Moondale

Categoría: Diarios de Destino

  • ASEDIO

    DIARIOS DE DESTINO

    NEXUS

    La sala de audiencias del Palacio de la Flecha estaba sumida en un silencio, apenas roto por los débiles murmullos de las once personas presentes, hasta que los pasos de la número doce empezaron a resonar sobre el mármol y los susurros se desvanecieron.

    Antailtire, creadora y arquitecto del Cúmulo. Temida por muchos, adorado por más incluso. – [Antailtire]Las once personas que formáis parte ahora de mis Manos estáis aquí para resolver este asunto antes de que la enfermedad se extienda.[/Antailtire] – dijo mirándoles tras el rostro de un joven de cabello y ojos oscuros. Solo se presentaba con la misma forma ante los habitantes de La Flecha, pero por lo general ante sus seguidores de confianza se dejaba fluir. Aun así, pese a tener distintos rostros, sabían quién era, su presencia se hacia notar. Esos cambios eran algo que no permitía a sus retazos de ser enviados a otros mundos para que todo funcionase correctamente, porque como sabía desde que era consciente, si algo necesitaba salir bien, tenía que hacerlo en persona.

    – [Antailtire]Reuní a la mitad para acabar con esa revolución que amenaza nuestro orden, pero han fallado. Y no solo eso, si no que otras fuerzas están en juego contra nuestro equilibrio.[/Antailtire] – unos cuantos miembros se removieron. Asia y Jack trataron de defender su derrota pero una mirada de Antailtire les cortó. Algunos veneraban su papel en el funcionamiento del Cúmulo, otros aún pensaban que era una deidad y algunos simplemente temían el alcance de su poder.

    – [Antailtire]Ahora llegará el turno de las explicaciones.[/Antailtire] – sentenció sin obtener réplica. – [Antailtire]He dicho once personas porque hemos perdido un apéndice. Ahriman se ha vuelto contra todo lo que defendemos.[/Antailtire] – la presencia entre ellos era notable. Ahriman era un ser de pesadilla, nadie echaría en falta su presencia pero tampoco agradecerían tenerlo en su contra. – [Antailtire]Hector. Informe de lo sucedido.[/Antailtire] – le cedió la palabra a su «apéndice» más leal y organizado. Caminó hasta su asiento y dejó fluir su aspecto para acomodarse a cómo se sentía.

    Hector dio un paso adelante y se colocó donde todos pudiesen verle. – [Hector]Nuestro equipo – Violet, Jack, Snake, Asia, Ahriman y yo mismo – se infiltró con éxito en la nave espacial que utilizan como refugio nuestros enemigos.[/Hector] – pese a que los detalles de la misión no fuesen de conocimiento público, Antailtire sabía que los chismes viajaban rápido, incluso entre sus fuerzas de élite. Todos sabían ya la misión de ese grupo y su fracaso. – [Hector]Dado que su poder colectivo superaba el nuestro, decidimos optar por una solución que nos permitiera suplantarles aprovechando un cambio de cuerpos, que les dejaría desconcertados y nos permitiría obtener información y terminar con ellos.[/Hector] – añadió. Habían conjurado un intercambio de cuerpos que en un principio había salido bien y habrían ganado de no haberse conocido mejor entre ellos y tener más recursos de los que pensaban. – [Hector]Ahriman desapareció antes de llevar a cabo el plan. Éste se vio…frustrado por nuestros enemigos. Descubrieron nuestra infiltración, se liberaron y forzaron revertir la magia.[/Hector] – aclaró. Violet se removió, deseando hablar pero sabiendo que era mejor no llamar la atención. Era su magia la que había cedido ante la hechicera pelirroja y la ilusionista.

    Antaitire sintió la ira crecer y su aspecto fluctuó delante del resto.

    – [Hector]Nos refugiamos y les observamos, reunimos fuerzas y atacamos una vez más, pero una tercera fuerza intervino el conjuro de la Hechicera y se los llevó a un reino al que no pudimos seguirles.[/Hector] – Hector parecía impasible, consciente de asumir cualquier castigo que tuviera preparado Antailtire por sus errores. Antailtire observó, valorando lo que sabía de ese ser que había entrado al juego, el que se alimentaba del arrepentimiento y el sufrimiento, de las malas decisiones y de las buenas. – [Hector]En mitad del caos Ahriman apareció y desató su poder contra nosotros, obligándonos a huir tras resultar la mayoría gravemente heridos.[/Hector] – algunas heridas se habían curado ya. Antailtire podría haberles sanado inmediatamente con su magia pero aquello era parte de su castigo.

    – [Antailtire]¿Habéis conseguido saber al menos por qué nos ha traicionado Ahriman?[/Antailtire] – preguntó, con una molestia visible.

    – [Hector]Violet ha sentido un fuerte enlace de Ahriman con su mundo natal.[/Hector] – Violet sonrió, como si se supiera consciente de que hubiera fallado o no, el plan y las pequeñas victorias que hubiera supuesto eran suyas. – [Hector]Creemos que está relacionado con la oscuridad que despertó en ese mundo hace un siglo.[/Hector] – añadió. Un viejo enemigo de Antailtire, que hasta ahora había permanecido tranquilo, en su pequeño reino caótico. – [Hector]El dios oscuro.[/Hector] – añadió Hector. Antailtire sintió crecer la ira y se puso en pie, con una nueva forma más acorde a su estado de ánimo.

    – [Antailtire]No es ningún dios, solo una mancha que tendría que haber eliminado hacía mucho tiempo. Pero en aquél entonces mi poder estaba disminuido después de crear nuestra sociedad.[/Antailtire] – con un gesto de la mano mostró el Cúmulo tal y como estaba cuando él había llegado. Una oscuridad campaba por todos ellos hasta que cambiaron bajo su magia y la oscuridad se vio encerrada y relegada al mundo de Dyavol, latiendo como si del corazón de ese planeta se tratase. – [Antailtire]Meditaré sobre ese asunto más tarde. ¿Habéis averiguado al menos algo útil sobre ellos o los «Daë»?[/Antailtire] – preguntó. No deseaba discutir de ese enemigo resurgido con sus Manos, le haría parecer débil por no haberlo eliminado. Pero era una entidad ancestral con demasiado poder como para hacerlo.

    – [Hector]Sí. Tenemos información de cada persona, sus poderes, sus razas, su misión.[/Hector] – aclaró, presentándole un artefacto de cristal con forma de estrella. – [Hector]Están decididos a reunir a esos «Daë» para desencadenar algo conocido como «Las Pruebas».[/Hector] – Antailtire arqueó el labio superior con disgusto. Aquella maldita profecía, el empeño de esas entidades conocidas como los Daesdi por desterrarle de su paraíso.

    – [Antailtire]Ya suponíamos parte de eso. ¿Algo más?[/Antailtire]

    – [Hector]Solían hablar sobre la posibilidad de ser también Daë, pero no está confirmado.[/Hector]

    – [Antailtire]Eso significa que tenemos que acabar con los dos grupos antes de que destruyan nuestro paraíso.[/Antailtire] – afirmó.

    – [Asia]Nos encargaremos los selenitas por usted.[/Asia] – intervino Asia, dando un paso adelante. Antailtire la fulminó con la mirada. Asia ansiaba ser su mano derecha y en muchos factores lo era, pero su fallo la había hecho caer en desgracia.

    – [Antailtire]No. Ya habéis fallado dos veces. Tres si contamos a Ahriman[/Antailtire] – sentenció. Se incomodaron, esperando un castigo ejemplar. – [Antailtire]Asia, Violet, Hector, Snake y Jack os encargaréis de los «Daë», según los escritos les faltan dos personas más. Evitad que las consigan. [/Antailtire] – dijo, sintiéndose como un ser magnánimo. Ellos y ellas se arrodillaron, agradeciendo su misericordia, aunque no todos en igual grado. – [Antailtire]Por la información que tenemos parece que los selenitas se dirigirán a Selas y Dyavol a continuación. Luc, Astrid, Desdémona, Ezequiel, Rama e Hyllus. Les estaréis esperando.[/Antailtire] – el resto asintió, conforme. – [Antailtire]Yo buscaré la entrada al Axis Mundi en nuestro Cúmulo.[/Antailtire] – añadió. La había buscado otras veces, buscando quitar esa amenaza de su creación, sin éxito. Pero quizá ahora se mostraría al estar los Daë en camino.

    El silencio volvió a reinar en la sala.

    – [Antailtire]Podéis marcharos.[/Antailtire] – ordenó. Las Manos abandonaron la sala y el silencio reinó una vez más.

  • EL LABERINTO

    Diarios de Destino

    KADINGIR, LUNA VILTIS – TARDE

    En aquella plaza de Kadingir, la capital multicultural de la luna Viltis, Laura tendió su mano a Henry, listos para irse.

    – [Niall]Ya se lo que vas a decir porque lo veo en tu cara tía.-[/Niall] dijo Nate Allen, conocido normalmente como Niall.

    – [Lexie]Vámonos[/Lexie].- respondió Lexie. Su tristeza era patente, pero se puso en pie y cuando el hombre de aspecto extraño les hizo una seña, ella negó con la cabeza. Ese barco había zarpado, al menos por esa vez. Ella misma sentía en lo más profundo de su ser que no estaba perdiendo una oportunidad, si no la oportunidad. Por mucho que Dante dijera que podían volver a intentarlo, sentía que no volvería a ser posible, Pero había tomado una decisión, para bien o para mal, y tendría que vivir con ella, aunque no por eso le haría gracia.

    Los cuatro dieron la espalda al hombre y se internaron en un callejón, desvaneciéndose de un segundo a otro gracias a la teletransportación de Henry.

    En la plaza nadie pareció darse cuenta. El hombre misterioso, el enlace con la persona que podía mandar a otros a otros lugares y tiempos, estaba a punto de marcharse cuando una chica se colocó frente a él. Tenía unos aparatos extraños en los oídos y al colocarse frente a él se quitó uno de ellos, dejando ver una música fuerte y metálica, con voces rasgadas y ritmo electrificante.

    – [Omega]Perdona por hacerte esperar. Ya estoy lista.[/Omega] – dijo la joven. Su cabello oscuro caía a su espalda.

