Moondale

Categoría: Diario de Leo Arkkan

  • UNA NOCHE FUERA DE LO COMÚN

    LEO ARKKAN

    CABAÑA, BOSQUE DE LOS SUSURROS – NOCHE

    Llevaba algo más de un mes refugiado en mi cabaña del Bosque de los Susurros, oculto completamente de los medios, que se preguntaban si Leo Rivera, el guitarrista de Wolf’s Bane, se había desvanecido en el aire.

    Al principio había resistido la tentación de buscar información sobre mi viejo grupo y lo que se decía de mí. Había de todo, desde conspiraciones muy elaboradas hasta especulaciones sobre los excesos que se cometían dentro del grupo. Wolf’s Bane se había desbandado al poco de irme, supuestamente por tensiones de Rod Chan con el resto, pero no había comentarios de Freddie, ni positivos ni negativos.

    El mundo de la fama no era para mí, lo había tenido claro desde hacía mucho tiempo. Lamentaba haber tenido que esperar a que sucediera el desastre para darme cuenta de ello. Ya era tarde, de todas formas.

    Las primeras semanas había disfrutado de la soledad. Los ligeros sonidos del Bosque volvían a mí, revitalizándome, como si hubiera sido un animal que había estado en un zoológico durante años y por fin volviese a su hábitat.

    Solo había tenido contacto con mis padres, con Noah y bueno, con ‘Freya‘. Con ella hablaba todas las tardes y seguía sintiendo que conectábamos. Era uno de los momentos que más esperaba al cabo del día, la notificación de que ella estaba en el servidor del ‘Mundo Mágico’.

    Mi localización era un secreto, especialmente después de que la gente que estaba detrás de Wolf’s Bane apareciera allí para buscarme y la prensa intentase hablar con mis padres. Quizá por eso me sorprendió tanto cuando olfateé un olor conocido en el exterior que no pertenecía a nadie de mi familia a esas horas de la noche y resultó ser nada menos que Kaylee MacLeod.

    Estar cerca de ella me ponía en tensión de una forma inconsciente y el hecho de que acabase de mencionar que Noah estaba en peligro no contribuía a convertirme en una persona de lo más accesible. Pese a todo, forzado a esperar a que apareciese Dante con el resto, descubrí que su compañía era más agradable de lo que recordaba en nuestros años de instituto. Quizá Noah tenía razón y la vida la había cambiado, pero aún tenía mis reservas, era bastante más cínico que mi hermano.

    No podía dejar de pensar en Noah. No sabía los detalles de cómo había llegado a cometer la imprudencia de entrar a un sitio como ese, sabiendo él mejor que nadie la historia que tenían los Moondies con el lugar. Miré la InfiniBand, no sabía cuando llegaría Dante y esperar sin saber hasta cuando no era uno de mis fuertes.

    – [Leo]¿Va a tardar mucho en venir?[/Leo] – pregunté, inquieto. Kaylee me miró y paró la lista que tenía reproduciendo en su InfiniBand.

    – [Kaylee]No lo sé[/Kaylee].- respondió, algo seca. Me sorprendió su gusto, nunca había tenido tiempo de hablar con ella en el pasado de música y no me esperaba ese estilo, si no más bien algo tipo…electro latino.- [Kaylee]Si te molesto, me voy a la cabaña de Noah[/Kaylee]. – añadió. Me di cuenta de que quizá la había ofendido, pero ambos teníamos gente importante en peligro y no había tiempo para sutilezas

    – [Leo]No hace falta. Pero no me gusta esperar.[/Leo] – expliqué. La paciencia no era una de mis virtudes y era de las pocas cosas que el lobo y yo compartíamos. Me levanté, nervioso, y recurrí a lo que siempre me calmaba. Como Kaylee había parado la música, me senté en el piano y dejé que mis dedos arrancaran los primeros acordes de una melodía.

    – [Kaylee]Al menos, estamos de acuerdo en algo.[/Kaylee] – sentenció ella.

    – [Leo]No es lo habitual.[/Leo] – afirmé, el tacto de las teclas siempre me anclaba, me recordaba que tenía el control.

    – [Kaylee]¿Te caigo mal, Leo?[/Kaylee] – preguntó. Mis dedos se separaron de las teclas lentamente, mientras pensaba una respuesta.

    – [Leo]¿Qué te hace pensar eso?[/Leo] – tenía curiosidad por saber cómo se le había pasado por la cabeza.

    – [Kaylee]Es lo que parece.[/Kaylee] – dijo simplemente, mirándome. Sentí que sus ojos castaños me atravesaban y desvié la vista al piano. Toqué la primera parte de ‘La chica del pelo rojo‘ en su versión original.

    – [Leo]Me decepcionó un poco tu adolescencia. Eras cruel.[/Leo] – decidí que lo mejor era que lo supiera, de todas formas, hacía mucho tiempo que apenas teníamos trato. No había nada que perder. Reconozco que pequé de sincero, pero en aquél momento, creí que era lo mejor, aunque nada me daba derecho a juzgar cómo se había comportado Kaylee, especialmente teniendo en cuenta mis propios errores. En parte creo que se lo dije porque me habría gustado que alguien me lo hubiese dicho a mí también.

    – [Kaylee]A mí también.[/Kaylee] – aseguró, apartando la mirada.

    Paré de tocar y la miré, parecía que el mundo se le había caído encima. Conocía a Kaylee desde la infancia y pese a los cambios, siempre había tenido mucha vitalidad. Sin embargo ahora parecía simplemente derrotada. No era la respuesta que esperaba de la Kaylee que había asimilado. – [Leo]Noah me había dicho algo. Pero me cuesta creerlo.[/Leo] – confesé. Mi hermano veía casi siempre el lado positivo en todo, éramos un contrapunto el uno del otro, así que me imaginé que estaba creando una excusa para perdonarla.

    – [Kaylee]Noah perdona rápido y no todo el mundo es así.[/Kaylee] – aseguró ella. Asentí en silencio. Cuando le conté a Noah la verdad de lo que me había hecho volver, trató de restarle importancia, pero no lo consiguió. Había luchado con algo toda la vida y en una milésima de segundo, todo había cambiado.

