Moondale

Categoría: Gwiddon

  • EL PUTO FÉNIX

    Kaylee – Gwyddon

    Noche

    Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.

    Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».

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  • DEJANDO ATRÁS LA CALMA

    LEO ARKKAN

    GWIDDON – NOCHE

    La luna brillaba con intensidad en el cielo nocturno. Su efecto caía sobre mí haciéndome más impulsivo, más esclavo de mi lado animal. Por eso no había acompañado a Kaylee mientras trataba de realizar un conjuro aprovechando la energía mística de esa misma luna que a mi me nublaba el juicio.

    Los susurros habituales del bosque estaban rotos por una inquietud que cada vez era más palpable. Algo se acercaba, algo que había roto leyes de la naturaleza, una corrupción que hacía que el lobo en mí quisiera salir corriendo.

    Respiré profundamente y mantuve el control. Tenía que ir en busca de Kaylee y tendríamos que abandonar ese lugar, sin despedidas, sin saber a dónde dirigirnos. Pero cualquier sitio era mejor que esa corrupción que se acercaba, lo sentía en los huesos.

    La encontré sentada a unos metros de la casa. La familia que nos había acogido no estaba ese fin de semana así que no iban a extrañarse de encontrársela sentada frente a un fuego de llamas blancas, casi sumida en un trance total.

    – [Leo]Kaylee, Kaylee.[/Leo] – la llamé, temiendo sacarla de conjuro en un mal momento. La magia era preciosa, sobrecogedora, pero también lo era el fuego y si te acercabas demasiado podías quemarte.

    – [Kaylee]No estoy.[/Kaylee] – replicó aún con los ojos cerrados, pero una sonrisa dibujada en los labios. Este sitio le había entregado un poco de paz entre todo lo que iba mal en nuestras vidas y mucho me temía que esa paz iba a terminarse.

    Al fondo, en la linde del bosque, apenas visibles por la tenue luz de la luna, surgieron una serie de figuras oscuras, con un caminar errático.

    Corrí hacia ella, liberando poco a poco el nimio control que tenía sobre mi parte lobuna. Cuando llegué a su altura, le puse una mano en el hombro cubierta de garras. Al verla la aparté, no quería convertirla por un error.

    – [Leo]Se acerca algo.[/Leo] – noté que mis incisivos se afilaban, presionando contra mis labios al hablar.

    – [Kaylee]No tengo miedo. Bueno, un poco sí.[/Kaylee] – dijo girándose hacia donde le señalaba. Eran varias las figuras que venían hacia nosotros lentamente. Ahora que no estaban tan lejos me pareció distinguir a algunas caras conocidas, uno de ellos iba vestido igual que Callum esa misma mañana, cuando le vendí la madera.

    La luz lunar les iluminó y vi que el familiar rostro de Callum estaba surcado de venas negras y azules y que su piel se había vuelto grisácea. Parecían zombies, solo que en lugar de estar muertos, estaban como poseídos.

    – [Kaylee]¿Qué hacemos?[/Kaylee] – preguntó Kaylee, tratando de mantener la calma aunque notaba su cuerpo temblar ligeramente a mi lado.

    – [Leo]Vienen a por nosotros. O a por ti. [/Leo] – la miré, y vi su rostro tal y como llevaba viéndola desde que habíamos llegado a Gwiddon y había profundizado más y más en el uso de su magia. Resplandecía, era como si se alimentara de ella. Quizá esos seres habían sentido su poder.

    – [Kaylee]Adicción a la magia.[/Kaylee]- murmuró en voz alta.- [Kaylee]Mira.[/Kaylee] – señaló algunas de las personas, cuya piel se había vuelto completamente negra.

    – [Leo]Es la corrupción que noto. Incluso el lobo pide salir corriendo.[/Leo] – admití. Todo en mi gritaba que echáramos a correr.

    – [Kaylee]Lo único que podemos hacer es resistir el impulso, aunque no sé muy bien cómo.[/Kaylee] – la pulsión que yo sentía debía ser diferente a lo que ella estaba empezando a notar. Quizá el origen de esa corrupción tenía que ver con la magia, o algo tan antiguo como ella misma.

    – [Leo]Creo que ésta vez lo más sensato es correr. [/Leo] – dije retrocediendo al ver que nos superaban por mucho y no sabíamos qué poder podían tener. Kaylee asintió y retrocedimos hasta la casa, recogiendo nuestras escasas pertenencias rápidamente. Casi todo lo no esencial seguía en aquella misma luna que tan lejana se veía, guardadas en una nave estrellada. – [Leo]¿Ha llegado a funcionar el conjuro? ¿Sabes cómo podemos salir?[/Leo]

    – [Kaylee]No.[/Kaylee]- admitió con pesar. A Kaylee no le gustaba fallar y respecto a la magia, menos aún.

    – [Leo]Entonces tendremos que ir a ciegas.[/Leo] – empezar de cero en otro lugar lejos de todo aquello hasta que consiguiéramos salir de allí. Era una esperanza remota, pero debíamos aferrarnos a ella. Se empezaron a escuchar golpes en la puerta delantera, a juzgar por el ruido, conseguirían entrar pronto.

    – [Kaylee]Si quieres que corramos, vas a tener que llevarme.[/Kaylee] – dijo acercándose a la puerta trasera.

    – [Leo]Déjame que me prepare.[/Leo] – suspiré y accedí a algo a lo que no habría estado dispuesto antes de viajar al Cúmulo, dejé entrar a una parte de mí que no quería asumir como propia. Mis dientes crecieron hasta rasgar mis encías y el pelo brotó con un picor infernal. Aquella era solo la forma intermedia, pero no quería ceder y entregarme a una conversión donde solo permaneciese una mitad de mí. Kaylee se subió a mi espalda y la sujeté con facilidad gracias a mis nuevas fuerzas.

    La puerta de entrada cayó con un estrépito justo cuando atravesábamos la puerta trasera y me convertía en titanio para lo que pudiéramos encontrar.

