Moondale

Categoría: Diarios de Destino

  • WHEN FEAR ARRIVES IV

    DANTE VILLIERS

    Dante se despertó en una cama menos cómoda que la de la Nave, pero a la vez, más acogedora, más propia de su tiempo, de su mundo. Se incorporó, revisando la habitación a su alrededor. No le resultaba conocida, pero prefería creer cualquier opción que implicase haber vuelto a casa.

    Al menos seguía entero. Se puso en pie para estirar las alas y su olfato se percató del olor a tabaco que impregnaba la habitación. Había botellas de cerveza tiradas por el suelo y el orden no se acercaba a ese piso desde hacía mucho.

    Se acercó al baño en busca de un espejo en el que verse. Estaba igual de descuidado que el resto, pero en el sucio espejo vio que le devolvía la mirada un rostro que no era el suyo. Pertenecía a otra persona con la que compartía más de lo que deseaba: Logan Villiers.

    El sonido del timbre contuvo su respuesta.

    AMY MACLEOD

    Amy estaba acostumbrada a despertarse sin recordar exactamente cómo había llegado a un lugar. Eran efectos secundarios de la oxitocina que segregaba su cuerpo de licántropa para atravesar la transformación sin volverse loca.

    Esta vez se sentía diferente, como si lo que hubiera olvidado fuese algo más profundo, algo tan arraigado en su interior que parecía que ni siquiera era ella misma. Empezó a sentirse ansiosa, agobiada por no recordar aquello que había olvidado.

    Fue entonces cuando la vio, saliendo entre los árboles. Una loba de pelaje rojizo mirándola fijamente con unos ojos castaños llenos de arrojo. Ella era lo que había olvidado, lo que había perdido.

    OWEN WILLIAMS

    Owen sacudió la cabeza. La notaba pesada. Bostezó, pero el aire parecía no llegar bien a sus pulmones. Parpadeó varias veces pero la neblina no se disipó, estaba en el ambiente, no en sus ojos.

    Miró a su alrededor y vio roca húmeda y musgosa. Al moverse, uno de sus pies patinó y resbaló, quedando de rodillas en el suelo mientras el pie tocaba el vacío. Agachado miró a ambos lados de la pequeña zona en la que se encontraba. No había nada más que metros y metros entre él y el suelo.

    Solo encontró una alternativa en uno de los lados, donde un puente de cuerda se mecía ante el viento que azotaba, helador e inclemente. Se puso en pie y colocó una mano sobre la cuerda, fría y húmeda por el rocío. Dio un paso adelante y la primera tablilla crugió bajo su peso, amenazando con ceder.

    Retrocedió. Tenía que pensar claro, no podía ir a lo loco. Así solía hacer las cosas y esta vez podía meterle en una situación complicada. Escuchó un susurro que parecía el rumor del viento, pero que se acrecentó hasta sonar a una voz humana y muy conocida.

    – [Jane]Owen, Owen ayúdame.[/Jane] – gritaba la voz de su hermana al otro lado del puente.

    LEKWAA

    ¿Cuál era su nombre? No podía recordarlo. ¿Tenía importancia siquiera? Era un arma, un guerrero con un propósito, una venganza, un destino. Lo demás no tenía sentido. ¿Necesitaba un nombre alguien como él? No, aunque podían llamarle ‘Lekwaa’. Era lo único que necesitaban para referirse a él.

    Aquellos extraños eran tan solo un medio para lograr su propósito. ‘Lekwaa’ no tenía amigos, ‘Lekwaa’ no podía amar. No era más que una herramienta, un cuerpo puesto a disposición de los espíritus.

    NATE ROGERS

    Nate abrió los ojos y percibió un aroma agradable a café recién hecho filtrándose por la ventana. Lo recibió con normalidad, estaba en su cama y siempre se despertaba con el café que preparaba MacLeod nada más llegar a la Escuela Legado.

    Sin embargo, en lo más recóndito de su mente, un pensamiento germinó, recordando que hacía mucho que no se despertaba así, que hacía mucho que no estaba en su hogar.

    Se puso en pie y salió corriendo, tratando de averiguar qué estaba pasando. No encontró a nadie en la recepción de la Escuela, pero si vio una escultura de piedra que nunca había estado allí. En la cima de ella rezaba un grabado en piedra que decía ‘In memoriam’. Y debajo de él, uno tras otro, estaban los nombres de todos aquellos con los que había vivido en la Kvasir.

    CHLOE MACLAY

    Parpadeó un par de veces, tratando de librarse del sopor. Hacía calor en aquella clase y a juzgar por el olor, debía ser una de las últimas horas, después de educación física.

    Miró el móvil, nadie había escrito. Tampoco era raro si estaban en clase, pero el mero hecho de estar allí parecía fuera de lugar. Chloe sentía que tenía que estar en otra parte, sin saber muy claro cuál.

    De pronto un golpe sobre su mesa la sobresaltó. Levantó la vista hasta ver a la Meister mirándola con regocijo. Solo podía tramar algo horrible, porque aquella mujer la odiaba. Bajó la vista y vio un examen. De pronto empezó a sudar. ¿Cómo era posible? No recordaba nada de un examen y ni siquiera reconocía los temas que había. Cada pregunta que leía le sonaba aún más rara que la anterior.

  • SILENCIO DE NUEVO

    DIARIOS DE DESTINO

    LA KVASIR

    Metal tratado por los mejores alquimistas, doblado y plegado a la perfección por los metálicos de un país que aún no conocía el universo. Capas de aislamiento, cámaras de aire, sistemas de calefacción y depuración de aire y todo ello cubierto con un interior de madera criada por el equipo de botánicos para aportarle un necesario toque de hogar. Y sin embargo el frío se filtraba por sus pasillos y la gente que había vuelto para darle vida estaba a punto de perder la suya en una pesadilla sin fin, sin que la Kvasir pudiera hacer nada.

    El terror pisaba sus suelos, observando con una sonrisa los cuerpos sumidos en un sueño turbado. Aquello le estaba dando un festín como hacía tiempo que no conocía. Al miedo le encargaba alimentarse de las personas buenas, porque eran las que más tenían que perder, las que tenían una conciencia más sensible.

    Se colocó al lado de Jane y se agachó, pasando la mano a escasos centímetros de su rostro. Con solo tocarla podría acabar debilitado, incluso muerto. Tanto poder y al final, rendida a su reino de noche eterna. Más allá podía ver a Elle, removiéndose como si tratase de salir de un ataúd. A Kaylee, con el rostro compungido como si fuera a echarse a llorar. Mostró una sonrisa de dientes afilados. Adoraba alimentarse de mujeres, por eso vestía ese cuerpo de depredador, de hombre blanco que cree ser superior a cualquier mujer, que cree tener derecho sobre ellas y sobre todo lo que tenga a mano. Una pesadilla en carne y hueso.

    Aquél ser se quedó allí, observando, deleitándose, empezando a creerse superior al desafío que los Daë debían plantearle.