    – [Leo]No te falta razón. [/Leo] – me levanté del piano y me acerqué a ella para llevarme la taza de café que ya estaba vacía.

    – [Kaylee]No estoy orgullosa de lo que hecho, pero tampoco lo puedo cambiar.[/Kaylee] – sentí su voz muy cerca, embriagado por su olor a vainilla salpicado de su aroma natural a pimienta y uvas frescas. Bajo esos, distinguía el olor de la hierba cubierta del rocío nocturno, un aroma que atraía con locura a mi lobo interno porque gritaba a voces libertad. Su olor siempre me había atraído demasiado, por eso me inquietaba su presencia, porque no había estado acompañado de una personalidad a juego.

    Cuando me quise dar cuenta, aún estaba frente a ella, con la taza vacía en la mano. – [Leo]Eres muy valiente por cambiar.[/Leo] – dije, pugnando por controlar mi olfato.

    – [Kaylee]Me convertí en alguien a quien odiaba.[/Kaylee] – sentenció, dejando salir las palabras con dificultad. Se notaba de todas maneras que quería hablar de ello, pero me temía que quizá demasiado. Parecía que se estaba castigando en exceso y por eso quería que todo el mundo, incluso alguien como yo, supiera que era consciente de sus errores.

    – [Leo]No eres la única persona que lo ha hecho mal. Pero lo fácil habría sido seguir siendo la misma.[/Leo] –  comenté. Conocía de primera mano un caso parecido. ‘Freya‘, fuera cual fuera su nombre real, había pasado una etapa dura porque había hecho cosas en el instituto de las que no estaba orgullosa.

    – [Kaylee]No he hecho nada digno de alabanzas.[/Kaylee]- replicó. Vi un atisbo de su ‘fuerza’ habitual y pensé que se había tomado mal mis palabras, así que me encogí de hombros y fui a llevar la taza.

    La escuché suspirar un par de veces y al girarme vi que fruncía ligeramente el ceño, así que le pregunté. – [Leo]¿Qué?[/Leo]

    – [Kaylee]Parece que te da todo igual.[/Kaylee] – dijo, como si fuese una realidad o supiese algo de mí.

    – [Leo]Si me diera todo igual no estaría inquieto por ir a salvar a mi hermano.[/Leo] – le recordé, molesto y sin ganas de ocultarlo. Que intentase llevar la vida tal y como me viniese no significaba que no me preocupasen las cosas. Con el tiempo había llegado a la conclusión de que no merecía la pena hacerse mala sangre. Mi licantropía, por ejemplo, no podía cambiarla. Y lo que había pasado me había hecho darme cuenta de que tampoco podía vivir como si no existiese.

    – [Kaylee]Pero no lo demuestras.[/Kaylee] – replicó.

    – [Leo]No tengo por qué exhibir lo que siento como todo el mundo espera.[/Leo] – afirmé, caminando hacia el vestidor. La música te permite transmitir cosas que las palabras no son capaces de manifestar. Da igual la rabia que sientas, dar un puñetazo a una pared no lo va a cambiar, solo vas a parecer fuera de control. Pero en la música puedes plasmar toda tu alma, al desnudo y quien sepa y quiera escuchar, lo entenderá. – [Leo]Voy a cambiarme para salir. Si te molesta puedes esperar fuera.[/Leo] – mi cabaña era distinta a la de mi hermano y más parecida a la de mis padres. Espacios abiertos y grandes ventanales, quería sentirme parte del Bosque, no en una pequeña jaula dentro de él.

    – [Kaylee]¿Pretendes que me vaya a la calle, con el frío que hace porque no te dio la gana poner paredes?[/Kaylee] – preguntó, mirándome fijamente. Me encogí de hombros y empecé a cambiarme, no me importaba demasiado si me veía o no, siendo hijo de mis padres y licántropo, resulta difícil ser tan pudoroso.

     

    Pese a todo, me giré para ver que ella no estaba mirando, me había picado la curiosidad.

    – [Leo]Siento si he sido brusco antes.[/Leo] – me disculpé, subiéndome los vaqueros negros.

    – [Kaylee]No pasa nada. Yo tampoco soy Miss Simpatía.[/Kaylee] – aseguró ella, aunque lo cierto es que empezaba a caerme mejor ahora que su descaro tendía hacia la sinceridad en lugar de a encumbrarse como reina del instituto.

    – [Leo]De pequeña eras mi favorita.[/Leo] – comenté, cogiendo una camiseta gris con el logotipo de Queen. Había sido un regalo de Noah, era su grupo favorito y me parecía lo apropiado para ir a rescatarle.

    – [Kaylee]Y lo sigo siendo. No hace falta que disimules.[/Kaylee]- escuché el ligero sonido del sofá cuando se giró.

    Me giré también mientras me ponía la camiseta. – [Leo]Ya veremos.[/Leo] – dije, conteniendo una sonrisa. Era cierto que de pequeños me había hecho a la idea de que podía encontrar en ella alguien que compartiese mis aficiones. Yo no había nacido licántropo y Amy sí, así que a ella le apasionaba esa parte de sí misma y yo la rechazaba, sin embargo siempre me había llamado la atención la magia y Kaylee era la más interesada en eso. Además, resultaba fácil hablar con ella, era más madura, hasta que todo cambió en el instituto.

    – [Kaylee]¿Puedo lavar mi camiseta en tu barriga?[/Kaylee] – preguntó. Sonreí sin poder evitarlo. No me lo esperaba, de hecho, siempre había pensado que más bien la repelía.

    – [Leo]No hay nada de malo en tener sexo si quieres.[/Leo] – pregunté. Ella abrió los ojos y me miró, sorprendida. No me toméis por alguien que se ha criado en la selva. Mis padres habían tenido que aprender de cero las costumbres sociales y había algunas que no había terminado por adoptar, pero tampoco era su influencia la que me hacía ver el sexo como algo natural, porque entonces Noah también habría sido así y era todo lo contrario. Simplemente me negaba a tener que reprimir un deseo por mero estigma social, cuando no tenía nada de malo. En el fondo sabía que mi forma de ser no era más que mi empeño y cruzada por demostrar que iba a ser quien quisiera ser y no quien la gente esperase que fuera, tanto por la manera de comportarme como por mis deseos.

