempre me había resultado más fácil lidiar con eso que desnudarme ante los demás.

    – [Sophie]No eres nada accesible.[/Sophie]- afirmó ella sonriendo.

    – [Leo]Lo sé.[/Leo] – era uno de mis mayores problemas. Intentaba llegar a la gente con mi música, pero no podía hacerlo directamente con mis palabras. – [Leo]Hizo falta que una Daë me forzase a ser sincero para volver a hablarme con mi mejor amiga.[/Leo] – miré a Amy, que parecía estar más relajada. Aunque ella me perdonase y las cosas volvieran más o menos a la normalidad, yo mismo iba a tardar mucho tiempo en perdonarme.

    – [Sophie]Sé lo que pasó más o menos, porque me lo dijo Kaylee.[/Sophie] – escuché su voz como un susurro y volví al presente. – [Sophie]En parte, quizás por eso te rehuye.[/Sophie] – añadió. No le faltaban motivos. Hasta hacía poco no había llegado a ser consciente del daño que le había hecho a Amy. Siempre pensé que estaría mejor sin mí y me equivoqué en algo en lo que debí hacerlo. Me imaginé cómo me vería Kaylee, poco más que un monstruo, y con motivo.

    – [Leo]Quizá sea mejor dejar estar las cosas. Mejor para Kaylee, mejor para todos.[/Leo] – añadí. Si pasaba cualquier cosa y le hacía daño también a Kaylee no podría soportarlo. Amy lo había dicho, le faltaba razón. Mi destino no podía ser amargar la vida de todas las MacLeod.

    – [Sophie]Yo no te puedo decir cómo vivir tu vida, pero hablas como un perdedor.[/Sophie] – trataba de darme ánimos, pero todas las dudas y fantasmas del pasado me asaltaban a la vez. Habría matado por un piano o una guitarra.

    – [Leo]En la vida tiene que haber ganadores y perdedores.[/Leo] – confesé. Prefería perder para que Kaylee ganase.

    Sophie abrió mucho los ojos y me miró. – [Sophie]Haz lo que quieras, Leo.[/Sophie]- respondió.- [Sophie]Pero es guapa, simpática y muy inteligente. No creo que tarde mucho en encontrar a otra persona que lo sepa apreciar.[/Sophie] – aquellas palabras dolían como cuchillas, pero no conseguía encontrar motivos para pensar que yo mereciese ser esa persona. Apreciarla, sí, pero por lo demás solo sabía ser una decepción y una desgracia para los que me rodeaban.

    – [Leo]Y seguramente sea mejor para ella.[/Leo] – suspiré y Sophie me miró una vez más. Chasqueó la lengua y volvió a sentarse en el círculo, mirándome una vez más de reojo.

    No quería rendirme con Kaylee, por supuesto que no. ¿Pero cómo podía saber que nuestra vida juntos iba a ser buena para ella? ¿Cómo podía garantizarme que jamás le haría daño como se lo hice a Amy? Y además, era un monstruo, el más mínimo arañazo la convertiría en alguien como yo, si sobrevivía. Yo solo era una piedra en su camino y lo mejor que podía hacer era apartarme.

  • DESUNIDOS

    LEO ARKKAN

    ESFERA GWIDDON – MAÑANA

    Aquél lugar despertaba mis ganas de componer de una forma extraña. Sabía que la música que saldría de allí podría ser tan alegre como triste. Aquella naturaleza propia de un mundo en el que el ser humano es igual de implacable cogiendo lo que quiere, pero aún no tiene tantos medios como para arrasar demasiado, inspiraba una canción de anhelo y libertad, una oda al instinto que todos conservamos en nuestro interior de ser salvajes.

    Pero después estaba la desolación. Tras ver cómo los soldados de casacas rojas rapiñaban las pertenencias de aquellos dos a los que habían matado, nos encontramos con un pueblo en el que quedaban poco más que cenizas.

    Entre los cadáveres cuyos rostros nunca podría borrar de mi mente, encontramos a una mujer que apenas se mantenía con vida. Mientras intentábamos curarla, Elspeth nos dijo que aquello había sido obra del ejército del Nigromante, un brujo con poder sobre los muertos que se había alzado como soberano de aquellas tierras y enviaba a sus soldados con ropas color sangre a buscar objetos mágicos y matar indiscriminadamente a quien resistiera.

    Allí nadie se resistió. Tenían una gema de aguamarina que les proporcionaba agua pura continuamente, por eso arrasaron con todos. Ver morir a alguien es muy distinto a como lo pinta la ficción. Es horrible, no importa si conoces a la persona o no. Te marca para siempre. Me hice la débil promesa de escribir una canción sobre aquella joven a la que se lo habían quitado todo mucho antes de su tiempo.

    Incluso yo estuve de acuerdo en transformarnos y poner camino entre nosotros y aquél poblado. Ser un lobo era la mejor forma de no pensar en tus sentimientos, de dejarte llevar por tus instintos primigenios. Normalmente rechazaba esa pérdida de control, especialmente convirtiéndonos en lobos, cuando poco quedaba de humano, pero aquella vez era distinta.

    Finalmente llegamos a un claro cerca de un río y nos detuvimos, volviendo a nuestra forma humana. Las imágenes de la muerte de Elspeth me sobrepasaron, llegando en una oleada. Me miré la mano, recordaba perfectamente cómo había flaqueado su agarre al final. Apenas podía soportar esos recuerdos, pero no quería volver a esconderme, estaba resultando mucho peor.

    – [Leo]No deberíamos transformarnos mucho.[/Leo] – comenté para que me escuchasen los dos. Me imaginaba que Amy estaría en contra, incluso Ezra parecía más cómodo en su piel de lobo que yo. Pero no solo lo decía por la avalancha de sensaciones que tenía encima en ese momento, si no porque en el poblado habíamos encontrado al menos un par de licántropos muertos.

    – [Amy]Tú encantado.[/Amy] – replicó. Pese a haber dicho que no me guardaba rencor, las cosas parecían ir peor desde que habíamos hablado, o quizá solo lo pensaba porque verdaderamente desde que había vuelto a Moondale no me había cruzado con ella hasta ese momento.

    – [Leo]No me entusiasma la idea morir como si me hubieran sacrificado. [/Leo] – reconozco que respondí molesto. Lo que había pasado me había afectado y los demás no tenían la culpa. No era la mejor forma de arreglar las cosas con Amy, pero a veces los dos éramos demasiado temperamentales y eso iba a ser un problema.

    – [Amy]A mí no me parece tan mala idea.[/Amy]- replicó ella. Había llegado a conocerla mucho y hay cosas de las personas que nunca cambian. Aun así, me incomodó que pareciera valorar tan poco su vida. Quizá porque me sentía culpable y el enfado no era con ella.

