Moondale

Categoría: Diarios

  • LA CAÍDA DEL ÁGUILA

    NATE ROGERS

    MAÑANA – SENATUS

    Aquella mañana me despertaron temprano, lo que nunca era buena señal. Fui arrastrado fuera de mi celda, encadenado de manos y pies hasta ser conducido a la zona de lavado, donde tuve que desnudarme frente a los soldados para que me lanzasen cubos de agua fría a los que tendría que llamar baño. Después me arrojaron las ropas que esperaba, un peto de cuero que apenas cubría mi torso y una máscara a juego. Era día de arena.

    Caminé, siguiendo la ruta que marcaban los soldados. Ya había intentado liberarme los primeros días y desde entonces dos brujos del imperio iban siempre junto a elos, esperando para anular mis movimientos.

    – [b]Presentamos ante todos vosotros, ciudadanos, libertos y esclavos, a la Bestia de la Arena, el Berseker. [/b]- gritó la voz amplificada por la magia del Maestro de Ceremonias, en cuya mano se balanceaba el cetro con el que manipulaba mi esencia, eliminando cualquier filtro que pudiera tener ante las emociones que captaba. – [b]Hoy se enfrentará su mayor combate.[/b] – un arrebato de emoción me sobrecogió mientras el público gritaba con ánimo y en su interior, su sangre hervía pidiendo violencia que tapase sus lamentables vidas.

    Los soldados se retiraron tras dejarme un estante con armas al lado. Debía ser el principio, porque les gustaba que me ensuciase las manos hacia el final.

    Sin hacerse esperar demasiado, abrieron las fosas para liberar media docena de bestias salvajes. No eran leones, aunque debían ser una especie de felinos con algún antepasado demoníaco. Pasé de largo las armas de filo y cogí una vara. Al Maestro de Ceremonias no le gustó y sentí una avalancha de ira hasta casi cegarme.

    Traté de calmarme como pude y luché contra las bestias sin herirlas de gravedad. Recordé los primeros días en la arena, cuando había usado mi empatía para estrechar lazos con las bestias y evitar que nos atacáramos, pero entonces liberaron algo peor, algo que las mató a todas. Era mejor un poco de dolor pero seguir vivas un poco más.

    Cuando retiraron las bestias, el público sintió rabia por no haber visto sangre. Sus corazones palpitaban por más y más violencia y yo no dejaba de sentirlo. Entonces una de las fosas se abrió y varios esclavosarrastraron una caja tapada con una lona de la que tiraron cuando llegaron al centro, abriéndola. Dentro estaba Julia, totalmente desarmada.

    Me acerqué a ella pero me detuve en seco cuando pensé que el juego podía tratarse de saturarme de rabia y lanzarme contra ella. Julia me había mantenido a salvo todo este tiempo, a salvo de mí mismo, de hundirme en un pozo del que no podría salir. Perderla a mis manos me destrozaría sin remedio.

    – [Julia]NATE, he hablado con Laura y tenemos que salir de aquí.[/Julia] – mi mente tardó en organizar la información al principio. Laura parecía tan lejana en el tiempo y sin embargo solo habían pasado…ni siquiera lo sabía.

    No pude reaccionar porque todas las fosas se abrieron de pronto, liberando lo que parecían gladiadores, solo que no eran humanos, parecían cruzados aunque tenían más de demonio que otra cosa.

    Luché contra ellos, armados con espadas, mazas y martillos. La vara se rompió en uno de los golpes y sentí una ira cegadora tomar control de mí. Golpeé al contrario en el pecho y lo lancé inconsciente contra el público. Lo peor fue que me sentí bien, solo quería acabar con todos y si podía, con el público también. Solo había una persona allí que me importaba.

    Julia se acercó a mí y sentí cambiar mis emociones, traté de centrarme en ella, solo en ella. Empecé a recordar lo que estábamos hablando. Había comunicado con alguien de fuera, con …

    – [Nate]¿Con Laura?[/Nate] – pregunté. Me coloqué cerca de ella, luchando por alejar a los gladiadores sobrenaturales.

    – [Julia]Sí. Laura ahora va de buena y nos está ayudando.[/Julia] – replicó mordaz.

    – [Nate]Esos sentimientos no me ayudan mucho. [/Nate]- admití, cayendo brevemente en el hilo del que el Maestro de Ceremonias esperaba tirar. A ratos me dejaba llevar por la ira, pero conseguía volver a centrarme. Seguía muriendo gente a mis manos, teñidas de una sangre que nunca se iría. – [Nate]No voy a poder sacarnos de aquí, me están manipulando, hay demasiado odio, demasiada ansia e ira.[/Nate] – dije mientras ella usaba sus poderes por primera vez arrancando el júbilo del público.

    – [Julia]Pero si yo soy todo amor.[/Julia] – replicó.

    – [Nate]Pues aférrate a ello porque vas a ser mi ancla. [/Nate]- le pedí, mirándola de reojo. En mi corta vida había sentido las emociones de muchas personas, mis propias emociones, incluso las de otros hacia mí, pero al mirarla no solo sentía el deseo que yo producía en ella, si no también el mío propio.

    – [Julia]Puedo ser lo que tú quieras que sea, macizo.[/Julia] – la ropa de esclava le sentaba bien, no podía dejar de pensar en ello igual que ella estaba dejando campar su deseo por mí. Éramos como un ciclo sin fin, la serpiente que se muerde la cola.

    En cada ciclo fui tomando más y más energía, empecé a brillar, incapaz de contener el brillo de cada una de mis partículas de polvo estelar hasta que me vi forzado a dirigirla hacia el Coliseo. Por suerte Julia se adelantó y asustó al público con unos fuegos artificiales un poco antes de que la explosión de mi poder abriera un hueco que amenazó con colapsar el edificio entero.

    En el caos, Julia me cogió la mano y echamos a correr hacia el agujero. Me sentía agotado, incapaz de captar más emociones, aunque no duraría mucho.

    Ella nos guió hacia la más alta de las siete colinas, donde según Laura residía la entidad superior conocida como el Águila, la protectora de los portales de ese mundo.- [Nate]Espero que Laura no se equivoque.[/Nate] – no sabía cómo había llegado a enterarse de tanto y más estando tan lejos, pero según ella Chernobog, el ser maligno que mató a Sarah, había corroído los corazones de esos seres poderosos, incomunicando los mundos. Inspirado por el ánimo de Julia, pensé que Chernobog tenía todas las de perder, había matado a Sarah, sí, pero solo temporalmente y eso había traído a Sasha a su vida.

    – [Julia]¿Y qué más da si se equivoca? Te he visto los abdominales.[/Julia] – replicó con una mirada centrada en mi torso, aún poco cubierto por el cuero de la ropa de gladiador. Su deseo avivó el mío.

    Por desgracia nos perseguían, habían enviado una centuria tras nosotros después de lo que había pasado, dudaba que para llevarnos sanos y salvos.

    – [Nate]Siento su ira desde aquí, podrían convertirme en esa bestia de nuevo.[/Nate] – la advertí. – [Nate]Y tenemos que conseguirlo, juntos.[/Nate]

    – [Julia]¿Y qué propones, un maratón de sexo?[/Julia]

    Me reí, y le apreté suavemente la mano. Era un momento agradable, pero la sensación desapareció cuando percibí de fondo una oscuridad tan negra que no tenía fin, un abismo insondable. Conseguí escuchar el silbido de la flecha y el ansia del cazador a tiempo para detenerla por el asta antes de que impactara en el pecho de Julia, directa al corazón.- [b]No arruines mi caza, bárbaro.[/b] – dijo una voz entre los árboles. La corrupción emanaba de ella, era el Águila, convertida en poco más que un Buitre por Chernobog.

    – [Julia]¿Quieres reventarme las tetas?[/Julia] – le espetó Julia. Me anclé a su esperanza, sus ganas de vivir. Algo había sucedido en su vida que le había hecho coger cada minuto con la fuerza que todos deberíamos tener.