    – [Kaylee]¿Qué?[/Kaylee] – preguntó.

    Me encogí de hombros. – [Leo]Que no tiene importancia si te apetece. Ayuda a aliviar los nervios.[/Leo] – aclaré. No era mal modo de esperar a que llegase Dante, porque me notaba cada vez más inquieto y tenía miedo de que ni ponerme a tocar lo solventase.

    – [Kaylee]¿En serio?[/Kaylee] – preguntó de nuevo, como si pensara que se trataba de alguna clase de broma. Me imaginé que no estaba interesada.

    – [Leo]No tiene nada de malo. El mundo tiene muchos tabú.[/Leo] – le expliqué. Si no le apetecía, no pasa nada, claro. Un no siempre es y debe ser un no. Si se lo preguntaba era porque la había notado interesada y porque mi olfato lobuno parecía notar algunas hormonas en el ambiente.

    – [Kaylee]¿Me estás diciendo que te quieres acostar conmigo?[/Kaylee] – repitió, incrédula.

    – [Leo]Si no te apetece no le des más vueltas.[/Leo] – dije, restándole importancia. No le apetecía, estaba claro, pero tampoco me iba a avergonzar por preguntarle.

    – [Kaylee]¿Pero quién no va a querer…comerte entero?[/Kaylee] – soltó después de un interminable silencio. La miré fijamente y le tendí la mano para ayudarla a levantarse. Cuando lo hizo, nos quedamos frente a frente. Su aroma me inundaba, después de tanto tiempo molesto por la atracción que me producía esa sensación, la tenía frente a frente.

    – [Kaylee]Esto es un fic porno, ¿verdad?[/Kaylee] – preguntó. Parecía nerviosa.

    Me encogí de hombros y disfruté de la cercanía, pensando. Había conectado a un nivel muy profundo con ‘Freya’, de hecho habíamos llegado a intimar todo lo que se podía a través de algo tan frío como ‘Endless’, pero hacía ya unos días que no sabía nada de ella. Por mucho que había tratado de ponerme en contacto con ella, no había encontrado señal. Quizá se había cansado y había pasado a encontrar algo en el mundo real. No podía culparla. Frente a frente con Kaylee, no podía pensar en otra cosa.

    – [Leo]¿Puedo?[/Leo] – pregunté, tocando la punta de uno de sus mechones.

    – [Kaylee]Nos caemos mal…[/Kaylee] – dijo ella, dudando.

    Nuestros ojos conectaron durante unos instantes. – [Leo]No siempre fue así.[/Leo] – confesé. – [Leo]La chica del pelo rojo.[/Leo] -le recordé.

    – [Kaylee]Amy.[/Kaylee] – sentenció. Me lo imaginaba, todo el mundo daba por hecho que era Amy, pero ella y yo éramos solo hermanos de colmillo, no teníamos nada físico entre nosotros.

    – [Leo]Te equivocas de hermana.[/Leo] – le aclaré.

    – [Kaylee]Pero…[/Kaylee] – respondió, sin saber qué decir. Me di cuenta de que mis canciones eran menos obvias de lo que parecían.

    – [Leo]Quizá sea mejor que lo dejemos para otro momento. Ahora tenemos mucho en lo que pensar.[/Leo] – comenté. Estábamos a punto de meternos en un problema bastante serio y el miedo a lo que pudiera pasarles a cualquiera de ellos estaba en el ambiente. No era el mejor momento para pensar en frío.

    – [Kaylee]Ni de coña.[/Kaylee]- dijo ella. Sus labios se pegaron con fuerza contra los míos en un beso apasionado. Llevé una mano a su espalda para atraerla hacia mí, pero ella se había lanzado tan aprisa que perdió pie y retrocedí hasta dar con la espalda en la chimenea, por suerte, apagada.

    Mis manos sintieron su cuerpo contra el mío y ardí en deseos de quitarnos toda aquella ropa. Kaylee me mordía el labio por el ímpetu y nuestros cuerpos actuaban como si tuviesen vida propia. Nuestras prendas fueron cayendo al suelo, como si estuviésemos en plena metamorfosis. Era algo digno de una canción, hasta que nos interrumpieron.

     

    – [Dante]Joder…¿os dejo unos minutos?[/Dante] – preguntó Dante, girándose tras aparecer en mitad de mi cabaña.

    – [Leo]Primero sal de mi casa. Ahora hablamos.[/Leo] – espeté, molesto. En realidad estaba siendo modesto, me habría apetecido clavarle las garras en ese momento, tanto por entrar sin ser invitado como por llegar en ese preciso momento. Me calmé un poco porque desapareció en una sombra, pero para entonces Kaylee ya se había apartado.

    – [Kaylee]Pues… voy a vestirme. [/Kaylee] – comentó, sonrojada y apresurada.

    Gruñí por lo bajo, el deber nos llamaba. Cuando los dos terminamos de vestirnos en silencio, salimos.

    – [Dante]Vosotros sí que sabéis.[/Dante] – comentó Dante, riéndose. Había venido solo, en un rato nos explicaría que los demás . – [Dante]No os costaba nada haberme invitado.[/Dante] – bromeó. Le miré fijamente, serio.

    – [Leo]Ni una palabra.[/Leo] – aclaré. Kaylee no volvió a mirarme ni a dirigirme la palabra en el resto de la noche, ni en los días siguientes.

    Con ganas de volver a estar solo, esperé que Dante abriese un portal con su poder secreto y lo cruzamos de camino al Bosque de los Lobos. Esa noche iba a ser fuera de lo común.

     

  • INMERSIÓN

    LEO ARKKAN

    NOCHE – EUROPA

    Mientras tenía la guitarra en mis manos y dejaba fluir la música a través de mis dedos, todo fue bien. El problema vino, como siempre, cuando dejamos de tocar después del segundo bis y el vocalista empezó a dar las gracias antes de que nos marcháramos.