    Dicen que el ego es peligroso, y ni siquiera el miedo está libre de él.

  • WHEN FEAR ARRIVES III

    ELLE ECHOLLS

    Elle abrió los ojos y su cuerpo tardó unos segundos en darse cuenta de que, en lugar de haberse despertado en la cama de la habitación que compartía con Jane en la Nave, estaba en un entorno cerrado, comprimido. Donde quiera que moviese las manos y las piernas en la oscuridad, se encontraba con una textura acolchada, con algo duro detrás. Cuando comprendió que estaba en un ataúd la asaltó un ataque de pánico.

    En el exterior caía la lluvia. Sin paraguas, a la intemperie, Jane Williams estaba sobre la tumba, con lágrimas cayéndole de los ojos. Esperó escuchar algo removerse en el ataúd, una señal de que su vieja amiga Elle seguía viva. Lo necesitaba. Después de matar a todos los demás necesitaba que acabase con ella también. Solo así encontraría la paz.

    IDRIS SOLO-NOVAK

    La luz al final de la habitación se hizo más clara. Esperaba ver a mi madre o mi padre, que habían llegado más tarde y venían a verme y darme un beso de buenas noches antes de irse a dormir.

    Pero la figura no se movió, cuanto más la observaba, más seguro estaba de que no eran ellos y en el fondo, de que ni siquiera era humano. Sea lo que sea, me miraba fijamente, inmóvil. La luz que provenía de la habitación de mis padres dejaba ver una mancha rojiza en sus manos. Aquél ser era el hombre del saco, había matado a mis padres y ahora estaba pensando qué hacer conmigo.

    EZRA WALKER

    Ezra abrió los ojos, sobresaltado. La televisión estaba bastante alta. Lucy y Edward la veían expectantes, con la pequeña Chloe en brazos, ajena a todo lo que ocurría, salvo el miedo en las venas de sus padres. El licántropo también lo sintió, haciendo que se despejara del efecto tan horrible que aquella siesta había tenido en él.

    Eran las noticias lo que estaba en la televisión. Imágenes de bombardeos y gente malherida, muerta o esposada se sucedían una tras otra. Unos soldados de blancos trajes con el logo de Infinity portaban armas y se las veían con un muchacho que lanzaba llamaradas con sus manos.

    La siguiente guerra mundial había comenzado y esta vez, el objetivo eran los sobrenaturales.

    VERA MACLEOD

    Apatía. Era lo único que sentía. Algo curioso teniendo en cuenta que no era una emoción en sí. Los días pasaban uno tras otro, fríos y vacíos desde hacía ya tanto que ni siquiera lo recordaba.

    Quizá fue cuando Jamie se fue. Pero no, ahí ya le daba todo igual. O puede que cuando Amy se internó para siempre en el bosque, como una loba para siempre. Aunque tampoco, en aquél entonces ya no había intentado detenerla. No, fue cuando Kaylee murió, el mismo día que casi todos los demás.

    Ahí fue cuando dejó de importarle. Cuando dejó de buscar un camino a casa porque no había casa a la que volver.

    BOWIE

    – [b]Ok 003475-B.[/b] – escuchó decir a una voz. Toda la potencia computacional de su cerebro aumentado no era capaz de entender cómo había llegado allí de nuevo. – [b]Ok 003475-B.[/b] – dijo la voz, ahora más alto. Pertenecía a un hombre con una coleta desaliñada y migas de galletas en una camiseta con el estampado ‘Sudo make me a sandwich’. – [b]Debe tener los receptores auditivos jodidos. ¿Tenemos un recambio?[/b] – preguntó.

    Se apartó cuando trató de acercarse y en su intento de alejarse se chocó contra un cuerpo. Al girarse vio que su rostro era exactamente igual que el de ella. Y no había una, sino cientos. Cuanto más lejos miraba, más veía. Echó a correr y en su avance se encontró con que sus clones habían dado paso a tan solo androides sin piel. ¿Era ella así de artificial? ¿Sólo una mera soldado?

    JAMIE BARNES

    Jamie dio un beso en la frente a Vera y se levantó de su cómoda cama en la Kvasir. A veces pensaba en cuánto tiempo duraría aquél idilio, si no se desvanecería todo cuando Vera volviese a un mundo más normal en el que ella no encajase.

    Caminó hacia el baño para prepararse y se echó hacia atrás al ver a un hombre devolverle la mirada en el espejo. Tenía el pelo corto, el rostro delgado y acerado. Se movió y la figura se movió con ella, era ella, pero no, no podía serlo. Se llevó la mano al pelo, buscó y buscó pero su melena se había convertido en el pelo corto que veía tocarse al joven del espejo.

    Los nervios la atacaron, ¿qué era aquello? Forzó su mente hasta el agotamiento pero ese rostro no dejaba de devolverle la mirada. Entonces Vera se levantó y le miró, como si nada hubiera cambiado. Como si la chica nunca hubiera existido.

  • WHEN FEAR ARRIVES II

    XANDER ECHOLLS

    – [b]Alexander, despierte. Es hora de la medicación.[/b] – dijo una voz. Xander abrió los ojos y vio el rostro conocido de Jane. Parpardeó un par de veces para salir de la ensoñación y se fijó en que llevaba un atuendo de enfermera. Había soñado algo parecido alguna vez, pero Jane no se acercaba.

    Trató de mover los brazos y fue incapaz. Descubrió entonces que llevaba una camisa de fuerza y de pronto todo empezó a tornarse más claro. Las paredes acolchadas, el dolor en el cuerpo por el camastro en el que debía pasar los días.

    – [Xander]¿Qué estoy haciendo aquí? La Nave, los demás…[/Xander] – preguntó, confundido. Sus fuertes brazos trataban de soltarse pero no podían.

    – [b]Alexander tiene que concentrarse, está aquí, está a salvo, no hay monstruos que le acechan, no tiene que salvar el mundo. Sus amigos y su familia están bien, en la Tierra, no a millones de kilómetros.[/b] – recitó, como si estuviera habituada a ello.

    EZEQUIEL

    Aquél bosque. Cada árbol, cada brizna de hierba, cada veta en la madera de la cabaña que él mismo había construido. Lo recordaba a la perfección pese a haber pasado tantos años. Quizá era una maldición que de todo, eso no hubiera sido capaz de olvidarlo.

    Escuchó un ruido a sus espaldas y se giró para descubrir a una pequeña caminando hacia él. – [Ezequiel]¿Floriana?[/Ezequiel] – corrió hacia ella y la abrazó. Se sentía real bajo sus dedos, olía a ella.

    – [b]Papá, ¿qué haces?[/b] – preguntó ella. Su voz era la misma, no la había olvidado en los siglos que habían pasado desde su muerte.