    – [b]El chico dijo que seríais más.[/b] – dijo el hombre. – [b]La tarifa será la misma.[/b] – negoció.

    – [Omega]Al final se echaron atrás. Pero tranquilo, yo se lo pagaré con creces.[/Omega] – sonrió con un gesto leve pero cargado de malicia.

    – [b]Muy bien. ¿Cómo te llamas?[/b] – preguntó.

    – [Omega]Verónica. Pero todo el mundo me llama Omega.[/Omega] – se presentó. Un ojo inexperto podría haberla confundido con Jane Williams, pero el pozo de oscuridad que tenía esta en su interior las diferenciaba mucho más de lo que lo hacían sus ropas de cuero, sus piercing o su maquillaje oscuro.

    – [b]¿Cuándo y dónde planeas viajar?[/b] – preguntó de nuevo mientras la conducía a un edificio vigilado por guardias.

    – [Omega]Me apetece volver a la Tierra. A mediados del siglo XXI.[/Omega] – añadió.

    – [b]Será necesario que lo concretes más cuando la veas.[/b] – explicó el hombre, deteniéndose ante una gran puerta plateada. – [b]Tienes que pagar antes.[/b]

    Ella asintió y el hombre se llevó la mano al cuello, como si una mano invisible le apretase la tráquea. Apretó hasta que dejó de respirar para siempre. Omega siempre pagaba, pero a esa misteriosa gurú de los viajes en el espacio y en el tiempo le pagaría con otra moneda. A ella le había calado muy hondo aquél refrán sobre no dar peces a alguien si no enseñarle a pescar. Así que iba a robarle para siempre la caña y volver a la Tierra por sus propios medios. Y quién sabe, cuando se aburriera quizá volvería a esos mundos para terminar lo que empezó con aquél grupo. Pero para eso debía recuperarse antes.

    Omega se colocó los auriculares y abrió las puertas plateadas. Al otro lado pronto empezaron los gritos, pero nadie lo oyó. Cuando hubo terminado, usó su nuevo poder para irse de aquél lugar. Ni siquiera el tiempo y el espacio podían decirle ya lo que debía hacer.

    Mientras tanto, Henry aparecía junto a Lexie, Niall y Laura en mitad del campo de batalla. La situación estaba peor de lo que pensaban y si seguía así, irían cayendo uno a uno. Ellos no eran guerreros, habían llevado una vida de paz mientras los Moondies luchaban sus batallas y ahora se enfrentaban a un enemigo superior. La última vez habían conseguido que se retiraran pero ahora se enfrentaban a todos los soldados de élite de Antailtire y una ilusión poderosa no les salvaría, ya habían gastado esa carta.

    Aun así, lucharon con toda la fuerza y recursos que tuvieron. Las ilusiones de Lexie inundaron el campo de batalla mientras Henry acudía a la Kvasir para tratar de ajustar las defensas que había estado tratando de reactivar. Incluso Laura y James jugaron su papel ayudando a salir del combate a Noah, que se había visto rodeado y había acabado herido. Por suerte, habían llegado a tiempo, pero aún tenían que vencer.

    La victoria no es un camino recto, a veces la mejor forma de ganar está en saber retirarse a tiempo. Kaylee lo sabía, así que reunió sus fuerzas unidas a las de Sophie y Robin y modificó sobre la marcha el conjuro para cambiar de cuartos, tocando ligeramente y sin darse cuenta la conciencia de una deidad mágica que estaba a la espera. El conjuro se activó y todos se vieron transportados a otro lugar lejano.

    SELAS – LABERINTO DEL ALBA

    Kaylee se sorprendió al ver que se encontraban en un lugar desconocido. Alcanzaba solo a ver setos de más de tres veces su altura que lo cubrían todo excepto el camino por el que caminaba. Ezra olfateaba el aire a su lado, intentando averiguar algo más por cualquier medio. Aprovechando las esferas Daë supieron que estaban todos en el mismo lugar, pero eran incapaces de verse. Aquél laberinto mágico ocupaba una enorme extensión y ellos habían aparecido emparejados por el azar en distintos puntos de la entrada. No podían retroceder, así que el objetivo era llegar al centro y encontrarse allí para decidir el plan. Lo que no sabían era que en ese centro les esperaba otro lugar completamente, el bosque que rehuían la mayor parte de habitantes de ese mundo, habitado por una criatura que mantenía su poder a base de oscuros pactos. Caitriona les esperaba expectantes.

    Kaylee y Ezra, Elle y Owen, Lexie y Noah, Vera y James, Cole y Zahra, Dante y Niall,  Lekwaa y Elliot, Bowie y Xander, Julia y Amy, Robin y Laura, Idris y Jane y finalmente Henry, Nate y Ruby .

  • CAMBIO DE CORAZÓN

    4×09 – A CHANGE OF HEARTS

    DIARIOS DE DESTINO

    VALLE DE LA CAÍDA, LUNA VILTIS

    En el «Valle de la Caída» como lo llamaban los habitantes de la Luna Viltis había aparecido hacía varios días un refugio excavado en la pared de una ladera. A primera vista nadie era capaz de distinguirlo en aquellas vastas tierras, tal y como pretendían los que lo habían hecho.

    La magia de Violet había horadado la piedra y mantenía ahora oculta también la entrada. De esa manera habían podido permanecer más o menos cerca de la nave estrellada que daba nombre al valle, cerca de aquellos aspirantes a héroes que se interponían en el camino de Antailtire.

    Cinco de los seis miembros de la mano que habían ido a la Luna como parte de su misión estaban allí dentro. – [Asia]Ya han vuelto todos.[/Asia] – indicó Asia, con sus ojos perdidos en la inmensidad de la información que tenía en su cabeza. Cuando la Nave había estado vacía había aprovechado para conectarse al sistema interno de cámaras y había ido monitorizando quiénes entraban y salían hasta que al fin estuvieron todos. Dos más de los que habían identificado anteriormente. – [Asia]Les he escuchado hablar, la llamada Ruby ha descubierto que hemos estado allí.[/Asia] – explicó. – [Asia]Alguien no ha tenido cuidado.[/Asia] – añadió mirando hacia Violet sin disimulo.

    – [Violet]¿Me estás mirando a mí?[/Violet] – le espetó la nigromante. Estaba lista para descargar toda la ira que acumulaba contra aquella mujer mitad máquina.

    – [Jack]Deberíais haber purgado vuestros problemas antes de venir.[/Jack] – comentó Jack sin alzar la mirada, dando vueltas entre los dedos a un rosario.

    – [Snake]No es el momento.[/Snake] – intervino el frío asesino conocido como «The Snake». – [Snake]Hay que prepararlo todo.[/Snake] – añadió.

    – [Hector]Ahriman no está. No sé dónde ha ido.[/Hector] – les recordó Héctor, el enorme caballero del yelmo astado. Ahriman, aquél engendro sacado de las profundidades de Dyavol, se había marchado hacía unos días. No trabajaba en equipo y la mayoría de los presentes agradeció que se fuera. Ya lidiaría Antailtire con él por desobedecer las órdenes.

    – [Jack]»Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos.»[/Jack] – recitó Jack. Violet puso los ojos en blanco como cada vez que citaba su libro santo. – [Jack]Aún así me alegro de que hayamos separado nuestros caminos.[/Jack] – añadió.

    – [Asia]Antailtire lo envió como seguro. Si fallamos, él se encargará.[/Asia] – les corrigió Asia, pese a no estar tampoco demasiado segura. Le costaba admitir que aquél ser pudiera encargarse de algo de lo que los otros cinco, especialmente ella, no pudiera.

    – [Violet]Mi magia no falla.[/Violet] – sentenció Violet.

    – [Asia]Tampoco mi plan.[/Asia] – le replicó Asia. – [Asia]¿Tienes claros los objetivos?[/Asia] – le preguntó, cambiando de tema.

    Violet la observó con desdén. – [Violet]Afectará a todos los de la Nave y todos los de aquí, excepto a mí.[/Violet] – explicó una vez más, como si recitara una lección del colegio. – [Violet]Y los que tenéis que tener claros los objetivos sois vosotros.[/Violet] – añadió. – [Violet]Yo me limitaré a lanzar el conjuro y vosotros tendréis que estar pensando en la persona con la que vais a cambiar.[/Violet] – puntualizó. La magia permitiría sacar el alma misma de cada uno de ellos y traspasarla al cuerpo de otro. Cuando los demás estuvieran allí dentro, llevando caras conocidas, sacarían toda la información que pudieran y acabarían con ellos de manera rápida. Asia había perfeccionado el plan, por mucho que Violet odiara admitirlo, pidiendo que los de allí dentro cambiaran también entre sí, así aprovecharían la confusión para que no les detectaran.

    – [Asia]¿Todos listos?[/Asia] – preguntó. Hector, The Snake y Jack asintieron.

    – [Violet]Eso siempre.[/Violet] – dijo Violet. Los demás se apoyaron cada uno en una columna de metal macizo y Asia ocupó su lugar en la cuarta. Entonces Violet procedió a atarlos a todos uno a uno, de manos y de pies, inmovilizándolos contra las columnas.

    Entonces empezó a recitar unas extrañas palabras y un  halo se alzó desde el mismo suelo cubriendo el refugio y extendiéndose hasta cubrir por completo la nave. – [Violet]Sayonara, baby.[/Violet] – se despidió. Segundos más tarde, las almas empezaron a bailar.


    OWEN Y AMY

    Owen se acercó a Amy, llevaban el suficiente tiempo separados y había muchas cosas de las que hablar, pero Amy no se sentía en ese momento con la fuerza necesaria como para hacerlo. Cuando le vio, buscó la manera de poner una excusa, pero entonces sintió como si su ser, toda su esencia, le fuera arrebatada de su cuerpo. No tuvo tiempo de ver que a Owen le pasaba lo mismo. Le percibió más cerca que nunca, con sus almas orbitando entre sí hasta que algo tiró de ellas de nuevo y las ancló a la tierra, a un cuerpo, solo que esta vez no era el suyo propio. Amy se miró las manos y las notó más grandes, pero mucho antes que eso percibió, o más bien dejó de sentir, a su otro yo. Ya no estaba conectada a la loba, estaba más sola que nunca. Echó a correr hacia la zona común sin dejar tiempo a que Owen fuera consciente de lo que pasaba.