    Normalmente, siempre terminábamos con una de las canciones de Rod para evitar precisamente que me tocase a mí dar la despedida, aunque a los fans no parecía encantarles, algunas de las canciones favoritas eran las que habían salido de mi puño y letra.

    Entonces fui consciente de la marea de personas que, como hormigas, se aglutinaban frente al escenario, pugnando por ver más de nosotros, por pasar un rato, aunque fuera efímero, con los ídolos que ellos mismos habían creado.

    Caminé junto al grupo, adentrándonos en el backstage mientras reían, llenos de energía. La adrenalina que corría por sus venas después de la actuación no podía compartirla. Quizá se debía a que no ansiaba tanto como ellos el desenfreno que seguía al concierto.

    Como siempre, intentarían convencerme de que lo celebrase con ellos, aunque no solían tener éxito. Sí, algunas veces había tratado de dejarme llevar y festejarlo, ser como los demás. Había disfrutado del cariño breve de los fans y las fans, pero normalmente me acababa yendo cuando insistían en que pasase de una cerveza a una raya, buscando que me uniese al despertar que les inspiraba.

    Las drogas, el sexo y los baquetes dignos de ‘Los Juegos del Hambre‘, estaban aún a la orden del día entre las estrellas. En el fondo, eso era algo que no había cambiado desde hacía años, porque todo en esa industria pugnaba para el desenfreno y la vida alocada.

    Hacías dinero, sí, pero si te dejabas llevar por ella, te lo gastabas en lujos que ni siquiera necesitabas, por no mencionar el que se llevaban los que habían orquestado el grupo y aún tiraban de todos los hilos. Yo había conseguido forjarme unos ahorros que me servirían de colchón, preparado para caer en cualquier momento del top 10 a la lista de los olvidados.

    Cuando llegamos a la altura de los camerinos, Freddie, el batería, se acercó. Era el más nuevo, un reemplazo de Jason después de las peleas que tuvo con Rod. Era un chico bastante agradable y tímido, aunque estaba entrando poco a poco en lo que la industria esperaba de él. Ya había cambiado su apariencia siguiendo los consejos de la productora y sus escarceos con las drogas eran cada vez más frecuentes.

    – [b]Tío quedate, deberías venir a la fiesta de esta noche. Empieza a dar la sensación de que hay distanciamiento entre los miembros de cara al público.[/b] – una de las cosas que no me gustaban  de ese mundo era fingir. Era músico y compositor, no un actor, no iba a compartir mi vida como una parte de mi trabajo. En parte por eso el mundo me conocía como Leo Rivera. Por eso y por el Juthrbog.

    – [Leo]Así tienen algo de lo que hablar.[/Leo] – comenté de pasada. Rod ya estaba entrando por la puerta del camerino. Era la clásica estrella: ególatra, adicto a todo lo que se podía ser adicto, fiestero y un baboso para cualquier persona con tetas. Habitualmente pensaba en grabar alguna de sus conversaciones en las que se vanagloriaba de sus ligues por internet con chicas jóvenes, pero siempre terminaba dándome cuenta de que eso no podría usarlo nadie en un juicio. – [Leo]Seguro que al de marketing se le ocurre algo.[/Leo] – añadí. Incluso destapando la mierda que era Rod Chan, poco podría conseguir, muchos de sus fans le defenderían y todo el circo mediático le exculparía como buena estrella, blanca y hetero, por mucho que intentase vender que tenía ascendencia asiática y nuestro grupo era multicultural.

    – [b]Te sacará una novia modelo con la que saldrás dos días. Vamos Leo, será divertido.-[/b] insistió Freddie. Era un buen tío, pero no iba a hacerle más caso que el que él me hizo a mí cuando le aconsejé pasar de esas bacanales.

    – [Leo]Otro día.[/Leo] – respondí simplemente.  – [Leo]Vosotros disfrutad.[/Leo] – le dediqué una sonrisa y seguí caminando hasta el aparcamiento, donde esperaban los guardaespaldas y los chófer. Habría preferido conducir yo mismo, pero era lo que tocaba, así que le indiqué que me llevase al hotel.

    Entré y saludé de la forma más amable que pude a la gente que me reconoció, aunque viviera siendo consciente de que nadie me conocía realmente. Di gracias de que el ascensor estuviese vacío y colgué en la puerta el cartel de no molestar. Darían por hecho que me había llevado al hotel a alguna seguidora, mientras que en realidad lo que hacía era buscar con ansia unos minutos de tranquilidad hablando con «ella».

    «Ella» se hacía llamar «Freya«. Llevábamos hablando casi un par de meses y se había convertido en el motivo por el que me conectaba a Endless, el juego de Infinity en el que te sumergías en cualquier mundo de ficción o no. Nos conocimos en el mundo de Harry Potter, en Hogsmeade, la zona común en la que estaba el offtopic: ella era una Hufflepuff de segundo y yo un Ravenclaw de cuarto.

    Me senté en la silla y abrí el maletín donde guardaba uno de los pocos caprichos que me había permitido, un set de inmersión para poder conectarme a Endless. Había varias formas: en móvil, usando la cámara a modo de realidad virtual; en escritorio, como los videojuegos clásicos y los primeros mundos virtuales; y con un set de inmersión que era lo más habitual, porque entrabas directamente en la piel de tu personaje. Después de la sorpresa y la emoción inicial de la fama, empecé a necesitar una forma de evadirme y no encontré ninguna mejor que irme a un sitio donde nadie supiera quién era. Si iba a hacerlo, tenía que hacerlo bien, así que me compré el set.

    Cuando estuve cómodo, lo encendí y noté la sensación del set activando los receptores que me harían tener los cinco sentidos activos en Endless. Seleccioné el Mundo Mágico en la lista de mundos favoritos y me vi transportado al cuerpo de mi avatar, que se había quedado en Hogsmeade.

    Llevaba mi avatar básico, el que creas cuando te unes a Endless y usas en los mundos no temáticos y en las zonas offtopic de los mundos temáticos. Era un león humanoide como el de Digimon pero de pelaje blanco. Mi alias era Aslan. Sí, me gustaba mi nombre.