    – [Kaylee]Sé que odias esto.[/Kaylee]- susurró en mi oreja mientras corría, teniendo cuidado de no hacerle daño con mi propio cuerpo.

    – [Leo]Tiene sus ventajas, pero con esa corte de … nichevoya persiguiendo no te las puedo decir. [/Leo] – le dirigí una sonrisa para que evitásemos pensar en que esos seres corruptos corrían detrás de nosotros, incansables.

    Kaylee empezó a conjurar pequeñas orbes de luz que lanzó contra ellos, tratando de ralentizarlos. No sé durante cuanto tiempo aguantamos así, yo corriendo y ella manteniéndonos a salvo, sincronizados, unidos pese a la presión que teníamos encima.

    Al final, cuando ya no se veían en la lejanía, Kaylee me dijo que podíamos parar a descansar. Elegimos una colina desde la que podríamos escapar si les veíamos llegar.

    – [Kaylee]Tenemos que salir de aquí. La luna de miel ha llegado a su fin.[/Kaylee] – dijo mientras comíamos unas manzanas de las provisiones. No había para mucho tiempo, necesitábamos un milagro.

    – [Leo]No podemos ir sin rumbo. [/Leo] – admití, de pronto muy cansado. Tenía una canción danzando por mi cabeza, se llamaba «Miedo a perder» y trataba sobre el miedo sobrecogedor que te asaltaba con más fuerza cuanto más feliz eras. Es más fácil decir que no tienes miedo cuando no tienes nada que perder. Veía a Kaylee delante de mí y temía que algo le ocurriese.

    – [Kaylee]Tiene que haber una forma de salir de aquí más sencilla de lo que pensamos.[/Kaylee] – sugirió ella. Vi un brillo en sus ojos, el de un enigma que estaba tratando de resolver y seguro que era capaz de hacerlo.

    – [Leo]Sin que los portales funcionen ..[/Leo] – pensé en voz alta. Ni portales, ni orbes Daë, estábamos solos e incomunicados.

    – [Kaylee]Si es nuestro mundo, tiene que ser por algo.[/Kaylee] – comentó, caminando alrededor de la hoguera improvisada. En Gwiddon el frío era un problema, era una tierra fría y húmeda donde el calor se escapaba con facilidad.

    – [Leo]Tienes que hacer el conjuro, sé que puedes. [/Leo] – la animé.

    – [Kaylee]No soy tan buena como para eso.[/Kaylee] – respondió, hurgando en un bolso de cuero que había comprado en un mercado y en el que había ido acumulando ingredientes para sus conjuros.

    Se sentó frente al fuego y repitió el ritual, concentrada, al menos en apariencia. – [Kaylee]¿Ves? No me sale.[/Kaylee] – se quejó.

    – [Leo]Me sentaré contigo, y descansaré mientras lo consigues.[/Leo] – dije colocándome junto a ella, el frío y el cansancio pesaban sobre mis párpados, pero no podía descansar todavía, ni siquiera sabía si ese era un lujo que podíamos permitirnos.

    – [Kaylee]Vamos a morir aquí. Ya lo verás.[/Kaylee] – se quejó de nuevo, aunque volvió a intentarlo. Esta vez pasó más tiempo hasta que volvió a hablar, mucho más. Su frente estaba perlada de sudor y la magia bullía a su alrededor. – [Kaylee]Eh… creo que estamos al lado del portal.[/Kaylee] – dijo finalmente, abriendo los ojos.

    – [Leo]Tenemos que arriesgarnos a cruzar.[/Leo] – dije poniéndome en pie para recoger. Kaylee miró a su alrededor y señaló una piedra que parecía marcar un camino.

    – [Kaylee]¿Y si nos descomponemos?[/Kaylee] – preguntó, algo nerviosa. Empezamos a caminar, yo no sentía nada cerca del portal pero a su magia parecía afectarle.

    – [Leo]Confío en tus habilidades. [/Leo] – la animé. Siempre estaría ahí para apoyarla, necesitaba que lo supiera, mi historial como amigo no era intachable y no quería que ella pensara que la historia iba a repetirse, solo que esta vez peor.

    Kaylee me guiñó un ojo.- [Kaylee]Me caes bien.[/Kaylee]

    – [Leo]Cruza los dedos por un sitio agradable. [/Leo] – repliqué. Nos estábamos arriesgando, no sabíamos dónde podríamos terminar con ese salto, pero solo podíamos confiar. No había ningún portal activo en ningún lugar que hubiéramos estado desde que los Daë expulsaron a Antailtire, así que tenía que ser el bueno. Antes de cruzar, me agaché y le di un beso en sus suaves labios.

    – [Kaylee]Si es contigo, lo será.[/Kaylee] – respondió. Mirándonos a los ojos, llenos de esperanza, cruzamos.

    La sensación era diferente a la de otras veces, parecía más cerca, más rápido. Al momento me sobrecogió un frío glaciar, húmedo. El viento hacía que la lluvia me azotara la cara. Busqué casi a ciegas a Kaylee y mi mano se cerró entorno a la suya después de un destello de pelo rojizo.

    Murmuró unas palabras y a nuestro alrededor una burbuja de aire nos protegió de la lluvia y el viento. Eso nos permitió ver que habíamos terminado en un páramo que parecían las Tierras Altas de Escocia. Un cartel caído en el suelo tenía la misma lengua que se usaba en Gwiddon, no nos habíamos ido del planeta, solo nos había llevado a un lugar donde teníamos difícil sobrevivir.

    Pero eso no era todo, Kay señaló al horizonte, a una montaña rodeada del rojo de las llamas, hacia la que caminaba una hilera de figuras encapuchadas, como si fueran hormigas. Nos acercamos con cautela, evitando que nos vieran. Yo lo escuché antes que ella gracias a mi oído lupino, todos entonaban un nombre «Baphomet».