    JANE WILLIAMS

    – [Rebecca]¿Jane? JANE.[/Rebecca] – gritó una voz a lo lejos. Jane abrió los ojos, sobresaltada. Reconocía la voz, al igual que reconocía perfectamente la habitación en la que se encontraba. La que había compartido con su hermano Owen hasta que le pasaron a compartir cuarto con Elliot.

    Jane se puso en pie, no sabía cómo había llegado allí, pero después de tanto tiempo lejos de casa, necesitaba una muestra de que había vuelto.

    Abajo, a los pies de la escalera, estaba su madre, Rebecca, tal y como la recordaba. Tenía el rostro pálido y cara de haber dormido mal. Allí sentado en la mesa de la cocina estaba su padre, Dominic, desaliñado y con aspecto de haber bebido.

    ELLIOT WILLIAMS

    Estaba confuso al principio, pero tras caminar un rato entre la multitud, solo podía pensar en que había demasiada gente, no en cómo había llegado allí. Decidido a aislarse, sacó los auriculares sin sentir el tacto del cuero de su bandolera y se los colocó.

    Le reconfortó dejar de escuchar a la muchedumbre. Buscó una canción que le relajase y le dio al play. Tras unos segundos sin escuchar nada, probó con otra, nada. Se quitó los auriculares y trató de poner disimuladamente el altavoz de la Infiniband para ver si había algún problema, pero seguía sin escucharlo.

    Tardó un minuto en darse cuenta de que tampoco escuchaba ya la muchedumbre, pese a seguir en medio de ella. No podía escuchar nada. Pero eso no era todo, pasó corriendo por uno de sus puestos de comida callejera favorita y fue incapaz de olerlo. Estaba empezando a perder el resto de sentidos además del tacto.

    JULIA ROSE GARLAND

    Julia recordaba aquellos pasillos repletos de plantas de diversas clases, vivas, prometedoras, como un arca. Por eso supo que todo había cambiado, porque las plantas volvían a estar allí, en los pasillos.

    Quizá todo había sido un mal sueño, uno en el que viajaba en el tiempo para conocer a los héroes de los tiempos antiguos, para sufrir penurias y para acostumbrarse a vivir sabiendo cómo iba a suceder todo.

    Por instinto fue hacia la biblioteca, cruzándose con rostros conocidos. Cuando las puertas se abrieron allí estaba él, Duncan, como si nada hubiera sucedido. Le sonrió y ella pensó que todo iría bien, hasta que vio que su mirada se fijaba tras ella, hacia Keira.

     

    CAITRIONA


    El fuego devoraba el bosque. Los chillidos de niños y niñas faë eran ahogados por los gritos de los soldados humanos. Hombres, arrasando su hogar, su futuro, llevándoselo todo porque podían, porque querían asentarse allí, porque buscaban un tesoro oculto. Siempre era la misma historia.

    Pero no, aquello no estaba bien, aquél mismo día había hecho el pacto para vengarse, el pacto que le había dado poder para no sufrir de nuevo. ¿Entonces qué hacía allí? ¿Ereshkigal la había devuelto a esos tiempos oscuros por ayudar a los Daë? Había notado que su magia decrecía, que el poder de sus pactos se esfumaba, pero aquello no se lo esperaba.

  • WHEN FEAR ARRIVES I

    DIARIOS DE DESTINO

    “We meet fear. We greet the unexpected visitor and listen to what he has to tell us. When fear arrives, something is about to happen.”
    Leigh Bardugo, Crooked Kingdom

    RUBY

    Ruby posó la palma en el lector de la puerta de la Nave y se preparó para dejarse llevar entre unos rostros que se habían vuelto muy conocidos en muy poco tiempo. La acogida, sin embargo, no llegó. La Nave la recibió de forma fría y silenciosa, sin que no pareciese haber nada ni nadie en su interior.

    Caminó por el hangar y subió hasta la planta principal, aún esperanzada. Allí no había nada, solo sombras y un susurro que parecía adentrarse más y más en su cabeza. Era como si alguien la estuviese vigilando desde atrás. Se giró y vio un cuerpo tendido en el suelo. Era Kaylee, le miró el pulso, parecía dormida, pero sus ojos estaban abiertos.

    De nuevo sintió algo a sus espaldas. Aferró la espada que había cogido en la zona de entrenamiento y se giró, pero la espada cortó solo las sombras, que parecieron difuminarlo todo a su alrededor.

    Una risa conocida la sorprendió. Cole estaba tras ella, sonriendo, pero sus dientes estaban afilados como cuchillas. Se echó hacia atrás y sus manos tocaron tierra oscura y fría. No podía ser cierto, no podía estar allí de nuevo. Y sin embargo, dos lunas recortadas en la profunda noche confirmaban lo contrario. Nunca había salido de Dyavol, solo había sido otro juego enfermizo del Amo del Portal. Seguía estando sola, indefensa, incapaz de liberarse.


    COLE ROMAN

    No había rastro del más mínimo rayo de sol en aquél lugar. Cole trató de seguir un camino ascendente, sin embargo no fue capaz de encontrar una salida.

    Llevaba desde que se había despertado buscando el camino, cualquiera que evitase internarse más en aquella mina oscura, privada de calor y de luz. Se notaba mucho más cansado, apenas con fuerzas para aguantar unas horas más.

    Apoyó la espalda en la pared y se sentó para tratar de recuperar una energía que jamás iba a volver si no encontraba una fuente. Miró hacia el camino descendente, que se sumía en la oscuridad. De él parecía venir una voz lejana, una voz que creía conocer.


    NIALL

    Despertó con un dolor punzante. Al girarse, vio que un muelle del colchón se había salido y se le había estado clavando quién sabe durante cuanto tiempo. Alguien se removió en la parte superior de la litera. Aún confuso, Niall se puso en pie para comprobar quién era, y se sorprendió al ver a su madre, removerse en sueños, encogida, sin apenas una manta con la que taparse.

    No lo entendía, acababa de hacer un trato para que a ninguno le faltase de nada. ¿O quizá todo había sido un sueño? Cuanto más veía las fotos distribuidas por la vieja caravana, muchas tapando agujeros o grietas en la carrocería, más dudas le surgían.

    Abrió la nevera, estaba vacía salvo por un cartón de leche caducado y un par de huevos. Puso una sartén en el fuego pero el gas no funcionaba. Sobre una mesa desconchada, se acumulaban avisos para mover la caravana por impago.


    ROBIN

    Robin se llevó una mano a la sien, aún dolorida. Pensaba en alguien que faltaba a su lado, alguien que hasta hacía poco estaba allí. Lo único que sabía a ciencia cierta era que volvía a casa después de tanta guerra. Necesitaba paz, tranquilidad.

    Cruzó los límites del reino y esperó su esplendor, su olor característico, el frío acogedor de la nieve. Un penetrante olor a humo le inundó las fosas nasales y le hizo abrir los ojos. El hermoso bosque estaba quemado al menos en dos tercios.