    Vi pasar a gente de todo tipo con sus avatares base: orcos, elfos, animales humanoides, personajes de videojuegos, alienígenas… Entonces la vi, urgando en un jarrón para ver si encontraba Infinicash, la moneda del juego.

    Era una osa de pelaje marrón con motas más oscuras. Me había confesado que intentó hacerse el avatar de su mascota, pero no le salió nada mejor y no tenía dinero para cambiarlo. Antes de nada, dejadme que os explique algo, no nos iba el furry, de hecho, descubrí que existía poco después de entrar a Endless, pero desde luego, si nos hubiese gustado, habríamos encontrado algún mundo o sala en el que aprovecharlo, porque allí había de todo, igual que había sido internet.

    Me acerqué a ella y me vio al instante: – [Kaylee]Te has hecho de rogar hoy.[/Kaylee] – sentenció, frunciendo el ceño. Era curioso ver a una osita fruncir el ceño, pero ella era así.

    – [Leo]Llevo un día horrible, pero merece la pena por venir a hablar contigo.[/Leo] – respondí. Todo el mundo podía ser otra persona aprovechando el anonimato y mi persona parecía más lo que yo era en realidad que la que te encontrabas en carne y hueso. Era más fácil hablar con sinceridad y ser uno mismo sin enfrentarse cara a cara al rechazo, sin ver la cara de otra persona cuando digas algo importante.

    – [Kaylee]Muy gracioso.[/Kaylee] – replicó ella. Así era, tenía una coraza que la hacía incapaz de creerse que de verdad me pasase el día esperando hablar con ella, incluso siendo prácticamente desconocidos.

    – [Leo]Lo digo en serio.[/Leo] – insistí. Endless era uno de los pocos sitios en los que mi personalidad no destacaba tanto. Mi familia era bastante especial y eso me había hecho chocar con lo que otra gente esperaba, pero allí no, allí había cosas mucho más raras.

    – [Kaylee]Vale, digamos que te creo.[/Kaylee] – respondió, aunque no estaba muy seguro de que me creyese de verdad.

    – [Leo]Eres mi oso favorito.[/Leo] – bromeé, aunque de verdad me gustaba mucho pasar tiempo con ella. Me apetecía saber cosas más concretas de su vida, pero en un sitio donde se valora tanto el anonimato, existe el miedo a presionar al otro a decirte algo que quizás no quiera decir.

    – [Kaylee]Tu oso deforme favorito.[/Kaylee] – replicó, desviando la atención mientras agitaba una planta, que le dejó caer una misera infinicash.

    – [Leo]No eres tan deforme. [/Leo]- dije, echándome a reír. Me hacía bastante gracia su avatar porque me imaginaba lo que había querido conseguir. Sobre todo le faltaba ponerse una melena más larga y unos ojos menos de dibujo. – [Leo]Seguro que en la vida real eres preciosa.[/Leo] – añadí. Me apetecía una barbaridad ver cómo era en realidad. Solo sabía de ella que era una mujer porque nos habíamos enseñado la verificación.

    – [Kaylee]Deberíamos entrar a una sala en la que se permitieran apariencias humanas, porque parece que nos va el furry.[/Kaylee] – sentenció ella. En Endless había dos verificaciones para evitar las «estafas». El juego te registraba completamente con tu identidad y tenías que verificar tus rasgos biológicos en un escaneo en la Endless Store. A partir de ahí podías enseñar cualquiera de tus descripciones a otro jugador en privado, verificando por ejemplo tu identidad sexual completa. Eso también te dejaba acceso a un avatar con tu misma apariencia que podías usar para interactuar con la gente en los mundos y secciones «Reales«. Bueno, y también se usaba para el ciber sexo.

    La verdad es que no pude evitar reírme con lo del furry, se había convertido en una broma recurrente entre nosotros porque ninguno sabíamos que gran parte de la gente elegía los avatares con forma animal para eso. – [Leo]¿Y desvelar el misterio?[/Leo] – pregunté, riéndome. Quería verla, pero el miedo a que viese quién era en realidad y eso lo cambiase todo me superaba.

    – [Kaylee]Tienes razón.[/Kaylee]- respondió. Era bastante tímida al respecto así que no le pareció mal. Siguió paseando por las calles, sacudiendo toda la decoración a ver si conseguía algo y repitiendo los hechizos que controlaba para conseguir bonus de misiones.

    La acompañé, sonriendo. Tenía unos cuantos infinicash en mi cuenta gracias a que el chico de la Endless Store era fan y me hizo una oferta especial cuando compré el set de inmersión. – [Leo]Si quieres te consigo infinites.[/Leo] – así llamábamos de forma abreviada a la moneda. Yo apenas había gastado los míos y de hecho tenía algunos más porque había comprado las ofertas especiales por menos de un dólar. Había invertido algo en personalizar mi avatar base y en conseguirme una mascota dragón.

    – [Kaylee]¿Estás comprando mis servicios pornOsos?[/Kaylee] – preguntó. Nos echamos a reír, porque intentó poner una pose sexy con ese avatar.

    – [Leo]Es que estás demasiado seductora.[/Leo] – respondí, riendo.

    – [Kaylee]Por cierto, te he hecho caso y he empezado a arreglar las cosas.[/Kaylee]- comentó, sin mirarme directamente. Freya y yo habíamos estado muchas veces conversando hasta las tantas de la madrugada sobre nuestras vidas. Ella no estaba contenta con cómo había llevado algunas cosas y quería cambiar, dejar de fingir ser otra persona. Empaticé rápido con ella porque yo vivía así, podía ponerme instantáneamente en su piel, así que le aconsejé que fuera ella misma sin importar nada más, un consejo que me habría gustado que alguien me dijera. Pero no tenía a nadie al que contar lo que me pasaba, ni siquiera a ella, porque temía exponer quién era en realidad.

    – [Leo]Me alegro. Todo el mundo debería ver lo maravillosa que eres.[/Leo] – afirmé. Hablar despojados de cualquier ápice de historia personal nos había permitido conocernos de verdad, y la chica que había visto me atraía enormemente, aunque no estaba seguro de si era recíproco.