  • SE PARECÍA MUCHO A LA FELICIDAD

    Kaylee – Gwiddon

    Tarde

    Se llamaba Midhope Castle y, aunque su nombre os haga creer lo contrario, no era un castillo. En realidad, era un enorme caserón construido en piedra, de cuatro plantas y situado a las afueras de lo que vendría a ser la capital de Gwiddon. Era el hogar de unos ancianos nobles venidos a menos, de esos a los que ya solo les queda el título. Eran un matrimonio muy serio que no había tenido hijos y nos acogieron sin reparos cuando aparecimos en su puerta más perdidos que el barco del arroz.

    George y Arabella vivían en la planta de abajo, dejándonos a nosotros la de arriba y, como agradecimiento, Leo hacía de cocinero y limpiador y yo de jardinera y asistente de las gallinas. Se me daba fatal, pero los ajetes por fin estaban brotando y las gallinas daban huevos con regularidad.

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  • ABANDONADOS

    5X01 – ABANDONADOS

    DIARIOS DE DESTINO

    Con un último grito, la chispa de Antailtire se desvaneció del Cúmulo Nexus y con ella, los residuos de su magia, buena y mala. Los hechizos protectores que mantenía sobre Dyavol se atenuaron y el mal que tanto tiempo había estado recuperando poder se liberó al fin, alzando sus tentáculos sobre los otros trece mundos.

    Cuando la oscuridad se cernió sobre todos, los portales se cerraron y con ellos, las esferas Daë se quedaron en silencio. Los mundos habían sido aislados.


    NARA

    El sol estaba en su cénit cuando dos barcazas cruzaron la garganta de Takachiho en dirección a la aldea oculta. Cole admiró la catarata frente a ellos, por muchas veces que la contemplase, no dejaba de sorprenderle. Niall, detrás de él, parecía más absorto en sus pensamientos. En la segunda barcaza, Zahra remaba en silencio, vigilando sus espaldas.

    Habían pasado dos meses desde que los tres habían aparecido en las orillas de la aldea. Las heridas se habían curado hacía ya semanas, las físicas, al menos. Y mientras tanto, habían tenido que acostumbrarse a una vida muy distinta, sin saber si los demás habían corrido una suerte similar o eran los únicos supervivientes.


    KOURAS

    El forajido conocido como Jimmy el Rápido era fiel a su apodo. En apenas unos segundos desenfundó sus Colt y disparó hacia el sheriff hasta vaciar ambos tambores. El hombre, al que apodaban «El Mestizo», cayó al suelo, con su camisa teñida de la sangre que manaba de los agujeros de su pecho.

    Jimmy sonrió y lanzó un grito, dispuesto a tomar la ciudad de Bandera junto a sus muchachos. Pero algo raro pasaba, el ayudante del sheriff seguía montado en su caballo, sin moverse. Había quien decía que tenía una pata metálica, aunque seguro que lo que no podía era moverse y por eso Henry el Silencioso seguía ahí.

    Exactamente un minuto y cuarenta segundos después de ser disparado, el sheriff Ezequiel se levantó, aún con la camisa cubierta de sangre y sin ningún orificio de bala. Diez minutos después la banda de Jimmy iba de camino al calabozo de Bandera, cada vez más lleno.


    KARDAS

    El herrero martillaba la última espada que le habían encargado. Cuando terminó de darle forma, la agarró con las pinzas y la metió en el balde para enfriarla. No estaba mal, había mejorado y aunque no era su pasión, le daba de comer y le permitía mantener la cabaña.

    Estaba empaquetando el encargo cuando un muchacho se acercó y se quedó mirándole. No era la primera vez que le veía merodear por allí. Sabía por la gente que iba y venía, hablando de más sin que él quisiera escuchar, que el niño era un huérfano cuyos padres habían muerto a manos del Rey Christian el Cruel. No necesitaba chismes para saber qué buscaba el niño.

    – [Dante]Vete, chaval, aquí no quedan héroes.[/Dante] – el niño echó a correr y él no tuvo tiempo a sentirse mal, porque se encontró con la mirada de reprobación de Chloe.


    KARNAK

    Tras la desaparición de la Gran Diosa Hathor, los teriántropos adorados como viejos dioses lucharon por sus viejas sedes de poder, dominando ciudades que en algunos casos terminaron enfrentadas entre sí. La gente de a pie fue la que más sufrió, cayendo en las luchas sin fin o entregando su vida a la creación de monumentos para sus dioses, que buscaban recuperar el tiempo perdido.

    No todo habían sido desgracias, algunos viejos y dioses y diosas trajeron prosperidad a sus pueblos. Contaba la leyenda que poco después de la desaparición, uno de los viejos dioses benevolente se había instalado cerca de la orilla del río. Decían que él tenía cabeza de pantera y era dios de la medicina y su diosa dominaba las aguas con su piel escamada. Para ello solo había que encontrar la ciudad de Bubastis.


    DAONNA

    Una bandada de velociraptor estaba tratando de rodear y capturar a su presa. El demonio de piel aguamarina al que perseguían no parecía muy fácil de comer, pero había entrado en su territorio y el grupo tenía hambre.

    Acecharon en la maleza y aceleraron para perseguirle cuando fue consciente de su presencia y echó a correr. El ser no era especialmente rápido, en varias ocasiones estuvieron a punto de darle una dentellada y ya estaban más cerca de encerrarlo en el desfiladero que había unos metros más allá. El demonio siguió corriendo, ahora cada vez más y más rápido, dejándoles atrás sin frenar hasta que apoyó un último pie en el borde del desfiladero y dio un gran salto al otro lado.

    Volvió al lago rosa cargado con una bolsa de gigantescos frutos salvajes que le recordaban a una mezcla entre melocotón y coco. De un paso a otro, la verde pradera y la playa a orillas del lago dieron paso al paseo de una gran ciudad. Había entrado en los dominios del poder de Lexie, ya estaba en casa.