    Corrió, sin pensar dónde se estaba metiendo, y entonces cayó de rodillas. A lo lejos se veía el castillo de su familia, en ruinas, destrozado por la artillería de los morteros. El pueblo a su alrededor estaba igual. La guerra había llegado mientras no estaba y había arrasado con todo.


    NOAH ARKKAN

    Abrió los ojos. El cuerpo entero le dolía: cabeza, articulaciones, incluso los mismos ojos. Llevó las manos a los cables que tenía sujetos a la sien y los palpó. Después a la vía clavada firmemente en el brazo.

    Se incorporó, desconectando los cables y suspiró para quitarse la vía. La sensación era desagradable, pero también el dolor palpitante en la nuca y la sequedad que sentía en la boca.  Confuso, buscó el dossier a los pies de la cama y trató de leer. Era como si su mente tuviera problemas entendiendo las palabras, pero le recorrió un escalofrío al ver el año de ingreso y el de la última intervención. Llevaba veinte años allí.


    LEXIE FENRIS

    Llegaba tarde a la fiesta y no terminaba de encontrar el vestido adecuado. Tras un rato, se decidió y se maquilló. Bajó las escaleras de la mansión Fenris, lista para sorprender a todos con su aspecto.

    A mitad de camino recordó que era un baile veneciano, así que dio la vuelta a la habitación, pero no fue capaz de encontrar una máscara. Pensó que se la pediría a alguien abajo, seguro que su madre tenía varias.

    Volvió a bajar las escaleras y las máscaras se giraron hacia ella, murmurando que no llevaba una. Lexie maldijo controlando las apariencias y se internó en la muchedumbre. Buscó a sus padres, pero las máscaras les confundían. Solo veía rostros cubiertos y ya no eran planas, con bonitos decorados. Eran horrendas, como picos de aves exageradamente grandes y amenazadores. Todo el mundo llevaba, de diferentes colores y estilos, pero cada vez que la miraban esos picos apuntaban a ella.

  • ABANDONADOS

    5X01 – ABANDONADOS

    DIARIOS DE DESTINO

    Con un último grito, la chispa de Antailtire se desvaneció del Cúmulo Nexus y con ella, los residuos de su magia, buena y mala. Los hechizos protectores que mantenía sobre Dyavol se atenuaron y el mal que tanto tiempo había estado recuperando poder se liberó al fin, alzando sus tentáculos sobre los otros trece mundos.

    Cuando la oscuridad se cernió sobre todos, los portales se cerraron y con ellos, las esferas Daë se quedaron en silencio. Los mundos habían sido aislados.


    NARA

    El sol estaba en su cénit cuando dos barcazas cruzaron la garganta de Takachiho en dirección a la aldea oculta. Cole admiró la catarata frente a ellos, por muchas veces que la contemplase, no dejaba de sorprenderle. Niall, detrás de él, parecía más absorto en sus pensamientos. En la segunda barcaza, Zahra remaba en silencio, vigilando sus espaldas.

    Habían pasado dos meses desde que los tres habían aparecido en las orillas de la aldea. Las heridas se habían curado hacía ya semanas, las físicas, al menos. Y mientras tanto, habían tenido que acostumbrarse a una vida muy distinta, sin saber si los demás habían corrido una suerte similar o eran los únicos supervivientes.


    KOURAS

    El forajido conocido como Jimmy el Rápido era fiel a su apodo. En apenas unos segundos desenfundó sus Colt y disparó hacia el sheriff hasta vaciar ambos tambores. El hombre, al que apodaban «El Mestizo», cayó al suelo, con su camisa teñida de la sangre que manaba de los agujeros de su pecho.

    Jimmy sonrió y lanzó un grito, dispuesto a tomar la ciudad de Bandera junto a sus muchachos. Pero algo raro pasaba, el ayudante del sheriff seguía montado en su caballo, sin moverse. Había quien decía que tenía una pata metálica, aunque seguro que lo que no podía era moverse y por eso Henry el Silencioso seguía ahí.

    Exactamente un minuto y cuarenta segundos después de ser disparado, el sheriff Ezequiel se levantó, aún con la camisa cubierta de sangre y sin ningún orificio de bala. Diez minutos después la banda de Jimmy iba de camino al calabozo de Bandera, cada vez más lleno.


    KARDAS

    El herrero martillaba la última espada que le habían encargado. Cuando terminó de darle forma, la agarró con las pinzas y la metió en el balde para enfriarla. No estaba mal, había mejorado y aunque no era su pasión, le daba de comer y le permitía mantener la cabaña.

    Estaba empaquetando el encargo cuando un muchacho se acercó y se quedó mirándole. No era la primera vez que le veía merodear por allí. Sabía por la gente que iba y venía, hablando de más sin que él quisiera escuchar, que el niño era un huérfano cuyos padres habían muerto a manos del Rey Christian el Cruel. No necesitaba chismes para saber qué buscaba el niño.

    – [Dante]Vete, chaval, aquí no quedan héroes.[/Dante] – el niño echó a correr y él no tuvo tiempo a sentirse mal, porque se encontró con la mirada de reprobación de Chloe.


    KARNAK

    Tras la desaparición de la Gran Diosa Hathor, los teriántropos adorados como viejos dioses lucharon por sus viejas sedes de poder, dominando ciudades que en algunos casos terminaron enfrentadas entre sí. La gente de a pie fue la que más sufrió, cayendo en las luchas sin fin o entregando su vida a la creación de monumentos para sus dioses, que buscaban recuperar el tiempo perdido.

    No todo habían sido desgracias, algunos viejos y dioses y diosas trajeron prosperidad a sus pueblos. Contaba la leyenda que poco después de la desaparición, uno de los viejos dioses benevolente se había instalado cerca de la orilla del río. Decían que él tenía cabeza de pantera y era dios de la medicina y su diosa dominaba las aguas con su piel escamada. Para ello solo había que encontrar la ciudad de Bubastis.


    DAONNA

    Una bandada de velociraptor estaba tratando de rodear y capturar a su presa. El demonio de piel aguamarina al que perseguían no parecía muy fácil de comer, pero había entrado en su territorio y el grupo tenía hambre.

    Acecharon en la maleza y aceleraron para perseguirle cuando fue consciente de su presencia y echó a correr. El ser no era especialmente rápido, en varias ocasiones estuvieron a punto de darle una dentellada y ya estaban más cerca de encerrarlo en el desfiladero que había unos metros más allá. El demonio siguió corriendo, ahora cada vez más y más rápido, dejándoles atrás sin frenar hasta que apoyó un último pie en el borde del desfiladero y dio un gran salto al otro lado.

    Volvió al lago rosa cargado con una bolsa de gigantescos frutos salvajes que le recordaban a una mezcla entre melocotón y coco. De un paso a otro, la verde pradera y la playa a orillas del lago dieron paso al paseo de una gran ciudad. Había entrado en los dominios del poder de Lexie, ya estaba en casa.