    – [Kaylee]Soy muy hermOsa.[/Kaylee]- bromeó. Alcé una ceja, era el segundo chiste con osa, digno de Lewis.- [Kaylee]Mátame.[/Kaylee] – espetó, poniendo una cara que me hizo echarme a reír.

    – [Leo]Podemos ir al castillo.[/Leo] – propuse, allí podíamos hacer alguna misión juntos para conseguir dinero o experiencia y así no tendríamos que hablar con los aspectos base, pasaríamos a ser nuestros avatares de alumnos de Hogwarts.

    – [Kaylee]Vaaaale.[/Kaylee]- aceptó. Abrí el menú y la invité a una sala cerca de la oficina de Dumbledore.

    Al momento aparecimos allí. Ahora yo era un alumno vestido con la ropa de Ravenclaw, algo parecido a mí fisicamente, salvo por el pelo, que era plateado. ‘Freya‘ apareció al poco, una chica de piel negra y melena oscura vestida con las ropas de Hufflepuff. Antes de poder hacer nada, me saltó el aviso de estudiante que indicaba la posición en la Copa de las Casas y mi contribución personal.

    – [Leo]Estáis arrasando en la copa.[/Leo] – comenté, cerrando el mensaje. En los libros casi siempre ganaba Gryffindor o Slytherin pero en Endless casi siempre estaba dividido entre Ravenclaw y Hufflepuff. A Gryffindor se habían ido los cafres, solían ir armados, saltarse las normas y eran un poco sobrados y en Slytherin la unión grupal estaba un poco diluida, porque había de todo, pero normalmente, preferían no interactuar mucho con otros.

    – [Kaylee]A los Huffie nos gusta lo duro.[/Kaylee]- dejó caer un chiste sexual. No sé si en la vida real lo habría hecho, pero lo que sí sé es que yo no le habría devuelto un alzamiento de cejas como respuesta.

     – [Leo]¿Has escuchado la canción nueva? [/Leo]- pregunté. Esto es un poco triste. Cuando nos conocimos en Hogsmeade, estábamos en una taberna de discusión del último disco de Wolf’s Bane, mi grupo. ‘Freya‘ era fan así que una de las mentiras de nuestra «relación» era que yo también lo era.

    – [Kaylee]Sí.[/Kaylee]- respondió, emocionada.- [Kaylee]Las canciones de ese grupo me dejan siempre tocada.[/Kaylee] – admitió. Vale, me enorgullecía saber que de los dos vocalistas, yo era su favorito, así que a veces dejaba caer el tema.

     – [Leo]Seguro que escribirían sobre ti si te conocieran.[/Leo] – aseguré. Ya había escrito una vez sobre una chica con la que tuve una conexión y se había vuelto una de las canciones más famosas. Una de mis luchas internas fue asegurarme de que la productora no pudiera quedarse con los derechos de mis canciones. Si me iba, eran mías, salvo las que me hacían firmar una cesión expresa, pero ya me aseguraba de no poner la misma alma en esas.

    – [Kaylee]Alarma: detector de ligue chungo.[/Kaylee]- replicó, partida de risa. Me la imaginé sonriendo en la vida real, saliendo los dos de nuestras fachadas y pudiendo estar juntos. Pero quizá ella no quisiera más de lo que teníamos, quizá era solo un entretenimiento pasajero.

    – [Leo]Soy un poco obvio. No puedo resistir tus encantos.[/Leo] – aseguré. A ver cómo lo explico sin entrar en detalles. Una persona, aunque no sepas como es físicamente, puede llegar a atraerte a nivel «físico» aunque sea una conexión mental la que compartís.

    – [Kaylee]Por eso siempre me voy a la sala furry.[/Kaylee]- respondio ella.

    – [Leo]Si ligas allí es más problemático. [/Leo]- afirmé, sonriendo. Allí darían por hecho ciertas…cosas. Como licántropo, me resultaba algo perturbador.

    – [Kaylee]Mañana tengo partido de quidditch a las cinco.[/Kaylee]- me recordó, mirándome fijamente.- [Kaylee]Te quiero en la grada gritando mi nombre.[/Kaylee] – aseguró. Como necesitaba dinero, también jugaba a gobstones, echaba turnos en la enfermería y coleccionaba ranas de chocolate. Últimamente le daba las mías si no las tenía.

    – [Leo]Hasta quedar afónico.[/Leo] – aseguré. Al día siguiente no tenía concierto y todavía quedaban un par de días para la luna llena. Por el momento, había conseguido disimular mis ausencias esos días con excusas. Sabía que no era más que paranoia pensar que podría llegar a sospechar algo, porque Endless había ayudado a contribuir a la creencia colectiva de que los sobrenaturales eran solo fantasía.

    Nos quedamos en silencio, mirándonos y con una sonrisa, nos fuimos a hacer algunas misiones juntos. Como había aprovechado el tiempo antes de conocerla en subir de nivel, ahora nos apuntábamos a misiones de mi nivel para que ella se fuese catapultando cada vez a niveles más altos. Me dediqué a lanzar incendio contra inferius mientras ella me cubría la espalda, literalmente.

    – [Leo]¿Mañana estarás aquí a la hora de siempre? [/Leo]- pregunté cuando ya se hizo tarde. Parecía que el tiempo era eterno entre conexiones, lo peor eran los días en los que no coincidíamos, ese mundo se quedaba vacío para mí.

    – [Kaylee]Te dejo, que creo que mi madre piensa que estoy haciendo manualidades con el Endless Porn.[/Kaylee] – comentó, despidiéndose de mí con un beso que me transmitió el set de inmersión.

    Había tenido mis cosas, sobre todo con fans que habían tomado la iniciativa, pero ese beso era mucho más intenso incluso siendo virtual, porque iba dirigido a mí, no a Leo Rivera.


    En otro lugar

    – [Diana]Kay, deja la manivela y vente a cenar.[/Diana]- dijo Diana. Kaylee se despidió de su amigo y se desconectó de Endless. Freya estaba en el banco del ventanal del comedor, ladrando a algún perro que se había cruzado en su camino. Cuando Kaylee la llamó, fue corriendo con ella. ¿Por qué tuvo que salirme una osa?