    TERRA

    Dresden estaba siendo reconstruida, una ciudad pacífica en mitad de un conflicto que aún no había terminado de solucionarse. El viajero y la viajera, ocultos tras sus capuchas, cruzaron la plaza sin detenerse a admirar las vistas. Su misión era más urgente y aquella no era más que una ciudad de paso.

    Habían ido de una a otra, durante meses, tratando de poner su parte para minimizar todo el daño que había hecho la guerra e intentar que no volviera a ocurrir, por mucho que algunas partes estuvieran a punto de volver a estallar. Al menos, esta vez no había una mano invisible controlando que esa guerra perdurase. Había esperanza.

    Descansaron a comer algo de lo que llevaban en sus petates y mientras Robin usaba su magia para predecir el próximo punto débil para la paz, Ezra volvió a intentarlo. Una vez más no consiguió llegar a nadie. O habían desaparecido todos o algo ocurría con las esferas Daë.


    VALANTIS

    Idris soltó una carcajada. Si alguna ventaja tenía todo aquello, era que al menos la televisión era buenísima y gratis, lo malo era que habría matado por una pantalla plana en lugar de aquella enormidad. Echaba de menos algunas comodidades, pero no podía quejarse, llevaba cuatro meses viviendo con Ellie.

    Al principio, cuando habían llegado al mundo, trataron de contactar con el resto por todos los medios, pero fue imposible. Las esferas se habían callado y ninguno de los portales funcionaba. Estaban encerrados en aquél lugar.

    Así que habían conseguido un trabajo, alquilado una casa en la zona suburbana y se habían dedicado a buscar una forma de volver a la Luna mientras trataban de hacer vida normal en un planeta en el que los no muertos aún luchaban por ser tratados como algo más que propiedades.


    NEXUS

    La loba parda corría entre los árboles, con su melena sacudida por el viento. Olía las hogueras de la villa elfa cercana. Seguramente Owen las había encendido esperando que alguien preparase un buen asado.

    Olisqueó de nuevo y se aseguró de que los lobeznos la siguieran. Allí estaban, un poco más atrás, enzarzados en una batalla de mordiscos. Aún eran demasiado jóvenes, pero Amy estaba orgullosa. En aquél lugar había conseguido encontrar paz incluso después de lo que había pasado.

    Los sobrenaturales les habían acogido y les habían dado un hogar. Ella intentaba que fuera suficiente, no podía asumir que el silencio de los demás era algo bueno después de casi un mes. Pero Owen no se rendía, había tratado de ir a la ciudad de la Flecha pese a que estaba sellada y no se conocía nada de lo que pasaba en su interior, salvo que ahora las sombras acechantes que perseguían a la gente de la superficie habían desaparecido y las aldeas estaban recuperando su vieja gloria.

    Haleth estaba cerca de Owen, la elfa y el aesir parecían esperarla con noticias. Entonces vio que una cara conocida acababa de llegar al pueblo, Lekwaa.


    DAGRKNOT

    Bowie observaba en la distancia cómo Elliot pescaba la cena. Pensó varias formas en las que podría pescar de manera más óptima, pero había decidido que con las personas era mejor dejarles darse golpes hasta que encontraran la solución por sí mismos que dársela en bandeja.

    Lo que sí contó fueron los minutos que llevaba a la intemperie. Según el termómetro instalado bajo sus retinas, la temperatura de Elliot estaba bajando bastante. A esas alturas otro habría sentido tanto frío que hubiese castañeteado los dientes, pero él no tenía ese lujo.

    Decidió intervenir y llamarle justo cuando él pescó al fin algo que no era una espada oxidada. Bowie lo preparó con eficiencia y tras calentarse en una hoguera que ella también había preparado, siguieron el camino hacia la aldea pesquera más próxima. Con suerte allí encontrarían un barco que pudieran usar en ese mundo lleno de aguas siniestras que cobijaban criaturas más siniestras aún.


    ARTISAN

    Vera llevó la leña a la cocina y atizó las brasas para que ardiera con fuerza. Jamie llevaba toda la tarde estudiando en la biblioteca y alguien tenía que encargarse de que no murieran congelados.

    Poco tiempo después de aparecer en una ciudad cercana, habían vuelto a la casa familiar de los Barnes para encontrársela abandonada. Los sirvientes habían tenido que marcharse cuando viejos empleados del padre de Jamie empezaron a aparecer para hostigarles y tratar de recuperar sus salarios perdidos con su repentina desaparición.

    Por suerte no se habían llevado nada de gran valor, porque estaba bien escondido. Gracias a eso podrían mantenerse una buena temporada, porque la casa tenía a su alrededor todo lo que pudieran necesitar. Solo que alguien tenía que encargarse.

    Pese a todo, habían sido unos meses agradables, aunque Vera no conseguía quitarse el regusto amargo de no saber nada de sus hermanas ni de los demás.


    SENATUS

    El gigante se dejó caer en una esquina de su habitación, poco más que una celda pese a los honores que supuestamente le rendían. Miró sus muñecas, donde semanas atrás había tenido cadenas de metal, pero no por eso ahora era libre, sus cadenas eran de otro tipo.

    Aquella tarde había acabado con otra vida, la de un demonio de cabeza cubierta de pinchos. Era fuerte, parecía violento pero eso no lo justificaba. Él también era violento en la arena, la magia del Luditor se encargaba de ello, volcando toda la ira y la rabia del público y de los otros combatientes sobre su empatía para sumirle en una furia que le avergonzaba.

    Habría acabado con su existencia si no tuviera la esperanza de volver con los demás. Por eso, y por ella. Unos pasos resonaron por el pasillo y la puerta se abrió.

    – [b]’Bárbaro’ aquí tienes tu premio. Intenta hacer menos ruido hoy, bestia.[/b] – dijo el guardia, empujando a la mujer hacia el interior. Cuando se marchó, ella sonrió. Era un alivio sentir esa energía positiva. Sin Julia hacía mucho que no habría podido seguir adelante.


    SELAS

    El muchacho arrastró la improvisada camilla por la hierba, algo cansado después de llevar todo el día caminando, cruzando ríos con ella en brazos. Pero no había tiempo para descansar, cada segundo contaba, necesitaba llegar allí cuanto antes.