    TERRA

    Dresden estaba siendo reconstruida, una ciudad pacífica en mitad de un conflicto que aún no había terminado de solucionarse. El viajero y la viajera, ocultos tras sus capuchas, cruzaron la plaza sin detenerse a admirar las vistas. Su misión era más urgente y aquella no era más que una ciudad de paso.

    Habían ido de una a otra, durante meses, tratando de poner su parte para minimizar todo el daño que había hecho la guerra e intentar que no volviera a ocurrir, por mucho que algunas partes estuvieran a punto de volver a estallar. Al menos, esta vez no había una mano invisible controlando que esa guerra perdurase. Había esperanza.

    Descansaron a comer algo de lo que llevaban en sus petates y mientras Robin usaba su magia para predecir el próximo punto débil para la paz, Ezra volvió a intentarlo. Una vez más no consiguió llegar a nadie. O habían desaparecido todos o algo ocurría con las esferas Daë.


    VALANTIS

    Idris soltó una carcajada. Si alguna ventaja tenía todo aquello, era que al menos la televisión era buenísima y gratis, lo malo era que habría matado por una pantalla plana en lugar de aquella enormidad. Echaba de menos algunas comodidades, pero no podía quejarse, llevaba cuatro meses viviendo con Ellie.

    Al principio, cuando habían llegado al mundo, trataron de contactar con el resto por todos los medios, pero fue imposible. Las esferas se habían callado y ninguno de los portales funcionaba. Estaban encerrados en aquél lugar.

    Así que habían conseguido un trabajo, alquilado una casa en la zona suburbana y se habían dedicado a buscar una forma de volver a la Luna mientras trataban de hacer vida normal en un planeta en el que los no muertos aún luchaban por ser tratados como algo más que propiedades.


    NEXUS

    La loba parda corría entre los árboles, con su melena sacudida por el viento. Olía las hogueras de la villa elfa cercana. Seguramente Owen las había encendido esperando que alguien preparase un buen asado.

    Olisqueó de nuevo y se aseguró de que los lobeznos la siguieran. Allí estaban, un poco más atrás, enzarzados en una batalla de mordiscos. Aún eran demasiado jóvenes, pero Amy estaba orgullosa. En aquél lugar había conseguido encontrar paz incluso después de lo que había pasado.

    Los sobrenaturales les habían acogido y les habían dado un hogar. Ella intentaba que fuera suficiente, no podía asumir que el silencio de los demás era algo bueno después de casi un mes. Pero Owen no se rendía, había tratado de ir a la ciudad de la Flecha pese a que estaba sellada y no se conocía nada de lo que pasaba en su interior, salvo que ahora las sombras acechantes que perseguían a la gente de la superficie habían desaparecido y las aldeas estaban recuperando su vieja gloria.

    Haleth estaba cerca de Owen, la elfa y el aesir parecían esperarla con noticias. Entonces vio que una cara conocida acababa de llegar al pueblo, Lekwaa.


    DAGRKNOT

    Bowie observaba en la distancia cómo Elliot pescaba la cena. Pensó varias formas en las que podría pescar de manera más óptima, pero había decidido que con las personas era mejor dejarles darse golpes hasta que encontraran la solución por sí mismos que dársela en bandeja.

    Lo que sí contó fueron los minutos que llevaba a la intemperie. Según el termómetro instalado bajo sus retinas, la temperatura de Elliot estaba bajando bastante. A esas alturas otro habría sentido tanto frío que hubiese castañeteado los dientes, pero él no tenía ese lujo.

    Decidió intervenir y llamarle justo cuando él pescó al fin algo que no era una espada oxidada. Bowie lo preparó con eficiencia y tras calentarse en una hoguera que ella también había preparado, siguieron el camino hacia la aldea pesquera más próxima. Con suerte allí encontrarían un barco que pudieran usar en ese mundo lleno de aguas siniestras que cobijaban criaturas más siniestras aún.


    ARTISAN

    Vera llevó la leña a la cocina y atizó las brasas para que ardiera con fuerza. Jamie llevaba toda la tarde estudiando en la biblioteca y alguien tenía que encargarse de que no murieran congelados.

    Poco tiempo después de aparecer en una ciudad cercana, habían vuelto a la casa familiar de los Barnes para encontrársela abandonada. Los sirvientes habían tenido que marcharse cuando viejos empleados del padre de Jamie empezaron a aparecer para hostigarles y tratar de recuperar sus salarios perdidos con su repentina desaparición.

    Por suerte no se habían llevado nada de gran valor, porque estaba bien escondido. Gracias a eso podrían mantenerse una buena temporada, porque la casa tenía a su alrededor todo lo que pudieran necesitar. Solo que alguien tenía que encargarse.

    Pese a todo, habían sido unos meses agradables, aunque Vera no conseguía quitarse el regusto amargo de no saber nada de sus hermanas ni de los demás.


    SENATUS

    El gigante se dejó caer en una esquina de su habitación, poco más que una celda pese a los honores que supuestamente le rendían. Miró sus muñecas, donde semanas atrás había tenido cadenas de metal, pero no por eso ahora era libre, sus cadenas eran de otro tipo.

    Aquella tarde había acabado con otra vida, la de un demonio de cabeza cubierta de pinchos. Era fuerte, parecía violento pero eso no lo justificaba. Él también era violento en la arena, la magia del Luditor se encargaba de ello, volcando toda la ira y la rabia del público y de los otros combatientes sobre su empatía para sumirle en una furia que le avergonzaba.

    Habría acabado con su existencia si no tuviera la esperanza de volver con los demás. Por eso, y por ella. Unos pasos resonaron por el pasillo y la puerta se abrió.

    – [b]’Bárbaro’ aquí tienes tu premio. Intenta hacer menos ruido hoy, bestia.[/b] – dijo el guardia, empujando a la mujer hacia el interior. Cuando se marchó, ella sonrió. Era un alivio sentir esa energía positiva. Sin Julia hacía mucho que no habría podido seguir adelante.


    SELAS

    El muchacho arrastró la improvisada camilla por la hierba, algo cansado después de llevar todo el día caminando, cruzando ríos con ella en brazos. Pero no había tiempo para descansar, cada segundo contaba, necesitaba llegar allí cuanto antes.

    – [Xander]Aguanta Jane.[/Xander] – le pidió, girándose para mirarla. Tenía los ojos cerrados, sumida en un sueño febril. Le tocó la frente, ardía. Preocupado, se detuvo. Descubrió con cuidado el vendaje que le cubría el pecho a la altura del corazón. Hacía ya unos días que había dejado de sangrar, pero el veneno seguía extendiéndose, ramificándose desde el orificio de bala hasta el resto de su cuerpo.

    Le cubrió la herida bien, le puso un paño húmedo en la frente y siguió caminando, cargando con la camilla. No podía perderla a ella también, tenía que llegar hasta el Laberinto, encontrar a Caitriona y curar a Jane. Daba igual el coste.