    Negué con la cabeza. Prefería no decir nada que empeorase las cosas.

    – [Ezra]Por qué no dejamos la discusión para luego y evitamos morir los tres.-[/Ezra] – sugirió Ezra. Era una persona que transmitía mucha calma. Sabía cosas de su futuro, no demasiadas porque los Moondies se habían asegurado de que no conociésemos demasiado de Omega e incluso Noah había intentado guardar el secreto. Supuse que había sufrido tanto que nuestra pelea le parecía de lo más superflua. No le faltaba razón, pero a veces cuesta coger perspectiva.

    – [Leo]Tenemos que encontrar al Daë para poder salir de aquí.[/Leo] – comenté. Si hubiera podido estar en contacto con Noah habría podido saber algo del Daë. O si hubiera sido un Rakkthathor como ellos.

    – [Amy]Yo no pedí venir aquí con este.[/Amy]- sentenció. Llegaba a dudar que Amy fuese a perdonarme realmente algún día.

    – [Leo]Te he pedido disculpas, no puedo cambiar lo que hice.[/Leo] – repliqué, serio. – [Leo]Y pelearnos aquí en mitad de la nada no va a solucionar mucho.[/Leo] – añadí. Nada de eso iba a ayudar a llevarnos bien, pero no siempre impera la lógica. Si fuera así, los artistas no tendríamos sentido. Hablamos de emociones, de sensaciones. Por eso las inteligencias artificiales no han llegado aún a pintar cuadros o hacer música.

    – [Ezra]Amy, los Daesdi no han elegido los grupos así porque sí. Sabían lo nuestro, una manada desunida.- [/Ezra] Amy le observaba fijamente. – [Ezra]Si queremos salir de esta tenemos que trabajar juntos, te guste o no.-[/Ezra]  añadió. Recapacité un poco, no tenía sentido seguir peleando, estábamos perdidos muy lejos de casa y solo nos teníamos los unos a los otros. Él lo había perdido todo.

    – [Amy]No somos una manada.[/Amy]- afirmó, con el ceño fruncido. Su dolor irradiaba, golpeando como una ola gigantesca. – [Amy]A ti no te conozco y el otro es un…[/Amy]- empezó a decir, dejando salir solo una pequeña parte de ese dolor. Entonces se calló, había escuchado algo, pero no tuvo tiempo a reaccionar porque los casacas sangrientas nos rodearon.

    No hubo tiempo a dialogar. Venían con un objetivo claro. Cargaban sus fusiles, con brillantes bayonetas que apuntaban a nuestros corazones. Uno de ellos embistió. Me giré y aferré su arma. Mi dedo rozó la bayoneta y fui uno con su material: plata.

    Intenté avisar a los demás, pero en aquél caos no había sonido, solo movimiento. Amy era ágil, esquivaba a los casacas y consiguió dejar a uno inconsciente. Ezra era más robusto, pero estaba acostumbrado a luchar, se le notaba. Pudo con dos. Aun así, eran demasiados.

    Me zafé de los míos y me acerqué a los demás. Teníamos que huir, no había otra forma. Amy lo supo y nos hizo una señal para salir de allí. Ella iba delante. Ezra estaba a mi lado.

    Cruzamos el río y seguimos corriendo, mirando solo hacia delante. Cuando el frío ya hizo que me doliese la cabeza, nos detuvimos. Ezra ya no estaba a nuestro lado.

    – [Amy]Te podían haber secuestrado a ti.[/Amy] – no respondí, temiendo reafirmar que eso era lo que pensaba de verdad.

    Esperamos, en silencio, aferrados a una vana esperanza. Una que nunca llegó. Estábamos rotos, desunidos. Nuestros enemigos habían acechado en las sombras y nos sorprendieron porque nuestra preocupación en ese momento era discutir.

    No sé cuanto tiempo pasamos en aquél claro, en silencio. Amy tenía la esfera en las manos, estuvo hablando con su padre, pero me forcé a no escuchar, por respeto. Cuando terminó, seguimos en silencio.

    – [Ezra]¿Estáis bien?-[/Ezra] – nos sorprendió la voz de Ezra. Alcé la mirada, pero mis ojos no se encontraron con la visión de su cuerpo tangible, si no una especie de forma en la niebla. Era su forma astral, por lo que sabía, podía proyectarla dejando atrás su cuerpo, pero no lo había visto hasta entonces.

    – [Amy]¿Tú cómo estás?[/Amy] – Amy se acercó, preocupada.

    – [Ezra]Algo magullado.-[/Ezra] replicó. Su forma se hizo algo más visible. Tenía una herida en la ceja que sangraba ligeramente y un jirón en una de las mangas.

    – [Leo]¿Dónde estás?[/Leo] – pregunté. Teníamos que encontrarle, buscar al Daë y salir rápido de ese mundo.

    – [Ezra]No pude ver mucho, pero tampoco hizo falta. Buscad en el río hasta dar con unos establos, una vez deis con él, seguid el camino hasta el castillo.-[/Ezra] explicó. Los lobos se rigen por su olfato, así que Ezra no había necesitado ver para saber por dónde pasaba. Alguna ventaja tenía que tener.

    – [Amy]Voy a por ti.[/Amy] – afirmó Amy. No pasé por alto que hablaba solo por ella.

    – [Leo]Vamos.[/Leo] – corregí, mientras ella cogía sus cosas. – [Leo]¿Llevas la gema?[/Leo] – le pregunté. Si buscaban objetos mágicos, ese sin duda sería algo llamativo. Ezra asintió. Si no era por la gema, ¿por qué se lo habían llevado? A otros no habían tenido problema en matarlos a sangre fría.

    – [Amy]Prefiero ir sola.[/Amy] – aseguró ella. Por muy enfadada que estuviese conmigo, no iba a dejarla ir sola. Ya nos habían superado estando juntos y esto sería mucho más difícil.

    – [Ezra]No. Si de veras quieres salvarme tendrás que dejar que Leo te ayude. No podrás con ellos tu sola.[/Ezra] – si la Amy de su futuro se parecía a la nuestra, Ezra debía imaginarse cual sería su respuesta.

    – [Amy]Claro que puedo sola.[/Amy] – afirmó. Cabezota con todas las consecuencias.

    – [Leo]Luego me odias todo lo que quieras, pero lo más importante ahora es Ezra. Así que tenemos que trabajar juntos.[/Leo] – le aclaré. – [Leo]Tú puedes hablar con Ezra si él no puede aparecerse. Yo no.[/Leo] – y yo tenía una ventaja contra las armas de plata de los casacas sangrientas. Nos necesitábamos.