    – [Xander]Aguanta Jane.[/Xander] – le pidió, girándose para mirarla. Tenía los ojos cerrados, sumida en un sueño febril. Le tocó la frente, ardía. Preocupado, se detuvo. Descubrió con cuidado el vendaje que le cubría el pecho a la altura del corazón. Hacía ya unos días que había dejado de sangrar, pero el veneno seguía extendiéndose, ramificándose desde el orificio de bala hasta el resto de su cuerpo.

    Le cubrió la herida bien, le puso un paño húmedo en la frente y siguió caminando, cargando con la camilla. No podía perderla a ella también, tenía que llegar hasta el Laberinto, encontrar a Caitriona y curar a Jane. Daba igual el coste.


    DYAVOL

    La criatura permaneció atenta, olfateando en busca de la presa. La saliva le caía irremediablemente, el reinado de la oscuridad le había dado seguridad para dar rienda suelta a su maldad, pero al amparo de la noche eterna las criaturas habían acabado demasiado pronto con los tiernos humanos y ahora la comida empezaría a escasear.

    El ser estaba harto de ratas, por eso cuando vio a aquella tierna humana la siguió hasta los confines de aquella montaña. Las dos lunas se alzaban en lo alto del cielo nocturno y entonces vio el bulto cubierto de mantas cerca de la hoguera.

    Ansioso, fue hacia ella preparando sus dientes para masticar, pero antes de que pudiera levantar la manta y descubrir que era un engaño, alguien le rajó la garganta desde atrás. Ruby colocó el pie sobre la criatura y la tiró montaña abajo. Estaba cansada de huir y de correr, de luchar cada día por sobrevivir. Y también, de estar sola.


    LUNA VILTIS

    Los refugiados de Dyavol habían llamado a la ciudad Selene, aunque decirle ciudad quizá sería demasiado. En aquél momento eran poco más que un conjunto de cabañas reunidas, pero era la promesa de algo más, de un futuro a salvo de la oscuridad eterna que prometía su hogar.

    Francis hizo su ronda habitual y ascendió el valle hasta llegar a la colina desde la que podía ver la nave estrellada.  Cada día iba allí para ver si los demás habían vuelto, si William había cumplido su misión con más suerte de la que él mismo esperaba. Pero seguía sin haber nadie. Parecía un monumento a las vidas perdidas más que el hogar que había visto brevemente que era.

    Dio media vuelta y se dirigió a la gran ciudad de la Luna. Allí no era nadie, no tenía que fingir tener las respuestas mientras él mismo las buscaba, entre otros viajeros preocupados porque de pronto ya no podían volver a casa. Todos los portales se habían cerrado. Quizá por eso no habían vuelto ninguno.


    GWIDDON

     

    – [Kaylee]Parece que los Daesdi se han olvidado de nosotros.[/Kaylee] – dijo la hechicera pelirroja después de un nuevo e infructuoso intento de potenciar la esfera Daë para comunicarse con los demás.

    Leo asintió, silencioso. Acababa de preparar la comida para ambos y se observaba las manos con cautela. Ahora unas cicatrices recorrían parte de los dedos de su mano derecha. Cuando fueron absorbidos por el agujero negro de Antailtire, acabaron entrando en Gwiddon por un portal, pero un fragmento de metralla viajó con ellos.

    Instintivamente, Leo puso una mano frente a Kaylee, pensando en convertirse en metal. La metralla fue más rápida, atravesó carne y hueso, destrozando todo a su paso. Por la forma en la que dolía y cómo anulaba su curación sobrenatural, supieron que era plata.

    Había tardado un mes en volver a mover los dedos con normalidad, pero ahora que volvía a estar con fuerzas habían emprendido un viaje para encontrar a los demás. Aunque en aquél mundo ya corrían rumores sobre la hechicera pelirroja y sus habilidades.

     

  • DENTRO DE UNOS SIGLOS

    Julia – Esfera Gwiddon

    Noche

    Era de noche y hacía frío. La luna estaba llena. Me dolía la pierna. 

    No tenía pensado escribir un diario de estos, pero al final, he tenido que hacerlo porque tenía mucho que contar. Todo empezó mucho antes de lo que estáis imaginando, pero lo relevante es que acabé encerrada con un macizo al que le sacaba unos ocho años y vinieron a rescatarnos dos de sus amigos. Hasta ahí, todo bastante normal, salvo porque nos perseguía un ejército de zombis y yo me iba a quedar coja con toda seguridad.

    Como os podréis imaginar, no va a ser un diario al uso, porque la mitad de mi historia es confidencial por cuestiones espacio-temporales.

    En fin, vamos al lío:

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  • LA PAREJA TÓXICA

    Amy – Esfera Gwiddon

    Tarde-Noche

     

    Haber empezado a fumar en la adolescencia no había sido mi momento de mayor lucidez, pero también es verdad que por aquel entonces creía que iba a dominar el panorama del pop alternativo de Ripper con el grupo aquel que tenía con Leo y tenía que forjarme una reputación de Kurt Cobain de mercadillo. Por no mencionar que estaba convencida de que éramos almas gemelas destinados a estar juntos, porque para eso lo había marcado como miembro de mi manada. Vamos, que no era, lo que se dice, una lumbrera.

    Ahora veía a Leo correr por delante de mi posición y me daban ganas de lanzarle una pedrada en la nuca para ahorrarle el sufrimiento que debía ser su existencia. ¿Qué? Me había destrozado y tenía la poca decencia de ir de alma torturada.

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  • UNA CONSTANTE HABITUAL

    EZRA WALKER

    ESFERA GWIDDON – MAÑANA

    Empezaba a notar una cierta constante en mi vida. La mayor parte de ella la había vivido oculto en las alcantarillas por pura supervivencia junto a los demás. Fui capturado y encerrado por la Iniciativa en una prisión no muy diferente a esta. Y había pasado dos décadas en una capsula congelado. He vivido más tiempo capturado que en libertad.