    DYAVOL

    La criatura permaneció atenta, olfateando en busca de la presa. La saliva le caía irremediablemente, el reinado de la oscuridad le había dado seguridad para dar rienda suelta a su maldad, pero al amparo de la noche eterna las criaturas habían acabado demasiado pronto con los tiernos humanos y ahora la comida empezaría a escasear.

    El ser estaba harto de ratas, por eso cuando vio a aquella tierna humana la siguió hasta los confines de aquella montaña. Las dos lunas se alzaban en lo alto del cielo nocturno y entonces vio el bulto cubierto de mantas cerca de la hoguera.

    Ansioso, fue hacia ella preparando sus dientes para masticar, pero antes de que pudiera levantar la manta y descubrir que era un engaño, alguien le rajó la garganta desde atrás. Ruby colocó el pie sobre la criatura y la tiró montaña abajo. Estaba cansada de huir y de correr, de luchar cada día por sobrevivir. Y también, de estar sola.


    LUNA VILTIS

    Los refugiados de Dyavol habían llamado a la ciudad Selene, aunque decirle ciudad quizá sería demasiado. En aquél momento eran poco más que un conjunto de cabañas reunidas, pero era la promesa de algo más, de un futuro a salvo de la oscuridad eterna que prometía su hogar.

    Francis hizo su ronda habitual y ascendió el valle hasta llegar a la colina desde la que podía ver la nave estrellada.  Cada día iba allí para ver si los demás habían vuelto, si William había cumplido su misión con más suerte de la que él mismo esperaba. Pero seguía sin haber nadie. Parecía un monumento a las vidas perdidas más que el hogar que había visto brevemente que era.

    Dio media vuelta y se dirigió a la gran ciudad de la Luna. Allí no era nadie, no tenía que fingir tener las respuestas mientras él mismo las buscaba, entre otros viajeros preocupados porque de pronto ya no podían volver a casa. Todos los portales se habían cerrado. Quizá por eso no habían vuelto ninguno.


    GWIDDON

     

    – [Kaylee]Parece que los Daesdi se han olvidado de nosotros.[/Kaylee] – dijo la hechicera pelirroja después de un nuevo e infructuoso intento de potenciar la esfera Daë para comunicarse con los demás.

    Leo asintió, silencioso. Acababa de preparar la comida para ambos y se observaba las manos con cautela. Ahora unas cicatrices recorrían parte de los dedos de su mano derecha. Cuando fueron absorbidos por el agujero negro de Antailtire, acabaron entrando en Gwiddon por un portal, pero un fragmento de metralla viajó con ellos.

    Instintivamente, Leo puso una mano frente a Kaylee, pensando en convertirse en metal. La metralla fue más rápida, atravesó carne y hueso, destrozando todo a su paso. Por la forma en la que dolía y cómo anulaba su curación sobrenatural, supieron que era plata.

    Había tardado un mes en volver a mover los dedos con normalidad, pero ahora que volvía a estar con fuerzas habían emprendido un viaje para encontrar a los demás. Aunque en aquél mundo ya corrían rumores sobre la hechicera pelirroja y sus habilidades.

     

  • LA ÚNICA OPCIÓN

    Anne – Dyavol

    Tarde

    La piel cobriza de Cas, que tan bonita me había parecido a mí cuando lo tuve por primera vez en mis brazos, era el blanco de mil y un comentarios. Eso, unido a la ausencia de su padre, nos hacía el blanco perfecto para todas las críticas. Por ello, casi cada día nos íbamos a pasar el mayor tiempo posible en la playa. Tampoco es que hubiera mucho más que hacer, la verdad sea dicha.

    Mientras mi hijo, con aquella ropa que empezaba a quedarle pequeña, correteaba por la playa, yo me senté lo más lejos posible del agua. Era un día cualquiera de la semana, porque todos parecían el mismo, pero ese fue diferente. El día que lo cambió todo.

    No esperaba encontrarme con él y tal vez, si Cas no se hubiera caído de culo en la arena, no nos habríamos llegado a conocer.- Cas, ten cuidado que vas a matarte.- me puse en pie para ir a por el niño, pero el hombre bien vestido, se adelantó y le ayudó a incorporarse.

    – [Owen]Arriba, campeón[/Owen].- le escuché decir y supe que no era de aquí. Los hombres de este lugar raras veces se dirigían a los infantes y, mucho menos aún, los tocaban. Y gracias al cielo, porque cualquiera se fiaba de esas bestias de dos patas.

    – [Anne]Gracias[/Anne].- susurré y me fijé en que mi ropa en cualquier momento se rompería de lo usada que estaba. En cambio, la suya era bonita y nueva.- [Anne]Mi nombre es Anne y él es Cassian[/Anne].- cogí a mi bebé de más de dos años en brazos y le hice un arrumaco.

    – [b]Casan[/b].- repitió el niño.

    – [Owen]Yo soy Owen[/Owen].- me fijé en su cara. Parecía triste o enfermo. Lo más probable es que fuera lo primero. Decidí entonces dejar al niño corretear un poco más para conocer mejor a Owen.

    – [Anne]No eres un refugiado, ¿verdad?[/Anne] – le pregunté para romper el hielo.

    – [Owen]No. He llegado en el último barco y… bueno, es complicado[/Owen].- quise decirle que complicado era criar a un niño en un mundo como este, pero no sabía nada de sus problemas y me caía bien. A lo mejor es porque era guapo.

    Vi que al ver que me quedaba mirándole, sonreía.-  [Anne]Tus dientes… son muy bonitos[/Anne].- él se rio también.- [Anne]Y hueles a perrito[/Anne].

    – [Owen]¿Gracias?[/Owen]- parecía sorprendido.-  [Owen]¿Tu también eres…?[/Owen]- vi que intentaba olfatear el ambiente, pero fue en vano. Lo más seguro es que solo le llegase el olor a pescado podrido y mugre.

    – [Anne]Feliántropa[/Anne].- le aclaré con orgullo.- [Anne]Una gata persa de pelo naranja. Te enseñaría a mi gatito, pero tendría que desnudarme y no me parece que nos conozcamos tanto aún[/Anne].- bromeé. Mi madre me habría reñido por decir algo así, pero estaba muerta.

    – [Owen]Te enseñaría a mi lobo, pero la verdad, no sé cómo funciona y lo mismo acabo muriendo antes de que ocurra[/Owen].- Cas se estaba entreteniendo jugueteando con un palo que arrastraba por la arena.

    – [Anne]Madre mía[/Anne].- parpadeé un par de veces.- [Anne]Sí que eres dramático[/Anne].

    – [Owen]Me has conocido en un momento complicado de mi vida. La dramática es mi hermana, por lo general, suelo ser mucho más animado. Esto debe de ser cosa de lobos[/Owen].- se explicó.

    Cassian, que ya se había cansado del palo, me tiró de la falda.- [b]Ma, teno hambe[/b].