    La respuesta de Amy fue encogerse de hombros y empezar a caminar. Negué con la cabeza y me adentré en el bosque tras ella, pensando en cómo podríamos asaltar el castillo entre dos personas.

     

  • MONSTRUOS

    LEO ARKKAN

    TARDE – MOONDALE

    No soy una persona a la que le guste mucho la televisión, de hecho en mi cabaña lo único similar que puede encontrarse es el monitor del ordenador en el que veo lo que me apetezca en InfiniTV, además del equipo de inmersión a Endless, pero eso ya es otro nivel.

    Pero uno no puede controlar siempre las cosas y si tenemos que ver algo, aunque no queramos, terminaremos por hacerlo. Esa tarde había decidido disfrutar del otoño en ciernes saliendo a tomar algo en un café local. Rehuí específicamente el InfiniCoffee por lo que había pasado en la sede de Infinity. Seguía usando Endless y otros de sus productos, para no levantar demasiadas sospechas. A fin de cuentas, los que más localizados estaban eran los que habían entrado y lo que supieran de nosotros, ya lo conocerían hacía mucho tiempo.

    Estaba disfrutando de un café con leche de almendras y panela cuando en la televisión me llamó la atención una canción. Me giré y vi que estaban hablando de ‘Wolf’s Bane’  y de cómo uno de sus integrantes había desaparecido del todo. Estaba acostumbrado a ello y había empezado a lidiar poco a poco con la gente que me reconocía por la calle y me preguntaba por qué lo había dejado. «Había decidido centrarme en la música» era la respuesta estándar, a la que no le faltaba razón. El mundo de la fama frivoliza todo lo demás y convierte a la música en una mera herramienta. Pero el motivo no era ese.

    Había empezado a desconectar mientras hablaban de ello, hasta que escuché un nombre «Freddie«.

    ‘Freddie Malik, anterior componente de esta banda, se ha lanzado al estrellato rebautizándose como Freddie Galaxy, situado en el top cinco de ventas de InfiniMusic y convirtiéndose en el más visto en InfiniClips gracias a sus actuaciones que imitan a las del grandioso Freddie Mercury’.

    Llevaba mucho tiempo esperando escuchar su nombre en las noticias, pero no así. Miré hacia la pantalla y vi un fragmento de uno de sus conciertos. Había cambiado, iba vestido con una capa y una corona, con el torso al descubierto y unos pantalones de color llamativo. Ahora llevaba el pelo corto y engominado y un bigote muy cuidado le adornaba el rostro. Estaba muy diferente, pero seguía vivo.

    No sabía cómo tomármelo. Una parte de mí se alegraba de que no hubiese muerto por mi culpa, pero a otra le preocupaba que conociese mi secreto, aunque si hubiese querido divulgarlo, ya lo habría hecho. Pagué el café y salí al exterior, pensativo.

    Solo mis padres y Noah sabían lo que había pasado para que dejase ‘Wolf’s Bane’. Si, no habría durado mucho tiempo en la banda porque aquello ya no me entusiasmaba y apenas soportaba a nadie del grupo. Freddie ya había empezado a cambiar por la influencia del resto. Quizá no era justo culpar a los demás, porque cada uno tenía su libre albedrío, pero cuando ves que todo el mundo hace lo mismo y que tienes unos recursos y libertad únicos en la vida, es fácil que pierdas los objetivos.

    Fuera como fuese, todo cambió de un día para otro. Estábamos celebrando el inicio de una nueva gira. Esa noche estaban especialmente insistentes respecto a que me tomase algo: alcohol, pastillas, polvo dorado. Daba igual, lo intentaron todo, pero la respuesta fue la misma. Estaba a punto de irme, cuando Freddie me pidió que me quedase. Había demasiado ruido y me distraje, incapaz de ver que echaba algo en mi bebida.

    ‘Jinx’. Así se llamaba. Normalmente una pastilla de color violeta intenso. Vaciaron su contenido en mi copa. No tardó demasiado en hacer efecto. La realidad se desdibujó y me sentí libre, pero no fui el único que lo hizo. La droga afectó a mi conexión con el licántropo y comencé a transformarme delante de todos ellos. Aún consciente, conseguí huir, pero Freddie vino detrás de mí y lo que se encontró era más bestia que hombre. A la mañana siguiente supe que estaba hospitalizado y lo dejé todo.

    Por mi mente habían pasado muchas opciones: haberle matado; haberle convertido; haberle dejado marcado para toda la vida. Pero ahí estaba, vivo, sano, aunque eso no impedía que le hubiese convertido.

    Saqué mi móvil y empecé a buscar detalles de sus conciertos y los comparé con el calendario lunar. Había noches de luna llena en las que había actuado, así que no podía ser eso. En mis tiempos en ‘Wolf’s Bane’ habíamos creado la leyenda urbana de que todos éramos licántropos. No me había costado venderles la idea. Así que por eso no actuábamos nunca en luna llena. Los problemas para compatibilizar las girar se compensaron con que a los fans les encantaba.

    Así que Freddie estaba vivo, sano a juzgar por cómo se movía y no era un licántropo. Quizá ni siquiera recordaba quién le había atacado aquella noche. Tras irme, había enviado un mensaje oficial a la banda para decir que lo dejaba para buscar de nuevo la ilusión, aprovechando de paso para dejar claros sus problemas con las drogas. Así que quizá mi secreto seguía a salvo. Fuera como fuese, no irían a buscarme allí, a Moondale.

    Con un problema menos a la espalda, me entraron ganas de hablar con Freya, aunque últimamente parecía que le rondaba la cabeza algo importante y no hablaba demasiado conmigo. No le había dicho nada de lo que había estado a punto de ocurrir con Kaylee, porque tampoco había conseguido llegar a formalizar nada con Freya, ni siquiera conocer su nombre real. Pero aun así, seguía sintiendo una conexión con ella.

    Kaylee no me había dirigido la palabra desde aquella noche y no quise intentarlo, probablemente fuera mejor para ella si me mantenía fuera de su vida. Me habría gustado hablar con ella ahora que Noah y yo nos veíamos en el lado opuesto a Xander en todo ese asunto de reabrir el Axis Mundi. Sabía que ella había decidido no formar parte y quizá pudiera ayudarnos a impedir que cometiesen esa locura. Pero no podía ser.

    Las Pruebas de los Daesdi y el Axis Mundi eran uno de los terrenos en los que sabía casi tanto como el propio Noah con las memorias de nuestro padre, porque desde el principio mis padres me habían dejado ver sus discos para que no me sintiera de menos respecto a Noah. Los peligros que habían pasado todos allí eran evidentes, por no mencionar el sacrificio de Kaylee. No podíamos permitir que ninguno se sacrificase para expulsar a Omega, tenía que haber otra forma.