    Al menos la comida parecía más comestible que la de la Iniciativa y llevaba horas sin comer, así que si quería seguir en pie debía aguantar la respiración y acabar ese cuenco de gachas.

    La puerta de madera rechino de tal manera que me hizo estremecerme, cosas de tener buen oído. Entraron dos guardias de rojo, puede que la ropa roja que llevaban fuera para camuflar la sangre, pero podía olerla en ella,  y un tercero que desentonaba sobre el resto.

    – [Nigromante]Hacía tiempo que esto no estaba tan concurrido.[/Nigromante] – Un hombre vestido de negro y con una amplia sonrisa se quedo mirándome a mí y a la mujer que se encontraba en la celda de al lado.

    – [Ezra]Es lo que suele ocurrir cuando matas a gente inocente en lugar de capturarlas.-[/Ezra] Estaba agarrado a los barrotes esperando a que estuviera lo bastante cerca como para borrarle esa sonrisa de la cara. Pero uno de sus escoltas me hizo retroceder en mi celda con una pica.

    – [Nigromante]Trabajo mejor con los muertos. Y normalmente ya me han dado lo que quiero.[/Nigromante] – Añadió jactándose. Me vinieron recuerdos de mi pasado, este mundo estaba siendo doblegado también por un déspota, un tirano.

    – [Ezra]Ya he tratado con gente como tú en el pasado. Y ese totem me pertenece.-[/Ezra] Le señale en un burdo intento de intimidarle. No me daba ningún miedo. Ya sufrí a manos de un nigromante, e incluso mi propio padre sucumbió a tal poder al perder a mi madre en otra realidad.

    – [Nigromante]Ahora mismo no lo parece. -[/Nigromante]  Una ligera sonrisa se volvió a perfilar en su boca. – [Nigromante] No eres de este mundo. –[/Nigromante]  Note como una cuarta mirada se clavaba en mí, la mujer que se encontraba en la otra celda se quedo observándome fijamente.

    – [Ezra]¿Eso lo has deducido por mis ropajes o por la ausencia de miedo hacia vuestra persona?.-[/Ezra] A veces las palabras hacian más daño que un puñetazo, como en este caso.

    – [Nigromante]Mi magia te sorprendería lupino. –[/Nigromante]  Al juzgar por cómo había levantado la voz y el modo en el que apretaba mi tótem había conseguido molestarlo.

    – [Ezra]Resucitar a los muertos. Si, sorprendente.-[/Ezra] No me daba miedo ningún ejercito de no muertos, lo que de verdad temía era lo que eso podía infundir en una persona, el miedo a enfrentarse a un ser querido. Aun siendo simples carcasas vacías manejadas por un titiritero.

    – [Nigromante]Entre otras cosas. -[/Nigromante]   Cierto, habíamos obviado la parte en la que es un ladrón que se dedica a robar objetos mágicos, como esa piedra que producía agua y hacia subsistir a un poblado ahora arrasado. – [Nigromante]Has oído hablar de mi entonces, pero asumo que no vienes de parte del Arquitecto.[/Nigromante]

    – [Ezra]No exactamente.-[/Ezra] No podía decirle quien me había mandado y porque estaba allí. Es cierto que habíamos perdido el factor sorpresa, pero aun podíamos desestabilizarlo, hacerle pensar porque estábamos allí, si era por él o algo más.

    – [Nigromante]Le gustará este artefacto. No teníamos nada así en este mundo. –[/Nigromante]  Se quedo observando el tótem pasando el dedo por la fisura que tenía.

    – [Ezra]De poco te va a servir. Cuando salga de aquí recuperare lo que es mío.-[/Ezra] No temía lo que pudiera hacer con él, ya que el tótem estaba vinculado a mi padre y a mí, lo que temía era perderlo para siempre.

    – [Nigromante]Si lo dices por los otros dos, no tardaremos en encontrarlos. -[/Nigromante] Subestimaba a Amy y Leo, ambos podían ver venir a estos soldados a kilómetros, siempre y cuando no estuvieran distraídos discutiendo entre ellos [Nigromante]- Te queda una larga estancia, aprovecha la compañía, dicen que estar en un tiempo extraño ayuda. -[/Nigromante] Echo su capa hacia atras de manera bastante teatral e de decir y se marcho junto a sus esbirros.

    – [Julia]Ese Tótem tiene pinta de chungo, pero tú no.- [/Julia] Añadió mi compañera de prisión en cuanto se marcho el Nigromante. El tótem solía causar esa reacción con su color rojo como las sangres y sus vetas negras.

    – [Ezra]Es una reliquia familiar, y no es tan terrible como piensas.-[/Ezra] Me acerque hasta la parte en la que nuestras celdas conectaban para verla un poco mejor. Debía de tener unos treinta y pocos. Y al juzgar por sus ojos cansados daba la impresión de haber visto mucho en su vida, o simplemente estaba cansada. -[Ezra]Ezra.[/Ezra]

    – [Julia]Una familiar peculiar la tuya.- [/Julia]  Dijo arqueando una deja. Y porque no le había dicho que vengo del futuro, mi padre de otra realidad y mi madre es un cumulo de energía. – [Julia]Julia. [/Julia]

    – [Ezra]¿Llevas mucho tiempo aquí encerrada?.-[/Ezra] Tenía girones en la ropa y bastante suciedad encima, daba la impresión de que llevaba tiempo encerrada. Aunque claro yo llevaba apenas unas horas en este mundo y me encontraba en el mismo estado.

    – [Julia]Dos días.- [/Julia]  Su expresión cambio algo confundida. Como si no estuviera segura de ello.- [Julia]O eso creo. [/Julia]

    – [Ezra]Tampoco eres de este mundo, ¿verdad?.-[/Ezra] Algo deducible por su ropa y que se encontraba viva como yo.