    – [b]Solo cazo piezas apetecibles.[/b] – una figura apareció entre los árboles y sonrió antes de desaparecer. Tenía unos ojos tan afilados como la punta de sus flechas. – [b]¿Ya sientes la ira? ¿Cuánto vas a tardar en perder la concentración?[/b] – lanzó varias flechas tan rápido que apenas tuve tiempo a detenerlas todas. El objetivo siempre era el mismo, Julia.

    Le pedí que se quedase detrás de mí, pero el Águila se movía por el bosque que nos rodeaba con tanta facilidad como si pudiera teletransportarse de copa a copa.

    – [b]No aguantarás eternamente elemental. Y la humana será mía.[/b] – escuché una risa y sentí una avalancha de ira atravesarme de manera sobrecogedora. Solo quería destrozar a ese malnacido. Me vi convertido en una bestia tal y como me llamaban en el Coliseo, un animal salvaje y rabioso incapaz de sentir por sí mismo.

    Pero aún quedaba una luz en ese bosque, detrás de mí, lanzando tantos fuegos artificiales que sabrían dónde estábamos hasta desde otro planeta. – [Nate]No voy a ceder a la ira, no lo conseguirás.[/Nate]

    – [b]¿Y qué? ¿Me tomas por un Guardián de los Daesdi? Esto no es una Prueba, estás en mi coto de caza en el que llevo milenios haciendo lo que mejor sé hacer.[/b] – lanza una serie de flechas que cubre el cielo y masacra a la centuria.

    – [Julia]¿Si tan importante eres por qué te ha comido el coco Chernobog?[/Julia] – espetó Julia, ganándose un arrebato de orgullo en el corazón de ese ser. Eso me hizo pensar en algo, quizá funcionase.

    Abrí mi empatía tal y como me había obligado a hacer el Maestro de Ceremonias una y otra vez. Dejé acercarse a mí esa oscuridad, esa corrupción ponzoñosa y cuando estuvo cerca, tiré de ella y volqué un torrente de todo lo bueno que recordaba: las Echolls ayudándome, acabar enterrado bajo Eowyn, Freya y Xena, los New Moondies de pequeños, los grandiosos adultos en los que se habían convertido, Julia haciéndome sonreír cuando pensaba que todo estaba acabado.

    Y entonces la oscuridad se fue como una mancha arrastrada por un chorro de agua a presión y solo quedó el Águila, orgullosa, salvaje, pero honrada. Cumplió su pacto y Julia y yo cruzamos hacia la Luna, de vuelta con los demás.

  • EL PUTO FÉNIX

    Kaylee – Gwyddon

    Noche

    Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.

    Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».

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  • UNA VORÁGINE DE PROGRAMAS DE TV

    Elle – Valantis

    Tarde

    Si algo había aprendido de mi familia, es que siempre hay que disfrutar de cada momento. Por eso, a mí la búsqueda esta del cerdo de marras más que un castigo me parecía un regalo. ¿Cuántas veces tendríamos la oportunidad de viajar a un conjunto de realidades que eran la versión condensada de la historia de la humanidad? Que sí, que nos podíamos morir en cualquier momento, pero a lo mejor a ti te atropella un día un coche volviendo del InfiniMarket después de haber comprado un paquete de rollos de papel higiénico. Cosas más raras se han visto, yo qué sé.

    Idris y yo nos cambiamos de ropa para adentrarnos en aquel estudio televisivo que parecía sacado del imaginario colectivo. Ya sabéis: dos columnas de hormigón, un letrero enorme, naves industriales y más gente que en la cola de Endless.

    Cuando salimos al exterior de la tienda, estudié nuestras pintas. Nos habíamos decantado por unos atuendos de lo más random: camiseta del estudio ‘Producciones Valantis’ y pantalones vaqueros. A Idris casi le da un síncope al descubrir que sus zapatillas no eran de marca. ¿Para cuándo una charla sobre la obsesión de mi Idris con las deportivas?

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  • DOLOR EN EL ALMA

    XANDER ECHOLLS

    BOSQUE DEL CREPÚSCULO

    Me levanté de la cama, incapaz de dormir más. Por mucho tiempo que pasara en aquél camastro, que era mucho teniendo en cuenta que no tenía nada más que hacer que esperar a que Jane se recuperase del todo, no conseguía descansar.

    Los días pasaban con monotonía, uno tras otro, Caitriona se encargaba de la comida, Jane pasaba cada vez más tiempo despierta y descansada, con apenas restos de la herida y el veneno que le habían costado la vida.

    Decidí salir al bosque a caminar un poco. No me sentía con energías para correr y pensé que la naturaleza ayudaría a mi ánimo. Pero nada iba a hacerlo. Pese a que en la Tierra me habrían diagnosticado como alguien con un trastorno depresivo, la realidad era que lo que me ocurría iba más allá, saltándose cualquier control que pudiera creer tener sobre ello.

    Aquél bosque era un lugar pacífico en apariencia, fue una de las sorpresas que me llevé esperando que la oscuridad de los pactos de la bruja se manifestase en más formas. Sin embargo allí había tranquilidad, animales tranquilos que vivían del bosque sin depredadores que les molestaran. Desde que me había dado permiso y su magia me había permitido caminar por el exterior, lo había recorrido cada día, tratando de poner orden a mis pensamientos y la magnitud de mi decisión.

    Al terminar hice el mismo camino que cada día, de vuelta a la cabaña de Jane para ver cómo se encontraba. Después de enfrentarme a mis propios pensamientos a solas durante más de una hora, ver lo que el sacrificio había conseguido me daba un pequeño rayo de esperanza.

    – [Xander]¿Cómo te encuentras?[/Xander] – pregunté, consciente de su mirada sobre mí. Había notado mi cansancio desde el principio y demostrando que era la misma de siempre, se había preocupado desde el minuto cero.

    – [Jane]Cansada.[/Jane]- admitió, pero se veía más enérgica. Cada día que pasaba más fuerte se volvía. Probablemente su cansancio se debía a su propia preocupación, pensaba demasiado sobre lo que había pasado.

    – [Xander]Estabas muy malherida.[/Xander] – repetí. Había decidido ceñirme a la historia más cercana a la realidad posible, evitándole eso sí la crudeza de la verdad. Su muerte, el precio que yo había pagado para traerla de vuelta. Un precio más que merecido, solo con estar en esa misma habitación comenzaba a sentirme con más fuerzas. No sabía si se debía a encontrarme cerca de mi alma o a lo que siempre había sentido por ella.

    – [Jane]No recuerdo nada.[/Jane]- lfrunció el ceño, como si hubiera tratado de volver a ese día una y otra vez. – [Jane]¿Tú cómo estás?[/Jane] – preguntó, alzando la vista hacia mí. Cuando mis ojos se cruzaron con los suyos, no pude evitar sonreír.

    – [Xander]Bien.[/Xander] – mentí. Sentí su calidez irradiarme y traté de evitar mirarla fijamente. – [Xander]Tengo buenas noticias.[/Xander] – añadí, intentando desviar la conversación. Pero esa parte era cierta, había tenido un cambio de rutina en mi paseo matinal, una llamada inesperada.

    – [Jane]Qué mal mientes.[/Jane]- me conocía demasiado bien. Arrugó la frente y se incorporó en la cama, quedándose sentada. – [Jane]A ver, cuéntame.[/Jane] – pidió, poniendo una mano en la cama a su lado, invitándome a sentarme.

    En cuanto lo hice y noté el calor de su cuerpo, me sentí directamente atraído. Reconocía la sensación, Jane era todo para mí desde hacía mucho, pero había algo nuevo. Mi alma y mi cuerpo pugnaban por volver a ser uno, notaba esa pulsión.

    – [Xander]Están bien, están perdidos por el Cúmulo, como nosotros, pero a salvo.[/Xander] – suspiré de alivio, contárselo era como admitir que después de todo el horror aún quedaba esperanza. La primera noche aquí, tras aceptar el trato y ver que Jane vivía, la tensión había desaparecido y la realidad de que habíamos perdido contacto con todos los demás me había asaltado. No había dormido, tratando de hablar con cualquiera, preguntándome qué les habría pasado, luchando con cada pensamiento negativo que amenazaba con hacerme creer que lo peor había ocurrido.