    Quizá fue liberarme de la carga de Freddie o quizá la preocupación, pero acabé buscando el nombre del videoclub en el que trabajaba Jane y caminando hasta allí.

    Cuando entré me maravillé de que algo así siguera existiendo, mantenido solamente por la nostalgia y por una crisis creativa que llevaba más de veinte años lastrando al mundo. Esperé a que se marchase la gente mientras ojeaba la portada de ‘Los Inmortales’, de la que solo recordaba la banda sonora.

    – [Jane]Leo, ¿a qué has venido?[/Jane] –  me preguntó en cuando el videoclub quedó vacío, saliendo de detrás del mostrador. Agradecía que Jane no andase con formalidades. Era directa y lo respetaba.

    – [Leo]¿Te han contado lo que piensan hacer?[/Leo] – le pregunté. Miré la cámara de seguridad y Jane negó con la cabeza, quitandole importancia. No debía tener audio.

    – [Jane]Sabes que Owen es mi hermano, ¿no?[/Jane]- respondió. Owen no mantenía demasiado el misterio, era muy distinto a su hermana, pero también respetaba que en él todo fuese lo que parecía, sin medias tintas, excepto que se hiciese más el tonto de lo que en realidad era.

    Me encogí de hombros. – [Leo]Noah y yo queremos impedírselo. Tú también puedes si consigues el disco de tu padre antes que tu hermano.[/Leo] – resumí, no tenía tiempo que perder en explicaciones. En un par de días sería la luna de sangre y aunque Noah y yo tuviéramos los discos de nuestros padres, los demás aún podían conseguirlos de alguna forma.

    – [Jane]No quiero volver a discutir con mi hermano[/Jane].- aseguró con un deje de tristeza. Algo me decía que estaba tan deprimida que no se molestaba en ocultarlo. ¿Verse reflejada en Omega habría apagado su fuerza dejando solo la tristeza?

    – [Leo]¿Prefieres que muera intentando enviar al vacío a tu doppleganger?[/Leo] – repliqué sinceramente, quizá demasiado. La gente tendía evitar hablar de la muerte, pero a todos nos acecha en una carrera que algún día perderemos. Y para nosotros, en el mundo que vivíamos, la carrera era más acentuada que para los mortales.

    – [Jane]Eres un borde de cojones, Leo[/Jane].- sentenció, molesta. Se marchó a limpiar las portadas de algunas películas, en aparente concentración, aunque estaba claro que estaba perdida en sus pensamientos.

    – [Leo]Ya, bueno, pero eso no hace que sea mentira. A veces hay que ser desagradable para proteger a la gente.[/Leo] – le expliqué. No servía de nada evitar herir sus sentimientos porque no había tiempo y después sería demasiado tarde para lamentarse.

    – [Jane]Ser desagradable no es excusa para nada.[/Jane] – respondió, con las cejas arqueadas mientras fruncía el ceño sin siquiera darse cuenta.

    Me quedé callado, estaba acostumbrado a que me lo dijesen y no podía negar que tenía razón esta vez. – [Leo]No debería haberlo dicho así, pero es peligroso.[/Leo] – me gustaba ser sincero y directo, así que intentaba esforzarme también con las disculpas, aunque a veces sonasen frías.

    – [Jane]Sé que es peligroso, pero son adultos y van a hacer lo que quieran.[/Jane]- continuó, relajando ligeramente el ceño.- [Jane]Nadie me hace caso nunca. Esto no va a ser una excepción.[/Jane] – apostilló. Jane se había dado por vencida. Era cierto que eran bastantes los que se habían reunido y teníamos poco que hacer para contradecirles, pero aun así, necesitaban los discos. Noah no tenía claro que pudiesen abrir un portal al Axis Mundi con eso, porque ni se habían enfrentado a sus miedos ni a sus deseos, ni ningún Daesdi se había presentado ante ellos para decir que eran los nuevos Daë. Ni siquiera había una Kvasir entre nosotros. Pero el riesgo era demasiado como para dejar lugar a error.

    – [Leo]Es tu decisión y la respeto.[/Leo] – asentí y me giré dispuesto a irme. Aún contabamos con Nate, sin tener que llegar a meter a los Moondies en todo aquello. Pero si llegaba el momento de hacerlo, no quedaría más remedio.

    Jane suspiró a mi espalda.- [Jane]Intentaré quitarle el disco, pero no sé si saldrá bien.[/Jane] – dijo finalmente.

    Me detuve y me giré. Parecía derrotada, pero no le habían abandonado las fuerzas, solamente estaban ahí, cubiertas por la oleada de acontecimientos que habían sacudido su vida.

    – [Leo]Haremos lo que podamos. Cómo salga no depende solo de nosotros.[/Leo] – comenté. No podíamos controlar el destino, solo podíamos hacer lo que estuviera en nuestra mano. No tenía sentido preocuparse, porque no controlábamos todo.

    – [Jane]Una pena lo del libre albedrío.[/Jane] – sentenció ella, que sí parecía querer controlarlo todo. Era demasiado protectora.

    – [Leo]Sé lo que es sentirse un monstruo.[/Leo] – moví la mano derecha, resumiendo mi discurso en solo eso. Se me habría dado mejor cantarlo, pero no era el lugar ni el momento, igual que en el Bosque de los Lobos. Jane me miró fijamente durante un instante. Sabía lo que le había pasado por la cabeza al ver a Omega, al ser consciente del alcance real de sus poderes y por qué durante toda su vida solo la habían dejado jugar sin vigilancia con Xander.

    Me tendió una caja. – [Jane]Te dejabas la película.[/Jane] – asentí y la cogí. ‘Los Goonies’. Era un paralelismo directo con lo demás y el lío en el que estaban a punto de meterse por llegar a encontrar el tesoro que tenían localizado en su mapa.

    Solo nosotros podíamos impedirlo. Pero ninguno podíamos impedir el Destino, que para entonces ya había sido escrito en su libro.

  • UNA ESTRELLA EN MITAD DEL CAOS

    LEO ARKKAN

    BOSQUE DE LOS LOBOS – MADRUGADA

    Sentí un tirón y aparecimos en mitad del Bosque de los Lobos. Nada más llegar, percibí la conexión con aquel lugar y la lucha del licántropo que pugnaba por salir.

    Recorrimos un tramo en silencio. Miré un par de veces hacia Kaylee pero ella evitaba devolverme la mirada y caminaba a la altura de Dante, hablando sobre el resto del equipo. Tras un rato, llegamos a un claro donde nos esperaban Jane, Nate, Cole y los amigos de Noah: Lexie y Niall.

