[align=center][b][font=Bookman Old Style][SIZE=3]Sarah Echolls | Casa de las Echolls
[color=#black]Noche[/SIZE][/color][/font][/b]
[SIZE=2]
La llovizna, apenas perceptible por la vista, me estaba calando hasta los huesos y si a eso le unías el viento helado que soplaba con la fuerza de mil demonios, lo que obtenías era un día frío a más no poder. Los zapatos negros con la puntera despegada y vuelta a pegar tantas veces o la vieja chaqueta que una vez perteneció a mi madre, no eran, lo que se dice, el atuendo más adecuado para un día de frío, pero si unos años atrás la única preocupación que tenía en mi vida era “no tener nada que ponerme” cuando abría las puertas de mi armario, ahora una de las muchas preocupaciones era un “no tengo nada que ponerme, pero nada de nada”. La ropa y el calzado eran bienes preciados, pues la mayoría de las fábricas habían perecido cuando sus obreros lo habían hecho y las que no, estaban sujetas a las injustas leyes del comercio internacional impuestas por sus respectivas Treguas, por lo que sólo las clases más pudientes podían presumir de tener, por ejemplo, unas botas con las que proteger los pies de la lluvia.