    – [Julia]Curiosa pregunta.- [/Julia]  Sonrió de medio lado, pero fue fugaz en cuanto se puso en pie. Una mueca de dolor se reflejo en su rostro.

    – [Ezra]Porque sino estarías aquí encerrada, conmigo. No hacen prisioneros, ya lo has visto. ¿Te encuentras bien?.-[/Ezra] Cargaba el peso en una sola pierna y se ayudaba de la pared para moverse, tenía una cojera bastante fea en la pierna.

    – [Julia]Regular, pero no me voy a morir o eso espero.- [/Julia]  volvió a sonreír ocultando el dolor que le producía su pierna, no le gustaba mostarse débil  – [Julia]Gracias por preguntar. [/Julia]

    – [Ezra]¿Fue él?.-[/Ezra] No hizo falta llamarlo por su nombre, o más bien su seudónimo. Ella sabía a quién me refería.

    – [Julia]No.- [/Julia]  Añadió escuetamente y deje el tema, parecía que era algo de lo que no quería hablar.

    – [Ezra]Bueno Julia, dentro de poco saldremos de aquí.-[/Ezra] No quise prometérselo, pero confiaba en que Amy y Leo estarían al caer para liberarnos y de paso acabar con ese Nigromante antes de que hiciera más daño.

    – [Julia]Ojalá tengas razón. -[/Julia] dijo apoyándose contra la pared.

    En el exterior comenzó a escucharse jaleo, pero no eran vítores ni celebraciones, era gente escapando del ataque de alguien, o algo.

     

  • DESUNIDOS

    LEO ARKKAN

    ESFERA GWIDDON – MAÑANA

    Aquél lugar despertaba mis ganas de componer de una forma extraña. Sabía que la música que saldría de allí podría ser tan alegre como triste. Aquella naturaleza propia de un mundo en el que el ser humano es igual de implacable cogiendo lo que quiere, pero aún no tiene tantos medios como para arrasar demasiado, inspiraba una canción de anhelo y libertad, una oda al instinto que todos conservamos en nuestro interior de ser salvajes.

    Pero después estaba la desolación. Tras ver cómo los soldados de casacas rojas rapiñaban las pertenencias de aquellos dos a los que habían matado, nos encontramos con un pueblo en el que quedaban poco más que cenizas.

    Entre los cadáveres cuyos rostros nunca podría borrar de mi mente, encontramos a una mujer que apenas se mantenía con vida. Mientras intentábamos curarla, Elspeth nos dijo que aquello había sido obra del ejército del Nigromante, un brujo con poder sobre los muertos que se había alzado como soberano de aquellas tierras y enviaba a sus soldados con ropas color sangre a buscar objetos mágicos y matar indiscriminadamente a quien resistiera.

    Allí nadie se resistió. Tenían una gema de aguamarina que les proporcionaba agua pura continuamente, por eso arrasaron con todos. Ver morir a alguien es muy distinto a como lo pinta la ficción. Es horrible, no importa si conoces a la persona o no. Te marca para siempre. Me hice la débil promesa de escribir una canción sobre aquella joven a la que se lo habían quitado todo mucho antes de su tiempo.

    Incluso yo estuve de acuerdo en transformarnos y poner camino entre nosotros y aquél poblado. Ser un lobo era la mejor forma de no pensar en tus sentimientos, de dejarte llevar por tus instintos primigenios. Normalmente rechazaba esa pérdida de control, especialmente convirtiéndonos en lobos, cuando poco quedaba de humano, pero aquella vez era distinta.

    Finalmente llegamos a un claro cerca de un río y nos detuvimos, volviendo a nuestra forma humana. Las imágenes de la muerte de Elspeth me sobrepasaron, llegando en una oleada. Me miré la mano, recordaba perfectamente cómo había flaqueado su agarre al final. Apenas podía soportar esos recuerdos, pero no quería volver a esconderme, estaba resultando mucho peor.

    – [Leo]No deberíamos transformarnos mucho.[/Leo] – comenté para que me escuchasen los dos. Me imaginaba que Amy estaría en contra, incluso Ezra parecía más cómodo en su piel de lobo que yo. Pero no solo lo decía por la avalancha de sensaciones que tenía encima en ese momento, si no porque en el poblado habíamos encontrado al menos un par de licántropos muertos.

    – [Amy]Tú encantado.[/Amy] – replicó. Pese a haber dicho que no me guardaba rencor, las cosas parecían ir peor desde que habíamos hablado, o quizá solo lo pensaba porque verdaderamente desde que había vuelto a Moondale no me había cruzado con ella hasta ese momento.

    – [Leo]No me entusiasma la idea morir como si me hubieran sacrificado. [/Leo] – reconozco que respondí molesto. Lo que había pasado me había afectado y los demás no tenían la culpa. No era la mejor forma de arreglar las cosas con Amy, pero a veces los dos éramos demasiado temperamentales y eso iba a ser un problema.

    – [Amy]A mí no me parece tan mala idea.[/Amy]- replicó ella. Había llegado a conocerla mucho y hay cosas de las personas que nunca cambian. Aun así, me incomodó que pareciera valorar tan poco su vida. Quizá porque me sentía culpable y el enfado no era con ella.

    Negué con la cabeza. Prefería no decir nada que empeorase las cosas.

    – [Ezra]Por qué no dejamos la discusión para luego y evitamos morir los tres.-[/Ezra] – sugirió Ezra. Era una persona que transmitía mucha calma. Sabía cosas de su futuro, no demasiadas porque los Moondies se habían asegurado de que no conociésemos demasiado de Omega e incluso Noah había intentado guardar el secreto. Supuse que había sufrido tanto que nuestra pelea le parecía de lo más superflua. No le faltaba razón, pero a veces cuesta coger perspectiva.

    – [Leo]Tenemos que encontrar al Daë para poder salir de aquí.[/Leo] – comenté. Si hubiera podido estar en contacto con Noah habría podido saber algo del Daë. O si hubiera sido un Rakkthathor como ellos.