    XANDER Y JANE

    En la cocina, mientras tanto, Xander cocinaba, brindando a Jane de un silencio que necesitaba , no solo en sus oídos si no en su propia cabeza. Ella se afanaba en convertir los pocos productos que tenía a mano en algún postre que le llevase un tiempo, para acallar los recuerdos del hombre que había muerto para que ella tuviera ese nuevo y temible poder. En ese momento ambos sintieron el tirón y sus almas formaron brevemente una esfera brillante en mitad de aquella cocina, hasta que intercambiaron sus cuerpos. Nada más verse en el cuerpo de Jane, Xander tragó saliva y mantuvo la vista al frente, sin saber que hacer.

    JULIA Y NATE

    Julia conversaba con Nate mientras movía sus cosas al cuarto. Ella había propuesto dormir con Nate aunque a ella le habían dicho que podía dormir con Zahra ahora que iba a haber menos espacio y casi todos tenían que compartir habitación. Zahra no parecía entusiasmada y Julia le había ahorrado que nadie invadiese su espacio vital aprovechando para acercarse al silente y gigantesco Nate. Él la sujetó cuando el alma abandonó su cuerpo, pero solo durante unos segundos, el tiempo que tardó en ser arrancado también de su propio cuerpo. Cuando sus esencias se desenredaron, ambos se sorprendieron al estar en el cuerpo del otro y trastabillaron al tratar de levantar sus nuevos físicos del suelo.

    MIKE Y DANTE

    Mike acababa de terminar de revisar una herida en un ala que Dante había sufrido en el rescate del Daë. Aplicó un gel antiséptico en su bíceps secundario y aseguró de que con eso y la rápida curación de Dante fuera suficiente. Aprovechó para hablar con su viejo amigo y tratar de no estar siempre tan distanciado del resto, pero su conversación se vio interrumpida por la extracción de sus almas y el consecuente cambio de cuerpo. Mike comprobó en sus nuevas «carnes», que el antiséptico era lo único que necesitaba.

    JAMES, LEKWAA Y JACK

    James sonreía tímidamente mientras Lekwaa le enseñaba la distribución de la nave. Vera había querido hacerlo pero al ser Lekwaa uno de los más «nuevos» había pensado que era uno de los que mejor podía conocer su experiencia de primera mano. James vio el alma abandonar el cuerpo de Lekwaa y sintió como algo tiraba de la suya propia, pero tardó en hacerlo más que en ninguno. No supo qué le pasaba y se preguntó si tendría algo que ver con ser hijo de quien era, pero sus pensamientos se suspendieron cuando su alma finalmente salió a la luz. Ambas esencias giraron hasta que una tercera, desconocida y de un halo diferente, se unió a ellas. Entonces una de las dos sintió el tirón y fue arrastrada de la nave hasta un cuerpo más lejano, el del conocido simplemente como «Jack«. Las otras dos tomaron posesión de los cuerpos que tenían cerca, sin saber ninguno que el otro, en lugar de la persona que habían tenido enfrente, era ahora Jack.

    CHLOE Y BOWIE

    Chloe parecía animada mientras se llevaba los últimos y escasos objetos personales de Ruby al cuarto de Bowie. Había preferido hacerlo ella misma en contra de lo habitual porque estaba deseando compartir cuarto con alguien con más afinidad y sin duda, su futura cuñada era la mejor candidata, aunque aún no sabía como sería en el pasado. Bowie parecía estar meditando, ajena a todo. A Chloe no dejaba de resultarle extrañatodavía muy robótica. Pero cuando el conjuro las alcanzó, el alma de Bowie salió de su cuerpo igual que la de Chloe, intercambiadas de pronto.

    VERA, LAURA Y THE SNAKE

    Vera y Laura estuvieron a punto de chocarse cuando ésta última salió distraída y apresuradamente de su cuarto. Desde lo que sea que les hubiera pasado, Laura huía del cuarto que compartía con Henry cuando antes y se pasaba el día intentando saber que hacer en aquella nave dejada de la mano de todo. Laura se disculpó con una sonrisa y entonces ambas sintieron el tirón. Pero una tercera esencia, violenta y amenazadora, se colocó entre ellas, reemplazando a una de las dos, que se vio arrastrada al cuerpo inmovilizado del asesino ‘The Snake’, en el refugio en el que estaban las Manos del Pensaer. Una de las dos era uno de los enemigos, pero la otra no lo sabía.

    HENRY, NIALL Y HECTOR

    Henry y Niall coincidieron al salir de los baños de la planta superior, Henry saludó y agachó la mirada mientras se lavaba las manos, sin saber qué decir. Niall agradeció que los baños tuvieran cada uno su intimidad, nunca le habían gustado los urinarios de pared y se alegraba de que en el futuro pudieran haberse extinguido. Henry cedió el paso a Niall y cuando estuvieron fuera de la sala, sus esencias se unieron a una tercera que reemplazó a uno de los dos. Uno de ellos despertó en el cuerpo del gigantesco y fornido Hector, mientras que él tomaba posesión de uno de sus cuerpos. Niall, donde quiera que estuviese, al comprender lo que había pasado, agradeció que hubiera pasado después de ir al baño.

    IDRIS Y ELLIOT

    La carcajada de Idris resonó en la piscina después de un chiste que había sonrojado a Elliot. El muchacho aún recordaba el terror de verse en el agua incapaz de hacer nada y había decidido tratar de mejorar como nadador. Aquella mañana Idris había decidido ir también a darse un chapuzón y al ver a Elliot, había intentado que se soltara un poco y se sintiera menos preocupado. De pronto la esencia de Elliot abandonó su cuerpo, que se hundió en el agua y la de Idris hizo lo mismo, cayendo cerca del borde. Cuando sus espíritus se intercambiaron, Idris abrió la boca y tragó agua. Trató de nadar hacia la superficie y vio una mano conocida ayudarle a salir. Al ver su cuerpo llevado por otro soltó una maldición que reverberó por todas partes.

    LEO Y NOAH

    Leo y Noah estaban sentados en la biblioteca, en el cubículo de estudio de Noah, después haber conseguido hablar con su padre – y su madre a través de éste -. Era cada vez más difícil y más raro hablar con ellos porque para lo que ellos habían sido semanas, pronto meses, en su mundo eran apenas días. Acababan de cortar la comunicación cuando sus espíritus se intercambiaron y Noah se despertó en un mundo que de pronto iba mucho más despacio.

    LEXIE Y ZAHRA

    Alguien le había sugerido a Lexie que intentara hablar con la solitaria Zahra para que se sintiera más cómoda. No sabía a quién demonios había escupido para que le tocara a ella una misión más justo cuando había una pequeña pausa, ni por qué habían pensado en ella concretamente. Quizá era una forma de torturarla o alguien había pensado que como las dos podían cambiar de aspecto ya tenían mucho de lo que hablar. Pues no, estaban en silencio, Zahra no tenía la más remota idea de moda ni de casi nada de lo que Lexie conocía. El único momento en el que se sintió más cercana a ella fue cuando sus cuerpos se intercambiaron y Lexie, ahora como Zahra, se pasó maldiciendo casi media hora.

    ELLE Y EZRA

    Elle estaba sentada en la sala común junto a Ezra. Todavía le resultaba abrumador que su primo de otra realidad, el que había sufrido demasiado en un mundo en guerra y no hablaba apenas con nadie, tuviera confianza con ella como para contarle lo que había pasado en su último viaje. Pero desde luego, agradecía poder sentírse útil y le gustaba tener aquellas conversaciones, Elle nunca tendría demasiados primos. Era algo que tenía la suerte de poder decir, porque con ninguno de ellos tenía mala relación. Ambos se quedaron callados en mitad de su conversación, en la que en los últimos minutos quien más hablaba era Elle, y cuando despertaron ella se sintió extraña y perdida, pero notó que no estaba sola.

    RUBY Y SOPHIE

    Ruby subía las escaleras desde la planta inferior, habiendo terminado ya su entrenamiento matinal. Se encontró con Sophie, que bajaba para salir un rato a disfrutar del exterior y vio que perdía el control de su cuerpo y caía por las escaleras. Ruby la cogió a tiempo, justo antes de que ella misma perdiera el conocimiento. Cuando ambas abrieron los ojos, sus roles habían cambiado.

    KAYLEE Y COLE

    Kaylee y Cole se encontraron en la biblioteca. Kaylee estaba investigando los libros de magia que allí había, en papel y digitalizados, mientras que Cole revisaba los tomos en papel en busca de algo de lo que ni él mismo estaba seguro de querer encontrar, algo sobre su parte demoníaca. Kaylee notó la magia flotar en el aire antes de que sus cuerpos se cambiaran, pero no tuvo tiempo a lanzar un contrahechizo. Ahora estaba en el cuerpo de Cole y tampoco tenía armas para deshacerlo.

    ROBIN Y ASIA

    Robin estaba fuera, sentada sobre la nave, allí donde su magia la había transportado. No sabía aún si su decisión de ir con aquellas personas tenía sentido y si su reino no sufriría por ello. Se había dicho que no pasaría nada, que no podía seguir haciendo oídos sordos a los problemas del mundo mientras su reino estaba en paz, ajeno incluso al paso del tiempo. Supo por los demás que la guerra no era solo cosa de las dos naciones rivales, si no de un ser que estaba detrás de todo, un ser llamado Antailtire. Pensó que su destino era ayudar a aquellas personas a derrotarlo, pero una vez allí, lejos de lo que conocía, se sentía perdida. Su alma abandonó su cuerpo y no encontró una con la que emparejarse hasta que otra llegó, de más lejos. Notó que la arrastraban largo rato hasta que abrió los ojos en un cuerpo extraño. Se dio cuenta al instante de que veía las cosas de forma diferente y su cabeza funcionaba distinta. Estaba atada, junto a otros tres y una mujer frente a ella la miraba con una sonrisa de suficiencia. Sin esperarlo, en sus propios ojos aparecieron unas letras «Violet Death». Trató de leer el resto pero la mujer movió una mano. – [Violet]Ahora duerme, a Asia no le gustaría que juguetearas con sus cacharritos.[/Violet] – y sintió que el sueño la arrastraba.