    Suspiré y me levanté la falda. Owen, que era todo un caballero, apartó la vista.- [Anne]Puedes mirar. A lo mejor así se te quitan las penas, Lobo[/Anne].- solté una carcajada y saqué de un atillo que llevaba en la pierna un trozo de pan duro.- [Anne]Toma, cariño[/Anne].- el niño casi no lo vio delante y lo devoró.- [Anne]Yo no tengo más familia que a Cas y si la cosa sigue así, no sé cómo vamos a sobrevivir otro invierno[/Anne].

    Nos quedamos en silencio. Solo se oían el oleaje, la risa de Cassian y el bullicio del fondo.- [Owen]Creo que he encontrado la solución a eso[/Owen].-  nos miramos y se me ocurrieron unas cuantas cosas que le ayudarían a ser más feliz. En todas ellas estábamos desnudos.- [Owen]Hay una Luna en la que viven refugiados, no es gran cosa pero es mejor que…[/Owen]- señaló a nuestro alrededor. Al hambre, a los monstruos y a la oscuridad.

    Contuve las ganas de abrazarle y casi no sonreí. No me fiaba de los hombres, ni siquiera de los que eran tan guapos como Owen. De esos, creo que me fiaba un poco menos.- [Anne]Ya veremos. Todo depende de lo que quieras a cambio[/Anne].-  puntualicé.- [Anne]Gracias[/Anne].- dije sin más y me giré a mi hijo.- [Anne]Cas, vamos a la tienda que empieza a hacer frío[/Anne].- llamé al pequeño, que vino corriendo y nos fuimos sin mirar atrás.

    Cuando llegamos a la tienda y vi que no había nada que darle de comer a mi hijo, tuve claro que irme con Owen era la única opción. Me pidiera lo que me pidiera.

    Soy consciente del peligro
    Lo bueno es lo que nos pasa
    Lo demás, es no estar vivo

    (Lo que te mereces, Viva Suecia)

  • HACIA EL FINAL DEL CAMINO

    SELAS

    Alrededor de una hoguera, cerrada ya la noche, los New Moondies conversaban con el grupo de héroes y heroínas tras una cena ligera. Habían llegado a conocer un poco a sus compañeros y compañeras de camino, a los que habían dejado pensar que eran tan solo otro grupo de héroes advenedizos, siempre guardando con recelo sus orígenes y su verdadera misión en ese mundo.

    Uno de los héroes, el que tenía la piel tostada por el sol y no se separaba de su tridente dorado, parecía ser el líder. Abderus se llamaba, como un pariente lejano que había conocido y ayudado al legendario Heracles. Otros dos hombres y mujeres le acompañaban: Metioches la nieta del cometa, armada con una honda; Scabras el arquero, que decía descender de Odiseo; Derimacheia, la amazona de abdomen de acero tan duro como su lanza; y Caeneus, un hombre silencioso que lo observaba todo.

    Averiguaron que en ese mundo los héroes y heroínas habían sido antaño una profesión con mucho futuro, pese a que en bastantes ocasiones acabase en tragedia, pero en los últimos tiempos se rumoreaba que los monstruos eran menos osados y empezaban a esconderse.

    – [b]Dicen que hay un demonio, un ser horrendo y malvado que les está reuniendo para hacerse más fuertes y acabar con nuestra gran civilización.[/b] – dijo Abderus agachándose sobre las brasas. – [b]Así que muchos hemos salido a buscarlo para cobrar la recompensa. Es suficiente incluso para que quince personas vivan cómodas varias vidas.[/b] – respondió mirándoles con una sonrisa cómplice.

    – [Leo]¿Qué demonio es ese?[/Leo] – preguntó Leo, atento a cualquier información que encajase con las historias que su padre había contado.

    – [b]Dicen que hasta el jodido Hades huiría de él. Una bestia con cuerpo de hombre cubierto de escamas como una serpiente, pero duras como el acero.[/b] – contó, embelesado con su propia voz. – [b]Cuentan que le encanta comer humanos con sus dientes afilados. En especial héroes.[/b] – sonrió.

    – [Leo]¿Tiene nombre ese monstruo?[/Leo] – insistió Leo, tratando de parecer poco interesado.

    – [b]Oriax, le llaman.[/b] – añadió. – [b]Vive en las cuevas del monte Licaón. Pero para llegar allí, hay que cruzar el bosque.[/b] – como si respondiera una llamada, un aullido reverberó por el valle, procedente de allí.


    DYAVOL

    La tripulación realizó todos los preparativos y finalmente consiguieron atracar en el puerto de Avalon, la isla refugio en la que bullía el movimiento de un lado a otro.

    En la misma arena de la playa, campamentos y tiendas solitarias parecían haber estado organizados en un principio, pero con tantas personas habían tenido que añadir otras aquí y allá. De ellas salían personas cuyas ropas habían debido ver mejores tiempos y cuerpos a los que no les vendría mal algo de comida extra, algo que no parecía sobrar en aquél lugar.

    Desde antes incluso de bajar, presintieron una tensión en el ambiente que parecía presagiar algo muy malo a punto de ocurrir. Esa sensación ganó importancia al ver cómo la gente se movía de una forma errática, frenética, como si todos tuviesen algo urgente que hacer. Olía a guerra en el aire, una que aún no había empezado.

    A medida que se acercaban a una fortaleza de piedra negra que coronaba el centro de la isla, vieron que sus puertas se abrían y una comitiva acudía a saludarlos. Eran guerreros y guerreras en su mayor parte, vestidos ya con armaduras deslustradas de tanto uso y armas enfundadas, listas para desenvainarse pronto.

    Entre las figuras, una se erguía por encima del resto, un hombre con armadura de escamas de color obsidiana que caminaba en el centro, evidenciando su rango.

    Francis se adelantó y le saludó, tratando de contener su alegría, mientras que el otro hombre le devolvió una sonrisa amplia, serena. Hablaron en voz baja, flanqueados por alguna mirada indiscreta de uno de los hombres. Los New Moondies esperaron, inquietos, al ver que la mirada del hombre de armadura negra se desviaba hacia ellos durante unos segundos. Tenía unos ojos distintos, unos ojos en los que Cole veía algo familiar.

    Después de unos minutos, el hombre de cabello oscuro, se acercó, seguido de Francis, cuyo semblante estaba más serio aún que antes.

    – [William]Francis me ha contado cómo les habéis ayudado.[/William] – dijo él. – [William]Tenéis mi agradecimiento.[/William] – añadió, haciendo una reverencia. – [William]Soy William Daye, el gobernador de Avalon y protector de estas gentes.[/William] – reconocieron con rapidez su nombre y se miraron, asombrados. – [William]Aunque me temo que no venís en buen momento.[/William]


    NEXUS

    ELLE E IDRIS

    Atravesando los callejones a toda prisa, la Vanir y el Elfo Oscuro se encontraron con un grupo de habitantes de la Flecha apoyados en un coche de líneas futuristas. En cuanto les vieron aparecer, quedó claro que estaban inmersos en un asunto no demasiado legal. Aunque era difícil saberlo, porque los ojos de Antailtire estaban en todas partes y hasta la delincuencia estaba controlada.