    – [Amy]Yo no pedí venir aquí con este.[/Amy]- sentenció. Llegaba a dudar que Amy fuese a perdonarme realmente algún día.

    – [Leo]Te he pedido disculpas, no puedo cambiar lo que hice.[/Leo] – repliqué, serio. – [Leo]Y pelearnos aquí en mitad de la nada no va a solucionar mucho.[/Leo] – añadí. Nada de eso iba a ayudar a llevarnos bien, pero no siempre impera la lógica. Si fuera así, los artistas no tendríamos sentido. Hablamos de emociones, de sensaciones. Por eso las inteligencias artificiales no han llegado aún a pintar cuadros o hacer música.

    – [Ezra]Amy, los Daesdi no han elegido los grupos así porque sí. Sabían lo nuestro, una manada desunida.- [/Ezra] Amy le observaba fijamente. – [Ezra]Si queremos salir de esta tenemos que trabajar juntos, te guste o no.-[/Ezra]  añadió. Recapacité un poco, no tenía sentido seguir peleando, estábamos perdidos muy lejos de casa y solo nos teníamos los unos a los otros. Él lo había perdido todo.

    – [Amy]No somos una manada.[/Amy]- afirmó, con el ceño fruncido. Su dolor irradiaba, golpeando como una ola gigantesca. – [Amy]A ti no te conozco y el otro es un…[/Amy]- empezó a decir, dejando salir solo una pequeña parte de ese dolor. Entonces se calló, había escuchado algo, pero no tuvo tiempo a reaccionar porque los casacas sangrientas nos rodearon.

    No hubo tiempo a dialogar. Venían con un objetivo claro. Cargaban sus fusiles, con brillantes bayonetas que apuntaban a nuestros corazones. Uno de ellos embistió. Me giré y aferré su arma. Mi dedo rozó la bayoneta y fui uno con su material: plata.

    Intenté avisar a los demás, pero en aquél caos no había sonido, solo movimiento. Amy era ágil, esquivaba a los casacas y consiguió dejar a uno inconsciente. Ezra era más robusto, pero estaba acostumbrado a luchar, se le notaba. Pudo con dos. Aun así, eran demasiados.

    Me zafé de los míos y me acerqué a los demás. Teníamos que huir, no había otra forma. Amy lo supo y nos hizo una señal para salir de allí. Ella iba delante. Ezra estaba a mi lado.

    Cruzamos el río y seguimos corriendo, mirando solo hacia delante. Cuando el frío ya hizo que me doliese la cabeza, nos detuvimos. Ezra ya no estaba a nuestro lado.

    – [Amy]Te podían haber secuestrado a ti.[/Amy] – no respondí, temiendo reafirmar que eso era lo que pensaba de verdad.

    Esperamos, en silencio, aferrados a una vana esperanza. Una que nunca llegó. Estábamos rotos, desunidos. Nuestros enemigos habían acechado en las sombras y nos sorprendieron porque nuestra preocupación en ese momento era discutir.

    No sé cuanto tiempo pasamos en aquél claro, en silencio. Amy tenía la esfera en las manos, estuvo hablando con su padre, pero me forcé a no escuchar, por respeto. Cuando terminó, seguimos en silencio.

    – [Ezra]¿Estáis bien?-[/Ezra] – nos sorprendió la voz de Ezra. Alcé la mirada, pero mis ojos no se encontraron con la visión de su cuerpo tangible, si no una especie de forma en la niebla. Era su forma astral, por lo que sabía, podía proyectarla dejando atrás su cuerpo, pero no lo había visto hasta entonces.

    – [Amy]¿Tú cómo estás?[/Amy] – Amy se acercó, preocupada.

    – [Ezra]Algo magullado.-[/Ezra] replicó. Su forma se hizo algo más visible. Tenía una herida en la ceja que sangraba ligeramente y un jirón en una de las mangas.

    – [Leo]¿Dónde estás?[/Leo] – pregunté. Teníamos que encontrarle, buscar al Daë y salir rápido de ese mundo.

    – [Ezra]No pude ver mucho, pero tampoco hizo falta. Buscad en el río hasta dar con unos establos, una vez deis con él, seguid el camino hasta el castillo.-[/Ezra] explicó. Los lobos se rigen por su olfato, así que Ezra no había necesitado ver para saber por dónde pasaba. Alguna ventaja tenía que tener.

    – [Amy]Voy a por ti.[/Amy] – afirmó Amy. No pasé por alto que hablaba solo por ella.

    – [Leo]Vamos.[/Leo] – corregí, mientras ella cogía sus cosas. – [Leo]¿Llevas la gema?[/Leo] – le pregunté. Si buscaban objetos mágicos, ese sin duda sería algo llamativo. Ezra asintió. Si no era por la gema, ¿por qué se lo habían llevado? A otros no habían tenido problema en matarlos a sangre fría.

    – [Amy]Prefiero ir sola.[/Amy] – aseguró ella. Por muy enfadada que estuviese conmigo, no iba a dejarla ir sola. Ya nos habían superado estando juntos y esto sería mucho más difícil.

    – [Ezra]No. Si de veras quieres salvarme tendrás que dejar que Leo te ayude. No podrás con ellos tu sola.[/Ezra] – si la Amy de su futuro se parecía a la nuestra, Ezra debía imaginarse cual sería su respuesta.

    – [Amy]Claro que puedo sola.[/Amy] – afirmó. Cabezota con todas las consecuencias.

    – [Leo]Luego me odias todo lo que quieras, pero lo más importante ahora es Ezra. Así que tenemos que trabajar juntos.[/Leo] – le aclaré. – [Leo]Tú puedes hablar con Ezra si él no puede aparecerse. Yo no.[/Leo] – y yo tenía una ventaja contra las armas de plata de los casacas sangrientas. Nos necesitábamos.

    La respuesta de Amy fue encogerse de hombros y empezar a caminar. Negué con la cabeza y me adentré en el bosque tras ella, pensando en cómo podríamos asaltar el castillo entre dos personas.