  • NI LOBO NI DEMONIO NI HUMANO

    LEO ARKKAN

    CABAÑAS ARKKAN

    Recuerdo perfectamente que era una noche de un otoño que estaba llegando rápido. El viento golpeaba con fuerza, pero aún era cálido. Las nubes cubrían el cielo, apagando el brillo de una luna a la que le quedaban unos días para estar llena.

    Atravesé los estrechos caminos que conducían a casa, bañados tétricamente por la luz de los faros de mi jeep de segunda mano. Lo había comprado recientemente, después de ahorrar algo de dinero de los últimos conciertos, no pude resistirme a ese tono obsidiana de su carrocería, además, estaba cansado de que tuvieran que recogerme o de cruzar el Bosque de los Susurros andando. Una de las últimas veces me había recogido Noah con su supervelocidad, un viaje bastante incómodo al ir medio en brazos de mi hermano menor. Creo que esa vez fue la que me convenció, no se lo contéis a nadie.

    Aparqué frente a mi cabaña, situada a la izquierda de la de mis padres. La luz de la cabaña de Noah estaba apagada, así que aún no debía haber llegado, pero la de mis padres estaba encendida. Me bajé y me aseguré, no había ningún cartel en la puerta, así que no les pillaba en mal momento.

    Mi familia no era de lo más habitual. Poco después de nacer, mis padres construyeron una cabaña al lado de la suya y la convirtieron en mi sala de juegos hasta que a los catorce años me dieron la llave y la amueblaron para que pudiese dormir y hacer vida independiente si quería. Con Noah hicieron lo mismo, como si fuéramos los tres cerditos pero siendo todas de madera. Ahora cada uno vivía en su cabaña y teníamos un código. Mi familia no tenía problema con la desnudez, pero sabían que Noah y yo preferiríamos no verles intimar ni ellos a nosotros, bastante tenía ya Noah con la memoria genética de papá. Así que el código era sencillo, si queríamos intimidad, en cada cabaña había un cartel. Sin preguntas, sin excepciones.

    Cuando entré me los encontré con las manos en la masa. Mi padre sonrió ampliamente y siguió amasando rosquillas en su forma de demonio. Mi madre me miró buscando una excusa para librarse de ello. Le encantaban las rosquillas, como al resto, pero odiaba darles forma en esa masa pegajosa, siempre lo decía.

    – [Leo]Necesito contaros algo.[/Leo] – les dije, serio, algo habitual en mí. Eowyn ladró y corrió hacia mí moviendo el rabo. Cuando era pequeño me había rehuido durante un par de semanas después de que Amy me mordiera, pero desde entonces habíamos vuelto a ser los mejores amigos.

    – [Cara]Eso suena mal.[/Cara]- replicó mi madre, lavándose las manos y acercándose hasta mí. Dejé la chaqueta en el perchero de la entrada y me senté en el sofá. Éowyn saltó a mi lado y se acurrucó mientras le rascaba el lomo.

    – [Leo]No es una mala noticia tampoco.[/Leo] – le tranquilicé. Mi madre se sentó cerca, el rosa de su pelo era más oscuro esta vez. Siempre había sido la moderna de los Moondies, la más trasgresora. – [Leo]Se ha acercado a mí un cazatalentos en el último concierto.[/Leo] – respondí, sin mirarles directamente. Sentí que mi madre se giraba y vi que estaba mirando a mi padre, que parecía serio.

    – [Daakka]No tengas miedo. Habla.[/Daakka] – me animó. Mi padre era muy buena persona, siempre había jugado con nosotros aunque a veces entrase a su modo ‘Buda verde’ y mamá tuviera que sacarle de él. Estaba acostumbrado a verle como demonio, era su forma natural y sin embargo, a veces me resultaba más fácil hablar con Duke Rivera, quizá porque verle en forma humana no hacía que tuviera presente lo diferente que era de ellos.

    – [Leo]Me quieren para un grupo. Habría una gira de presentación y parece que sería un contrato largo.[/Leo] – comenté, sin irme por las ramas. Después de la actuación, mientras Amy y los dos nuevos me esperaban para tomar algo, se me acercó un tipo de pelo color platino y un moreno muy marcado. Al principio pensé que era un fan, pero me tendió una tarjeta de ‘Queen Records‘ y me dijo que me quería para un nuevo proyecto donde mi música llegaría a más gente.

    Hablamos un buen rato, no penséis que me iba a creer de buenas a primeras lo que dijese cualquier desconocido. Al final, nos despedimos y me dio su número, tenía 48 horas para pensarlo. Me reuní con los demás pero me despedí rápidamente de ellos. No estaba seguro de poder estar con Amy mientras pensaba en todo eso.

    – [Cara]¿Ya no quieres estudiar?[/Cara]- me preguntó. Pensaréis que lo normal sería un juicio implícito, pero mi madre era, como dicen, un espíritu libre. Durante toda mi vida había tenido que tomar elecciones por mí mismo, sabiendo que decidiera lo que decidiera, ellos estarían de acuerdo. A fin de cuentas, los dos estudiaron en casa en unas circunstancias muy especiales.

    – [Leo]Podría terminar el instituto, se encargarían los promotores.[/Leo] – expliqué. No quería cerrarme opciones, en caso de que todo saliese mal, no quería quedarme sin los estudios básicos para hacer cualquier otra cosa, aunque no me imaginase haciendo nada que no fuera relacionado con la música.

    – [Cara]¿Es lo que te haría feliz?[/Cara] – preguntó, acercándose más a mí. Mis padres valoraban nuestra felicidad por encima de todo, podría decirse que éramos un poco hedonistas, pero con bastantes matices. En mi casa se miraba por uno mismo y su felicidad, siempre teniendo en cuenta no afectar a los otros y poder ayudarles en la medida de lo posible.

    Pensé en la pregunta de mi madre. ‘Red Riding Wolf‘ iba bien, teníamos pequeños conciertos aquí y allá pero tampoco se ganaba mucho dinero como para vivir de ello. Teóricamente el proyecto que me ofrecían sería fuera del Condado de Ripper, pero podría volver entre concierto y concierto. Me había dejado escuchar al resto de miembros del supuesto grupo y eran todos muy buenos, ni siquiera sabía si estaría a la altura, pero desde luego era algo grande, ‘Queen Records‘ era muy conocida, una creadora de estrellas.  – [Leo]Mi vida es la música. No sé si tendría otra oportunidad.[/Leo] – respondí con sinceridad. En ese momento no me di cuenta, pero había un matiz en lo que acababa de decir que lo cambiaba todo.