    BOWIE, NOAH Y LEXIE

    Bowie, con el mapa en su cabeza, les condujo hasta el enorme edificio, mezcla de cristal y piedra, unido por la magia de forma que no se veía la más mínima unión entre sus piezas. Se alzaba imponente, más alto que cualquier otro edificio salvo uno que se vislumbraba a lo lejos y debía ser la residencia de Antailtire.

    Allí, en la plaza que lo rodeaba, fuerzas policiales patrullaban con ahínco, acompañados de los ejércitos especiales de Antailtire, esos que solo habían visto marchar contra los sobrenaturales de la superficie.

    HENRY, EZEQUIEL Y ZAHRA

    La escisión del grupo principal formada por Henry, Zahra y Ezequiel se había visto obligada a dar un rodeo para evitar a la policía que les había perseguido hasta que Henry se vio capaz de teletransportar a ciegas a los tres hasta una plaza en la que se vieron atacados por dos agentes de Antailtire, alertados por su radar de detección de portales.

    Se prepararon para luchar, pero una figura encapuchada golpeó a los agentes con una fuerza sobrenatural y les hizo  una seña para que le siguieran. Al llegar a un callejón, se echó la capucha hacia atrás y mostró un rostro macilento, de piel clara como la nieve surcada por cicatrices amoratadas y unos ojos de un azul espectral

    ROBIN Y NATE

    Robin siguió una corazonada, rastreando una magia que parecía llamar a la suya. El camino les condujo directamente al centro de la plaza en la que se alzaba la Catedral del Arquitecto, construida, según se decía, por su misma magia, la que había forjado los mundos.

    Había algo en ese poder que llamaba al suyo, con tanto ímpetu que cuando se quiso dar cuenta, había avanzado hasta un lugar plenamente descubierto, ignorando las llamadas de Nate. Fue entonces cuando la rodearon y el gigante con el que apenas había hablado se presentó junto a ella para defenderse.

  • A TRES MUNDOS DE DISTANCIA

    DIARIOS DE DESTINO

    En la Luna Viltis, el grupo al que Antailtire y sus servidores y servidoras llamaban «Selenitas», se dividió en tres después de una cálida despedida antes de afrontar su futuro incierto.

    Sus caminos se separaron y cada grupo se encontró frente a un portal que les llevaría a un mundo del Cúmulo. Esta vez, más acostumbrados, cruzaron a la vez.

    SELAS

    El equipo Selas apareció reunido a la sombra de lo que parecía un templo derruido. Elliot se acercó a la estatua, representaba a una deidad con cuernos y órganos masculinos y femeninos, pero no la reconocía de los libros de historia. Se quedó observando una inscripción en una de las columnas centrales.

    Amy hizo una señal al resto para que permanecieran en silencio y se agacharan. Leo y Ezra la flanquearon, poniendo sus sentidos en lo que sea que hubiese escuchado la licántropa.

    Empezó como un sonido de arrastrar entre la hierba. Primero no veían nada, hasta que pronto empezó a escucharse tan cerca que todos pudieron percibirlo.

    Allí, frente a ellos, moviéndose entre las piedras y los restos derruidos de ese y otros templos, había una criatura de aspecto reptiliano, solo que más alta que las columnas que tenían a su alrededor. Jamie dio un paso atrás, asustada y al hacerlo no reparó en una vieja estatua que se resquebrajó al chocar contra ella.

    Con el estrépito, la criatura alzó una cabeza parecida a la de un dragón, a la que pronto acompañaron otras dos más.

    – [Vera]Aquí pone…templo de Lerna.[/Vera] – tradujo Vera. Elliot tragó saliva.


    DYAVOL

    El equipo de Dyavol sintió que algo iba mal cuando el suelo pareció moverse de manera inconsistente bajo sus pies, haciéndoles tambalearse.

    Acostumbrados al suelo firme antes de cruzar el portal, habían dado directamente a la cubierta de un barco. La lluvia les azotaba los rostros con fuerza mientras se ayudaban a ponerse en pie y reconocer dónde se encontraban.

    El barco empezó a zozobrar por la intensidad de la tormenta en la que se veían inmersos. Una violenta sacudida del oleaje inclinó la embarcación haciendo que Jane perdiese pie y cayera hacia el lado contrario. Se agarró en el último segundo a la baranda de proa, pero no aguantaría demasiado.

    Xander y Owen descendieron hacia ella sin pensarlo y la asieron entre ambos, arrastrándola a cubierta cuando parecía que se estabilizaba. Después corrieron a reunirse con el resto del grupo, al que Ruby ya había organizado, haciendo que se atasen al mástil por la cintura.

    Tras casi una hora, la tormenta amainó, pero antes de que pudieran soltarse, la puerta que daba a los camarotes se abrió y por ella salió un nutrido grupo de piratas, tanto hombres como mujeres, que les rodearon hasta que un hombre vestido con una chaqueta larga con ribetes que en su día fueron dorados y una cabeza afeitada en la que aún se distinguía un intenso pelo rojo.

    – [Francis]Vamos a resumir, soy Francis Drake, capitán de este navío. Será mejor que empecéis explicando que hacéis en mi barco, si no queréis ir de cabeza al agua.[/Francis] – sentenció. En su mano tenía una pistola cargada y preparada, en una mano que no parecía que fuese a temblar.


    NEXUS

    El equipo Nexus apareció alejado de su objetivo principal, en la cadena de montañas en la que una vez Idris, Laura y Henry habían corrido escapando de las criaturas que Zahra les había ayudado a evitar.

    Caminaron en silencio, tomando un sendero ascendente hasta que vieron sobre ellos la ciudadela flotante que se había convertido en la insignia de su tiránico gobierno, una ciudad tan grande que hacía sombra a casi todo el territorio que habían recorrido y mucho más.

    Zahra les explicó que había formas de acceder a la ciudad desde abajo, pero que los habitantes de las zonas bajas no solían tomarlas porque lo que les esperaba en La Flecha sería mucho peor.

    Plantearon varias alternativas, hasta que finalmente, tras la evaluación de riesgos de Bowie, decidieron subir por una columna de piedra recorrida de abajo hasta arriba por una escalinata que utilizaba la orden de Antailtire, un culto religioso, como peregrinación a las tierras inferiores.

    Al llegar arriba, atravesaron unas dunas salpicadas de artefactos electrónicos desechados hasta llegar a una entrada a la parte más oscura y pérfida de la ciudad, el Barrio Mecha. Se cubrieron con capas aprovechando la lluvia que acababa de aparecer y cruzaron las puertas, encontrándose con una ciudad llena de luces donde los edificios se perdían en el cielo. La gente iba de un lado para otro, algunos observándoles fijamente, cubiertos de implantes mecánicos hasta dejarles en algunos casos irreconocibles.