    – [Jane]¿Esto es en serio? Porque estás tan decaído que parece que se ha muerto todo el mundo y no me lo quieres decir.[/Jane] – no había dudado ni un momento que ella había debatido también con todos esos pensamientos, en su caso, con más fuerza.

    – [Xander]Es cansancio, estaba preocupado por ti y por los demás.[/Xander] – respondí tratando de animarla. Cansancio y que mi alma estuviera con ella. Caitriona había resumido muy bien los peligros, como si de un cuento se tratase. Si mi amor nunca era correspondido, acabaría convertido en un muerto en vida. Un ser sin alma, sin ilusión, sin ganas de vivir. – [Xander]Esa oscuridad de Dyavol ha salido hacia el resto de mundos, por eso no podemos comunicarnos, pero Laura sí por su trato.[/Xander] – esa oscuridad corruptora tenía un nombre que guardaba un oscuro recuerdo familiar. Un retazo de ella había matado a mi madre en las Pruebas y ahora nos enfrentábamos al ser completo, una entidad superior de la corrupción a la que solo Antailtire con su magia había podido contener dentro de Dyavol. ¿De verdad habíamos hecho bien desterrando al hechicero? Quizá habíamos condenado a todo el Cúmulo ante un poder que había anulado hasta a los Daesdi, haciéndonos incapaz de comunicarnos.

    – [Jane]¿Laura se está redimiendo? Me alegro por ella.[/Jane] – dijo con sinceridad. El trato que había hecho con Caitriona nos estaba resultando útil ahora. A cambio de su posición para Ezequiel la había enviado de vuelta y le había dado una forma de comunicarse con nosotros que aún estaba por encima del control de Chernobog.

    – [Xander]Esta trabajando con nuestros padres y madres.[/Xander] – supuse que recordar que teníamos un hogar al que volver la animaría. A mí sin duda me había reconfortado la idea de volver a verles algún día, después de tanto sufrimiento. – [Xander]En cada mundo queda un portal activo, protegido por un guardián.[/Xander] – cada uno de aquellos mundos estaba en sincronía con dos entidades superiores, seres que luego habían inspirado los zodiacos occidental y asiático. Nuestra vuelta a casa se ponía cada vez más difícil.

    – [Jane]¿Vamos a por el nuestro?[/Jane]- trató de incorporarse con su fuerza habitual, pero pareció sentirse débil y reaccioné por instinto para recogerla, pero no fue necesario. Ella me sonrió y por un instante pareció que nada había cambiado.

    – [Xander]Jane, ya has dado mucho. Podemos pedir a Caitriona un trato como el de Laura.[/Xander] – era una apuesta con pocas esperanzas teniendo en cuenta que ya tenía más de lo que podía sacar de mí, pero quizá quisiera aún nuestros puestos.

    – [Jane]Ni se te ocurra.[/Jane] – sentenció ella. Jane había dejado su postura sobre los tratos desde el principio. Me había escudado en eso para no entrar en detalles de cómo había convencido a Caitriona de curarla. Me juzgaría por hacer un trato con ella simplemente. Y la verdad nunca podría contársela. – [Jane]Soy una Daë y los Daë no dejan su misión a medias.[/Jane] – puntualizó.

    – [Xander]Jane, has estado al borde de la muerte.[/Xander] – repliqué mirándola frente a frente. Estaba tan cerca que percibía el tenue aroma a fresas que había quedado en su piel tras usar mucho tiempo la misma colonia. Desde el trato mis sentidos cerca de ella estaban mucho más agudos. Me pregunté si era así cómo se sentían los licántropos cerca de las personas que les gustaban. Para mí era una dificultad añadida.

    – [Jane]El que parece que se va a morir eres tú.[/Jane] – replicó, mirándome bajo los ojos, donde probablemente tuviera unas ojeras bastante evidentes.

    – [Xander]No te preocupes, estaré mejor cuando todo esto pase.[/Xander] – fingí que todo se debía al impacto emocional de lo que le había pasado, algo que tampoco estaba muy alejado de la realidad.

    – [Jane]Cuéntame ya lo que ha pasado.[/Jane] – insistió una vez más.

    – [Xander]Un soldado de Antailtire te disparó una bala de veneno mágico.[/Xander] – dije aparentando estar tranquilo. – [Xander]Te traje aquí hay Caitriona te salvó.[/Xander] – resumí. Parte de verdad, parte de mentira. Cada vez que lo hacía temía lo que mi propia boca soltara para evitar que se enfadase, sin embargo cada mentira me hacía sentirme más alejado y consciente de que ella sabía que estaba mintiendo.

    – [Cait]No creo que esto sea lo único que lo tienes que contar.[/Cait]- Caitriona irrumpió en la cabaña sin llamar. Fruncí el ceño, venía a ponerme la situación difícil, seguramente porque mi sufrimiento alimentaba a su benefactor.

    – [Xander]Mi tío ha dicho que el guardián de este mundo es un dragón, así que va a ser difícil.[/Xander] – desvié el tema.

    Jane frunció el ceño, observándome. Ella mejor que nadie sabía que mi infancia había estado marcada por ser un adorador de los dragones, casi tanto como mi primo Noah con los dinosaurios.

    – [Cait]Eres un mentirosillo, Xander.[/Cait]- replicó la bruja, colocando la comida en una mesa de madera que había brotado del suelo. Todos los platos eran apetecibles, pero cada vez que iba a probar bocado me sentía como en Hansel y Gretel, o como si la comida se fuera a convertir en tierra de un segundo a otro. Ayudé a una ceñuda Jane a sentarse. Tocar su piel fue como una corriente eléctrica.

    Jane no dejaba de fulminarme con la mirada, no iba a dejar pasar las implicaciones de lo que Caitriona estaba diciendo. – [Xander]Hice un trato con ella.[/Xander] – admití finalmente. Suspiré, llevaba días evitando confesarlo. – [Xander]A cambio de curarte.[/Xander] – aclaré sin atreverme a mirarla a la cara.

    – [Jane]¿QUÉ?[/Jane] – gritó. Notaba el enfado y la decepción que pronto vendría y sentí un dolor agudo en el corazón.

    – [Xander]No es grave. Me dio parte de tu dolor, por eso he dormido peor y estoy cansado.[/Xander] – mentí. No quería acostumbrarme a hacerlo, especialmente a ella. Habría querido contarle la verdad cada día de nuestras vidas, pero en este caso, no podía.

    Un plato se hizo añicos en el suelo.- [Cait]Perdón.[/Cait] – mintió Caitriona, mirándome de reojo. Contuve mi enfado, lo importante era que Jane no diera demasiadas vueltas a lo que había pasado.

    – [Jane]Eso ya lo hizo Vera con Laura. Invéntate algo mejor.[/Jane]- replicó Jane, dejar de mirarme. Era como si pudiera leerme el pensamiento, quizá el trato había cambiado algo, aunque seguía pudiendo tocarla. Quizá era de Caitriona de quien captaba algo, aunque dudaba que la bruja se lo permitiera.

    – [Xander]No tiene importancia.[/Xander] – respondí, esperando que pudiéramos dejarlo pasar. – [Xander]Será mejor que nos centremos en el dragón.[/Xander] – sugerí. Ninguno estábamos en muy buena forma como para enfrentar eso. – [Xander]¿Sabes algo de eso?[/Xander] – pregunté, esperando que Caitriona nos diera algo de información útil después de hacerme pasar tantos apuros.

    – [Cait]No.[/Cait]- dijo sin pensarlo mucho.- [Cait]¿Qué iba yo a saber de un dragón?[/Cait] añadió. Algo me hizo pensar que sí sabía más de lo que decía, pero entonces señaló la comida.