    No hubo mucho intercambio de saludos. Casi todos estaban nerviosos por lo que estaba a punto de pasar. No teníamos planes, solo el poder con el que habíamos nacido y la intención de salvar a nuestros seres queridos. Jane estaba especialmente inquieta. Siempre me había parecido una de las más sensatas de todos, pero en ese momento la situación la superaba, como a todos.

    Después de aclarar algunas cosas, la tenue conversación se detuvo de golpe a mi señal. Había captado un olor, pero muy ligero, se perdía en el aroma a los abedules que nos rodeaban. Cerré los ojos y, con miedo, dejé que el licántropo y yo fuésemos uno, sin llegar a ceder del todo. Los colmillos rajaron mis encias al crecer en tamaño. Ese dolor empezaba siendo molesto, pero terminabas notando alivio. Sin embargo, notar las uñas desgarrar la punta de mis dedos era una de las cosas que peor llevaba. El pelo apenas se notaba y los huesos dolían poco al pasar a esa forma más humana que licantrópica. No era muy  lobo, pero sí lo suficiente como para que mi olfato captase un olor familiar. Mi hermano estaba cerca.

    Me coloqué delante de los demás y les hice una seña para que me siguieran. En ese momento era todo sentidos. El viento rozaba mi piel y era capaz de paladear los aromas que dejaba el aire que respiraba. No tarde en empezar a escucharles también.

    – [Zeus]El camino pacífico es la sumisión.[/Zeus] – escuché decir a una voz. El lobo en mí reconoció que era un líder por su tono.

    – [Elle]No hemos venido a luchar[/Elle].- dijo una voz femenina. Era mi prima Elle.

    – [Hades]Pequeñas ratas ladronas.[/Hades] – añadió un desconocido. El licántropo rehuía esa presencia y eso no me gustó nada. No presagiaba nada bueno.

    – [Zeus]Nadie os hará daño si os entregáis a nuestra autoridad.[/Zeus] – afirmó de nuevo el alfa.

    – [Amy]No.[/Amy]- esa voz no podía olvidarla. Ahora no era el lobo quien no quería enfrentarse a esa persona, si no yo, porque era la de Amy. Sabía cómo le había afectado mi marcha y durante años me había protegido evitando hablar con ella. En el tiempo que llevaba en Moondale no había salido del Bosque por no encontrarme a nadie que me reconociese, pero también para no verla a ella, porque no sabía qué decir.- [Amy]Tenían a dos personas en cápsulas, ¿pensáis que estamos tan mal de la cabeza?[/Amy] – su voz seguía siendo la de una alfa y mi licántropo la reconocía.

    Una nueva voz femenina, serena y calmada, habló.- [Atenea]No están preparados para el exterior.[/Atenea]- empezó a decir. -[Atenea]Cuando lo estén, Infinity les dejará ir.[/Atenea] – dudaba que nadie fuese a creerse eso, y menos Noah, con la historia que teníamos en nuestra familia con aquél lugar.

    – [Ezra]No soy ningún experimento vuestro. Quedé atrapado aquí por error. No podéis retenerme.[/Ezra] – esa voz no la reconocí, debía ser una de las personas que habían ido a rescatar. Kaylee no había entrado en detalles pero se suponía que era el famoso Ezra, el hijo de Edward en una realidad alternativa. Mi olfato emparejó la voz con el olor y supe que era otro licántropo. Amy estaba cerca suyo.

    – [Atenea]Crees que estás atrapado, pero estás enfermo.[/Atenea] – respondió la mujer. Apuré el paso y los demás me siguieron. La tensión estaba aumentando, podía sentirla incluso desde allí. Ellos no se iban a rendir e Infinity aún menos.

    – [Hermes]Aún estás confuso por haber despertado tan brusco. Infinity no experimenta, salva vidas. Sin nosotros habrías muerto[/Hermes] – añadió otro de los del otro bando. Noté algo extraño en él, como si yo mismo quisiera creerme sus palabras.

    – [Owen]Tío no erais capaces ni de abrir su cápsula. Lo teníais de adorno en un almacén.[/Owen] – replicó la voz de Owen. No la escuchaba prácticamente desde el día en el que me di cuenta de que no era tan tonto como parecía.

    – [Hermes]Para no exponerlo a un trauma como el que ha tenido que pasar ahora. Su mente está confusa.[/Hermes] – el mismo tipo de antes, tratando de volver lo blanco negro, por desgracia sus palabras tenían sentido. No estaba tan cerca de él como para saber si ese tal Ezra decía la verdad, pero incluso aunque no mintiese, podía creerse la historia porque ese tiempo encerrado hubiese hecho estragos en su mente.

    En ese momento estábamos llegando a un pequeño claro cerca de la linde del bosque que daba hacía la sede de Infinity. No se veían soldados en el horizonte, solo el grupo que ya había olido antes. Catorce personas con uniformes completos en fila frente a los nuestros.

    Al vernos llegar, su mirada se fijó en nosotros. Miré a Noah y asentí cuando le vi sonreír. Por suerte estaba a salvo. Antes de poder saludar a los demás olí algo que no debía estar allí, un olor duplicado. Era tenue, no era exactamente igual, pero sí muy parecido. Mis ojos siguieron el rastro y se encontraron con otra Jane en el grupo de Noah.

    El cambio era sutil, engañana al olfato y a la vista. Evidentemente no engañaba al hecho de que hubiésemos traido otra Jane con nosotros. En cuando los demás se dieron cuenta, cundió el caos.

     – [Amy]¿Qué cojones…?[/Amy] – espetó Amy.

    – [Elle]¿Jane?[/Elle] – gritó Elle, mirando hacia nuestra Jane. Todos empezamos a distanciarnos de ambas. Mi hermano estaba mirando fijamente a su Jane, con suspicacia. El grupo de Infinity parecía confuso, pero irradiaban tanta seguridad que no se habían movido.

    – [Xander]¿Omega?[/Xander] – la voz de Xander parecía a punto de quebrarse. Se alejó de su Jane, aterrado, esperando una respuesta que no fuera la que él ya parecía saber a ciencia cierta.

    – [Kaylee]Aléjate de ella[/Kaylee]. – le gritó Kaylee. La miré, debía haber visto algo que los demás no.

    Por desgracia, fue tarde. La Jane que estaba al lado de Xander hizo un gesto con la mano y nuestra Jane salió volando a toda velocidad contra un árbol. Ni siquiera Noah pudo reaccionar a tiempo.

    -[Ezra] Lo sabía. Sabía que eras tú. [/Ezra] – Ezra se lanzó contra ella pero acabó varios metros más allá, estrellado contra el suelo.

    – [Elle]¡Jane![/Elle] – el grito de Elle se superpuso a las palabras de Ezra y la vi cruzando el claro a toda velocidad para unirse a los que habían ido a ver cómo se encontraba Jane, inconsciente en ese momento.