  • LOS PELIGROS DE LOS MUNDOS

    DIARIOS DE DESTINO

    VALANTIS

    NOCHE

     

    Después de dos horas conduciendo, la radio de aquél Cadillac Sedan DeVille de 1962 color turquesa empezó a tener problemas para sintonizar con la emisora.

    Elle trató de arreglarlo, esperando que eso consiguiera mantener despiertos al resto de sus acompañantes, que intentaban sobrellevar el viaje sin destino conocido. Sin apartar los ojos de la carretera trató de mover la rueda, pero viendo que se estaba distrayendo, Idris colocó la mano sobre la suya y se encargó de hacerlo. Elle se sentía culpable, el viaje había empezado bien pero no tardaron en darse cuenta de que aquél mundo era desconocido y apenas tenían referencias de a dónde dirigirse.

    Al cabo de un rato empezó a escucharse ‘I Want to Hold Your Hand’ de los Beatles. Idris dirigió una mirada a Elle y en el asiento trasero Jane confirmó que aquella canción era de 1964, acababan de cambiar de época. Unas cuantas canciones más tarde, entretenidos adivinando de que año eran, supieron que estaban en los años 60.

    La Vanir sonrió y continuó un poco más, en dirección a un motel que se veía más adelante. Idris le devolvió la sonrisa, guardándose para sí mismo a qué altura de los 60 aparecerían. En aquella tumultuosa década se había derogado la segregación pública y las mujeres y los negros tenían algunos derechos más, pero de lo que decía la ley a lo que hiciera la gente, había un gran trecho. Ese mismo año habían muerto también Malcolm X y Martin Luther King y Estados Unidos tenía muchos frentes pendientes tanto en Vietnam, como con los misiles de Cuba. Costaba creer que la misma civilización que tardase tanto en aceptar que una persona negra era como ellos terminase en la Luna ese mismo año.

     

     

     


    KARNAK – GRUPO I

    TARDE

    Tras atravesar la brillante y ostentosa Ciudad de los Dioses, Mike, Niall y Sophie llegaron a la plaza que les había dicho el hombre. Allí había personas de todo tipo reunidas, observando frutas frescas de un poblado mercado, bebiendo cerveza y charlando entre sí.

    Quizá era aventurado decir que eran todo personas, humanoides habría sido el término correcto, pero sin duda, sobrenaturales les habría englobado. Entre gentes de aspecto normal de la época había lo que parecían todo tipo de teriántropos. Personas felinas como Mike, personas pájaro como Niall, personas lobo, personas cocodrilo, personas chacal, personas carnero, incluso personas hipopótamo. Se veían también enanos, unos espeluznantes seres escarabajo y personas con parte del cuerpo cubierto de plantas o minerales.

    Sorprendidos, trataron de mezclarse entre ellos, forzándose a no hablar solo con los de aspecto más humano. Tras un rato, los recibió una mujer vestida con lino transparente que dejaba adivinar toda su anatomía. No les extrañó demasiado, entre aquellos «dioses» teriántropos, se veían cambios de forma y al parecer habían optado por prescindir de gran parte de la ropa antes de romperla.

    – [b]Bienvenidos mis señores. [/b] – les recibió haciendo una gran reverencia. Después se giró hacia Sophie. – [b]Sacerdotisa.[/b] – saludó, dejando ver que sabían acerca de ellos. Su reverencia no la puso a menor altura que Sophie, aquella mujer debía ser también sacerdotisa de alguien.

    Después de una introducción rápida, ellos solo querían librarse y preguntar por la Daë al resto de dioses, pero la sacerdotisa les condujo a una especie de templo vacío. Allí una oleada de hombres y mujeres les engalanaron y agasajaron, dando a cada uno sus propios aposentos.


    KARNAK – GRUPO II

    TARDE

    Nate y Zahra esperaron cerca de la entrada de la Ciudad de los Dioses, confiando en que los demás no tardarían demasiado. Cansados, dieron una breve vuelta por los alrededores, sin perder de vista el arco, pero observando en busca de otro tipo de pistas que les pudieran conducir a la Daë.

    No se dieron cuenta hasta después de un poco de que les estaban siguiendo. Trataron de perder de vista a los guerreros, pero pronto vieron que no serían capaces. Un grupo de cuatro mujeres armadas con lanzas les cortó el paso. Llevaban el pelo completamente rapado y todas tenían la misma marca dorada rodeando el ojo izquierdo. Nate no necesitó darse la vuelta para saber que tenían más detrás de ellos.

    – [b]Acompañadnos. La gran diosa Hathor os busca.[/b] – Nate y Zahra se sorprendieron de que hablasen en su lengua y meditaron brevemente sus opciones, aunque por desgracia, no tenían ninguna.

    Caminaron tras ellas. Pensaban que les conducirían por el arco de entrada a la Ciudad de los Dioses, pero en su lugar se dirigieron hacia un enorme palacio de mármol que parecía una ciudad en miniatura, situado entre dos de las mayores pirámides y coronado por una enorme estatua dorada.

    Pese a que las guerreras no hablaban demasiado, consiguieron que les sacaran de su error. No iban a ver a una de las diosas, iban a ver a la diosa regente, la que ostentaba la soberanía de todas aquellas tierras y, según contaba la historia de Na’amah, una demonio pura.


    DAGRKNOT

    MAÑANA

    Tras horas remando, con los brazos entumecidos por el esfuerzo físico y el frío, llegaron a la costa. Los vikingos con los que habían viajado todo ese tiempo les pidieron que les acompañaran para presentar sus respetos a la Jarl Vigdis, dar las malas noticias de los que habían muerto y las bendiciones a los que habían matado a sus asesinos.

    Por el camino, aún muertos de frío por la humedad de sus ropas, cruzaron varias granjas llenas de trabajadores. Aquel asentamiento parecía tranquilo, los niños corrían mientras sus madres les llamaban, pero cuando se acercaron más a la ciudad empezaron a ver a hombres y mujeres adultos luchando entre si con ferocidad, armados de hachas y espadas. El marinero les explicó que los poblados rara vez crecían demasiado en aquellos tiempos, los monstruos marinos atacaban sin cesar saliendo de las profundidades de aquellos insondables océanos.

    Estaban entrenando, quien sabe si para su próximo asalto o para defenderse. Continuaron hasta la cabaña más imponente, ubicada en el centro mismo del poblado. Dentro les esperaba la Jarl Vigdis. A su lado, un hombre les observaba fijamente. Era el consejero de la Jarl, un sabio profeta conocido por sus brebajes que había llegado a ellos cuando más lo necesitaban, para protegerles de los monstruos. Por lo que dijeron, esas serpientes marinas monstruosas habían acabado ya con muchos barcos ‘Neidr’ les llamaban, los asesinos de los ‘Seidr’.

    El grupo no quiso desvelar que ellos también eran ‘Seidr’ en su mayoría. El hombre, ‘Orm Nystrom’  les observó y sus ojos emitieron un destello rojizo. Sus pupilas eran alargadas, como las de una serpiente y Owen sintió un escalofrío recordando a aquellas criaturas de debajo del agua.


    ARTISAN

    NOCHE

    El equipo de Artisan esperó, alejada de la parada de aquél extraño tren que parecía moverse más rápido de lo que se suponía para la época. El joven no salió hasta el ocaso y para entonces el grupo ya había contado todas las piedras de la fuente en la que se habían sentado y había observado todos los detalles de aquél tren adelantado a su época, por no mencionar improperios y guarrerías de todo tipo.

    Cuando le vieron salir se pusieron en pie y le siguieron desde lejos, pensando cómo acercarse a él sin asustarse. Después de un rato caminando vieron que el chico atajaba por un callejón y cinco figuras con mal aspecto le seguían.

    Apuraron el paso y no tardaron en escuchar los quejidos del chico. Vieron que estaba tirado en el suelo y uno de los hombres le golpeaba.

    Amy MacLeod dirigió una mirada a Leo Arkkan, lista para transformarse y dejar salir toda su justicia animal.

    – [Kaylee]Largo de aquí.[/Kaylee]- dijo Kaylee, revelando su presencia. El matón que estaba golpeando al muchacho se giró hacia ellos y se acercó. Ya estaban tan cerca que se podían contar los dientes podridos que tenía.

    – [b]Vaya, el viejo Barnes usó más la polla de lo que nos dijeron.[/b] – dijo aquél tipo, dirigiendo una mirada a Kaylee que le revolvió el estómago.  – [b]Con vosotras nos vamos a divertir más. Tengo ganas de ver si el pelo de abajo también es naranja.[/b]

    – [Amy]Encima de ladrón, violador.[/Amy]- espetó Amy, que no estaba dispuesta a aguantarlo más. Se quitó la chaqueta del traje y al ver su camisa holgada los matones rieron dándose cuenta de que era una mujer. Lo que no esperaban es que se transformase a una forma intermedia, mostrando unos dientes y garras afilados.-[Amy] Te voy a sacar los intestinos por la boca, escoria.[/Amy]- su voz gutural resonó en el callejón y alguno de los matones hubiera huido de haber tenido tiempo.

    Amy se balanzó como una bestia sobre ellos, rasgando carne y sembrando el pánico. No iba a matar a aquellos tipos por horribles que fueran, pero contaba a su favor con el hecho de que ellos no lo sabían.

    Leo se acercó a ella y dejó que el lobo saliese, también en una forma intermedia.  – [Leo]Me has dado ganas de hacer lo mismo.[/Leo] – sentenció. Se unió a Amy y ambos acabaron rápidamente con casi todos sin ningún esfuerzo. Resultaba extraño ver a aquellos dos licántropos enfundados en traje salvando la vida a aquél muchacho.

    – [Kaylee]Eh, no seáis avariciosos.[/Kaylee]- se quejó Kaylee. Murmuró unas palabras y a su lado unas esferas de luz pura rodearon a uno de ellos y empezaron a picarle, como avispas. Su tío Ed habría estado orgulloso.