    Serví a Jane consiguiendo a duras penas que me dirigiera la palabra para decirme qué quería. No podía dejar pasar lo que le ocultaba.

    – [Xander]Eres de este mundo, eres una…¿bruja? ¿hada?… con tu propio plano y alguien que te da poder.[/Xander] – insistí, esperando que obtener respuestas de Caitriona solucionaría algo.

    – [Cait]Yo no estoy aquí para sacaros las castañas del fuego.[/Cait]- comentó despreocupada.- [Cait]Estoy aquí para hacer tratos. Como el que he hecho contigo.[/Cait] – volvió a sacar el tema. Si no fuera por Jane me habría levantado y me habría marchado. Todo mi cuerpo pedía estar solo en ese momento, así no tendría que mentir, no tendría que sentirme mal por no haber conseguido volver con el resto, volver a salvo a casa.

    – [Xander]Uno de ellos era nuestro lugar como Daë, ¿por qué?[/Xander] – algo tenía que sacar de ello.  Laura lo había dejado, pero Ezequiel había entrado, ¿tanto sufrimiento sacaba de ello?

    – [Cait]Porque me apetecía.[/Cait]- probé un poco del estofado de verduras al ver que no ponía intención de responder. Jane nos miraba alternativamente entre bocado y bocado, visiblemente molesta, en especial conmigo.

    – [Xander]Cuando te encuentres bien podemos irnos, no te apresures.[/Xander] – dije tratando de infundirle calma. No quería que se culpara por no haberse recuperado del todo.

    Jane sonrió y empezó a comer, pero no necesitaba telepatía para saber que esa sonrisa era forzada, como la de Eowyn, la perra devoradora de comida de mi tía Cara, cuando tiene ganas de vomitar.- [Jane]Está muy bueno. Gracias por la comida.[/Jane] – aclaró, siempre con las buenas formas en mente.

    Alcé una ceja, estaba a punto de vomitar las palabras con las que ya se estaba atragantando.

    – [Cait]¿Crees que ha valido la pena lo que has dado?[/Cait]- susurró Caitriona. Sentí que enrojecía, por muy bajo que hubiese hablado, aquella sala era muy pequeña.

    Le devolví una mirada furiosa. – [Xander]Si.[/Xander] – sentencié. No iba a darle más detalles, los sufrimientos que tuviera que pasar merecían la pena, pero no iba a darle el gusto a su benefactor o benefactora de alimentarse de ellos.

    – [Cait]Curioso.[/Cait]- comentó. Parecía intrigada por mi decisión desde el principio, como si nunca hubiera llegado a creerse que aceptaría el trato y aún estuviese esperando verme suplicar por anularlo.- [Cait]Está bueno. Come, no te voy a envenenar. Ya tengo lo que quería de ti.[/Cait] – puntualizó. Ésta vez Jane la había escuchado seguro, porque había alzado la vista.

    – [Xander]¿Nunca haces nada que no sea por un trato?[/Xander] – pregunté, observando esos ojos oscuros buscando en ellos la raíz de cómo había llegado a ser quién era. Ella se limitó a encogerse de hombros como si no le importase. Cuanto más inhumana pretendía ser en sus tratos, más me hacía pensar que todo era una actuación.

    Un súbito golpe en la mesa hizo que mi comida casi cayera del plato. Jane estaba furiosa.

    – [Jane]QUIERO QUE ME DIGÁIS QUÉ ES LO QUE HABÉIS TRAMADO.[/Jane] – exigió, elevando la voz seguramente más de lo que pretendía.

    Tardé unos segundos en recomponerme y ceñirme a la misma historia básica. – [Xander]Jane, te lo he dicho, te dispararon, estabas grave, hice un trato y te curó.[/Xander]

    – [Jane]¿QUÉ-TRATO?[/Jane] – insistió. Aquello no estaba funcionando, Jane me conocía demasiado bien, teníamos una conexión que iba más allá de las palabras, por cursi que sonase. Era consciente de que yo había sacrificado algo, algo que no le estaba contando, así que decidí darle un sacrificio.

    – [Xander]Un mes de vida menos.[/Xander] – dije evitando mirarla a los ojos.

    Jane se levantó de la mesa airada y salió al exterior. Caitriona me miraba, tenía miedo a enfrentarme de nuevo a una Jane enfadada conmigo, una Jane que podía volver a dejar de hablarme durante años, quizá para siempre, mientras yo me marchitaba convirtiéndome en poco más que un zombie.

    – [Cait]Si no fuera un ser maligno incapaz de sentir pena: ahora mismo me la darías.[/Cait] – una vez más supe que mentía. Quizá esa vez más que nunca.

    Me puse en pie y suspiré profundamente antes de salir al exterior. – [Xander]Jane…[/Xander] – la llamé al verla. Ella estaba de espaldas, cruzada de brazos.

    – [Xander]Jane por favor.[/Xander] – le pedí, sintiendo que no tenía energías para eso, solo para irme a la cama y rezar porque mañana fuese mejor y si no, volver a dormir. Al menos en los sueños no pasaban cosas malas.

    – [Jane]Me estás mintiendo.[/Jane] – dijo ahora con la voz calmada. Era peor así, una ira apagada, fría, una decepción.

    – [Xander]Lo importante es que estás a salvo.[/Xander] – busqué su complicidad, que entendiese que lo que había hecho lo había hecho por su bien y no cuestionara lo que a mi me hubiera costado. Pero con Jane eso no iba a funcionar.

    – [Jane]No.[/Jane]- replicó, como si contestase a mis pensamientos.- [Jane]Dime qué has hecho. Caitriona es MALA. Es una bruja que vive en una cabaña en el bosque: ¿nunca te han contado ningún cuento? No te fíes de la bruja que vive en una cabaña en el bosque. JAMÁS.[/Jane] – el origen de sus tratos no era bueno, pero Caitriona se empeñaba tanto en dejar claro que era mala, que cada vez lo dudaba más.

    – [Xander]No había opción. Tu vida corría peligro.[/Xander] – casi todos nosotros habríamos decidido lo mismo. Ella también si hubiera estado en mi lugar.

    – [Jane]La opción era dejarme morir si era eso lo que tenía que pasar.[/Jane] – solo escuchar esas palabras hacía que el vello de mi brazo se erizase, recordando su piel fría, su cuerpo inmóvil y sus ojos perdidos en el infinito.

    – [Xander]Nunca.[/Xander]

    – [Jane]¿Qué le has dado?[/Jane] – pidió, con los ojos llorosos. Estaba viendo la verdad en mí, la tenía delante de sí misma pero aún no podía creerla.

    – [Xander]No puedo decírtelo.[/Xander] – me temblaban las piernas, como si ya no pudieran sostenerme ni a mí ni al peso que llevaba.

    – [Jane]Dímelo. Por favor.[/Jane] – rogó.

    – [Xander]No puedo, no quiero que eso cambie todo.[/Xander] – si abría esa puerta, Jane podría no perdonárselo nunca, o investigar y creer que tenía la obligación de estar conmigo para que no perdiera toda conexión con mi alma.

    – [Jane]Ya lo has cambiado todo.[/Jane] – esas palabras cayeron como una losa.

    – [Xander]No podía arriesgarme a perderte.[/Xander] – dije, a medio camino entre hablando con ella y conmigo mismo.

    – [Jane]Otra vez.[/Jane] – puntualizó.

    – [Xander]Otra vez.[/Xander] – confirmé. Ya había tenido suficiente vacío de Jane en mi vida.

    – [Jane]Dime qué le has dado. Te lo pido por favor.[/Jane] – insistió. No iba a rendirse.

    – [Xander]Lo que hacía falta para traerte de vuelta.[/Xander] – el miedo a perderla hizo que hablase de más, me di cuenta en el mismo instante en el que las palabras salían de mi boca.

    – [Jane]¿DE VUELTA?[/Jane] – dio un paso hacia atrás, asustada.- [Jane]No…no…[/Jane] – ya no había marcha atrás, no podía esconderle que había muerto.