    – [Cara]¿Qué piensa Daakka de esto?[/Cara]- preguntó a mi padre. Cuando hablaban entre ellos, mi madre hablaba diferente. El tío Daniel decía que mi madre había usado esa forma de hablar como defensa por la horrible situación que vivió en el Vacío y antes, con su abuelo paterno. Con nosotros nunca hablaba así, pero con el resto de adultos parecía ya una costumbre.

    Mi padre pensó durante unos instantes, amasando rosquillas. – [Daakka]Selardi y Daakka no estudiaron. Hicieron lo que les llenaba, aquí.[/Daakka] – cruzó los brazos sobre el pecho, señalando sus dos corazones. Siempre me había maravillado su forma de demonio, supongo que lo que no puedes tener es lo que más curiosidad te da al final. – [Daakka]Leo tiene que perseguir sueños y si se equivoca, siempre tendrá su hogar.[/Daakka] – añadió. Mi padre hablaba fluido cuando estaba en forma humana, pero cuando estaba en su forma original, aún tenía dejes de las estructuras de la lengua Rakkthathor. A Noah ya no le pasaba lo mismo, porque primero aprendió nuestro idioma y luego tuvo acceso a la memoria genética para aprender el idioma ancestral de mi padre.

    – [Cara]Siempre vas a tener una casa a la que volver, porque se me da muy bien contar dinero y que no falte.[/Cara]- respondió mi madre, orgullosa. Era toda una prodigio de las finanzas, no había más que preguntarle a cualquiera de los cuatro fundadores de la Escuela Legado: ella misma, Dominic y mis tíos Daniel y Sarah. Ya estaba preparando un proyecto del que encargarse a la vez que la Escuela, un complejo de cabañas en un claro a unos cinco kilómetros en el que pudieran entrar todos los seres vivos y fuese nudista.

    Les miré, la generación de mis padres había logrado mucho. Conocía todas las historias heroicas, porque me las habían contado ellos y los demás, para no hacerme de menos al no tener la memoria genética. Sin embargo, su huella seguía viva en Moondale, no solo salvaron a la ciudad y a sus habitantes, si no que dieron un hogar para todos aquellos diferentes con la Escuela Legado. Siempre habían intentado que los hijos nos lleváramos también bien entre nosotros, pero supongo que no habíamos llegado a tener un nexo tan fuerte como para llegar a considerarnos todos familia como hacían ellos, al menos no todos. – [Leo]Sería sin Amy.[/Leo] – añadí. Era lo que de verdad me preocupaba, para tratar de perseguir mi sueño, tenía que dejar atrás a Amy. Era mi mejor amiga y siempre habíamos estado unidos, desde antes de que me mordiera, incluso después de que me mordiera.

    – [Cara]Es que Amy no es tu Selardi.[/Cara]- resumió mi madre. En mi casa ‘Selardi’ no era un nombre que se utilizara a la ligera. Era la forma en la que mi padre se dirigía a mi madre, la máxima expresión de lo que sentía por ella. No pensaba en Amy de esa forma, nuestra relación era una amistad, entre personas de distinto sexo, sí, habría muchas ideas heteronormativas preconcebidas que no lo entenderían, pero era de verdad.- [Cara]A lo mejor ella cree que sí, pero se equivoca.[/Cara]- añadió mi madre, terriblemente sincera. El problema es que sentía que estaba fallando a Amy. Tenía miedo a hacerle daño. En cierto modo, ella me había elegido para su manada, y yo nunca había terminado de estar muy cómodo con mi condición. Lo que para ella era un regalo, para mí era una maldición. Mi madre me dio un abrazo con toda la fuerza de su genética de disir.- [Cara]Es fácil hacer las cosas bien. Lo difícil es saber cómo.[/Cara] – argumentó. Tenía toda la razón y en ese momento, me pareció que hacer las cosas bien era irme y perseguir mis sueños. Por desgracia estaba equivocado y me quedaban años por delante para aprender de mis errores.

    – [Leo]Gracias, a los dos.[/Leo] – respondí con sinceridad, empezando a hacerme a la idea de irme de Moondale, de dejar atrás el Condado de Ripper.

    – [Daakka]No des. Es nuestro trabajo.[/Daakka] – mi padre apareció a mi lado con su inusual velocidad y me abrazó contra él. Aguanté el tipo, pese a que sus escamas raspaban un poco.

    Cuando nos separamos, me quedé con ellos un rato para que no pensaran que me pasaba algo y les ayudé con las rosquillas. Tenía suerte de tener la familia y los amigos que tenía, no los merecía, así que en el fondo estaba bien que me alejara, así podrían llevar mejor sus vidas. Amy, mis padres, Noah, todos me habían dado mucho y a ninguno de ellos les había devuelto el favor. Era demasiado diferente a todos ellos: ni lobo, ni demonio, ni humano.

    Más tarde, después de que Noah volviese y se lo contase, me retiré a mi cabaña. No tenía aún mucho sueño así que me senté al piano y toqué la versión original de ‘La herida invisible‘.

    La cárcel de plata encierra mi alma
    una herida invisible que hiere y desgarra
    Viviendo sumido en un silencio sin calma
    observando una vida que solo se narra.

    Un destello rojizo despierta el letargo,
    su melena brilla y abro los ojos,
    mis palabras se llenan de un sabor amargo,
    tan cerca, tan juntos, tan lejos.

    El profundo anhelo se muestra con hielo
    te busco, te encuentro y te aparto de nuevo
    observo tu frágil muro de fuego
    no temo a las llamas…
    temo a lo que siento.

    Me alejo y me escudo en mi cárcel de plata
    nadie me escucha pero por dentro ruego
    vuelvo al frío que me escuda y me mata
    con el profundo anhelo de tu cabello de fuego