    Finalmente los matones se levantaron como pudieron y echaron a correr, dejándose atrás unos a otros. James se incorporó usando las manos para alzarse. Su mirada se había quedado fija en Kaylee después de verla conjurar aquellos seres. Amy y Leo se acercaron a ellos, ya en su aspecto humano. Amy volvió a colocarse con cuidado la chaqueta.

    Vera se agachó al lado de James y le puso una mano en el rostro. – [Vera]¿Te han hecho daño?[/Vera] – le preguntó al joven. La muchacha se sorprendió de que sus dientes parecieran sanos y oliese a jabón.

    El joven pelirrojo tenía un corte sangrante en la mejilla y se aferraba el torso allí donde le habían pateado, pero no notaba nada grave. – [James]Me pondré bien.[/James] – dijo, colocándose a gatas para recoger un par de libros y una libreta cuyas hojas se habían esparcido por el suelo. Kaylee, esperando ayudar, pronunció unas palabras e hizo que los papeles se volviesen a colocar en la libreta, que James contempló, atónito.  – [James]Eso…¿eso que has hecho es?[/James] – preguntó.

    – [Kaylee]Magia.[/Kaylee]- respondió ella, sonriendo.

    James la observaba como si no hubiese visto nada igual en la vida. Amy carraspeó, impaciente. – [James]¿Qué…qué queréis?[/James] – añadió al cabo de un rato, preocupado. Miró a Vera, que horas antes de que le atacasen, buscando dañar a su padre, le había preguntado por él.

    – [Amy]Encontrar a Barnes.[/Amy]- confirmó la mujer loba. Se apartó un poco, valorando sus opciones. No tenía nada que hacer.

    – [James]¿Estáis con…ellos?[/James] – su boca parecía ir por delante de sí mismo, preguntando obviedades. Aquellas personas parecían de alta cuna, sus ropas, sus dientes y su aspecto no eran de trabajadores ni de gente pobre, pero tampoco parecían de por allí, hablaban inglés pero sonaba muy distinto al que él hablaba. No parecía que estuvieran con los otros por cómo les habían atacado, pero de la misma forma, buscaban a su padre.


    TERRA – GRUPO I

    MAÑANA

    El grupo de Terra salió del portal de teletransporte a gran velocidad. Se llevaron un buen golpe contra la tierra, pero todos parecían estar bien. Cuando consiguió ponerse en pie, Henry comprobó que no se hubiera hecho ningún rasguño, por lo general para él habría sido un problema, pero en aquél lugar, más. Era una suerte que los trajes les hubieran protegido.

    Ayudó a levantarse a Julia y vieron que Lekwaa estaba inconsciente pero vivo. Henry recordó lo que había pasado. La bomba había caído sobre ellos mientras se teletransportaban y parte de la energía liberada en la explosión se había colado a través del portal, golpeando a Ezra y sacándolo de la corriente espacial.

    Mientras caminaban, alejándose de aquella zona yerma, Henry sacó su InfiniBand modificada para comprobar la radiación de los tres. Le alivió ver que no tenían valores fuera de lo común, eso significaba que la bomba no era nuclear y que Ezra, por su condición de licántropo, habría sobrevivido, aunque no supiera dónde habría acabado. Si hubiera tenido tiempo habría tratado de extrapolar el tiempo de viaje para saber más o menos su posición, pero lo mejor que tenía por el momento era la idea de que tenía que estar en algún lugar entre la ciudad de antes y donde sea que estuviesen ahora.

    Continuaron caminando y llegaron a una pradera con zonas yermas donde la tierra y el barro eran prácticamente lo único visible. Había humo y restos de metal. A medida que se acercaron vieron que también había cuerpos humanos, vestidos como soldados, aún con el arma cerca.

    No habían visto las trincheras y para cuando lo hicieron, varios soldado les estaban rodeando y apuntando con sus armas. Se fijaron en sus trajes, la bandera cosida en ellos no se parecía en nada a la que habían visto en los uniformes de la ciudad anterior. Estaban en el bando opuesto de la guerra.


    TERRA – GRUPO II

    NOCHE

    A Ezra le costó abrir los ojos. Estaba cansado y dolorido. Parecía que le hubiera caído una bomba encima, pero estaba vivo.

    Cuando por fin pudo ver lo que había a su alrededor, vio una enfermería con camas de metal, sábanas blancas y aparatos médicos que le sonaron a otra época.

    – [b]¿Ya estás despierto?[/b]- la voz provenía de una mujer de mediana edad y rasgos afilados, que iba ataviada con un uniforme de enfermera que le pareció bastante antiguo.

    El chico asintió y echó un vistazo rápido para ver qué día era, pero no encontró ninguna referencia.- [Ezra]¿Qué…día es hoy?[/Ezra]- preguntó con dificultad.

    – [b]23 de diciembre, joven. Es la víspera de Nochebuena y parece que por fin está nevando[/b].- la enfermera descorrió las cortinas y el mayor de los Maclay pudo ver cómo caían los copos de nieve en los alrededores del palacio.


    NARA

    MAÑANA

    Noah estaba inconsciente apoyado en el árbol, aún en su forma Rakkthathor. No se había dado cuenta antes de perder el conocimiento, pero su cuerpo había chocado violentamente contra varios árboles, arrancándolos de cuajo, hasta caer allí tendido.

    Cole, Lexie, Bowie y Laura se pusieron en pie, magullados pero a salvo, el velocista se había llevado toda la fuerza del golpe. No tenían forma rápida de salir de allí sin Noah y además, en esa forma, pesaba demasiado como para arrastrarlo.

    El ser que se había colocado delante de él, haciendo que chocasen miró al grupo de cuatro y sus ojos se iluminaron. Una pérfida sonrisa de dientes afilados se instaló en su boca inhumana.

    Retrocedieron hasta formar un semicírculo alrededor de Noah, sin saber qué hacer. Podían intentar luchar contra aquél ser, pero aunque la Kvasir estaba muy equipada, carecía de armamento y eso les dejaba con pocas opciones de lucha.

    De entre la niebla empezaron a surgir otros espectros, tan espeluznantes como los anteriores, con caras alargadas y bocas en las que cabía casi una persona, con brazos largos y ojos negros como el azabache, espectros y demonios salidos de la pura oscuridad.

    Lexie se preparó, pero sus visiones no conseguirían sacarlos de allí. Como tanuki podría intentar escapar, pero eso la haría dejar a los otros atrás. Laura valoró usar su poder, pero no sabía controlarlo y aunque supiera, ¿cómo haces daño a un fantasma?. Cole por su parte trató de conseguir fuerzas del sol, pero aquél bosque era demasiado frondoso y la niebla, que no parecía natural, absorbía el calor antes de que llegase a él. Ni siquiera las habilidades de Bowie estaban a punto como para enfrentarse a ellos.

    Los seres del bosque se acercaron más a ellos. Veían cada uno de sus horrendos rasgos. Uno de ellos chilló de forma inhumana, listo para atacar. Se prepararon pero entonces no pasó nada, el ser no se movió. Cayó al suelo y se desvaneció en una neblina.

    Una figura estaba de pie tras el cuerpo, enfundada en una armadura de samurai completa, incluso el rostro. Su espada cortó a través de los espectros y seres que les rodeaban, pero a ese filo se unieron ocho más.

    Los espectros caían presas de sus armas y muchos se reagrupaban, dirigiendo una mirada de odio antes de marcharse al cobijo de aquél enorme bosque. Aun así eran muchos para todos aquellos samurai. El combate era desigual, así que uno de ellos hizo sonar varias veces una campana y cuando se detuvo, ya no quedaba rastro de los seres, todos habían huido.

  • LAS MANOS

    DIARIOS DE DESTINO

    PALACIO DE ANTAILTIRE – LA FLECHA

    Antailtire esperó, jugueteando con un orbe de metal pulido entre sus dedos. Cuando estaba a punto de caer al suelo, lo recogía con su magia y tras una cabriola, volvía a bailar entre ellos.

    Así mató el tiempo hasta que llegaron los sirvientes a los que había llamado. El hecho de «matar el tiempo» le había resultado muy divertido, especialmente en los asuntos que iban a tratar, porque su propia magia había matado el tiempo en la Luna Viltis, curiosamente impidiéndose a sí mismo entrar y ofreciendo un refugio para los rebeldes a su utopía.

    Las puertas de su gran salón de inmaculadas paredes de mármol se abrieron de par en par y aquellos a los que había mandado llamar fueron colocándose frente a él uno a uno, tras una aprendida reverencia.

    – [Arquitecto]Ya estáis todos.[/Arquitecto] – dijo dejando la esfera a un lado por un momento para apoyarse sobre sus rodillas mientras los observaba. Eran seis miembros de su cuerpo de élite conocido como «Las Manos».

    Normalmente, los miembros de la «Mano Derecha» actuaban juntos, al igual que los de la «Mano Izquierda», pero esta vez la situación requería mezclar talentos. Ni la fuerza física ni la mental por sí mismas solucionarían el trabajo.

    Su mirada se detuvo en cada uno de ellos: Violet Death, la mortal hechicera de Valantis, conocida por la poca importancia que daba a la muerte y a la vida; Asia la última elegida de entre las gentes de su maravillosa urbe paradisíaca, equipada con implantes de alta gama que la mejoraban física y mentalmente; Ahriman, una oscura criatura que había vivido durante siglos en las profundidades de la pérfida Dyavol, alimentándose del miedo que sembraba otro ser enterrado mucho más adentro; Héctor, el experto líder de la Hermandad de Tauro de la región sur de Kardas; ‘The Snake’, el silencioso espadachín tan mortífero como la legendaria espada que empuñaba y cuya fama era bien conocida en Nara; y por último ‘Jack’ el predicador, perseguidor de apóstatas nacido en Artisan.

    Violet tenía la mirada perdida. Estaba apoyada en una columna del gran salón y susurraba respuestas a las voces que solo ella escuchaba. Era tan poderosa como impredecible.

    – [Arquitecto]Hay un peligros en todos los mundos. Un grupo de terroristas ha llegado hace poco y está causando estragos[/Arquitecto] – explicó. La obra de toda su vida, siglos de preparación para que cada uno de aquellos mundos funcionase por sí mismo, se mantuviese en la época que había deseado, produciendo así los mejores bienes que necesitaba de cada esfera, la grandiosidad de ‘La Flecha‘, todo ello amenazado por una absurda profecía y un grupo de jóvenes que no sabían lo que estaban haciendo.