    – [Xander]El veneno era mortal. Por eso nos traje aquí con ella.[/Xander] – aclaré mientras ella echaba a correr hacia la cabaña y cerraba la puerta tras de sí.

    No me atreví a seguirla, me quedé allí fuera, con un frío que me calaba los huesos cada vez más, hasta que mis dedos estuvieron entumecidos. Incluso entonces, no me moví, no encontraba el deseo, no encontraba las ganas de hacer nada por mí.

    – [Cait]¿Y cuál es la lección que hemos aprendido hoy? No le des tu alma a nadie.[/Cait] – preguntó Caitriona, sacándome de mi trance. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni siquiera me importaba. Me asusté, quizá eso era no tener alma, quizá iría a más hasta que un día no volviese.

    – [Xander]No me arrepiento.[/Xander] – repetí. Incluso si acababa mis días convertido en una mera sombra de mí mismo.

    Al menos Jane estaba viva y los demás también. Reuniría lo que me quedaba de fuerzas para llevarlos a todos de vuelta a casa y lo que tuviera que pasar después lo afrontaría en paz. Hasta entonces, me alimentaría del deseo de volver a verles a todos juntos una vez más, de volver a abrazar a mi hermana, a mis primos y primas, de ver a mis madres y padre, a todos los que me importaban.

    Caitriona me observó mientras me iba a mi cabaña.

  • EL REY DE LOS HUESOS Y LA REINA DE LOS ESCOMBROS

    Robin – Terra

    Tarde

    Estar en Terra debería haberme supuesto un alivio, porque no en vano era mi hogar. Pero este hecho, más que como consuelo, me servía de preocupación. Me hacía sentirme como un pez fuera del agua. Mi casa estaba entre los muros del palacio y fuera de ellos, la devastación y la guerra me aterraban. En el fondo, era todo por mi culpa.

    Ser la soberana de un país, más allá de toda la parafernalia de vestidos pomposos y recepciones, era lo más parecido a una maternidad que se me ocurría sin ser madre. Mi país, mi niño mimado, estaba de pelea constante con otro y yo, en lugar de intervenir, me había dedicado a esconderme.

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  • VILLIERS BROWNING

    DANTE VILLIERS

    KARDAS – EL ERMITAÑO GRIS, DIRECCIÓN A ARABIA

    Aquella masa enorme no hacía más que subir y bajar. Era gris, como el cielo cubierto de nubes, así que daba igual si mirabas al mar o al cielo, todo era parecido.

    – [Dante] Tenías que haberle colgado a Laura…[/Dante]- me quejé. Nuestra vida no era idílica en la Edad Media, pero al menos tenía trabajo y los dos pies en algo firme. Pero Laura había aparecido con noticias y tuvimos que ponernos en marcha. Al menos con un poco de suerte si conseguíamos hacer lo que había que hacer, volveríamos a ver a los demás. Era un alivio pensar que estaban vivos y que no nos habíamos quedado atrás solos.

    – [Chloe]Tanto como te gustan los coches y lo que te marea un barquito de nada.[/Chloe] – sentenció Chloe con cara burlona. Alcé una ceja, mirándola. Habría preferido cruzar el mar estilo gaviota que ir en ese puñetero barco durante dos semanas enteras en dirección a la Arabia de ese planeta. En teoría teníamos que buscar allí el avatar guardián del portal de ese mundo, un Toro, que según MacLeod era el mismo al que adoraban los templarios. O sea, un puto toro blanco.

    – [Dante] Si tu hubieras visto lo que puede haber ahí debajo.[/Dante] – señalé el agua oscura que ocultaba bien los terrores que podía haber debajo. Solo pensar en los demonios serpiente de Dagrknot me hacía querer darme una ducha de agua caliente y después alejarme corriendo de cualquier masa de agua.

    – [Chloe]Lo que te marea es el movimiento. A mí no me engañas.[/Chloe] – replicó ella.

    – [Dante] No sé cómo puede gustarte ir en esta chalupa en dirección a las mil y una noches. [/Dante]- al menos parecía cómoda con el cambio de aires.

    – [Chloe]No sirve de nada quejarse, bro.[/Chloe] – respondió. Supongo que ella también era consciente de que en cuanto a trato de las mujeres no iba a cambiar demasiado la cosa, pero al menos ganábamos en higiene.

    – [Dante] Me entretendré pensando en la ropa que te vas a poner allí.[/Dante] – respondí mirándola de reojo. Llevaba un vestido de corte sencillo de los que llevaban las mujeres jóvenes en Kardas, una ropa que le hacía muy poca justicia a su trasero digno de estatua griega.

    – [Chloe]Cuéntame algo y así no piensas en las ganas de potar que tienes.[/Chloe] – comentó, quitándole importancia mientras se apoyaba en la barandilla. Me paré a pensar, no era un hombre de muchas palabras, aunque hacía un tiempo que algo me rondaba la cabeza y apenas había tenido tiempo a hablarlo.

    – [Dante] Mi madre no sabía nadar, vivió la mayor parte de su vida encerrada en una mansión. Y luego en otra.[/Dante] – expliqué. Suponía que mi respeto al agua venía de ella, que siempre parecía aterrada cuando nos veía jugar en la playa. – [Dante] Me pregunto cómo estará.[/Dante] – añadí. No había podido preguntarle al padre de Kaylee por ella, así que no sabía si se habría encontrado con Sarah y estaría en buenas manos o sola y preguntándose dónde estábamos todos. Y además, su asesina estaba allí, la muy hija de puta había vuelto dejándonos a nosotros aquí.

    – [Chloe]Pues viva, que ya es better que muerta.[/Chloe] – resumió. Nuestras miradas se cruzaron y ella sonrió sorprendida porque no apartara la vista, algo que no debía ser común en su futuro.

    – [Dante]Estará preocupada. [/Dante]- admití. – [Dante]Mientras tanto él seguirá por ahí[/Dante] – el recuerdo de mi padre no dejaba de envenenar la alegría que debía suponer que ella hubiera vuelto. Cole lo había conseguido, había sacrificado algo suyo para traerlo de vuelta y Logan mientras tanto, ¿qué? Lamentándose y odiando, buscando venganza. ¿Por qué coño no había hecho como Cole, por qué tenía que parecerme a él?

    – [Chloe]¿Tan malo es?[/Chloe] – preguntó ella.

    – [Dante]Digamos que no tengo los mejores recuerdos de un tío que se largó cuando mi madre murió.[/Dante] – resumí. A veces, escuchando hablar a los demás sobre las Pruebas de los Moondies, me paraba a pensar en si de verdad conocía a esa persona, al Logan Daë, o solo al padre ausente al que me había acosumbrado a detestar. – [Dante]Si no hubiera sido por los Echolls estaría bajo un puente.[/Dante] – admití. Eran mi segunda familia, aunque sin lazos sanguíneos, que eso dejaría mi interés por Chloe en algo un poco chungo. Hasta yo, que tuve un crush con la madre de Kaylee, tenía mis reglas.

    – [Chloe]I got it.[/Chloe] – dijo ella. Se quedó distraída mirando hacia el horizonte. Me vino un fuerte olor a ron y me giré para ver a un grupo de marineros de la tripulación bebiendo algo mientras miraban a Chloe una y otra vez. El mareo pasó a segundo plano y me coloqué de espaldas al mar para mirarles fijamente.

    – [Dante]Como este viaje dure mucho más voy a acabar dejando sin los pocos dientes que les quedan a estos tíos.[/Dante] – sentencié. Lo peor era que una parte de mí pugnaba por liberar esa adrenalina.

    – [Chloe]¿Y ese ataque de masculinidad tóxica?[/Chloe] – preguntó, aparentemente sorprendida, aunque a estas alturas, después de unos meses sobreviviendo juntos, ya tenía que conocerme. Era impulsivo, atrevido, ingobernable. Un rebelde sin causa me llamaba una profesora del instituto.

    – [Dante]La vena Villiers.[/Dante] – resumí. Por mucho que me pesara, esa parte de mí estaba ahí, junto con mi oscuro poder, un testamento en vida.