    La que se hacía pasar por Jane tenía un gesto completamente diferente a la que conocía de toda la vida. Parecía cruel y violenta, todo en su nueva postura lo emanaba. De pronto todos se habían vuelto contra y su respuesta fue desatar una tormenta de arena a nuestro alrededor. Pronto apenas se pudo ver nada. No veía a los demás, estábamos aislados y el caos reinó por todas partes, así que empecé a guiarme solo por mi olfato y mis instintos.

    Necesitaba mis poderes así que me concentré.

    You can be anything you want to be
    Just turn yourself into anything you think that you could ever be
    Be free with your tempo, be free be free
    Surrender your ego – be free, be free to yourself

    Sentí el anillo en mi dedo y mi cuerpo se convirtió en plata pura. La arena ya no me hacía daño, así que me adentré en ella para ayudar a los demás.

    – [Elle]Jane está inconsciente.[/Elle]- escuché decir a Elle, más alejada. La tormenta era más tenue donde se encontraba. Me abrí paso hasta ellas. – [Elle]Noah, tienes que llevártela a un hospital.[/Elle]- vi a mi prima con los ojos brillantes por las lágrimas que estaba tratando de controlar. Mi hermano apareció a nuestro lado, estaba en su forma Rakkthathor y llevaba a una muchacha inconsciente atada a la espalda. Cogió a Jane en brazos. Desapareció y al instante volvió a estar allí, un miembro de Infinity le miraba fijamente, cerca de nosotros, le había cortado el paso. Lo intentó varias veces más, sin resultado. Me preocupó pensar que era más rápido que mi hermano.

    Un cuerpo salió de la tormenta, tosiendo. Era Xander. – [Xander]Elle, el poder de papá.[/Xander] – le indicó a Ellie. Llevaba una espada en la mano y tenía varios cortes, al parecer ya no estábamos peleando solo contra la Jane falsa, los de Infinity habían decidido intervenir.

    – [Elle]¿Y si la quemo y es peor?[/Elle] – preguntó, dudando. Algo la preocupaba, algo que no estaba contando. Podía oler su miedo.

    Un cuerpo fornido salió de la tormenta y se escuchó el sonido de metal contra metal cuando una espada enorme chocó contra la de Xander. Vi sus brazos ceder ante la fuerza de quien estaba atacándole, un tipo de piel oscura con el símbolo de un casco emplumado y una lanza.

    Alguien se lanzó sobre él, evitando que golpease a Xander, y lo echó hacia atrás con un torrente de hielo. – [Idris]No hay nada peor.[/Idris] – dijo, tosiendo.

    El licántropo en mí sintió algo y al ver una punta afilada asomar entre la arena, me coloqué entre Jane y Elle y el atacante, que resultó ser una arquera que no dudó en disparar. Sus primeras flechas rebotaron, pero después empezó a cargarlas con un aura brillante. Una de ellas me rozó el brazo y me hizo un corte, pese a ser de plata maciza. Entonces se giró al escuchar la voz del que parecía el líder.

    Detrás de mí, escuché la respiración profunda de Elle antes de que una luz saliese de sus manos, temblorosas, colocadas sobre Jane. Era el poder de mi tío, nunca había visto a Elle utilizarlo, pero tampoco había hecho falta hacerlo. Era nuestro primer combate y se notaba.

    Al cabo de un rato, Jane volvió en sí. – [Jane]Me encuentro mal.[/Jane] – dijo llevándose una mano a la cabeza. Michael llegó corriendo, había tenido que bordear la tormenta.

    – [Mike]Tenemos que llevárnosla, aquí no la puedo atender bien.[/Mike] – dijo, después de agacharse a su lado y observarla.

    – [Noah]Es más rápido que yo, no me va a dejar pasar.[/Noah] – explicó mi hermano. El tipo nos observaba, listo para lanzarse sobre cualquier en cualquier momento. Me extrañó que no lo hubiese hecho ya. Quizá estaba pendiente de sus compañeros, que debían estar encargándose de la Jane falsa.

    – [Henry]Es rápido, pero no lo suficiente.[/Henry] – un tipo joven al que no conocía, pero al parecer los demás sí, apareció a nuestro lado de pronto. Se había teletransportado, porque de lo contrario habría sentido su rastro acercándose. Llevaba a una muchacha inconsciente a cuestas y caminó hasta Jane.

    – [Elle] Yo no me puedo ir.[/Elle] – le explicó mi prima. Muchos estábamos ya allí, cerca de Jane, cerrando un círculo a su alrededor para protegerles mientras se iban. Kaylee estaba cerca, murmurando un hechizo de protección.

    – [Xander]Tienes que cuidar de ella. Protegedles.[/Xander] – le pidió Xander.

    – [Elle]Xander, tienes que irte tú con Jane.[/Elle] – Elle se acercó a su hermano y le miró frente a frente.

    – [Xander]No os puedo dejar aquí solos.[/Xander] – sentenció. Entendía a Xander, yo tampoco sé si habría podido irme sabiendo lo que pasaba. En el tiempo que tardase ese chico en teletransportarse podrían habernos cogido a los demás.

    – [Elle]Se lo debes.[/Elle] – añadió, mirándole seria. Xander pareció callarse una infinidad de maldiciones, pero todo sucedía demasiado deprisa, nuestro tempo era cada vez más apremiante y caótico.

    Respiré profundamente y empecé a hacer sonar una canción en mi mente. Eso me relajaba mientras los de Infinity nos atacaban, por suerte, una pequeña fracción, el resto se enfrentaba a la otra Jane.

    Aguantamos como pudimos, prácticamente estábamos derrotados porque los poderes de aquellos soldados parecían los de los dioses olímpicos. El más grande, el dios de la guerra, era una bestia que apenas conseguimos parar Xander, Elle y yo. Idris fue listo y se enfrentó a su Poseidón, que pese a estar en inferioridad por poder, no cedía ni un ápice. Un licántropo fue en su ayuda, Ezra supuse. Nate aguantaba solo contra Atenea, que luchaba de forma implacable. Noah se encargó de distraer a su Hermes, pero estaba recibiendo demasiados golpes, hasta que de pronto había dos copias exactas de Noah y Hermes empezó a estar confuso, cerca de ellos, oculta tras un árbol, estaba su amiga Lexie. Su otro amigo, Niall, corrió a ayudarle con un grito que me hizo taparme los oídos. Cole y Dante caminaban sin un paso firme, enfrentándose a un hombre mayor, con la mirada fija en ellos, que parecían ebrios. No vi a Amy ni a Owen por ninguna parte. Kaylee estaba un poco más alejada, temblando. No sabía qué le estaba pasando, pero olía su miedo, su inseguridad.