    Los ojos de Asia, cubiertos por una capa de nanotecnología mientras procesaba información, pasaron a su estado normal, retrayendo los nanitas al iris metálico en señal de que estaba prestándole atención.

    Aquellos, al igual que el resto susmis súbditos, le profesaban la mayor de las lealtades. Era su dios, aunque cada uno le interpretase en sus términos. La diferencia estaba en que ellos en concreto eran el resultado de la producción selecta de cada esfera.

    Si, las esferas le enviaban una producción continua de materiales, gemas, artefactos mágicos, consumibles y metales, pero tambien criaturas, seres sobrenaturales y soldados para su ejército: Selas producía héroes a las órdenes de Hyllus, que en esa ocasión no había sido llamado, éste era su Olimpo; Senatus tenía los soldados más disciplinados bajo el mando de Desdémona, una antigua gladiadora; Dagrknot, el mundo acuático proveía de guerreros berseker que le tomaban por Odín y lucharían hasta la muerte de las muertes, tomando ‘La Flecha’ como el Valhalla; Nara este producía los mejores samurai, mientras que Nara oeste nos daba los mejores asesinos en las sombras, ‘The Snake’, su líder, era una mezcla entre ambos; Kardas tenía a la Hermandad de Tauro, sirvientes de la ‘Llama Blanca’, nada menos que él mismo. Esos eran los principales proveedores de almas para su ejército, con algunas excepciones puntuales en el resto como sacerdotes y sacerdotisas de Karnak, hechiceros y hechiceras de Gwiddon o pistoleros y pistoleras de Kouras, además de los esclavos del ‘Soberano’ de Daonna.

    – [Arquitecto]Por lo que sabemos son muchos y vienen de otro mundo.[/Arquitecto] – aclaró. Para ‘Antailtire’ el número no habría sido un problema, porque su magia era la mayor de cualquier reino conocido. Pero en el pasado había cometido excesos y la balanza se había equilibrado dotando a aquél lugar de sus propias reglas sobre las que no podía interceder, pese a que sus vastos poderes le dejaban moldear la realidad a su antojo. Parte de esas reglas habían sido resultado de su propia magia desbocada, con consecuencias imprevistas. Otra parte era obra de aquellos seres rastreros que se escondían bajo sus adalides, los Daesdi y sus marionetas Daë.

    – [Snake]Nuevos conquistadores.-[/Snake] respondió ‘The Snake’. Antailtire asintió. No eran los primeros Daë que surgían para traer el caos, ‘Las Manos’ ya se habían encargado antes de detener a otros como ellos.

    Se puso en pie y su rostro dejó atrás la edad, el género, la sexualidad y la raza. No quedó rastro del anciano, varón, blanco, heterosexual y en su lugar, ‘Antailtire’ surgió de nuevo. Una mujer de mediana edad bisexual de tez olivácea. Todas aquellas etiquetas no significaban nada para ‘Antailtire’ pues solo una se le podía aplicar, la de su propio nombre.

    – [Hector]Han mancillado Kardas, pero escaparon de la Hermandad de Tauro.[/Hector] – replicó el valiente caballero. En su mundo las mujeres habían sido durante mucho tiempo la fruta prohibida y le llevó un tiempo acostumbrarse a la idea de que su omnipotente ‘dios’ también podía ser una diosa.

    Antailtire sonrió. – [Arquitecto]Están lanzando una rebelión que se extiende como la peste.[/Arquitecto] -explicó, creando átomos de arena que moldeó hasta formar imágenes tridimensionales de los incursores y de aquellos a los que habían alzado: los ‘Daë’. Observó uno a uno los que se habían reunido: Eldric Northwood, el viejo líder rebelde de los elfos claros de Nexus; Eleanor Asheby, una kvasir forjada en las mentiras de Senatus; Ugg’Krah, el último gólem de piedra del clan Lignito de Kouras; Richard Crane, un caballero renegado de la Hermandad de Tauro tras convertirse en licántropo; Geraldine Cecereau, una peligrosa hechicera de Gwiddon; y Rlia, una mujer leona salvaje de Daonna que había escapado de los grilletes del ‘Soberano’.

    – [Arquitecto]La otra mitad está encargándose ahora de ellos.[/Arquitecto] – el resto de ‘Las Manos’ estaba ya desplegado para enfrentarse a aquellos nuevos Daë antes de que tomasen más fuerza.  – [Arquitecto]Son suficientes, pero para vosotros tengo otra misión. Los incursores se han refugiado lejos de mi alcance.[/Arquitecto] – los Daë eran seis y la historia le había demostrado varias veces que eran tan mortales como cualquier otro. Pero aquellos incursores eran un grupo mayor, no sabía de dónde venían y parecían tener la misión de proteger y dirigir a esos Daë a su destino. Eran si cabe mucho más peligrosos que los propios Daë.

    – [Asia]¿Lejos de su…?[/Asia]- Asia empezó a hablar pero Violet la cortó. – [Violet]Me encargaré de ellos[/Violet]. – aseguró.

    – [Arquitecto]Lo agradezco Violet, pero son demasiados. Por eso os he llamado.[/Arquitecto] – ella dejó escapar un chasquido de desaprobación, pero había aprendido a no cuestionar al dios de la muerte que había dado sus poderes a toda su esfera.

    – [Jack]Si la hermandad de Tauro no ha podido con ellos no tienen salvacion.-[/Jack] sentenció Jack, haciendo una plegaria.

    Héctor se limitó a asentir y colocarse en posición con su alabarda.

    – [Violet]Infravaloras mi poder, Maestro[/Violet].- replicó Violet, molesta. En aquél momento podría haberla reducido a nada, haber hecho cualquier cosa que se me pasara por la mente, pero no era un villano de una historia y no llegaría a ninguna parte matando a más súbditos que sus enemigos.

    – [Ahriman]Seguid hablando. Vuestra inseguridad me está llenando la panza.[/Ahriman] – la sombra oscura que había danzado por la sala, escuchando pero sin tomar ni siquiera forma, salió de entre sus propias formas esgrimiendo el rostro de un hombre adulto.

    Violet parecía estar a punto de responderle, pero en ese momento se dobló sobre sí misma y gritó de dolor. Sus susurros se intensificaron y pareció haber perdido completamente el control de sí misma.

    – [Asia]Los débiles no deberían tener cabida en este equipo[/Asia]. – inquirió Asia. Pese a su debilidad, Violet tenía muchas fortalezas. Antailtire chasqueó un dedo y Violet volvió a tomar las riendas de su persona.

    – [Arquitecto]Estáis aquí porque sois los mejores de cada mundo, los líderes de cada uno de mis ejércitos.[/Arquitecto] – les recordó. – [Arquitecto]Por eso os hice inmortales. No me hagáis replantearme esa decisión.[/Arquitecto] – era un aviso, con misericordia, con consideración. Antailtire no era una deidad cruel, era benevolente, obtenía beneficios de los mundos pero también les había llevado un orden, una estabilidad. – [Arquitecto]Necesito que vayáis a la Luna Viltis y los busquéis. Sacad toda la información que podáis y traedlos. Si no podéis, matadlos.[/Arquitecto] – ordenó. Los prefería vivos, pero si tenía que elegir, prefería quedarse con la curiosidad y seguir controlando su mundo como hasta el momento.

    – [Asia]A sus órdenes[/Asia].- replicó Asia de manera ceremonial.

    – [Arquitecto]Asia será la responsable del equipo.[/Arquitecto]

    Ella asintió, orgullosa.

    – [Arquitecto]Aunque los otros seis dedos tienen la misión de sofocar la rebelión…[/Arquitecto] – aquellos seis Daë no serían un estorbo para sus soldados de élite. – [Arquitecto]…estad alerta de vuestros mundos natales.[/Arquitecto] – aclaró. Él se encargaría de que los líderes de los mundos estuvieran pendientes. Ya habían cometido bastantes errores, haciendo dudar a Antailtire.

    – [Violet]Así se hará[/Violet].- sentenció Violet.

    Antailtire asintió y uno a uno abandonaron la sala de un blanco inmaculado.

  • EL PUNTO DE NO RETORNO

    4×08 – POINT OF NO RETURN

    VALANTIS

    TARDE

    Tras cruzar el portal atardeciendo, el equipo liderado por Elle se alejó unos pasos de la estatua bajo un sol cegador. Antes de poder ubicarse, escucharon el pitido de un coche y se acercaron para ver como pasaba a toda velocidad por donde ellos habían aparecido.

    Dante lo habría reconocido al instante, pero para ellos lo que acababa de estar a punto de atropellarles era un coche clásico que bien podría haber estado en ‘Grease’. En la calle que había frente a ellos, decenas de coches brillantes estaban aparcados a la entrada de una cafetería.

    Las ropas de la gente y la música que se escuchaba en los altavoces de un coche aparcado no dejaban lugar a dudas, aquello eran los años cincuenta. Por la calle circulaba un grupo de hombres con chaquetas de cuero a juego. Cada uno llevaba detrás una pálida muchacha. Sin necesidad de acercarse, Elle supo que no estaban vivas.

    Noah había dado una serie de pistas para intentar identificar a los Daë. Al ver eso, humanos controlando a los muertos, todos supieron de inmediato que se encontraban en el mundo de Géminis. Ahora tenían que localizar a los dos Daë entre todas las ciudades-época que había.

     


    KARNAK

    MAÑANA

    Lo primero que sintió el grupo de Libra al dejar atrás el obelisco fue el calor abrasador. Estaban en un templo semiderruido en mitad del desierto. Ante sus ojos, no había más que arena en todas partes, con un horizonte distorsionado por el calor.

    Los trajes que llevaban bajo las ropas del desierto parecían aliviar un poco la angustia del clima del desierto. A lo lejos, casi confundidas con montañas de arena, se veían las brillantes cumbres de las pirámides en todo su esplendor, con su nívea superficie reflejando el sol y sus cumbres doradas centelleando como un faro.