    Chloe me pasó una mano por la cara y su suave tacto me reconfortó. Dejé de mirar a los marineros, algunos se habían ido y otros seguían ahí, envalentonados por el alcohol. Aunque poco se atreverían a hacer, habíamos gastado bastante en el pasaje contando con que era nuestra vía para dejar ese mundo, y no lo pagaríamos hasta atracar, el capitán defendería su inversión.

    – [Dante]¿Eso es una indirecta?[/Dante] – sugerí con una sonrisa. Dos semanas de viaje eran mucho tiempo, había que buscar formas de entretenerse.

    – [Chloe]No, estaba mirando a ver si te ibas a morir ya.[/Chloe]- me picó, sacándome la lengua.

    – [Dante]Muerte por kiki.[/Dante] – bromeé.

    – [Chloe] Anda, te dejo con los mareos.[/Chloe] – se despidió, dándome la espalda para volver al camarote.

    – [Dante]Genial, yo pensaré en toros blancos sagrados de arabia que me saquen de este trozo de roca anticuado.[/Dante] – dije, incapaz de imaginarme alejándome del aire fresco para meterme en un cubículo de madera que se mueve sin parar, con una ventanilla que parece la de una lavadora.

    Ya solo quedaba que el cansancio me pudiera y el sueño hiciera correr un poco más el tiempo, porque prefería enfrentarme a un toro blanco mágico que seguir en esa travesía del demonio, solo con mis pensamientos. Pronto volveríamos con los demás y todo este viaje acabaría de una vez. Solo esperaba que no acabase del todo para mí.

  • EL CORAZON ROTO

    OWEN WILLIAMS

    NEXUS

    Que no os engañe mi sensual foto del encabezado, me encuentro en un estado lamentable y vivir en la edad media no ayuda. Yo que siempre había sido asiduo a un buen afeitado casi toda las mañanas y ahora no podía porque francamente no me iba a jugar el cuello a que un desconocido me pasara la navaja por el. Además la única zona de aseo era un lago en el que me frotaba un par de hojas por el cuerpo para no oler demasiado, con esto de ser medio perro ahora me daba la impresión de que siempre apestaba. Además aprovechaba para hacer mis necesidades en el bosque, que eso de tirar la mierda por las ventanas es bastante guarro.

    Por suerte Lewkaa, que el muy bastardo se había pasado un mes retozando en un vórtice espacio temporal con sus espíritus, menuda juerga se habrá metido, apareció con la buena noticia de que había un modo de salir de este lugar. Así que nos despedimos de esas personas que tan bien nos habían tratado a pesar de ser unos desconocidos y nos marchamos. En todo este tiempo no me había alejado mucho del poblado más allá del bosque, por lo que me resulto rarísimo que esta diera paso a una jungla, aunque no había nada más raro en este mundo que esa ciudad flotante futurista.

    – [Lekwaa]Se supone que hay un guardián ancestral vinculado al portal principal de cada mundo.-[/Lekwaa] Habíamos dado por hecho que estaríamos atrapados aquí para siempre al encontrar el portal destruido. Como nos podíamos haber dado por vencido tan pronto, esta claro que todo tiene su salida de emergencia, incluso los mundos.

    – [Amy]¿Eso te lo han dicho los espíritus?.-[/Amy]Pregunto Amy mientras por mi parte me preguntaba si mi espíritu se vincularía al de Lewkaa cuando muriera, lo mismo podía seguir por aquí con el resto a pesar de no ser corpóreo.

    – [Lekwaa]No, Laura.-[/Lekwaa] Estaba tan extraído intentando evitar el dolor que por un momento pensé que Laura había muerto y era uno de esos espíritus. -[Lekwaa]Y a ella tú padre.[/Lekwaa]

    – [Amy]Eso es trampa, ¿eh?.-[/Amy] No sé si le molestaba más que Lekwaa hubiese acudido a su padre para que nos ayudaran o que no sé le hubiese ocurrido antes a ella.

    – [Lekwaa]Anoche habló conmigo a través de la esfera.-[/Lekwaa] La mía parecía mas un pisapapeles que otra cosa, no podía hablar con Jane o Elliot por ella. – [Lekwaa]Yo les confirmé qué es lo que despertó cuando Antailtire desapareció.[/Lekwaa]

    – [Owen]¿Y que pinta tiene ese guardián?.-[/Owen] Pregunte notando como me costaba cada vez más moverme, demasiada humedad en este lugar.

    – [Lekwaa]El mono. Como en el zodiaco chino.-[/Lekwaa] Buena suerte al equipo que le tocara el dragón,  aunque ese lo mismo era más fácil de encontrar por tamaño.

    – [Amy]Pues entonces que vaya Owen que son familia.-[/Amy] De cualquier otra persona hubiese tomado eso como un cumplido, pero tratándose de Amy supongo que podría aludir al gran intelecto que compartía con ellos.

    – [Owen]Perdona pero estos días soy más un lobo por muy mono que sea.-[/Owen] Le mostré mi mejor cara sensual empapada en sudor.

    – [Lekwaa]Creo que dos lobos ganan a un mono, aunque a saber que nos encontramos.-[/Lekwaa] Añadió apartando un par de lianas por el camino, ya podríamos haber cogido un par de machetes para abrirnos paso.

    – [Amy]Una loba y un moribundo en realidad.-[/Amy] Intentaba mantener el ritmo de ambos pero me costaba. No quería ralentizar la marcha, en parte quería salir de allí cuanto antes, ver a Jane y Elliot por última vez, incluso a mi padre y madre.

    – [Owen]Aún me defiendo bien.-[/Owen] Las llamas se arremolinaron alrededor de mi mano. Desde el ataque del lobo sentía mi poder de otra manera, como si el fuego fuera una extensión más de mi.

    – [Lekwaa]El viaje será largo, al menos cinco o seis días.-[/Lekwaa] Cinco días caminando, este pavo quería matarme antes de que la licantropía acabara conmigo. [Lekwaa]- ¿Estarás bien?.[/Lekwaa]

    – [Owen]De maravilla, lo mismo la palmo antes, estas maldiciones son una lotería, nunca sabes cuando te va a tocar.-[/Owen] Ya podría haberme tocado la lotería, o un amor correspondido, yo soy de cosas simples.

    – [Amy]Ni que la muerte normal pudiera predecirse.-[/Amy] En parte tenía razón, lo mismo me daba un chungo en la patata de tanto caminar y me moría antes que por la licantropía.

    – [Lekwaa]Ha habido mucha aquí, muertes mucho antes de su tiempo.-[/Lekwaa] Pobre hombre, debe ser duro estar todo el día rodeado de fantasmas. Por el lado bueno nunca estas solo, pero por el malo ni cagar puedes tranquilo, y no hablemos del sexo, menudos corta rollos.

    – [Amy]Que agradable.-[/Amy] A su lado Amy parecía la alegría de la huerta.

    – [Lekwaa]Antes hablaba de cosas normales…-[/Lekwaa] Añadió con una sonrisilla melancólica.

    – [Owen]Chicos, deportes, caballos…-[/Owen] No era ningún secreto que a Lekwaa le gustaban los caballos… y los chicos.

    – [Lekwaa]Laura me ha dicho que ha contactado con más.-[/Lekwaa] Quise preguntarle por los demás para ver como les iba, echaba de menos los días que pasamos en la nave.

    – [Amy]Me imagino que habrán visto que sin ayuda no íbamos a salir de aquí.-[/Amy] Teniendo en cuanta que llevo un mes aporreando hierro y ella correteando por el bosque, si, si no llegan a intervenir seguimos durmiendo en camas de paja con el culo al raso.

    – [Lekwaa]Siempre viene bien un empujón en la dirección correcta.-[/Lekwaa] Añadió señalando una pendiente descendente cubierta de barro y raíces de árboles.

    – [Amy]¿Es una indirecta?.-[/Amy] Por si acaso retrocedí un poco, si hubiese estado al lado de ella fijo que me habría lanzado por esa pendiente.

