Moondale

Categoría: Diario de Sarah Echolls

  • SIEMPRE ALERTA

    Sarah Echolls| Cafetería de la Universidad

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    Llegué a la cafetería que estaba repleta de gente y busqué una silla libre después de pedir un café con leche en la barra para despertarme, aunque el café no era ni de lejos, mi bebida favorita. La única que encontré estaba en una mesa en la que había una chica sentada [b]{January}[/b], le pregunté si podía sentarme y ella pareció asentir.

    Posé el café sobre la mesa, busqué un azucarero urgentemente y vertí gran parte de su contenido en mi taza, pero aún así no podía evitar una mueca de asco cada vez que le daba un sorbo. Lo único que deseaba era que nadie me estuviese mirando, en especial la chica que estaba sentada allí y suspiraba de alivio pensando que el chico con pinta de guaperas con el que me había cruzado en la entrada [b]{Dominic}[/b], ya no estaba.

    Alcé la vista y pareció que la mirada de la chica de mi mesa se cruzaba con la mía, así que intenté esbozar una sonrisa que no sé muy bien qué acabó pareciendo para que no pensase que yo era a) una loca por todo el numerito del café o b ) una borde.

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  • MADRUGONES Y OBLIGACIONES

    Sarah Echolls| Residencia Universitaria ‘Hexe’

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    Si había algo que odiaba en esta vida, mucho más que compartir habitación de nuevo con mi «amiga» Katy Perkins, era madrugar. Así que cuando el despertador sonó a las siete de la mañana, estuve remoloneando al menos diez minutos en la cama. Después, me levanté y fui directamente al espejo para mirarme: Tenía una cara horrible y unas enormes ojeras. Me había pasado la noche con Daniel de cacería. Todavía no me había acostumbrado a ser la Elegida y a todas las obligaciones que eso conllevaba. Además, cada vez estaba más segura de por qué las de mi estirpe no llegaban a los veinte años: Si seguía durmiendo tan poco, no vería el próximo verano. Y aunque sonase siniestro, no me parecía algo tan malo, al menos podría descansar tranquilamente.

    Me pasé unos minutos frente al espejo haciendo muecas en un absurdo intento de despertarme, abrí el grifo y me metí en la ducha. Intentaba no dormirme, pero me estaba resultando difícil. El agua caliente me relajaba demasiado. No era como Diana que unos años atrás había leído en una revista que ducharse con agua fría a las seis de la mañana ayudaba a adelgazar y se pasó más de un año ntentándolo con escasos resultados.

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