    – [Idris]Necesitamos un poco de tu mojo señorita Granger.[/Idris] – escuché cómo le decía Idris. Me sorprendió su naturalidad a la hora de hablar de lo que le estaba pasando. Poseidón estaba enzarzado con Ezra, pero Idris se enfrentaba ahora a su versión de Deméter, que estaba alzando literalmente tentáculos de plantas de la misma tierra para apresarle. Quise ir en su ayuda, pero el falso Hefesto no me dejaba margen.

    – [Kaylee]No funciona.[/Kaylee] – respondió ella, mirándose las manos como si quiera enterrar la cara en ellas y esperar a que todo pasara.

    – [Idris]¿Cómo no va a funcionar? ¿Estás oxidada?[/Idris] – le replicó Idris.

    – [Kaylee]No, es que no funciona.[/Kaylee]- respondió, nerviosa. Quise ayudarla, quise decirle algo, pero no se me daba muy bien hablar, quizá por eso escribía canciones.

    – [Idris]Kaylee, necesitas concentrarte. ¿Cómo sabes que no funciona si no lo estás intentando?[/Idris] – insistió. Congelaba sin parar las enredaderas que trataban de llevarle, pero su enemiga no cedía.

    – [Kaylee]Lo estoy intentando.[/Kaylee] – afirmó ella, que permanecía inmóvil.

    – [Idris]No lo intentes, hazlo.[/Idris] – replicó, esquivando un latigazo. – [Idris]Porque yo estoy intentando no morir y veo la cosa muy negra.[/Idris] – aseguró. Una cadena del falso Hefesto me aferraba el brazo, tirando de mí. Tenía una fuerza que parecía que me lo iba a arrancar de cuajo, incluso siendo de plata.

    – [Kaylee]No puedo.[/Kaylee]- dijo, paralizada por el miedo. Idris fue a responderle pero recibió un golpe de una rama y salió despedido. Se puso en pie pero le sangraba una ceja.

    – [Idris]Kaylee, tienes dos opciones: seguir ahí diciendo que no puedes mientras mi cuerpo se separa de mi maravillosa cabeza o ayudarnos y salvarnos la vida.[/Idris] – le recordó. No pude evitar mirar hacia Kaylee, estaba preocupado por ella, pero a la vez no era capaz de decirle nada. Ese despiste me hizo recibir un golpe que me tiró al suelo.

    – [Kaylee]Yo no tendría que estar aquí.[/Kaylee] – replicó, aferrándose los brazos.

    – [Idris]Ya, yo tampoco, preferiría una playa y a Coquito en bikini al lado, pero como no hagamos algo, no voy a llegar a eso[/Idris] – insistió. Necesitabamos su magia. La había visto hacer algunos trucos cuando era pequeño y todos sabíamos el poder que tenía Diana.

    – [Idris]Kaylee, levántate por lo que más quieras.[/Idris] – le rogó. Los demás trataban de aguantar como podían.

    – [Kaylee]No puedo.[/Kaylee]- olí su tristeza y su estrés. Kaylee estaba pasando un muy mal momento. Quise correr hacia ella y reconfortarla, pero yo no era más que un cobarde. Por eso había dejado de lado a mi mejor amiga, había huído de la fama y me había refugiado de todos los que había conocido durante más de un mes.

    – [Idris]Sí puedes. Te necesitamos.[/Idris] – le recordó. Habría deseado ser como él. Ser yo quien pudiera inspirarla.

    – [Kaylee]No.[/Kaylee]- replicó, entre sollozos.

    – [Idris]No vamos a poder[/Idris] – continuó él.

    – [Kaylee]Lo siento.[/Kaylee] – se lamentó ella.

    – [Idris]No digas lo siento cuando puedes cambiarlo.[/Idris] – una enredadera le cogió un pie y después el otro, arrastrándole.

    – [Kaylee]No puedo.[/Kaylee] – repitió. Una delgada y ágil loba crinos de color pardo empezó a desgarrar plantas para intentar ayudar a Idris, pero la falsa Deméter parecía no estar cansada y sus plantas no daban tregua.

    – [Idris]Claro que puedes. Has venido hasta aquí. Tu hermana está en peligro.[/Idris] – estamos aguantando porque el resto de falsos dioses estaba enfrentándose a la otra Jane, pero no aguantaríamos mucho así, incluso ahora que Poseidón se había internado en la tormenta para ayudar a los otros.

    – [Kaylee]No me merezco la magia, ni nada.[/Kaylee] – se lamentó. Sentía parte de su dolor a través de mis sentidos aumentados y me desgarraba por dentro. ¿Quién era? ¿En quién me había convertido? ¿Por qué no era capaz de llegar a la gente?

    – [Idris]Abre los ojos y mira a tu alrededor[/Idris] – gritó Idris, peleando con todas sus fuerzas con las enredaderas que le devoraban.

    Kaylee abrió los ojos y observó el caos en el que estábamos sumidos. No había duda de que no estábamos preparados. Nuestros padres y madres a nuestra edad ya llevaban mucho tiempo luchando y entrenándose y nosotros nada. Por un momento me asaltó el pensamiento de quién defendería el mundo cuando ellos no estuviesen. – [Kaylee]¿Y qué puedo hacer yo?[/Kaylee] – preguntó, preocupada.

    – [Idris]Protegernos.[/Idris] – dijo, ya con dificultad. Dejé que mi mente flotase de nuevo libre hasta alcanzar el otro anillo, el de titanio. Mi cuerpo se convirtió en titanio puro y no esperé a que mi oponente se adaptase. Tiré de su cadena y la partí con mis manos, lancé el trozo contra él y me abalancé aprovechando su confusión. Él colocó unas manos ardientes en mi espalda y me lanzó sobre su cabeza. Me arrastró por el suelo, horadando la tierra, pero conseguí golpear su brazo y hacer que me soltara.

    – [Kaylee]¿Cómo?[/Kaylee] – preguntaba Kaylee. Estaba recuperando su energía pero todavía tenía dudas.

    – [Idris]¿Eres hija del Fénix o de la gallina?[/Idris] – le espetó, con una mirada burlona. Kaylee se puso en pie y le fulminó con la mirada.

    – [Kaylee]Del Fénix.[/Kaylee]- dijo. El lobo que había en mí la notó más segura, más confiada, y se sintió de nuevo atraído hacia ella. La estructura de los licántropos era más sencilla, respetaban el poder sin tener en cuenta si lo portaba un hombre o una mujer. – [Kaylee]Pero yo no lo soy.[/Kaylee] – retrocedió un poco, pero seguía teniendo su fuego.