    – [Lekwaa]Sin empujón… literal.-[/Lekwaa] Añadió mientras bajaba con agilidad entre las raíces.

    – [Owen]Puedes agarrarte a mí, el terreno esta desnivelado…-[/Owen] De poco me sirvió la caballerosidad cuando caí de culo al suelo y baje un par de metros de barranco con el trasero.

    – [Amy]Lo siento, no debería reírme de un moribundo.-[/Amy] Por encima de mí resonaba la risa de Amy, bueno al menos aun era capaz de sacarle una sonrisa aunque fuera a costa de mi integridad física.

    – [Owen]Tienes un humor retorcido, te ríes de las desgracias ajenas.-[/Owen] Intente quitarme el barro de los brazos pero solo conseguí esparcirlo más, al menos me quedaría un cutis divino.

    – [Amy]No me río de que te vayas a morir.-[/Amy] Agarre su mano y tiro de mí ayudándome a levantarme, o yo estaba más flojo de lo habitual o ella tenía una fuerza sobrehumana por parecía un muñeco en sus manos. -[Amy] Pero no quiero que te lo tomes demasiado en serio.[/Amy]

    – [Owen]A pesar de mi característico sentido del humor no puedo dejar de pensar en que estoy condenado.-[/Owen] Todos vamos a morir, es una realidad. Pero en mi caso siempre pese que sería de viejo, aun viviendo en el mundo que vivimos y a las criaturas que nos enfrentamos nunca pensé que caería ante ellas. Y al final voy a sucumbir a algo por mi condición de aesir.

    – [Amy]No creo, pero por si acaso: ¿hay algo que quieras hacer antes de dejar este mundo?.-[/Amy] Pregunto clavándome esos profundos ojos verdes.

    – [Owen]En este ya está todo hecho, en los otros no lo sé.-[/Owen] Joder que profundo me ha quedado esto ¿no?.

    – [Amy]Me refería a antes de morirte, so palurdo.-[/Amy] Añadió arreándome una colleja que casi me desencaja la cabeza.

    – [Owen]Pues claro que hay cosas que quiero hacer antes de morirme.-[/Owen] La primera de ellas no morirme por una conmoción cerebral después de semejante leche.

    – [Amy]Pues di una, coño.-[/Amy] Añadió resoplando.

    – [Owen]Ser padre, pero lo veo complicado a corto plazo. Tal vez probar algo peligroso como el pez globo, si voy a morir igual…-[/Owen] Parece que estoy pensando con la barriga en vez de con el cerebro, pero que voy a hacer ¿paracaidismo?, salte dentro de una montaña para llegar hasta estos mundo y he viajado a través del espacio tiempo entre mundos, el paracaidismo ya se queda corto.

    – [Amy]¿Ser padre?. ¿Te vas a morir y quieres dejar a un pobre bebé que aun no ha nacido huérfano?. Tu crueldad no tiene limites.[/Amy]

    – [Owen]Eh que yo no he dejado preñada a nadie… que yo sepa.-[/Owen] Ni que fuera el padre de Dante que iba dejando churumbeles allá por donde pasaba.

    – [Amy]Tienes a Anne por ahí que ya te viene con hijo.[/Amy]

    – [Owen]No quiero que el crío se encariñe conmigo y después darle el disgusto cuando ya no este, bastante con perder a un padre.-[/Owen] Me pregunto como reaccionara el mío cuando ya no este. Parece que en nuestra familia nos persigue la muerte.

    – [Amy]La madre puede que también se encariñe. Yo lo dejo caer.-[/Amy] Anne era graciosa y sorprendentemente directa.

    – [Owen]Es complicado, es feliantropa. No se cómo funcionaría eso en mi. Una maldición ya es bastante no crees.-[/Owen] Tal vez me curara la licantropía o a lo mejor empezaba a escupir bolas de pelo.

    – [Amy]Te persiguen las tías con pelo.[/Amy]

    – [Owen]Parece que tengo un tipo después de todo.-[/Owen] Amy me volvió a mirar con sus penetrantes ojos verdes y no dijo nada más.

    Note una punzada en el pecho cada vez más intensa, no le di mayor importancia pensando que se trataba de la maldición, hasta que el dolor me hizo caer de rodillas. Me costaba respirar, el dolor era cada vez más profundo, era como si me hubieran arrancado el corazón o mejor dicho como si me hubiesen roto el corazón, y entonces lo entendí, algo le había pasado a mi otra mitad, algo le había pasado a Jane.

  • YA LO IRÍAMOS VIENDO

    Lexie – ¿Louna?

    Noche

    Lo bueno de Louna es que siempre es verano. Incluso en los días más fríos de diciembre, aquellos en los que te pones unos leggins y un jersey para ir a ‘El Chalé’ a tomarte un café bombón , puedes disfrutar de una temperatura de lo más agradable.

    Después de una tarde de playa, me duché, cené un bocata de lomo y me fui para el espigón a ver qué se contaba esta gente. Me gustaba especialmente mi outfit de vaqueros rotos, top color rosa empolvado, taconazos y chaqueta Levi’s vintage.

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  • DEJANDO ATRÁS LA CALMA

    LEO ARKKAN

    GWIDDON – NOCHE

    La luna brillaba con intensidad en el cielo nocturno. Su efecto caía sobre mí haciéndome más impulsivo, más esclavo de mi lado animal. Por eso no había acompañado a Kaylee mientras trataba de realizar un conjuro aprovechando la energía mística de esa misma luna que a mi me nublaba el juicio.

    Los susurros habituales del bosque estaban rotos por una inquietud que cada vez era más palpable. Algo se acercaba, algo que había roto leyes de la naturaleza, una corrupción que hacía que el lobo en mí quisiera salir corriendo.

    Respiré profundamente y mantuve el control. Tenía que ir en busca de Kaylee y tendríamos que abandonar ese lugar, sin despedidas, sin saber a dónde dirigirnos. Pero cualquier sitio era mejor que esa corrupción que se acercaba, lo sentía en los huesos.

    La encontré sentada a unos metros de la casa. La familia que nos había acogido no estaba ese fin de semana así que no iban a extrañarse de encontrársela sentada frente a un fuego de llamas blancas, casi sumida en un trance total.

    – [Leo]Kaylee, Kaylee.[/Leo] – la llamé, temiendo sacarla de conjuro en un mal momento. La magia era preciosa, sobrecogedora, pero también lo era el fuego y si te acercabas demasiado podías quemarte.

    – [Kaylee]No estoy.[/Kaylee] – replicó aún con los ojos cerrados, pero una sonrisa dibujada en los labios. Este sitio le había entregado un poco de paz entre todo lo que iba mal en nuestras vidas y mucho me temía que esa paz iba a terminarse.

    Al fondo, en la linde del bosque, apenas visibles por la tenue luz de la luna, surgieron una serie de figuras oscuras, con un caminar errático.

    Corrí hacia ella, liberando poco a poco el nimio control que tenía sobre mi parte lobuna. Cuando llegué a su altura, le puse una mano en el hombro cubierta de garras. Al verla la aparté, no quería convertirla por un error.

    – [Leo]Se acerca algo.[/Leo] – noté que mis incisivos se afilaban, presionando contra mis labios al hablar.

    – [Kaylee]No tengo miedo. Bueno, un poco sí.[/Kaylee] – dijo girándose hacia donde le señalaba. Eran varias las figuras que venían hacia nosotros lentamente. Ahora que no estaban tan lejos me pareció distinguir a algunas caras conocidas, uno de ellos iba vestido igual que Callum esa misma mañana, cuando le vendí la madera.

    La luz lunar les iluminó y vi que el familiar rostro de Callum estaba surcado de venas negras y azules y que su piel se había vuelto grisácea. Parecían zombies, solo que en lugar de estar muertos, estaban como poseídos.

    – [Kaylee]¿Qué hacemos?[/Kaylee] – preguntó Kaylee, tratando de mantener la calma aunque notaba su cuerpo temblar ligeramente a mi lado.

