Lucy | Estación de autobuses de Moondale
MAÑANA

Los besos con Ed después de que despertase de aquella suerte de siesta larga se prolongaron hasta que Karen empezó a carraspear sonoramente, recordándome que por mucho que hubiera una cama no era para que la utilizásemos nosotros. Después, todo empezó a ir a toda velocidad, él me dijo que teníamos que irnos, porque toda mi vida era una farsa: esos padres cuya cara no conseguía dibujar en mi cabeza, las supuestas amigas con las que quedaba todos los viernes para tomar unas copas, el curso de Diseño de Moda que había hecho en París, el único novio que había tenido en mi vida y al que había pillado en la cama con una de las amigas. Nada. Todo era una mentira urdida por Wolfram & Hart, especialmente por el padre de Ed que era un ente maligno, casi sacado de una telenovela. Según él, mi vida de verdad era aquella de la que me llegaban recuerdos, pero seguía sin sentirla como si fuera mía. Algo no iba bien.
No pude ir al taller a recoger los diseños que tenía a medias, ni la máquina de coser, simplemente fui a mi apartamento en el que me esperaba Sky todavía con la correa puesta y enseñándole los dientes a Ed. Habían pasado unos cuantos días conociéndose y no les había ido muy bien, en parte porque Ed no era muy amigo de los perros, por mucho que no se atreviera a decírmelo.
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