    – [Idris]Pues haz como si lo fueras.[/Idris] – le aconsejó Idris. El hielo lo cubría todo a su alrededor pero las plantas no retrocedían.

    – [Kaylee]No va a salir bien.[/Kaylee] – dijo Kaylee, intentando concentrarse.

    – [Idris]Te estás boicoteando, deja de pensar y actúa.[/Idris] -ya casi no podía hablar, las enredaderas le estaban cubriendo y no tardarían en asfixiarle si nadie hacía nada. Traté de librarme y correr hacia él, pero el falso Hefesto me atacaba sin piedad. Aunque sí me di cuenta que ninguno de ellos parecía atacar con el fin de matarnos, si no de capturarnos. No sabía qué perspectiva me gustaba menos.

    El falso dios me agarró por la espalda y trató de asfixiarme con su cadena. Mientras trataba de liberarme, pude ver a Kaylee concentrar su magia. Una especie de aura llameante la rodeaba y las enredaderas que contenían a Idris retrocedieron, ardiendo.

     

    – [Idris]Vale, eso parece el Fénix, así que sigue.[/Idris] – le agradeció, poniéndose en pie mientras se sumaba de nuevo a la lucha.

    – [Kaylee]Puedo con esto[/Kaylee] – dijo en voz alta. Sus ojos brillaron, por un instante creí ver fuego también en ellos. Cuando puso a obrar su magia estaba brillante. Resplandecía como una estrella en mitad de toda aquella vorágine de destrucción. Su magia era una chispa de belleza. Y yo habría creído merecer la oportunidad de estar con ella.

    De un momento a otro una cúpula llameante nos cubrió. El falso Hefesto soltó la presa que me retenía y se vio expulsado por la magia. Kaylee estaba apartando de nuestro camino a los falsos dioses, empujándolos a la tormenta de arena.

    – [Idris]Ya has podido.[/Idris] – la animó Idris, acercándose, con una sonrisa agradable. Ella le devolvió un abrazo y pensé que podría haber sido él, que tendría que haber dicho algo para ayudarla y en lugar de eso me había quedado allí, sin hacer nada.

    – [Kaylee]Gracias.[/Kaylee] – dijo. Por un instante nuestras miradas se cruzaron, pero enseguida sus hipnóticos ojos avellana se apartaron.

    Los falsos dioses no tardarían en volver a aparecer y Amy y Owen no estaban entre nosotros, así que mientras los demás se preparaban para huir, me adentré en la tormenta de nuevo. Escuchaba el combate y un eco de algún grupo de heavy metal que no conocía resonando de fondo. – [Owen] Me has tomado por un imbécil. Como a tu Owen[/Owen]. – escuché decir a Owen. Identifiqué una figura dando tumbos entre la tormenta, frente a mí.

    – [Omega]Hermanito, con lo que te gustaba jugar conmigo a Frozen.[/Omega]- respondió una voz que pese a ser la de Jane, no se parecía en nada. Había muy odio reprimido en sus palabras, mucha ira. La música procedía de ella, de sus auriculares.

    – [Owen] Muy gracioso que digas eso. Tienes el corazón congelado por lo que veo.[/Owen] – espetó Owen. Caminé, tratando de acercarme a ellos.

    – [Omega]Hazme un muñeco de… fuego…[/Omega]- canturreó, imitando una de las canciones. Recuerdo haber cantado de pequeño casi todas las canciones de Disney, así que escucharlas de esa forma me daba escalofríos. – [Omega]¿O no era así? [/Omega]- preguntó. Vi un destello de luz rojizo.

    – [Owen] Puede que tengas mi poder, pero el maestro de las llamas soy yo.[/Owen] – declaró Owen. No sabía qué estaba pasando pero parecía tener el poder del propio Owen, además de manipular la arena y la telekinesis de antes. Noah me había confesado cuando ya éramos mayores que Jane no estaba enferma como nos habían dicho, si no que su poder podía robar los poderes de otros que tocase, pero a costa de llevarse también su vida. Los destellos aumentaron y la arena se sumó al sofocante calor de las llamas, que por suerte notaba con menos intensidad en mi cuerpo de plata.

    – [Dionisio] O ya estoy borracho, o cada vez hay menos gente.[/Dionisio] – escuché decir a uno de los falsos dioses de Infinity, el más viejo.

    – [Dante]Puta mierda de poder.[/Dante] – se quejó Dante, cerca de él.

    – [Zeus]La prioridad es el sujeto Omega, pero no podemos dejar que escapen.[/Zeus] – escuché decir a la voz del líder. Supuse que esa era ella, ‘Omega’. La tormenta empezó a difuminarse ahora que ella luchaba contra Owen y los falsos dioses.

    Vi que Dante y Henry se estaban turnando para ir teletransportando a todo el mundo a un lugar seguro. No veía a Kaylee y a Noah por ninguna parte, así que esperé que ya estuviesen a salvo.

    Dante me hizo una señal, pero no podía dejar a Owen allí. Un estallido le lanzó varios metros más allá de ella. Cuando se incorporó, tenía delante una enorme licántropa hispo que lo agarró por la camiseta y se lo lanzó encima, corriendo a toda velocidad hacia nosotros. Reconocería su pelaje en cualquier parte.

    Los falsos dioses intentaron interceder. El más viejo era el único que estaba cerca e intentó embriagarles, pero Amy siguió corriendo.

    – [Owen] Porque me están arrastrando que sino te ibas a enterar…. uy que pelaje más suave.[/Owen] – gritó Owen con el puño alzado, bajo los efectos de su poder.

    En cuanto estuvieron en el radio de acción, Dante nos cubrió de oscuridad y el bosque dio lugar a la amplia zona de reuniones del edificio central de la Escuela Legado.

    Todos los demás estaban allí, salvo Xander, Mike y Jane. Después de comprobar que todos estuviésemos enteros, me di cuenta de que aún seguía siendo de plata y desactivé mi poder. Ya estábamos a salvo, por el momento. – [Nate]Estáis castigados tanto tiempo que vuestros nietos van a estar castigados también.[/Nate] – bramó el vozarrón de Nate.

    Infinity no dejaría estar las cosas tan fácilmente viendo los recursos que tenía a su disposición y era una empresa que prácticamente controlaba el mundo, con hilos en todas partes y su propio ministerio. Y por si eso fuera poco, había visto escaparse en el último instante a la versión malvada de Jane. Había desplegado unas enormes alas blancas y se había alejado mientras su telekinesis mantenía a raya a los falsos dioses. No estaba seguro de que Dante lo hubiese visto también, pero estaba mucho más silente y taciturno de lo habitual, así que probablemente pensaba lo mismo que yo. Omega era la asesina de su madre.