    – [Leo]Vienen a por nosotros. O a por ti. [/Leo] – la miré, y vi su rostro tal y como llevaba viéndola desde que habíamos llegado a Gwiddon y había profundizado más y más en el uso de su magia. Resplandecía, era como si se alimentara de ella. Quizá esos seres habían sentido su poder.

    – [Kaylee]Adicción a la magia.[/Kaylee]- murmuró en voz alta.- [Kaylee]Mira.[/Kaylee] – señaló algunas de las personas, cuya piel se había vuelto completamente negra.

    – [Leo]Es la corrupción que noto. Incluso el lobo pide salir corriendo.[/Leo] – admití. Todo en mi gritaba que echáramos a correr.

    – [Kaylee]Lo único que podemos hacer es resistir el impulso, aunque no sé muy bien cómo.[/Kaylee] – la pulsión que yo sentía debía ser diferente a lo que ella estaba empezando a notar. Quizá el origen de esa corrupción tenía que ver con la magia, o algo tan antiguo como ella misma.

    – [Leo]Creo que ésta vez lo más sensato es correr. [/Leo] – dije retrocediendo al ver que nos superaban por mucho y no sabíamos qué poder podían tener. Kaylee asintió y retrocedimos hasta la casa, recogiendo nuestras escasas pertenencias rápidamente. Casi todo lo no esencial seguía en aquella misma luna que tan lejana se veía, guardadas en una nave estrellada. – [Leo]¿Ha llegado a funcionar el conjuro? ¿Sabes cómo podemos salir?[/Leo]

    – [Kaylee]No.[/Kaylee]- admitió con pesar. A Kaylee no le gustaba fallar y respecto a la magia, menos aún.

    – [Leo]Entonces tendremos que ir a ciegas.[/Leo] – empezar de cero en otro lugar lejos de todo aquello hasta que consiguiéramos salir de allí. Era una esperanza remota, pero debíamos aferrarnos a ella. Se empezaron a escuchar golpes en la puerta delantera, a juzgar por el ruido, conseguirían entrar pronto.

    – [Kaylee]Si quieres que corramos, vas a tener que llevarme.[/Kaylee] – dijo acercándose a la puerta trasera.

    – [Leo]Déjame que me prepare.[/Leo] – suspiré y accedí a algo a lo que no habría estado dispuesto antes de viajar al Cúmulo, dejé entrar a una parte de mí que no quería asumir como propia. Mis dientes crecieron hasta rasgar mis encías y el pelo brotó con un picor infernal. Aquella era solo la forma intermedia, pero no quería ceder y entregarme a una conversión donde solo permaneciese una mitad de mí. Kaylee se subió a mi espalda y la sujeté con facilidad gracias a mis nuevas fuerzas.

    La puerta de entrada cayó con un estrépito justo cuando atravesábamos la puerta trasera y me convertía en titanio para lo que pudiéramos encontrar.

    – [Kaylee]Sé que odias esto.[/Kaylee]- susurró en mi oreja mientras corría, teniendo cuidado de no hacerle daño con mi propio cuerpo.

    – [Leo]Tiene sus ventajas, pero con esa corte de … nichevoya persiguiendo no te las puedo decir. [/Leo] – le dirigí una sonrisa para que evitásemos pensar en que esos seres corruptos corrían detrás de nosotros, incansables.

    Kaylee empezó a conjurar pequeñas orbes de luz que lanzó contra ellos, tratando de ralentizarlos. No sé durante cuanto tiempo aguantamos así, yo corriendo y ella manteniéndonos a salvo, sincronizados, unidos pese a la presión que teníamos encima.

    Al final, cuando ya no se veían en la lejanía, Kaylee me dijo que podíamos parar a descansar. Elegimos una colina desde la que podríamos escapar si les veíamos llegar.

    – [Kaylee]Tenemos que salir de aquí. La luna de miel ha llegado a su fin.[/Kaylee] – dijo mientras comíamos unas manzanas de las provisiones. No había para mucho tiempo, necesitábamos un milagro.

    – [Leo]No podemos ir sin rumbo. [/Leo] – admití, de pronto muy cansado. Tenía una canción danzando por mi cabeza, se llamaba «Miedo a perder» y trataba sobre el miedo sobrecogedor que te asaltaba con más fuerza cuanto más feliz eras. Es más fácil decir que no tienes miedo cuando no tienes nada que perder. Veía a Kaylee delante de mí y temía que algo le ocurriese.

    – [Kaylee]Tiene que haber una forma de salir de aquí más sencilla de lo que pensamos.[/Kaylee] – sugirió ella. Vi un brillo en sus ojos, el de un enigma que estaba tratando de resolver y seguro que era capaz de hacerlo.

    – [Leo]Sin que los portales funcionen ..[/Leo] – pensé en voz alta. Ni portales, ni orbes Daë, estábamos solos e incomunicados.

    – [Kaylee]Si es nuestro mundo, tiene que ser por algo.[/Kaylee] – comentó, caminando alrededor de la hoguera improvisada. En Gwiddon el frío era un problema, era una tierra fría y húmeda donde el calor se escapaba con facilidad.

    – [Leo]Tienes que hacer el conjuro, sé que puedes. [/Leo] – la animé.

    – [Kaylee]No soy tan buena como para eso.[/Kaylee] – respondió, hurgando en un bolso de cuero que había comprado en un mercado y en el que había ido acumulando ingredientes para sus conjuros.

    Se sentó frente al fuego y repitió el ritual, concentrada, al menos en apariencia. – [Kaylee]¿Ves? No me sale.[/Kaylee] – se quejó.

    – [Leo]Me sentaré contigo, y descansaré mientras lo consigues.[/Leo] – dije colocándome junto a ella, el frío y el cansancio pesaban sobre mis párpados, pero no podía descansar todavía, ni siquiera sabía si ese era un lujo que podíamos permitirnos.

    – [Kaylee]Vamos a morir aquí. Ya lo verás.[/Kaylee] – se quejó de nuevo, aunque volvió a intentarlo. Esta vez pasó más tiempo hasta que volvió a hablar, mucho más. Su frente estaba perlada de sudor y la magia bullía a su alrededor. – [Kaylee]Eh… creo que estamos al lado del portal.[/Kaylee] – dijo finalmente, abriendo los ojos.

    – [Leo]Tenemos que arriesgarnos a cruzar.[/Leo] – dije poniéndome en pie para recoger. Kaylee miró a su alrededor y señaló una piedra que parecía marcar un camino.

    – [Kaylee]¿Y si nos descomponemos?[/Kaylee] – preguntó, algo nerviosa. Empezamos a caminar, yo no sentía nada cerca del portal pero a su magia parecía afectarle.

    – [Leo]Confío en tus habilidades. [/Leo] – la animé. Siempre estaría ahí para apoyarla, necesitaba que lo supiera, mi historial como amigo no era intachable y no quería que ella pensara que la historia iba a repetirse, solo que esta vez peor.

    Kaylee me guiñó un ojo.- [Kaylee]Me caes bien.[/Kaylee]

    – [Leo]Cruza los dedos por un sitio agradable. [/Leo] – repliqué. Nos estábamos arriesgando, no sabíamos dónde podríamos terminar con ese salto, pero solo podíamos confiar. No había ningún portal activo en ningún lugar que hubiéramos estado desde que los Daë expulsaron a Antailtire, así que tenía que ser el bueno. Antes de cruzar, me agaché y le di un beso en sus suaves labios.

    – [Kaylee]Si es contigo, lo será.[/Kaylee] – respondió. Mirándonos a los ojos, llenos de esperanza, cruzamos.

    La sensación era diferente a la de otras veces, parecía más cerca, más rápido. Al momento me sobrecogió un frío glaciar, húmedo. El viento hacía que la lluvia me azotara la cara. Busqué casi a ciegas a Kaylee y mi mano se cerró entorno a la suya después de un destello de pelo rojizo.

    Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.

    Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».