    Buscaron sombra entre los pilares del viejo templo, pero antes de que pudieran siquiera hablar se vieron sorprendidos por un grupo de asaltantes. En el caos, Michael dejó salir a su bestia interior, prácticamente a la vez que Niall buscaba una escapatoria convirtiéndose en un ser mitad ave. Sophie dejó paso a su magia, pero para entonces una parte de los atacantes ya se había arrodillado ante Niall y Mike.


    DAGRKNOT

    NOCHE

    Cuando tocaron el viejo drakkar, barnizando y mantenido por los habitantes de Viltis, sabían que les conduciría a Dagrknot, pero el equipo Acuario no esperaba lo que se encontró.

    Sus cuerpos siguieron el patrón de respiración que llevaban de manera insconsciente. No había nada que se lo impidiera, salvo que de una inspiración a otra, en lugar de aire, lo que entró en sus bocas era agua. Al sentirlo, contemplaron aterrados que el portal les había llevado debajo del agua.

    Frente a ellos, hundido desde lo que parecían décadas, estaba el drakkar. Era uno de los mares de Dagrknot, por suerte, no demasiado lejos de la orilla. Con pánico trataron de ascender a la superficie, donde las nubes se arremolinaban anunciando tormenta. Bajo el agua, ocultas en la oscuridad, unas criaturas abominables les observaban, atentas, calculando fríamente.


    ARTISAN

    TARDE

    Amy tocó la fría superficie de aquella vieja locomotora, que curiosamente aún mantenía el lustre pese al paso del tiempo. Kaylee, Vera y Leo colocaron la mano tras ella y todos juntos dejaron atrás el silencio de la Luna Viltis para sumirse en el bullicio de una ciudad.

    Dejaron atrás la oxidada locomotora, abandonada en la estación como los huesos del cadáver de tiempos mejores. El suelo y las paredes de ladrillo estaban ennegrecidas y sucias por el humo de las fábricas, que se alzaban como monstruos de acero y piedra.

    La gente no tenía mucho mejor aspecto. En aquella zona, la más humilde, cerca del puerto, pasaron con cuidado por delante de adictos desplomados en las esquinas, de prostitutas ofreciendo sus favores a plena luz del día, cruzándose con trabajadores con las caras ennegrecidas y trabajadoras con las manos encallecidas.

    En los muros, entre los carteles apiñados unos sobre otros, se veía un periódico : «Barnes salva a las trabajadoras de la Textil Atkins de la pobreza.» En la foto, un hombre pelirrojo se veía evitando posar para la foto mientras caminaba junto a un gran grupo de mujeres. Unos metros más allá varios carteles anunciaban un nuevo ataque del ‘El Descuartizador de la Bahía Negra‘.


    TERRA

    NOCHE

    Inmediatamente después de tocar la estatua del soldado a caballo con las dos patas alzadas en el aire, el equipo del mundo Terra apareció en mitad de una plaza de lo que en su día había debido ser una bella y gran ciudad y ahora era poco más que un montón de escombros.

    En la plaza aún se veían puntos que no habían sido alcanzados por la devastación, pero en las calles cercanas, lo poco que permitía ver la escasa luz de las farolas que quedaban encendidas eran un montón de edificios derruidos, como cicatrices sobre el terreno.

    En ese momento escucharon el sonido de las alarmas extenderse por toda la ciudad a través de los megáfonos. Los pocos soldados que se veían cerca trataban de llevarse a algunas personas con las caras cubiertas por máscaras de gas.

    No tardaron mucho en escuchar los aviones sobrevolar la zona, cargando muerte que pronto liberarían sobre ellos.


    NARA

    MAÑANA

    Tras tocar la estatua del Komainu, los miembros del equipo de Nara aparecieron frente a un templo en la montaña. Al fondo se veía un enorme monte que se asemejaba al Monte Fuji. Para ellos, era difícil diferenciar aquél lugar de la tierra.

    En el exterior del templo, algunos habitantes observaban confunsos las llamativas ropas de Xie, mezclada con aquellos tres occidentales que no auguraban nada bueno.

    Desde aquél lugar elevado vieron una ciudad por la que podían empezar. Cualquier lugar sería mejor que ése, donde cada vez les observaban más personas. Así que comenzaron a descender por las escaleras del piedra, adentrándose en el camino que se perdía a través del bosque, uno donde moraban criaturas de toda clase.

    Los lugareños sabían exactamente qué tenían que llevar para protegerse y qué camino exacto tomar, así que las criaturas solían evitarlos. Pero los extranjeros no lo sabían y los demás preferían no decírselo, porque con suerte, las criaturas se los llevarían y eso acabaría con sus problemas.

  • LA HIJA DE Z

    Interludio – La Isla

    Mañana

    La joven de poco más de veinte años, dormía plácidamente. Tenía el cabello y los ojos oscuros. Su piel, siempre tostada por el sol, parecía indicar que vivía en un verano perpetuo, pero eso era una verdad a medias. Había heredado los rasgos de su padre y el carácter curioso y tenaz de su madre. Vivía en la isla, pero no se mezclaba con el resto. Sabía quiénes eran Henry, Laura y Sophie, pero solo había cruzado unas palabras con ellos.

    Su casa, una réplica casi exacta del palacio de Kvinneby era una su particular versión de una jaula de oro. Dentro tenía todo lo que pudiera imaginar, pero se le quedaba pequeña. Lo que con diez años era el paraíso, con veinte era lo más parecido al infierno.

    Era la única hija de Siegfried y Lenora.
    (más…)

  • INTERLUDIO. EL COMPENDIO

    ANTAILTIRE

    ESFERA NEXUS

    El omnipotente Antailtire estaba sentado en su trono de piedras preciosas. Las más raras gemas de Daonna formaban su lugar de reposo habitual, suavizado por un cojín y reposamanos de pelo de nirlo, un casi extinto animal de Gwiddon.

    Él era el señor de aquél Cúmulo. Antes de su reinado, los mundos eran muy diferentes, demasiado caóticos, demasiado libres, sin nadie que explotase su verdadero valor.

    Se levantó del trono y caminó por la sala principal de su palacio, al que muchos llamaban «La Catedral del Mañana». Hacía siglos había sido un monasterio del Escudo de Alqaws, de los que ya solo quedaba uno, escondido en las profundidados del planeta esperando que sus bestias le dieran caza.

    Él y solo él había llevado la prosperidad a ese mundo. La ciudad de ‘La Flecha’ era un ejemplo de la magnificencia del futuro y sus habitantes le adoraban. Claro está, no les dejaba acostumbrarse a su presencia. Normalmente le separaban de ellos sus innumerables ejércitos apostados continuamente alrededor de la Catedral en la ciudad militar conocida como ‘El Muro’. Aunque a veces si se dejaba ver, en ocasiones señaladas agasajaba al pueblo con regalos o con fiestas como nadie habría imaginado.

    Toda aquella tecnología, opulencia y cultura del hedonismo eran gracias a él y al sistema que había instaurado. Todo funcionaba perfectamente gracias a su magia, que había superado las barreras del multiverso y había rescatado viejas civilizaciones de la Tierra en realidades en las que nunca habían llegado a avanzar. Esas civilizaciones se habían especializado en una cosa y para eso les había aprovechado él, sabiendo exprimir su valor, su potencial.

    Antailtire continuó caminando y se retiró a su sala de meditación, un cuarto con veintitrés paredes cubiertas de espejos. Esperó pacientemente hasta que se manifestó una figura en uno de ellos.

    EMPERADOR CLAUDIO SEVERO

    ESFERA SENATUS

    Él era el Emperador de todo el Nuevo Imperio Romano. Vestía con las más finas túnicas, de color púrpura, con bordados en oro.

    Nunca había sido un guerrero. Dedicaba su cuerpo a los placeres en lugar de a las penurias. El guerrero había sido su padre Palladius Maximus. Su herencia era igual de impresionante: su abuelo había levantado los muros, su bisabuelo había expandido los límites del imperio y su tatarabuelo había huido con los supervivientes del cataclismo. Él, por su parte, se dedicaba a la vida contemplativa mientras que relegaba los menesteres del Imperio al Senado y las labores de guerrero al Legatus Tulio.

    A veces le tocaba hacer labores aburridas claro, como asistir a las reuniones del Senado o reunirse con el Legatus Tulio por asuntos de vital importancia. Aquella mañana había tenido que encontrarse con él por la aparición de unos visitantes de extramuros.

    Todo el asunto se debía a que un hombre había tratado de hacer su trabajo eliminándolos allí mismo, pero ellos, junto a una Decurión que había osado decidir por sí misma, le habían detenido. Eso nos daba un problema, porque los había traído a la mismísima puerta del Senado, donde podía haberles visto cualquier ciudadano.

    Tulio ya sabía las órdenes. Habían sido las mismas desde los tiempos de mi padre. Cualquier sobrenatural tenía que morir. Para el Imperio eran los monstruos de leyenda contra los que luchábamos día a día. Si de pronto desaparecía esa amenaza, la gente empezaría a cuestionarse las políticas internas. Por eso de vez en cuando el Legatus tenía órdenes de orquestar ataques sorpresa a las granjas limítrofes con el último muro. Por lo que él mismo había dicho, la familia de la Decurión había muerto en una de esas incursiones, así que era el momento de que los monstruos volviesen a su granja y esta vez se cobraran trágicamente su vida, junto a la de los desconocidos.

    Cansado de tanto pensar, el Emperador ordenó traer a un grupo mixto de esclavos y esclavas. Necesitaba dedicarse un rato a los placeres para quitarse esa extraña sensación de que alguien le observaba.

    ANTAILTIRE

    ESFERA NEXUS

    Antailtire dejó que la figura se desvaneciera en el espejo y pensó en aquellos extraños que habían aparecido. No le gustaban las sorpresas inesperadas y había algunas profecías de la Oráculo de Selas que la mencionaban a ella misma y al fin de su reinado que nombraban la aparición de extraños en los diferentes mundos como el punto de inicio.

    Por esa razón había colocado varios miembros del «Compendio» en cada uno de los mundos, y no uno solo, para mantenerlos vigilados. Inquieta, volvió a esperar hasta que una figura se manifestó en otro espejo.

    EL BANQUERO

    ESFERA KOURAS

    El Banquero terminó de contar lentamente las monedas que tenía sobre la mesa. Lo anotó en un papel y lo guardó todo pulcramente colocado en su caja fuerte. Frente a él había un grupo de forajidos esperando. Sabían que no debían molestarle si estaba concentrado, incluso aunque uno de ellos se estuviera sujetando una herida de flecha sangrante.

    – [Banquero]¿Y bien? ¿Habéis matado al gólem?[/Banquero] – preguntó, observándoles por encima de sus gafas.

    – [b]Eran demasiados, señor. Hemos perdido a casi todos mis hombres. Tenían…más gente. Aquella chica que tumbó a cinco en el saloon y el crío, y tres más.[/b] – dijo uno de ellos, Cassidy el Negro, que se había ganado el mote por el color de sus dientes.

    El hombre, que rondaba los cincuenta, se puso en pie tras su escritorio y se acercó a los forajidos. Todos conocían su fama y todos sabían lo mucho que deseaba poner sus manos en los metales preciosos que había en el viejo hogar de los golem de piedra de las montañas. Para ellos, todo era oro y plata, pero él conocía otros metales que su comprador le recompensaría mejor.

    – [Banquero]¿Y qué hacéis aquí?[/Banquero] – preguntó él, desarmado, acercándose sin temor ninguno.

    – [b]M-mis hombres, necesitaré recursos para conseguir más. Hicieron volar la dinamita desde lejos, eran espíritus de esos indios.[/b] – confesó. – [b]Necesitaremos un ejército.[/b] – añadió. El Banquero retrocedió un poco al percibir el olor humano del forajido. Cogió un pañuelo de su bolsillo y se tapó un poco la nariz.

    – [Banquero]¿Vienes aquí habiendo fallado a pedirme dinero?[/Banquero] – vio como llevaban la mano a sus colt, pero no le importó. Había muchos más forajidos en aquella ciudad y en las cercanas, sería fácil motivarles para trabajar para él. Aquellos habían demostrado ser inútiles.

    – [b]No, es más fácil matarte a ti y quedarnos con todo.[/b] – dijo mostrando sus negros dientes con una sonrisa.

    El Banquero le miró, asqueado y dejó que le dispararan. Las balas dejaron su ropa hecha jirones y él cayó hacia atrás en el escritorio. Esperó un par de minutos a levantarse para hacer más dramática su entrada y dejó que vieran su verdadera cara.

    – [b]E-eres un puto monstruo como ellos.[/b] – el forajido se echó hacia atrás y sus compañeros intentaron huir, pero el Banquero usó sus poderes para cerrar la puerta. De su impoluto aspecto no quedaba nada. Su cara estaba cuarteada y parecía cuero oscuro, su frente estaba ahora atravesada por una cresta de cuernos. Ya no tenía ojos, pero veía. Sus garras tenían ansia de sangre.

    En el exterior, nadie oyó los gritos.

    EL NIGROMANTE

    ESFERA GWIDDON

    Cuando el Nigromante sintió la presencia observándole, le pidió que se manifestara. Antailtire se dejó ver en el salón de su castillo, contrastando su aspecto sofisticado con las ropas barbáricas del Nigromante.

    – [Nigromante]Dichosos los ojos.[/Nigromante] – dijo el hombre.

    – [Arquitecto]¿Cómo van las cosas por aquí? ¿Habéis tenido algún viajero inesperado?[/Arquitecto] – comentó ella. En ocasiones, los habitantes de los distintos mundos se topaban con artefactos que les llevaban de un mundo a otro, portales en miniatura que ya estaban allí mucho antes de la arquitectura que Antailtire había construido y que tomaban forma de objetos. Normalmente, los habitantes los veían extraños y los evitaban, pero otras veces los tocaban y acababan en un mundo completamente diferente. En esos casos, se encargaba de que los miembros del ‘Compendio’ les dieran caza.

    El Nigromante era distinto a otros miembros del ‘Compendio’, él era de los pocos conscientes de la existencia de Antailtire y de su relación. Pese a ello, era un hombre fácil de controlar, porque solo quería poder. A él no necesitaba darle una excusa para buscar a los viajeros.

    – [Nigromante]Tengo a dos encerrados, estoy esperando a que otros dos vengan a rescatarlos para entregártelos todos juntos.[/Nigromante] – explicó, acercándose a una mesa con comida para comer un trozo de pollo de una forma que a Antailtire le resultó poco agradable. – [Nigromante]Ropas extrañas, una lengua parecida a la nuestra pero distinta.[/Nigromante] – era un hombre perspicaz, tenía la capacidad de ver ciertas cosas en los seres vivos y tenía un don para entender los artefactos mágicos, así que le servía perfectamente para su propósito en ese mundo, dotar de armas sin igual a su ejército y de reliquias con gran utilidad para sí misma. El resto, las de menos importancia, le dejaba quedárselas.

    – [Arquitecto]Házmelo saber cuando los tengas a todos. Quiero hablar con ellos antes de que los mates.[/Arquitecto] – sentenció. Necesitaba saber cuántos había. Le estaba empezando a preocupar cómo estaban plagando todos sus mundos, alterando su control.

    – [Nigromante]También puedo matarlos ya y traerlos de vuelta para que los interrogues.[/Nigromante] – propuso el sádico Señor de las Islas. Odiaba que le apodaran Nigromante y otros nombres menos agradables, pero al final, es lo que era, un carnicero.

    – [Arquitecto]No me interesa hablar con tus reanimaciones descerebradas. Cuando termine con ellos, haz lo que quieras.[/Arquitecto] – dijo antes de desvanecerse. El Nigromante era desafiante, pero valoraba su poder y temía perderlo si Antailtire se ponía en su contra, así que obedecería.

    EL CARDENAL

    ESFERA KARDAS

    El Cardenal descansaba en sus aposentos, vigilado por dos guardias de la Hermandad de Tauro. Aquél día había sido terrible y su fé se había visto resquebrajada. No solo habían escapado cuatro abominaciones, si no que una de ellas había conseguido afectar a sus caballeros sagrados con su terrible y oscura seducción.

    No recordaba tiempos tan aciagos. Ver a sus caballeros siendo corrompidos, le recordó la reciente pérdida de uno de ellos. Richard Crane era uno de sus mejores hombres, valiente, carismático, él solo había purgado al mundo de muchos de esos demonios. Había vencido en combate singular a cinco licántropos, aquello había parecido un milagro, pero no lo fue. No lo vimos, estábamos cegados, pero estaba cambiado.

    El Cardenal se arrodilló ante la llama blanca y una voz le habló:

    – [Arquitecto]La oscuridad debe ser purgada. Trae a los mancillados ante mí y yo les purificaré.[/Arquitecto] – escuchó.

    – [Cardenal]Así se hará.[/Cardenal] – el Cardenal conocía su misión. Era el emisario en aquellas tierras de la Luz y como tal, debía mantenerse fuerte. A la mañana siguiente la Hermandad al completo abandonaría el castillo para buscar a aquellos pobres diablos.

    LA LOBA

    ESFERA KARDAS

    El bosque susurraba. Para los habitantes del castillo, el susurro era inquietante y peligroso, aún más sumado a la oscuridad de la noche. Pero para ellos, para los mancillados, el susurro era el sonido del hogar.

    Sus patas dieron paso a piernas y brazos a medida que regresaba a su cabaña. Sus sentidos de loba habían percibido algo vigilándola, como tantas otras veces, pero lo atribuyó a la madre naturaleza que guiaba sus acciones e incluso a veces, le hablaba en su forma de loba.

    La voz le había dicho que había un grupo de refugiados que acababan de huir del castillo. Pensó darles cobijo al instante, pero la madre le advirtió de que tuviese cuidado porque su llegada era un mal augurio y la Hermandad podía terminar arrasando su refugio. Si llegaban a ella, se aseguraría de observarlos con cautela antes de proceder.

    Tenía a demasiados a su cargo como para perderlos por unos recién llegados. Aquel pueblo no habría existido sin ella, los mancillados nunca habrían tenido un hogar. Algún día tendrían que librar la guerra, pero aún eran pocos.

    EL SOBERANO

    ESFERA DAONNA

    El hombre vestía un traje de alto rango de un azul impecable. Su pechera,  cubierta de condecoraciones, destacaba a simple vista. Su sombrero reposaba encima de la mesa de su tienda, mientras él se colocaba firmemente frente a un espejo, esperándole a su realeza, Pensaer de Mundos, aunque no tardó demasiado, aquello era una de las cosas que compartían.

    Muchos le tomaban por un loco y un sádico, pero nadie le tomaba por tonto. El Soberano se había alzado sobre el resto de brujos y brujas de Daonna, dominando la región sur del planeta. Su magia sobre la tecnología le hacía superior.

    Su ejército avanzó inexpugnable por el enorme planeta. Los demonios acababan subyugados por su magia, esclavizados por su mejor invención y entregadosa Antailtire.

    Pero el Soberano no era estúpido, como el resto del ‘Compendio’. Era consciente de que Antailtire y él eran simples caras de una moneda. Una moneda con múltiples dimensiones. Por eso trabajaban juntos, por el bien común de ambos y también porque disfrutaba del poder que ostentaba en ese mundo.

    Y quien sabe, quizá un día sus papeles se vieran cambiados y fuera él el Soberano de todo el Cúmulo. Sin duda no sería ninguno de los otros miembros del Compendio. Habían sido unos inútiles, permitiendo que sus mundos se desestabilizaran por la llegada de unos viajeros.

    En el mundo del Soberano aún no había divisado a nadie, pero cuando lo hiciera, no tardaría en someterlos bajo su control.

     

  • COMPLICARME LA VIDA

    Lexie – Residencia

    Tarde – Noche

     

    De lo que me dijo Idris que hiciera (reconocer quién era realmente ante Noah), a lo que hice (inventarme una personalidad para mi verdadera cara e intentar ligármelo en una especie de competición conmigo misma), va un trecho. Siempre he sido muy dramática, muy fantasiosa y muy mentirosa. Desventajas de ser una Tanuki, 50% Karen Reed, 50% Alexander Fenris. Supongo que tendría que mencionar a mi padre biológico, pero no me da la gana. En mi defensa diré que mi hermano era todavía peor, pero tenéis la suerte de no conocerlo aún.

    (más…)